El Enviado a declarar la Verdad

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos, y ministros en Mexico D.F. reunidos en esta ocasión. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes para compartir unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leo nuevamente las palabras del Ángel Gabriel al profeta Daniel cuando le dice: en el capítulo 10, verso 18 en adelante, dice:

“Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció,

y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido.

El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá.

Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“EL ENVIADO A DECLARAR LA VERDAD,” a declarar lo que está escrito en el Libro de la Verdad.

Así como Gabriel fue enviado al profeta Daniel para darle a conocer todas las cosas que iban a suceder, Cristo dice en San Juan, capítulo 16, versos 12 al 14:

“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.”

Así como vino el Ángel Gabriel a Daniel para darle a conocer las cosas que iban a suceder, viene enviado el Espíritu Santo para darle a conocer a la Iglesia del Señor Jesucristo las cosas que deben suceder.

Por lo tanto, el Enviado de Dios para el Nuevo Pacto es el Espíritu Santo, enviado por Dios el Padre para dar testimonio de Cristo. El mismo Cristo también dijo: “Yo os enviaré el Espíritu Santo.” Dice: “Pero cuando venga el Espíritu Santo…” “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.” Y nos enseña que Él lo enviaría.

Vean ustedes, en San Juan, capítulo 14, verso 26, que dice:

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre…” 

¿En qué Nombre viene el Espíritu Santo? En el Nombre del Señor Jesucristo. Por eso cuando le apareció a Juan, a Juan y también cuando le apareció a Saulo de Tarso, y Saulo le pregunta: “¿Quién eres Señor?” Porque Él le dijo: “¿Por qué…? Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” Capítulo 9 y capítulo 22 y capítulo 26 del libro de los Hechos. Y el Señor le dice: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”

“…él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”

El Maestro para la Iglesia del Señor Jesucristo es el Espíritu Santo, o sea, Cristo en Espíritu Santo. Dios hablando por el Espíritu Santo, por el Ángel del Pacto, a Su Iglesia.

Ese Ángel del Pacto es Cristo en Espíritu Santo, el cual dijo en San Mateo, capítulo 28, verso 20: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” ¿Y cómo estaría? En Espíritu Santo. También San Mateo, capítulo 18, verso 20, dice: “Donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí yo estaré.”

El Enviado a declarar la verdad ha estado con la Iglesia del Señor Jesucristo desde el Día de Pentecostés, el mismo Espíritu Santo que estaba en Jesucristo, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, Su cuerpo teofánico, el Ángel del Pacto que le dio a Israel la Ley en el monte Sinaí. Por eso es que dice la Escritura que la Ley fue dada por comisión de Ángeles, en el libro de los Hechos, capítulo 7, y también en el libro de Hebreos, capítulo 2.

Para que tengan la cita clara del libro de los Hechos, del capítulo 7… y Hebreos capítulo 2. Lo pueden buscar en sus hogares cuando lleguen, para que tengan un cuadro claro de lo que dice la Escritura. Capítulo 2, verso 2, de Hebreos, dice:

“Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,

¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,

testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.”

Aquí encontramos las palabras habladas por San Pablo, de cómo fue que vino la Ley y los mandamientos dados por Dios al pueblo hebreo en el monte Sinaí, y luego a través de la trayectoria del pueblo hebreo por el camino, donde Dios fue hablándole a Moisés, y Moisés hablándole al pueblo hebreo.

Es Dios hablando por medio de Su Espíritu Santo al pueblo. Le transmite al mensajero que tiene para ese tiempo, esa Palabra revelada, porque la Palabra viene siempre a los profetas. “Porque no hará nada el Señor, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas.” [Amos 3:7]

Por eso es que en Zacarías, capítulo 7, versos 11 al 12, dice:

“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros…”

O sea, que por medio de los profetas Dios enviaba la Palabra al pueblo, Dios por medio de Su Espíritu a través de los profetas. Esa es la forma en que viene la revelación de Dios para el pueblo. Cuando Dios tiene Palabra para revelar al pueblo, tiene mensajero, profeta al cual revelarse, y a través de él… – o revelar Su Palabra al pueblo.

Daniel recibió la revelación de Dios por medio del Arcángel o Ángel Gabriel, que vino para dar a conocer las palabras que están en el Libro de la Verdad, el Libro de Dios; y le fue dado a conocer las cosas que iban a suceder.

Así viene el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento dando a conocer las cosas que han de suceder, y lo hace por medio de Sus mensajeros que Él ha enviado en diferentes etapas de Su Iglesia.

Así como hablaba a través de Jesucristo, como había hablado a través de los profetas anteriores, habló por medio de los apóstoles y por medio de cada mensajero de cada tiempo; y si ha quedado algo por ser revelado, será revelado a la Iglesia del Señor Jesucristo en la misma forma que Él lo reveló, lo correspondiente a cada tiempo pasado. Por eso es que para el tiempo final tenemos la promesa de los ministerios de los Dos Olivos, de Moisés y Elías.

Por eso, para este tiempo final esas promesas divinas proféticas serán cumplidas, y tendremos la visita de Dios por medio de esos ministerios en medio del pueblo de Dios: la Iglesia del Señor Jesucristo bajo el Nuevo Pacto, y luego en medio del pueblo hebreo. Cuando ellos vean esa manifestación de parte de Dios en medio de la Iglesia, dirán: “Esto es lo que nosotros estamos esperando.”

Vean una cosa, el Ángel Gabriel le dijo al profeta Daniel, en este mismo capítulo 10, verso… capítulo 10, le dice que la paz, paz… o “la paz sea contigo,” lo alienta… le dice que se esfuerce. Capítulo 10, verso 19, dice:

“…Y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate.”

O sea, le trae un mensaje de aliento, y le da paz, un mensaje de paz, y le da la revelación de las cosas que han de suceder.

Así también Cristo dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” [San Juan 14:27]

Y el Espíritu Santo es enviado a la Iglesia y es manifestado de etapa en etapa trayendo la paz para el alma de cada persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Para este tiempo también nos hablará el Espíritu Santo de paz para nuestra alma, y nos dará a conocer las cosas que han de suceder en este tiempo final.

En Apocalipsis, capítulo 1, versos 10 al 11, nos dice el apóstol Juan:

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último.”

¿Quién es el Alfa y Omega?, ¿quién es el primero y el último? El Señor Jesucristo. Es la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia en el Día Postrero, en el Día del Señor; que así como el sábado para el pueblo hebreo es el Día del Señor, para la Iglesia del Señor Jesucristo es el séptimo milenio de Adán hacia acá, en términos de “un día delante del Señor es como mil años” para los seres humanos, conforme a Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y el Salmo 90, verso 4.

Ese es el Día del Señor así como los días postreros son el quinto milenio para los seres humanos, sexto milenio y séptimo milenio, que son tres días delante del Señor. Y de los tres días postreros, el postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá.

Ese es el Milenio o Día del Señor o Día Postrero, en el cual Cristo resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados, y a los que estemos vivos nos transformará. Esas son palabras que nos traen aliento y paz a nuestra alma, y fe y esperanza para esperar el cumplimiento de lo que Dios ha prometido.

El Espíritu Santo en este tiempo final nos estará hablando todas estas cosas, y nos estará dando aliento, fortaleza, y ayudándonos para vivir en este tiempo final que es tan difícil para vivir, pero con la ayuda de Dios lograremos llegar a la meta.

“EL ENVIADO A DECLARAR LA VERDAD.”

Allá fue el Ángel Gabriel a Daniel, en el Nuevo Testamento es el Espíritu Santo a la Iglesia del Señor Jesucristo hablándole por medio de sus diferentes mensajeros. Tan sencillo como eso. Y enseñándonos todas las cosas que deben suceder, enseñándonos todo lo que debemos creer. Nos enseñó por medio de los apóstoles, nos enseñó por medio de los diferentes mensajeros que Él ha enviado a Su Iglesia, y nos continuará enseñando en este tiempo final.

El reverendo William Branham dice que el Ángel Gabriel anunció la Primera Venida de Cristo, y dice: “Y anunciará la Segunda Venida de Cristo.” Y también dice en otro mensaje: “Cuando vemos a Gabriel viniendo, algo grande esta por suceder.”

Para este tiempo algo grande está por suceder, porque para este tiempo es que Dios tiene las grandes promesas que llevan a la Iglesia a obtener la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Para este tiempo es la promesa para la Segunda Venida de Cristo, para buscar a Su Iglesia para llevarla a la Cena de las Bodas del Cordero, para lo cual nos transformará, a la Final Trompeta, al Final Mensaje de Dios.

Y por cuanto es con Gran Voz de Trompeta, nos habla de un Mensaje dispensacional; y por consiguiente, los que van a ser transformados y llevados con Cristo estarán escuchando la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, la Voz de Arcángel y Trompeta de Dios.

Para eso el Espíritu Santo vendrá en este tiempo final y se manifestará y nos hablará directamente a nuestra alma, a nuestro corazón; para lo cual, todos estemos preparados para recibir todas esas bendiciones que Él tiene para todos los creyentes en Cristo.

Y si alguno todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino; para lo cual puede pasar al frente y estaremos orando por usted.

Todos queremos estar preparados para la Venida del Señor y para nuestra transformación.

Vamos a dar unos minutos mientras pasan al frente todos los que todavía no han recibido a Cristo, para recibirlo como único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento.

Los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino. Recuerden que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14]

Dios tiene mucho pueblo en el D.F. y en toda la República Mexicana, y los está llamando en este tiempo final para completar Su Iglesia, Su Cuerpo Místico de creyentes, que tiene la promesa de ir a la Cenas de las Bodas del Cordero, la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo. Es una promesa segura porque es la Palabra del Señor para la Iglesia del Señor Jesucristo, los creyentes en Cristo.

Lo más importante en la vida es la vida eterna. Para eso es que hemos venido a esta Tierra, a este planeta Tierra: para hacer contacto con Cristo recibiéndole como único y suficiente Salvador, escuchar la predicación de Su Evangelio, y que Cristo nos reciba en Su Reino, nos perdone y con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en nosotros el nuevo nacimiento; y así entremos al Reino del Señor Jesucristo, el cual está en la esfera espiritual.

Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás (o sea, que vivirán eternamente). Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo una cosa somos.” [San Juan 10:27-30]

Todos ustedes son ovejas del Padre celestial, que han sido dadas a Jesucristo para que les dé vida eterna.

La exclusividad de la vida eterna la tiene el Señor Jesucristo, ninguna otra persona tiene la exclusividad de la vida eterna, Cristo mismo dijo: ”Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” No hay otra forma de llegar a Dios. [San Juan 14:6]

Por lo tanto, no podemos caminar conforme a nuestra propia imaginación, tenemos que caminar de acuerdo a la Palabra del Señor. Si Él dijo que Él es el que nos da vida eterna, entonces ninguna otra persona nos puede dar la vida eterna.

Vean aquí en el capítulo 17 del libro o Evangelio según San Juan, versos 1 al 2, donde nos dice… 1 al 3:

“Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;

como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste…”

A todos los que el Padre ha dado a Cristo como las ovejas del Padre, ha sido para que Cristo les dé ¿qué?, vida eterna.

“…para que dé vida eterna a todos los que le diste.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”

También encontramos en San Juan, capítulo 1… Todavía vienen más personas, por eso estamos dando unos minutos mientras llegan. Nos dice Jesucristo en San Juan, capítulo 5 [verso 19]:

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.

Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.”

Y Él quiere darnos vida a nosotros, vida eterna, porque Él tiene la exclusividad de la vida eterna. No hay otro que pueda ofrecernos vida eterna; solo hay uno, y Su Nombre es: Señor Jesucristo. Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 al 13, dice:

“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”

¿Dónde está la vida eterna? En Jesucristo el Hijo de Dios. Esa es la forma en que Dios nos ha dado vida eterna: por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Y la buena noticia es:

“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

La buena noticia para los creyentes en Cristo es que tenemos ¿qué?, vida eterna; la cual nos ha dado ¿quién?, Jesucristo, el que tiene la exclusividad de la vida eterna para otorgarla a todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión; y los que están en otras naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo en estos momentos.

Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados:

Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu Primera Venida, y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre.

Quiero entrar a Tu Reino. Haz una realidad en mi vida la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, los que han venido a los Pies de Cristo me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16). Y todos queremos ser salvos y vivir eternamente.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo.

El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. Y si Cristo fue bautizado, ¡cuánto más nosotros tenemos necesidad de ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo!

Es que en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando es sumergida en las aguas bautismales, tipológicamente, simbólicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Ya el ministro aquí les dirá cuándo pueden ser bautizados… Me dice que hay bautisterio, hay agua; por lo tanto pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes al reverendo Jorge Hernández Martínez, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

EL ENVIADO A DECLARAR LA VERDAD.”

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