Reitero mis condolencias a la familia de Julio Cruz López, sus hijos: Zoe Cruz Fernández, Julio Ángel Cruz Fernández, Amarilis Cruz Fernández; sus nietos: Julio David Cruz, Gabriel Enoc Ortiz, Yedi Cruz, David Cruz, y demás familiares.
Que Dios consuele vuestras almas, vuestros corazones, y les deje comprender completamente lo que fue leído por el reverendo José Benjamín Pérez, lo que Pablo decía: “Si nuestro cuerpo terrestre se deshiciere, tenemos un edificio,” o sea, una casa, un cuerpo espiritual, no hecho de manos.
En ese cuerpo es que van a morar los creyentes en Cristo, y con ese cuerpo es que van al Paraíso a vivir una temporada, hasta que Cristo baje de la séptima dimensión, la dimensión de Dios, donde se encuentra como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por todos los que lo reciben como Salvador, y haciendo intercesión también por los creyentes en Cristo que cometen algún error, falta o pecado, y lo confiesan a Cristo; Cristo intercede por ellos y con Su Sangre los limpia de todo pecado; y continúan adelante su vida cristiana, sirviendo a Cristo.
En ese tipo de cuerpo, clase de cuerpo del cual habla San Pablo, que es un cuerpo angelical, un cuerpo teofánico, es la clase de cuerpo que está nuestro amado amigo, hermano y compañero en el ministerio, en el trabajo de la Obra del Señor, Julio Cruz López.
El apóstol Pablo también en la Escritura… ya les cité la Escritura de Segunda de Corintios, capítulo 5, verso 1 en adelante; la otra Escritura es Filipenses, capítulo 1, versos 21 al 24, donde dice que para él…:
“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”
Recuerden que Apocalipsis dice que son bienaventurados los que de aquí en adelante mueren, porque sus obras con ellos siguen. Por esas obras serán recompensados en la Venida de Cristo. Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.”
O sea, que por todo el trabajo que hacemos en la Tierra, las obras conforme al Programa Divino, serán recompensados todos los cristianos, serán galardonados por el Señor Jesucristo.
Por lo tanto, el vivir es Cristo para el creyente en Cristo, y el morir es ganancia; porque va al Paraíso, al lugar donde no están los problemas que hay en la Tierra: La criminalidad que abunda en la Tierra, la violencia que hay en la Tierra, el problema de salir a trabajar todos los días; y el que trabaja en el área metropolitana sabe la situación del tráfico para ir y luego para venir.
Luego también los demás problemas que hay en la Tierra. Uno comienza un bebé, va creciendo, y cuando tiene de 5 a 10 años, dice: “Yo quiero ser ya de 18 años”; pero cuando llega a los 40 ó 60 años, dice: “Yo quiero ser como era cuando tenía 18 años.”
Y eso es posible. ¿Cómo es posible? Cuando la persona parte de aquí, va a vivir en el cuerpo angelical, y el cuerpo angelical representa de 18 a 21 años de edad. Miren qué fácil Dios hace para que ese deseo que tenemos de juventud eterna y vida eterna, lo obtengamos.
Solamente Cristo es el único que puede hacer eso. Por eso todos necesitamos a Jesucristo, el cual está tan joven como cuando se fue de aquí de la Tierra.
Nos dice el apóstol Pablo, que deseaba partir para estar en la presencia de Dios.
Cuando la persona sabe estas cosas, desea partir para estar con todos los creyentes en Cristo que han partido durante estos dos mil años de la Dispensación de la Gracia, de Cristo hacia acá; pero Pablo decía: “Pero estoy indeciso, si parto o me quedo (él dijo); pero me quedo por el bien de ustedes.”
Porque mientras pueda uno hacer algo en la Obra de Dios, es bueno que esté aquí; pero ya cuando su tiempo ha terminado, ya es mejor que el Señor lo llame; y lo llamará; porque si no va a hacer nada aquí en la Tierra, no tiene sentido su vida.
Abraham recibió una promesa muy grande en Génesis, capítulo 15, versos 12 en adelante. Dice:
“Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años (eso sería en Egipto).
Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo (y fue juzgada con las diez plagas en el tiempo de Moisés); y después de esto saldrán con gran riqueza (ese fue el éxodo).
Y tú (le dice Dios a Abraham) vendrás a tus padres en paz (o sea: y tú vas a partir de la tierra y vas a ir a descansar donde están tus padres, donde está tu mamá y tu papá), y serás sepultado en buena vejez (fueron unos 175 años, que es bastante).”
También en Génesis, capítulo 49, cuando le tocó el tiempo a Jacob, de partir de la Tierra, llamó a sus hijos y los bendijo. Esa es una buena despedida: echarle la bendición a sus hijos antes de partir de esta Tierra.
En esa bendición que les echó, les dio la heredad por Palabra hablada, la cual se iba a materializar en cada uno de ellos y sus descendientes.
Dice el Génesis, capítulo 49, versos 28 en adelante:
“Todos éstos fueron las doce tribus de Israel (o sea, las cabezas de tribus fueron los hijos de Jacob), y esto fue lo que su padre les dijo, al bendecirlos; a cada uno por su bendición los bendijo.”
¿Y luego qué pasó? “Les mandó luego, y les dijo: Yo voy a ser reunido con mi pueblo (ya sabía que le quedaba poco tiempo aquí en la Tierra, y por lo tanto ya se estaba despidiendo; y ese fue el último día de Jacob en su cuerpo terrenal)… Yo voy a ser reunido con mi pueblo…”
Y los cristianos cuando parten son reunidos con los cristianos que están en el Paraíso; y allí encuentran los de su tiempo también, y allí se conocen. Los vienen a esperar, vamos a decir, a la puerta de la dimensión sexta que se conecta con esta dimensión terrenal; vienen a recibirlos, y los llevan hasta el lugar donde van a estar viviendo en cuerpos angelicales hasta que Cristo vaya al Paraíso y los traiga en la resurrección.
“Sepultadme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo,
en la cueva que está en el campo de Macpela, al oriente de Mamre en la tierra de Canaán (iba a morir en Egipto y dijo que lo enterraran allí en Canaán, en la tierra de Israel), la cual compró Abraham con el mismo campo de Efrón el heteo, para heredad de sepultura.
Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí también sepulté yo a Lea.
La compra del campo y de la cueva que está en él, fue de los hijos de Het.
Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en la cama, y expiró, y fue reunido con sus padres.”
Cuando la persona creyente en Cristo termina sus días aquí en la Tierra, pasa al Paraíso, donde están los creyentes en Cristo. Esa es la principal familia de los creyentes; porque son hijos e hijas de Dios descendientes de Dios por medio de Cristo el segundo Adán.
Allí en el Paraíso, la sexta dimensión, es donde son reunidos cuando parten de esta Tierra; y esa dimensión comienza a unos 12 pies de altura, y desde ahí pueden mirar hacia acá. Por lo tanto, Julio está mirando todo lo que está sucediendo aquí.
Es importante saber estas cosas para que así nuestros corazones sean consolados por Dios a través de Su Palabra, sabiendo que él regresará, como también regresarán todos los demás creyentes en Cristo de nuestro tiempo, que han partido, y los de otras edades, de otras etapas de la Iglesia. Por lo tanto, nuestros corazones al saber estas cosas son consolados.
Pablo decía que el morir para él era ganancia, y así es para todos los creyentes en Cristo. El vivir para el creyente en Cristo, el vivir para el creyente es Cristo, y el morir es ganancia; no se perderá ni una de las ovejas del Señor.
Por lo tanto, sean consolados vuestros corazones, vuestras almas, con estas palabras; y dejo en estos momentos al reverendo José Benjamín Pérez para continuar.
“PALABRAS EN EL SEPELIO DEL HNO. JULIO CRUZ LÓPEZ.”