El misterio de la fe de rapto contenida en los Truenos

Reciban mi cordial saludo, Miguel Bermúdez Marín, misionero del Señor; reverendo Epifanio López, ministro aquí en esta iglesia; y todos los ministros en diferentes países, y los hermanos y hermanas presentes y también en otros países, allá en Puerto Rico y demás países.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, ministros presentes y también en diferentes países, y hermanos y hermanas en diferentes países; que en esta ocasión nos abra las Escrituras el Señor, y nos abra el entendimiento para comprender. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final; porque es importante conocer la historia bíblica y, sobre todo, reconocer el tiempo que nos ha tocado vivir en el Programa Divino, como sucedió en tiempos pasados, que hubo un grupo que reconoció el tiempo que les tocó vivir.

Como en el tiempo de Noé, él reconoció el tiempo que le tocó vivir y estuvo al tanto del Programa de Dios, el cual él dirigido por Dios llevó a cabo; y en el tiempo de Abraham y de Lot también. Esos dos tiempos son tipo y figura del tiempo final, que corresponde al tiempo de la Venida del Hijo del Hombre.

Por lo tanto, tenemos que estar apercibidos en nuestro tiempo; porque nuestro tiempo está representado en el tiempo de Noé, que fue el fin del mundo antediluviano; y está representado en el tiempo de Lot, que fue el fin de Sodoma y Gomorra con fuego del cielo, lo cual es tipo y figura del poder atómico que pondrá fin al reino de los gentiles en una Tercera Guerra Mundial.

Por lo tanto, tenemos que estar preparados, para así también evitar las cosas que han de venir y estar en pie delante del Hijo del Hombre.

Vamos a leer en Apocalipsis, capítulo 10, versos 1 en adelante, donde nos dice la Palabra del Señor:

“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.

Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;

y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.

Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.

Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,

y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,

sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.

La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.

Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.

Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.

Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para el estudio bíblico de hoy domingo de escuela bíblica es: “EL MISTERIO DE LA FE DE RAPTO CONTENIDA EN LOS SIETE TRUENOS”.

Lo más importante para la humanidad es la Segunda Venida de Cristo, luego de la Primera Venida de Cristo; porque la Venida del Señor tiene dos partes. La Primera ya se cumplió en la primera mitad de la semana número setenta de la profecía de las setenta semanas de Daniel, del capítulo 9 del libro del profeta Daniel; y restan tres años y medio de esa semana setenta, que será de trato de Dios con el pueblo hebreo; porque las setenta semanas corresponden al pueblo hebreo y su trato con Dios.

Cuando Cristo comenzó Su ministerio (cerca de 30 años)[1], comenzó la semana setenta; y cuando murió en la Cruz del Calvario —luego de Sus tres años y medio de ministerio— se paró allí la semana setenta en la mitad, y se abrió allí una brecha para Dios llamar un pueblo para Su Nombre, el cual formaría la Iglesia del Señor Jesucristo. Y el Día de Pentecostés vino el Espíritu Santo[2], y esto es Cristo en Espíritu Santo, el cual dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20).

Y en San Mateo, capítulo 18, verso 20, dice Cristo: “Donde estén dos o tres reunidos en Mi Nombre, Yo estaré”. ¿Cómo estaría? En Espíritu Santo.

Por lo tanto, del Día de Pentecostés hacia acá, Cristo ha estado tratando con Su Iglesia. Se detuvo el trato de Dios con Israel como pueblo, porque Dios trata con Israel como pueblo; pero con Su Iglesia Él trata como individuo: Él llama individuos de entre las naciones para colocarlos en Su Cuerpo Místico de creyentes, que es Su Iglesia, redimida por la Sangre de Cristo nuestro Salvador; y así tenemos el pueblo del Nuevo Pacto, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Recordemos que en la última cena del Señor Jesucristo Él tomó pan, dio gracias a Dios, y partió y dio a Sus discípulos, diciendo: “Comed, esto es Mi cuerpo”; o sea, tipificando, representando Su cuerpo en el pan. Y luego tomó la copa de vino, y dando gracias al Padre, luego dio a Sus discípulos y dijo: “Tomad de ella todos; porque esta es Mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. (San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29).

Y ahora, el vino representa la Sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario; y en memoria del Sacrificio de Cristo, de Su cuerpo y de Su Sangre, se toma la Santa Cena como un memorial, sabiendo que el pan representa el cuerpo de Cristo y el vino representa la Sangre de Cristo. No es que es la sangre de Cristo literalmente, sino que representa, es un memorial.

Y así ha estado la Iglesia del Señor Jesucristo, así como el pueblo hebreo estuvo bajo el Antiguo Pacto sacrificando un corderito pascual, representando el cordero pascual que había sido sacrificado allá en Egipto para la protección, la preservación de la vida de los primogénitos[3].

Y para la preservación de la vida de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, fue sacrificado el Cordero Pascual nuestro, del cual San Pablo en el capítulo 5, verso 7, de Primera de Corintios, dice: “Porque nuestra Pascua, la cual es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”.

Y ahora, así como Israel representaba a aquel cordero pascual que originalmente fue sacrificado en Egipto, manteniendo la Pascua anualmente, guardándola (ese memorial), así la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado teniendo ese memorial: cada vez que se reúne toma la Santa Cena, recordando que Cristo murió por nosotros en la Cruz del Calvario; y así ha llevado a cabo la preservación de la vida para todos los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que son los primogénitos de Dios; esos son los que son conceptuados los miembros del Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador.

En el capítulo 12 de Hebreos, versos 20… capítulo 12, verso 18 en adelante, para que tengamos el cuadro claro de estas palabras de San Pablo en el libro de los Hebreos:

Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad,

al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,

porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;

y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;

sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”.

“La congregación de los primogénitos” son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo; son los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.

“… a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.

A esto es a lo que nos hemos acercado en el Nuevo Pacto; ya no al monte Sinaí, ya no para estar guardando la Ley, sino estar bajo la Dispensación de la Gracia, bajo la Sangre, no de un animalito, sino la Sangre de Cristo, cubiertos con esa Sangre que nos limpia de todo pecado, nos mantiene limpios de todo pecado y preserva la vida de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Para la preservación de Vida, de vida eterna, es que vino el Cordero de Dios, del cual Juan el Bautista cuando lo vio dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” [4].

Por lo tanto, Cristo es el Cordero de Dios que fue representado en el cordero pascual allá en Egipto. Por lo tanto, la Ley bajo el Antiguo Pacto: el Antiguo Testamento e Israel, son el tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo. Tan sencillo como eso.

Nuestro Sábado es Cristo; estando en Cristo estamos siempre en Sábado, en descanso: “Venid a Mí todos los trabajados y cansados, y Yo os haré descansar”[5]. Si estamos en Cristo, estamos viviendo un eterno Sábado, un eterno descanso, en los brazos de nuestro Salvador.

Este es el misterio que está envuelto en la Primera Venida de Cristo.

Muchos pensaron: “Si es el Mesías, ¿cómo está hablando que va a morir, que lo van a matar?”. Los que no conocían el Programa de Dios podían pensar así; pero Jesucristo sabía, conocía, cuál era el Programa Divino para Su Primera Venida. Y por cuanto Él conocía el Programa de Dios que tenía que ser cumplido en Él y a través de Él, nos dice en San Juan, capítulo 10… San Juan, capítulo 10, versos 14 en adelante:

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas (dice que pone Su vida por las ovejas).

También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, son gentiles); aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.

Oirán la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo siendo predicado a través de la Dispensación de la Gracia, llamando y juntando las ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé vida eterna.

“Y habrá un rebaño”. Ese Rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, donde Él está como el Buen Pastor, y coloca Sus ovejas en ese Rebaño. Y el Pastor es Cristo por medio del Espíritu Santo, el cual guiaría a Su Iglesia y le revelaría todas las cosas.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar”.

Ponía Su vida en sacrificio por esas ovejas; y luego resucitaría: la volvería a tomar; y resucitó glorificado, y Su Sacrificio fue aceptado por Dios en el Cielo.

Por lo tanto, las ovejas regresarán a Dios; los hijos e hijas de Dios serán restaurados a Dios y a esa relación, a esa reconciliación entre el ser humano y Dios.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.

O sea que ya Él vino con un mandamiento divino, una comisión divina: para morir y luego resucitar; morir por esas ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé vida eterna.

Y en el capítulo 10, verso 22 en adelante, dice:

“Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,

y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente”.

Hay muchas personas y hubo muchas personas que querían saber si Él, Jesús, era el Mesías, era el Cristo, el Ungido; pero no para creer en Él, sino para ver cómo hacían para matarlo; porque el incrédulo, aun viendo la verdad no la puede creer. ¿Por qué? Porque es incrédulo.

Por lo tanto, la verdad no es para los incrédulos; es para los creyentes.

Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí…”.

Las obras que Cristo hacía en Nombre del Padre era el testimonio de que Jesús era el Cristo, porque las obras que Él estaba haciendo eran las profecías que hablaban acerca de lo que el Mesías llevaría a cabo, haría, en Su Venida. Ese era el testimonio del Padre, dando testimonio de las obras que el Mesías haría y estaban siendo hechas por Dios a través de Jesús.

“… pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho”.

O sea que no cualquier persona es una oveja del Señor para formar la Iglesia del Señor Jesucristo. Son las personas que están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, las ovejas del Padre que son dadas a Cristo para que las busque y les dé vida eterna. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”[6].

Son enviados de la eternidad a vivir en esta Tierra para hacer contacto con la Vida Eterna, que es Cristo, el cual le otorga vida eterna a todas esas personas que están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y que son los primogénitos de Dios.

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,

y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre uno somos”.

Ahora vean, estas son las ovejas del Padre, que son dadas a Cristo para que las busque y les dé vida eterna. Esas son las personas que escuchan el Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma (porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios[7], el Evangelio de Cristo), y creen, y dan testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador. O sea que es un milagro divino el que ocurre en las personas que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador.

En el libro de los Hechos, cuando San Pedro predicó, como tres mil personas creyeron[8]; y en la segunda predicación de San Pedro, como cuatro mil [cinco mil] personas[9]; y la Escritura dice que Dios añadía a Su Iglesia los que habían de ser salvos[10].

Los que han de ser salvos son los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo. Ya éramos conocidos de Dios, Él nos tiene escritos desde antes de la fundación del mundo en el Libro de la Vida del Cordero.

Por eso Cristo murió por los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, para la preservación de la vida eterna de esas personas que fueron colocadas en el Libro de la Vida del Cordero.

Dios no está escribiendo actualmente nombres en el Libro de la Vida del Cordero. Están escritos desde antes de la fundación del mundo. De eso es que nos da testimonio la Escritura en el libro del Apocalipsis, y también en el capítulo 12 de Hebreos.

Por ejemplo, en el capítulo 13 de Apocalipsis dice…, sobre los que adoraron a la bestia y a su imagen, dice [verso 8]:

Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”.

Y en Apocalipsis también hay otro lugar que nos habla de ese Libro: en el capítulo 17, verso 8, y dice:

La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será”.

O sea que los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero están escritos desde antes de la Creación. Nuestros nombres, por estar escritos allí, respondemos al llamado de Cristo por medio del Espíritu Santo a través del Evangelio de Cristo.

Cristo dijo: “Mis ovejas oyen Mi Voz, y me siguen, y Yo las conozco, y Yo les doy vida eterna; y nadie las arrebatará de Mi mano”. O sea que estamos seguros en las manos del Señor Jesucristo para vida eterna. Es el único que garantiza la vida eterna porque Él tiene la exclusividad de la vida eterna.

Bien dijo Él en San Juan, capítulo 14, verso 6, cuando dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por Mí”.

No hay otra forma de llegar a Dios, no hay otra forma en que las oraciones lleguen a Dios, sino en el Nombre del Señor, por medio de Cristo; no hay otra forma en que el ser humano pueda obtener la vida eterna, excepto a través de Cristo; no hay otra forma en que el ser humano pueda ser reconciliado con Dios, excepto a través de Jesucristo.

Por lo tanto, no hay otra persona que nos pueda llevar al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero, en el rapto o arrebatamiento de la Iglesia (que es bien conocido el tema por todos los que han leído la Biblia; creyentes o no creyentes, que hayan leído la Biblia).

Después de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, le sigue en importancia máxima: la Segunda Venida de Cristo, luego de las diferentes etapas por las cuales ha estado pasando la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual está bajo el Nuevo Pacto, cubierta con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, la única esperanza que hay para el ser humano es la Segunda Venida de Cristo, porque viene a Su Iglesia para buscarla y llevarla a la Cena de las Bodas del Cordero; para lo cual hay que tener la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Así como hemos recibido y hemos tenido fe para una transformación espiritual y un rapto espiritual, sacados del mundo en ese rapto espiritual y colocados en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios; tenemos que tener todos esa fe para poder estar colocados en el Cuerpo Místico de Cristo.

San Pablo, hablando de ese tema, en Colosenses nos dice que hemos sido trasladados de las tinieblas al Reino de Dios. Y así luego seremos físicamente trasladados de este reino terrenal al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero; a las Bodas del Cordero, a la cual yo he sido invitado. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Apocalipsis, capítulo 19, dice, verso 9 al 10, que son bienaventurados los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Vean, en el capítulo 1 de Colosenses, verso 13 al 14, dice… 12 al 14, dice:

… con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,

y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.

Podemos ver que Cristo nos ha libertado, nos ha librado de la potestad de las tinieblas, del reino de las tinieblas, del reino del maligno, y nos ha pasado al Reino de Dios, que es el Reino del Hijo de Dios, de Jesucristo.

Por eso cuando un cristiano muere va al Paraíso, al mundo de los espíritus de Dios, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo; y eso es un cuerpo espiritual: el espíritu de la persona, parecido al cuerpo físico, pero joven; sigue viviendo en un cuerpo espiritual parecido al cuerpo físico, al cuerpo humano, pero de otra dimensión: de la sexta dimensión, y joven.

Esperan ahí en el Paraíso hasta que Cristo salga del Trono del Padre, tome el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, y lo abra en el Cielo; y pase por el Paraíso y los traiga a la Tierra, y los resucite en cuerpos eternos, inmortales, glorificados, igual al cuerpo glorificado de Cristo, y jóvenes; y a los que estemos vivos nos transformará.

De eso es que se trata en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 11 en adelante, al 18; y también en Primera de Tesalonicenses, capítulo 5, verso 1 al 11. Porque Dios no nos ha colocado para ira sino para salvación en la Tierra; por lo tanto, no tenemos que pasar por la gran tribulación, que será en esos tres años y medio que le faltan al pueblo hebreo.

Y ahora, también da testimonio San Pablo en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58, en donde nos dice que la transformación será a la Final Trompeta: “Porque será tocada la Trompeta (la Trompeta de Dios)”; y la Trompeta es la Voz de Dios hablándole a Su Iglesia en el Día Postrero.

Así como en el Sinaí sonaba la Trompeta cuando Dios estaba hablando con Moisés. Siempre la Trompeta tiene un Mensaje de parte de Dios. Es Dios hablándole a Su pueblo. Como nos dice Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11:

Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta…”.

Una voz como de trompeta. No es que es una trompeta, sino que la Voz es como una trompeta, con un mensaje. Así como una trompeta cuando se suena en el ejército o en el gobierno o para la guerra tiene un mensaje. Los instrumentos musicales tienen un mensaje, y el que sabe de música puede decir lo que está hablando esa música.

… que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.

¿Y quién es el Alfa y Omega? ¿Quién es el primero y el último? Pues Jesucristo nuestro Salvador. Es Jesucristo hablando en el Día Postrero, así como ha estado hablando por medio de Su Espíritu en Su Iglesia desde el Día de Pentecostés hacia acá.

Recuerden que Él dijo que enviaría el Espíritu Santo, y también en otros lugares dice que el Padre enviará el Espíritu Santo; por lo cual, es Cristo en Espíritu Santo el que ha estado guiando a Su Iglesia de etapa en etapa.

Veamos, capítulo 14 de San Juan, verso 16, dice:

Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:

el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”.

Y en el capítulo 15, verso 26 al 27, de San Juan, dice:

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio”.

Y el Espíritu Santo ha estado dando testimonio de Cristo a través de la predicación del Evangelio, usando diferentes personas que han predicado a Cristo nuestro Salvador. Y todo esto ha estado sucediendo en la Iglesia del Señor Jesucristo.

También el Señor Jesucristo en el capítulo 16 de San Juan nos dice, verso 12 en adelante:

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.

Ahora, aquí establece Cristo que es el Espíritu Santo el que guiará a Su Iglesia a toda justicia, a toda verdad, y le revelará las cosas que han de venir; por lo cual, a través de los apóstoles (San Pedro, San Pablo y otros apóstoles) estuvo hablando el Espíritu Santo y revelando cosas que habrían de venir.

Tenemos la revelación del Apocalipsis, que da testimonio de las cosas que han de venir; y las cartas de San Pedro y de San Pablo, que dan testimonio de las cosas que han de venir.

Por lo tanto, Cristo ha estado cumpliendo lo que dijo: “También tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de Verdad (o sea, el Espíritu Santo), Él os hará saber las cosas que habrán de venir”. ¿Y dará testimonio de quién? De Cristo.

Por lo tanto, la Obra en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo es la Obra del Señor Jesucristo por medio de Su Espíritu usando diferentes instrumentos, diferentes miembros de Su Iglesia; porque Su Iglesia es la segunda Eva, y Jesucristo es el segundo Adán.

Por lo tanto, la ayuda idónea de Cristo es Su Iglesia; y por medio de Su Iglesia —en donde Él ha colocado diferentes ministerios— el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo, ha estado manifestándose y hablándole a Su Iglesia, y llamando y juntando a los escogidos de cada etapa de Su Iglesia.

Su Iglesia también está representada en el tabernáculo que construyó Moisés y también en el templo que construyó el rey Salomón. San Pablo dice que Su Iglesia es un Templo espiritual, formada por los creyentes en Cristo[11]; y por consiguiente, ese Templo es la Casa de Dios como Templo espiritual; así como cada creyente en Cristo también es un templo espiritual para morada de Dios en Espíritu Santo, así como el cuerpo físico de Jesús era y sigue siendo templo de Dios.

Nos recuerda eso el momento en que Jesús, en el capítulo 2 de San Juan, estando allá en el templo de Jerusalén, dice: “Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré”. Pero Él no hablaba del templo físico, pues el templo físico es solamente tipo y figura de Cristo, y también de Su Iglesia. Capítulo 2, verso 18 en adelante, dice:

Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

Mas él hablaba del templo de su cuerpo.

Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho”.

O sea, que el templo humano de Dios era Jesucristo, aquel cuerpo físico; y así como el templo de Salomón y el tabernáculo que construyó Moisés tenía atrio, lugar santo y lugar santísimo; todo ser humano tiene atrio, lugar santo y lugar santísimo.

El atrio es el cuerpo físico, el lugar santo es el espíritu de la persona, y el lugar santísimo el alma de la persona, o lo que es sinónimo de alma: el corazón.

Por eso se le ofrece la oportunidad a las personas que le den el corazón a Cristo para salvación y vida eterna; porque es en el corazón donde mora Dios, porque ese es el lugar santísimo del ser humano como templo humano, para Dios morar en él.

“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”, dice la Escritura[12]. Ahora… así dice San Pablo.

Y ahora, encontramos que también la Iglesia es un Templo espiritual, para morada de Dios en Espíritu Santo.

Hebreos, capítulo 3, verso 5 al 6, dice:

“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;

pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.

Y ahora, la casa de Dios como individuo es cada persona, un templo espiritual para Dios; y como Cuerpo Místico de creyentes, la Iglesia del Señor Jesucristo es un Templo espiritual.

Las diferentes etapas de la Iglesia entre los gentiles corresponden al Lugar Santo; y luego este tiempo en el cual vivimos corresponde al Lugar Santísimo de ese Templo espiritual.

Fue para morar en el lugar santísimo que Dios descendía en aquella Nube de gloria en los días de Moisés, y habitó en el lugar santísimo sobre el arca del pacto, sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro[13]; y nadie podía entrar a ese lugar, excepto el sumo sacerdote, con la sangre de la expiación, del día de la expiación.

Y por consiguiente, los que entraron fuera de tiempo, en el capítulo 10 de Levítico (los dos hijos de Aarón), llevando fuego extraño, fuego que Dios no había demandado, murieron allí quemados. Y en el capítulo 16, Dios le establece a Moisés que el sumo sacerdote es el único que podrá entrar una vez al año con sangre, la sangre del sacrificio de expiación, y no moriría el sumo sacerdote[14].

En el Cielo Cristo entró como Sumo Sacerdote al Lugar Santísimo del Templo celestial, y allí ha permanecido haciendo intercesión por todos los escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y no podrá salir de allí hasta que haya intercedido hasta por el último que formará parte de Su Iglesia. Así como hacía intercesión Aarón en el lugar santísimo con la sangre de la expiación.

Cuando Salomón dedicó el templo a Dios, también vino Dios en esa columna de nube y entró al templo[15], y moró sobre el propiciatorio, que es la tapa de oro que contiene los dos querubines de oro (uno a cada lado), y que es la tapa del arca del pacto; y en el arca del pacto están las tablas de la Ley y la vara de Aarón que reverdeció, y una vasija con maná[16].

Por lo tanto, todo eso es tipo y figura también de la Iglesia del Señor Jesucristo, y que la Segunda Venida de Cristo es para el tiempo del Lugar Santísimo de ese Templo espiritual, que es Su Iglesia, que es la Edad de Oro, la Edad de Piedra Angular; ese es el Lugar Santísimo de ese Templo espiritual.

Recuerden que el lugar santísimo estaba cubierto de oro por dentro y por fuera[17], y el arca del pacto estaba cubierta de oro también, y el propiciatorio era de oro puro, y los dos querubines también[18].

Y en el templo que construyó el rey Salomón, en adición colocó dos querubines de madera de olivo cubiertos de oro, gigantes, que con sus alas cubrían el arca del pacto[19]; porque representan a los Dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios, a los Dos Olivos. Ahí esos dos querubines de madera de olivo cubiertos de oro representan a los Dos Olivos con la presencia de Dios. Dios está representado en el oro, y los Dos Olivos representados en las ramas de olivo; de Zacarías, capítulo 4, versos 11 al 14; y Apocalipsis, capítulo 11, versos 1 al 14.

Los ministerios de los Dos Olivos son los ministerios que tienen que ver con el pueblo hebreo para el Día Postrero; por eso ellos reciben todo poder de parte de Dios, y se manifestará a través de esos ministerios el poder de Dios en toda Su plenitud.

Dice Apocalipsis 11 que aun tienen poder para cerrar el cielo, que no llueva en los días de su ministerio, o sea, por tres años y medio; y tienen poder para lo que ellos digan, lo que ellos pidan[20].

O sea que esos ministerios son el resultado del Librito abierto que es entregado en el Día Postrero a la raza humana, a la Iglesia del Señor Jesucristo. Será en medio de la Iglesia que estará ese Librito abierto, que contiene toda la revelación divina que la Iglesia necesita tener.

Y con los Truenos, que es la Voz de Cristo en medio de Su Iglesia, que estará revelando el misterio de la Segunda Venida de Cristo, recibiremos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; porque la Venida de Cristo a Su Iglesia en el Día Postrero como ladrón en la noche será para darnos la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

O sea, la fe de rapto, la fe de traslación, la dan las siete voces de Apocalipsis 10, que es la Voz de Cristo clamando como león y siete truenos hablando sus voces; o sea, revelando el misterio de Su Venida a Su Iglesia para una transformación física, así como la revelación de la Primera Venida de Cristo nos da la fe para una transformación espiritual —tan sencillo como eso—, y para ser sacados del reino de las tinieblas y colocados en el Reino de Luz, en el Reino de Cristo.

Así también la revelación de la Venida de Cristo a Su Iglesia nos dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de la Bodas del Cordero.

Por lo tanto, estaremos escuchando la Voz de Cristo como León, clamando, hablándonos como León; y esa Voz hablando consecutivamente, Voz tronante, es la Voz de los Siete Truenos, la Voz de Cristo, revelándonos el misterio de Su Venida en el Día Postrero a Su Iglesia; como Él lo hizo allá entre Sus discípulos, revelándoles a ellos Su Primera Venida para darles la fe para salvación y vida eterna.

Esa es la revelación para salvación y vida eterna, para sacarnos del mundo y llevarnos al Reino de Cristo al oír la predicación del Evangelio de Cristo. Y luego, para ser transformados, nos dará la fe, la revelación, de Su Segunda Venida, de Su Venida a Su Iglesia. Dice que vendrá como ladrón, como ladrón en la noche[21].

Por lo tanto, es Su Iglesia los que van a ser transformados, los que lo verán, lo recibirán y lo escucharán, y lo verán cumpliendo las promesas que han sido hechas para Su Iglesia, para Su Venida a Su Iglesia en el Día Postrero, para darnos la fe para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero; y eso será, pues, la Venida del Hijo del Hombre como el relámpago que sale del oriente y se muestra en el occidente[22].

El oriente es allá el Medio Oriente, donde fue Su Primera Venida, donde el Hijo del Hombre estuvo manifestado en carne humana.

Cuando se habla de Hijo del Hombre… Recuerden que hay unos títulos de Hijo que corresponden al Señor. Hijo de Abraham, heredero de todo lo que Dios le prometió a Abraham, toda la tierra de Israel. Hijo de David, heredero del Trono de David y Reino de David. Hijo de Dios, heredero de los Cielos y de la Tierra, de toda la Creación. Hijo del Hombre, heredero del planeta Tierra con todo lo que tiene.

Y como Hijo del Hombre, Él en Su Primera Venida era un profeta. Un profeta como Moisés, es la promesa de la Venida del Señor, de la Venida del Hijo del Hombre.

Eso fue prometido en Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 al 19: que Dios levantaría un profeta como Moisés y que pondría Su Palabra en su boca, y que él hablaría todo lo que el Señor le mandare; y el que no escuchare la Palabra que él hablará en Su Nombre, Dios le pedirá cuenta.

Hubo profetas después de Moisés y antes de Moisés también, que eran llamados videntes; pero Moisés fue un profeta dispensacional, el profeta y mensajero de la Dispensación de la Ley, de la quinta dispensación; y luego vino Jesús, un profeta como Moisés, profeta mensajero de la sexta dispensación, la Dispensación de la Gracia; y Su Segunda Venida, para la Dispensación del Reino, cumplirá nuevamente esa profecía.

Por eso los judíos están esperando la Venida del Mesías. Y cuando hablan de la Venida del Mesías, ¿qué es lo que están esperando? Un hombre. Y cuando ellos están esperando la Venida del Mesías: saben que Elías vendrá primero, y que vendrá predicando, proclamando la paz imperecedera.

O sea que estarán esperando un hombre, porque ellos saben que Elías tiene que venir para restaurar todas las cosas; va a restaurar a Israel, lo va a restaurar a Dios; como hizo allá en los días del profeta Elías restaurando a las diez tribus de Israel que se habían apartado a la idolatría.

Luego vino Eliseo, que vino a ser un hombre, un profeta con la doble porción, la cual él pidió que viniera una doble porción del Espíritu que estaba en Elías, la cual vino sobre Eliseo[23]. Por lo tanto, él fue el segundo Elías, el espíritu ministerial de Elías operando en otro hombre: Eliseo.

Después vino el Espíritu de Dios operando el ministerio de Elías en Juan el Bautista; y después vino el Espíritu de Dios operando el ministerio de Elías en el reverendo William Branham, para la edad pentecostal; y vendrá por quinta ocasión el ministerio de Elías siendo operado por el Espíritu Santo, para tratar con Israel.

Y ese ministerio o espíritu de Elías estando en la cuarta manifestación en medio del cristianismo, en la séptima etapa de la Iglesia gentil, continuará y operará por quinta ocasión, para llevar la Palabra de Dios a Israel y restaurar a Israel, restaurarlo a Dios y a Su Palabra.

Y el ministerio de Moisés también se repetirá; porque Moisés y Elías son los Dos Olivos de Zacarías, capítulo 4; y Apocalipsis, capítulo 11.

Esos ministerios se repetirán en el Día Postrero; por eso los judíos están esperando, no literalmente al profeta Elías, sino a un hombre como el profeta Elías; y están esperando un hombre como Moisés, un profeta como Moisés. O sea que están esperando un precursor y están esperando un precursado. Están esperando al que les preparará el camino, les hablará de la paz imperecedera, que está en el Mesías-Príncipe de Isaías, capítulo 9.

El Príncipe de Paz es el único que puede traer la paz para Israel y para el mundo entero, y establecer Su Reino, poner fin al imperio de los gentiles, que está en los pies de hierro y de barro cocido; y esa Piedra, que es la Venida de Cristo, crecer y formar un Reino que cubrirá toda la Tierra[24]. Ese es el Reino del Mesías prometido para los judíos y para la Iglesia del Señor Jesucristo.

La capital será Jerusalén, porque allí está el Trono de David, la ciudad de David, la Ciudad de Dios, el lugar escogido por Dios para Su Trono; y Jerusalén será el lugar principal del mundo, la capital del mundo. ¡Miren qué bendición tienen los judíos! Y todo el territorio de Israel, el que tiene y el que será más grande en el Reino Milenial, será el Distrito Federal. Y desde ahí saldrá la paz para todas las naciones, porque estarán bajo el reinado del Mesías, del Hijo de David.

Recuerden que el Ángel Gabriel le dijo a la virgen María que Dios le dará el Trono de David y reinará sobre Israel para siempre[25].

Por lo tanto, tenemos que estar preparados. Israel ya está en su tierra como una nación libre y soberana, esperando a Elías: “He aquí, yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. No sea que yo venga y con maldición hiera la Tierra”. (Malaquías, capítulo 4, versos 1 al 6).

Por lo tanto, Israel está con los ojos bien abiertos; pero primero Cristo tiene un compromiso con Su Iglesia-Novia, que es la segunda Eva, donde Él ha estado en Espíritu Santo manifestándose, de etapa en etapa, de edad en edad, y llamando y juntando a Sus escogidos en Su Iglesia. Cuando haya completado Su Iglesia, entonces se tornará a Israel.

Por lo tanto, ellos están esperando que Su Iglesia sea completada, la Iglesia del Señor Jesucristo, y luego Dios les abrirá los ojos espirituales para que vean el Programa Divino.

“EL MISTERIO DE LA FE DE RAPTO CONTENIDA EN LOS TRUENOS DE APOCALIPSIS, CAPÍTULO 10”.

Por lo tanto, la promesa es que Cristo estará hablando en este tiempo final con Voz de León de la tribu de Judá, como León; y que lo que nos estará hablando en forma consecutiva con Voz tronante nos dará la fe para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

¿De qué nos estará hablando? De Su Venida; de Su Venida como León, de Su Venida a Su Iglesia para darnos la fe, la revelación, de Su Venida; y así darnos la fe para nuestra transformación; porque estaremos escuchando y recibiendo la revelación de Su Venida a Su Iglesia en el Día Postrero, al Lugar Santísimo de Su Templo espiritual, que es la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo; en donde también estarán los Dos Olivos, que son los ministerios de Moisés y de Elías; y donde Cristo se estará manifestando en el Día Postrero en toda Su plenitud, para bendecir a Su Iglesia, y subir la fe al nivel para transformación y rapto de Su Iglesia.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de este tema: “EL MISTERIO DE LA FE DE RAPTO CONTENIDA EN LOS TRUENOS”, en los Truenos de Apocalipsis, capítulo 10.

Que Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dios les bendiga y les guarde a todos.

Nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

“EL MISTERIO DE LA FE DE RAPTO CONTENIDA EN LOS TRUENOS”.

[Revisión abril 2018 – octubre 2023]

[1] San Lucas 3:23

[2] Hechos 2:1-4

[3] Éxodo 12:1-13, 12:21-28

[4] San Juan 1:29

[5] San Mateo 11:28

[6] San Lucas 19:10

[7] Romanos 10:17

[8] Hechos 2:14-42

[9] Hechos 4:1-4

[10] Hechos 2:47

[11] Efesios 2:19-22

[12] 1 Corintios 3:16

[13] Éxodo 25:22, 40:34-35

[14] Levítico 16:1-34

[15] 1 Reyes 8:10-11; 2 Crónicas 5:11-14, 7:1-2

[16] Hebreos 9:3-4

[17] 1 Reyes 6:20, 2 Crónicas 3:8

[18] Éxodo 37:1-9, Hebreos 9:7

[19] 1 Reyes 6:23-28, 2 Crónicas 3:10-13

[20] Apocalipsis 11:6

[21] 1 Ts. 5:2, 2 P. 3:10, Ap. 16:15

[22] San Mateo 24:27

[23] 2 Reyes 2:9-15

[24] Daniel 2:34-35, 44-45

[25] San Lucas 1:30-33

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