El regreso al Edén

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes países, ministros y sus congregaciones en diferentes países de la América Latina, Norteamérica, Canadá, África y demás países.

Reciban todos mis saludos; y un saludo muy especial para el reverendo Miguel Bermúdez Marín allá en Acapulco, Guerrero, República Mexicana, y para el ministro allí, Abraham Liberato, en el auditorio “La Pirámide de Dios”.

Leemos en Levítico 23, comenzando en el verso 15:

“Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán.

Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová.

De vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias para Jehová”.

Y leemos en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 20 en adelante, que dice:

“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.

Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.

Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.

Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.

Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.

Y continuamos en el verso 35 de este mismo capítulo 15, donde dice:

“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?

Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.

Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;

pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves.

Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.

Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.

Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.

Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.

Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.

Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

Nuestro trabajo en el Señor no es en vano; Él recompensará a cada uno según sea su obra.

“EL REGRESO AL EDÉN” es nuestro tema de estudio bíblico para esta ocasión, domingo, 30 de abril de 2017 en la mañana (aunque en algunos países ya pasamos de las 12:00, como en Puerto Rico, pero en otros todavía es de mañana).

El regreso al Edén nos habla del regreso a la vida eterna, para que todos los escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, regresen a la vida eterna; los cuales, por causa del problema que hubo en el Huerto del Edén, en donde Eva y luego Adán pecaron y perdieron los derechos a vivir físicamente eternamente…; y todo cayó en las manos del diablo, de Satanás; y en su reino, por cuanto no hay vida eterna, nadie puede tener vida eterna en el reino de las tinieblas.

Por lo tanto, cuando la persona nace en la Tierra, nace en el reino de las tinieblas en un cuerpo mortal, corruptible y temporal, con un espíritu del mundo, un espíritu de esa dimensión mundana o del mundo; y por eso, para ser restaurado al principio, a la vida eterna, necesita nacer de nuevo, nacer en el Reino de vida eterna, que es el Reino de Dios, en el cual hay vida eterna para todos los que nacen en ese Reino.

De eso fue que le habló Cristo en el capítulo 3, verso 1 al 6, a Nicodemo, cuando le dice [San Juan]: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede entrar al Reino de Dios”; y después le explica: “el que no nazca del Agua y del Espíritu”; nacer de la Palabra y del Espíritu Santo en el Reino de Dios, al recibir el bautismo en agua por medio de los ministros correspondientes cuando se predica el Evangelio; y luego reciben el Espíritu de Dios y nacen a una nueva vida: a la vida eterna en el Reino de Dios; y por consiguiente, comenzaron su regreso al Edén.

En el campo espiritual primero se nace en el Reino de Dios y se entra a vida eterna en el Reino de Dios, y por consiguiente ya está en el campo espiritual en el Edén, con vida eterna; pero le falta el cuerpo eterno, cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado que tiene Cristo, el cual es un cuerpo con vida eterna. Y esa segunda parte corresponde a la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y a la transformación de los que estén vivos en el Cuerpo Místico de Cristo esperando su transformación.

Recuerden que la Iglesia del Señor Jesucristo está compuesta por los creyentes en Cristo nacidos de nuevo; y por consiguiente ellos son los que están en el Reino de Dios con vida eterna, ya espiritual, y recibirán la vida eterna física al ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Tan sencillo como eso.

Por eso en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, nos dice el apóstol Pablo:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”

Así como usted al nacer en la Tierra en el reino de las tinieblas, que es el que gobierna el planeta Tierra físicamente (y que se nace en ese reino para vivir una vida temporal), así como usted y yo hemos obtenido una ciudadanía terrenal del país en que hemos nacido, ahora con el nuevo nacimiento obtenemos la ciudadanía celestial, la ciudadanía del Reino de Dios, del Reino de Cristo.

Recuerden que el Ángel o Arcángel Miguel es Cristo.

Y en ese Reino se nace de nuevo como ciudadano celestial del Reino celestial de Dios. Ahí es donde se obtiene vida eterna: al nacer del Agua y del Espíritu, al nacer de la Palabra, del Evangelio y del Espíritu Santo, donde se obtiene el Espíritu del Cielo, el Espíritu del Reino de Dios. Eso es el bautismo del Espíritu Santo, el cual produce ese nuevo nacimiento, nace en ese Reino celestial de Dios; y por consiguiente ha obtenido vida eterna, ha regresado a la vida eterna, ha regresado al Edén espiritualmente; y ahora le falta la parte física.

Como Cristo, antes de venir en forma física para llevar a cabo la Obra de Redención, primero estaba en la dimensión espiritual, dimensión angelical. Él es el Ángel del Pacto que libertó al pueblo hebreo y los guió a la tierra prometida. Por eso cuando aparecía en forma de hombre, de un ángel, era el mismo Jesucristo en forma angelical llamado el Ángel del Pacto o Ángel de Dios.

Por eso Él dijo en San Juan, capítulo 8, verso 54 al 58: “Abraham deseó ver mi día, lo vio y se gozó”; dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. O sea que Cristo está hablando de que es antes que Abraham. ¿Pero cómo era antes que Abraham? En Su cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto, era antes que Abraham y antes que toda la Creación; por medio de Él fueron creadas todas las cosas.

Continúo leyendo [Filipenses 3:20-21]:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.

Cuando Cristo apareció a Sus discípulos ya resucitado, y tenía que subir al Cielo, dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”. [San Mateo 28:18]. ¿Por qué? Porque Él está sentado a la diestra de Dios en el Trono de Dios; y todo lo que Dios hace, lo hace por medio de Jesucristo en todo el universo, en toda la Creación.

Es importante saber quién es Jesucristo, saber que Jesucristo es Dios encarnado. Por eso Jesucristo decía: “El Padre y yo una cosa somos”. [San Juan 10:30]. Es como la persona, como usted: usted es alma, espíritu y cuerpo, pero es una sola persona; así es Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo es una sola persona, es Dios con Su cuerpo angelical y Dios con Su cuerpo físico que ya está glorificado, llamado Señor Jesucristo.

Es importante saber que Jesucristo es el Dios que se hizo carne y habitó entre los seres humanos para llevar a cabo la redención del ser humano y redimir a todos los que eternamente estaban en Dios, que son los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

Vean, en Primera de Timoteo, capítulo 3… Verso 14 en adelante, dice, de Primera de Timoteo, capítulo 3, dice San Pablo a Timoteo:

“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,

para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.

E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne,

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria”.

Dios fue manifestado en carne, en la persona de Jesucristo. Esto es lo que nos dice también Juan, el Evangelio según San Juan, capítulo 1, verso 14; dice:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

El Verbo, que era con Dios y era Dios, se hizo carne; y habitó entre los seres humanos para llevar a cabo la redención del ser humano, para el único que no tenía pecado morir por los pecadores; y así darles vida eterna a todos aquellos que lo reciben como su único y suficiente Salvador.

San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

Ahí tenemos el Verbo, Jesucristo en Su cuerpo angelical, el cual se hizo carne y habitó entre los seres humanos.

El cuerpo angelical de Dios es llamado el Ángel de Dios, es el Espíritu Santo; porque un cuerpo… el Espíritu Santo es un cuerpo angelical que puede aparecer en forma de fuego, de columna de fuego o en forma de un hombre, de un ángel; y el cuerpo físico de Dios es el cuerpo de Jesucristo, el cual ya está glorificado desde que resucitó.

Es importante saber quién es el Señor Jesucristo. El Señor Jesucristo dijo… En el verso 47 del capítulo 8 de San Juan, dice, el Señor Jesucristo dice:

“El que es de Dios, las palabras de Dios oye…”

Y a aquellos que no querían escucharlo les dice:

“… por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios”.

O sea que hay hijos de Dios y hay hijos que no son de Dios.

Verso 56 en adelante, del capítulo 8 mismo que estoy leyendo, dice:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.

Y en el capítulo 10, verso 24 en adelante, dice:

“Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;

pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,

y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre uno somos”.

Ahí podemos ver que hay ovejas de Dios, que le son dadas a Cristo; y hay otros que no son de Dios, dice Cristo.

Y en el capítulo 14, verso 6 en adelante, dice:

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.

Nadie va al Padre si no es por medio de Cristo nuestro Salvador; y cuando dice “nadie”, es nadie. Por eso Él dijo: “Yo soy el camino”. El camino a Dios es Jesucristo.

“Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.

Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras”.

Es como cuando alguien lo ve a usted, dice: “Yo vi a fulano de tal”; o usted puede decir: “Tú me viste”; pero no lo vio, porque usted es alma viviente; lo que vio fue el cuerpo físico donde usted habita. Y por consiguiente, eso es lo que dice Cristo, porque el cuerpo físico de Dios es Jesucristo y el cuerpo angelical de Dios es Jesucristo. Y ahí tenemos —en Jesucristo— Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tan sencillo como eso.

Como en usted: al verlo estamos conscientes de que al ver su cuerpo estamos viendo también…, o estamos conscientes de que ahí está usted como alma viviente y también su cuerpo espiritual, en ese velo de carne que usted tiene y que yo tengo.

Ahora, por cuanto hemos venido por la permisiva voluntad de Dios en cuerpos físicos, mortales, que corresponden al reino del mundo, al reino del enemigo, que conquistó todo lo que perdieron Adán y Eva, encontramos que nuestra vida en estos cuerpos (en el tiempo que teníamos que venir) es temporal, para hacer contacto con la vida eterna y nacer en el Reino eterno de Dios, que es el Reino de Cristo; nacer primero en la esfera espiritual, obteniendo el cuerpo angelical de la dimensión de Dios, de la dimensión angelical, que es la sexta dimensión; y así regresar al Edén con vida eterna; y esperar luego la transformación de nuestros cuerpos, en donde recibiremos un cuerpo eterno, inmortal, glorificado y joven para toda la eternidad, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador.

Esa es la segunda parte de la redención: la adopción de los hijos de Dios físicamente, con cuerpos eternos y jóvenes para toda la eternidad.

Y cuando tengamos el cuerpo nuevo y estemos en las Bodas del Cordero con Cristo (durante tres años y medio que durarán las Bodas del Cordero), luego regresaremos a la Tierra con los cuerpos eternos, inmortales y glorificados juntamente con Cristo, para el establecimiento del Reino del Mesías, del Reino de Dios en la Tierra, el cual será un Reino judío prometido a David. Eso será la restauración del Reino de Dios en la Tierra, la restauración del Reino de David y restauración del Trono de David; lo cual será un reino mundial que cubrirá toda la Tierra. Eso es conforme a las promesas de Dios a David.

Por lo tanto, un descendiente del rey David se sentará en el Trono de David, reinará sobre Israel y sobre todas las naciones; y en ese Reino es que habrá paz para Israel, y paz para y en todas las naciones. Ese será el Reino que traerá la paz a la humanidad; porque el Rey será el Príncipe de Paz, el Mesías descendiente del rey David.

Todo eso está prometido; y en ese Reino todos los creyentes en Cristo estarán en el Palacio con el Rey de reyes y Señor de señores.

Por lo tanto, el regreso de los creyentes en Cristo al Edén es un Programa Divino para vivir eternamente en el Reino de Dios. Estaremos disfrutando el Reino Milenial, que será la restauración al Edén en la parte física de los creyentes en Cristo y de todas las naciones que entren a ese Reino Milenial.

Los creyentes en Cristo entrarán ya con vida eterna física. Aunque la gente de las naciones, los pueblos que no pertenezcan o que no pertenecen al Cuerpo Místico de Cristo y sean salvos durante la gran tribulación (o sea, que no perezcan en la gran tribulación), entrarán.

Habrá mortales en el Reino del Mesías. Dice que el niño morirá a los 100 años, y el anciano a los 100 años será maldito. [Isaías 65:20]. Depende su actitud en ese Reino que ha de venir. O sea que habrá un lapso de tiempo para vida de las personas que no estarán transformadas, que no tendrán cuerpos eternos. Es un Reino que durará mil años y luego vendrá el Juicio Final. Y luego se entrará de lleno en el planeta Tierra con los que salgan a vida eterna, entrarán a eternidad total. Ya será el Reino de Dios gobernando el planeta Tierra; y ya no habrá más problemas en medio de la humanidad. Todo eso está planificado por Dios, pensado por Dios desde antes de la fundación del mundo.

Toda persona que está escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, escuchará la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, en la predicación del Evangelio de Cristo, con el cual son llamados los escogidos, los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Esos son de los cuales Cristo dice: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye”.

Por lo tanto, el corazón de cada persona escuchará la Voz de Dios; y el que es de Dios recibirá la Voz de Dios, recibirá a Cristo como Salvador, obtendrá la salvación y vida eterna al ser limpio con la Sangre de Cristo; y nacerá en el Reino de Dios a la vida eterna y con vida eterna, conforme al Programa Divino; entrará al Reino de Dios, como le dijo Cristo a Nicodemo.

Por lo tanto, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted. Y los que están en otros países también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que estarán recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Para lo cual pueden pasar al frente para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.

Los niños también, de 10 años en adelante, pueden recibir a Cristo como Salvador, recordando que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. [San Mateo 19:14].

Vamos a estar en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, recordando que lo más importante para el ser humano es la vida eterna.

Esta vida terrenal es temporal, pero es importante también porque nos da la oportunidad de hacer contacto con la vida eterna a través de Cristo nuestro Salvador, conscientes de que el camino a la vida eterna es Cristo, el cual dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”.

Cristo es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, que intercede por toda persona que lo recibe como Salvador. No hay nada más que un Intercesor, y su Nombre es Señor Jesucristo. Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec, del Orden Sacerdotal celestial; y también Él es el Rey de reyes y Señor de señores.

Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo aquí y en diferentes países. Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados:

Padre celestial, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas y les des vida eterna a cada uno de ellos. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, vengo a Ti dando testimonio de que creo en Tu Nombre, Nombre que es sobre todo nombre, Nombre de salvación, el único nombre en el cual podemos ser salvos.

Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ahora, bien pueden ser bautizados todos los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Dejo al ministro correspondiente en cada país, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor; y aquí dejo al reverendo José Benjamín Pérez para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, quienes han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos; y recuerden nuestro tema de escuela bíblica: “EL REGRESO AL EDÉN”, y por consiguiente, el regreso a la vida eterna.

Que Dios les bendiga; y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con nosotros al reverendo José Benjamín Pérez, y en cada país al ministro correspondiente.

Dios les bendiga y les guarde a todos.

“EL REGRESO AL EDÉN”.

Scroll al inicio