Muy buenas tardes, ministros y colaboradores presentes, y también los que están en diferentes lugares. Y también al misionero, doctor Miguel Bermúdez Marín, que con mucha paciencia ha estado esperando allá en Austin, Texas, por la transmisión, junto a los ministros que están allá reunidos con él. Que Dios los bendiga grandemente, tanto a ustedes como a todos los que están a través de la transmisión por satélite o internet. Y a los que están allá con Miguel también, que han tenido paciencia.
Siempre tenemos paciencia los unos con los otros. Ustedes conmigo y… (ustedes dicen lo otro). Así que no sabemos quién tiene más paciencia. Pero recuerden que este tiempo es como el tiempo de los días de Moisés, que Moisés tenía que tener paciencia con el pueblo para no afectarse él ni afectar al pueblo; y Dios tuvo paciencia también con Moisés.
Y algunas veces decimos que tenemos paciencia con Dios, pero no; porque Dios tiene un plan, y lo que tenemos es que tener paciencia con el cumplimiento de las cosas que están prometidas, porque a su tiempo se cumplirán.
Por lo tanto, la paciencia es para prepararnos y obtener lo que Él ha prometido, mantenernos creyendo lo que Dios ha prometido hasta que se materialice. El que pierde la paciencia sale perdiendo, porque pierde la bendición.
¿Recuerdan a Moisés? Perdió la paciencia con el pueblo y le perdió el afecto o amor al pueblo, e hirió a la roca, que representaba a Cristo, en donde estaba el Ángel sobre la roca, aunque no lo podían ver las personas, pero allí estaba el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical. Y la roca, por consiguiente representaba a Cristo; y herirla representaba herir a Cristo en Su Segunda Venida.
La primera roca, esa en el Monte Horeb, representaba la Primera Venida de Cristo y tenía que ser herido en la Cruz; y cuando Moisés hirió la roca para que saliera agua para el pueblo, estuvo bien, porque esa fue la forma que Dios le dijo que hiciera. Ahí no estaba tan impaciente. Pero con cuarenta años con un pueblo siempre reclamándole, y tratando de apedrearlo en algunas ocasiones… Moisés estaba muy triste con el pueblo, aunque estaba contento con Dios. Y algunas veces Moisés también reclamaba a Dios diciéndole: “¿Engendré yo a este pueblo?” Pero así es la vida de un mensajero para una edad; y si es para una dispensación, es mayor.
Por lo tanto, tengamos paciencia los unos con los otros, y tolerantes los unos con los otros, sabiendo que como Dios ha prometido, así Él hará.
Recuerden que pasamos por etapas de pruebas donde lo importante es permanecer firmes; y si no entendemos de momento las cosas, más adelante las entenderemos.
Recuerden Deuteronomio, capítulo 8, lo que nos dice; y eso nos muestra algo que todos debemos comprender. Versos 1 en adelante, dice:
“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres.
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.
Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.”
Ahí tenemos claro el porqué de la trayectoria del pueblo: El pueblo no había madurado, estaba verde, o re-verde, más que verde; estaba… era un pueblo duro de corazón, su corazón endurecido. Y lo más grande que tenía era la Columna de Fuego que acompañaba a Moisés; por lo tanto, tenía que apreciar lo que Dios le había dado: la Columna de Fuego y un profeta. La Columna de Fuego: Cristo en esa luz acompañando al pueblo.
Hemos visto que se requiere la paciencia, la comprensión, la tolerancia, y así por el estilo; que sean manifestadas en la vida de los creyentes para —firmes en la fe— obtener lo que Dios ha prometido.
Y recuerden que las promesas de Dios son de o para, y de aquellos que, y en los cuales se cumplen, se materializan. Por eso es tan importante conocer las promesas divinas para este tiempo.
No es decir: “Si yo estuviera en los tiempos de Noé, creería el Mensaje de Noé, creería en Noé, y estaría allí con martillo trabajando, y un serrucho, y demás herramientas, junto a Noé.” Como usted crea y haga en este tiempo, así hubiera hecho en el tiempo de Noé.
Por lo tanto, nos ha tocado un tiempo paralelo al tiempo de Noé, y por eso tenemos que conocer cuáles son las promesas divinas para nuestro tiempo, las cosas que Dios estará llevando a cabo; y que estará usando personas para que se realicen esas promesas. Y por lo tanto, habrá obreros que deben ser aprobados por Dios.
Para que haya, estén obreros aprobados por Dios en el Cuerpo Místico de Cristo: Segunda de Timoteo, capítulo 2, verso 15, le dice San Pablo a Timoteo:
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad (o sea, la Palabra de Cristo).”
“UN OBRERO APROBADO.”
Acerca de obreros nos habla la Escritura en diferentes parábolas. Por ejemplo, tenemos en San Mateo, capítulo 24, versos 42 al 47, o hasta el 51, dice:
“Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.
Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.
Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?”
El alimento espiritual, la Palabra, a tiempo; y la Palabra del tiempo que les toca vivir, el Mensaje de Dios para el tiempo que les toca vivir.
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.”
“Sobre todos Sus bienes.” Esas son palabras grandes. Y sobre todo porque son de Cristo, lo cual significa que son la verdad.
En respuesta a esas palabras, en el Apocalipsis nos dice, capítulo 2 y capítulo 3… Capítulo 2 promete diciendo en ese capítulo, verso 26 en adelante:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones…”
Así como se le da autoridad a una persona para ser alcalde, gobernador, diputado, senador o presidente de una Nación…, con el voto de las personas se le está dando esa autoridad. Y aquí con el voto de Dios le es dada esa autoridad al vencedor.
“…y las regirá con vara de hierro (o sea, las gobernará), y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre.”
En la misma forma que Cristo recibió esta autoridad del Padre, así Él la otorgará al vencedor.
Recuerden que Cristo en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20, dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Así mismo le dará autoridad al vencedor.
Esa autoridad la encontramos también siendo otorgada en el capítulo 3, versos 20 al 22, de Apocalipsis, donde dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono…”
¿Y cuál es el Trono de Cristo? Sabemos cuál es el Trono de Dios celestial, donde Cristo se ha sentado con el Padre. Y el Trono de Cristo ¿cuál es? El Trono de David, donde Él ha prometido —en la misma forma que se ha sentado con el Padre— sentar con Él en Su Trono al vencedor.
Por lo tanto, el vencedor en el tiempo de esa recompensa podrá decir: “Todo poder me es dado en la Tierra: en el Reino del Mesías.” Así como Cristo dijo: “Todo poder me es dado (¿dónde?) en el Cielo y en la Tierra.” Como que va a compartir en la Tierra, de esa autoridad que la recibió en el Cielo y en la Tierra; y eso corresponde al Reino del Mesías cuando se siente en el Trono de David. Y con Él: el vencedor.
Es que los creyentes en Cristo son lavados con la Sangre de Cristo, y por consiguiente han sido hechos para Dios reyes, por lo cual recibirán poder; y sacerdotes.
Por lo tanto, el Orden Sacerdotal, el Orden espiritual, lo tienen los creyentes en Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo. Y lo van a tener físicamente en el Reino del Mesías. Un pueblo de sacerdotes, de reyes y de jueces.
Recuerden que San Pablo dice en el capítulo 6 de Primera de Corintios, versos 1 en adelante: “¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo?” Y los santos son los creyentes en Cristo, que han sido lavados con la Sangre de Cristo y han sido santificados para Dios. Y dice: “Y juzgarán aun a los ángeles,” o sea, que esa bendición es como jueces.
Como reyes tienen que ver con el poder del Reino en la Tierra, en el Reino del Mesías, en lo literal; en lo espiritual estamos como reyes, sacerdotes y jueces en el campo espiritual, pero viene la parte física cuando estemos transformados.
O sea, que el poder del Reino estará en Cristo y los creyentes en Él, encabezado en los mensajeros correspondientes a cada etapa del Cuerpo Místico de Cristo.
Recuerde que en Proverbios nos dice… y vamos a leerlo…
Ahora ustedes me dirán dónde estoy leyendo:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
¿Ya saben cuál es ese pasaje? Apocalipsis, capítulo 3, verso 12. Y habíamos leído también Apocalipsis, capítulo 2, versos 26 al 29.
Y el verso 28 dice: “Y le daré la estrella de la mañana (al vencedor).”
La estrella de la mañana literalmente, físicamente, es Venus, la estrella de la mañana y la estrella también de la tarde; pero en el campo espiritual, vean en Apocalipsis, en el capítulo 22, verso 16, que dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
O sea que el vencedor que recibe la Estrella resplandeciente de la Mañana, lo que está recibiendo es: a Cristo en Espíritu Santo; y ese es el mensajero, el Ángel de Apocalipsis, capítulo 7, que viene con el Sello del Dios vivo para llamar y juntar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu, para sellarlos en sus frentes; y en Apocalipsis, capítulo 14, ya aparecen sellados por el Ángel, capítulo 14, versos 1 en adelante.
Y en Apocalipsis 22, aparecen… capítulo 22, verso… esto es en la Nueva Jerusalén que desciende del Cielo. Dice:
“…Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.”
Y en el capítulo 14 de Apocalipsis, versos 1 en adelante, dice:
“Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.”
El Nombre del Cordero y el Nombre del Padre escrito en la frente de cada uno de los ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu. O sea, que reciben la revelación del Nombre del Padre, del Nombre de Dios, y del Nombre del Cordero, de Cristo.
Pues eso fue lo que fue prometido en Apocalipsis, capítulo 3, verso 12:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”
Y antes que los ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu, lo reciban, los creyentes en Cristo, miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, lo tendrán.
Y entonces no hay ni celo ni lucha con los ciento cuarenta y cuatro mil; cada cual tiene su bendición. Lo único, que la bendición de los creyentes en Cristo es mayor: son los que van a ser transformados si están vivos, y los que murieron van a ser resucitados en cuerpos eternos.
No tenemos motivos para estar celosos con los judíos. Más bien la ayuda vendrá de parte de Dios, y la Iglesia del Señor Jesucristo hará todo lo que tenga que hacer para que los judíos reciban también la bendición de Dios.
“Le haré columna en el templo de mi Dios.” Eso es lo que nos dice el capítulo 3 y verso 12 del Apocalipsis.
Y ahora veamos algo muy importante que está aquí en la Escritura, en Proverbios. En Proverbios nos habla de una bendición muy grande que hay para los creyentes, nos dice… y en los Salmos también. Nos dice: “La sabiduría labró sus siete columnas.” [Proverbios 9:1]
Y la Escritura también nos dice que Dios ha hecho a Cristo sabiduría y poder de Dios. O sea, la Sabiduría es Cristo, el Salvador; y las siete columnas son los siete mensajeros de las siete edades de la Iglesia.
“Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios.”
En Gálatas también nos habla de estas columnas, y nos dice… Gálatas, capítulo 2, verso 8… dice Pablo:
“(Pues el que actuó en Pedro…)”
O sea, Cristo actuó en Pedro. Esto fue cuando se reunieron en Jerusalén [Verso 7]:
“Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión
(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles),
y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.”
O sea, Jacobo, Cefas y Juan, dice de ellos que eran considerados como columnas (y no de piedras). Y a eso también se refiere: “Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios.” O sea, que tendrá una posición como los apóstoles en la Iglesia del Señor.
Y ahora vean, Proverbios, capítulo 9, verso 1:
“La sabiduría edificó su casa,
Labró sus siete columnas.”
La Casa de Dios es Su Iglesia; y entre los gentiles ha tenido siete columnas: un mensajero-columna en cada edad. Para nuestro tiempo hay un misterio también ahí, de lo que Dios hará en este tiempo. Siempre el mensajero de una edad es columna de Dios en esa edad.
También nos dice: “Si Jehová no edifica su casa, en vano trabajan los edificadores.” [Salmo 127:1] O sea, que tiene que ser Dios edificando Su Casa, Su Iglesia; construyendo Su Templo espiritual, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, Su Cuerpo Místico de creyentes.
Él la edifica en esa forma: tiene una columna para cada edad, sobre el cual se deposita el peso y responsabilidad de esa edad.
En Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 14 en adelante, dice (escribiéndole San Pablo a Timoteo):
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”
Y ahora, la Iglesia es columna y baluarte de la verdad; y cada mensajero es una columna de esa casa.
Por lo tanto, ahí podemos ver que en cada edad el mensajero con el grupo de creyentes de su edad tiene una carga, una responsabilidad para con Dios y para con la Iglesia del Dios viviente.
Y todos tienen una responsabilidad del trabajo que corresponde a ese tiempo, llevarlo a cabo; y esa edad con el mensajero y su grupo, conquistan las promesas divinas para ese tiempo.
Y las personas dicen: “¿Cómo es que logran estas cosas?” Es que son el grupo con el mensajero para esa edad. Y por consiguiente obtienen la victoria en todo lo que hacen; porque saben lo que tienen que hacer, la labor que tienen que llevar a cabo en la edad que les toca vivir.
Los que vivieron en el tiempo de Noé, los que estuvieron brazo a brazo con Noé, sabían lo que se tenía que hacer en aquel tiempo, porque Dios lo había revelado a Noé, y Noé lo dio a conocer. Y los que creyeron: trabajaron con él, y entraron al arca, y cuando vino el diluvio se salvaron.
Así será con los creyentes del Día Postrero, que antes que llegue la gran tribulación serán transformados los que están vivos, y los que murieron con el mensajero de cada edad serán resucitados en cuerpos eternos y glorificados; y los que vivimos, seremos ¿qué? Transformados.
Yo estoy esperando mi transformación. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
¿Por qué? Porque estamos en la etapa, en la edad, para la cual corresponde la promesa de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, en donde Él traerá a todos los mensajeros de cada una de las edades con el grupo de cada edad, porque Él pasará por el Paraíso antes de venir acá a los que están vivos.
Pasará por el Paraíso; saliendo de la séptima dimensión bajará a la sexta dimensión, que es el Paraíso, en donde están los creyentes en Cristo en cuerpos espirituales, cuerpos teofánicos; y los traerá con Él. Hará un juicio allí, estarán ante el Tribunal de Cristo los mensajeros con su grupo; pero van a salir bien, porque la Sangre de Cristo los limpia de todo pecado, tanto al mensajero y a su grupo.
Si están allí en el Paraíso van a ser resucitados en el Día Postrero, en la etapa de la Adopción, que es la etapa de Edad de Oro de la Iglesia, la Edad de Piedra Angular.
Y los que vivimos seremos transformados; por eso estamos esperando nuestra transformación, por eso estoy esperando mi transformación.
Y si alguien dice: “¿Y si muere?” Pues los santos no mueren, van al Paraíso. “Resucitaré con Cristo en Su Venida en el Día Postrero.”
Así que, eso es por si alguien pregunta, le pregunta a uno. “Pues resucitaré, no hay ningún problema.”
Así que tenemos que estar firmes en este Día Postrero, conociendo las promesas de Dios para nuestro tiempo; y ver cómo Dios nos abre las Escrituras y nos abre el entendimiento para comprenderlas.
Que Dios nos dé sabiduría y entendimiento, como le dio a Daniel, para entender estos misterios divinos y mantenernos firmes en Cristo con la revelación correspondiente a este tiempo final.
Ministros como obreros aprobados. ¿Aprobados por quién? Por Dios.
Nos continuaremos viendo en la próxima actividad, y luego mañana, Dios mediante.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, platicando con ustedes sobre este tema: “UN OBRERO APROBADO.”
Y que Dios nos ayude a todos. Estaré orando por ustedes y ustedes por mí, para que todos seamos aprobados por Dios.
Y que Dios les continúe bendiciendo a todos ustedes, ministros aquí presentes, y colaboradores, y los que están en otras naciones.
Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo con ustedes nuevamente al reverendo Andrés Cruz Gallegos para continuar y finalizar, y luego vernos en la tarde, ¿a qué hora? (Ahí le estoy diciendo).
“UN OBRERO APROBADO.”