La Voz de la Resurrección

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leemos en el Evangelio según San Juan, capítulo 5, versos 17 en adelante:

Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.

Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,

para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.

Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;

y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.

No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;

y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

LA VOZ DE LA RESURRECCIÓN.”

La promesa es que los muertos escucharán la Voz del Hijo de Dios y resucitarán.

En Efesios, capítulo 5, el apóstol nos dice en el verso 14:

Por lo cual dice:

Despiértate, tú que duermes,

Y levántate de los muertos,

Y te alumbrará Cristo.”

Está la resurrección espiritual y la resurrección física también. Viene primero la resurrección espiritual, porque el ser humano pecó en el Huerto del Edén y murió, como Dios le había dicho al ser humano, que no comiera del árbol del bien y del mal porque el día que comiera, ese día moriría.

Aparentemente, luego de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, aparentemente no murió, porque continuó viviendo -y Adán vivió 930 años-, pero sí murió a la vida eterna, y solamente le quedó vida temporal, que le duró 930 años. Esa vida temporal es la que le dejó a su descendencia como herencia.

Y allá en el Huerto del Edén fue que se llevó a cabo el primer crimen contra la humanidad, porque en Adán estaba potencialmente toda su descendencia, y murió juntamente con Adán, murió a la vida eterna.

Encontramos que el ser humano ha estado luchando, sufriendo y tratando de vivir lo más posible. En los tiempos de Adán y Eva, luego de la caída, las personas vivían hasta 969 años, como Matusalén; o sea, que vivir 800 y 900 años era normal, pero no mil años. Porque mil años es un día delante de Dios, porque mil años es como un día delante de la presencia de Dios.

Por eso es que cuando se habla de los días postreros se refiere a los milenios postreros, que son: el quinto milenio, el sexto milenio y el séptimo milenio. El séptimo milenio es el último, o sea, el Día Postrero de los siete días postreros, mileniales, delante de Dios. Y cuando la Escritura está hablando del Día Postrero, está hablando del Milenio Postrero.

Así como la semana tiene siete días, y los días postreros de la semana son: jueves, viernes y sábado, el día postrero de la semana, que es el séptimo día, que es el día de reposo, de descanso, que Dios le dio al pueblo hebreo a través del profeta Moisés; ese séptimo día de la semana, representa al séptimo milenio delante de Dios, y por consiguiente representa el Milenio o séptimo milenio delante de Dios, donde el Mesías establecerá Su Reino.

Cuando se habla del Mileno o Reino Milenial, se está hablando de ese Día Milenial Postrero; y ese es el Día Milenial correspondiente a la Segunda Venida de Cristo.

Ahora, ya, conforme al calendario gregoriano, se está viviendo en el Día Postrero delante de Dios, o sea, en el séptimo milenio delante de Dios.

¿Y cómo sabemos que será para el Día Postrero o séptimo milenio delante de Dios: la Segunda Venida de Cristo, la resurrección de los muertos creyentes en Cristo, la transformación de los que estén vivos, y el rapto o arrebatamiento de la Iglesia? Pues no sucedió en los milenios anteriores, desde los días de los apóstoles hacia acá; pues la resurrección de los creyentes, o cristianos está señalada para el Día Postrero.

En los días de Jesús, con la resurrección de Cristo hubo también de los santos creyentes en el Antiguo Testamento, los cuales aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén luego que Jesús resucitó.

Y ahora, ya aquella resurrección se llevó a cabo con la Primera Venida de Cristo y Su resurrección; falta ahora la resurrección del cristianismo, de los cristianos que han muerto físicamente, y la transformación de los que estén vivos en el Día Postrero, los que estén vivos cuando ocurra la resurrección de los creyentes que murieron, los que estén vivos luego serán transformados cuando veamos a los muertos en Cristo resucitados en cuerpos inmortales, cuerpos eternos, cuerpos glorificados igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo.

Esa es la clase de cuerpo que Cristo tiene para todos los creyentes en Él, esa es la clase de cuerpo que Cristo tiene prometido para mí. ¿Y para quien más? Para cada uno de ustedes también.

Primero viene una resurrección espiritual, que es la que la persona recibe al recibir a Cristo como Salvador, ser bautizado en agua en Su Nombre, y recibir al Espíritu Santo, donde la persona nace a una nueva vida, a la vida eterna con Cristo en Su Reino.

Recuerden que Cristo dijo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Para entrar al Reino de Dios, al cual todo ser humano quiere entrar para vivir eternamente, se requiere nacer del Agua y del Espíritu. Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es recibir el Espíritu Santo; y así nace en y a la vida eterna en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo. Así es como Cristo traslada a los escogidos de Dios, los hijos e hijas de Dios, los traslada del reino de las tinieblas al Reino de Luz, como traslado al pueblo hebreo del reino de las tinieblas egipcias allá del Faraón, los sacó y los trasladó a la tierra prometida, a la tierra de Israel.

En Colosenses nos dice en el capítulo 1, verso 13: “…el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo…”

Es por esa causa la predicación del Evangelio de Cristo a todas las naciones, para todos los seres humanos: para tomar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre, colocándolos en el Reino de Dios, al Reino de Cristo, con vida eterna.

El alma la persona recibe la vida eterna y ya ha recibido la primera parte de la adopción como un hijo o como una hija de Dios, ha quedado sellado con el Espíritu Santo de la promesa, como nos dice San Pablo en Efesios, capítulo 4, verso 30; y lo vamos a leer para que tengamos el cuadro claro. San Pablo, conocedor del Programa Divino para la Dispensación de la Gracia, nos habla de este misterio y nos dice:

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

Sellados con el Espíritu Santo todos los creyentes en Cristo; y por consiguiente, han nacido de nuevo, han nacido del Agua y del Espíritu, y están sentados en lugares celestiales con Cristo Jesús en el Reino de Dios; ya han recibido la redención de su alma, pero les falta la segunda parte de la redención. Conforme a Romanos, capítulo 8, versos 28 en adelante, dice:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Porque a los que antes conoció…”

“A los que antes conoció”: antes de la fundación del mundo, los cuales están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, los cuales serían redimidos por el Cordero de Dios, Jesucristo, con Su Sacrificio en la Cruz del Calvario. De esas personas que lo recibirán como Salvador, es que Él está hablando, los cuales, dice: “A los que antes conoció,” esto eso: antes de la fundación del mundo. Los nombres de todas esa personas que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, están escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la Creación.

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo (para que sean conforme a la imagen de Cristo; o sea, que tengan cuerpos angelicales como Jesucristo nuestro Salvador; y ese es el ángel que tiene cada persona).”

¿Recuerdan el libro de los Hechos, cuando Pedro estuvo preso y al otro día lo iban a matar? El Ángel de Dios le apareció en la cárcel, abrió las puertas de la cárcel y le dijo a Pedro que lo siguiera. Pedro pensaba que era una visión o que estaba soñando, y lo siguió. Y cuando ya está en la calle despierta a la realidad, se da cuenta que es una realidad, y se va a la casa de Juan Marcos, donde estaban orando por él; toca la puerta; y una joven llamada Rodes va abrir la puerta, y cuando se acerca a la puerta y escucha que es Pedro el que está llamando a la puerta, de gozo no abre la puerta y se regresa a las personas que están en la casa, y les dice: “Es Pedro el que está tocando la puerta.” Y le dicen a la joven Rode: “Rode, estás loca. ¡Es su ángel!”

La iglesia primitiva sabía que cada creyente en Cristo tiene un cuerpo angelical llamado: el ángel que tiene cada persona.

Esto no es nuevo, el mismo Cristo hablando allá a Sus discípulos, dice… hablando de los escogidos dice que sus ángeles ven el rostro de su Padre cada día. O sea, que ellos también tenían conocimiento, por medio de las enseñanzas de Cristo, que cada creyente en Cristo tiene su ángel; ése es el cuerpo angelical que tiene cada persona; o sea, el espíritu de cada persona es un cuerpo angelical, un cuerpo espiritual.

Y para entenderlo más claro en nuestro tiempo, en muchos países, cuando algunas personas ven a una persona que conocen, y pasa y se desaparece, dicen: “Tal persona murió o va a morir, porque lo vemos ya caminando, o sea, caminando en espíritu.” Es que cuando el cuerpo físico muere, la persona no muere, lo que murió fue el cuerpo donde vivía la persona.

Recuerde que la persona es alma viviente, y tiene un cuerpo espiritual llamado espíritu, y tiene un cuerpo físico de carne. Si muere el cuerpo físico de carne, la persona, que es alma viviente, sigue viviendo en el cuerpo espiritual.

Por eso es que Cristo dice: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” ¿Ve? Porque el alma es lo que en realidad es la persona.

Es importante que todo ser humano sepa cómo está constituido: alma, espíritu y cuerpo, y sepa que así como alimenta su cuerpo físico con comida literal física (porque si no lo hace, se debilita su cuerpo y muere), también el alma y el espíritu de la persona necesita un alimento, el cual es espiritual. La misma Palabra de Cristo que dice: “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” [San Mateo 4:4]

El alimento espiritual para el alma y el espíritu de la persona es la Palabra de Dios, así como el alimento físico para el cuerpo es arroz, fríjoles, verduras, carne, y así por el estilo. Algunas veces alimentamos más el cuerpo físico que nuestra alma. Lo más importante es el alma de la persona y necesita ser alimentada con la Palabra de Dios. Deuteronomio, capítulo 8, también habla de eso.

Y ahora, para poder el ser humano comprender que necesita de Dios y que necesita escuchar la Palabra de Dios, necesita saber cómo está constituído: alma, espíritu y cuerpo; y conocer cuál es el alimento para el cuerpo, el cual ya lo conocemos y todos los días comemos. Si así hiciéramos con el alimento espiritual, que comiéramos Palabra de Dios todos los días, estaríamos bien alimentados espiritualmente.

Recuerden que por esa causa es que el ser humano es espiritual por naturaleza; y por eso es que el ser humano puede creer en Dios.

Los animales no son así, ¿por qué? Porque no tienen alma. El ser humano es el único que cada año sabe más, porque tiene alma; y por medio de la educación obtiene cada día más conocimientos. Cada día el ser humano es más sabio.

Es que el ser humano es la corona de la Creación, fue creado por Dios a Su imagen y a Su semejanza. La imagen de Dios es el cuerpo angelical, el cual es llamado el Ángel de Dios o Ángel del Pacto, que le apareció al profeta Moisés en una llama de fuego y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.”

¿Cómo va a ser el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, la imagen de Dios? Es que el ángel es el cuerpo angelical de Dios, es la imagen del Dios viviente.

Y en Hebreos, capítulo 1, y en Colosenses, capítulo 1, versos 12 en adelante, el apóstol Pablo dice que Jesucristo es la imagen del Dios viviente. Jesucristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios viviente, Jesucristo en Su cuerpo angelical es el Ángel del Pacto; es el que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. En ese cuerpo angelical estaba Dios, está Dios y estará Dios eternamente; porque esa es la imagen del Dios viviente, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical.

Por eso Cristo, aunque había nacido en Belén de Judea a través de la virgen María, en una ocasión, en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58, dijo: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; lo vio y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesucristo les dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”

Y entonces se escandalizaron más; porque una persona que diga que era antes que Abraham, normalmente está loca.

Y ellos pensaban que Jesús estaba loco, pero no, Él estaba diciendo la verdad; porque Él es el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, el cuerpo angelical de Dios, la imagen del Dios viviente. Y cuando se hizo carne, en Él habitó la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad.

El cuerpo físico de Jesucristo es la semejanza física de Dios; el cuerpo físico de Dios es el cuerpo físico de Jesucristo. Por eso Cristo decía: “El que el que me ha visto a mí, ha visto al Padre,” y decía: “El padre y yo, una cosa somos.” Y también decía que no hacía nada de Sí mismo, sino que era el Padre que moraba en Él, el que hacía las Obras. (San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante).

Por lo tanto, no era Jesús en cuanto al cuerpo físico, el que hacía los milagros; sino el Padre, Dios, que estaba en Él, obrando por medio de ese cuerpo físico llamado Jesús. Ahí está el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.

En Jesucristo habitando la plenitud de la Divinidad, encontramos a Dios, Emanuel con nosotros, lo cual significa: Dios con nosotros. Dios con nosotros en la forma humana, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Es importante conocer estas cosas para poder comprender lo grande que es Jesucristo. Es la persona más grande y más importante, que ha pisado este planeta Tierra. Aunque algunos no lo han recibido como Salvador y han estado perdiendo la oportunidad de la salvación y vida eterna. Él es el único que puede darle vida eterna al ser humano.

En Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13, nos dice:

Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.

El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, tiene la vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”

Tiene una vida temporal la persona, que se le va a terminar pero no sabe cuándo se le va a terminar; pero la vida eterna no la tiene la persona que no ha recibido a Cristo como Salvador.

Y la buena noticia es que Dios nos ha dado vida eterna por medio de Jesucristo; a todos los que creen en Su Nombre les ha dado vida eterna.

Por lo tanto, mi alma tiene vida eterna porque la ha recibido de Jesucristo. ¿Y el alma de quién más? De cada uno de ustedes también.

Y todo eso está en el Programa de la Redención, para lo cual Cristo vino y murió en la Cruz del Calvario. Si Él no moría en la Cruz del Calvario, la raza humana tenía que morir por sus pecados; pero Cristo tomó el pecado del ser humano, nuestros pecados, y por ellos murió en la Cruz del Calvario; porque “la paga del pecado es muerte.”

La muerte que tenían que recibir los seres humanos, la recibió Cristo en la Cruz del Calvario. Murió por mí, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes también.

Por eso es que Cristo dijo que Él no vino a condenar al mundo sino a salvar al mundo; así salvó al mundo.

Y muchos no saben que Cristo evitó que la humanidad muriera en aquellos días: tomando Cristo los pecados del ser humano y muriendo por ellos en la Cruz del Calvario.

Bien dijo Juan el Bautista, en San Juan, capítulo 1, versos 27 al 36, cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo,” señalando a Jesucristo. Y para quitar el pecado del mundo tuvo que tomar los pecados del ser humano y morir por ellos; así fue que quitó el pecado del mundo.

Y ahora, cada ser humano es responsable por sí mismo. No le puede echar la culpa a Adán y a Eva o a alguna otra persona; cada persona es responsable por sí misma y responderá ante Dios. Pero tenemos un Redentor, y tenemos un Sumo Sacerdote, el cual intercede por nosotros ante la presencia de Dios, el cual es Jesucristo.

Todo ser humano necesita a Jesucristo para obtener el perdón de sus pecados, ser limpios con la Sangre de Cristo de todo pecado, y ser reconciliado con Dios. Sin Cristo no hay reconciliación con Dios para el ser humano.

Por lo tanto, la necesidad más grande que tiene el ser humano es Cristo, lo sepa o no lo sepa la persona; pero por medio del Evangelio se da a conocer esa necesidad que tiene el ser humano acá en su alma.

Ese deseo, ese clamor del interior del ser humano por vivir miles de años, o eternamente, es porque hay una oportunidad de vida eterna a través de Cristo; y el que la aprovecha, vivirá eternamente; y el que no aprovecha esa oportunidad, no vivirá eternamente. Esto es lo que habló Cristo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, cuando dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Tan sencillo como eso. Es un asunto de creer para tener vida eterna, o de no creer para ser condenado. Y el ser humano tiene la responsabilidad de elegir, porque Dios le ha dado libre albedrío; así como Dios tiene libre albedrío, Dios le ha dado libre albedrío al ser humano; porque el ser humano fue creado por Dios a Su imagen y semejanza.

Es importante saber que aunque no tengamos físicamente la vida eterna, porque nuestro cuerpo es temporal, el alma nuestra ha recibido vida eterna al recibir a Cristo como Salvador, ha recibido esa parte de la Redención; y nos falta la segunda parte, que será la resurrección para los muertos en Cristo, en cuerpos glorificados -esa es la redención del cuerpo-, y la transformación para los que estemos vivos, en la Segunda Venida de Cristo.

De eso es que nos habla en Romanos, capítulo 8, donde estamos leyendo. Dice:

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Cristo es nuestro hermano mayor, el Primogénito).

Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”

Podemos ver que ya Dios nos conocía desde antes de la fundación del mundo.

Y ahora, veamos lo que nos dice el mismo capítulo 8, verso 21 en adelante; dice:

…Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.”

La Adopción es la redención del cuerpo, o sea, nuestra transformación, nuestra glorificación, para tener cuerpos eternos, cuerpos inmortales, cuerpos jóvenes y glorificados, como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo; y esto es para todos los creyentes en Cristo. Por eso es que San Pablo, en el capítulo 15 de Primera de Corintios, versos 49 en adelante, dice:

Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (o sea, la imagen de Cristo).

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta (tenemos la promesa que ‘a la final trompeta,’ lo cual es la Final Trompeta de Dios); porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.”

Es una promesa divina, una resurrección en cuerpos glorificados para los que murieron, y una transformación física para los que estén vivos, creyentes en Cristo, nacidos de nuevo. Y eso será la redención del cuerpo, la adopción del cuerpo, la cual estamos esperando y la cual vendrá en el Día Postrero, en la Venida de Cristo a Su Iglesia.

Por lo tanto, la recomendación es que estemos preparados esperando esa bendición tan grande que está prometida para todos los creyentes en Cristo.

Hablando de la resurrección, Cristo dice para qué tiempo la va a llevar a cabo. San Juan, capítulo 6, versos 39 en adelante, dice:

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

¿Para qué tiempo es que está prometida la resurrección para los creyentes en Cristo? Cristo dice: “Para el Día Postrero.”

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Es Cristo el que dice que Él va a resucitar a los creyentes en Él, que murieron; los va a resucitar en el Día Postrero. Luego, en el verso 44 dice:

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Y luego lo dice nuevamente en el verso 47. Dice:

De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.”

Porque Cristo le da vida eterna. ¿Recuerdan la palabras de Cristo en San Juan, capítulo 10, versos 27 en adelante, donde dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo una cosa somos.”

El único que le puede dar vida eterna a la persona, es Jesucristo; porque Dios lo ha colocado para que nos dé vida eterna. Dios nos da vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador. Sigue diciendo en el verso 54 de este mismo capítulo 6 de San Juan:

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Vuelve a hablar en este mismo capítulo de la resurrección para el Día Postrero. Y por cuanto Cristo enseñó de la resurrección para el Día Postrero, la cual tipificó cuando resucitó a Lázaro de entre los muertos, ya teniendo unos cuatro días de muerto; fue al territorio donde vivía Lázaro y sus hermanas Marta y María, en el capítulo 11 de San Juan, y le dice a Marta… capítulo 11, verso 21 en adelante:

Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”

¿Ve? Ella sabía que la resurrección será llevada a cabo en el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, o tercer milenio de Cristo hacia acá.

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”

Toda persona, aunque esté muerta, al creer en Cristo recibe vida eterna; y todo creyente en Cristo, aunque muera físicamente, vivirá nuevamente, porque Cristo lo resucitará en el Día Postrero.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

¿Y quién más lo cree como Marta? [La audiencia respondió: ¡Amén! – Editor] Yo también.

La resurrección para el Día Postrero, a vida eterna física en cuerpo glorificado, y la transformación para los que estén vivos, es exclusivamente para los creyentes en Cristo; que han recibido vida eterna en su alma y están esperando la adopción física, que será la glorificación, en donde obtendrán el cuerpo eterno, inmortal y glorificado, igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador. Y así todos seremos a imagen y semejanza de Dios, o sea, iguales a Jesucristo: con cuerpos físicos eternos, glorificados y jóvenes para toda la eternidad, y cuerpos espirituales eternos también.

La Voz que le dijo a Lázaro: “¡Ven fuera!”, es la Voz de Cristo, es la VOZ DE LA RESURRECCIÓN. Y esa Gran Voz de Trompeta de la cual leímos en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 al 58, es también la Voz de Cristo para el Día Postrero, la Voz de Cristo como una Gran Voz de Trompeta, la cual llama y junta a Sus escogidos, y los prepara para la resurrección de los que murieron y la transformación de los que estén en vivos en este tiempo final.

Será Cristo hablándole a Su Iglesia y preparándola, dándole la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

LA VOZ DE LA RESURRECCIÓN.”

La Voz de Cristo hablando en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia. Como habló por medio de los profetas en el Antiguo Testamento, como habló por medio de Jesucristo, como habló por medio de los apóstoles, como habló por medio de los diferentes mensajeros; estará hablando en este tiempo final el Mensaje Final de Dios, el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta, el Mensaje de la Trompeta de Dios, para llamar y juntar a Sus escogidos y prepararnos para nuestra transformación, y luego el rapto o arrebatamiento de Su Iglesia para ir con Cristo a la Cena de la Bodas del Cordero.

Yo estaré escuchando esa Gran Voz de Trompeta en este tiempo final. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, para poder escuchar la Gran Voz de Trompeta, la Voz de Cristo, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino y le perdone, y con Su Sangre lo limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego; y produzca en usted el nuevo nacimiento.

El ser humano hace grandes decisiones en la vida: unas buenas y otras equivocadas; pero solamente una decisión, la más importante decisión que el ser humano hace en la vida, es la decisión que le coloca en la vida eterna, la cual es: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. No hay otra decisión que lo coloque a usted en la vida eterna.

Todos queremos vivir eternamente y todos tenemos la misma oportunidad para obtener la vida eterna: Recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. No hay otra forma para obtener la vida eterna.

No hay otro camino para llegar a Dios, al Padre. Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí.”

El alma de cada ser humano tiene hambre por el Pan de vida eterna, porque tiene deseos de vivir eternamente; por eso es que nos cuidamos, nos alimentamos, porque queremos vivir; y por eso es que comes el alimento espiritual de la Palabra de Dios, porque queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.

Va a ser algo maravilloso, hermoso, cuando veamos a Cristo en Su cuerpo glorificado, tan joven como cuando Él subió al Cielo dos mil años atrás; y lo vamos a ver cuando tengamos nuestro cuerpo ya glorificado.

Es muy importante para todo ser humano la vida eterna. Si esta vida terrenal, que es temporal, es tan maravillosa, tan buena y luchamos por mantenerla, ¡cuánto más la vida eterna!

La vida eterna es lo máximo que el ser humano puede alcanzar, la vida eterna, la inmortalidad; y es posible por medio de Cristo nuestro Salvador.

Vamos estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador, para que así Cristo les reciba en Su Reino y les dé vida eterna.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, los que están presentes y los que están en otras naciones, y nuestros rostros inclinados:

Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Padre celestial, recíbelos en Tu Reino, Te lo ruego. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo esta oración, los que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre, como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.

Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente. Haz una realidad en vida, la Salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego, en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Cristo les ha recibido en Su Reino porque ustedes han creído en Cristo y lo han recibido como vuestro Salvador.

Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón: bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo. Él fue el que dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Él fue el que envió a Sus discípulos a predicar y a bautizar; y así ha sido durante todos estos dos mil años que han transcurrido, y todavía se sigue predicando el Evangelio de Cristo y se sigue bautizando a las personas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y Cristo sigue bautizando con Espíritu Santo y Fuego a los que lo reciben como Salvador; y así continuará hasta que se complete la Iglesia del Señor Jesucristo, y seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales, tipológicamente, simbólicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Ahí tenemos el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor.

Es que en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Tan sencillo como eso es la tipología, el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes en nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo. Dejo con ustedes al reverendo Mauricio Vivas para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y en cada país dejo al ministro correspondiente, para que haga en la misma forma.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y les llene de grandes bendiciones espirituales y materiales también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

LA VOZ DE LA RESURRECCIÓN.”

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