Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Reciban mis saludos, obispo Luis Moreno y su esposa Linda Idrovo, del Ecuador, y también obispo Pablo Real, de Argentina, y todos los ministros presentes, y también los que están en otras naciones conectadas con esta transmisión vía satélite y también por internet.
Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
En Romanos, capítulo 5, nos dice el apóstol San Pablo… verso 6 en adelante, dice:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“DÍA DE VICTORIA”.
Dios muestra Su amor pleno al enviar a Cristo para morir por nosotros; esa es la muestra del amor de Dios más grande para el ser humano. No hubo animalitos que pudieran quitar nuestros pecados, solamente los cubrían con la sangre de los sacrificios, pero no era quitado el pecado; solamente aquellos sacrificios eran tipo y figura de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario para quitar nuestros pecados.
Por eso Juan el Bautista cuando estuvo bautizando, en una ocasión vio a Cristo y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”[1]. Cristo no cubre el pecado, sino que lo quita. Es como el blanqueador o el cloro, que no cubre las manchas sino que las quita; y si las quita, estamos justificados delante de Dios, como si nunca hubiésemos pecado.
Ahora, Cristo siendo nuestro Salvador, siendo nuestro Pariente Redentor, es nuestro hermano mayor; por eso dice en Hebreos, capítulo 2: “He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”. Y por eso también dice: “Anunciaré a mis hermanos tu nombre”.
Cristo se identificó como nuestro hermano mayor, el cual vino por Sus hermanos menores para restaurarlos a la vida eterna.
El ser humano cayó en el Huerto del Edén y perdió la Vida, la vida eterna; solamente le quedó la vida temporal, que se ha devaluado tanto que ya no es como en los tiempos de Matusalén, que duraban novecientos y algo de años, y en el tiempo de Noé también. Ya se ha contaminado tanto la vida humana, el cuerpo físico, que ya llegar a 100 años es una gran victoria; llegar a 100 años, pero con mucho trabajo se llega a esa edad.
Pero Dios envió a Cristo para restaurar a todos los hijos e hijas de Dios, restaurarlos a la vida eterna. Están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y por consiguiente Cristo murió por esas personas que son llamadas también los primogénitos de Dios escritos en el Libro de la Vida del Cordero. Son representados en los primogénitos de Israel allá en Egipto, por los cuales murió un corderito en cada familia, para la preservación de la vida de aquellos primogénitos.
Y Cristo murió por mí, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes también, para la preservación de nuestra vida; para ser preservado para toda la eternidad.
[San Juan 3:16] “… de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Por lo tanto, nuestra victoria es Cristo. Él nos da la victoria contra el enemigo, nos da la victoria contra la muerte; por eso hay promesas divinas que hablan de una resurrección en cuerpos eternos para los creyentes en Cristo. No van a resucitar en cuerpos mortales porque volverían a morir; es en cuerpos glorificados, eternos, inmortales y jóvenes para toda la eternidad.
Así como Cristo está glorificado y está tan joven como cuando subió al Cielo, así también yo voy a estar. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Porque esa bendición no es solamente para mí, es para todo aquel que cree en Cristo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo bajo el Nuevo Pacto, han sido representados en los que vivieron en el Pacto Antiguo, que son los hebreos; por eso ellos tenían los tipos y figuras que representaban el cristianismo, el cristianismo en tipos y figuras en el Pacto Antiguo.
Luego en el Nuevo Pacto tenemos la realidad: La Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por todos los creyentes en Cristo es el pueblo del Nuevo Pacto, es el pueblo donde se hacen realidad todos los tipos y figuras que Dios le ordenó al pueblo hebreo llevar a cabo.
Por ejemplo, Israel tenía el sacrificio del cordero por los primogénitos, y en el Nuevo Pacto tenemos el Sacrificio del Cordero de Dios, Cristo, por los primogénitos del Nuevo Pacto. Los creyentes en Cristo, si no ocurría el problema del Huerto del Edén, estaríamos en esta Tierra desde los días de Adán y Eva; esos eran los hijos que Adán y Eva tenía que tener.
O sea que Cristo vendría, y la descendencia de Cristo seríamos nosotros. Por eso Cristo es el segundo Adán, porque es el que restaura a todos los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; los restaura a la vida eterna, los reconcilia con Dios.
Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por los creyentes en Cristo, es lo más grande que Dios tiene en la Tierra; a tal grado que es representada en un templo. El tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón son tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por eso en aquel tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, cuando fue terminado (terminada la construcción) y fue dedicado a Dios, vino la presencia de Dios y entró al templo, y se colocó dentro del lugar santísimo[2], sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro, que es la tapa del arca del pacto donde estaba la Palabra: las tablas de la Ley.
Y la Iglesia ahora, nos dice la Escritura que es el Templo de Dios bajo el Nuevo Pacto; el Templo de Dios es el Cuerpo Místico de Cristo, es el lugar de morada de Dios. Y cuando sea completado ese Templo, cuando se complete con todos los que formarían la Iglesia, entonces la presencia de Dios en toda Su plenitud vendrá, y habrá una manifestación tan poderosa como nunca antes ha ocurrido en la historia de la humanidad.
Durará poco tiempo, pero estará aquí esa manifestación poderosa de Dios; porque si es un templo, al concluirse, al completarse con piedras, piedras vivas (como dice San Pedro en Primera de Pedro, capítulo 2, versos 4 al 9), nos dice que somos piedras vivas para ser un Templo santo en el Señor; es un Templo que va creciendo de etapa en etapa. Así como una construcción: a medida que le colocan piedras o bloques va creciendo. Se comienza de abajo hacia arriba; y después en la cúspide, se llega ahí al tope; esa es la etapa para ser colocada la Piedra del Ángulo: la Segunda Venida de Cristo.
Allá, dos mil años atrás, en la Primera Venida de Cristo, allí estaba la Piedra del Ángulo, la Piedra de corona para la Iglesia del Antiguo Pacto, la cual fue rechazada; pero el Reino sería dado a otro pueblo, sería dado a otra gente que produciría los frutos de Él[3]. Eso es la Iglesia del Señor Jesucristo en el cual – en quien se están cumpliendo las promesas divinas.
El único pueblo que está bajo un Pacto con Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo, porque ya estamos en el Nuevo Pacto desde el Día de Pentecostés hacia acá.
El Sacrificio para el Nuevo Pacto, fue derramada la Sangre de ese Sacrificio en la Cruz del Calvario. Recuerden a Cristo en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29 diciendo… al tomar el pan, dando gracias partiendo, dice a Sus discípulos: “Comed de él todos, porque esto es Mi cuerpo”. Tipificó Su cuerpo en el pan. Y tomando la copa de vino y dando gracias al Padre, da a Sus discípulos y dice: “Tomad de ella todos, porque esta es Mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
Y ahora, bajo el Nuevo Pacto no hay sacrificios de animalitos; ya eso era la sombra y figura de lo que vendría más adelante: un solo sacrificio perfecto, es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. No necesitamos tampoco otro sacrificio; cuando ya hay algo perfecto, ya no hay necesidad de algo adicional.
Y ahora bajo el Nuevo Pacto, así como Dios obró bajo el Pacto Antiguo con el pueblo de Israel, ha estado obrando en el Nuevo Pacto con el pueblo del Nuevo Pacto, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. Y así como Dios moraba en medio del pueblo hebreo, ahora ha estado morando por alrededor de dos mil años en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
La Iglesia ha estado pasando por diferentes etapas, pero con Cristo caminando a su lado, Cristo en Espíritu Santo. Y Cristo en Espíritu Santo es el Ángel del Pacto que libertó a Israel de la esclavitud en Egipto.
Recuerden que Cristo dijo en San Juan, capítulo 8, versos 54 al 56: “Abraham vuestro padre deseó ver Mi día; y lo vio, y se gozó”. Le dicen los judíos: “Aún no tienes 50 años ¿y dices que has visto a Abraham?”. Cristo les dice: “Antes que Abraham fuese, Yo soy”.
Es que Cristo es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; por eso viene a establecer un Nuevo Pacto: “Esta es Mi Sangre del Nuevo Pacto”. Y aún más, bajo el Nuevo Pacto todas las bendiciones de la redención pertenecen a los creyentes que son parte y que están dentro del Nuevo Pacto. Es la bendición más grande para una persona: estar dentro del Nuevo Pacto en la etapa de la Iglesia en la cual usted está viviendo.
Vean lo que dice Primera de Timoteo, capítulo 3, versos 14 en adelante, San Pablo escribiéndole a Timoteo le dice:
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.
La Casa de Dios: el Templo de Dios: la Iglesia del Señor Jesucristo.
También cada creyente en Cristo como individuo es un templo humano, un templo espiritual; como también lo fue Cristo cuando dijo en San Juan, capítulo 2: “Destruyan este templo, y en tres días Yo lo levantaré”. Pensaban que Él estaba diciéndole a las gentes que destruyeran el templo literal que estaba allí; o sea que lo estaban mirando como un terrorista.
Porque eso fue de las cosas que le sacaron a la luz allá, el sumo sacerdote, cuando lo estaba juzgando, y unos acusadores que decían: “Dijo que destruyéramos el templo y Él lo iba a edificar, a levantar en tres días”. Pero dice el mismo capítulo 2 de San Juan: “Pero Él hablaba de Su cuerpo, de Su templo, Su cuerpo”.
Somos templo de Dios, nuestro cuerpo físico es un templo humano; por eso es que viene el Espíritu de Dios al ser humano, para habitar en el ser humano. Así como habitó en el tabernáculo que construyó Moisés, y como habitó en el templo que construyó Salomón, y como habitó Dios en Jesús, ha estado habitando en seres humanos que son templo de Dios.
Y por consiguiente, siendo un templo, el ser humano tiene atrio, lugar santo y lugar santísimo; el atrio: el cuerpo; lugar santo: el espíritu de la persona; y lugar santísimo: el alma de la persona.
Por eso el alma, que es el lugar más importante, que es lo que en realidad es la persona: es el lugar en donde Dios habita. Por eso también corazón, el corazón es sinónimo del alma.
Por eso cuando se le da la oportunidad a las personas, de recibir a Cristo como Salvador, se les dice: “Dale tu corazón a Cristo”, o “dale tu alma a Cristo”. Recuerden que el alma es lo que en realidad es la persona. El espíritu de la persona es un cuerpo de otra dimensión, un cuerpo del mundo de los espíritus; y el cuerpo físico es de esta Tierra, es terrenal. Por eso cuando muere: “Del polvo fuiste tomado, al polvo volverás”[4].
Ahora, tenemos aparentemente unos cuantos templos: el ser humano como templo humano, la Iglesia también como templo humano compuesto por seres humanos, un Templo espiritual.
Así como viene el Espíritu de Dios a la persona, para morar en la persona, siendo un templo humano para morada de Dios en espíritu… Como decía San Pablo: “¿No saben ustedes que son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”[5]. Así también viene Cristo en Espíritu Santo a Su Templo, compuesto por los creyentes en Él, a Su Iglesia. Pues Él lo prometió: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. San Mateo, capítulo 28, verso 16 al 20, principalmente el verso 20. Y en el capítulo 18, verso 20, de San Mateo, también dice: “Donde estén dos o tres reunidos en Mi nombre, Yo estaré”.
Así que Cristo ha estado en Espíritu Santo en medio de Su pueblo, en medio de Su Iglesia, en medio del pueblo del Nuevo Pacto, por alrededor de dos mil años; y todavía continúa en medio de Su Iglesia.
Y cuando complete Su Iglesia, se habrá completado la construcción de ese Templo espiritual, de ese Templo Místico de creyentes en Cristo.
Y cuando se completa una construcción hay una dedicación, como la dedicación que hizo Moisés del tabernáculo que construyó; y vino Dios y moró en ese templo. ¿Y cómo hizo Salomón cuando construyó el templo? Lo dedicó a Dios; y Dios vino y moró en él.
Ahora, la Venida del Señor es al Nuevo Templo, al Templo compuesto por seres humanos. Y por esa causa están las promesas de la Segunda Venida de Cristo a Su Templo, a Su Iglesia; porque es a Su Iglesia que Él viene, para transformar a los que estén vivos y llevarlos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero; y los que murieron, resucitarlos en cuerpos glorificados.
Y habrá una reunión en el tiempo final, en el Día Postrero, una reunión de todos los que murieron en el pasado siendo resucitados en la Venida del Señor a Su Iglesia, y una transformación para los que estén vivos; y todos entonces serán jóvenes; serán personas glorificadas, con cuerpos glorificados, cuerpos eternos, cuerpos inmortales. Eso es lo que Cristo tiene para todos los creyentes en Él para el Día Postrero.
Y dice en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21… Es importante siempre saber qué ha prometido Dios para los creyentes en Él, porque no es un asunto de ir a la Iglesia y decir: “Yo creo en Dios”; es importante saber también, conocer también, cuáles son las promesas y cuáles son las responsabilidades delante de Dios de todo creyente. Capítulo 3, verso 20 al 21, de Filipenses:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.
Cualquier persona puede decir: “Mi ciudadanía está en el país donde yo nací”. Esa es la ciudadanía de su nacimiento según la carne; pero del nacimiento… del nuevo nacimiento es en el Reino de Dios; ha sido trasladado del reino de las tinieblas al Reino de Dios; ha nacido en el Reino de Dios como una nueva criatura. Así que tenemos doble ciudadanía: la terrenal y la celestial; y por lo tanto, doble beneficio, doble bendición.
“… de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo…”.
¿Ven? ¿Quién es el que está esperando la Venida del Señor? Los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, o en palabras más claras, el cristianismo. Dice:
“… el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra…”.
Transformará nuestro cuerpo físico: lo hará inmortal, glorificado y joven como Su propio cuerpo. Vamos a ver:
“… el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”.
Para que sea nuestro cuerpo, ¿cómo?, semejante al cuerpo de la gloria Suya; para que seamos como Él.
Como es nuestro hermano mayor, seremos también nosotros físicamente. A todo lo que Cristo es heredero, también lo son los creyentes en Cristo. Cristo es el heredero de toda la Creación, pero los creyentes en Cristo son coherederos con Él. Cristo es la Estrella resplandeciente de la Mañana, los creyentes son estrellas también. Cristo es la Luz del mundo, y Cristo dice: “Vosotros sois la luz del mundo”[6].
¿Ven? A todo lo que Cristo es heredero lo son también los creyentes en Cristo, que son Sus hermanos. Y Cristo es el Padre de la Familia, de esa Familia del segundo Adán; Cristo es el segundo Adán, y Su Familia, Su descendencia, Sus hijos son los creyentes en Él.
Y ahora, en la Cruz del Calvario obtuvimos la victoria, Él la obtuvo para nosotros; y cuando resucitó, obtuvo la victoria sobre la muerte; y cuando resucite… cuando lo recibimos como Salvador, obtenemos la victoria también; y cuando perseveramos, sirviéndole a Cristo en las buenas y en las malas, estamos obteniendo la victoria también. Y cuando seamos transformados obtendremos la victoria en contra de la muerte física, porque obtendremos la inmortalidad física que tanto necesitamos.
Pero ya tenemos vida eterna, lo que sucede es que el cuerpo físico todavía es terrenal; cuando sea glorificado será un cuerpo con vida eterna, no vida temporal.
Pero en esperanza y en fe permanecemos esperando Su Venida a Su Iglesia, al pueblo del Nuevo Pacto, para recibirle cuando venga con los santos que durmieron y los resucite, y luego nos transforme a nosotros. Los veremos y entonces seremos transformados; y está la promesa que habrá un rapto o arrebatamiento para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
¿Cómo vamos a ir allá? No hay aviones, no hay medio de transportación; pero no se preocupen: Elías se fue en un carro de fuego[7], Cristo subió también[8]. Los carros de Dios se cuentan por millares. Los carros de fuego, los ovnis o platillos voladores que llaman, esos han estado todo el tiempo.
Cuando Abraham fue visitado por Elohim y los dos Ángeles que estaban con Elohim[9] —que eran Gabriel y Miguel— eran personas que vinieron con un propósito a la Tierra; son extraterrestres, según se piensa; pero recuerden, estaban primero que nosotros en la Tierra.
O sea que Dios ha estado siempre en la Tierra, y en muchas ocasiones se ha dejado ver, se ha revelado, se ha dado a conocer a los seres humanos; lo cual lo ha hecho en una Columna de Fuego, en una nube; y en otras ocasiones vestido de un cuerpo de carne, como pasó cuando Melquisedec le apareció en el capítulo 14 del Génesis a Abraham; y como ocurrió cuando visitó a Abraham antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y comió con Abraham.
O sea que ha habido visitas de Dios a la Tierra en forma visible a aquellos a los cuales les ha aparecido. Moisés deseó verlo y Dios le dijo: “No me verá hombre y vivirá”. Lo colocó en la roca y le dijo: “Yo pasaré proclamando el Nombre de Jehová, y luego quitaré Mi mano; y entonces verás Mis espaldas, o Mi espalda”[10]. Las espaldas como un hombre, como la vieron otros; como Jacob, que luchó con el Ángel de Dios y venció[11].
Hay que luchar para vencer, luchar por la bendición de Dios.
Ese Ángel que a Josué también le apareció con una espada en la mano[12] es el Comandante en Jefe de las huestes celestiales, es Cristo en Su cuerpo angelical.
Recuerde que el Ángel del Pacto es Cristo en Su cuerpo angelical; por eso cuando vino dos mil años atrás, estaba cumpliendo la profecía de Malaquías, capítulo 3, donde nos dice que enviará Su mensajero delante de Él. Vamos a ver cómo lo dice para…
Recuerden que Jesucristo es la persona más importante de Dios en la Tierra y también en el Cielo. Por Él fueron hechas todas las cosas y para Él[13]. Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ese fue Juan el Bautista); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el Ángel del Pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
¿Quién enviaba a Juan el Bautista? ¿A quién Juan el Bautista le estaría preparando el camino? Al Señor, al Ángel del Pacto; o sea, a Dios en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, vestido de un velo de carne llamado Jesús. Tan sencillo como eso. Por eso en Jesús moró la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso Cristo decía: “El Padre que mora en Mí, Él hace las obras”[14].
Y ahora, habrá un DÍA DE VICTORIA para todos los creyentes en Cristo, cuando Cristo complete Su Iglesia, tome el Título de Propiedad en el Cielo, que es el Libro sellado con siete Sellos, de Apocalipsis, capítulo 5 y capítulo 10, y lo traiga a la Tierra; y cumpla Su Venida a Su Iglesia como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Es importante saber cómo fue la Primera Venida de Cristo: como Cordero; y Su Segunda Venida será como León de la tribu de Judá, como Rey y como Juez. Por lo tanto, las profecías correspondientes a Su Segunda Venida serán cumplidas en este tiempo final.
Por eso cuando Cristo leyó Isaías, capítulo 61, y llegó a la parte donde decía: “Para predicar el año de la buena voluntad de Jehová”, ahí se detuvo[15]; y no leyó la otra parte de ese verso, que decía: “y el día de venganza del Dios nuestro”, porque el día de venganza es para ser cumplido en Su Segunda Venida.
Ese es el cambio que habrá de Cristo como Cordero a León, como Sumo Sacerdote a Juez y Rey. Él es la raíz y linaje de David, la Estrella resplandeciente de la Mañana[16]. Él es el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis, capítulo 19. Él vendrá a reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa; y será un día de victoria la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia.
Es importante que todas las personas que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y nace la fe de Cristo en su alma, si no lo han recibido todavía, lo reciban lo más pronto posible; porque cuando Él venga, ya no habrá oportunidad para recibirlo como Salvador, ya lo van a recibir los que ya lo recibieron como Salvador; lo van a recibir en Su Segunda Venida para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Continúen todos pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“EL DÍA DE VICTORIA”.
[Revisión diciembre 2023]
[1] San Juan 1:29, 1:36
[2] Éx. 40:34-35, 1 Rey. 8:10-11, 2 Cro. 5:11-14
[3] San Mateo 21:43
[4] Génesis 3:19
[5] 1 Corintios 3:16
[6] San Mateo 5:14
[7] 2 Reyes 2:11
[8] Hechos 1:9-11
[9] Génesis 18:1-8
[10] Éxodo 33:20-23
[11] Génesis 32:24-30
[12] Josué 5:13-15
[13] San Juan 1:3
[14] San Juan 14:10
[15] San Lucas 4:16-21
[16] Apocalipsis 22:16