Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; que las bendiciones del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión quiero decirles que es una bendición y privilegio grande estar con ustedes aquí en San José, Costa Rica.
Leemos en San Juan, capítulo 12, verso 26, que nos dice el mismo Cristo:
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“NACIDOS PARA SERVIR AL SEÑOR JESUCRISTO.”
Aquí nos dijo: “Si alguno me sirve, sígame.” Y también dice: “Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
Es importante entender el motivo por el cual vivimos en este planeta Tierra. El que no sabe por qué está en la Tierra, no sabe cuál es el Programa Divino, y por consiguiente pierde la bendición que hay en el Programa de Dios para el tiempo en que le toca vivir.
Ninguno de nosotros escogió vivir en este tiempo. Fue Dios el que escogió este tiempo para que nosotros también estuviéramos viviendo aquí en la Tierra, fue Dios el que nos escogió para vivir en este tiempo; y por consiguiente nos envió con un propósito a este planeta Tierra. Dice Primera de Pedro, capítulo 1, verso 2:
“…Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.”
Escogidos por Dios ¿para qué? Para ser rociados con la Sangre de Jesucristo. Fuimos elegidos para ese propósito para el cual Cristo murió en la Cruz del Calvario, y por consiguiente Él allí murió por todos nosotros.
También Cristo dijo en San Juan, capítulo 8, verso 47:
“El que es de Dios, las palabras de Dios oye (y los que no quisieron escuchar, les dijo); por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”
O sea, que la diferencia entre el que es de Dios y el que no es de Dios, está en que el que es de Dios oye la Palabra de Dios para el tiempo en que vive, y el que no es de Dios no escucha la Palabra de Dios para el tiempo en que vive.
De esto también nos habló Cristo en San Juan, capítulo 10, verso 25 en adelante, donde nos dice: “Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis…” Es que le preguntaban si Él era el Cristo. Vean, vamos a comenzar en el verso 22 del capítulo 10 de San Juan, donde dice:
“Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,
y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí (porque las obras que Él hacía eran las obras que la Escritura decía que iba a hacer el Mesías, el Cristo, cuando viniera)…”
Recuerden que el Cristo, el Mesías, el Ungido, es la misma persona, porque Cristo lo que significa es Ungido, Mesías.
“…pero vosotros no creéis…”
Ahora ¿cuál es el motivo por el cual Él les dice que no creen?
“…porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.”
Esa es la diferencia del que es de las ovejas del Señor, y el que no es de las ovejas del Señor.
Algunas veces, quizás hay personas que preguntan: “¿Cómo se les hace posible y tan sencillo a ustedes, tan fácil, creer?” Cristo dice: “Porque sois de mis ovejas.”
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen…”
O sea, escuchan la Voz de Cristo, que es el Evangelio de Cristo, predicado por el Espíritu Santo a través de Sus instrumentos; eso es predicar ungidos con y por el Espíritu Santo, es el Espíritu Santo hablando a las personas; y eso es Cristo en Espíritu Santo en medio de Su pueblo. Ahora, vean:
“Mis ovejas oyen mi voz (pero no se queda ahí), y me siguen…”
Estos son los creyentes en Cristo, que siguen a Cristo todos los días de su vida. Y Cristo dice: “Yo las conozco, conozco esas ovejas.” Él también dice: “Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Ahora, ¿para qué Él nos habla?, ¿cuál es el propósito de la predicación del Evangelio? Es Cristo por medio de Su Espíritu hablándole a las ovejas que el Padre le dio para que les dé vida eterna. San Juan, capítulo 10, versos 14 en adelante, dice:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.”
O sea, que Cristo murió allá poniendo Su vida ¿por quién? Por mí, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes también; y Él dice que conoce Sus ovejas. O sea, que Cristo desde antes de la fundación del mundo me conocía a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también.
No estamos aquí por mera casualidad, en este planeta Tierra; estamos aquí para ―en el tiempo que nos ha tocado vivir― escuchar la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo, recibirlo como Salvador, y ser rociados con la Sangre de Cristo y limpiados de todo pecado; y ser seguidores de Cristo en el Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia. Y así somos parte de ese Rebaño del Señor Jesucristo, del cual Cristo estuvo hablando en estas parábolas de la Biblia.
“También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no son del pueblo hebreo sino de los gentiles; de entre los gentiles y en medio de los gentiles estarían esas otras ovejas); aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
Oirán la Voz de Cristo, la Voz del Espíritu Santo hablando por medio de los instrumentos que Él enviaría, hablando el Evangelio de Cristo, dándoles a conocer el Programa Divino de Redención; y esas ovejas escuchando así la Voz de Cristo para obtener la redención.
Él dice: “Aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.” Ese Rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, donde están las ovejas, las personas representadas en ovejas, así como Cristo está representado en un cordero pascual.
Recuerden que Juan el Bautista cuando vio a Jesús, dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Todo lo que Cristo es, lo son también los creyentes en Cristo; y por consiguiente, escucharán la Voz de Cristo el Buen Pastor.
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.”
Iba a poner Su vida en Sacrificio de Expiación por todas las personas, las ovejas que el Padre le dio para que les dé vida eterna.
Esas personas estaban en el pensamiento divino, y cuando estaban en el pensamiento divino tenían nombre; por eso Él dice que las llamará por su nombre. Y por esa causa es que cada uno de los creyentes en Cristo es conocido por Dios, y por consiguiente por Jesucristo, por su nombre, por el nombre que Dios le colocó desde antes de la fundación del mundo; así como le colocó a diferentes personas el nombre, les dijo a través del Ángel del Pacto que le pusieran por nombre: “Tal.”
Por ejemplo, a Juan el Bautista el nombre le fue dado por el Ángel Gabriel; y el nombre Jesús, o sea, Yeshua, fue dado por el Ángel Gabriel a la virgen María.
Ahora, como atributos en la mente de Dios, luego teníamos que ser manifestados en la Tierra, en el Programa de Creación y de Redención. Si no pecaba Adán y Eva, hace seis mil años que estaríamos aquí, manifestados en cuerpos con vida eterna; pero tuvo problemas el primer Adán. Pero el segundo Adán vino a redimirnos, y a través del segundo Adán, por medio de la Palabra creadora siendo hablada, somos manifestados en esta Tierra en el Cuerpo Místico de Cristo.
Por eso es que hemos nacido en este planeta Tierra: para obtener la redención, ser restaurados a la vida eterna y servir al Señor Jesucristo, servir en Su Cuerpo Místico de creyentes. Esos son los que la Escritura menciona como las ovejas que el Padre le dio a Cristo para que les diera vida eterna, los buscara; porque “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Por lo tanto, tenía que aparecer un Redentor, un Salvador, para salvarnos y, por consiguiente, restaurarnos en el Reino de Dios; y eso es lo que Él ha hecho con Su Obra en la Cruz del Calvario. Y al darla a conocer, y nosotros despertar a esa realidad y recibirlo como Salvador: hemos sido restaurados a la vida eterna. “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo les doy (¿qué?) vida eterna.”
Por lo tanto, ya el alma nuestra tiene vida eterna, y por consiguiente el Espíritu de Cristo está en nosotros, que tiene vida eterna también; y nos falta la vida eterna física, que es la que está prometida para ser dada en la Venida del Señor en el Día Postrero, con los creyentes en Cristo que murieron físicamente, los cuales vendrán con Él; porque Él pasará por el Paraíso, allá habrá un juicio…; un juicio no para condenar a nadie, sino que es un juicio de Cristo con los mensajeros de cada tiempo; y vendrán con Cristo, Sus mensajeros con su grupo, el grupo de cada tiempo, para recibir el cuerpo físico glorificado; eso será la resurrección. Resucitarán en cuerpos eternos, inmortales, glorificados, y luego nosotros los que vivimos, los veremos a ellos; y cuando los veamos, seremos ¿qué? Transformados. Tan sencillo como eso.
Eso es lo que está prometido para la Venida de Cristo en el Día Postrero. Por eso en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, nos dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (¿para qué?), para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”
Para que tengamos la semejanza física del Señor Jesucristo, que es un cuerpo glorificado, eterno, inmortal y joven. Por lo tanto, no se preocupe que los años le pasen por encima; piense, cada vez que cumple años: “Un año más cerca de mi transformación.”
Nos preguntamos, cada vez que nos miramos en el espejo: “¿Cómo será cuando un día me mire en el espejo y me vea jovencito?” Así que mantengan bien limpiecito el espejo y sepa dónde está, porque cuando obtengamos la transformación, de seguro podremos vernos en el espejo, tocarnos y decir: “¡Este es el cuerpo que yo necesitaba!, el cual yo estaba esperando.”
Y la cosa es que podremos comer en el nuevo cuerpo también, como Cristo comió ya resucitado, comió con Sus discípulos. Y los que están en el Paraíso también le dijeron al reverendo William Branham cuando los visitó, antes de su partida al Paraíso, su partida final, y le dijeron: “Nosotros regresaremos contigo a la Tierra, y entonces comeremos.” Así que ya tenemos unos invitados que pronto vendrán; y les va a gustar todo lo que tengamos para ellos (hasta el chile, hasta el picante), así que no vamos a cambiar la dieta.
Por lo tanto, es una promesa de parte de Dios para los creyentes en Cristo, así como Cristo estuvo con Sus discípulos unos cuarenta días apareciendo en diferentes ocasiones; digamos, todos los domingos Cristo estaba con ellos, comenzando desde el domingo de resurrección que les apareció, y luego dice que ocho días después ―que vuelve otra vez a ser domingo― les apareció.
Y cuando los domingos vamos al culto, la bendición de Cristo está con nosotros, Él está en Espíritu Santo; y nos bendice cada día que estamos con Él en el culto alabándole, sirviéndole con cánticos espirituales, con salmos, con himnos.
De esto también habló San Pedro cuando nos dice en Primera de Pedro, capítulo 2, versos 4 en adelante:
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
vosotros también, como piedras vivas…”
¿Ven? Cristo es una piedra viva, una persona. Él es la Piedra Angular, la Piedra del Ángulo. Y los creyentes en Cristo, dice Pedro: “Vosotros también, como piedras vivas.” Esas son las piedras de las cuales Juan el Bautista hablaba que Dios podía “levantar de estas piedras hijos a Abraham.” Y como piedras vivas…:
“…vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual…”
Una casa espiritual como individuo, en donde mora el Espíritu de Dios, y una Casa espiritual, la Iglesia del Señor Jesucristo, como un Templo espiritual; una Casa: la Casa de Dios.
La Iglesia del Señor Jesucristo es la Casa de Dios bajo el Nuevo Pacto, y cada creyente en Cristo como individuo es también un templo para Dios, una casa de Dios donde mora Él en Espíritu Santo.
Por eso, así como el templo que hizo Salomón y el tabernáculo que construyó Moisés, tenían atrio, lugar santo y lugar santísimo; el ser humano también tiene atrio (que es el cuerpo físico), tiene lugar santo (que es el espíritu), y tiene lugar santísimo (que es el alma de la persona). El ser humano es cuerpo, espíritu y alma, o alma, espíritu y cuerpo, como Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Ahora, veamos:
“…sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
Por eso la Escritura dice que “todo lo que hagáis, ya sea de palabra o de hechos, hacedlo todo en el Nombre del Señor Jesucristo” [Colosenses 3:17], porque Él es el Sumo Sacerdote del Templo celestial según el Orden de Melquisedec; y a ese Sacerdocio celestial pertenecen todos los creyentes en Cristo. Por eso nos dice:
“…y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
Los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, pertenecen al Orden Sacerdotal según el Orden de Melquisedec, como Cristo es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec; por eso está en el Cielo como Sumo Sacerdote, intercediendo con Su propia Sangre por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.
Desde antes de la fundación del mundo fue escrito el nombre de todos los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo; fue escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Por lo tanto, hemos nacido para servir al Señor Jesucristo en Su Templo espiritual, Su Iglesia, todos los días de nuestra vida; para lo cual hemos sido llamados por Cristo a través del Evangelio de Cristo, y hemos sido colocados en el Redil del Señor.
Él dijo: “Y oirán mi Voz.” Ahí está el secreto por el cual usted ha escuchado la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo, y Cristo lo ha colocado en Su Iglesia, que es Su Redil, el Redil de las ovejas.
La Iglesia del Señor Jesucristo es la Casa de Dios, el Templo espiritual de Dios como Cuerpo Místico de creyentes. Sabemos que Cristo ha hecho grandes promesas para todos los creyentes en Él, que son Sus ovejas, las cuales son guardadas por Cristo por medio del Espíritu Santo, en el tiempo en que a cada uno le toca vivir en este planeta Tierra.
Por lo tanto, no estamos aquí por mera casualidad sino por un Programa Divino, que a medida que escuchamos la Palabra del Señor vamos entendiendo; pero nunca llegaremos al completo entendimiento hasta que tengamos el cuerpo glorificado, y entonces entenderemos todas las cosas. Y si estando en estos cuerpos entendemos todo lo que ya entendemos, ¡cómo será cuando tengamos el nuevo cuerpo!
Es que hay muchas cosas todavía, que van a ser dadas a conocer a los creyentes en Cristo cuando estén transformados, glorificados; pero mientras tanto Él sigue dándonos gradualmente más y más conocimiento de Su Programa. Ese es el plan: que vayamos gradualmente creciendo en el conocimiento del Señor.
Los niños van creciendo en estatura, en sabiduría y en conocimiento, a medida que va pasando el tiempo; y también los creyentes en Cristo van creciendo en conocimiento, en sabiduría y temor de Dios, a medida que va pasando el tiempo; por eso manténgase siempre agarrado bien de Cristo, dentro de Su Cuerpo Místico de creyentes.
Dice San Pablo: “No dejando vuestra congregación, como algunos tienen por costumbre.” Por lo tanto, es importante que nos mantengamos siempre bien agarrados de Cristo, como hizo Jacob cuando se agarró bien del Ángel de Dios y dijo: “No te soltaré hasta que me bendigas.” Libro del Génesis, capítulo 32, versos 24 al 32.
Tenemos que estar bien agarrados de Cristo, que nada nos pueda apartar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Y recuerde que estamos ordenados para vida eterna.
No es que Dios está planificando ahora quiénes van a recibir vida eterna. No; ya eso está planificado por Dios desde antes de la fundación del mundo. Él lo que ha estado haciendo es llamando a todas esas personas las cuales envía de edad en edad y de dispensación en dispensación a esta Tierra, para vivir y escuchar la Voz de Cristo, esa Palabra creadora de Dios, para colocarnos en Su Cuerpo Místico de creyentes, que es Su Iglesia, que es Su Templo espiritual, que es la familia de Dios, la descendencia de Dios.
Recuerden que los creyentes en Cristo son descendientes de Dios, pues la Sangre de Dios, la Sangre de Cristo, nos ha limpiado de todo pecado.
Por lo tanto, adelante siempre, sirviendo a Cristo nuestro Salvador en Su Cuerpo Místico de creyentes, sabiendo que hemos nacido para servir a Cristo en Su Iglesia, en Su Templo espiritual; y luego que estemos transformados, continuaremos sirviendo a Cristo sin ninguna limitación.
Ahora tenemos algunas limitaciones pero las vencemos; pero cuando tengamos el nuevo cuerpo: el cuerpo nuevo será interdimensional; por lo tanto ya no habrá problemas en el tráfico; y aunque haya problemas en el tráfico, los creyentes en Cristo ya transformados no tendrán ningún problema.
Recuerden a Cristo ya con Su cuerpo glorificado, que iba de un lugar a otro sin ningún problema; así será para todos los creyentes en Cristo. Y aún más: iremos de esta dimensión terrenal a la dimensión celestial, a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por lo tanto, adelante sirviendo a Cristo todos los días de nuestra vida; y que Dios me los bendiga grandemente, en el Nombre del Señor Jesucristo, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo.
Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión.
Si hay alguna persona que no ha recibido a Cristo todavía, puede hacerlo en estos momentos, y estaremos orando por usted.
Recuerden: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” Siempre damos la oportunidad de que las personas vengan a los Pies de Cristo, porque “el que es de Dios, oye la Voz de Dios.” Luego de escuchar la Voz de Dios nos rendimos a Cristo para que Él haga una realidad la Salvación que Él ganó para nosotros en la Cruz del Calvario.
No podemos pasar por esta vida terrenal sin recibir la vida eterna, porque es la única oportunidad que el ser humano tiene de obtener la vida eterna mientras vive en este planeta Tierra.
Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti, trayendo a estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Haz una realidad en mí Tu Salvación.
Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y que Cristo les bendiga grandemente.
Luego, durante estos días venideros, pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.
Por lo tanto, ya en la Iglesia pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Los que están en otros países también podrán ser bautizados, ya sea esta noche o algún día, en la iglesia donde asistan.
Dejo al ministro aquí, reverendo William Sibaja, para finalizar esta actividad, y en cada país dejo al ministro correspondiente para que les indique a las personas cómo hacer para ser bautizados, si están preparados, si tienen todo listo para ser bautizados los que han creído; y así todos sean bendecidos en esta ocasión. Y los que sean bautizados luego, también sean grandemente bendecidos.
Que Dios me los bendiga a todos, y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Con nosotros aquí, el reverendo William Sibaja, y en cada país el ministro correspondiente.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“NACIDOS PARA SERVIR AL SEÑOR JESUCRISTO.”