El Árbol fructífero

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio grande estar aquí en la ciudad de Sucre, Bolivia, para compartir con ustedes estos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, y así ver lo que Dios tiene para todos nosotros en este tiempo final.

Ya que en el Antiguo Testamento se reflejó el Programa Divino que Él llevaría a cabo en el Nuevo Testamento, podemos leer en el Nuevo Testamento y podemos leer en el Antiguo Testamento, y ver el Programa Divino de nuestro tiempo en ambos lugares de la Biblia.

Por lo tanto, vamos en esta ocasión a leer un pasaje de la historia de José.

Luego que José interpretó el sueño al faraón… Miren, en una cosa tan sencilla el faraón pudo ver algo grande; o sea que pudo ver en simplicidad, en una simplicidad tal como la que estaba en José de parte de Dios, pudo ver a Dios allí manifestado.

Aquí cuando le interpretó el sueño, luego, miren… vamos a ver dónde podemos comenzar. Vamos a comenzar en el verso 25. Ya ahí ya le ha contado el sueño el faraón; ahora comienza José a interpretar el sueño, y dice [Génesis 41]:

“Entonces respondió José a Faraón: El sueño de Faraón es uno mismo…”.

O sea, el de las vacas flacas y el de las espigas flacas, y espigas gruesas y vacas gruesas. Al estar dado… Estos dos sueños se refieren a lo mismo; y al estar dado dos veces es una confirmación; como cuando Jesús decía: “De cierto, de cierto os digo”. ¿Ve?

Ahora, le dice José:

“El sueño de Faraón es uno mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer”.

O sea, las cosas que han de suceder, le dice José a Faraón: “Las cosas que han de suceder, pues Dios te las ha mostrado”. Se las ha mostrado al faraón, pero se las mostró en esta forma simbólica; y se requería un profeta en ese tiempo, al cual viene la Palabra, al cual viene la revelación divina y el cual es el intérprete de la Palabra de Dios; el cual puede recibir el conocimiento de parte de Dios de esos símbolos, y luego dar el significado a la persona o al faraón.

Dice, vean aquí:

“Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer.

Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo.

También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas menudas y marchitas del viento solano, siete años serán de hambre.

Esto es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón.

He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.

Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.

Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre siguiente la cual será gravísima.

Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios…”.

O sea que es incambiable, es firme; como ha sido mostrado en el sueño así será.

Y el faraón no sabía lo que significaba ese sueño, pero sabía que era importante.

Y ahora José le dice: “El sueño significa esto: siete años de abundancia y luego siete años de hambre”.

La abundancia es hermosa, pero el hambre es muy feo.

Así que fue presentado en esa forma, y aquí es confirmado que va a venir:

“… la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla”.

O sea que no era para muy lejos, sino que ya iban a comenzar los siete años de abundancia.

Y cuando hay abundancia la gente dice: “Dios no va a traer ningún juicio, Dios no va a hacer nada, a castigar a nadie”. Pero miren, aquí dice José al faraón: “Vienen siete años de abundancia, pero después vienen siete años de hambre”.

“Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio (o sea, un hombre… un siervo fiel y prudente, un hombre sabio), y póngalo sobre la tierra de Egipto.

Haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la abundancia.

Y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo.

Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.

El asunto pareció bien a Faraón y a sus siervos,

y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?”.

O sea, el faraón es el que va a dar un voto en favor de José aquí. Dice a los siervos el faraón, a los que… a sus ayudantes, dice:

“… y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?”.

Todos de seguro le dijeron: “No lo hallaremos. No lo habíamos hallado, si habíamos buscado quién te interpretara el sueño y ninguno lo pudo hacer; y ahora llegó este joven (tenía como 30 años) y lo pudo interpretar”.

Y reconoció que el Espíritu de Dios estaba allí. Vean, aquí dice:

“… y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?”.

En él era que estaba; era el profeta de ese tiempo, y fue el que Dios usó para la salvación de Egipto en aquel tiempo.

Y en otro tiempo usó a otro profeta para la destrucción de Egipto, cuando libertó al pueblo hebreo.

Ahora, José vino a ser muy grande allá en Egipto.

“Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú”.

Y miren, por interpretarle dos sueños que significaban lo mismo. Pero eran, estos dos sueños… ¿qué eran estos dos sueños? El contenido en forma simbólica de las cosas que iban a suceder en aquel tiempo.

Porque cuando Dios va a hacer algo primero lo revela: “Y no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”[1]. Así que allí estaba un profeta para interpretar ese sueño o esos sueños, y dar a conocer las cosas que iban a suceder.

Y le prestaron atención a José; un joven de unos 30 años de edad, pero tenía el Espíritu de Dios en él para dar a conocer las cosas que iban a suceder. Tomó las cosas que Faraón había visto en sueño, las tomó, abrió esas cosas en el contenido de esas cosas, y dio a conocer lo que iba a suceder.

Vean, fue reconocido por el faraón: reconoció que el Espíritu de Dios estaba allí; y no podían dejar ir a ese hombre, porque ese sería muy útil, de mucha bendición en el imperio del faraón, porque en él estaba el Espíritu de Dios. Tuvo la solución al problema más grande que le vendría al faraón y a su imperio en aquel tiempo.

Ahora, dice:

“Tú estarás sobre mi casa (o sea, lo puso como un siervo fiel y prudente; lo puso sobre todos los bienes del faraón, todos los bienes de su casa), y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú (o sea que el segundo en el imperio del faraón era José).

Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto.

Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello;

y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto.

Y dijo Faraón a José: Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.

Y llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y salió José por toda la tierra de Egipto.

Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto.

En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo a montones.

Y él reunió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y guardó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento del campo de sus alrededores.

Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número.

Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de On.

Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre.

Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”.

Vamos a dejarlo hasta ahí.

José, vean ustedes, es un tipo de Cristo. Y teniendo estos dos hijos, al segundo le puso por nombre Efraín, que significa ‘fructífero’; porque Dios hizo fructificar a José en esa tierra gentil, y vino a ser un árbol fructífero José.

“EL ÁRBOL FRUCTÍFERO”.

José representa a Cristo, Asenat representa la Iglesia del Señor Jesucristo, Manasés representa al pueblo hebreo y Efraín representa la Iglesia del Señor Jesucristo, la Iglesia gentil.

Ahora, encontramos que aquí está representada la Iglesia del Señor Jesucristo dos veces: en Asenat y también en Efraín.

Ahora, encontramos que Cristo fue despreciado, rechazado por el pueblo hebreo; fue vendido por unas 30 piezas de plata y fue crucificado; murió, fue sepultado, luego resucitó y ascendió al Cielo.

Ahora, encontramos que esto fue representado en la vida de José siendo odiado por sus hermanos. Luego lo vendieron: lo echaron en una cisterna vacía, y cuando pasaron unos ismaelitas (creo que eran, o madianitas; ismaelitas, parece que eran), lo vendieron a ellos; y esos comerciantes iban para Egipto, y allá lo vendieron como esclavo.

Pero miren, José estaba caminando bajo esas circunstancias, pero todo estaba siendo dirigido por Dios; era para preservación de vida.

José, pues siendo un profeta, él sabía que todas las cosas obran para bien. Por lo tanto, todo iba a obrar para bien, aunque su vida iba a estar llena de muchas situaciones difíciles, pero en todas Dios iba a estar con él; y él más bien iba a ver todos los problemas de su vida, todas las situaciones difíciles, como un escalón, para ir subiendo hasta llegar a donde él vio que llegaría en los sueños que él tuvo allá en su casa; pues aquellos sueños, no solamente él tuvo los sueños, sino que también tuvo la interpretación de ellos.

Y vean ustedes, por allá por el…, vamos a ver, en el tiempo en que José estaba viviendo con su padre…

Eran ismaelitas, lo dice el capítulo 37, verso 28 [Génesis]; eran descendientes de Ismael, el hijo de Abraham.

Ahora, vamos a ver aquí dónde… Capítulo 37, verso 8, vamos a ver este… Yo creo que vamos a tener que leer bastante aquí. Vamos a comenzar en el verso 1 del capítulo 37 del Génesis, dice:

“Habitó Jacob en la tierra donde había morado su padre, en la tierra de Canaán.

Esta es la historia de la familia de Jacob: José, siendo de edad de diecisiete años, apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; e informaba José a su padre la mala fama de ellos.

Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores (o sea, los colores del arco iris).

Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente.

Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía.

Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado:

He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío”.

Miren, una cosa tan sencilla, una cosa del campo y del ambiente común de ellos, estaba significando algo grande para la vida de José, estaba mostrando ahí el Programa de Dios para con José.

“Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? (¿Ve? Ellos también entendieron). Y le aborrecieron aún más a causa de sus sueños y sus palabras.

Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí.

Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?

Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto”.

Porque su padre también era profeta. Y esos sueños, aunque eran raros…, y José sabía lo que significaban esos sueños; y Jacob también lo sabía, porque Jacob le dijo:

“¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?”.

Jacob, siendo profeta, pues sabía el significado de ese sueño, pero aunque se puso un poquito bravo…; mire, dice:

“Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió…”.

Le reprendió pero no podía hacer nada; el sueño se iba a cumplir, porque era el Programa Divino que Dios le estaba mostrando a José a través de esos sueños.

Y su padre, siendo profeta, el cual también había tenido sueños de parte de Dios y había tenido visiones, y se había encontrado con el Ángel de Jehová, pues sabía entonces que entre sus hijos había salido uno profeta.

Y miren, de doce hijos, ¿que uno salga profeta?, ¡eso está bueno!; malo que no salga ninguno. Pero ahora Jacob tiene la bendición de tener entre sus hijos uno que seguirá su ministerio, uno que seguirá su trayectoria profética.

Ahora, ya Jacob sabía que Dios tenía una bendición grande por medio y para José, y por medio de José, para el pueblo hebreo completo. Y sus hermanos le tenían envidia, pero Jacob amaba a su hijo José.

Y encontramos que todo esto es tipo y figura de la vida de Cristo; aquí está la Primera Venida de Cristo y la Segunda Venida de Cristo.

Fue el hombre, el profeta, en donde se cumplió el tipo y figura más perfecto de la Primera y Segunda Venida de Cristo, o sea, donde Dios tipificó la Primera y Segunda Venida de Cristo; hasta el punto que todo lo que sucederá en la Primera y Segunda Venida de Cristo está reflejado en la vida de José. Y fue el hombre que se mantuvo firme sirviendo a Dios sin pecar; fue realmente un tipo perfecto de Cristo.

Miren, José sabía hasta el éxodo del pueblo hebreo; pues Jacob, de seguro, lo recibió de Isaac, el conocimiento, e Isaac lo recibió de Abraham; pues esa enseñanza profética Abraham la pasó a sus hijos, y de sus hijos pasó a sus nietos, y de sus nietos a sus bisnietos.

Vean, y Dios le había dicho a Abraham que su simiente sería esclava en una tierra ajena[2], y todavía Abraham no tenía ni hijos. Sara era estéril y ya Abraham tenía bastante edad, y Dios le está hablando de la descendencia de Abraham, y todavía no tiene hijos.

Pero miren, lo que Dios dice tiene que ser cumplido; y como no hay ninguna cosa imposible para Dios[3], Dios obra en el tiempo correspondiente para el cumplimiento de lo que Él prometió, y hace posible lo imposible.

Ahora, aquí José viene a ser un árbol fructífero, o sea, un hombre, una persona fructífera, teniendo estos hijos; y le puso por nombre a uno de ellos Efraín, que significa ‘fructífero’.

Y ahora, siendo que representa a Cristo (José), encontramos que Cristo fue odiado por Sus hermanos, fue vendido, fue crucificado; murió, fue sepultado, luego fue sacado de allí de la tumba, resucitado, y luego ascendió al Cielo, y se sentó a la diestra de Dios en el Cielo. Y encontramos que todo ese Programa Divino fue reflejado en José.

Ahora, cuando Cristo ascendió al Cielo, sucedió lo mismo que cuando José ascendió al trono: el faraón se quitó su anillo…

Los reyes y los faraones con su anillo sellaban también documentos, y la mayor parte de esos anillos tenían el nombre del rey o faraón.

Ahora, recibe el anillo, el sello del faraón; recibe también una ropa, una vestidura real; recibe también un collar de oro; lo montan sobre el carro segundo (el primero era el del faraón y el segundo el de José); y le cambian el nombre por el de Zafnat-panea, y le dan por esposa a Asenat.

Y encontramos que de ahí en adelante José aparece a la vista de muchas personas como un gentil, porque fue vestido como un gentil. Vean ustedes, le tumbaron la barba antes de ir al faraón, y lo arreglaron bien; y ya cuando sube al lugar en donde es el segundo en el imperio del faraón, ya ahí José está en la posición donde él se vio en el sueño; y ya el resto era esperar que pasaran algunos años.

Miren, de ahí en adelante, desde el momento en que José fue colocado como segundo en el trono del faraón, de ahí en adelante transcurrirían siete años de abundancia.

Los hermanos de José todavía no conocerían a José para ese tiempo. José iba a tener sus hijos antes, estos dos hijos, antes de comenzar el tiempo difícil. Y luego, cuando el tiempo de apretura de hambre comenzara, ya ese era el ciclo divino para revelarse José a sus hermanos, de un momento a otro.

Ellos iban a sentir la necesidad de alimento físico, porque el hambre se iba a extender en todo el territorio de Egipto y también a otros territorios, como la tierra de Israel. Y ya cuando pasó el primer año, ya se agotaron las reservas que podían tener los hebreos, y así por el estilo.

Y cuando llegó cierto momento, Jacob envió a sus hijos a buscar alimento en Egipto, porque escucharon que en Egipto había un príncipe que tenía alimento y que era el único que podía vender alimento.

Jacob envió algunos de sus hijos allá; fueron, consiguieron el príncipe que estaba a cargo de todo el alimento, el cual era el segundo en el reino o imperio del faraón, y le compraron alimento.

Cuando José los vio los reconoció, pero ellos no lo reconocieron.

Ahora, ellos fueron a comprar alimento ¿dónde? Entre los gentiles.

Y aquel reino del faraón en aquel tiempo, con faraón como la cabeza máxima y José como el segundo en el trono, vean ustedes: Faraón representa a Dios y José representa a Cristo.

Cristo ascendió al Cielo y se sentó en el Trono de Dios (y tenía unos 30 y pico de años, unos 33 años también). Y nada de lo que se hace en la Tierra es hecho sin Cristo poner Su Sello; o sea que Cristo es el que ha estado gobernando todo el Programa Divino todos estos años, y Cristo ha estado en el Trono del Padre como nos dice la Escritura: “Se sentó a la diestra de Dios en los Cielos”[4].

Cristo, miren también lo que había dicho en San Juan, capítulo 5, versos… Vamos a comenzar en el verso 19, dice:

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.

Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo (¿A quién el Padre dio todo el juicio? Al Hijo),

para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.

Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;

y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre”.

Todo el juicio ha sido dado al Hijo.

Y ahora, podemos ver que esto es lo mismo que Faraón hizo con José: lo colocó sobre su casa, y le dio toda la autoridad y el poder a José, y le dijo: “Aquí nadie va a hacer nada sino por tu palabra; nadie ni va a levantar un pie ni una mano si no es por tu palabra. Solamente en el reino (dice el faraón) seré yo mayor que tú”.

Y ahora, eso es lo mismo que ha sucedido con nuestro amado Señor Jesucristo, el cual ascendió victorioso al Cielo y se sentó a la diestra de Dios, y recibió un Nombre que es sobre todo nombre: el Nombre Eterno de Dios; es ese Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.

Él dice que tiene un Nombre Nuevo[5]; así como José cuando fue colocado en el trono, segundo en el trono, tenía un nuevo nombre.

Cuando sus hermanos vinieron a comprar alimento a Egipto, vieron a José, pero no sabían que era José; pues tenía un nuevo nombre, estaba vestido en una forma gentil, y estaba vestido allí con la ropa correspondiente a la labor que tenía a su cargo. Así que no le reconocieron en esa primera ocasión.

Luego ellos regresaron a su tierra con el alimento; se les acabó luego, y fueron enviados de nuevo.

Y en una de las ocasiones en que vinieron a buscar alimento, José se reveló a ellos cuando vio a su hermano Benjamín, el cual no había venido en las ocasiones anteriores. En la tercera ocasión vino Benjamín.

Y José, siendo que eran hermanos de padre y madre…; los demás no eran hermanos de padre y madre de José, pero Benjamín sí. El corazón, el alma de José se estremeció; lloró, se salió de en medio de ellos y lloró[6]; después regresó, y luego se reveló a ellos abrazando a Benjamín y revelándole a Benjamín y a todos ellos que él era su hermano José, al cual ellos habían vendido[7].

Benjamín representa a los 144.000 hebreos, que son los que van a estremecer el corazón de Cristo, para revelarse al pequeño Benjamín y así revelarse al pueblo hebreo en el tiempo final.

Y así como los hermanos de José vieron a su hermano José entre los gentiles, el pueblo hebreo verá a Cristo velado y revelado, manifestado con Su Iglesia gentil en el Día Postrero, llevando a cabo la labor correspondiente a ese momento; y verán la Gloria de Dios manifestada en ese tiempo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, pues viene por Su Iglesia, porque es el tiempo para la Iglesia del Señor Jesucristo ser llamada, juntada, y los que están vivos ser transformados, y los que partieron ser resucitados.

Cristo en medio de Su Iglesia estará revelado en la etapa de la adopción.

Los grandes milagros y maravillas que han sido prometidos para ser manifestados en el tiempo final serán vistos por el pueblo hebreo siendo realizados en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, y ellos van a decir: “Este es el que nosotros estábamos esperando”.

Cristo se revelará al pueblo hebreo, y luego 144.000 hebreos serán llamados, juntados y sellados con el Sello del Dios vivo; y así se completará el número de los escogidos de Dios.

Pues el número de los escogidos de la Iglesia gentil se completa en el llamado final, el cual ya ha comenzado; y con latinoamericanos y caribeños es que Dios está completando el número de los miembros de Su Iglesia. Y luego faltarán los siervos, que son 144.000 hebreos, que serán los eunucos allá en el Reino de Cristo con Su Iglesia, para servirle a Cristo y a Su Iglesia ese grupo de 144.000 hebreos.

Ahora, podemos ver cómo la vida de José y sus grandes eventos muestran lo que sucedería con Cristo y Su labor, tanto con los gentiles como con el pueblo hebreo.

Y ahora miren cómo antes de comenzar los siete años de apretura, de hambre, ya José tenía sus dos hijos, y ya era un hombre fructífero, ya se había multiplicado.

Y ahora, Cristo, encontramos que es el Árbol fructífero más grande y más importante de todos los árboles. Dios representa a los hombres con árboles.

Y ahora, Cristo, siendo el Árbol de la Vida, vean ustedes, lleva mucho fruto. Cristo es un Árbol fructífero; y cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo es un fruto del Árbol de la Vida, es un fruto de Cristo, es un fruto que ha nacido del Árbol de la Vida.

Y así como José se fructificó teniendo hijos, ahora Cristo se ha fructificado teniendo hijos e hijas: por medio de creer en Cristo y recibir Su Espíritu Santo, y así nacer de nuevo, nacer en el Reino de Dios, en la Iglesia del Señor Jesucristo, como frutos, como un fruto del Árbol de la Vida, del Árbol fructífero, que es nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, hemos visto cuál es en realidad el Árbol fructífero: es el Árbol de la Vida, es nuestro amado Señor Jesucristo. Y todos nosotros somos un fruto de ese Árbol.

Y por cuanto ese Árbol de la Vida es el Hijo de Dios, ¿qué frutos da ese Árbol?

Un árbol de mangó ¿qué produce? Más mangó o mangos (si son bien grandes son mangas, ¿verdad?), o mangas; y un árbol de naranja o china (como nosotros decimos), pues produce chinas. Y miren, son producidas con las ramas naturales que produce ese árbol. Si le injertan una rama de limón, pues ya eso dará limones.

Pero el Árbol de la Vida, que es Cristo, miren ustedes, durante las siete edades ha tenido siete ramas, y ha producido en esas siete ramas hijos e hijas de Dios.

Y ahora estamos en la parte de arriba de ese Árbol, donde también produce hijos e hijas de Dios; donde un retoño de ese Árbol ha nacido, y no puede producir otra cosa sino hijos e hijas de Dios; porque ese Árbol siendo Jesucristo, el Hijo de Dios, produce hijos e hijas de Dios.

¿Ven quién es el Árbol fructífero al cual estaba señalando José con su vida? Estaba señalando a nuestro amado Señor Jesucristo, el cual tendría muchos frutos, muchos hijos, que son los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, vean, la Iglesia del Señor Jesucristo; y también tendrá 144.000 hebreos.

Podemos ver que estamos en el tiempo final, en donde muchas cosas que han sido prometidas, ya muchas de ellas han sido cumplidas, y otras están en proceso de cumplimiento.

Ahora, José fue reconocido como una persona donde estaba el Espíritu de Dios cuando pudo interpretar de aquellos sueños que tuvo el faraón, pudo interpretar las cosas que iban a suceder para aquel tiempo.

Y ahora, Dios nos permite saber las cosas que han de suceder en nuestro tiempo, y también nos enseña las cosas que han sucedido durante las edades pasadas de la Iglesia del Señor Jesucristo, y también durante las edades y dispensaciones pasadas del pueblo hebreo.

Estamos viviendo en el tiempo en donde hemos estado viendo el Árbol fructífero, nuestro amado Señor Jesucristo; y hemos estado viendo también Su fruto, que son hijos e hijas de Dios.

“EL ÁRBOL FRUCTÍFERO”.

De ese Árbol nosotros somos un fruto, somos frutos de ese Árbol en nuestra edad y en nuestra dispensación; como también en otras edades hubo fruto de ese Árbol, el cual fue producido por la Vida de ese Árbol, por el Espíritu Santo, que es la Vida que estaba en Jesucristo, el Árbol de la Vida.

Ha sido para mí un privilegio estar con ustedes en esta mañana, dándoles testimonio de estas cosas que sucederían y fueron mostradas en la vida de José.

Y podemos ver que todavía hay cosas que estarán sucediendo en este tiempo en el cual nosotros vivimos.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde, y muchas gracias por vuestra amable atención.

Con nosotros Miguel Bermúdez Marín.

“EL ÁRBOL FRUCTÍFERO”.

[Revisión junio 2023 – DM-JR]

[1] Amós 3:7

[2] Génesis 15:13

[3] San Lucas 1:37

[4] San Marcos 16:19

[5] Apocalipsis 3:12

[6] Génesis 43:29-30

[7] Génesis 45:1-4

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