Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones, ministros e iglesias. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos nosotros, y nos abra las Escrituras y el entendimiento para comprender, y nos suba la fe al grado máximo para nuestra transformación. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Leemos en el capítulo 15 de San Mateo, versos 21 al 28, el caso de la mujer cananea, la cual, por supuesto, era gentil:
“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!
Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema para esta ocasión es: “HÁGASE CONFORME A TU FE”. O sea, “CONFORME A TU FE SEA HECHO”.
A través de la Escritura encontramos diferentes casos en que Jesús le dice a las personas: “Sea conforme a tu fe”, o “tu fe te ha salvado”, como le dijo a la mujer que tenía flujo de sangre y tocó el borde del vestido del Señor, y fue sanada[1]. Por lo tanto, hay un misterio en el tema de la fe.
El apóstol Pablo nos dice [Hebreos 11:1]:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.
O sea que la fe es muy importante para todos los seres humanos. Se requiere la fe para creer en la Palabra de Dios y para creer que hay un Dios Todopoderoso, y por consiguiente, para comprender que hay una vida después de esta vida terrenal y que no somos los únicos que existimos: hay vida también en otras dimensiones; porque son siete dimensiones, y por consiguiente hay vida en otras dimensiones.
Pero las personas no saben cómo es la vida en otras dimensiones, no saben cómo será; la mayor parte de las personas no saben cómo será la vida después de la muerte física; porque estamos aquí en la Tierra para vivir solamente una temporada, y después salir para vivir, diríamos, en otro mundo, en otra dimensión.
Así como usted nace y vive en la Tierra, perteneciente a una familia, a una casa, de acuerdo a la familia en la cual usted nació; así también, de acuerdo a la casa, a la familia espiritual en la cual y a la cual usted pertenece, será su vida.
La vida espiritual trasciende a: después de la muerte, en donde ya la persona no puede hacer nada de – decidir si quiere otra clase de vida; porque eso se decide estando en esta Tierra. Y hay solamente dos cosas que deciden a dónde la persona va a ir; y eso es la fe, y la duda o incredulidad.
Por eso Jesús, cuando mandó a predicar el Evangelio en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 17, dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será (¿qué?) condenado”. Tan sencillo como eso.
No es como algunas personas piensan, que hay que estudiar mucho para ir al Cielo, o que no hay que saber nada, o que cualquier religión que tenga la persona es suficiente. Cristo dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por Mí”[2]. O sea que nadie va para el Cielo y nadie se allega a Dios, a menos que sea por medio de Cristo, que es el Sumo Sacerdote del Templo celestial.
Y así como el pueblo de Israel, para acercarse a Dios dependía de los sacrificios que Dios había establecido, y de la intervención del sumo sacerdote pasando al lugar santísimo el día diez del mes séptimo, el “día de la expiación”[3], con la sangre del cordero de expiación, el macho cabrío por Jehová, que era sacrificado…; y luego su sangre llevada por el sumo sacerdote al lugar santísimo en una vasija, el cual tomaba de la sangre y esparcía sobre el propiciatorio siete veces.
Y luego también llevaba el incensario, que tiene que ver con las oraciones de la confesión del pueblo y del sumo sacerdote, para que esas oraciones, en donde se pedía la misericordia —cada uno como individuo, y el sumo sacerdote también—… Y la presentaba ante Dios y llegaba a Dios.
Primero pasaba – también pasaba por el lugar donde estaba el lugar para ofrecer las oraciones (que es el lugar donde el padre de Juan el Bautista, Zacarías, se encontró con el Ángel Gabriel)[4], allá en el altar del incienso, donde las oraciones subían a Dios. Y luego el sumo sacerdote pasaba al lugar santísimo con el incensario, y se llenaba de humo el lugar santísimo; y aparecía allí Dios en medio de los dos querubines de oro; y obtenía, el sumo sacerdote, el perdón y misericordia para el pueblo (él entraba unas cuantas veces, de acuerdo a lo que correspondía en el mandato divino).
Y todo esto después, en el Nuevo Pacto, en el Nuevo Testamento, también se tiene que cumplir de etapa en etapa.
Ahora, encontramos que se requiere la fe para tratar con Dios, y Dios tratar con las personas. La Escritura dice: “Sin fe es imposible agradar a Dios”[5]. Y si Dios no está agradado con la persona, ¿cómo va Dios a tratar con la persona? ¿Y cómo la persona, si no está agradando a Dios, cómo va a tratar con Dios?
Se requiere la fe, se requiere creer en la Palabra de Dios, que es el pensamiento divino, el pensamiento de Dios expresado en forma de letra, para que lo tengamos y sepamos y conozcamos la Mente de Dios.
Estos pensamientos de Dios han salido de Dios el Padre, por medio del Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, que es el Ángel del Pacto. Y en palabras más claras, es Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Por eso San Pablo en el capítulo 2 del libro a los Corintios… Capítulo 2 del libro a los Corintios, versos 8 en adelante, dice…, el verso 7 en adelante, dice [Primera de Corintios]:
“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio…”.
O sea que el Evangelio y las cartas apostólicas, y en el libro del Apocalipsis, todo eso es sabiduría; pero sabiduría de Dios para el ser humano.
Recuerden que en los libros, y actualmente en las computadoras, está almacenada la sabiduría de las generaciones pasadas y de esta generación en que vivimos.
En la Biblia está almacenada la sabiduría de Dios de tiempos pasados, y se ha estado almacenando más sabiduría de Dios de etapa en etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Se comenzó a almacenar sabiduría de Dios para el Nuevo Pacto en los tiempos de Jesús, en los tiempos de los apóstoles y en el tiempo de los mensajeros de cada etapa de la Iglesia entre los gentiles.
Entre los gentiles, el apóstol Pablo es el mensajero más sabio de todos, y luego el reverendo William Branham; y por eso es que la Iglesia entre los gentiles ha estado usando también las cartas apostólicas, que contienen el sentido o interpretación de los evangelios, o del Evangelio, que está distribuido en los cuatro tomos llamados Evangelio según San Mateo, Evangelio según San Marcos, Evangelio según San Lucas, y Evangelio según San Juan.
Y el libro de los Hechos es el libro de los hechos del Espíritu Santo en los días de los apóstoles allá en Israel; y que también incluyó los hechos del Espíritu Santo entre los gentiles en aquel tiempo de San Pedro y de San Pablo, porque el Evangelio vino a los gentiles por medio de San Pedro y San Pablo; y [San Pedro] en la casa del centurión romano[6], y luego a través de San Pablo entre los gentiles, el cual fue el mensajero para los gentiles[7].
Y por eso es que hasta nuestro tiempo se continúan usando las cartas apostólicas de San Pablo, que tienen la revelación divina del Programa de Dios para el Nuevo Pacto, para así la Iglesia del Señor Jesucristo estar bien fundamentada en todo lo correspondiente al Nuevo Pacto.
Y por eso luego los mensajeros de las siguientes etapas o edades de la Iglesia mantuvieron las cartas apostólicas, y sobre todo las cartas del apóstol San Pablo, que es el que establece la o las doctrinas en medio del cristianismo.
También tenemos el libro del Apocalipsis, que muestra la revelación de Jesucristo en Su Iglesia, o sea que muestra cómo Jesucristo se ha revelado, porque Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Nos muestra cómo ha sido todo. O sea que nos muestra lo que pasó, lo que está pasando y lo que sucederá en el futuro. Pasado, presente y futuro, contiene el libro del Apocalipsis, que es la revelación de Jesucristo para Su Iglesia.
La lectura que estamos teniendo dice, hablando de esa Sabiduría:
“… la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
¿Para quién? Para nosotros; y por consiguiente, para los creyentes que vivieron en otras edades, los cuales disfrutaron también de esta sabiduría divina.
Por lo tanto, la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, es la sabiduría divina expresada en forma de letra, traída por el Espíritu Santo a través de seres humanos, en los cuales se manifestó el Espíritu Santo para traer la revelación divina de todas las cosas que es necesario que los seres humanos… y sobre todos los que estén en el Pacto vigente de su tiempo.
“Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu…”.
¿Cómo vino esa revelación? Por el Espíritu Santo, que es Cristo en Su cuerpo angelical.
El mismo Cristo dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. San Mateo 28, verso 16 al 20. Y San Mateo 18, verso 20.
Pero Él dijo en San Juan también, capítulo 16, verso 12 en adelante… Lo cual indica que cuando estuvo en la Tierra no reveló todo lo que Él tenía para Su Iglesia:
“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad (o sea, el Espíritu Santo), él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere (todo lo que oyere ¿de quién? Del Padre)…”.
[Verso 15] “… por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
Y el capítulo 14, verso 26, de San Juan, dice:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
El Evangelio ha sido el Espíritu Santo recordando todas las cosas que Cristo dijo. Y fue, por consiguiente, escrito lo que el Espíritu Santo le recordó a los apóstoles, del ministerio de Cristo y las cosas que Él habló y que Él llevó a cabo.
En el capítulo 15, verso 26, dice [San Juan]:
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad (o sea, el Espíritu Santo), el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio”.
O sea que el que viene para dar testimonio de Cristo es el Espíritu Santo. Y luego los apóstoles que estuvieron con Jesús, en los cuales estaba el Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés, estuvieron dando testimonio ¿de quién?, de Cristo; y todos los creyentes con sus mensajeros, de edad en edad, también han estado dando testimonio de Cristo; porque Cristo en Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia usando seres humanos, y todavía está. Él dijo: “Estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Esta es la Sabiduría que ha sido escrita en la Biblia y que todavía encontramos que, cosas que no estaban ampliadas, han estado siendo ampliadas por el Espíritu Santo a través del reverendo William Branham. Y todavía continuarán siendo ampliadas más, a medida que llegue el tiempo para su cumplimiento.
Y lo que ha sido prometido para nuestro tiempo, va a cumplirse. Se tiene que cumplir porque es la Palabra prometida de Dios para todos los creyentes en Cristo.
Y ahora continuamos en el capítulo 2 de la carta de Primera de Corintios. Nos detuvimos donde dice [verso 10]:
“Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”.
O sea que aun lo profundo de Dios el Padre, el Espíritu Santo, que es Cristo en Su cuerpo angelical, el Ángel del Pacto… A través del Ángel del Pacto es que viene la revelación de Dios el Padre a Su pueblo que está en el Pacto vigente correspondiente al tiempo que está viviendo. Por eso como fue con el pueblo hebreo luego es con la Iglesia del Señor Jesucristo.
Toda revelación de Dios obligatoriamente tiene que venir por medio del Espíritu Santo, que está en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, ninguna otra revelación para el tiempo final puede venir de otra forma; tiene que venir en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo a través del instrumento que Él tenga para ese tiempo. Y es confirmada la Iglesia en la revelación que ya ha venido recibiendo de parte del Espíritu Santo de etapa en etapa.
Y no puede poner otro fundamento, sino el que ya está escrito, que es Jesucristo.
“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”.
Hemos visto que la revelación viene a la Iglesia por medio del Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto, que es el cuerpo angelical de Dios, que es la imagen del Dios viviente, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual y a través del cual Dios creó todas las cosas.
Por eso es que no puede ser entendida de otra forma la revelación de Dios el Padre a través de Jesucristo.
Vean, Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 3, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
Los postreros días son… Recuerden que un día delante del Señor, para los seres humanos es como mil años[8]. (Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8).
Y ahora, los postreros días delante de Dios son el quinto, sexto y séptimo milenio; así como los días de la semana son… los días finales o postreros días son: jueves, viernes y sábado. Por consiguiente, cada uno de esos tres días está representado en un día de la semana también; y por eso el séptimo día de la semana bajo el Pacto de la Ley es el “día de reposo”, el día de Dios, para ser dedicado a Dios y todas las cosas del Programa de Dios, de las – de actividades espirituales para el pueblo hebreo.
Y en términos proféticos de tiempo, el séptimo día o Día Postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá. Tan sencillo como eso.
Y así como el día sábado es llamado el “día del Señor” allá en el Pacto bajo la Ley, el día séptimo delante de Dios (que es el séptimo milenio) es el Día del Señor: el Día para el Reino del Señor, el Reino Milenial.
Y las palabras de Cristo cuando dijo que el Hijo del Hombre es Señor del Sábado[9]… Vean, porque es un día para el Señor. El séptimo milenio es el día, delante de Dios, el Día del Señor, para Su Reino Milenial; en donde yo estaré. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Recuerden las palabras de Cristo a la mujer que tuvo flujo de sangre y fue sanada; le dijo: “Tu fe te ha salvado”. Salvación, sanidad. Y recuerden que las cosas de Dios son por fe, y recibimos las bendiciones de Dios por fe; porque “la fe viene por el oír la Palabra del Señor”[10]. La escuchamos, la leemos, la creemos con el alma. “Porque con el corazón (el alma) se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”[11].
Por lo tanto, cuando hablamos de esas promesas las estamos confesando de acuerdo a lo que creemos en el corazón.
Pero si la persona las lee y después habla de ellas, y dice: “Pero yo no sé si eso sea verdad o no”, está confesando incredulidad. Por lo tanto, para ella esas promesas no serán cumplidas. Es para los de la fe de Abraham, que son hijos e hijas de Dios, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.
Recuerden que cuando la persona cree, no está razonando, está creyendo. Se razona en el espíritu de la persona. Se cree en el alma de la persona.
Por eso Cristo decía siempre: “Como creíste te sea hecho”, le dijo a la mujer cananea, que era gentil, y que Cristo señala a los gentiles como perrillos (era la forma de aquel día). Y también encontramos que a los judíos, en cuanto a la agricultura, los señala como la higuera, o sea, es el simbolismo en la Biblia.
Ahora, la mujer que fue sanada con tocar solamente una parte de la vestidura de Cristo, como punto de contacto…; porque ella creía que si tocaba esa parte del vestido de Cristo sería sanada. Y se activó el poder, porque su fe creyó que tocando solamente el vestido de Cristo sería sanada. Y el poder de Dios que estaba en Cristo salió de Cristo hacia la mujer, la cual obtuvo sanidad. Y Cristo le dice: “Tu fe… Hija, tu fe te ha salvado”. Es también así que decimos cuando recibimos sanidad, decimos: “Dios, Cristo, me salvó de esa enfermedad”.
Se requiere la fe, porque la fe está en el alma de la persona. La fe o la duda se activa, porque el ser humano tiene libre albedrío.
Cuando la persona lee o escucha la Palabra de Dios, por la fe – por la Palabra de Dios viene la fe; y la actitud correcta frente a la Palabra de Dios es creer. “La fe viene por el oír la Palabra de Dios”.
Al creer, pues está usando la fe, porque fe es creer; está creyendo sin lugar a dudas. No tiene que razonar nada. Lo dice la Palabra de Dios, lo dice Dios; y por consiguiente eso es así, lo entienda o no lo entienda.
Porque el entendimiento viene en la parte del espíritu de la persona, adonde luego pasa esa Palabra que creyó —acompañada de la fe—; y entonces comienza a tener mayor conocimiento de lo que creyó, sabiendo que era la Palabra de Dios, la Voz de Dios, y que le dio esa fe, esa fe genuina, la cual se agarró de esa Palabra; sabiendo que sin fe es imposible agradar a Dios. Y lo contrario es: con fe es posible agradar a Dios.
Es importante, entonces, que al saber lo que es Palabra genuina de Dios la dejemos entrar a nuestra alma; y después va a pasar al espíritu de la persona para obtener un conocimiento amplio acerca de esa Palabra que creyó de todo corazón. Por eso los creyentes en Cristo son hijos de Abraham, son de la fe de Abraham.
¿Podría entender, podría entender él y Sara, la promesa que Dios les hizo o le hizo a Abraham de que tendría un hijo[12], y ya tenía 75 años de edad? Y pasaban los años y no llegaba. Si él se ponía a razonar, diría: “Como que yo malentendí a Dios”.
Pero cuando Dios habla, uno lo cree tal y como está ahí, aunque no lo entienda; después —más adelante— lo entenderá.
Como le dijo Jesús a Pedro[13]: “Lo que no entiendes ahora, lo entenderás después”: “No te busques problemas con tratar de entender lo que no entiendes ahora. El Espíritu Santo os enseñará todas las cosas. Por lo tanto, vendrá una enseñanza en donde vas a obtener conocimiento de lo que no puedes comprender ahora”.
Entre los gentiles Cristo halló una fe grande. Hay fe pequeña y fe grande. A los discípulos, cuando estaban en la embarcación, y la embarcación estaba por hundirse a causa de los vientos y la tempestad en el mar de Galilea, y estaban todos temerosos…; y Jesús estaba descansando. Lo despiertan y le dicen: “No tienes cuidado de nosotros, ¡mira que perecemos!”. Y Él les dice “¿Dónde está vuestra fe?”.
Le habló a los vientos, a la tempestad, que cesara; y cesó. Y entonces los discípulos dicen entre ellos: “¿Quién es este hombre que aun le habla a los vientos y a las aguas, y le obedecen?”[14]. ¿Sería que no sabían quién era Él todavía?, ¿que era el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios viviente hecho carne?
Ahora, recuerden que el mar también representa naciones, pueblos y lenguas; la embarcación representa a la Iglesia del Señor Jesucristo; y la tempestad: las tempestades o problemas por las cuales pasa la Iglesia; pero Él ha estado siempre en la barca, en la travesía, de un lado al otro.
Siempre hay un momento en que, digamos, como que es despertado; y eso es de edad en edad. Cuando aparece el mensajero de cada edad, ahí Él tiene que despertar la Palabra, hacerla viva, y cumplir todo lo que Él ha prometido; porque esa es una Palabra viva; porque Él y Su Palabra son una misma cosa.
Ahora, le dijo Cristo a la mujer samaritana: “¿Qué quieres?”. Y ella le dice lo que quería (recuerden que la mujer samaritana era gentil); y Él le habla la Palabra, y ocurrió lo que ella creía.
Es que Jesucristo tenía poder absoluto sobre toda la Creación; por eso Él decía: “El Hijo del Hombre tiene poder”. Y así por el estilo para resucitar o sanar a los enfermos. Porque era Dios en Él velado en carne humana, manifestando Su poder por medio del Espíritu Santo obrando en el velo de carne llamado Jesús.
Por eso Jesucristo decía: “El Padre mayor es que Yo”[15]. Como el ser humano ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios —alma, espíritu y cuerpo—, lo más grande en usted y en mí, como seres humanos, es nuestra alma.
Por eso cuando se habla de la salvación se dice: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”[16]. No dice: “Si pierde su cuerpo”. “Perdiere su alma”; porque el alma es lo que en realidad es la persona, es la esencia del ser humano.
Así como Cristo decía: “El Padre mayor es que Yo”, así usted puede decir: “Mi alma es mayor que yo, que este cuerpo físico que tengo”. Y es mayor que el espíritu también, porque el espíritu es un cuerpo de otra dimensión.
Para los judíos se esperaba que pusiera las manos sobre ellos, pero para los gentiles: hablar la Palabra.
Aunque en algunas ocasiones han pedido que se coloque las manos sobre ellos. Y el mismo Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”[17].
O sea que no hay ningún problema; pero cuando entre los gentiles llegan personas con una fe como la de la mujer cananea, que era gentil, y como el centurión romano que le dice: “No soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la Palabra y mi siervo sanará”. Dice: “Yo soy hombre puesto con autoridad y digo a este: ve, y va; digo a este: haz esto, y lo hace”. Y le dice: “Di solamente la Palabra y mi mozo sanará”. Y Cristo dice: “Grande es tu fe”, o sea: “no he hallado fe tan grande en Israel, como la de este gentil”[18].
O sea que la fe a nivel grande estaría en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles, cuando comenzaran las etapas de la Iglesia gentil.
Es por la fe que alcanzamos las promesas de Dios. No trate de alcanzar las promesas de Dios por el intelecto, porque se va a decepcionar.
Esté seguro que usted lo cree de todo corazón, aunque no lo entienda. El entendimiento viene más adelante, cuando eso que usted creyó de todo corazón luego pasa al espíritu, para de ahí pasar al cuerpo y materializarse; y la persona permanece y espera como Abraham: que esperó 25 años por la promesa.
Cuando tenía 99 años siempre Dios le aparecía en diferentes ocasiones confirmándole la promesa. Y en la última vez que se la confirmó, dijo: “El próximo año ya viene el niño prometido”[19]. Para lo cual, teniendo 99 años de edad, o ya habiendo comenzado el año 100, tuvo que ser rejuvenecido, porque ya estaba anciano, muy anciano. Y Sara con 89 años, ¿quién iba a esperar un niño de una ancianita de 89 años? Solamente uno: su esposo. Su esposo creía que ella iba a tener el niño prometido. Ella no lo creía. Por eso le dio de compañera a su sierva Agar, para que tuviera el niño que él estaba esperando[20].
Ella lo razonó: “¿No tiene que ser con una joven que puede concebir?”. Pensó que ella ya no tenía… no pasaba por esa etapa mensual que pasan las mujeres; y ya, por consiguiente, científicamente no puede concebir una mujer que ya ha terminado ese ciclo de vida; pero Abraham creía que sí, que a través de ella, porque Dios lo había prometido.
¿Hay alguna cosa imposible para Dios? No la hay. Si no la hay, entonces, como Dios ha prometido, así Él hará en el tiempo correspondiente.
Recuerden que en la edad de 100 años de Abraham es el segundo ciclo de año de jubileo. A los 50 años es el primer jubileo de Abraham. Porque el año del jubileo es el año cincuenta siempre[21]; y tuvo que esperar cincuenta años más para llegar al ciclo de año de jubileo, para recibir una transformación y tener al hijo prometido, el hijo de Abraham: Isaac.
Y el primer Año de Jubileo para el pueblo de Dios, en el término profético, fue cuando Jesús estuvo sobre la Tierra. Era Edad de Piedra Angular aquella, porque la Piedra Angular era Cristo[22]; y ese ciclo divino trajo la bendición después, en la Cruz del Calvario, del Sacrificio de Expiación; y también trajo el Día de Pentecostés, que es día cincuenta también. El Día de Pentecostés se cumplió en Año de Pentecostés.
Y para esperar la segunda parte de la lectura que Él tuvo de Isaías, capítulo 61, versos 1 al 3, donde dice: “Y para predicar el año de la buena voluntad de Jehová…”. Y después dice: “Y el día de venganza del Dios nuestro”. Allí se detuvo. No leyó esa parte porque solamente cumpliría en aquel tiempo: “para predicar el año de la buena voluntad de Jehová”. (San Lucas, capítulo 4, versos 16 en adelante).
Es que la segunda parte: “para proclamar el día de venganza del Dios nuestro”, es para la Segunda Venida del Hijo del Hombre; es para este tiempo final en donde se estarán proclamando los juicios divinos que vendrán sobre la raza humana; para lo cual se requiere que la Iglesia esté en el ciclo divino de Edad de Piedra Angular.
Y ese es el ciclo divino para la Iglesia ser rejuvenecida, como Abraham y Sara fueron rejuvenecidos, para que nazca el Isaac prometido; o sea, la Venida del Mesías a Su Iglesia y luego al pueblo hebreo; y para que sean transformados todos los creyentes en Cristo del tiempo final. Recuerden que la Iglesia está representada en Sara.
Así que, conscientes de que estamos viviendo después de las siete edades de la Iglesia, y que así como vino el precursor de la Primera Venida de Cristo en la séptima edad o etapa de la Iglesia hebrea bajo la Ley, y después que hizo la introducción (con su Mensaje introdujo al Mesías): luego vino el Mesías para una nueva etapa: la etapa de Piedra Angular.
En medio del cristianismo ya han transcurrido siete edades, y el mensajero precursor de la Segunda Venida de Cristo ya vino y se fue; pero su Mensaje, que precursa la Segunda Venida de Cristo, ha quedado en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, tal y como él precursó la Segunda Venida de Cristo, así se cumplirá. Y nosotros lo creemos de todo corazón. Y lo veremos materializado, y entonces lo entenderemos. Mientras tanto, lo creemos de todo corazón.
El reverendo William Branham dijo: “Este Mensaje introducirá a Cristo al mundo”[23]. O sea que será de acuerdo a como ya fue profetizado.
En el mensaje “¿Cuál es la atracción en el Monte?”[24], él dice: “Vendrá uno en un burrito pequeño – en un burrito…”, haciendo referencia a lo que pasó dos mil años atrás[25], y dice:
“[119] … sin duda y sin denominación, clamando (y el pueblo pues, por supuesto, también): ‘¡Hosanna al Rey que viene en el Nombre del Señor!”.
Está citando aquello para mostrar que habrá una repetición para una nueva y en una nueva dispensación. Como pasó allá, se repetirá acá. Los detalles también están en el mensaje del reverendo William Branham.
Por ejemplo, también dice: “Del oriente…”, o sea, la Luz que brilló en el oriente, en Su Venida allá; pero dice: “¿Dónde brillará, resplandecerá, la Luz en este tiempo? En el occidente”[26].
El oriente es el Medio Oriente allá, y brilló o resplandeció en Israel, y cubrió todo el Medio Oriente. Y Cristo en Espíritu Santo, esa Luz, ha venido del oriente, pasando por Asia Menor, Europa, Norteamérica, continente americano, que consta de Norteamérica y de Suramérica y el Caribe.
Y de Norteamérica y en Norteamérica estuvo la Luz, Cristo, en el reverendo William Branham, y en la etapa que le correspondió a él en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. Estuvo alumbrando esa Luz, como les alumbraba en el desierto a los judíos por cuarenta años[27].
De la parte norte se moverá a otro lugar, en donde habrá una Gran Carpa Catedral; y se moverá ahí para tener la manifestación más grande de toda la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo. Y eso dará cumplimiento a lo que Él dijo: “Del occidente vendrá un Jinete en un caballo blanco. Recorreremos esta senda una vez más”[28].
Si Elías recorre… El ministerio de Elías recorrió la senda en Elías Tisbita; por segunda vez, en Eliseo con una doble porción; por tercera vez, el Espíritu Santo operó el ministerio de Elías por tercera ocasión en Juan el Bautista; y por cuarta ocasión, el Espíritu Santo operó el ministerio de Elías en el reverendo William Branham.
Porque los ministerios corresponden al Espíritu Santo; Él es que tiene ministerios; y los opera en medio de Su pueblo en la dispensación, en el tiempo y Pacto que está vigente para cada ocasión.
Y si recorre nuevamente el ministerio de Elías, sería por quinta ocasión; lo cual corresponde a los Dos Olivos, Moisés y Elías, de Zacarías, capítulo 4, verso 11 al 14; y de Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14. Ahí es, bajo esos ministerios, que recorrerá el camino nuevamente.
Y eso será lo que verán los judíos, y dirán: “Esto es lo que nosotros estamos esperando”. Porque ellos están esperando a Elías, que vendrá precursando la paz imperecedera, proclamando la paz imperecedera, la cual será en el Reino del Mesías; o sea que vendrá para introducir el Reino del Mesías.
Y también están esperando a Moisés, un profeta como Moisés, lo cual fue Jesucristo, el Hijo del Hombre, en Su Primera Venida; y será lo mismo en Su Segunda Venida.
Y ya parece que con lo que les he dicho en cuanto a ese tema es suficiente, para que lo puedan comprender hasta donde convenga.
Recuerden que eso está ligado al Séptimo Sello, está ligado a la Voz de los Siete Truenos, la Voz de Cristo como León; está ligado a la proclama del día de venganza del Dios nuestro; está ligado a la Tercera Etapa en la Visión de la Carpa. O sea que cuando ese tiempo llegue se van a estar cumpliendo esas grandes profecías en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y la Voz de los Siete Truenos, la Voz de Cristo como León, estará hablándonos, revelándonos el misterio, el misterio de Su Venida; y estará dándonos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; así como le confirmó la fe, confirmó en la fe a Abraham en el último año que le apareció para confirmarle la fe del hijo prometido y le trajo una transformación; lo cual estamos esperando.
En este tiempo Él nos estará confirmando la promesa de la transformación y el rapto para todos los creyentes en Cristo, que estarán en el ciclo divino del Año de Pentecostés o Año de Jubileo, para una transformación física, un arrebatamiento físico en cuerpos glorificados; en donde, así como Elías fue arrebatado al Cielo en un carro de fuego[29], los creyentes serán llevados en carros de fuego a la séptima dimensión, a la dimensión de Dios, para la fiesta más importante del universo, para la fiesta más importante que se haya llevado a cabo en el Cielo: la Cena de las Bodas del Cordero.
“CONFORME A TU FE SEA HECHO”.
¡Yo lo creo de todo corazón!, lo entienda o no lo entienda.
Estamos en el ciclo divino igual al tiempo en que Abraham recibió la visita de Elohim, de Dios, con los Ángeles Gabriel y Miguel.
También en medio de la Iglesia en el Día Postrero, así como estuvieron Ángeles con el reverendo William Branham, y Elohim (Dios) manifestado en él; para este tiempo final estará también Dios en Espíritu Santo; y estarán los ministerios de los Dos Olivos, que corresponden a los ministerios de Gabriel y Miguel, que visitaron a Abraham con Elohim[30], y luego pasaron a visitar a Lot[31], por el cual Abraham estuvo intercediendo[32]; porque aquel era el tiempo en que el mundo gentil, los habitantes de las ciudades de Sodoma y Gomorra y ciudades cercanas, iban a ser destruidos con fuego del cielo. Y este tiempo es también para el día de venganza del Dios nuestro, para el mundo ser quemado con fuego atómico en una Tercera Guerra Mundial.
Las naciones que se han apartado de Dios tendrán ese castigo. Y el anticristo y su reino —el reino de los gentiles— será quitado, y establecido el Reino del Mesías, el Reino de Cristo, donde estarán todos los creyentes en Cristo como reyes, sacerdotes y jueces.
Algo grande se avecina, algo grande está por suceder; y por eso nos está preparando para sacarnos de aquí antes que caiga el juicio divino sobre la Tierra.
No hay lugar seguro en este planeta Tierra; el lugar seguro está en Cristo; y Él nos llevará a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre celestial. Y cuando haya pasado el juicio regresaremos a la Tierra, ya como reyes y sacerdotes y jueces, con cuerpos glorificados, jóvenes y eternos, como el cuerpo glorificado que Cristo tiene.
Y si el cuerpo que usted tiene, tiene algún defecto, ¡no se preocupe! El que Él nos va a dar no tiene falla. Será el cuerpo que Dios diseñó para usted y para mí desde antes de la fundación del mundo.
Y ahora no se preocupe en preguntarse cómo va a ser ese cuerpo. El que lo va a dar lo sabe, que es lo importante. No va a ser a petición nuestra, sino a decisión de Dios; y ese será el cuerpo perfecto que Él diseñó para nosotros desde antes de la fundación del mundo.
Así que a mí no me preocupa si voy a ser bajito o alto, o gordito o delgado. Eso fue un asunto de Dios desde antes de la fundación del mundo. Y lo que Dios decidió es lo mejor para mí. ¿Y para quién? Para cada uno de ustedes también.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “CONFORME A TU FE SEA HECHO”.
Dios les bendiga y les guarde a todos.
“HÁGASE CONFORME A TU FE (CONFORME A TU FE SEA HECHO)”.
[Revisión septiembre 2015- noviembre 2023]
[1] Mt. 9:20-22, Mr. 5:25-34, Lc. 8:43-48
[2] San Juan 14:6
[3] Levítico 16:3-34
[4] San Lucas 1:8-12
[5] Hebreos 11:6
[6] Hechos 10:1-48
[7] Hechos 13:47
[8] Salmos 90:4
[9] Mt. 12:8, Mr. 2:28, Lc. 6:5
[10] Romanos 10:17
[11] Romanos 10:10
[12] Génesis 12:1-4, 15:1-6
[13] San Juan 13:7
[14] Mt. 8:23-27, Mr. 4:35-41, Lc. 8:22-25
[15] San Juan 14:28
[16] Mt. 16:26, Mr. 8:36-37, Lc. 9:25
[17] San Marcos 16:18
[18] San Mateo 8:5-13, San Lucas 7:1-10
[19] Génesis 18:9-15
[20] Génesis 16:1-16
[21] Levítico 25:10-12
[22] Isaías 28:16
[23] Citas, pág. 119, párr. 1058
[24] 65-0725E “¿Cuál es la atracción en el Monte”, párr. 119
[25] Mt. 21:1-10, Mr. 11:1-11, Lc. 19:28-40, Jn. 12:12-19
[26] Citas, pág. 69, párr. 593
[27] Éxodo 13:21-22
[28] Citas, pág. 166, párr. 1485
[29] 2 Reyes 2:11
[30] Génesis 18:1-8
[31] Génesis 19:1-29
[32] Génesis 18:16-33