Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, y ministros compañeros en el ministerio, y a todos los hermanos e iglesias y ministros en todos los países.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; nos abra las Escrituras y el entendimiento para comprenderlas. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión desde esta mañana, en otras actividades importantes también, y ahora en unos momentos muy importantes, que tienen que ver con nuestra alma, con el alimento que nuestras almas necesitan.
Para lo cual quiero leer una Escritura en San Juan, capítulo 10, verso 9 en adelante, y dice:
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
Y luego el verso… los versos siguientes, dicen [verso 22]:
“Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,
y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.”
Esta Escritura nos habla de un grupo de personas que están representadas en ovejas, las cuales Cristo vino a buscar y a salvar. Esas son las que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo.
De eso es que habla Cristo también en San Lucas, capítulo 19, versos 9 en adelante… nuestro tema es: “EL GRAN PROPÓSITO DE DIOS CON SUS HIJOS.”
Hay un propósito divino por el cual yo estoy en esta Tierra, ¿y quien más? Cada uno de ustedes también, y es importante conocer ese propósito divino, del cual Cristo dice en San Lucas, capítulo 19, versos 9 en adelante, cuando fue a la casa de Zaqueo:
“Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
O sea que viene a buscar seres humanos que estaban perdidos en el reino de las tinieblas, que tuvieron que nacer en el reino de las tinieblas, el reino del maligno, por causa del problema que hubo en el Edén, en donde el enemigo de Dios, el diablo, se apoderó del reino terrenal.
Y el Título de Propiedad que Adán tenía en su mano, retornó a Dios, a la diestra de Dios; y ese Libro es el Libro sellado con siete sellos de Apocalipsis, capítulo 5, que luego de abrirlo en el capítulo 5 y abrirlo en diferentes sellos, luego lo trae en Apocalipsis, capítulo 10.
Luego de abrir los Sellos, lo trae abierto en Su mano Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; lo trae abierto en Su mano, para tornarlo a la raza humana, a los hijos e hijas de Dios, porque a ellos es que pertenece, porque ellos son los herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro. A todo lo que es heredero, lo son también los creyentes en Cristo; esas son las ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé vida eterna.
Son esas personas que vendrían a formar la Iglesia del Señor Jesucristo: la Iglesia, la congregación de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; representados en aquellos primogénitos de Israel que estaban allí en Egipto. Para lo cual hubo que sacrificar, cada padre de familia, un corderito, para que se preservara la vida de ese primogénito, porque de otra forma morirían también los primogénitos hebreos juntamente con los primogénitos egipcios que tenían que morir en esa noche de la Pascua.
San Pablo dice: “Nuestra Pascua, la cual es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.” Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7. O sea que la Primera Venida de Cristo tuvo un propósito en favor de todos los que vendrían a ser los creyentes en Cristo, los cuales están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. No es que van a ser escritos, es que están escritos desde antes de la fundación del mundo en el Libro de la Vida del Cordero.
En Apocalipsis también nos habla (en el capítulo 13, verso 8; y capítulo 17, verso 8) acerca de ese Libro, que también es el Libro de los Sellos, o sellado con siete sellos, el Título de Propiedad de toda la Creación, Título de Propiedad de la vida eterna, donde están los que van a vivir eternamente, los creyentes en Cristo.
Ese Libro tiene dos secciones: una, la sección del Libro de la Vida, donde cualquier persona escrita allí puede ser borrada si no se ajusta a la Palabra de Dios. Y otra sección llamada el Libro de la Vida del Cordero; de ahí nadie puede ser borrado, porque ahí están escritos los nombres de los que formarían la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo; son los Primogénitos de Dios escritos en el Cielo desde antes de la fundación del mundo. Esos escuchan la Voz de Cristo, la Voz del Buen Pastor, lo reciben como Salvador, son bautizados en agua en Su Nombre, Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en ellos el nuevo nacimiento; y así entran, nacen en el Reino de Dios; y tienen, entonces, no solamente ciudadanía terrenal, sino ciudadanía celestial también, porque uno tiene la ciudadanía del sitio en que nace, así es normalmente.
Por eso es que San Pablo, en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
San Pablo dice que a Cristo están sujetas todas las cosas, sean principados, sean dominios, todo está sujeto a Cristo; porque en un reino todo está sujeto al que está sentado en el trono: al rey. Y Cristo dijo que Él se sentaría a la diestra de Dios en el Cielo. Cuando subió al Cielo glorificado se sentó en el Trono de Dios, a la diestra del poder de Dios. Lo llegaron a ver, por ejemplo Esteban, cuando fue a morir vio al Cielo abierto y al Hijo del Hombre sentado en el Trono de Dios; y así también San Pablo hablaba de que Cristo estaba sentado a la diestra de Dios. ¿Y Cristo estará de acuerdo con eso, que digan eso? Él mismo dijo que se iba a sentar a la diestra de Dios. San Mateo, capítulo 26, verso 64.
Pero vamos a verlo, a ver qué dice después que está resucitado, vamos a ver qué Él nos dice con relación a eso que Él dijo que sucedería con Él. En Apocalipsis, capítulo 3, verso 20 al 21, nos dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Y por cuanto este pasaje está hablando para la iglesia de la Laodicea, que es la última etapa de las siete edades, vean ustedes, no dice: “Entraré a él, y desayunaré con él”; porque si era desayuno tiene que ser en la primera edad. “Almorzaré con él…” Si es el almuerzo tiene que ser a la mitad de las edades; para allá por Europa sería que se llevaría a cabo ese almuerzo. Si era desayuno, eso era allá en Israel y el Medio Oriente, todo el Medio Oriente en el territorio que San Pablo era el mensajero. Pero si dice cenar, entonces se refiere al tiempo de la tarde; y el tiempo de la tarde corresponde al continente americano, que incluye Norteamérica, Centroamérica, el Caribe, Suramérica, Latinoamérica. Siempre el tiempo de la cena es en la tarde.
Aunque el tiempo de la cena en América, luego los que están por Oriente digan: “No es realmente cena porque estamos al mediodía,” al mediodía para los del Oriente, por allá China, Japón, Rusia y otros lugares por allá. Pero para el territorio donde se está cumpliendo la promesa es ese tiempo. O sea, que tiene que ver con el tiempo del territorio, el horario del territorio, y así por el estilo. Y aquí dice:
“…si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
O sea que la bendición está para el tiempo de la cena; y es para el tiempo de la cena también, que están anunciadas las Bodas del Cordero y la Cena de las Bodas del Cordero; y es en el Occidente que termina el recorrido de las edades de la Iglesia, las diferentes edades de la Iglesia.
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono…”
O sea que va a pertenecer al grupo de gobierno de ese Reino, al gabinete de Cristo; pero aún más. Y ese “aún más”, quizá no se los digo de momento y se los deje para más adelante. Pero:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Si lo hace en esa misma forma que Él dice, la bendición es más grande de lo que nos imaginamos.
“No temáis, manada pequeña; porque al Padre le ha placido daros el Reino.” [San Lucas 12:32]
Grande es la bendición que Dios tiene para este tiempo final con el grupo de creyentes de este tiempo final; quienes van a ver en una forma mayor esta bendición y va a ser manifestada en una forma mayor para los creyentes del tiempo final que subirán a la Edad del Trono. O sea que esa etapa de la Edad del Trono es la Edad de Piedra Angular, la Edad de Oro de la Iglesia.
¿Dónde estaba el Trono de Dios en el tabernáculo que construyó Moisés? En el lugar santísimo; allí estaba la presencia de Dios, sobre el arca del pacto, en medio de los dos querubines de oro.
¿Dónde estaba la presencia de Dios en el templo que construyó Salomón? En el lugar santísimo, sobre el propiciatorio, que es la tapa del arca del pacto, en medio de los dos querubines de oro.
¿Dónde estaba la gloria de Dios en el Monte de la Transfiguración? Manifestada sobre Jesús en medio de los Dos Olivos; o sea que los dos querubines de oro, igual que los dos querubines de olivo cubiertos de oro, están tipificando a Moisés y Elías; y en el Cielo: Miguel y Gabriel. O sea que hay algo grande en esa tipología correspondiente al Lugar Santísimo del Templo Divino.
Por lo tanto, estemos preparados, cada día más agarrados de Cristo; porque grande es la heredad que nos ha tocado, grande es la bendición que está preparada para todos nosotros en este tiempo final.
Recordemos que así como hemos nacido en la Tierra como descendientes de Adán y Eva, hemos nacido en el mundo, hemos nacido en el reino de las tinieblas en esa forma; pero el nuevo nacimiento, que ha sido por medio de Cristo, por medio del Espíritu Santo, nos ha dado vida en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo.
Hemos nacido por el Espíritu de Dios en el Reino de Cristo, hemos obtenido el nuevo nacimiento, hemos obtenido el Espíritu de Dios; y ahora nos falta solamente el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador; porque la meta es que todos lleguemos a ser a imagen y semejanza de Dios, y la imagen y semejanza de Dios, la imagen es el cuerpo angelical y la semejanza es el cuerpo físico.
Por eso en Cristo estaba la plenitud de Dios, Dios en y con Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, y Dios con Su cuerpo físico llamado Jesús. Tan sencillo como eso.
Esa es la meta divina: que todos seamos iguales a Cristo, todos seamos personas con cuerpo angelical, cuerpo físico también glorificado, y todos a imagen y semejanza de Dios; eso es la meta de Dios a través de Cristo para nosotros.
Por eso así como nacimos en la Tierra como descendientes de Adán y Eva, ahora el nuevo nacimiento nos coloca como nacidos de nuevo por medio de Cristo, por medio de Su Espíritu Santo; y por lo tanto Él es el Padre de la familia, Él es el Padre de todos los creyentes en Él; Él, Dios por medio de Cristo, por medio de Su Espíritu, nos ha producido un nuevo nacimiento.
Por eso dice que somos ciudadanos celestiales: “Nuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará nuestro cuerpo.” Transformará nuestro cuerpo mortal, convirtiéndolo ¿en qué?, en un cuerpo inmortal, incorruptible y joven para toda la eternidad.
Ya ahí, cuando estemos en ese cuerpo, la preocupación de los años se acabó. Más bien deseamos que vengan, sigan pasando más años, más años, porque seremos inmortales, no nos pondremos viejos; y entonces estaremos viendo más y más cosas a medida que pasen los años; viendo, conociendo más y más todas las cosas de Dios.
Así que la bendición es grande para todos los creyentes en Cristo, porque el propósito de Dios con Sus hijos es que todos lleguemos a ser a imagen y semejanza de Dios, como Cristo, el cual y en el cual está la plenitud de Dios, que todos lleguemos a tener la plenitud de Dios manifestada en nosotros; seamos a imagen y semejanza de Dios: cuerpo angelical y cuerpo físico glorificado. Pero recordando siempre que lo mayor es nuestra alma, así como Cristo dijo: “Mi Padre mayor es que yo.”
Por lo tanto, sabemos que el cuerpo angelical es un cuerpo en el cual mora Dios y a través del cual Dios creó todas las cosas. ¿Y de dónde salió? Pues de Dios. ¿Y de dónde salimos nosotros? Pues de Dios también.
Y luego, el cuerpo físico que será glorificado, viene también de parte de Dios esa bendición para todos nosotros; y cuando todos estemos glorificados habrá una gran reunión de la familia de Dios, de los hijos e hijas de Dios en el Cielo: la gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo, la fiesta del matrimonio de Cristo y Su Iglesia; y así vendrá la unión de Cristo y Su Iglesia (la física también), todos en cuerpos glorificados, jóvenes, eternos, y sobre todo el cuerpo que Dios desde antes de la fundación del mundo determinó para cada uno de nosotros.
Así que no se preocupe por las fallas o cualquier defecto que le encuentre al cuerpo físico. Diga: “Eso es temporal; el eterno no tiene ningún problema.”
Así que mientras pasamos por esta etapa temporal: bien agarraditos de Cristo nuestro Salvador, el cual va a transformar nuestros cuerpos mortales, los convertirá en cuerpos inmortales y glorificados igual a Su propio cuerpo.
¿Con qué poder? Con el poder que Él tiene; porque Él está sentado en el Trono de Dios, y todo poder le fue dado en el Cielo y en la Tierra. Eso lo dijo Cristo en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20.
Y también dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Desde el Día de Pentecostés vino en Espíritu Santo. El Ángel del Pacto ha estado con nosotros, ha estado con Su Iglesia desde el Día de Pentecostés, en Espíritu Santo, y continúa con nosotros en nuestro tiempo. Ha pasado de edad en edad, viajando de edad en edad y de mensajero en mensajero.
¿Se quedará algún día con uno y no pasará a ningún otro? Dejemos eso quietecito para cuando hablemos con más detalles acerca del que se sentará con Cristo en Su Trono. Si es para uno solo, aparecerá.
Y por cuanto todos son reyes y sacerdotes, pues a cada cual le será dada la administración de un territorio. ¿Cómo será? Más glorioso de lo que nosotros nos podamos imaginar. ¿Qué si le da el territorio donde Él tuvo Su ministerio, para administrarlo y estar unido al Trono que estará en Jerusalén?
Recuerden que Él en una parábola, dice: “Reina sobre cinco ciudades, reina sobre tantas ciudades.” [San Lucas 19:12-26] O sea, como un gobernador reina sobre unas cuantas ciudades, un alcalde sobre una sola; ¿y un rey? Sobre todas. O sea que Él habla bastante claro de cómo va a ser todo el Reino, todo el orden del Reino del Mesías para el Milenio; y después para la eternidad la cosa es mayor.
Así que estemos bien agarrados de Cristo, conociendo EL GRAN PROPÓSITO DE DIOS CON SUS HIJOS. Con la fe siempre puesta en Cristo nuestro Salvador.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted; puede pasar al frente y oraremos por usted. Y luego cerraremos nuestra parte en esta noche.
Vamos a pasar al reverendo Acero a continuación. Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una noche feliz, conscientes de que estamos viviendo dentro del gran propósito de Dios para con Sus hijos; por eso es que estamos oyendo la Palabra del Señor: porque el que es de Dios la Palabra de Dios oye.
O sea, que estar escuchando la Palabra, creyéndola de todo corazón, nos identifica como hijos e hijas de Dios. Bien agarrados de Cristo nuestro Salvador.
Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“EL GRAN PROPÓSITO DE DIOS CON SUS HIJOS.”