Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y todos los que están a través de internet o línea telefónica, o a través del satélite Amazonas. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en Josué, capítulo 5, versos 13 al 15, y dice de la siguiente manera:
“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?
Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“¿QUÉ DICE MI SEÑOR A SU SIERVO?” Ese es nuestro tema para esta ocasión: “¿QUÉ DICE MI SEÑOR A SU SIERVO?” Y esa misma es la pregunta de toda persona: “¿Qué dice nuestro Señor a nosotros? ¿Qué dice nuestro Señor a cada uno de nosotros como individuos?” Porque siempre queremos conocer la voluntad de Dios, la cual es dada por medio de Dios a través de Su Espíritu, a través de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia.
Encontramos en la Escritura de Primera de Corintios, capítulo 2, verso 6 en adelante, dice:
“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu (esa es la forma de Dios revelarle a Su pueblo todas las cosas; todos estos misterios divinos tienen una forma para Dios darlos a conocer a Su pueblo: es por medio del Espíritu de Dios); porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.”
O sea, que es el Espíritu Santo el que escudriña en la mente de Dios todo lo escondido de Dios; todo lo que Dios pensó desde antes de la fundación del mundo, solamente puede ser sacado de Dios, de la mente de Dios, por el Espíritu Santo, para darlo a conocer a Su pueblo, a Su Iglesia.
“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.”
Así como Josué le pregunta al Ángel de Dios, al Príncipe de los Ejércitos celestiales, a los Ejércitos de Dios, le pregunta: “¿Qué dice mi Señor a Su siervo?”, luego de saber que Ése no era de los enemigos de Israel ni tampoco era un hombre más de entre el pueblo, pues Josué pregunta: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?”, y el Ángel le dice: “No.” Le dice: “No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido.”
El Príncipe de los Ejércitos de Dios estaba visitando a Josué y a Su pueblo Israel con la espada en Su mano para defender a Su pueblo Israel. Y cuando el Ángel le dice estas palabras a Josué, dice:
“Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?”
Encontramos que es importante saber lo que Dios dice para nosotros, como también fue importante para Josué saber lo que Dios tenía que decirle a Josué; y eso Él lo haría por medio de este Ángel, de este Varón, el Ángel del Pacto, el Príncipe de los Ejércitos de Dios, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical apareciéndole a Josué.
Y ahora, viendo lo que nos dice Zacarías en el capítulo 7, versos 11 al 12; dice:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu…”
“Enviaba por Su Espíritu”: el Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical, que es la imagen del Dios viviente, el cuerpo teofánico, cuerpo angelical a través del cual Dios habló a existencia toda la Creación, cuerpo en el cual estaba Dios, cuerpo que permanece con Dios y que apareció en diferentes ocasiones a los siervos de Dios, a los profetas de Dios. Es llamado también: el Espíritu Santo, es llamado también: el Ángel del Pacto. Y ahora lo podemos llamar por Su Nombre en este tiempo: el Señor Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Por eso podía decir en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesucristo les dice: “Antes de Abraham, antes que Abraham fuese, antes de Abraham…” Vamos a leerlo para que lo tengan claro. San Juan, capítulo 8, verso 56 en adelante, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Ahí podemos ver que Cristo es eterno; por eso también la Biblia dice que Moisés escogió los sufrimientos de Cristo. El que le aparecía, de Adán en adelante, a los siervos de Dios e hijos de Dios, cuando aparecía ese Ángel del Pacto, ese Ángel de Dios, era Dios en Su cuerpo angelical; y el cuerpo angelical es Cristo, el Verbo que era con Dios y era Dios, el Ángel del Pacto, llamado también el Espíritu Santo, porque un espíritu es un cuerpo de otra dimensión.
Así que vean lo grande que es Jesucristo. “Antes que Abraham fuese, yo soy,” dice Cristo. Cristo es la persona más importante, más grande, que ha pisado este planeta Tierra, por eso pudo llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario; solamente Él lo podía hacer. Y lo hizo con Su cuerpo físico de carne, dando Su vida para volverla a tomar luego, con la resurrección.
Cristo nuestro Salvador, en Su cuerpo angelical teofánico es la imagen del Dios viviente; y Cristo en Su cuerpo de carne es la semejanza física de Dios. Y todos los creyentes en Cristo al obtener el nuevo nacimiento, al recibirlo como Salvador, han obtenido la imagen de Dios, el cuerpo angelical teofánico; y recibirán la semejanza física de Dios: el cuerpo físico glorificado, igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo.
Esa es la clase de cuerpo que yo necesito, porque el que tengo ahora, a medida que pasan los años va poniéndose más avanzado en edad; pero si lo miro desde el punto de vista positivo, digo: “Cada año que pasa es un año más cerca de mi transformación, más cerca del nuevo cuerpo, más cerca de la semejanza física de Dios.” ¿Y así es para quién más? Pues para cada uno de ustedes también.
Entonces tengo 73 años más cerca de la semejanza física de Dios, de lo que tenía cuando nací en la Tierra; y espero que no me falte mucho tiempo para obtener la semejanza física de Dios, para obtener el cuerpo físico glorificado igual al cuerpo físico glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador, el Príncipe de los Ejércitos celestiales.
“¿Qué dice mi Señor a Su siervo?” Pregunta Josué a Cristo, que está en Espíritu Santo apareciéndole; y recuerden que un espíritu es un cuerpo de otra dimensión.
Y ahora, Cristo dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo,” y “donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí yo estaré.” San Mateo, capítulo 28, verso 20, es la primera cita que les dí; y la segunda, capítulo 18,verso 20, de San Mateo también.
Y ahora, ¿cómo nos va a contestar la pregunta nuestra?: “¿Qué quieres que yo haga?” Porque la misma pregunta que tenía Josué, la tenemos todos nosotros.
A través de las diferentes etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo, Cristo ha estado en medio de Su Iglesia enseñando a Su Iglesia, dándole a conocer Su voluntad, dándole a conocer lo que Él quiere que Su Iglesia haga y que cada creyente en Cristo haga también.
Vean, en el libro de los Hechos, capítulo 2, versos 36 en adelante, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Al ser hecho Señor y Cristo, Él por esa causa decía: “El Padre y yo, una cosa somos.” Al ser hecho Señor y Cristo, en Él está la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Juan vio el Espíritu Santo que descendió sobre Él y permaneció sobre Él; y Jesucristo decía que las Obras que Él hacía, no las hacía de Sí mismo, sino el Padre que moraba en Él era el que hacía las obras; el Padre morando en Jesús, en Su cuerpo de carne, así como moraba en Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Y ahora, por medio de Cristo en Espíritu, Él hablaba a través de velos de carne llamados profetas, desde el Génesis hasta los días de Juan el Bautista; y luego habló través de Su velo de carne, llamado Jesús; eso está en Hebreos, capítulo 1, versos 1 en adelante. Dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas (¿cómo hablaba? Por medio de los profetas), en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo), a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
La ciencia está buscando el origen del universo, el origen de la Creación, y miren, aquí lo explica San Pablo. En Génesis también dice: “En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra.” Si hay una Creación, pues hay un Creador. En San Juan, capítulo 1, también nos dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
Y ahora, ahí tenemos nuevamente el origen de la Creación: por Él fueron hechas, creadas, todas las cosas; porque “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” Y sigo con… continuamos con Hebreos, capítulo 1, verso 3, sigue diciendo:
“…el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (la imagen de Dios, la imagen de la sustancia divina, ¿quién es? Jesucristo en Su cuerpo angelical, llamado el Verbo de Dios y llamado también el Espíritu Santo), y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Él está sentado a la diestra de Dios, como Él lo dijo; Su cuerpo angelical glorificado, cuerpo físico glorificado, está en el Cielo, en el Trono celestial, como Sumo Sacerdote, haciendo Intercesión por cada uno que lo recibe como Salvador; y por cada persona que confiesa a Cristo sus pecados, Él intercede por nosotros.
Y ahora, nos preguntamos o preguntamos a Cristo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Y ahora continuamos con Hechos, capítulo 2:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? (‘¿Qué quieres que yo haga?’ Aquí ellos dicen: ‘¿Qué haremos?’).
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
Eso es lo que Cristo quiere, lo que Dios quiere que haga cada ser humano al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, para que obtenga la salvación y vida eterna; y como siempre ha usado seres humanos para hablarle a los demás seres humanos, a través de la historia bíblica desde el Génesis hasta el Apocalipsis, así continuará siendo siempre.
La Voz del Espíritu Santo en medio de Su Iglesia es escuchada a través de Sus diferentes mensajeros que Él envía; por eso envía a predicar el Evangelio a toda criatura, “y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” En San Juan, capítulo 10, versos 14 en adelante, dice:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil (esos son los gentiles); aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
¿Cómo van a escuchar la Voz de Cristo, la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu Santo?, pues Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo,” y “donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí yo estaré,” San Mateo, capítulo 28, verso 20; y San Mateo, capítulo 18, verso 20 también.
Es por medio de los diferentes mensajeros que Él envía, que escuchamos la Voz del Espíritu hablándole a Su pueblo, hablándole a Su Iglesia y en medio de Su Iglesia; y llamando y juntando las ovejas del Señor, en el Redil del Señor, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
“¿QUÉ DICE MI SEÑOR A SU SIERVO?”
En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16 en adelante, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.”
Y ahora, Dios envía Su Ángel para dar testimonio de estas cosas en las Iglesias; y luego la Esposa, el Espíritu y la Esposa, dicen: “Ven”; porque la Esposa, la Iglesia del Señor, escucha la Voz de Cristo por medio del Ángel del Pacto, por medio del Espíritu Santo, y le da a conocer luego al mundo, a la humanidad, el Mensaje de Cristo, el Evangelio de Cristo, para que la gente sepan lo que Dios quiere que ellos hagan: Recibir a Cristo como único y suficiente Salvador para obtener el perdón, ser limpios con la Sangre de Cristo, ser bautizados en agua en el Nombre del Señor, y Cristo bautizarlos con Espíritu Santo y Fuego, y producir en ellos la vida eterna, producir el nuevo nacimiento, darles vida eterna.
Para eso es que se predica el Evangelio, para eso fue la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, y para eso se les da la oportunidad a las personas: que lo reciban como único y suficiente Salvador, para que reciban vida eterna. Tan sencillo como eso. Ese es el Mensaje del Espíritu Santo dado a la Iglesia.
Y la Iglesia lo pasa a la humanidad, habla la misma cosa el Espíritu Santo y la Esposa del Cordero, la Iglesia del Señor Jesucristo, y dándose a conocer a las personas lo que el Señor quiere que usted haga.
¿QUÉ DICE MI SEÑOR JESUCRISTO A NOSOTROS? Lo que Él quiere que nosotros hagamos. Él desea que nosotros conozcamos las cosas que deben suceder. Apocalipsis, capítulo 1, versos 1 en adelante, dice:
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.”
O sea, que Él quiere que nosotros sepamos todas las cosas que van a suceder; y así, a medida que van sucediendo, no se nos escapan, podamos decir: “Esto es lo que está aquí en la Palabra, esto es lo que Dios por medio de Su Ángel ha estado dando a conocer, está aquí en la Biblia.”
“…y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,
que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
Son bienaventurados los que leen – el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía. Aun solamente con leer en la Biblia, en el libro del Apocalipsis, estas profecías, ya tiene una bienaventuranza la persona, y tiene una bendición al saber las cosas que van a suceder pronto; y aunque no las entienda bien, a medida que van siendo cumplidas y van siendo dadas a conocer, abriéndose esos misterios, va la persona obteniendo más conocimiento de esta revelación divina del Apocalipsis, dada por el Espíritu Santo al apóstol San Juan.
En Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, nos dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”
Recuerden que Él quiere que sepamos, que conozcamos las cosas que deben suceder pronto, para eso envía Su Ángel; y son bienaventurados los que leen y oyen las palabras de la profecía de este libro. Las cosas que sucederían quedaron impresas en la Biblia, en el libro del Apocalipsis, dado por Jesucristo a través de Su Ángel a Juan el apóstol; y a medida de que ha estado pasando el tiempo, han estado cumpliéndose gradualmente estas profecías apocalípticas.
Y ahora, es importante no solamente saber la historia de lo que ya sucedió, de acuerdo a lo que está profetizado en el libro del Apocalipsis, sino qué cosas son las que corresponden a nuestro tiempo, Él quiere que nosotros sepamos esas cosas.
Por eso dice: “Yo Jesús he enviado mi Ángel para dar a conocer todas estas cosas que han de suceder pronto.” para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto: “Yo Jesús he enviado mi Ángel para daros testimonio de estas cosas en las Iglesias.” Apocalipsis, capítulo 22, verso 6; y Apocalipsis, capítulo 22, verso 16; y así no estaremos en tinieblas caminando en este mundo sin saber hacia dónde vamos.
Es importante estar conscientes del tiempo en que vivimos a través de la Escritura, de las cosas que deben suceder en nuestro tiempo, y cómo prepararnos para la Venida del Señor, para obtener nuestra transformación. Para eso es la Segunda Venida de Cristo: para resucitar a los muertos creyentes en Él y transformar a los creyentes que estén vivos. Eso está en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21.
Él quiere que nosotros sepamos todas estas cosas. Y le damos gracias a Dios que por medio del Espíritu Santo ha estado dándonos a conocer todas estas cosas, a través de los años; y las que faltan, también nos va a dar a conocer; y nos dará la fe para ser transformados y raptados, llevamos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
“¿QUÉ DICE MI SEÑOR A SU SIERVO?”
Y en nuestro tiempo: “¿Qué dice nuestro Señor a Su Iglesia?” Nos dice las cosas que deben suceder pronto, en nuestro tiempo, para que nosotros sepamos qué tenemos que hacer y cómo trabajar en la Obra del Señor, trabajar en las cosas que corresponden a nuestro tiempo.
La Voz de Cristo en medio de Su Iglesia ha sido escuchada a través del Espíritu Santo en los diferentes mensajeros que Él ha enviado; así es como se escucha la Voz de Cristo, el Espíritu Santo, en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, conscientes de la forma que Dios tiene para dar a conocer Su Voz, para hablarle a Su Iglesia, tengamos toda la Palabra del Señor revelada, y perseverando en Cristo, bien agarrados de Cristo nuestro Salvador hasta que seamos transformados; y después continuaremos con Él por el Milenio y por toda la eternidad.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento; para lo cual, puede pasar al frente y estaremos orando por usted.
Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Coatzacoalcos, Veracruz, y los está llamando en este tiempo final; y tiene mucho pueblo en toda la República Mexicana, y los está llamando en este tiempo final, y en toda la América Latina y en todos los países.
Él ha estado llamando y juntado a Sus escogidos, de edad en edad; y este tiempo nos ha tocado a nosotros para ser llamados y juntados en el Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador.
Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, sino responde al llamado de Cristo, pues la fe viene por el oír la Palabra del Señor; ya la hemos escuchado y nació la fe de Cristo en vuestra alma; y por cuanto la fe viene por el oír la Palabra, con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
De todas las decisiones que el ser humano toma en su vida, solamente una lo coloca en la vida eterna, y esa es: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador en esta ocasión.
Si falta alguno por venir todavía, puede pasar para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo por todas las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Lo más importante, lo más grande en la vida, es la vida eterna. No hay otra cosa más grande. Y Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.” Es vida eterna lo que nos da Cristo al recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador. Todos queremos vivir eternamente, y todos tenemos la misma oportunidad de obtener la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
La pregunta de muchos es: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”, como preguntó el carcelero de Filipo, y como preguntaron también el Día de Pentecostés miles de personas: “¿Qué debemos hacer?” Y la respuesta es: “Cree en el Señor Jesucristo tú y tu casa, y serán salvos; y serás salvo tú y tu casa.”
Por lo tanto, es creyendo en nuestro amado Señor Jesucristo que obtenemos la salvación y vida eterna; tan sencillo como eso. Está al alcance de todo ser humano. No tiene que ir a la universidad para estudiar, para luego entender y recibirlo como Salvador; porque es por la fe en Cristo, creyendo en Jesucristo como su único y suficiente Salvador.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados, nuestros rostros inclinados:
Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo trayendo a Ti estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador en estos momentos. Recíbeles en Tu Reino y dales vida eterna. En el Nombre del Señor Jesucristo te lo ruego. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración.
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, en mi alma.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano.
Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí. Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mi el nuevo nacimiento.
Quiero vivir eternamente. Sálvame, Señor. Haz una realidad Tu salvación en mi vida. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN Y AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes que han recibido a Cristo en estos momentos me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro de corazón.
Por cuanto ustedes han creído en Cristo como Salvador, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El Señor Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia; y si Cristo fue bautizado, ¡cuánto más nosotros tenemos necesidad de ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo!
Fue el Señor Jesucristo el que dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Por lo tanto, el bautismo en agua en el Nombre del Señor, es un mandamiento del Señor Jesucristo.
El Señor al morir, ser sepultado y resucitado, nos tenía a nosotros en Él; por eso es que cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando es bautizado, es sepultado en términos tipológicos o espirituales; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Ese es el simbolismo o tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor. Es que nos identificamos con Cristo –en el bautismo en agua– en Su muerte, sepultura y resurrección; por eso es tan importante el bautismo en agua en el Nombre del Señor, para toda persona que lo recibe como único y suficiente Salvador.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo, dejo con ustedes al ministro aquí correspondiente para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“¿QUÉ DICE MI SEÑOR A SU SIERVO?”