Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y todos los que están en diferentes naciones, ministros y congregaciones, hermanos; todos reunidos hoy en la Casa del Señor para adorar a Dios, glorificar Su Nombre y escuchar Su Voz.
Para lo cual leemos la Escritura en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20, donde nos dice Cristo:
“Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
Y en Efesios, capítulo 2, versos 19 en adelante, nos dice:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO”.
Decimos: “YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO”.
Él dijo: “Yo estaré”. Y nosotros decimos que es así.
Él está con nosotros en Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés aún hasta nuestro tiempo. ¿Dónde Él prometió estar? Con los creyentes en Él, que son los que formarían Su Iglesia; es ahí donde lo encontraríamos manifestado de edad en edad, a través de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo; esa es la trayectoria de Cristo presente en medio de Su Iglesia durante la Dispensación de la Gracia.
Así como la Iglesia es un Templo espiritual, cada creyente en Cristo como individuo es también un templo espiritual, un templo humano, donde mora Dios, donde mora Cristo en Espíritu Santo allá en el alma de la persona.
Recordamos las palabras de Cristo frente al templo allá en Jerusalén, cuando dijo: “Destruyan este templo, y en tres días Yo lo levantaré”[1]. No estaba hablando del templo de piedras.
El templo de piedra representa a Cristo y representa a la Iglesia del Señor Jesucristo, y representa a cada creyente en Cristo, que también es un templo espiritual. El atrio del templo representa nuestro cuerpo, el lugar santo representa nuestro espíritu, y el lugar santísimo representa nuestra alma. Tan sencillo como eso.
¿Dónde moraba Dios en el templo que construyó Moisés y en el que construyó el rey Salomón? En el lugar santísimo, sobre el arca del pacto, allá sobre el propiciatorio, que era la tapa del arca del pacto y que era de oro puro, y donde estaban dos querubines, uno a cada lado.
En medio de los dos querubines moraba Dios en esa Columna de Fuego, en esa Nube de Luz que aparecía a Moisés cuando entraba al lugar santísimo; y que también, cuando entraba el sumo sacerdote, allí estaba la presencia de Dios morando en ese tabernáculo terrenal que le ordenó Dios a Moisés construir conforme al modelo que fue visto en el monte.
Luego el rey Salomón, más adelante, por dirección y mandato de su padre, el rey David, construyó un templo para Dios; a donde descendió la presencia de Dios en esa Nube y entró al templo, y moró sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro, en Jerusalén; porque ese fue el lugar escogido por Dios para Dios colocar Su Nombre. Y donde está el Nombre de Dios es el Templo de Dios.
Es en el Templo de Dios donde está el Nombre de Dios; porque es en la persona donde está el nombre; y si la persona está en un lugar, ahí está el nombre de la persona, en ese lugar. Y Jerusalén fue la ciudad escogida por Dios para Dios morar, y por consiguiente, para ser construido un templo para Dios; por eso Jerusalén es Trono de Dios.
Y ahora, encontramos que el templo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, cuando fueron dedicados a Dios, vino Dios en esa Nube de Gloria y entró al templo; y los sacerdotes no podían ministrar a causa de la Gloria de Dios que estaba en el templo[2].
Todo eso, tipo y figura del Templo-Jesús. Él dijo: “Destruyan este templo, y en tres días Yo lo levantaré”. Pensaban que estaba hablando del templo de piedras, pero estaba hablando de Su cuerpo, que sería destruido, crucificado, pero al tercer día Él lo levantaría, lo resucitaría; y lo encontramos luego glorificado, resucitó glorificado.
Recuerden que Él dijo en el capítulo 12, verso 27 al 30, de San Juan: “Padre, glorifica Tu Hijo”. Vamos a leerlo. También nos habla: “Glorifica Tu Nombre”. San Juan… Capítulo 12, verso 27 en adelante, de San Juan…, y un poquito antes, para que veamos una bendición que hay para mí y para cada uno de ustedes también. Verso 26 en adelante, del capítulo 12 de San Juan:
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor”.
Vamos a estar con Él eternamente porque somos servidores de Cristo.
“Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.
Así que, cuando estemos siendo honrados por Él en la Cena de las Bodas del Cordero y en demás ocasiones, veremos todo lo que Dios estará haciendo en honra a Sus servidores.
“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.
Padre, glorifica tu nombre”.
El Nombre de Dios, Cristo dice que sea glorificado. ¿Y dónde estaba? Estaba en Jesucristo. “Yo he venido en nombre de mi Padre”, dice Cristo[3].
“Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”.
En Su Primera Venida lo glorificó: al completar Su Obra de la Primera Venida glorificó Su Nombre, que estaba en Jesús. “Y lo glorificaré otra vez”: lo glorificará en Su Segunda Venida también.
“Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado.
Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros”.
Ellos escucharon un trueno, Jesús escuchó lo que la Voz estaba diciendo.
El Nombre de Dios está en el Ángel del Pacto (Levítico, capítulo… – Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23), y el Ángel del Pacto es Cristo en Espíritu Santo; o sea que es el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, el Tutor, en manos del cual está la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y cuando Cristo dice: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, siendo que Cristo es el Ángel del Pacto, Él ha estado en Su Iglesia en Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés hacia acá; ha estado guiando a Su Iglesia, enseñando a Su Iglesia, usando diferentes instrumentos para hablarle a Su Iglesia por medio de esos instrumentos o mensajeros enviados para cada edad de Su Iglesia; para las cuales les colocó un mensajero para cada edad de Su Iglesia, y lo ungió con el Espíritu Santo y habló por medio de él; y así formó cada parte de Su Templo espiritual con piedras vivas, que eran llamados por medio del Mensaje de Dios, por medio del Espíritu Santo manifestado en el mensajero de cada edad.
Recuerden que es el mismo Ángel del Pacto que le apareció a Moisés en una llama de fuego en un árbol, en una zarza que ardía y no se consumía[4]; y por consiguiente ahí estaba el Nombre de Dios. Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23.
Y por eso es que dicen – dice Dios: “No le seas rebelde. Oye Su Voz; no le seas rebelde; porque Él no perdonará… Él no perdonará…”.
Éxodo, capítulo 23… Capítulo 23, verso 20 al 23, de Éxodo, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.
No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y (quemarás) totalmente sus estatuas”.
Ahora vean, el Ángel del Pacto tiene el Nombre de Dios. Es el que guio al pueblo hebreo y guía a la Iglesia del Señor Jesucristo. Es el que le dio la Ley al pueblo hebreo, el Pacto Antiguo al pueblo hebreo en el monte Sinaí; y es el que le dio el Nuevo Pacto al pueblo de Dios, al pueblo del Nuevo Pacto, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por todos los creyentes en Cristo.
La Casa de Dios no es terrenal; es celestial. Dice Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21: “Porque vuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya, con el poder con el cual puede también sujetar a Sí mismo todas las cosas”. O sea que nuestra ciudadanía, como miembro de la Familia de Dios, es celestial.
Si no pecaba Adán y Eva, Cristo allá aparecía físicamente; y comenzaba a tener, por creación divina, esas personas que son los miembros de Su Iglesia. Aparentemente estamos atrasados por seis mil años; pero no, todo está bien. Teníamos que pasar por esta etapa; pero hemos sido redimidos, rescatados del reino de las tinieblas y colocados en la Casa de Dios, la Familia de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Cada etapa de la Iglesia ha tenido a Cristo en medio de ella; y de ahí se ha extendido la Voz de Cristo, por medio del Espíritu Santo manifestado en Su Iglesia usando diferentes mensajeros, se ha extendido de ese territorio a otros territorios, a otras naciones. Eso ha sido la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo hablando a través de diferentes instrumentos; y llamando, Cristo por medio de Su Espíritu, llamando a los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y colocándolos en Su Templo espiritual, Su Iglesia, Su Familia.
Así es la vida terrenal que hemos obtenido como herencia de Adán y Eva; pero gracias a Dios por ella. Y ellos están en el Paraíso también, así que no se preocupe por ellos.
¿Y por quién nos vamos a preocupar? Cada uno preocúpese por usted mismo. Ellos ya llegaron a la meta que tenían que llegar; ahora nos falta a nosotros llegar a la meta correspondiente a este tiempo final, que es la glorificación.
En Isaías dice: “Yo glorificaré la Casa de Mi Gloria”[5]. La Gloria de Dios entrará a la Casa de Dios, el Nuevo Pacto, la Iglesia, en este tiempo final, donde adoptará a cada escogido escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que estará en la Casa de Dios, la Iglesia, la Familia de Dios; lo adoptará. Eso es la transformación de nuestro cuerpo, para tener cuerpos inmortales y glorificados; y para los que murieron: la resurrección en cuerpos glorificados, iguales al cuerpo glorificado que tiene Cristo nuestro Salvador. Tan sencillo como eso.
Él va a glorificar la Casa de Su Gloria. Así como entró al tabernáculo que construyó Moisés cuando lo dedicó a Dios, entró en aquella Nube; y así como entró al templo que construyó Salomón, entró también en esa Nube de Gloria; la Venida del Señor en Gloria será a Su Casa, para glorificar Su Casa y a cada creyente en Cristo como individuo, como casa del Espíritu de Dios.
Ahora, siendo que de edad en edad se mueve Cristo en Espíritu Santo de un territorio a otro… Se movió de Israel a Asia Menor, se movió de los judíos a los gentiles en Asia Menor; y luego se movió de Asia Menor a Europa, donde tuvo cinco etapas de Su Iglesia, cinco edades, y cinco mensajeros y cinco grupos de creyentes; y desde ahí se extendía el Mensaje a otras naciones.
Luego, de Europa, de Inglaterra, se movió Cristo en Espíritu Santo al continente americano: se movió a la parte norte, a Norteamérica, donde llevó a cabo la edad representada en la iglesia de Laodicea de Asia Menor. Allí tuvo Su mensajero; y desde ese mensajero, de en medio de la Casa de Dios, la Iglesia, le habló a muchos individuos, muchas naciones, mucha gente; no solamente en Norteamérica y la América Latina, sino en Europa, en Asia, en África, en la India…; en muchas naciones habló Cristo por medio de Su Espíritu a través de Su mensajero, el reverendo William Branham. Eso fue en la séptima etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo.
¿Y para dónde se fue después que partió el reverendo William Branham?, ¿para dónde se fue Cristo, el Espíritu Santo, en medio de Su Iglesia?
Recuerden que el Templo, que representa a la Iglesia, tiene diferentes partes. La séptima edad de la Iglesia corresponde al Lugar Santo, la última parte del Lugar Santo; pero de ahí hacia adelante está el Lugar Santísimo, a donde tiene que llegar Cristo en Espíritu Santo en Su Templo espiritual, Su Iglesia, y en cada individuo creyente en Cristo, acá en el alma de la persona.
Esa etapa es también llamada la Edad del Amor Divino. Es la etapa más importante de la Iglesia.
Ha venido la Palabra siendo manifestada, pasando de edad en edad, cargada en los hombros de los ministros enviados en el ministerio para llevar el Evangelio; y ahora tiene que pasar del Lugar Santo al Lugar Santísimo; para lo cual el Espíritu Santo tendrá Su instrumento para colocar el Arca del Pacto, la Palabra, en el Lugar Santísimo, la Edad de Piedra Angular; y en donde se llevará a cabo la convocación para la reunión de todos los escogidos de Dios en el Templo espiritual de Cristo nuestro Salvador; y en donde vendrá y veremos la Gloria de Cristo, la Gloria de Dios manifestada en el Día Postrero, en este tiempo final.
Y Él dice que viene con Sus Ángeles: “Porque el Hijo del Hombre vendrá con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”[6]. Y llamará, vendrá con Gran Voz de Trompeta: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta”[7]. Esos Ángeles son los dos olivos de Zacarías, capítulo 4, verso 11 al 14; y Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14. Son los ministerios de Moisés y Elías que estarán repitiéndose en este tiempo final, en la Venida del Hijo del Hombre a Su Iglesia, a Su Templo espiritual, a Su Casa, a Su Familia, a los creyentes en Cristo del Día Postrero, que estarán viviendo en la Edad de Oro de la Iglesia, el Lugar Santísimo de la Iglesia del Señor Jesucristo.
¿Dónde surgirá toda esa bendición para el pueblo? Tiene que ser en el mismo continente americano. Pero la pregunta es: ¿En qué parte? Porque ya una parte se cumplió en Norteamérica.
Todavía hay más terreno aparte de Norteamérica, para cumplir la segunda parte de esa bendición; y después pasará a Israel.
Por lo tanto, la América Latina tiene una bendición muy grande juntamente con el Caribe: tiene la bendición para el Día Postrero; y de ahí se extenderá esa bendición para otras naciones y otras personas que están en el Programa Divino para este tiempo final.
Por lo tanto, estemos preparados, estemos siempre trabajando en la Obra del Señor, orando también; y como le dijo Dios a Josué: “Santifica al pueblo, porque van a pasar el Jordán”[8]. Pasar el Jordán representa pasar de muerte a vida.
El Jordán representa muerte; y “pasar en seco el Jordán” es pasar sin ver muerte. Eso es: los que serán transformados sin ver muerte, estarán pasando el Jordán sin ver muerte.
Estamos en el tiempo exacto para la manifestación de Dios visitando a Su pueblo, a Su Iglesia, Su pueblo del Nuevo Pacto, en el Día Postrero, en el cual nos ha tocado vivir. Es ahí donde encontraremos la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles; porque Él viene a Su Iglesia; y de ahí es que se revelará luego al pueblo hebreo.
Como vino el Evangelio de Cristo, de los judíos: por medio de Pedro y Pablo, a los gentiles; el Evangelio regresará a los judíos por medio de los Dos Olivos, por medio de los ministerios de Moisés y Elías. O sea que San Pedro y San Pablo son tipo y figura de los Dos Olivos.
Es en el lugar santísimo donde estaban los dos querubines de olivos cubiertos de oro, en el templo que construyó el rey Salomón[9]. En el templo que construyó Moisés no había colocado los dos querubines de olivo, sino solamente los dos querubines de oro sobre el propiciatorio[10]; pero luego, en el templo que construyó el rey Salomón, no solamente los dos querubines de oro sobre el propiciatorio, sino también dos querubines gigantes de madera de olivo cubiertos de oro.
Ahí tenemos los dos olivos, los dos querubines de olivo cubiertos de oro. El oro representa la Divinidad; y el olivo, la madera de olivo representa la humanidad, la parte humana.
Y ahí es el lugar en la Iglesia, el Lugar Santísimo, la Edad de Piedra Angular, donde aparecerán esos ministerios de los Dos Olivos en la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.
Los Ángeles que vienen con el Hijo del Hombre para tocar la Gran Voz de Trompeta son Moisés y Elías; esos son los Dos Ungidos, los Dos Olivos.
Así que podemos ver por qué cuando Cristo dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28, que: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno según sus obras”. Y luego los llevó al Monte de la Transfiguración en el capítulo 17, seis días después (otro lugar dice: ocho días después)[11], los llevó a un monte alto, se transfiguró delante de ellos, y aparecieron allí Moisés y Elías; porque ese es el orden de la Segunda Venida de Cristo.
Es la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, que son los mismos que Él muestra en la parábola del trigo y de la cizaña[12], en donde el Hijo del Hombre enviará Sus Ángeles para llevar a cabo la cosecha; y juntarán el trigo en el alfolí, y la cizaña será echada fuera para ser quemada con fuego.
Son los mismos Ángeles de la pesca de San Mateo, capítulo 13, verso 47 al 50, donde dice que el Reino de los Cielos es como una red que es echada al mar, y recoge toda clase de peces; y luego se llena, la sacan fuera, y recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Dice: “Así será en el fin del siglo: enviará Sus Ángeles”.
Esos Ángeles son los Dos Olivos, son los que tocan la Trompeta, son los que tienen que ver con la Cosecha; y ahí está el misterio de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, lo cual será revelado en el cumplimiento de la Visión de la Carpa que vio el reverendo William Branham.
Ahí es que será abierto ese misterio, ese secreto de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia. Es a Su Iglesia que Él viene para darle la fe para ser transformada y llevada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por lo tanto, somos personas bienaventuradas al estar viviendo en este tiempo final, en el tiempo en que todas estas promesas serán cumplidas. Y las veremos ¿dónde? En la Casa de Dios, el Templo de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y entonces comprenderemos lo que Él dijo, y comprenderemos que era verdad: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Lo veremos entre nosotros cuando nuestros ojos sean abiertos y las Escrituras sean abiertas; y recibiremos la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Estaremos escuchando la Voz de los Siete Truenos, que es la Voz de Cristo en el Día Postrero hablándonos, no como Cordero, sino como León de la tribu de Judá, y Siete Truenos emitirán sus voces.
Los Siete Truenos hablando es Cristo hablando como León y Rey; porque el león es el rey de la selva; y Cristo es el León de la tribu de Judá. Cristo es el Rey de la tribu de Judá, el heredero al Trono de David y Reino de David.
Por lo tanto, para este tiempo final en la Edad de Piedra Angular, en la Venida del Señor, del Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, tendremos al que dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Y lo veremos en este tiempo final como León de la tribu de Judá.
Es ahí donde Él cambia de Cordero a León, de Sumo Sacerdote a Juez y Rey. Por lo tanto, lo estaremos viendo en medio del Candelero, y en medio de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías.
Cuando veamos el ministerio de Elías operando por quinta ocasión, sepamos que Cristo está en medio de ellos. Cuando estemos viendo también el ministerio de Moisés operando, sepamos que Cristo está como estaba en el Monte de la Transfiguración: en medio de los Dos Olivos. Tan sencillo como eso. Y todo eso ¿en qué lugar? En la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Con razón el reverendo William Branham dijo: “Cuando ellos vean a Cristo viniendo por Su Iglesia, ellos dirán: ‘Este es el que nosotros estamos esperando’”[13]. Dijo que cuando los judíos vean a Cristo, al Mesías, al Ungido en medio de la Iglesia, viniendo por Su Iglesia, dirán: “Este es el que nosotros estamos esperando”.
Ahora, la pregunta sería: ¿Y por qué estaría en medio de la Iglesia? Porque Él estaría en medio de Su Templo espiritual, que es Su Iglesia.
Recuerden que así como el esposo y la esposa son una misma carne, una sola carne, Cristo y Su Iglesia son una misma carne. La carne o cuerpo físico para Cristo obrar es nuestro cuerpo. Somos instrumentos de Cristo para Él obrar por medio de nosotros. Por lo tanto, esté siempre en las manos de Cristo para que Cristo le use como Él desee usarle en este tiempo final.
“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO”.
Ese ha sido nuestro tema en nuestro estudio bíblico de hoy domingo de escuela bíblica; escuela bíblica para todos, para escudriñar la Palabra y estar al tanto del Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo, en el cual, por la gracia de Dios, nos ha tocado vivir.
Que Dios les bendiga y les guarde y les cuide; y les prospere espiritualmente y materialmente. Y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO”.
[Revisión julio 2025]
[1] San Juan 2:19
[2] Éxodo 40:34-38, Segunda de Crónicas 7:1-2
[3] San Juan 5:43
[4] Éxodo 3:1-6
[5] Isaías 60:7
[6] San Mateo 16:27
[7] San Mateo 24:31
[8] Josué 3:1-5
[9] 1 Reyes 6:23-28; 2 Crónicas 3:10-13
[10] Éxodo 25:18-22
[11] San Lucas 9:28
[12] San Mateo 13:24-30, 13:36-43
[13] Citas, pág. 22, párr. 176: 57-1006 “Preguntas y respuestas sobre Hebreos #3”, párrs. 729-734