Palabras en el velorio del hermano Humberto Pérez Ortiz

Recuerdo las palabras de Dios a Josué cuando le dijo: “Moisés ha partido.” La Escritura nos dice en Judas que el Arcángel Miguel se encargó del cuerpo de Moisés. Es que Dios envía ángeles para llevarlo a descansar, el alma y el espíritu de la persona.

Reciban mis condolencias y también de La Gran Carpa Catedral, sus familiares, su esposa Rosa Amelia Carrasquillo y sus hijos también, sus hijos Humberto Pérez Matos, William Pérez Matos, José Benjamín Pérez Matos, Deborah Pérez Matos, Rosa Pérez Matos y Nydia Matos, y sus hermanos y hermanas, y sus familias de Humberto Pérez, y demás familiares y hermanos en la fe en Cristo.

Que Dios consuele nuestros corazones, incluyendo el mío y el de ustedes, por la partida de nuestro hermano y amigo Humberto Pérez Ortiz. Secretario y Tesorero de La Gran Carpa Catedral, el cual desempeñó una importante labor en toda la trayectoria de La Gran Carpa Catedral.

Sabemos que él está vivo, porque lo único que muere de los creyentes es el cuerpo físico; y Cristo le dará uno nuevo en la resurrección que Él ha prometido.

El ser humano es alma, espíritu y cuerpo; y ha venido a esta Tierra para estar una temporada para ser rociado con la Sangre de Cristo y limpiado de todo pecado; y cuando termina esos días y su labor en la Tierra, Dios lo llama a descansar al Paraíso, que es la sexta dimensión, la dimensión de los ángeles, que están en cuerpos teofánicos.

Así también están en cuerpos teofánicos angelicales todos los creyentes en Cristo que han partido de esta dimensión terrenal; ellos están descansando y ellos miran hacia acá y nos ven a nosotros trabajando; pero ellos están descansando de sus labores, están reposando en sus labores. Y nosotros continuamos trabajando y ellos nos ven, y están también en las actividades en donde se predica el Evangelio y se hacen cánticos a nuestro Dios. Por lo tanto, ellos disfrutan quizás más que algunas personas, las actividades, los cultos que se llevan a cabo.

El Señor Jesucristo en una ocasión dijo, cuando fue a resucitar a Lázaro, le dice a su hermana Marta, la hermana de Lázaro, Jesús le dijo:

“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”

Y ella le dijo: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

Y nosotros también creemos lo que dijo Cristo; y que cuando alguno de nosotros muere, no está muerto; lo que murió fue el cuerpo físico, pero la persona (que es alma, espíritu y cuerpo) lo único que perdió temporalmente es el cuerpo físico; y Dios le va a dar uno nuevo en la resurrección, en la Segunda Venida de Cristo por Su pueblo. Por lo tanto, están —los que partieron— en cuerpos como el nuestro pero de otra dimensión.

Y la diferencia que hay es que en el cuerpo angelical la persona representa de 18 a 21 años de edad; y si se le había caído el cabello, ahí lo tiene todo. El mismo Cristo dijo que ni un cabello nuestro perecerá. Por lo tanto, en la resurrección también tendremos todo el cabello que nos corresponde, están contados; así que Él tiene la cuenta de cuántos cabellos vamos a tener cada uno en el nuevo cuerpo.

Y será un cuerpo joven para toda la eternidad, igual al cuerpo que tiene Jesucristo, el cual resucitó glorificado, y ni Sus discípulos lo conocían.

Así que cuando resucite Humberto, recuerden que va a resucitar jovencito, como lo han visto en las fotos de cuando era joven en el cuerpo físico.

No estén esperando un anciano, una persona de setenta y algo de años, sino un jovencito de 18 a 21 años de edad.

Esas son promesas de parte de Dios, que Él cumplirá por medio de Cristo para todos los creyentes en Cristo.

Y así como le dijo Jesús a Marta la hermana de Lázaro: “Tu hermano resucitará.” Podemos decir en estos momentos: “Nuestro hermano y amigo Humberto Pérez resucitará.”

El Señor Jesucristo hizo grandes promesas para todos los creyentes en Él, como la que tenemos en San Juan, capítulo 6, versos 38 al 40, que dice:

“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

Son palabras de Jesucristo, y esta es la voluntad del Padre: Que todo aquel que en Cristo cree, Él lo resucitará en el Día Postrero si murió; pero si permanece vivo hasta la resurrección, lo transformará.

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Luego reitera que lo resucitará en el Día Postrero; y si leemos el resto de este capítulo 6 de San Juan, encontraremos que repite la promesa de la resurrección para el Día Postrero.

Por ejemplo, Él se presenta como el Pan de Vida. Es que así como necesitamos alimento físico para poder vivir (si no, la persona muere), para que nuestra alma viva eternamente necesita el alimento espiritual, que es Cristo el Pan de Vida. Y Él dice que “el que come de este pan,” que es Cristo…, y no es comer literalmente un pedazo de Cristo, sino creer. Cuando uno cree, está comiendo el Pan de Vida Eterna.

Vean, el verso 54 donde nos dice… 53 en adelante:

“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.”

Eso es: creer en Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y creer en Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario, que nos limpia de todo pecado. Y eso es comerse la carne y beberse la Sangre de Cristo nuestro Salvador.

Por eso en la Santa Cena, al tomar el pan, que representa a Cristo, y al tomar el vino, que representa la Sangre de Cristo, estamos dando testimonio que hemos comido y bebido la Sangre, comido el cuerpo de Cristo y la Sangre de Cristo la hemos tomado, al creer en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

La resurrección en el Día Postrero, para Cristo darnos el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado como Él tiene, es para los creyentes en Él.

Por eso en una ocasión, Cristo hablando a los de Su tiempo, les dice en el capítulo 3 de San Juan (y vamos a leerlo para que tengan claro lo que fue dicho por el mismo Cristo). Capítulo 3, verso 16:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”

Para eso fue que vino Cristo: para Salvación y vida eterna de todo aquel que lo recibe como único y suficiente Salvador.

Y el verso 36 de ese mismo capítulo 3 de San Juan, verso 34 al 36 dice:

“Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.

El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”

Aquí podemos ver el valor de creer en Cristo. Es que el que cree en Cristo obtiene la vida eterna de parte de Cristo.

Recuerden que no hay otro Salvador. Solamente hay uno, y Su nombre es: Señor Jesucristo.

Hay personas que dicen: “Yo no necesito a Cristo,” pero miren lo que Cristo dice: Capítulo 5, verso 39 al 40, dice:

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”

Los que no quieren acercarse a Cristo: no quieren la vida eterna; por lo tanto, no vivirán eternamente, porque el único que otorga la vida eterna al ser humano es el Señor Jesucristo.

El que no quiere vivir eternamente, el que no le interesa la vida eterna, no recibe a Cristo como Salvador. Esa es la situación de algunas personas delante de Cristo. Él dice: “No queréis venir a mí para que tengáis vida eterna.”

Algunos no saben qué será después de su muerte; pero la ignorancia no es excusa, porque en una ocasión Cristo, por ahí por el capítulo 16 de San Lucas, versos 19 al 21, nos narra el caso del hombre rico y Lázaro.

Al hombre rico le interesaban las fiestas; como dicen algunos: vivir su vida aquí como él quiera. Pero había también un hombre pobre, un mendigo que tenía problemas de salud, el cual se iba a la puerta de la casa de ese hombre rico para que le dieran algo de comer.

Luego murió el hombre rico, y cuando despierta, cuando pasa de esta dimensión a otra, se encuentra en un lugar que él no quería; pero él había oído en la Escritura sobre ese tema. Y dice el Señor Jesucristo que también luego murió Lázaro el mendigo, y fue llevado por los ángeles.

Todos queremos que en el momento de nuestra partida de esta Tierra, ser llevados por los ángeles al Paraíso.

Y el hombre rico estando (dice Cristo) en el infierno… Y no se acostumbró allí. Allí nadie se va a acostumbrar, así que nadie piense que es mejor allí. Aquí es mejor que allá, y ¡cuánto más el Paraíso!

Mira y ve a Abraham y a Lázaro allá, muy felices en el Paraíso, en el Seno de Abraham; y clama (porque había un precipicio entre un lugar y el otro, y nadie podía pasar de un lugar al otro), y le dice que le envíe a Lázaro con su dedo mojado en agua, porque allí estaba con sed, atormentado allá.

Y el padre Abraham le dice que no era posible porque los que están en aquel lado no pueden pasar acá, ni los que están acá pueden pasar allá. Y le dice: “Tú tuviste tus bienes en la Tierra, disfrutaste mucho; y ahora eres atormentado acá (allá, en el lugar que fue llamado el infierno). Y Lázaro sufrió mucho allá en la Tierra, y ahora es consolado acá.”

Y le dice, entonces, el hombre rico a Abraham: “Padre Abraham, yo tengo cuatro hermanos más. Envía a Lázaro que vaya y les diga cómo es esto acá para que no tengan que venir acá.”

Abraham le dice: “Si uno de entre los muertos se levanta, no van a creer en él. A Moisés y los profetas tienen (la Palabra). Crean a Moisés y a los profetas.”

Jesús dijo: “En ellas os parece que tenéis la vida eterna (las Escrituras).”

Estamos llamados a creer lo que las Escrituras dicen con relación a la vida después de la muerte. Es real la vida después de la muerte, para los que van al lugar que no quieren ir, y para los que van al Paraíso también es real.

Y por consiguiente, las preguntas de Hope: “Si el hombre murierá, ¿volverá a vivir?” Cristo contestó, dice: “Yo le resucitaré en el Día Postrero.”

Luego también Job dice: “Yo sé que mi Redentor vive. Y después de muchos días, en mi carne he de ver a mi Redentor.”

También el rey David sabía y creía que vendría una resurrección para todos los creyentes en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; en donde los creyentes van a estar satisfechos con la bendición que van a recibir. Miren lo que dice: capítulo 17, verso 15; o sea, Salmo 17, verso 15, dice:

“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;

Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.”

Porque los que van a resucitar, van a resucitar a imagen y semejanza de Cristo, jovencitos para toda la eternidad. Aun cuando resucitó Cristo, con él resucitaron los santos del Antiguo Testamento, y resucitaron jóvenes; y aparecieron a muchos en la ciudad. Eso está en San Mateo, capítulo 27, versos 51 en adelante, dice:

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él (salieron de los sepulcros ¿después de qué? Después de la resurrección de Cristo), vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”

Así va a ser también la resurrección en este tiempo final: Van a aparecer a muchos, a sus familiares, a sus hermanos en la fe, los muertos en Cristo que resucitarán en y con Cristo en Su Venida. Y los veremos; y cuando los veamos, seremos transformados.

Y luego todos con cuerpos eternos, inmortales, glorificados y jóvenes para toda la eternidad, vamos a estar unos días acá; porque Cristo luego que resucitó con los santos del Antiguo Testamento estuvo unos cuarenta días apareciéndole a Sus discípulos en diferentes ocasiones (digamos, todos los domingos). Y luego subió al Cielo y se sentó en el Trono de Dios; y ahí está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre por todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador. Y los mantiene limpios siempre, porque cuando cometen algún error, falta o pecado, lo confiesan a Cristo, y Cristo con Su Sangre los limpia de todo pecado.

Por lo tanto, es importante que estemos conscientes de que hay, diríamos, otro mundo; no estamos solos en esta Tierra, hay otra dimensión. Y esa dimensión del Paraíso, la sexta dimensión, de los 12 pies en adelante (de alto) ya está. De allá pueden mirar hacia acá y vernos a nosotros en esta ocasión.

La Escritura nos dice, hablándonos de esa resurrección, hablándonos palabras de consuelo, nos dice en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 13 en adelante… San Pablo conocedor de estos misterios, dice… Una vez lo apedrearon y lo dejaron como muerto; de seguro fue ahí que fue a esa dimensión y vio cosas que él dijo que no podía dar a conocer; pero luego oraron por él, y se levantó y siguió la Obra misionera.

Ahora vean, San Pablo, dicen algunas personas: “Nadie ha ido allá y ha vuelto.” Miren, Pablo fue, volvió; Jesús fue, volvió y se volvió a ir.

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen (o sea, de los que han muerto físicamente)…”

Dicen “duermen” porque los santos, los creyentes en Cristo, no mueren, están vivos; y está en el cuerpo angelical allá en el Paraíso. Por eso dice de los creyentes, dice “duermen” cuando parten de esta Tierra.

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.”

Los creyentes en Cristo saben que cuando nuestros familiares parten de esta Tierra y son creyentes en Cristo, están mejor de lo que estaban acá en la Tierra; lo único, que ya su trabajo en la Tierra terminó. Pero están tranquilos allá, no tienen que madrugar a trabajar, no tienen que trabajar para comer, pues allá no hay necesidad de comer físicamente porque esa parte corresponde al cuerpo físico; por lo tanto, allá tampoco duermen; allá todo es luz, todo es amor, todo es felicidad.

El apóstol San Pablo luego de tener esa experiencia, decía: “Desearía partir del cuerpo, pero por causa de ustedes deseo permanecer con ustedes, trabajando.”

Por lo tanto, cuando parte un familiar nuestro, creyente en Cristo, nos consuelan las palabras del apóstol Pablo, que nuestros familiares no están muertos sino que están vivos en alma y espíritu en el Paraíso, y que regresarán a la Tierra en cuerpos eternos, cuerpos glorificados.

“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.”

¿Ven? Vendrán con Jesús en Su Segunda Venida.

“…traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él (o sea, los creyentes en Él).

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Son palabras de aliento para estos momentos en que un familiar nuestro, creyente en Cristo, parte de esta Tierra. Nuestro consuelo es que está en el Paraíso, ya no tiene los problemas que tenía en la Tierra, y que regresará a la Tierra; y cuando regrese también lo invitaremos a comer, porque podrán comer.

Recuerden que Jesucristo cuando resucitó creían que era un espíritu, y les dice: “No, un espíritu no tiene carne y huesos como yo tengo. ¿Tienen algo de comer?” Le dieron un pedazo de pez, de pescado, y un panal de miel, y comió delante de ellos.

Por eso los que están en el Paraíso le dijeron al reverendo William Branham: “Acá no comemos ni dormimos ni trabajamos. No tenemos esas responsabilidades, ni comemos ni dormimos; pero cuando regresemos a la Tierra, entonces comeremos.” O sea, que nos están diciendo que los podemos invitar. Y esa va a ser también una evidencia de que han resucitado, porque no se van a negar a comer.

Quizás dirán: “Recuerden que les dijimos que cuando regresáramos a la Tierra, comeríamos. ¿Dónde me tienen mi lonchera?, ¿dónde me tienen mi plato?” O sea, que va a ser algo común, como era acá, pero ya con un cuerpo nuevo y joven; y ahí seremos transformados los que vivimos.

El apóstol San Pablo dio más acerca de este tema, porque esta es la meta de Dios por medio de Cristo, y la meta de cada creyente en Cristo: Si muere, ser resucitado en cuerpo eterno; y si está vivo en la Venida del Señor, ser transformado cuando los muertos en Cristo resuciten, para tener vida física también.

Ya tenemos vida eterna en el alma y el espíritu, y nos falta la vida eterna física; por eso es que todavía hay muerte en los creyentes en Cristo, porque el cuerpo todavía no está transformado; pero cuando lo tengamos transformado ya no habrá muerte para nuestro cuerpo, porque ya será un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado de Jesucristo.

Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, nos dice:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

¿Para qué el cristianismo, la Iglesia del Señor Jesucristo, ha estado esperando por alrededor de dos mil años la Segunda Venida de Cristo? Para la resurrección de los que murieron; porque vendrán con Él, y serán resucitados en cuerpos eternos; y para los que estén vivos creyentes en Cristo, sean transformados. Ahí tenemos el propósito de la Segunda Venida de Cristo. Y para llevarnos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, que es la fiesta más grande e importante que se haya llevado a cabo en el Cielo.

Y eso es para todos los convidados: “Bienaventurados los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero,” nos dice Apocalipsis, capítulo 19, versos 9 al 10; y en las parábolas de Cristo que hablaba de esa gran cena.

Por lo tanto, sean consolados vuestros corazones, vuestras almas, con estas palabras de Cristo y Sus apóstoles, de San Pablo; y esperando la Venida del Señor con los santos que están en el Paraíso, que los traerá y los resucitará en cuerpos eternos; y a los que vivimos nos transformará, si permanecemos vivos hasta ese momento.

Por lo tanto, sean consoladas vuestras almas, vuestros corazones, con estas palabras. Que Cristo les fortalezca.

Así como viene la fe por el oír la Palabra, viene también la fortaleza por oír la Palabra del Señor y el consuelo por oír la Palabra del Señor. Sean consolados. Y mañana estaré nuevamente con ustedes a la hora correspondiente (que ya ustedes saben) para despedir el cuerpo.

Solamente es la despedida del cuerpo, pero a Humberto le hemos dicho: “Hasta luego. Hasta pronto. Nos veremos de nuevo.” Y él también nos puede decir lo mismo: “Nos veremos de nuevo.”

Como Cristo le hablaba a Sus discípulos que iba a morir pero les vería nuevamente. Así es cuando un creyente en Cristo parte: nos vendrá a ver nuevamente, y lo veremos, y seremos transformados cuando eso ocurra en el Día Postrero, que dijo Cristo que llevará a cabo la resurrección.

Es Cristo el que llevará a cabo la resurrección. Él dijo: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero.” Para eso es Su Venida, para la resurrección de los que murieron creyentes en Él, y la transformación de los que vivimos.

Que Dios les bendiga, les guarde; y continúen siempre agarrados de Cristo, sabiendo que no hay otra esperanza para el ser humano. Cristo es la única esperanza de vida eterna para el ser humano.

Dejo nuevamente al reverendo José Benjamín Pérez con ustedes.

“PALABRAS EN EL VELORIO DEL HERMANO

HUMBERTO PÉREZ ORTIZ.”

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