El que ha de venir vendrá, y no tardará

Muy buenas tardes, amigos y hermanos presentes, y los que se encuentran en otras naciones u otras ciudades de la República de Colombia.

Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Ahora vamos a la Escritura: en Hebreos, capítulo 10, versos 35 al 39, dice San Pablo por Palabra de Dios:

“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;

porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.

Porque aún un poquito,

Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.

Mas el justo vivirá por fe;

Y si retrocediere, no agradará a mi alma.

Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra, nos abra las Escrituras y el entendimiento para entender. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Nuestro tema es: “EL QUE HA DE VENIR VENDRÁ, Y NO TARDARÁ”.

Hoy domingo de escuela bíblica en medio del cristianismo, nuestro tema para el estudio bíblico de esta ocasión es: “EL QUE HA DE VENIR VENDRÁ, Y NO TARDARÁ”.

¿Y quién es el que ha prometido venir? El Señor Jesucristo, el que ha de venir en Su Segunda Venida, el cual vendrá a y por Su Iglesia; vendrá como está prometido, y no tardará. Él dijo que regresaría.

Por lo tanto, Él vendrá a Su Iglesia, que está compuesta por todos los creyentes en Él, nacidos de nuevo, para buscarlos y llevarlos con Él a la fiesta más grande prometida para llevarse a cabo en el Cielo, que es la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, conforme a Apocalipsis, capítulo 19, versos 10; en donde nos dice de la siguiente manera… Capítulo 19, versos 9 al 10, dice, de Apocalipsis:

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero (¿Son qué? Bienaventurados). Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.

Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.

Los convidados, como en la Primera Venida de Cristo allá, no recibieron la invitación, no la aceptaron, y perdieron la bendición. Pero ahora para el Día Postrero, los convidados, que son los creyentes en Cristo bajo el Nuevo Pacto, reciben la invitación, la aceptan, y son vestidos con el Vestido de Boda: el Espíritu Santo, y luego el cuerpo glorificado y eterno, para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, que se llevarán a cabo en la Casa del Padre celestial, o sea, en la séptima dimensión, la dimensión de Dios.

Es ahí a donde nos llevará: a la Casa del Padre celestial.

Encontramos en Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, las palabras del Señor Jesucristo que nos dice:

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

El mismo Cristo nos dice que Él viene pronto.

Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 20, dice:

“El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.

Han transcurrido las diferentes etapas del cristianismo, donde ha estado Cristo en Espíritu Santo llamando y juntando Sus ovejas en el Redil de Dios, Su Redil, Su Iglesia; y hemos llegado al fin del tiempo, donde Él llama y junta a Sus ovejas del tiempo final, a Sus escogidos, entre los cuales habrá aquellos que no verán muerte, sino que estarán vivos en la Venida del Señor; el cual viene con los santos que han partido, viene con ellos para resucitarlos en cuerpos eternos, inmortales, glorificados, iguales al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo.

En el nuevo cuerpo, el cuerpo glorificado, la apariencia es de 18 a 21 años de edad; así es el cuerpo glorificado que Cristo le dará en la resurrección a todos los creyentes en Él que han partido; y a los que estarán vivos los transformará, para que sean a Su imagen y a Su semejanza. Y así estarán redimidos espiritualmente y adoptados espiritualmente, y físicamente cuando reciban el cuerpo glorificado.

Y por consiguiente, estarán vestidos de Boda para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo, o sea, a la séptima dimensión, la Casa del Padre celestial.

Por lo tanto, la Venida del Señor es el evento más importante que el cristianismo ha estado esperando por alrededor de dos mil años, y todavía lo sigue esperando; y no tardará el cumplimiento de Su Venida.

En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, nos dice para qué es que Él vendrá:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.

La ciudadanía de cada persona está en la nación, en el país en el cual nace.

¿Y por qué está en el Cielo nuestra ciudadanía, si hemos nacido aquí en la Tierra? Es que tenemos doble ciudadanía: la ciudadanía terrenal, que heredamos al nacer en un país, en el país de nuestro nacimiento (y eso es como descendientes de Adán y Eva), tenemos una ciudadanía terrenal; pero como descendientes de Dios: por medio de Cristo hemos recibido el nuevo nacimiento.

Y por cuanto el nuevo nacimiento es del Cielo, nuestra ciudadanía como personas nacidas de nuevo, nacidas del Cielo, está en el Cielo; y nuestro nombre como ciudadanos celestiales está escrito en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.

¿Y cómo puede ser que nuestro nombre esté en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de nosotros nacer en esta Tierra y desde antes de nosotros obtener el nacimiento celestial?

¿Acaso no hay padres que ya de antemano le colocan el nombre de sus hijos o de sus hijas antes de nacer?, y cuando nacen ya tenían el nombre para esos hijos. ¡Cuánto más Dios!, que sabe cuántos hijos e hijas tendría, los cuales nacerían en el Reino de Dios, en el Reino de vida eterna, para vivir con Cristo por toda la eternidad; los cuales claman a Dios: “Padre nuestro que estás en los Cielos”[1].

No se puede llamar a alguien “padre” si no es un hijo. Son los hijos de Dios los que llaman a Dios “Padre nuestro”, porque han nacido en el Reino de Dios.

Aunque Dios es el Padre de la Creación. Toda la Creación fue hecha por Dios a través de Cristo, el Ángel del Pacto, que es el cuerpo angelical de Dios, a través del cual Dios se manifestó y habló a existencia todas las cosas.

Ahora, continuando aquí:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos (ahora podemos saber por qué nuestra ciudadanía está en los Cielos, nuestra ciudadanía como hijos e hijas de Dios nacidos en el Reino de Dios), de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (o sea que transformará estos cuerpos terrenales que tenemos), para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”.

Para que sea un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado que Jesucristo tiene, y joven para toda la eternidad. Eso también consuela y llena de fe y de esperanza a los ancianos, porque volverán a ser jóvenes pero en un cuerpo eterno, inmortal, y que nunca se envejecerá.

“… para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.

O sea, con ese poder que Él tiene, Él nos transformará; o sea que Él tiene el poder para hacer lo que Él prometió.

Y los que van a recibir esa transformación tienen la fe para creer y recibir esa transformación; porque “el que ha de venir vendrá, y no tardará”.

Por lo tanto, dice, o pregunta en el Evangelio según San Lucas, Jesucristo hablando, dice: “Y cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la Tierra?”. San Lucas, capítulo 18, verso 8.

Va a hallar fe en Sus escogidos, en los creyentes, que estarán en Su Cuerpo Místico de creyentes nacidos de nuevo, con la fe puesta en Cristo, esperando lo que Él prometió: Su Venida, para transformarnos y llevarnos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. Ese es el evento más grande prometido para el cristianismo bajo el Nuevo Pacto: Su Venida.

Y Su Venida tiene un propósito: viene por nosotros, viene a buscarnos; para lo cual viene a transformarnos, darnos la transformación de nuestros cuerpos, para que seamos como Él, seamos inmortales físicamente también.

Ya tenemos vida eterna en nuestra alma, pero en nuestro cuerpo todavía tenemos la muerte; tenemos un lapso de tiempo para vivir en estos cuerpos, porque son cuerpos temporales, mortales, que es lo que pudo dejarnos Adán y Eva luego que perdieron la vida eterna; perdieron la vida eterna física, y lo que les quedó es vida temporal.

Todavía ellos no estaban adoptados, les faltaba la adopción, o sea, la glorificación, la transformación del cuerpo; como Jesús, que habló y dijo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. Y esto dijo del Espíritu (o sea, del Espíritu Santo) que habían de recibir los que creerían en Él”.

[San Juan 7:39] “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.

O sea que la glorificación es la adopción, la redención del cuerpo. Es redimido de vida temporal a vida eterna, de un cuerpo mortal a un cuerpo inmortal, de un cuerpo que tiene edad a un cuerpo eterno y joven que Él ha prometido para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, esperamos al que dijo que volvería; porque “el que ha de venir vendrá, y no tardará”.

Por lo tanto, estemos todos preparados, porque ya han transcurrido las diferentes etapas de la Iglesia, las siete etapas o edades, en donde envió a cada mensajero, para por medio de cada mensajero llamar y juntar los escogidos de cada edad; y ahora hemos subido…

Recuerden que se sube de una edad a otra, hasta que se llega a la séptima edad, representada en la iglesia de Laodicea allá en Asia Menor; y representa a la Iglesia en la séptima etapa, que corresponde a Norteamérica; y desde ahí se extiende por todas las naciones esa edad.

Después de esa edad hay que subir más arriba, a la edad o etapa de oro de la Iglesia, que es la Edad de Piedra Angular.

Por lo tanto, la Venida de Cristo a Su Iglesia será para la Edad de Oro, la Edad de Piedra Angular, sencillamente porque no ocurrió en las siete edades de la Iglesia el cumplimiento de la Segunda Venida, la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los vivos, y el rapto o arrebatamiento literal, para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por esa causa, habrá en esa etapa de oro de la Iglesia, la Edad de Piedra Angular, un grupo que no verá muerte y que estará esperando la Venida del que ha de venir, y no tardará.

Es para nuestro tiempo la promesa de la Venida del Señor con Sus Ángeles, para llamar y juntar, y así luego transformar a los creyentes que estarán vivos en este tiempo final. Tan sencillo como eso es el Programa Divino para la Venida de Cristo a Su Iglesia.

Siendo que la Iglesia del Señor Jesucristo es un Templo espiritual, entonces tenemos que ver cómo fue en el templo o tabernáculo que construyó Moisés, cuando luego lo dedicó a Dios:

Vino Dios y habitó en ese templo, en el lugar santísimo, sobre el propiciatorio, que es la tapa del arca del pacto y que es de oro, con dos querubines (uno a cada lado). Ahí en medio de los dos querubines moró Dios en esa Luz o Columna de Fuego que resplandecía en ese lugar; y cuando Moisés entraba o Aarón entraba, veían esa Columna de Fuego allí, y desde allí escuchaban la Voz de Dios.

Allí estaban también, dentro del arca del pacto, las dos tablas de piedra con los diez mandamientos, también estaba la vara de Aarón que reverdeció y el maná que Dios ordenó que colocaran allí dentro en una vasija, el cual no se corrompía porque estaba en la presencia de Dios.

Lo mismo sucedió cuando Salomón construyó el templo allá en Jerusalén y lo dedicó a Dios: En ese templo vino Dios cuando Salomón lo dedicó, y entró y se colocó sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro. Y en adición, allí estaban dos querubines de madera de olivo cubiertos de oro, gigantes, que cubrían el propiciatorio[2]; al ser querubines de madera de olivo, ahí tenemos los dos olivos de Zacarías, capítulo 4, versos 11 al 14, que son los Dos Ungidos, los ministerios de Moisés y Elías; que aparecen también en Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14.

Lo que encontramos en el templo que construyó Salomón y en el templo que construyó Moisés, es tipo y figura del Templo celestial; y por consiguiente es tipo y figura también de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es un Templo espiritual, formado por piedras vivas, por personas. Así como Cristo es la Piedra viva, la Piedra Angular, todos los creyentes en Él son piedras vivas.

Cristo [Juan el Bautista] habló diciendo: “Dios puede levantar hijos e hijas de Abraham aun de estas piedras”[3]. O sea que de personas de diferentes clases y de diferente condición, puede Dios levantar hijos e hijas de Abraham, colocándolos como miembros del Cuerpo Místico de Cristo.

De eso es que nos habla Primera de Pedro, capítulo 2, verso 4 al 10: “Vosotros como piedras vivas, sed edificados un Templo espiritual”.

Y ahora, todo lo que está en el Templo celestial se refleja en el tabernáculo que construyó Moisés, en el templo que construyó Salomón y en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Templo que está vigente en la Tierra delante de la presencia de Dios.

De etapa en etapa se ha ido construyendo ese Templo espiritual: Las siete etapas de la Iglesia corresponden al Lugar Santo, y nuestro tiempo corresponde al Lugar Santísimo.

Por eso es en la etapa en la cual estamos que aparecerán los ministerios de Moisés y Elías en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. El reverendo William Branham dijo: “Así como Pedro y Pablo trajeron el Evangelio a los gentiles, los gentiles lo llevarán a los judíos, y el rapto sucederá”. Página 30 del libro de Las Edades [párr. 109]. Y luego en otros lugares dice que es… (y ahí también dice), que es conforme a Apocalipsis 11, que son los Dos Olivos[4].

En el lugar santísimo del templo que construyó Salomón y del templo que construyó Moisés, allí estaban los Dos Ungidos; y sobre todo en el que construyó el rey Salomón, representados los Dos Olivos en esos dos querubines gigantes de madera de olivo cubiertos de oro; lo cual indica que la Divinidad estaba en esos querubines, y lo que significa que estará la Divinidad bajo y sobre los ministerios de Moisés y Elías, los Dos Ungidos.

Es en esa etapa de la Iglesia que el Mensaje irá del cristianismo a los judíos.

Han tratado de convertir al pueblo hebreo a Cristo, y no han podido; porque los que tienen la responsabilidad y comisión para tratar con el pueblo hebreo bajo los ministerios correspondientes son los ministerios de los Dos Olivos, que son tipificados en los ministerios de Pedro y Pablo. Tan sencillo como eso.

Y mientras esos ministerios no se manifiesten a Israel, no pasen a Israel, Dios no tratará con Israel. Tiene que continuar tratando con Su Iglesia.

Por eso es que dice el reverendo William Branham que lo que es el Sexto Sello (es…) y la Séptima Trompeta: es el Séptimo Sello para la Iglesia[5]. O sea que lo que es los Dos Olivos, Moisés y Elías, para el pueblo hebreo: es el Séptimo Sello para la Iglesia del Señor.

Ahí no explicaremos mucho para evitar los imitadores; porque eso tiene que ver con la Visión de la Carpa; tiene que ver con el Séptimo Sello, que es la Venida del Señor; tiene que ver con la Tercera Etapa, que será manifestada en una Gran Carpa Catedral. Y será manifestada la Tercera Etapa en toda su plenitud cuando venga (¿qué?) la apretura.

Así que estamos advertidos de que viene una apretura para los creyentes en Cristo del Día Postrero. Pero la apretura viene de parte del enemigo. De parte de Dios viene una bendición gloriosa: la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Y por consiguiente, la bendición más grande es que lo que está prometido para la Iglesia: la Venida del que ha de venir vendrá: se hará una realidad en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo; y seremos transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, firmes en la fe, sabiendo que cada día que pasa estamos un día más cerca de recibir al que ha de venir. Y podemos contar el tiempo, el que quiera contarlo, y le va descontando en su calendario y diciendo: “Un día más cerca del que ha de venir, un día más cerca del que vendrá, como Él lo ha prometido”.

Y en cada ocasión que cumpla año podrá decir: “Un año más cerca del que ha de venir”. Siempre pensando positivamente: Un día o un año más cerca de nuestra transformación.

Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Y que Dios les continúe bendiciendo a todos. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

“EL QUE HA DE VENIR VENDRÁ, Y NO TARDARÁ”.

[Revisión agosto 2023 – RM-JR-PP]

[1] San Mateo 6:9, San Lucas 11:2

[2] 1 Reyes 6:23-28, 2 Crónicas 3:10-13

[3] San Mateo 3:9, San Lucas 3:8

[4] Los Sellos, pág. 351, párr. 99 / Las Setenta Semanas de Daniel – “Las Setenta Semanas de Daniel”. Págs. 143-144, párr. 178 (LGCC) / https://imprenta.carpa.com/es/las-setenta-semanas-de-daniel/

[5] Citas, pág. 128, párr. 1143

Scroll al inicio