Muy buenas noches, amados hermanos y amigos presentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual quiero leer en San Lucas, capítulo 12, versos 35 en adelante (35 al 44), donde nos dice:
“Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;
y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?
Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “COMIENDO EN LA MESA DEL SEÑOR”.
Para poder comprender nuestro tema, COMIENDO A LA MESA DEL SEÑOR, tenemos que verlo desde diferentes ángulos, ya que este tema se refleja desde diferentes ángulos; y por consiguiente tenemos que ver este tema, COMIENDO A LA MESA DEL SEÑOR, así como se reflejaba en los reyes de la antigüedad, en medio del pueblo hebreo y también en medio de otras naciones, donde hubo personas, príncipes, que comían a la mesa del rey, y eran los invitados cuando el rey iba a comer; y cuando se llevaban a cabo comidas especiales, esos príncipes y los hijos del rey y su esposa estaban a la mesa con el rey.
Y ahora, en una familia de la realeza, son los príncipes y princesas que están a la mesa con el rey y la reina, porque esa es la realeza de esa nación.
Y ahora, así como se sientan a la mesa con el rey y la reina los hijos del rey y la reina, y son bienaventuradas esas personas que se sientan a la mesa a comer con el rey, así también con el Rey de los Cielos y de la Tierra, Rey de reyes y Señor de señores, nuestro amado Señor Jesucristo, tenemos la promesa que nos sentaremos con Él a Su mesa.
Y ahora, esto se ha venido reflejando de etapa en etapa —como les dije— en los reyes, con las personas que se sentaban con ellos a la mesa; y de la comida del rey también otras personas comían: invitados del rey y también personas que pertenecían a otras naciones pero que eran de la clase real, de la realeza.
Por ejemplo, en el reino de Nabucodonosor, de la comida del rey, de la comida que era ordenada para el rey, vean ustedes, le daban a Daniel y sus compañeros; o sea que comían de la mesa del rey, de esas raciones que eran para la realeza (y ahora…), y que era ordenado por el rey, y de ahí salía para esas otras personas; aunque no tenían necesariamente que estar sentados a la mesa con el rey1.
Pero ahora, Cristo promete aquí venir para servirles a todos los que estarán vigilando en el tiempo final.
Así como en la vida y ministerio terrenal de Cristo, Él se sentaba con Sus discípulos a la mesa y les lavaba los pies; por ejemplo, en la última cena lavó los pies de ellos; y así por el estilo. Esa fue la última cena: tomó el pan, dio gracias a Dios, lo bendijo, y partió y dio a ellos, y dijo: “Comed; este es mi cuerpo que por vosotros es partido”2; es así el cuerpo de Cristo representado en el pan que Él tomó en aquella ocasión, en aquella última cena.
Y vean, esa cena estaba representando también, históricamente, la última cena que tuvo el pueblo hebreo allá en Egipto, la noche antes de la salida del pueblo hebreo; porque salió al otro día en la mañana, pero antes tuvieron esa última cena en Egipto, y comieron el cordero pascual, y comieron panes sin levadura. Y el cordero pascual lo habían sacrificado el día antes de la Pascua.
O sea que viernes en la tarde (de mediodía abajo) sacrificaron el cordero, colocaron la sangre del cordero sobre el dintel de las puertas de sus hogares y los postes, asaron el cordero, y luego, durante la noche, comieron el cordero. Ya desde la caída del sol en adelante, aunque era la tarde del viernes, ya de la caída del sol en adelante era sábado para el pueblo hebreo.
Y encontramos que siempre es así: para el pueblo hebreo los días terminan en la tarde, a la caída del sol, y ahí comienza un nuevo día, en la tarde. Y por eso, ya cuando comen el cordero, ya es un nuevo día; es la noche de la Pascua, que representa —la Pascua— a Cristo, el Cordero Pascual.
Y ahora, vean ustedes, Cristo toma esa fiesta conmemorativa de la Pascua y la actualiza en Su vida, siendo Cristo el Cordero Pascual. Porque todo lo que había sido hecho en Egipto estaba representando lo que Cristo realizaría para la liberación de todos los hijos e hijas de Dios de la esclavitud en que el diablo había metido a los hijos e hijas de Dios, a la raza humana. Y el Egipto literal, allá en el tiempo en que Dios libertó al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés, aquel Egipto y su faraón, representa al diablo esclavizando a la raza humana y sobre todo a los hijos e hijas de Dios.
Y ahora, antes de cumplirse esa liberación por Cristo llevando a cabo esa liberación, se reflejó en la liberación del pueblo hebreo, en donde Dios usó al profeta Moisés, y donde fueron establecidos los símbolos de lo que Cristo haría en la liberación que Él llevaría a cabo.
Ahora, podemos ver cómo antes de Dios realizar en toda su plenitud un Programa, primero lo ha reflejado en edades y dispensaciones pasadas; y ahora, cuando lo materializa, encontramos que se hace realidad y se lleva a cabo en una escala más alta y en una nueva dispensación.
Y ahora, Cristo había comido la Pascua con Sus discípulos en otros años anteriores; pero ahora, cuando la come por última vez, la cumple allá en la tierra de Israel, materializándose en Su vida el sacrificio del cordero pascual, para que así nosotros podamos comer Su carne y beber Su Sangre; porque “el que no coma mi carne y beba mi Sangre, no tiene vida permaneciente en sí”3, dice Jesucristo.
Y Cristo es el Verbo, la Palabra, que se hizo carne; y cuando nosotros creemos en Cristo como nuestro Salvador, y lo recibimos, y lavamos nuestros pecados en Su Sangre y recibimos Su Espíritu Santo, nos hemos comido a Cristo; y hemos bebido Su Sangre, porque nos hemos tomado Su Espíritu (hemos bebido del Agua de la vida eterna, que es Su Espíritu Santo), y hemos así obtenido el perdón de nuestros pecados, y hemos obtenido el nuevo nacimiento: hemos obtenido la Vida de la Sangre, que es el Espíritu Santo.
Y ahora, la Vida de la Sangre estando en nosotros es la señal.
Como la señal fue colocada sobre el dintel y los postes de los hogares hebreos, para salvar de la muerte a los primogénitos, para, así, que la vida de los primogénitos prosiguiera; encontramos que para que los hijos e hijas de Dios, los primogénitos de Dios del Cielo, puedan vivir eternamente, necesitan tener la Vida de la Sangre, el Espíritu Santo en sus almas, en sus corazones; y estando Él ahí, la Sangre de Cristo está aplicada en el dintel y los postes de la puerta de nuestro corazón, de nuestra alma.
Y ahora vean cómo en nosotros como individuos, siendo una casa, casa de Dios, templo de Dios, todo esto se lleva a cabo en nuestra vida; y en la Iglesia de Jesucristo como la Casa de Dios, como Templo espiritual de Cristo, también así se lleva a cabo: estando el Espíritu de Cristo en la Iglesia del Señor Jesucristo, aplicando la Sangre de Cristo en Su Iglesia.
Cristo es la Puerta, y la Puerta tiene la Sangre de Redención: fue la Sangre de Cristo la que fue derramada, por lo tanto esa Puerta tiene la Sangre para la Redención, para lavar los pecados de todos los miembros de la Casa de Dios. Y el que entra por esa Puerta recibe el perdón de sus pecados, sus pecados son lavados en la Sangre de Cristo, y queda seguro dentro de esa Casa; porque en esa Casa está la señal que se requiere para que la muerte no entre a esa Casa. Los que están ahí, están seguros, porque están bajo la señal del Nuevo Pacto, la señal de la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Vean, los que están dentro de esa Casa, la Casa de Dios, la Iglesia de Jesucristo, están bajo un nuevo pacto: bajo el Nuevo Pacto de Dios por medio de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario.
Y ahora, encontramos que no solamente esta fiesta ha sido ya cumplida, la cual el pueblo hebreo celebraba en conmemoración de lo que ya Dios había hecho en el Éxodo, allá en medio de Egipto, donde estaban cautivos los hijos de Israel… Ahora, para su liberación, vean ustedes, todo eso aconteció; y luego el pueblo hebreo, por orden divina, lo celebraba una vez al año: el día 14 del mes primero sacrificaban al cordero pascual. Y ahora, ya esa fiesta se cumplió en Cristo Jesús.
También la fiesta de la expiación, del día 10 del mes séptimo de cada año, se cumplió en Jesucristo, para nuestra reconciliación con Dios.
Y la fiesta de la gavilla mecida se cumplió en Jesucristo nuestro Salvador. Él es la primera Gavilla mecida: el primero que llegó a madurez, el primero que obtuvo la adopción; y por consiguiente se sentó en el Trono de Dios, a la diestra de Dios, y recibió un nombre nuevo.
Y ahora, la fiesta de los tabernáculos, que el pueblo hebreo celebraba el mes séptimo de cada año, encontramos que la materialización de esa fiesta será el glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo.
Vean cómo todas esas fiestas que Dios le dio al pueblo hebreo son tipo y figura de las grandes fiestas que Dios materializará con Su pueblo; y luego disfrutaremos, durante el Reino Milenial y por la eternidad, esas grandes fiestas; porque toda fiesta que se lleve a cabo en el Milenio o en la eternidad tiene que tener una historia de amor divino manifestado a través de la historia de la raza humana; porque siempre una fiesta se lleva a cabo en conmemoración a algún gran evento.
Y todos estos grandes eventos de amor divino, manifestados de etapa en etapa en el Programa Divino, son —para el Reino Milenial y para la eternidad— las grandes fiestas conmemorativas que tendremos materializadas en el Reino de Dios. Así que cada fiesta que tengamos en el Milenio y en la eternidad tendrá una historia del amor divino manifestado en favor de todos nosotros.
Y ahora, en la Casa de Dios, que es Su Iglesia, nosotros comemos Pan, que es la Palabra de Dios; y tomamos el Vino del Espíritu, del estímulo por la revelación divina, estímulo por la revelación divina que nos da el Espíritu Santo; y tenemos el Aceite del Espíritu Santo.
Y en la conmemoración de la Santa Cena, la Iglesia del Señor Jesucristo desde su nacimiento allá en Jerusalén ha estado conmemorando la última cena del Señor, y por consiguiente conmemorando la muerte de nuestro amado Señor Jesucristo, y simbolizando en el pan y el vino el cuerpo y la Sangre de Jesucristo.
Y el cuerpo de Cristo, siendo Él el Verbo, la Palabra, vean ustedes, cuando nosotros nos comemos Su Palabra, nos estamos comiendo Su carne; y cuando tomamos nosotros Su Espíritu, estamos tomando la Vida de la Sangre, que es el Espíritu Santo.
Y ahora, en la Casa de Dios, que es la Iglesia, ¿quién es el siervo fiel y prudente, al cual su Señor ha puesto sobre Su Casa para que les dé el Alimento a tiempo (o sea, el pan espiritual)? Porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”4. Ese siervo fiel y prudente que está en el Día Postrero dando ese alimento espiritual, dice Cristo: “Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su Señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos Sus bienes le pondrá”5.
Y en el Día Postrero estaremos siendo bien alimentados, COMIENDO EN LA MESA DEL SEÑOR, en la Casa del Señor, en la Iglesia de Jesucristo, comiendo el alimento espiritual que nos estará sirviendo el siervo fiel y prudente, el cual lo recibe de nuestro amado Señor Jesucristo; y así estaremos COMIENDO EN LA MESA DEL SEÑOR espiritualmente.
Luego, en la Cena de las Bodas del Cordero, cuando vayamos con Cristo… Un poquito…, vamos a ver un poquito antes.
Cristo, antes de irnos, viniendo Cristo manifestado: A los siervos fieles y prudentes que estarán en el Día Postrero trabajando de la Obra de Cristo con el mensajero del Día Postrero, Cristo les servirá en Su Casa y en Su mesa el alimento espiritual correspondiente a este tiempo final; y así nos estará dando del Árbol de la Vida, como al siervo fiel y prudente; pues le dará también —por medio del siervo fiel y prudente— a todos los que estarán trabajando brazo a brazo con él, y por consiguiente a todos los hermanos de todas las congregaciones, que tendrán siervos fieles y prudentes siendo alimentados, y compartiendo con ellos ese alimento espiritual.
Así como Cristo prometió darle del Árbol de la Vida (y Cristo es el Árbol de la Vida, y Él es el Verbo, la Palabra); así, al darle al siervo fiel y prudente, y él compartirlo con todos los ministros, y los ministros con todas sus congregaciones: todos estaremos comiendo del Árbol de la Vida, Cristo la Palabra.
Y es Cristo por medio de Su Ángel Mensajero el que nos servirá ese alimento espiritual, en Su mesa, la mesa del Señor, en la Casa de Dios, la Casa del Señor, que es Su Iglesia.
Luego, cuando seamos llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, allí Cristo nos servirá en la forma correspondiente, de esa Gran Cena de las Bodas del Cordero. Si será literal o será espiritual, lo veremos cuando estemos allá; pero podremos comer físicamente o espiritualmente también; porque Cristo, cuando resucitó, comió físicamente también6. Por lo tanto, nuestros cuerpos glorificados estarán preparados para comer físicamente o espiritualmente también.
Ahora, cuando en Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 al 11, el Ángel Fuerte que desciende del Cielo con el Librito abierto en Su mano le da a Juan el apóstol para que coma ese Libro, siendo ese Libro el Título de Propiedad, la Palabra; vean ustedes, no es un alimento físico, sino es la Palabra de Dios para comer, porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
La come Juan el apóstol, el cual es tipo y figura ahí del Ángel Mensajero de Jesucristo del Día Postrero; y luego profetizará sobre muchos pueblos, naciones y lenguas. Él comparte esa Palabra con todos los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo. Y así es como comemos del Título de Propiedad, el Título de Propiedad en el Día Postrero, para ser restaurados a la vida eterna.
Y cuando estemos en el nuevo cuerpo y estemos en la Cena de las Bodas del Cordero, allí comeremos la Gran Cena de las Bodas del Cordero, en esa gran fiesta o —como diríamos nosotros— recepción de las Bodas del Cordero. ¿Cómo será? Esperemos que estemos allí.
Durante el Milenio también podremos comer físicamente o espiritualmente; y la gente que vivirá en el Milenio, en adición a los escogidos de Dios, vivirán en cuerpos físicos y comerán del fruto de la Tierra; y también nosotros podremos comer con ellos del fruto de la Tierra.
Para el Reino Milenial podremos también estar a la mesa con el Señor y comer espiritualmente o materialmente también. Luego, cada año, de seguro habrá una gran cena en conmemoración a esa gran liberación que Cristo materializó para todos nosotros; como el pueblo hebreo conmemoraba la gran fiesta de la liberación de Egipto, donde habían sacrificado el cordero pascual.
Y ahora, durante la eternidad también las personas comerán; y los escogidos de Dios, pues, podrán comer físicamente o podrán comer espiritualmente también. Por lo tanto, no habrá problemas para los reyes y sacerdotes, que son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Así que hemos visto que hay diferentes aspectos en cuanto a comer en la mesa del Señor. Todo esto viene reflejándose desde la antigüedad; y luego, cuando estemos en la Cena de las Bodas del Cordero, allí también se estará cumpliendo, y cuando estemos en el Milenio, y cuando estemos en la eternidad.
En la actualidad estamos a la mesa del Señor comiendo la Palabra, y bebiendo la Vida de la Sangre, el Espíritu Santo, y recibiendo el estímulo de la revelación divina, el estímulo que produce el Vino; y así somos llenos de gozo en la mesa del Señor, comiendo el pan espiritual de la Palabra de Dios, en la Casa del Señor, en donde Él ha colocado siervos fieles y prudentes de edad en edad.
Y para este tiempo final, ¿qué nos serviría el siervo fiel y prudente?, ¿cuál sería el menú para nuestro tiempo? La Palabra de Dios correspondiente a la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
“Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”, dice Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, Cristo hablando con esa Voz de Trompeta.
Y para darnos esa revelación, ese alimento espiritual, dice Apocalipsis 22, verso 6: “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para (manifestar) a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
Y ahora vean cómo es que nos da a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto: por medio de Su Ángel Mensajero, porque ese es el instrumento de Cristo para darnos ese alimento espiritual para nuestra alma.
Y también dice Apocalipsis, capítulo 22, verso 16:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Ese Ángel Mensajero de Jesucristo es el que trae el alimento espiritual para nuestra alma en este tiempo final, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; para así comer en la mesa del Señor, con el siervo fiel y prudente, el Alimento que Cristo le entrega para todos nosotros; para luego que hayamos comido y estemos bien alimentados, y se complete el número de los escogidos de Dios que tienen que nacer en la Casa de Dios: Cristo resucite a los muertos creyentes en Él y nos transforme a nosotros los que vivimos; y nos lleve de esta dimensión a la dimensión séptima, a la dimensión de Dios, en cuerpos glorificados, para estar con Él a la mesa del Señor, con Cristo, con Abraham, con Isaac, con Jacob, con todos esos hombres de Dios: los profetas del Antiguo Testamento, y los apóstoles del Nuevo Testamento, y los siete ángeles mensajeros de las siete edades, con sus grupos cada mensajero (y los profetas del Antiguo Testamento también), y nosotros con el Ángel del Señor Jesucristo; y todos juntos estaremos disfrutando la Gran Cena de las Bodas del Cordero en la Casa de nuestro Padre celestial, en la séptima dimensión.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche dándoles testimonio de cómo es que estamos COMIENDO EN LA MESA DEL SEÑOR hoy, y cómo comeremos en la mesa del Señor en la Gran Cena de las Bodas del Cordero, y cómo comeremos en el Reino Milenial y en la eternidad.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios; y pronto todos los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos y nosotros seamos transformados, y todos llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta última noche de actividades aquí en Asunción, Paraguay. Será hasta el próximo año, Dios mediante, en que estaré con ustedes, ya sea en este cuerpo o en el nuevo cuerpo; y ustedes, ya sea en ese cuerpo que tienen o en el nuevo cuerpo. No sabemos si el año que viene seamos transformados o si más adelante, no sabemos en qué año; pero lo importante es saber que estamos a la mesa del Señor, comiendo la Palabra, porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
Y cuando llegue el momento de ser transformados, seremos transformados. Así que no podemos saber cuál es el año, pero podemos saber que los que estemos preparados seremos transformados. ¡Y estaremos preparados para ese momento!
Así que adelante COMIENDO EN LA MESA DEL SEÑOR la Palabra del Señor de este Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
No hay nada más importante para los hijos de Dios que la vida eterna; y esa vida está en Jesucristo nuestro Salvador, ahí está escondida. En el misterio de la vida eterna, al ser abierto para todos nosotros, lo recibimos; y hemos creído en Él, en Jesucristo como nuestro Salvador, lavado nuestros pecados en Su Sangre y recibido Su Espíritu Santo. Vean el misterio de la vida eterna, lo sencillo que es.
Ahora, las palabras de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”7, podemos ver cómo uno logra eso que Él ha prometido para poder llegar al Padre por medio de Jesucristo nuestro Salvador. “La vida eterna”.
Y por cuanto Jesucristo es la Vida Eterna, nosotros seguimos la Vida Eterna: a Jesucristo nuestro Salvador. “Sigo, sigo a Jesucristo”. Sigo, sigo la Vida Eterna.
Entonces “Hablemos de Cristo”. No tenemos otro de quién hablar, sino de Jesucristo nuestro Salvador, porque Él es la vida eterna para todos nosotros. “Hablemos de Cristo”.
Estamos siguiendo a Cristo, estamos hablando de Cristo, con la fe puesta en Cristo.
Pueblo querido, Jesucristo está contigo, y yo también estoy contigo.
“COMIENDO EN LA MESA DEL SEÑOR”.
[Revisión mayo 2021]
1 Daniel 1:5-6
2 Mt. 26:26, Mr. 14:22, Lc. 22:19, 1 Co. 11:24
3 San Juan 6:53
4 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4; Deuteronomio 8:3
5 San Mateo 24:45-47
6 San Lucas 24:41-43
7 San Juan 14:6