Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y todos los que están en diferentes naciones, ministros y congregaciones, hermanos, todos reunidos hoy en la Casa del Señor para adorar a Dios, glorificar Su Nombre y escuchar Su Voz.

Para lo cual leemos la Escritura en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20, donde nos dice Cristo:

“Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.

Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

Y en Efesios, capítulo 2, versos 19 en adelante, nos dice:

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA EL FIN DEL MUNDO.”

Decimos: “YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA EL FIN DEL MUNDO.”

Él dijo: “Yo estaré.” Y nosotros decimos que es así.

Él está con nosotros en Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés aun hasta nuestro tiempo. ¿Dónde Él prometió estar? Con los creyentes en Él, que son los que formarían Su Iglesia; es ahí donde lo encontraríamos manifestado de edad en edad, a través de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo; esa es la trayectoria de Cristo presente en medio de Su Iglesia durante la Dispensación de la Gracia.

Su Iglesia está compuesta por todos los creyentes en Él. Como nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 3, verso 1 al 6:

“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial…”

El llamado celestial que viene por medio del Espíritu Santo a través del Evangelio de Cristo. Esa es la Voz de Cristo en medio de Su Iglesia hablándole a Su pueblo. Y Su Iglesia es un Templo santo, el cual va creciendo de etapa en etapa; comenzó con ciento veinte el Día de Pentecostés y luego ha continuado creciendo, Dios ha ido colocando piedra sobre piedra; porque los creyentes en Cristo están representados en piedras, pero piedras vivas. Así como Cristo es la Piedra Angular, los creyentes son las demás piedras que forman Su Iglesia, Su Templo espiritual. Va creciendo para ser un Templo santo en el Señor como Cuerpo Místico de creyentes.

Para eso es el llamamiento celestial: para colocarnos como piedras vivas en ese Templo espiritual en donde mora el Señor, que dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Ahora, el Templo va creciendo; y a medida que va creciendo encontramos a Cristo cada día más arriba en Su Templo: de una edad pasa a otra edad; porque cuando ya concluye el trabajo de construcción de una edad en donde ya colocó todas esas piedras vivas en ese Templo espiritual, ya pasa a otra etapa, a otra edad, para colocar las piedras vivas, los creyentes que corresponden a otra edad; pero siempre estará el mismo Jesucristo en Su Templo, en Su Iglesia, llevando a cabo la obra de construcción, utilizando diferentes mensajeros, diferentes obreros, diferentes personas, partes de ese Templo espiritual.

Por eso Él ha colocado en Su Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, para la perfección de Su Iglesia. Es un Templo espiritual, el cual está siendo construido para morada de Dios en Espíritu Santo, como nos dice San Pablo en la carta que estamos leyendo, y luego pasaremos… Estamos leyendo en Efesios, luego pasaremos a Hebreos, capítulo 3.

Verso 21 [Efesios 2]:

“…En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

Así como la Iglesia es un Templo espiritual, cada creyente en Cristo como individuo es también un templo espiritual, un templo humano, donde mora Dios, donde mora Cristo en Espíritu Santo allá en el alma de la persona.

Recordamos las palabras de Cristo frente al templo allá en Jerusalén, cuando dijo: “Destruyan este templo y en tres días y yo lo levantaré.” No estaba hablando del templo de piedras.

El templo de piedra representa a Cristo y representa a la Iglesia del Señor Jesucristo, y representa a cada creyente en Cristo, que también es un templo espiritual. El atrio del templo representa nuestro cuerpo, el lugar santo representa nuestro espíritu, y el lugar santísimo representa nuestra alma. Tan sencillo como eso.

¿Dónde moraba Dios en el templo que construyó Moisés y en el que construyó el rey Salomón? En el lugar santísimo, sobre el arca del pacto, allá sobre el propiciatorio, que era la tapa del arca del pacto y que era de oro puro, y donde estaban dos querubines, uno a cada lado.

En medio de los dos querubines moraba Dios en esa Columna de Fuego, en esa Nube de Luz que aparecía a Moisés cuando entraba al lugar santísimo, y que también cuando entraba el sumo sacerdote allí estaba la presencia de Dios morando en ese tabernáculo terrenal que le ordenó Dios a Moisés construir conforme al modelo que fue visto en el monte.

Luego el rey Salomón, más adelante, por dirección y mandato de su padre el rey David, construyó un templo para Dios, a donde descendió la presencia de Dios en esa Nube y entró al templo, y moró sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro, en Jerusalén; porque ese fue el lugar escogido por Dios para Dios colocar Su Nombre. Y donde está el Nombre de Dios, es el Templo de Dios.

Es en el Templo de Dios donde está el Nombre de Dios; porque es en la persona donde está el nombre; y si la persona está en un lugar, ahí está el nombre de la persona, en ese lugar. Y Jerusalén fue la ciudad escogida por Dios para Dios morar, y por consiguiente, para ser construido un templo para Dios; por eso Jerusalén es Trono de Dios.

Y ahora, encontramos que el templo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, cuando fueron dedicados a Dios, vino Dios en esa Nube de gloria y entró al templo; y los sacerdotes no podían ministrar a causa de la gloria de Dios que estaba en el templo.

Todo eso, tipo y figura del Templo-Jesús. Él dijo: “Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré.” Pensaban que estaba hablando del templo de piedras, pero estaba hablando de Su cuerpo, que sería destruido, crucificado, pero al tercer día Él lo levantaría, lo resucitaría; y lo encontramos luego glorificado, resucitó glorificado.

Recuerden que Él dijo en el capítulo 12, verso 27 al 30, de San Juan: “Padre, glorifica Tu Hijo.” Vamos a leerlo. También nos habla: “Glorifica Tu Nombre.” Capítulo 12, verso 27 en adelante, de San Juan… y un poquito antes, para que veamos una bendición que hay para mí y para cada uno de ustedes también. Verso 26  en adelante, del capítulo 12 de San Juan:

“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor.”

Vamos a estar con Él eternamente porque somos servidores de Cristo.

“Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”

Así que cuando estemos siendo honrados por Él en la Cena de las Bodas del Cordero y en demás ocasiones, veremos todo lo que Dios estará haciendo en honra a Sus servidores.

“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.

Padre, glorifica tu nombre…”

El Nombre de Dios, Cristo dice que se ha glorificado. ¿Y dónde estaba? Estaba en Jesucristo. “Yo he venido en nombre de mi Padre,” dice Cristo.

“Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.”

En Su Primera Venida lo glorificó: al completar Su Obra de la Primera Venida glorificó Su Nombre, que estaba en Jesús. “Y lo glorificaré otra vez”: Lo glorificará en Su Segunda Venida también.

“Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado.

Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.”

Ellos escucharon un trueno, Jesús escuchó lo que la Voz estaba diciendo.

El Nombre de Dios está en el Ángel del Pacto. Levítico, capítulo… Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23. Y el Ángel del Pacto es Cristo en Espíritu Santo; o sea, que es el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, el Tutor, en manos del cual está la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y cuando Cristo dice: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo,” siendo que Cristo es el Ángel del Pacto, Él ha estado en Su Iglesia en Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés hacia acá; ha estado guiando a Su Iglesia, enseñando a Su Iglesia usando diferentes instrumentos para hablarle a Su Iglesia por medio de esos instrumentos o mensajeros enviados para cada edad de Su Iglesia; para las cuales les colocó un mensajero para cada edad de Su Iglesia, y lo ungió con el Espíritu Santo y habló por medio de él; y así formó cada parte de Su Templo espiritual con piedras vivas que eran llamados por medio del Mensaje de Dios, por medio del Espíritu Santo manifestado en el mensajero de cada edad.

Recuerden que es el mismo Ángel del Pacto que le apareció a Moisés en una llama de fuego, en un árbol, en una zarza que ardía y no se consumía; y por consiguiente, ahí estaba el Nombre de Dios. Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23.

Y por eso es que dicen – dice Dios: “No le seas rebelde, oye Su Voz. No le seas rebelde porque Él no perdonará… Él no perdonará…”

Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23, de Éxodo, dice:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.

No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas.”

Ahora vean, el Ángel del Pacto tiene el Nombre de Dios. Es el que guió al pueblo hebreo y guía a la Iglesia del Señor Jesucristo. Es el que le dio la Ley al pueblo hebreo, el Pacto Antiguo al pueblo hebreo en el Monte Sinaí; y es el que le dio el Nuevo Pacto al pueblo de Dios, al pueblo del Nuevo Pacto, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por todos los creyentes en Cristo.

El Ángel del Pacto, en la última cena dijo, tomando el pan y bendiciendo y partiendo el pan, dijo: “Comed de él, porque este es mi cuerpo.” Y tomando la sangre, o el vino en la copa, y habiendo dado gracias al Padre, dio a Sus discípulos diciendo: “Tomad de ella todos, porque esta es mi Sangre del Nuevo Pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”

O sea que está mostrándole allí el Nuevo Pacto y cómo es que se llevará a cabo el Nuevo Pacto, y cuál es la Sangre del Nuevo Pacto. No tienen que matar un animalito, sino que allí está el Cordero de Dios, Cristo, y es Su Sangre la Sangre del Nuevo Pacto, del Pacto eterno. ¿Por qué? Porque ese es el Ángel del Pacto, el que le había dado el Pacto al pueblo hebreo en el Monte Sinaí; lo cual es tipo y figura del Nuevo Pacto que le daría cuando viniera el Ángel del Pacto encarnado en un cuerpo físico que Él se crearía en el vientre de una virgen.

“Porque he aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará Su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” Isaías, capítulo 7, verso 14. Y también San Mateo, capítulo 1, lo encontramos ahí, siendo hablado a José, el cual quería dejar secretamente a María; pero el Ángel le dijo que no lo hiciera, que lo que estaba engendrado en el vientre de María era obra del Espíritu Santo.

San Mateo, capítulo 1, versos 19… verso 18 al 25:

“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:

He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,

Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.”

Era Dios con Su cuerpo angelical, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo dentro de un cuerpo de carne llamado Jesús, que fue creado por Dios por medio del Espíritu Santo, que vino e hizo sombra sobre María y creó vida allí en el vientre, célula de vida, la cual fue multiplicándose célula sobre célula hasta que se formó el cuerpo de Jesús.

O sea, de Dios salió Su cuerpo angelical, de Dios salió Su cuerpo de carne también. Todo sin intervención humana. Fue Dios creando cada parte de ese cuerpecito, el cual nació de la virgen María. Esa es la semejanza física de Dios: el cuerpo de Jesucristo, el cual ya está glorificado; porque un cuerpo es un templo humano.

Por eso es que se les da la oportunidad a las personas que reciban a Cristo como Salvador; y Cristo los recibe, limpia sus pecados con la Sangre de Cristo y son bautizados en agua en Su Nombre, y luego Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en ellos el nuevo nacimiento; y vienen a ser un templo humano para Dios, donde habita Dios en Espíritu Santo y gobierna desde el alma, desde el corazón, gobierna la vida de la persona.

Y la persona muy a gusto, usando su libre albedrío, y diciéndole siempre al Señor: “Señor, guíame. Que todo en mi vida sea conforme a Tu voluntad.”

No podemos perder de vista que el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, son tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo, son tipo y figura también del cuerpo de Jesucristo, y son tipo y figura también de cada uno de los creyentes en Cristo.

Porque así como Cristo es el templo humano de Dios, donde Dios estaba en toda Su plenitud, así también lo es cada creyente en Cristo como un templo espiritual donde mora Cristo en Espíritu Santo.

Y la Iglesia, compuesta por esos creyentes, es el Cuerpo Místico de Cristo, donde mora Cristo de etapa en etapa, de edad en edad, en Su trayectoria durante la dispensación de la Gracia; y a través de la cual se manifiesta y obra por medio de ella todo lo que está prometido que Él haría durante la Dispensación de la Gracia.

Cristo comenzó y luego continúa la Iglesia del Señor Jesucristo siendo el instrumento de Cristo para la continuación de la Obra que Cristo comenzó. Por eso las obras que Cristo hacía, luego las hace la Iglesia del Señor Jesucristo; pero es Cristo obrando por medio de Su Iglesia. Así como Cristo decía: “Yo no hago nada de mí mismo, sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras. Y como el Padre me muestra, así yo hago.” [San Juan 14:10]

Y ahora, la Iglesia hace las obras de Cristo porque es Cristo obrando por medio de Su Iglesia. Por eso la Iglesia del Señor Jesucristo, dice: “Cristo hizo tal cosa, Cristo obró en tal cosa, Cristo obró trayéndome una bendición, obró usándome para bendición de otras personas, obró usándome para la evangelización, obró usándome para salud para los enfermos, obró usándome para la construcción del templo de mi comunidad, obró usándome para los trabajos que lleva a cabo la Iglesia en mi país, y aun en otros países también.”

Y así por el estilo, los creyentes en Cristo reconocen que es Cristo en ellos obrando; y eso significa: Cristo continuando Su Obra por medio de los creyentes en Él. Porque Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

¿Y dónde encontramos a Cristo? En Su Templo, Su Iglesia, y en cada creyente en Cristo como templo espiritual. Es ahí donde es encontrado Cristo en Su trayectoria durante la Dispensación de la Gracia obrando. El mundo no lo ve, pero los creyentes sí lo ven porque ven las obras que Él lleva a cabo de edad en edad.

Y la Iglesia, dice el apóstol San Pablo… Vean lo que es la Iglesia para Dios, para Cristo. Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 14 en adelante, dice… Dice San Pablo a Timoteo:

“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,

para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”

Ahora, la Casa de Dios bajo el Nuevo Pacto ya no es ni el tabernáculo que construyó Moisés ni el templo que construyó el rey Salomón en Jerusalén. Ya esos templos pasaron su tiempo, fueron tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo, como también fueron tipo y figura de Cristo, de Su cuerpo, y fueron tipo y figura de cada creyente en Cristo.

Aquello fue el tipo y figura; pero bajo el Nuevo Pacto se vive la realidad de lo que aquello tipificó, representó. Ahora, en tipo y figura hemos visto que también el Ángel del Pacto estaba allí presente mientras se llevaban a cabo los tipos y figuras.

Y ahora, sabiendo que la Iglesia del Señor Jesucristo es la Casa de Dios, ¿dónde vamos a encontrar a Cristo, el cual dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”? ¿Dónde lo vamos a encontrar? En Su Casa, Su Iglesia. No busque otro lugar.

En Hebreos, capítulo 3, versos 1 al 6, nos dice San Pablo:

“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús…”

Cristo es el Sumo Sacerdote del Templo celestial según el Orden de Melquisedec, no según el orden de Aarón. No según el orden del sumo sacerdote del templo terrenal, Aarón, sino según el Orden del Sumo Sacerdote Melquisedec, Sumo Sacerdote del Templo celestial.

“… el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.

Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.

Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.

Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;

pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”

Y ahora, bajo el Nuevo Pacto, la Casa de Dios, el pueblo de Dios, la Iglesia del Nuevo Pacto, el Templo de Dios del Nuevo Pacto, es la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por todos los creyentes en Cristo.

Esa es la Casa de Dios, esa es la Familia de Dios: los hijos e hijas de Dios nacidos de nuevo, creyentes en Cristo, formando la Iglesia, el Templo espiritual de nuestro amado Señor Jesucristo; en el cual mora Cristo en Espíritu Santo y lleva a cabo Su Obra correspondiente a cada etapa de Su Iglesia y de Su trayectoria.

Hemos visto dónde encontrar a Cristo. Y una cosa muy importante es: ¿Lo encontraremos en el Atrio o en el Lugar Santo?

El Lugar Santo corresponde a las diferentes edades de la Iglesia: desde los días de los apóstoles hasta el reverendo William Branham, hasta la séptima edad de la Iglesia.

¿O lo encontraremos en el Lugar Santísimo en el Día Postrero? El Lugar Santísimo es la etapa de Edad de Piedra Angular, la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Recuerde que la construcción de un templo sin lugar santísimo donde mora Dios, no es ni tipo y figura de Casa de Dios; es una construcción, pero no se puede decir que es Casa de Dios. Y la Iglesia del Señor Jesucristo es la Casa de Dios sobre la cual Cristo ha sido puesto como Hijo sobre Su Casa.

Él es nuestro hermano mayor, por eso dice: “Anunciaré a mis hermanos tu nombre.” Hebreos, capítulo 2, verso 12 al 13.

Hemos visto dónde estaría Cristo: en Su Casa, Su Iglesia, Su Familia; porque es la Familia de Dios, la Familia de la Fe, es la Familia de los hijos e hijas de Dios, que han venido de Dios, estaban en la mente de Dios como un atributo (un  pensamiento, un atributo), que en algún momento Dios lo traería a existencia y aparecería aquí en la Tierra.

¿Pero dónde teníamos que aparecer? En la Casa de Dios. Por eso cuando usted ha escuchado el Evangelio de Cristo, ha nacido la fe de Cristo en su alma, ha recibido la revelación para el tiempo que le toca vivir; ha sido llamado, usted ha respondido el llamado y ha entrado a la Casa de Dios, a la Familia de Dios, a la Familia de la Fe, de Cristo, para vivir ahí eternamente.

La Casa de Dios no es terrenal, es celestial. Dice Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21: “Porque vuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya, por el poder con el cual puede también sujetar a Sí mismo todas las cosas.” O sea que nuestra ciudadanía, como miembro de la Familia de Dios, es celestial.

Si no pecaba Adán y Eva, Cristo allá aparecía físicamente y comenzaba a tener, por creación divina, esas personas que son los miembros de Su Iglesia. Aparentemente estamos atrasados por seis mil años; pero no, todo está bien. Teníamos que pasar por esta etapa pero hemos sido redimidos, rescatados del reino de las tinieblas y colocados en la Casa de Dios, la Familia de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.

Cada etapa de la Iglesia ha tenido a Cristo en medio de ella, y de ahí se ha extendido la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo manifestado en Su Iglesia usando diferentes mensajeros; se ha extendido de ese territorio a otros territorios, a otras naciones. Eso ha sido la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo hablando a través de diferentes instrumentos; y llamando, Cristo por medio de Su Espíritu, llamando a los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y colocándolos en Su Templo espiritual, Su Iglesia, Su Familia.

Hijos e hijas de Dios que forman la Iglesia del Señor Jesucristo y que reciben la primera parte de la adopción, reciben el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, por lo cual nacen de nuevo, nacen del Agua y del Espíritu.

Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan: “De cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede ver el Reino de Dios.” Es necesario nacer de nuevo; porque el nacimiento que tuvimos por nuestros padres terrenales es terrenal, sin vida eterna, solamente vida temporal que se nos acaba antes de mil años.

A Matusalén se le terminó a los 969 años. Y se ha acortado la vida del ser humano, a tal grado que llegar a 100 años da mucho trabajo y ya no los quieren en los trabajos, porque ya les es un trabajo para tenerlos trabajando, una carga. Hay que tenerles todos los planes médicos al mayor costo, porque la persona ya estaría más donde el médico que en el trabajo.

Así es la vida terrenal que hemos obtenido como herencia de Adán y Eva, pero gracias a Dios por ella. Y ellos están en el Paraíso también, así que no se preocupe por ellos.

¿Y por quién nos vamos a preocupar? Cada uno preocúpese por usted mismo. Ellos ya llegaron a la meta que tenían que llegar; ahora nos falta a nosotros llegar a la meta correspondiente a este tiempo final, que es la glorificación.

En Isaías dice: “Yo glorificaré la casa de mi gloria.” La Gloria de Dios entrará a la Casa de Dios, el Nuevo Pacto, la Iglesia, en este tiempo final, donde adoptará a cada escogido escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que estará en la Casa de Dios, la Iglesia, la Familia de Dios; la adoptará. Eso es la transformación de nuestro cuerpo para tener cuerpos inmortales y glorificados; y para los que murieron: la resurrección en cuerpos glorificados, iguales al cuerpo glorificado que tiene Cristo nuestro Salvador. Tan sencillo como eso.

Él va a glorificar la Casa de Su gloria. Así como entró al tabernáculo que construyó Moisés cuando lo dedicó a Dios, entró en aquella Nube; y así como entró al templo que construyó Salomón, entró también en esa Nube de gloria; la Venida del Señor en gloria será a Su Casa, para glorificar Su Casa y a cada creyente en Cristo como individuo, como casa del Espíritu de Dios.

Ahora, siendo que de edad en edad se mueve Cristo en Espíritu Santo de un territorio a otro… Se movió de Israel a Asia Menor, se movió de los judíos a los gentiles en Asia Menor; y luego se movió de Asia Menor a Europa, donde tuvo cinco etapas de Su Iglesia, cinco edades y cinco mensajeros y cinco grupos de creyentes; y desde ahí se extendía el Mensaje a otras naciones.

Luego de Europa, de Inglaterra, se movió Cristo en Espíritu Santo al continente americano, se movió a la parte norte, a Norteamérica, donde llevó a cabo la edad representada en la iglesia de Laodicea de Asia Menor. Allí tuvo Su mensajero, y desde ese mensajero, de en medio de la Casa de Dios, la Iglesia, le habló a muchos individuos, muchas naciones, mucha gente; no solamente en Norteamérica y la América Latina sino en Europa, en Asia, en África, en la India…, en muchas naciones habló Cristo por medio de Su Espíritu a través de Su mensajero, el reverendo William Branham. Eso fue en la séptima etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo.

¿Y para dónde se fue después que partió el reverendo William Branham? ¿Para dónde se fue Cristo, el Espíritu Santo en medio de Su Iglesia?

Recuerden que el Templo, que representa a la Iglesia, tiene diferentes partes. La séptima edad de la Iglesia corresponde al Lugar Santo, la última parte del Lugar Santo; pero de ahí hacia adelante está el Lugar Santísimo, a donde tiene que llegar Cristo en Espíritu Santo en Su Templo espiritual, Su Iglesia, y en cada individuo creyente en Cristo, acá en el alma de la persona.

Esa etapa es también llamada la Edad del Amor Divino. Es la etapa más importante de la Iglesia.

Ha venido la Palabra siendo manifestada, pasando de edad en edad,  cargada en los hombros de los ministros enviados en el ministerio para llevar el Evangelio; y ahora tiene que pasar del Lugar Santo al Lugar Santísimo; para lo cual el Espíritu Santo tendrá Su instrumento para colocar el Arca del Pacto, la Palabra, en el Lugar Santísimo, la Edad de Piedra Angular; y en donde se llevará a cabo la convocación para la reunión de todos los escogidos de Dios en el Templo espiritual de Cristo nuestro Salvador; y en donde vendrá y veremos la gloria de Cristo, la gloria de Dios manifestada en el Día Postrero en este tiempo final.

Y Él dice que viene con Sus Ángeles: “Porque el Hijo del Hombre vendrá con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” Y llamará, vendrá con Gran Voz de Trompeta: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta.” Esos Ángeles son los dos olivos de Zacarías, capítulo 4, verso 11 al 14; y Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14. Son los ministerios de Moisés y Elías que estarán repitiéndose en este tiempo final, en la Venida del Hijo de Hombre a Su Iglesia, a Su Templo espiritual, a Su Casa, a Su Familia, a los creyentes en Cristo del Día Postrero, que estarán viviendo en la Edad de Oro de la Iglesia, el Lugar Santísimo de la Iglesia del Señor Jesucristo.

¿Dónde surgirá toda esa bendición para el pueblo? Tiene que ser en el mismo continente americano. Pero la pregunta es: ¿En qué parte? Porque ya una parte se cumplió en Norteamérica.

Todavía hay más terreno aparte de Norteamérica, para cumplir la segunda parte de esa bendición; y después pasará a Israel.

Por lo tanto, la América Latina tiene una bendición muy grande juntamente con el Caribe: tiene la bendición para el Día Postrero; y de ahí se extenderá esa bendición para otras naciones y otras personas que están en el Programa Divino para este tiempo final.

Por lo tanto, estemos preparados, estemos siempre trabajando en la Obra del Señor, orando también; y como le dijo Dios a Josué: “Santifica al pueblo, porque van a pasar el Jordán.” Pasar el Jordán representa pasar de muerte a vida.

El Jordán representa muerte; y pasar en seco el Jordán es pasar sin ver muerte. Eso es los que serán transformados sin ver muerte, estarán pasando el Jordán sin ver muerte.

Estamos en el tiempo exacto para la manifestación de Dios visitando Su pueblo, Su Iglesia, Su pueblo del Nuevo Pacto en el Día Postrero, en el cual nos ha tocado vivir. Es ahí donde encontraremos la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles. Porque Él viene a Su Iglesia, y de ahí es que se revelará luego al pueblo hebreo.

Como vino el Evangelio de Cristo, de los judíos, por medio de Pedro y Pablo a los gentiles; el Evangelio regresará a los judíos por medio de los Dos Olivos, por medio de los ministerios de Moisés y Elías. O sea que San Pedro y San Pablo son tipo y figura de los Dos Olivos.

Es en el lugar santísimo donde estaban los dos querubines de olivos cubiertos de oro, en el templo que construyó el rey Salomón. En el templo que construyó Moisés no había colocado los dos querubines de olivo, sino solamente los dos querubines de oro sobre el propiciatorio; pero luego en el templo que construyó el rey Salomón, no solamente los dos querubines de oro sobre el propiciatorio, sino también dos querubines gigantes de madera de olivo cubiertos de oro.

Ahí tenemos los dos olivos, los dos querubines de olivo cubiertos de oro. El oro representa la Divinidad; y el olivo, la madera de olivo representa la humanidad, la parte humana.

Y ahí es el lugar en la Iglesia, el Lugar Santísimo, la Edad de Piedra Angular, donde aparecerán esos ministerios de los Dos Olivos en la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.

Los Ángeles que vienen con el Hijo del Hombre para tocar la Gran Voz de Trompeta son Moisés y Elías, esos son los Dos Ungidos, los Dos Olivos.

Así que podemos ver por qué cuando Cristo dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá con Sus Ángeles y entonces pagará a cada uno según sus obras…”  Y luego los llevó al Monte de la Transfiguración en el capítulo 17, seis días después (otro lugar dice: ocho días después), los llevó a un monte alto, se transfiguró delante de ellos, y aparecieron allí Moisés y Elías; porque ese es el Orden de la Segunda Venida de Cristo; es la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, que son los mismos que Él muestra en la parábola del trigo y de la cizaña, en donde el Hijo del Hombre enviará Sus Ángeles para llevar a cabo la cosecha; y juntarán el trigo en el alfolí, y la cizaña será echada fuera para ser quemada con fuego.

Son los mismos Ángeles de la pesca de San Mateo, capítulo 13, verso 47 al 50, donde dice que el Reino de los Cielos es como una red que es echada al mar, y recoge toda clase de peces; y luego se llena, la sacan fuera, y recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Dice: “Así será en el fin del siglo. Enviará Sus Ángeles.”

Esos Ángeles son los Dos Olivos, son los que tocan la Trompeta, son los que tienen que ver con la cosecha; y ahí está el misterio de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, lo cual será revelado en el cumplimiento de la Visión de la Carpa que vio el reverendo William Branham.

Ahí es que será abierto ese misterio, ese secreto de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia. Es a Su Iglesia que Él viene para darle la fe para ser transformada y llevada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, somos personas bienaventuradas al estar viviendo en este tiempo final, en el tiempo en que todas estas promesas serán cumplidas. Y las veremos ¿dónde? En la Casa de Dios, el Templo de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y entonces comprenderemos lo que Él dijo, y comprenderemos que era verdad: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Lo veremos entre nosotros cuando nuestros ojos sean abiertos y las Escrituras sean abiertas; y recibiremos la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Estaremos escuchando la Voz de los Siete Truenos, que es la Voz de Cristo en el Día Postrero hablándonos, no como Cordero, sino como León de la tribu de Judá, y Siete Truenos emitirán Sus voces.

Los Siete Truenos hablando es Cristo hablando como León y Rey; porque el león es el rey de la selva, y Cristo es el León de la tribu de Judá. Cristo es el Rey de la tribu de Judá, el heredero al Trono de David y Reino de David.

Por lo tanto, para este tiempo final en la Edad de Piedra Angular, en la Venida del Señor, del Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, tendremos al que dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Y lo veremos en este tiempo final como León de la tribu de Judá.

Es ahí donde Él cambia de Cordero a León, de Sumo Sacerdote a Juez y Rey. Por lo tanto, lo estaremos viendo en medio del candelero y en medio de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías.

Cuando veamos el ministerio de Elías operando por quinta ocasión, sepamos que Cristo está en medio de ellos. Cuando estemos viendo también el ministerio de Moisés operando, sepamos que Cristo está como estaba en el Monte de la Transfiguración: en medio de los Dos Olivos. Tan sencillo como eso. Y todo eso ¿en qué lugar? En la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.

Con razón el reverendo William Branham dijo: “Cuando ellos vean a Cristo viniendo por Su Iglesia, ellos dirán: ‘Este es el que nosotros estamos esperando.” Dijo que cuando los judíos vean a Cristo, al Mesías, al Ungido en medio de la Iglesia, viniendo por Su Iglesia, dirán: “Este es el que nosotros estamos esperando.”

Ahora, la pregunta sería: ¿Y por qué estaría en medio de la Iglesia? Porque Él estaría en medio de Su Templo espiritual, que es Su Iglesia.

Recuerden que así como el esposo y la esposa son una misma carne, una sola carne, Cristo y Su Iglesia son una misma carne. La carne o cuerpo físico para Cristo obrar es nuestro cuerpo. Somos instrumentos de Cristo para Él obrar por medio de nosotros. Por lo tanto, esté siempre en las manos de Cristo para que Cristo le use como Él desee usarle en este tiempo final.

“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA EL FIN DEL MUNDO.”

Ese ha sido nuestro tema en nuestro estudio bíblico de hoy domingo de escuela bíblica; escuela bíblica para todos, para escudriñar la Palabra y estar al tanto del Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo, en el cual por la gracia de Dios nos ha tocado vivir.

Cristo todavía está llamando y juntando Sus escogidos en Su Cuerpo Místico de creyentes, en Su Iglesia.

Por lo tanto, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento. Para lo cual puede pasar al frente y estaremos orando por usted.

También en las demás naciones y demás iglesias que están conectadas con esta transmisión, también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como Salvador aquí en Bogotá, Colombia.

Por lo tanto, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón. Él te está llamando porque tu nombre está escrito en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo; y te ha tocado vivir en este tiempo para ser llamado y colocado en la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.

Lo más importante es la vida eterna. Sin vida eterna no hay futuro para la persona. Sin vida eterna la vida terrenal pierde su sentido. No tiene sentido vivir cincuenta, cien años o doscientos años o más años, luego morir y dejar de existir. No tendría sentido la vida, entonces, si es solamente vivir este tiempo terrenal.

Nuestra vida terrenal tiene que trascender a la vida eterna, para lo cual se recibe a Cristo como Salvador, para que Cristo nos coloque en la vida eterna.

El mismo Cristo dijo en San Juan, capítulo 10, verso 27 en adelante: “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo una cosa somos.”

¿Ven? El que es de Dios, oye la Voz de Dios. Por eso cuando escucha la predicación del Evangelio de Cristo, llega al alma de la persona, porque está escuchando ahí, en su alma, la Voz de Dios llamándole, hablándole, dándole conocimiento y sabiduría de Su Programa; para colocarlo (¿dónde?) en Su Casa, Su Familia, Su Iglesia, Su Templo espiritual.

La vida tiene que tener sentido para todos nosotros. No estamos aquí en la Tierra por mera casualidad. No estamos aquí en la Tierra para vivir una temporada de años y dejar de existir. Estamos aquí en la Tierra para tener la oportunidad de obtener la vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador, el cual murió en la Cruz del Calvario para darnos la salvación y vida eterna.

Todavía vienen más personas que como ustedes han escuchado la Voz de Cristo aquí en el alma, y vienen para recibir a Cristo como su Salvador personal.

Él es nuestro Salvador. No hay otro Salvador. Solamente hay uno, y Su Nombre es: Señor Jesucristo. El Nombre de Dios está en Él.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo, que están aquí presentes y las que están también en otras naciones y han venido a los Pies de Cristo; y ahora oraremos por ustedes para que Cristo les reciba en Su Reino.

Todavía vienen más personas que como ustedes han escuchado la Voz de Dios acá en el corazón.

Con nuestros ojos cerrados y nuestros rostros inclinados:

Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo, vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo esta oración que estaré haciendo por cada uno de ustedes:

Señor Jesucristo, escuché Tu Evangelio siendo predicado, escuché Tu Voz y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo, para quien sea la gloria y la honra, por los siglos de los siglos. Amén.

Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

El bautismo en agua es un mandamiento de Cristo en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Así como estábamos en nuestros padres terrenales, nuestros cuerpos, como un gen, también estábamos en Cristo eternamente.

Cuando Cristo pasó por esta Tierra estábamos con Él, en Él, como genes del pensamiento divino colocados en Cristo. Por eso Cristo es el Padre de la familia, el Padre de todos los creyentes en Él. Él es el Padre sobre Su Casa, Su Familia. Por eso dice: “Los hijos que Dios me dio… He aquí yo, y los hijos que Dios me dio.” [Hebreos 2:13]

Por lo tanto, así como estábamos en Cristo y pasamos por toda la trayectoria de Cristo… aun estábamos con Él cuando Él estaba creando todas las cosas, y nos regocijábamos estando en Él.

Es sencillo entenderlo porque también en lo físico estábamos en nuestros padres terrenales, y de ahí hemos venido por medio del nacimiento, por medio de la unión de nuestro padre con nuestra madre y el nacimiento que tuvimos. Y ahora con el nuevo nacimiento pasa igual, pero en el campo espiritual.

Por lo tanto, todos los que estaban con Él eternamente vendrán a ser los miembros de la Familia de Dios. Son los miembros de la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios, los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, la Casa de Dios, la Familia de Dios; los cuales han venido de la eternidad para vivir una temporada en un cuerpo mortal, pero para hacer contacto con Cristo y obtener – ser restaurados a la vida eterna; para lo cual se predica el Evangelio de Cristo en todas las naciones.

El bautismo en agua es tipológico; el agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. Cuando la persona es sumergida, recibe a Cristo, muere al mundo; cuando el ministro lo bautiza, lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida en el Reino de Cristo. Tan sencillo como eso.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Nazcan en el Reino de Cristo nuestro Salvador, el cual es eterno. Y por cuanto el nuevo nacimiento nos coloca en la vida eterna, aseguramos nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, porque Su Reino es eterno. Y los que vivirán en ese Reino serán también eternos. Él dijo: “Yo les doy vida eterna.”

Bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y también ustedes que están en otros países, también pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice también con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Será hasta el próximo viernes y próximo domingo, Dios mediante, vía satélite e internet, y en vivo en el país donde me encuentre.

Que Dios me los bendiga y les guarde; y firmes en Cristo nuestro Salvador, sabiendo que Cristo es el Padre nuestro, el Padre de la Familia celestial. Cristo como Hijo sobre Su Casa, la cual Casa somos nosotros, porque somos la Familia de Dios.

Que Dios le bendiga y les guarde; y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Que Dios les bendiga y les guarde y les cuide; y les prospere espiritualmente y materialmente. Y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA EL FIN DEL MUNDO.”

Scroll al inicio