Muy buenos días, amados hermanos y amigos presentes, y todos los que están en diferentes lugares, ministros y congregaciones; y allá en Puerto Rico, el reverendo José Benjamín Pérez y la congregación allá en Cayey, Puerto Rico. Reciban mis saludos. Que Dios los bendiga grandemente y nos abra a todos el entendimiento y las Escrituras para comprender la Palabra del Señor.
Para esta ocasión leemos la Escritura en San Mateo, capítulo 13, versos 18 en adelante… Aún un poco antes podemos leer, en el capítulo 13, verso 13 en adelante, dice:
“Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para el estudio bíblico de hoy es: “EL SEMBRADOR SEMBRANDO LA SEMILLA DE LA PALABRA”.
En esta parábola el Sembrador es el Hijo del Hombre, Cristo; la Palabra del Reino es el Evangelio de Cristo, el Evangelio de la Gracia; y los diferentes terrenos son las personas que oyen la predicación del Evangelio. Y unos, el que fue sembrado junto al camino, la escuchó, fue sembrada esa Palabra en el corazón…
Recuerden que uno de los misterios del Evangelio es que se predica; y al estarse predicando y las personas estar escuchando, se está sembrando en el corazón.
Cristo a través de los instrumentos que Él tiene de edad en edad, los mensajeros de edad en edad, junto a los ministros de cada tiempo, son instrumentos de Cristo; y por consiguiente, Cristo por medio de Sus instrumentos siembra la Palabra por medio del Espíritu Santo en el corazón; porque el Evangelio es para ser sembrado en el corazón de las personas, porque es para creer, “porque la fe viene por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”[1].
Por lo tanto, es en el alma, en el corazón, que se siembra el Evangelio de Cristo, la Palabra del Evangelio, la Palabra del Reino; y unos la escuchan, luego viene el malo, el enemigo de Dios, y arranca eso que fue sembrado en el corazón, usando las diferentes artimañas que el diablo usa, desanima a la persona que escuchó, y lo aparta del Plan de Dios, arranca eso que fue sembrado en el corazón.
Y recuerden que es con el alma, con el corazón, que la persona cree. “Porque la fe viene por el oír, el oír de la Palabra del Señor”. Y “con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”[2].
O sea que es una Obra Divina directa de parte de Dios, por medio del Espíritu de Dios, directa al ser humano, en lo que es en realidad el ser humano: alma viviente. Es un Mensaje el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Cristo es un Mensaje directo para el alma de todo ser humano: pasa la barrera de la censura y entra al alma de la persona; pero después viene el enemigo para luchar y arrancar eso que fue sembrado en el alma, desanimando a las personas, diciéndoles: “Pero mira esto, y mira lo otro”, para que las personas se desanimen.
El que fue sembrado junto al camino tiene el problema que la Palabra que fue sembrada le es arrancada por el diablo, y ya deja de creer eso que escuchó.
Luego están los que fueron sembrados en pedregales. Y los que fueron sembrados en pedregales no echan raíz. Son los que no tienen tiempo para estudiar la Biblia, para ir a los cultos, no tienen tiempo para una u otra cosa del Programa Divino, no tienen tiempo para estudiar la Palabra del Señor; y entonces no echa raíz la Palabra, no se arraiga la Palabra en el alma de la persona; “es de corta duración”: está un tiempo, y después se va.
Luego están los que están representados en terreno lleno de espinos.
Y estos que estábamos hablando anteriormente, les viene la persecución por causa de la Palabra y tropiezan y se apartan, los que fueron sembrados en pedregales. A lo mejor dicen: “Pero yo no sabía que iba a tener tanto problema, no sabía que me iban a criticar porque había recibido a Cristo como Salvador; para colmo, en la casa”. Y así por el estilo. Y en el trabajo también, le viene la persecución, la aflicción, por causa de la Palabra, por causa del Evangelio de Cristo, y con eso tropieza.
Y el que fue sembrado entre espinos: “este es el que oye la Palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra, y la hacen infructuosa”, hacen que la Palabra no produzca el fruto que debe producir en la vida de cada creyente. Esos están siempre metidos en los afanes de esta vida y con la mente puesta en las riquezas, y no tienen tiempo para el Señor; y por consiguiente, no produce fruto la Palabra, no lleva los frutos que debe llevar en cada hijo e hija de Dios, no puede producir el nuevo nacimiento en la persona.
Mas tenemos cuatro tipos de creyentes; ya hemos visto tres. ¿Y a cuál de los tres pertenece usted? A ninguno, ¿verdad? Nadie quiere pertenecer a ninguno de esos tres anteriores.
Pero viene el tipo número cuatro:
“Mas el que fue sembrado en buena tierra (o sea, en un corazón bueno, un alma buena), este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Esa buena tierra, ese buen corazón en el cual fue sembrada la Palabra, va a producir fruto, porque es tierra buena.
¿Y cuántos están tipificados en esa tierra buena, que están aquí presentes? Por eso estamos aquí, porque estamos representados en la tierra buena: que oye y entiende la Palabra.
Por eso es tan importante los estudios bíblicos, la predicación, la enseñanza de la Palabra; como en los días de Jesús y los apóstoles, que se enseñaba la Palabra para que todos conocieran el Programa Divino correspondiente al tiempo de la Gracia, la Dispensación de la Gracia. Y ahora hemos llegado al tiempo final.
Recordemos que el que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, Cristo; y la buena tierra somos nosotros, que escuchamos y entendemos la Palabra; y llevan fruto: unos a ciento por uno, otros a sesenta por uno y otros a treinta por uno, todos llevan fruto; y el número más pequeño que colocó Jesús es: treinta por uno.
Ahora, encontramos que también Cristo dijo: “Toda planta que no sembró mi Padre celestial, será desarraigada (desarraigada y echada al fuego)”[3]. O sea que llegará el tiempo en que solamente los creyentes en Cristo van a vivir en el Reino Milenial.
La cizaña no pasa la gran tribulación para entrar al Reino del Mesías. El que fue sembrado y el enemigo arrancó lo que fue sembrado en el corazón, tampoco pasa al Reino del Mesías, al Reino del Señor. No entró al Reino de Dios. Porque para entrar al Reino de Dios, dice Cristo: “Es necesario nacer de nuevo”; como le dijo Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 3: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede entrar al Reino de Dios”.
Todos queremos entrar al Reino de Dios porque todos queremos vivir eternamente, y todos tenemos la oportunidad de vivir eternamente conforme al Programa Divino para la salvación y vida eterna de toda persona que recibe a Cristo como único y suficiente Salvador. Esa es la única forma en que la persona puede entrar a la vida eterna y vivir con Cristo en Su Reino eterno.
También nos habló de otra parábola, la parábola del sembrador que sembró trigo, y vino el enemigo y sembró cizaña. Encontramos que en esa parábola los discípulos le dicen, o los siervos del padre de familia le dicen: “¿No sembraste trigo? ¿Cómo hay cizaña?”. Él dice: “Un enemigo mío vino y sembró cizaña en el campo”. El enemigo es el diablo.
Y los siervos del padre de familia le dicen: “¿Quieres que arranquemos la cizaña?”. El padre de familia dice: “No, porque arrancando la cizaña pueden también arrancar el trigo”[4].
Por ejemplo, si hubiera una destrucción total de la cizaña, con bombas atómicas, el trigo que está viviendo todavía en la Tierra sería afectado. Pero cuando Cristo se lleve a Su Iglesia a la Cena de las Bodas del Cordero, la gran tribulación (que es el tiempo del juicio divino sobre la cizaña) caerá sobre la Tierra. Habrá una Tercera Guerra Mundial, y será atómica. También habrá terremotos, maremotos, tsunamis, volcanes en erupción, y todo eso contribuirá a la destrucción de la cizaña, de “los hijos del malo”, como los identifica Cristo en la parábola.
En Malaquías, capítulo 4, también nos habla de los malos; y nos dice Dios por medio del profeta Malaquías, lo que va a pasar en este tiempo final. Dice:
“… he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa…”.
Ese día es el día conocido en medio del cristianismo como la gran tribulación; y ese día es que la cizaña va a ser quemada con fuego atómico.
Capítulo 4 de Malaquías, verso 1 en adelante, dice:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama”.
Esto es lo que sucederá con la cizaña del campo.
En San Mateo, capítulo 13, también nos dice… De San Mateo… verso 37 en adelante, dice:
“Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino (o sea, los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo a través de las diferentes etapas de la Iglesia), y la cizaña son los hijos del malo.
El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Eso es lo que está señalado para el fin del siglo, el fin de la Dispensación de la Gracia, en la cual nosotros estamos viviendo. Estamos viviendo en el fin del siglo, en el fin del tiempo, en donde se van a cumplir estas profecías.
Ahora, nos dice que resplandecerán en el Reino de Su Padre (¿los qué?) los escogidos, el trigo de Dios; por lo cual envía Sus Ángeles. Sus Ángeles son los ministerios de Moisés y Elías, los ministerios de los Dos Olivos.
Ahora vean aquí, en el capítulo 4 de Malaquías, verso 2 en adelante, dice:
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”.
El Sol de Justicia: la Segunda Venida de Cristo, nacerá para los creyentes en Cristo, para el trigo de Dios. Y traerá salvación: Él es el que nos salvará de la gran tribulación, Él es el que nos transformará en este tiempo final; y si alguno muere, lo resucitará en cuerpo glorificado.
“Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies…”.
Para el Reino Milenial los malos ya están quemados, son ceniza; y caminando sobre la Tierra estaremos caminando sobre la ceniza de los malos. Por eso dice:
“Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”.
Cuando Dios envió al profeta Elías miles de años atrás, él trajo la restauración para las diez tribus de Israel; y encontramos que él pertenecía a las diez tribus; y encontramos que el profeta Elías fue profeta para todas las naciones. Y los ministerios de Moisés y Elías se van a repetir.
Cuando se repite el ministerio de un profeta anterior, es ese ministerio en otro hombre ungido con el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo operando el ministerio que había operado en otro profeta anterior.
El ministerio de Elías ha sido operado por cuatro ocasiones, y está prometido para ser operado por quinta ocasión. Fue operado por primera vez en Elías Tisbita; fue operado por segunda vez en Eliseo (que vino con una doble porción); fue operado por Juan el Bautista por tercera ocasión, precursando la Primera Venida de Cristo; y fue operado por cuarta ocasión en el reverendo William Branham, precursando la Segunda Venida de Cristo; y será operado por quinta ocasión en compañía del ministerio de Moisés, que será operado por tercera ocasión si contamos por segunda ocasión el ministerio de Moisés operado en Jesús.
Un profeta como Moisés fue Jesús. Y si viene un profeta como Moisés en este tiempo final, con Elías, será otro hombre trayendo la Palabra correspondiente al tiempo final; y cumpliendo así la profecía de los Ángeles que Dios envía para llamar y juntar a los escogidos del Día Postrero.
“He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible (o sea que antes de la gran tribulación estará aquí).
Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra (con destrucción) con maldición”.
Ya se cumplió también en el reverendo William Branham esta profecía, y se cumplirá la profecía de Moisés y de Elías viniendo en el tiempo final. Eso es lo que está prometido en San Mateo, capítulo 24, versos 30 en adelante, donde dice:
“De la higuera aprended la parábola…”.
Un poquito antes dice:
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.
Aquí tenemos que el Hijo del Hombre, Cristo, enviará a Sus Ángeles. Esos Ángeles son los ministerios de los Dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11, versos 1 al 14; y Zacarías, capítulo 4, versos 1 al 14. Esos son los ministerios que llamarán a Israel, 12.000 de cada tribu, y los traerán al Reino de Dios.
Esa es la promesa para Israel: los Ángeles del Hijo del Hombre siendo enviados para llamar y juntar a los escogidos del pueblo hebreo.
También aparecen en Apocalipsis, capítulo 7, siendo sellados por el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo, o sea que viene con el Espíritu Santo operando esos ministerios. Tan sencillo como eso.
Recordemos que Cristo, el Hijo del Hombre, es el que siembra la buena semilla, la buena simiente, la Palabra, el Evangelio, acá en el corazón, en el alma de cada persona. Por lo tanto, el Evangelio es un Mensaje para el alma de todo ser humano. Es el Mensaje con el cual se entra al alma para traer las bendiciones del Reino de Dios al ser humano.
“EL SEMBRADOR SEMBRANDO LA SEMILLA DE LA PALABRA”.
El Sembrador es Cristo utilizando diferentes instrumentos, sembrando la Palabra en el corazón, en el alma de toda persona. Por eso se dice también: “Dale tu corazón a Cristo, dale tu alma a Cristo”.
Recuerden que lo más importante de la persona es el alma de la persona, eso es lo que es en realidad la persona: alma viviente. Y eso es lo que se salvará o se perderá: el alma.
Por eso Cristo dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 24 al 28: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles (¿Ven? Ahí están los Ángeles de nuevo, los ministerios de Moisés y Elías), y entonces pagará a cada uno según sus obras, conforme a sus obras”.
Estamos en el tiempo más importante de todos los tiempos: en el tiempo para la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, para recompensar a cada uno según sus obras. Nos ha tocado la bendición de vivir en el tiempo final, y por consiguiente, la responsabilidad frente a la Palabra de Dios para recibirla en nuestra alma, en nuestro corazón, para que produzca en nosotros el nuevo nacimiento; y nos lleve, nos coloque en Su Reino eterno y glorioso.
“EL SEMBRADOR SEMBRANDO LA SEMILLA DE LA PALABRA”.
Cristo es el que ha sembrado en mi corazón Su Palabra, ¿y en quién más? En cada uno de ustedes. Por lo tanto, le damos gracias a Cristo por sembrar en nuestra alma Su Palabra.
La Semilla, la buena Semilla como Palabra, es el Evangelio de Cristo; y la buena Semilla encarnada en cada creyente convierte a cada creyente en el trigo del campo del Señor. Son los hijos del Reino que tenían que venir a la Tierra, ¡y aquí estamos!, para Cristo cumplir Su Programa correspondiente a este tiempo final en nosotros.
Cristo sigue añadiendo a Su Iglesia ese buen trigo, ese buen terreno; en ese terreno sigue sembrando Su Palabra; y lleva fruto a ciento por uno, a sesenta por uno y a treinta por uno. Y el trigo, ya sabemos que es cada hijo de Dios e hija de Dios que entra al Reino de Dios, y por consiguiente sella su destino eterno con Cristo en Su Reino eterno.
Que Dios les bendiga y les guarde; y adelante sirviendo a Cristo nuestro Salvador, bien agarrados de Cristo nuestro Salvador; porque recuerden que es vida eterna la que Él nos tiene en Su Reino. Viviremos eternamente con Él en Su Reino, sin los problemas que tenemos en la actualidad, y con un cuerpo nuevo, joven y eterno. Como el cuerpo glorificado que Él tiene, tendremos un cuerpo glorificado también.
Que Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando una tarde o un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“EL SEMBRADOR SEMBRANDO LA SEMILLA DE LA PALABRA”.
[Revisión julio 2024]
[1] Romanos 10:17
[2] Romanos 10:10
[3] San Mateo 15:13
[4] San Mateo 13:24-30