El Trono de la Gracia

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y todos los que están en diferentes naciones, ministros y sus congregaciones, y también colaboradores en el ministerio, en la Iglesia del Señor Jesucristo en diferentes naciones. Y un saludo muy especial para el misionero doctor Miguel Bermúdez Marín, y también para la Iglesia allá donde se encuentra el misionero Miguel Bermúdez Marín, allá en Franca, donde el reverendo Antonino es el ministro, el pastor allí.

Que Dios les bendiga a todos ustedes aquí y allá presentes en el Brasil y en todos los países. Y allá en Puerto Rico: Que Dios les bendiga a todos, al reverendo José Benjamín Pérez y también a la congregación allá en Puerto Rico.

Para esta ocasión leemos en Hebreos, capítulo 4, versos 14 en adelante; 14 al 16, dice:

“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para hoy domingo de escuela bíblica, nuestro estudio, nuestra clase es: “EL TRONO DE LA GRACIA.”

Encontramos que el mismo Cristo habla de que se sentará en el Trono de Dios; y en San Mateo, capítulo 26, verso 63 al 64, dice (cuando lo estaban juzgando, a Jesús):

“Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”

El Trono de Dios es el lugar donde Cristo se ha sentado con Dios, y lo confirma el mismo Cristo Jesús en Apocalipsis, capítulo 3, verso 21, donde dice:

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Cuando Cristo subió al Cielo ya resucitado, llevando Su propia Sangre al Templo celestial, al Lugar Santísimo, allá – al colocar Su Sangre allá, convirtió el Trono en un Trono de Misericordia.

Y mientras Él esté sentado en ese Trono celestial hay misericordia para el ser humano; lo cual fue tipificado en el Antiguo Testamento, en donde el ser humano se acercaba a Dios el día de la expiación del mes séptimo; y vean lo que ocurría, lo cual era cada año: Levítico, capítulo 23, verso 26 al 32, dice:

“También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.

Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo.

Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis.

Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.”

Ahora podemos ver cómo en el Antiguo Testamento hay una forma de acercarse a Dios para obtener misericordia de parte de Dios.

Por eso cuando Jesús estaba con Sus discípulos antes de Su muerte, en la última cena, vean, en el capítulo 26, versos 26 al 29, de San Mateo, vean cómo nos habla aquí:

“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.”

Aquí podemos ver que el día de expiación en donde se ofrecía el sacrificio, Jesús en el Nuevo Testamento, Nuevo Pacto, ahora Jesús es el Sacrificio que fue ofrecido a Dios; y Su Sangre es la Sangre del Nuevo Pacto, que limpia al ser humano de todo pecado y reconcilia al ser humano con Dios.

Por eso encontramos que la sangre de la expiación del mes séptimo de cada año, encontramos que el sumo sacerdote echaba de esa sangre en una vasija de oro, e iba al lugar santísimo y rociaba con su dedo siete veces sobre el propiciatorio; la sangre era llevada al lugar santísimo, que es el lugar de morada de Dios en el tabernáculo que construyó Moisés y en el templo que construyó el rey Salomón.

Todo eso es tipo y figura de lo que hay en el Cielo; y por consiguiente, algún día se efectuaría el Sacrificio perfecto y sería llevada la Sangre, presentada ante Dios en el Cielo; y el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, del Templo celestial, el cual es Jesucristo, Sumo Sacerdote del Templo celestial, Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec…; por lo cual también Él es, no solamente Sumo Sacerdote, sino Rey, Rey del Reino de Dios; y también Él es el Juez de toda la Tierra, que juzgará a los vivos y a los muertos.

Ahora, mientras Él está en el Trono celestial, en el Trono en el cual Él dijo que se sentaría con el Padre, es un Trono de Misericordia. Mientras Él esté allí, estará como Sumo Sacerdote intercediendo por cada persona que lo recibe como único y suficiente Salvador. Y los creyentes en Cristo, luego, si fallan en alguna cosa, cometen algún error o falta o pecado, lo confiesan a Cristo, y Él con Su Sangre lo limpia de todo pecado; y así mantiene al creyente limpio de todo pecado y justificado ante Dios, como si nunca en la vida hubiese pecado.

Por eso en la Santa Cena está representado: en el pan, el cuerpo de Cristo; y en el vino, la Sangre de Cristo. Por eso es un mandamiento divino tomar la Santa Cena en cada ocasión que se lleva a cabo, y el Lavatorio de Pies.

En la Santa Cena —lo cual es un memorial— recordamos lo que Cristo ha hecho por nosotros, así como el pueblo hebreo recordaba lo que Dios hizo por ellos en Egipto, cuando la muerte vino sobre los primogénitos que estaban en Egipto, y no llegó la muerte a los hogares de los hebreos que tenían la sangre del cordero pascual aplicada sobre el dintel y los postes de sus hogares.

Para la preservación de la vida de los primogénitos fue sacrificado aquel cordero de un año; y para la vida de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, fue sacrificado Jesucristo allá en la Cruz del Calvario para la preservación de la vida.

Por eso los creyentes en Cristo se mantienen con su fe puesta en Cristo, sabiendo que tienen vida eterna, que vivirán eternamente en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo; porque ellos han creído, y lo recuerdan, y dan testimonio de eso al tomar la Santa Cena; conmemoran ese glorioso día de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario para la redención de todos los escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; que son los primogénitos de Dios, los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, y anunciarían también esta bendición tan grande que hay para el ser humano.

Todos los que han ayudado y ayudarán a los creyentes, y los que también se reunirán aunque no sean de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, están escritos en la otra sección del Libro de la Vida; de la cual, si permanecen fieles vivirán eternamente, resucitarán en la segunda resurrección, o más bien en la resurrección para juicio después del Milenio, la segunda resurrección. La primera es la resurrección de los primogénitos antes de la gran tribulación.

Y la resurrección para los elegidos es en cuerpos glorificados; y para los que estén vivos: vendrá la transformación de sus cuerpos, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo, con cuerpos glorificados, jóvenes y eternos, para vivir con Cristo en Su Reino como reyes, sacerdotes y jueces por toda la eternidad.

Y luego, en la segunda resurrección, que será después del Reino Milenial, resucitarán todos los que han vivido en la Tierra y murieron, para pasar por el juicio divino, el Juicio del Trono Blanco; y luego ahí salen los que van a vivir eternamente, de los que ayudaron o estuvieron en el Cuerpo Místico de Cristo ayudándonos, o reuniéndose en los cultos y manteniéndose creyendo en Cristo, pero que no eran de los elegidos que estaban escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, sino que estaban en la otra sección.

Los que estuvieron un tiempo y después se olvidaron y dejaron a Cristo, sus nombres son borrados de esa sección del Libro de la Vida.

Hay un Reino que va a ser establecido en la Tierra: es el Reino de Dios, en el cual los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, tendrán la posición de reyes, sacerdotes y jueces del Orden de Melquisedec, del cual Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec.

Ahora, el Trono de Dios, el Trono de Gracia, es el que ocupa Cristo en el Cielo, del cual Él dijo que se sentaría con el Padre en Su Trono. Eso es lo que sucedió; y por consiguiente, toda persona que se acerca a Cristo se está acercando al Trono de Misericordia, al Trono de Dios; que por cuanto Cristo está allí como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, Su Sacrificio como Cordero de Dios es el que ha sido aceptado, y está colocado allí para que toda persona reciba a Cristo como Salvador y sea limpiado con la Sangre de Cristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en la persona el nuevo nacimiento, nazca en el Reino de Dios.

Mientras Cristo esté sentado en el Trono celestial, ese Trono es un Trono de Misericordia. Por eso la Tierra no ha sido destruida, porque mientras esté Cristo en el Trono sentado, haciendo intercesión con Su propia Sangre, Dios no puede destruir este planeta Tierra, no puede destruir al ser humano.

Cuando salga del Trono de Intercesión (en Apocalipsis, capítulo 5), encontramos que se convierte el Trono de Dios en un Trono de Juicio; y ya no habrá misericordia para los seres humanos. Dios los juzgará conforme a Sus Leyes, las Leyes Divinas, porque ya no habrá Sacrificio de Expiación para interceder por el ser humano y ser limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo, que fue crucificado en la Cruz del Calvario.

Mientras tanto, durante estos dos mil años de Cristo hacia acá (desde Su muerte en la Cruz del Calvario), millones de seres humanos han aprovechado esa etapa de misericordia, en la cual Dios ha extendido Su Mano de Amor Divino al ser humano para que obtenga el perdón de sus pecados, sea limpiado de todo pecado y quede justificado como si nunca en la vida hubiese pecado.

Ha sido un tiempo glorioso, de alrededor de dos mil años (desde el año 33 antes de Cristo – o después de Cristo hacia acá), en donde millones de seres humanos han obtenido la salvación y vida eterna, han obtenido la redención; porque el Programa de Redención corresponde a la Dispensación de la Gracia.

Por lo tanto, yo le doy gracias a Dios por esta oportunidad que me ha dado al colocarme en la Dispensación de la Gracia para obtener la misericordia divina. Y también ha sido así para cada uno ¿de quién? Cada uno de ustedes también, que están aquí presentes y los que están en otras naciones.

Pero algún día se cerrará ese ciclo de misericordia en el Trono de Gracia, el Trono de Dios, y entonces el juicio divino vendrá sobre la raza humana, será dictado el juicio divino de acuerdo a las Leyes de Dios, y se materializará toda sentencia divina sobre la raza humana y sobre el planeta Tierra.

Pero ¿qué pasará con los elegidos de Dios que han recibido a Cristo como Salvador y están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero? Van a ser llevados a la Cena de las Bodas del Cordero, en lo que el mundo del cristianismo llama el rapto o arrebatamiento de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Luego la humanidad pasará un lapso de tiempo de tres años y medio, terribles, donde los juicios divinos estarán cayendo sobre la raza humana. Tan sencillo como eso, pero complicado el cumplimiento, cuando se esté cumpliendo, porque habrá terremotos terribles, maremotos, tsunamis, volcanes y una Tercera Guerra Mundial que será atómica.

O sea que lo que vendrán son desastres sobre la raza humana, a causa de los juicios de Dios que estarán cayendo sobre el planeta Tierra.

Es importante que cada persona reciba a Cristo como Salvador antes que Él salga del Trono de Intercesión, del Trono de Gracia, porque luego no habrá misericordia, sino que Dios juzgará conforme a Sus Leyes a la humanidad.

Por lo tanto, acerquémonos al Trono de Gracia, donde Cristo está sentado como Intercesor, como Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec, para obtener Su misericordia, Su amor, Su bondad, y mantenernos limpios —con Su Sangre— de todo pecado.

La Iglesia del Nuevo Testamento está escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Los elegidos que forman la Iglesia tienen la bendición desde el tiempo de Jesús (de la crucifixión de Jesús hacia acá), de tener un Sacrificio por el pecado, un Sacrificio perfecto; por consiguiente, una Sangre perfecta, que mantiene limpio al ser humano de todo pecado.

El Antiguo Testamento es el tipo y figura, la sombra, del Nuevo Testamento, del Nuevo Pacto.

Por lo tanto, habrá grandes bendiciones en este tiempo final en el Programa Divino, para los seres humanos que estarán recibiendo gracia y misericordia del Trono de Gracia, de parte de Cristo.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, debe hacerlo lo más pronto posible, antes que Cristo se levante del Trono del Padre y salga de ese Trono; y ya no sea el Cordero, sino el León de la tribu de Judá, Rey de reyes y Señor de señores, y Juez de toda la Tierra.

Vamos a dar unos minutos para que los que no han recibido a Cristo todavía, lo puedan hacer en estos momentos; para que Cristo tenga misericordia de usted y lo reciba en Su Reino. Pueden pasar al frente y estaremos orando por usted.

Dios tiene mucho pueblo, y los está llamando en este tiempo final para extenderle Su misericordia y darle vida eterna. Cristo dijo: “El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna.” [San Juan 5:24] Y Él dice: “Yo le resucitaré en el Día Postrero.” [San Juan 6:39-40]

Todos queremos vivir eternamente, y por consiguiente todos necesitamos a Cristo para que nos dé vida eterna.

El mismo Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” O sea que la forma de llegar a Dios es a través de Cristo. Recuerden que Él es el Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec, que es el Orden celestial.

Vamos a estar en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Los que están en otros países también pueden venir a los Pies de Cristo allá en donde se encuentran, en las diferentes iglesias y en diferentes auditorios, para que Cristo les reciba en Su Reino.

Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados:

Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo trayendo estas personas que han venido a los Pies de Cristo aquí y en otros lugares; recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo la oración que estaremos haciendo a Cristo:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida, y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Creo en Tu Nombre como el único nombre bajo el Cielo en el cual podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Señor, reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de Tu fe en mí y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me llenes, me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, los que han venido a los Pies de Cristo aquí y en diferentes lugares, preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar? Porque he creído y recibí a Cristo como mi único y suficiente Salvador.”

El bautismo en agua es tipológico. En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Es un mandamiento del Señor Jesucristo, que dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Hemos visto que es un mandamiento del Señor Jesucristo, el cual ha estado siendo obedecido desde el tiempo de los apóstoles; y continúa siendo obedecido en nuestro tiempo, en todos los que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador y son bautizados en agua en Su Nombre.

Hasta que el último escogido de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, reciba a Cristo y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, se continuará efectuando la predicación del Evangelio de Cristo y bautizando a todos los que reciban a Cristo como único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino del Mesías, el Reino de Cristo, por el Milenio y por toda la eternidad. E iremos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero estrenando nueva vestidura.

Recuerden que cuando se va a casar una pareja, unos novios, estrenan ropa; y vamos a estar estrenando una nueva vestidura, un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado; y todos jóvenes, como de 18 a 21 años de edad, que es la flor de la juventud.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, hablándoles acerca de El TRONO DE GRACIA, EL TRONO DE MISERICORDIA, donde Cristo está sentado como Sumo Sacerdote Intercesor con Su propia Sangre, para limpiar de todo pecado al ser humano, y por consiguiente quedar la persona dentro del Reino de Dios.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados los que han recibido a Cristo como Salvador en esta ocasión. Y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Continúen pasando una tarde feliz o día feliz… que el culto acá comenzó a las 7:00 por ahí, de la mañana, 7:00 o 7:30; madrugaron un poquito; pero recuerde que madrugando buscamos al Señor.

Que Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes aquí al ministro, reverendo Samuel García, a continuación, y en cada país dejo al ministro correspondiente.

Que Dios les guarde, les proteja, les bendiga grandemente.

“EL TRONO DE LA GRACIA.”

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