El Libro de la Redención

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Para esta ocasión leemos un pasaje muy importante, que se encuentra en el libro del Apocalipsis, capítulo 5, versos 1 en adelante, y dice de la siguiente manera:

“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?

Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.

Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.

Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,

que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.

Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“EL LIBRO DE LA REDENCIÓN.”

Ese es el Libro sellado con siete sellos, que está en la Diestra de Dios, y que en algún momento Cristo como León de la tribu de Judá, luego que haya terminado Su Obra de Intercesión como Sumo Sacerdote en el Cielo, luego Él saldrá del Trono de Intercesión, del Trono del Padre, tomará ese Título de Propiedad, el Libro sellado con siete sellos, que es el Libro de la Vida del Cordero, y lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo. Así que vamos a dar un vistazo a este Libro.

Este Libro contiene nombres. Y que Dios tenga un Libro no puede ser motivo de que las personas se extrañen. Es el Libro sellado con siete sellos, el Libro de la Vida.

En el libro del Éxodo, capítulo 32, versos 31 en adelante, dice… Y vean, Moisés fue para aplacar la ira de Dios porque el pueblo se había hecho un becerro de oro allá en el Monte Sinaí, mientras Moisés estaba en el Monte Sinaí, en la cúspide del monte, recibiendo las tablas de la Ley. Él estuvo cuarenta días y cuarenta noches, no comió ni bebió, estuvo ante la presencia de Dios escuchando la Voz de Dios y viendo la presencia de Dios en esa Luz Divina, en la cual le apareció también en el capítulo 3 cuando llamó a Moisés para que fuera a libertar al pueblo de Israel allá en Egipto; y Dios le prometió que Él estaría con él, y estaría en su boca, y Moisés hablaría todo lo que Él le mandara a hablar.

Ahora, ya estando en el capítulo 32, esta es la intercesión de Moisés y todo lo que él pasó, porque Moisés estaba intercediendo ante Dios; y Moisés era profeta, era libertador, caudillo y era también sacerdote. Dice verso 19 en adelante:

“Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.

Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.

Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?”

Recuerde que el becerro de oro representaba a Satanás encarnado en Nimrod; y esa es la religión babilónica, que ha ido pasando de nación en nación. Es el becerro o toro encuernado o con cuernos, representante de Nimrod en la religión babilónica, y que representa la religión de Satanás: Satanás encarnado en Nimrod, representado en el becerro de oro. Religión que tenía Egipto, porque también luego pasó a Egipto.

“Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal.”

Eso es lo que dice Aarón a Moisés: “Tú conoces el pueblo, tú conoces a Israel, que es inclinado al mal.” Así que Moisés y Aarón conocían muy bien al pueblo, a Israel. Sigue diciendo, poniendo excusas, dice:

“Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros…”

Vean, ese becerro de oro era un dios, el dios babilónico, que pasó de nación en nación, a medida que iba moviéndose el tiempo.

Recuerden que cada nación que peleaba en una guerra, el que perdía, perdía sus derechos a su religión normalmente, le establecían la religión del vencedor. Y casi siempre destruían el templo que tenía el perdedor, de su religión, y sobre ese templo construían un templo a la religión y dios del vencedor.

“Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.

Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro.”

No podía salir si no tenían un molde, o no podía salir si no lo preparaban. Y Aarón salió ahí culpable, porque hizo la voluntad del pueblo y no la voluntad de Dios.

“Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos,

se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová (o por el Eterno, o por el Señor)?”

La traducción dice: “Jehová,” pero si lo busca en otras traducciones, encontrará también que dice: “el Señor” o “el Eterno” o “el Todopoderoso.” En todas las formas está bien, es el mismo Dios. Esta es la traducción que han hecho de las cuatro consonantes del Nombre de Dios de Éxodo, capítulo 3, versos 13 al 16; y capítulo 6, versos 1 al 3.

“…se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.

Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente.

Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.

Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros.

Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado.

Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro,

que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.”

Aquí ya podemos ver que Dios tiene un Libro donde están los nombres de personas.

“Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.”

Y ahora, aquí el mismo Dios dice que Él tiene un Libro, y el que peque contra Dios será raído del Libro de la Vida, del Libro de Dios.

“Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.

Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.”

Aquí quedó como responsable Aarón:

“Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.”

Aquí queda claramente establecido que Dios tiene un Libro: Es el Libro de la Vida, donde están escritos los nombres de seres humanos; pero también hay en la Escritura, en Apocalipsis, personas que no tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida.

El salmista David también hablaba del Libro de Dios, y dijo en el Salmo 69, verso 28:

“Sean raídos del libro de los vivientes,

Y no sean escritos entre los justos (hablando de los impíos).”

Y el Salmo 139 también nos dice algo. Vamos a ver qué dice ese Salmo, porque si la Biblia da testimonio que Dios tiene un Libro… Salmo 139, verso 16, dice:

“Mi embrión vieron tus ojos,

Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas

Que fueron luego formadas,

Sin faltar una de ellas.”

Antes de David aparecer en la Tierra, su nombre estaba escrito en el Libro de Dios; antes de Moisés aparecer en la Tierra, su nombre estaba escrito en el Libro de Dios. Y el pueblo hebreo, encontramos que también tenía su nombre escrito en el Libro; por eso Dios le dice a Moisés:

“Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.”

Por lo tanto, no es solamente tener el nombre escrito en el Libro sino no pecar contra Dios, porque el que peque contra Dios, su nombre será raído del Libro.

Moisés estaba cansado del pueblo, sabía cómo el pueblo era, y ya en el Sinaí quería abandonar su labor, su responsabilidad con Dios y con el pueblo de Israel; y no solamente en una ocasión lo hizo sino en más de una ocasión.

Y ahora, vamos a ir a través de la Escritura: Vamos al libro del Apocalipsis, capítulo 2, y también el capítulo 3 del Apocalipsis, donde nos habla del nombre en el Libro. Vamos a ir al capítulo 3, verso 17. Ahí nos muestra que la Edad de Laodicea está ciega, pobre, cuitada y desnuda; o sea, que no puede ver lo que estará sucediendo.

Hay un pasaje que dice: “Y no borraré su nombre del Libro.” Capítulo 3, verso 5 de Apocalipsis, dice:

“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Ya hemos visto que hay un Libro en el cual están escritos nombres de personas.

En Apocalipsis, capítulo 13, dice verso 8, hablando del anticristo, de la bestia: Capítulo 13, verso 1 en adelante, dice:

“Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo.”

Otras versiones dice: “nombre de blasfemia.” Y “subir del mar” es subir de pueblos, naciones y lenguas.

“Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad.”

Por lo tanto, esta bestia tiene el trono de Satanás, y su instrumento que Satanás usa ahí es el anticristo. Segunda de Tesalonicenses, capítulo 2, verso 1 en adelante. Y eso corresponde a los pies de hierro y de barro cocido en la etapa del reino de los gentiles para el tiempo final, para, luego de las piernas de hierro, que fue el imperio romano, luego de eso, entonces corresponde en la etapa del reino de los gentiles a los pies de hierro y de barro cocido.

“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,

y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?

También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses (el tiempo de la gran tribulación, que son cuarenta y dos meses: son tres años y medio).

y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia (eso es adoración babilónica, adoración satánica).”

La Escritura dice en Segunda de Tesalonicenses, verso 1 en adelante, que Dios les enviará espíritu de error, y eso es con doctrinas de demonio, o sea, doctrina babilónica, doctrina pagana, doctrina idólatra.

Verso 5 [Apocalipsis 13]:

“También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.

Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.

Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.

Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.”

Ahí podemos ver que la adorarán los que no tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, o sea, en esa sección que corresponde exclusivamente a los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que forman la Iglesia verdadera del Señor Jesucristo, llamados también elegidos y fieles, llamados también los escogidos de Dios, los predestinados de Dios.

En el capítulo 17 también nos da testimonio de lo mismo, lo cual nos muestra que hay personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de Dios, el Libro de la Vida, y hay personas que no tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida.

Capítulo 17, verso 5 en adelante (para no leer mucho), dice:

“…Y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.

Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.”

Vean, en el capítulo 13 dice que hará guerra contra los santos y que los vencerá:

“Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.”

O sea, que el diablo a través del falso profeta, el anticristo, tendrá su reino, y muchas o las naciones, la cantidad de naciones sobre las cuales le ha sido dada autoridad, dice:

“También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.”

Ahí podemos ver:

“Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.”

Esas son personas que no tienen y nunca han tenido sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, que esa es la sección de los que forman la Iglesia del Señor Jesucristo. Este Libro desde antes de la fundación del mundo fue escrito por Dios.

Ahora vean en Apocalipsis, capítulo 14; pero vamos a leer desde el verso 11 hasta el 15, del capítulo 20 de Apocalipsis; dice:

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.

Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida (aquí aparece de nuevo el Libro de la Vida); y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros…”

Las cosas escritas en los libros: las obras, la vida completa de cada persona, que queda grabada en el Cielo, y por consiguiente, en los libros, adicional al Libro de la Vida: libros o libro de memorias.

(Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, dice: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra (o según sean sus obras).”)

“…y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”

Todo lo que habían hecho en la Tierra, porque ese es el Juicio Final, en donde van a resucitar todos los muertos de todos los tiempos para ir ante el Trono de Juicio de Dios.

“Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.”

Hay una resurrección, esa es la segunda resurrección, que es para ir al Juicio Final; pero ahí no serán juzgados los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo. Ya ellos están con vida eterna y son el Gabinete de Cristo para Su Reino: como reyes, como sacerdotes y como jueces; por eso la Escritura dice que los santos juzgarán al mundo y aun a los ángeles. Eso está por ahí por Primera de Corintios, capítulo 6, verso 1 en adelante. Vamos a verificarlo.

“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?

¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”

Los santos son los creyentes en Cristo, los santificados por la Sangre de Cristo. Ya vamos teniendo un cuadro claro.

Ahora veamos a continuación, el verso 14 y 15 de este mismo capítulo 20:

“Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.”

La muerte segunda será en el lago de fuego, en donde la persona morirá en alma, espíritu y cuerpo.

“Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”

¿Ven? Los mismos que dicen que los que no tenían sus nombres escritos en el Libro de la Vida, fueron los que adoraron a la bestia.

El Libro de la Vida tiene una sección donde las personas están escritas: han nacido en esta Tierra y han nacido a esta vida; pero en esa sección el nombre de la persona puede ser borrado si peca contra Dios. Y si estaba en el camino de Dios y se aparta, su nombre será borrado; porque el que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Dios.

Y ahora, el apóstol Pablo también dice de personas que colaboraban en la Obra del Señor, decía: “los cuales están escritos en el Libro de la Vida.”

Ahora, en el Libro de la Vida está la sección en donde están escritos los nombres de todos los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, por eso se le llama el Libro de la Vida del Cordero.

El Libro de la Vida del Cordero es la parte más importante de ese Libro. De esa parte, de esa sección, ningún nombre puede ser borrado. Esos son escritos desde antes de la fundación del mundo, que vendrían a ser los descendientes del segundo Adán por medio de creer en Cristo como único y suficiente Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre, recibir Su Espíritu y obtener así el nuevo nacimiento; y por consiguiente, nacer en el Reino de Dios.

Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3, versos 1 al 6 de San Juan: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.”

Y luego Nicodemo se pone a preguntarle al Señor: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo (o adulto) entrar en el vientre de su madre, y nacer?”

Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, el que no nazca del Agua (o sea, de la Palabra, del Evangelio) y del Espíritu (del Espíritu Santo) no puede entrar en el Reino de Dios.”

No hay otra forma de entrar al Reino de Dios sino naciendo de nuevo; para lo cual, necesita recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Y ahí obtiene la vida eterna, es restaurado a la vida eterna, es redimido por medio de la Sangre de Cristo en Su Sacrificio Expiatorio en la Cruz del Calvario.

Esos son los que han sido hechos reyes y sacerdotes y jueces, y reinarán con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad. Por lo tanto, esas son las personas con las cuales Cristo como Rey tiene reyes también.

A todo lo que Cristo es heredero también lo son estas personas que forman la Iglesia del Señor Jesucristo durante todo el tiempo de la Dispensación de la Gracia, cada uno con su mensajero correspondiente a cada edad.

Y recordando lo que Cristo dijo a Sus discípulos en una ocasión: “Vosotros os sentaréis en doce tronos y juzgaréis a las doce tribus de Israel.” Y luego los mensajeros, de San Pablo en adelante, de las diferentes edades, ellos tendrán que ver con todas las demás naciones, por cuanto la Obra de Dios con los mensajeros ha sido entre los gentiles.

A la Nueva Jerusalén no entrará cualquier persona. Cualquier persona no podrá entrar a la Nueva Jerusalén, la cual será establecida en la Tierra después del Milenio y después del Juicio Final.

En el capítulo 21, versos 22 en adelante, nos dice…

Ahora vean, hay algo aquí que quiero mencionar, muy importante: Verso 2 en adelante dice, de Apocalipsis 21, mostrando la Nueva Jerusalén, esa ciudad que será de 1.500 millas de ancho, 1.500 millas de largo y 1.500 millas de alto; o sea que será una ciudad muy grande, en donde millones vivirán. Ahí vivirán todos los creyentes en Cristo redimidos por Cristo, que son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo de todas las edades. Esa es la ciudad que Abraham estaba buscando, de la cual San Pablo en el capítulo 11 nos habla.

Le fue dicho a Juan, verso 9 en adelante [Apocalipsis, capítulo 21]:

“Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.

Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,

teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel;

al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.

Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.”

Cada parte de esa ciudad cuenta una historia; tiene el nombre de un líder cada parte de la ciudad, y por consiguiente, en el nombre del líder de cada tiempo también está el nombre de los escogidos de cada tiempo.

El verso 22 de ese mismo capítulo 21, de ahí en adelante dice:

“Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.”

Así será después del Milenio y después del Juicio Final, en la eternidad.

“Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.”

Recuerden que en esa ciudad estará Dios, estará Cristo; por consiguiente, se convertirá el planeta Tierra en el Distrito Federal o Capital de todo el universo.

“Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”

Es la ciudad para los hijos e hijas de Dios que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y el capítulo 22 dice, del verso 1 en adelante de Apocalipsis:

“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.

En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,

y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.

No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.”

Ahí podemos ver (después que pase esta etapa de prueba para los seres humanos y para, por supuesto, para los creyentes en Cristo que han estado pasando por etapas muy difíciles), lo que será la eternidad para los creyentes en Cristo en la Nueva Jerusalén que desciende del Cielo.

Encontramos que el futuro de los creyentes en Cristo es el más glorioso de todos los futuros. Por lo cual, cada creyente en Cristo permanezca firme, como hicieron los creyentes en Cristo de tiempos pasados que hasta sus vidas perdieron en tiempos pasados, en el Coliseo romano, donde los echaban a los leones, a las fieras; y luego, más adelante, también los persiguieron y los mataron, dieron sus vidas por Cristo; pero Cristo dio Su vida por todos nosotros para darnos vida eterna y resucitar a los que mueran físicamente, resucitarlos en el Día Postrero, que es el séptimo día milenial o el Milenio en su comienzo, séptimo milenio.

Y ya estamos dentro del séptimo milenio conforme al calendario gregoriano, y llevamos unos cuantos años. Si sacamos la cuenta de acuerdo al calendario judío, de Cristo hacia acá tiene un atraso de unos 28 a 30 años, y por consiguiente, se le suman también los años que han transcurrido del 2001 al 2013, o sea, se le suman de 12 a 13 años más; o sea, que llevamos alrededor de 40 o cuarenta y algo de años en el séptimo milenio, conforme al calendario gregoriano, contando los años de acuerdo al calendario judío, de 360 días; porque el calendario gregoriano tiene 365 días y cuarto.

Los que están escritos en la sección llamada el Libro de la Vida del Cordero, son los que Cristo ha redimido con Su Sangre preciosa, y luego lo han recibido como único y suficiente Salvador.

Ese Libro sellado con siete sellos, siendo el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, siendo un Libro tan importante, un Libro abstracto, se ha ido materializando a través del tiempo; la sección del Libro de la Vida del Cordero se ha ido materializando en la Iglesia del Señor Jesucristo, en donde los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, de edad en edad han escuchado la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, ha nacido la fe de Cristo en su alma y lo han recibido como Salvador.

Recuerden que Cristo dijo: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” San Juan, capítulo 8, verso 47 en adelante.

Y también dijo que el que no es de Dios no escucha la Voz de Dios; también capítulo 10 de San Juan, versos 14 en adelante.

Y también capítulo 10, versos 26 en adelante, a los que no podían escuchar la Voz de Cristo, Cristo les dijo: “Ustedes no escuchan mi Voz, no la pueden escuchar, porque ustedes no son de mis ovejas.”

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,

y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”

Eso está en San Juan, capítulo 10, verso 27 en adelante; y el 26 habla de los que no pueden escuchar la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo. No podían escuchar allá a Cristo a predicando y no pueden escuchar a través del tiempo la predicación del Evangelio de Cristo dada por Cristo en Espíritu Santo a través de los que predican el Evangelio de Cristo.

Él dijo [San Marcos 16:15-16]:

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

¿Quiénes escucharán? Los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero. También escucharán otras personas y así estarán las vírgenes prudentes, que son las ovejas del Padre que le son dadas a Cristo para que les dé vida eterna; y también están las vírgenes insensatas, que representan a los creyentes en Cristo sin aceite en sus lámparas, sin el Espíritu Santo, y por consiguiente, sin haber nacido de nuevo.

Pero las ovejas del Padre, las vírgenes prudentes, están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Las vírgenes insensatas están escritas en la otra sección de la cual pueden ser borradas si se levantan en contra de la Iglesia del Señor Jesucristo o se levantan en contra del pueblo hebreo; y sobre todo, los que se levantan en contra de la Iglesia del Señor Jesucristo en la edad que les toca vivir: sus nombres son borrados del Libro de la Vida, aunque sean de las vírgenes insensatas; y por consiguiente, pierden la bendición de vivir eternamente.

Pero de las vírgenes insensatas, encontramos que la mayoría de ellas ha estado ayudando a la Iglesia, a las vírgenes prudentes, de edad en edad, y por consiguiente, esos nombres de ellos, aunque están en la sección del Libro de la Vida, no en la sección del Libro de la Vida del Cordero, no son borrados:

“No borraré su nombre del Libro de la Vida.” Eso es lo que está escrito. Dice capítulo 3, verso 5 y 6:

“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Y en cuanto a los escogidos, su nombre nunca puede ser borrado del Libro de la Vida del Cordero, o sea, de esa sección que pertenece al Libro de la Vida. Más bien recibirán recompensas por todo lo que hayan trabajado en la Obra del Señor.

Recuerden la parábola de los talentos y de las demás, equivalente a dinero. El que ganó, no le fue quitado lo que ganó ni lo que le había sido dado, sino que heredó toda la bendición contenida ahí. Y el que no hizo nada con el talento que Dios le dio, le fue quitado, fue echado a donde será el lloro y el crujir de dientes, y lo que le fue quitado le fue dado al que tenía más, le fue añadido más.

Por eso Cristo dijo: “Haced tesoros (¿dónde?) en los cielos, donde no hay ladrones – donde ladrones no minan, ni la polilla ni el orín corrompen.”

Es importante estar conscientes de estas cosas para saber que nuestra vida es de un valor muy grande ante la presencia de Dios. Él nos ha dado esta vida terrenal para que estando en la Tierra escuchemos la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibamos como nuestro único y suficiente Salvador, y seamos lavados con la Sangre de Cristo nuestro Salvador.

De esto habló San Juan en el capítulo 1, Primera de Juan, capítulo 1; y también en Primera de Pedro, capítulo 1 también. Dice:

“Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,

elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.”

¿Y para qué es que estamos en la Tierra? Para escuchar el Evangelio de Cristo y obedecer: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo,” porque es rociado con la Sangre de Cristo nuestro Salvador.

El que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y no obedece a la orden de Cristo, entonces pierde la oportunidad de la Salvación y vida eterna, porque pierde la oportunidad de ser rociado con la Sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado.

Y ahora, veamos lo que nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 12, verso 22 en adelante, hablando del Monte Sinaí, dice:

“…Sino que os habéis acercado al monte de Sion (ahora, no al Monte Sinaí), a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación (esto es la Iglesia) de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”

¿Dónde están escritos? En el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; están escritos los miembros de la congregación, de la Iglesia, la congregación de los primogénitos, que son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo en el Reino de Cristo nuestro Salvador. Han sido trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Cristo.

“…a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

Y una advertencia aquí:

“Mirad que no desechéis al que habla…”

¿Quién es el que habla del Cielo? Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, de edad en edad, por medio de la predicación del Evangelio de Cristo en cada edad, en donde envía el mensajero de cada edad y llama a los escogidos de cada edad, y los coloca en el Cuerpo Místico de Cristo.

Miren: “…A Jesús el Mediador del nuevo pacto…”

Miren: “…A los espíritus de los justos hechos perfectos…”

Tienen cuerpos angelicales, cuerpos teofánicos, lo cual es el espíritu de los justos, llamado también el ángel de cada persona.

“…A Jesús el Mediador del nuevo pacto…”

¿Quién es el Mediador del Nuevo Pacto? Jesucristo, el cual está en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión con Su Sangre, hasta que entre hasta el último escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Y cuando entre hasta el último al Cuerpo Místico de Cristo, habrá terminado Su labor, saldrá del Trono del Padre y tomará el Título de Propiedad, el Libro sellado con siete sellos, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo de todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa; reclamará a todos los escritos y los traerá a vida eterna física (eso es la redención del cuerpo, la adopción física; y a los muertos los resucitará en cuerpos eternos, y a los que estén vivos los transformará; y así todos estarán como Jesucristo en cuerpos eternos, inmortales, glorificados, a imagen y semejanza de Jesucristo, lo cual es a imagen y semejanza de Dios.

“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.”

El Espíritu Santo amonesta desde los Cielos y es el que llama a Sus ovejas de edad en edad, Cristo en Espíritu Santo.

“La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.

Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.”

O sea que viene un día, un tiempo en la gran tribulación, en donde va Dios a remover todas las cosas hechas por los hombres; va a conmover el planeta Tierra completo, con terremotos, volcanes, maremotos, tsunamis y demás plagas, demás maldiciones que han de venir sobre el planeta Tierra; pero cuando eso ocurra en toda su plenitud, Cristo con Su Iglesia estará en el Cielo celebrando la Cena de las Bodas del Cordero; para lo cual, Apocalipsis, capítulo 19, versos 9 al 10, dice que son bienaventurados los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero

¿Cuándo recibieron la invitación? Cuando escucharon el Evangelio de Cristo y recibieron a Cristo como Salvador, y recibieron luego el Espíritu de Cristo. Ya tienen la invitación. Si han muerto físicamente no tienen ningún problema: serán resucitados en cuerpos eternos, jóvenes, inmortales, glorificados; y los que vivimos seremos transformados. Y todos seremos jóvenes, iguales a Jesucristo para toda la eternidad.

Cuando tengamos el nuevo cuerpo será que iremos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. No hay otra forma para ir al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, estarán aquí en la Tierra también en una Cena: comiendo la Palabra del tiempo final, como la comieron los escogidos de cada edad con el mensajero al cual vino esa Palabra y la dio al pueblo; así será en nuestro tiempo.

Y luego iremos a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo; todos los que estarán en el Cuerpo Místico de Cristo cenando espiritualmente, luego cenarán allá en el Cielo.

¿Cómo será allá? Dejemos que estemos allá. Por lo tanto, es importante ver estas cosas en la Biblia, y mantener nuestra alma, nuestro espíritu, todo nuestro ser, bien agarrado de Cristo.

“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible…”

Hemos recibido un Reino al entrar al Reino de Cristo, porque somos herederos y coherederos con Cristo Señor nuestro (Romanos, capítulo 8, verso 14 al 39).

“…tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;

porque nuestro Dios es fuego consumidor.”

Y el capítulo 13 de Hebreos, verso 20 al 21, dice:

“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,

os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

Hemos estado viendo el misterio del Libro de la Redención, el Libro de la Vida del Cordero, el Libro de la Vida, que es el Libro sellado con siete sellos, de Apocalipsis, capítulo 5, versos 1 en adelante; y que Cristo toma en el Cielo, luego que haya completado Su Obra de Intercesión, y por consiguiente, haya entrado a Su Cuerpo Místico de creyentes hasta el último escrito en el Libro de la Vida del Cordero.

No puede salir del Trono del Padre hasta que complete Su Iglesia, por eso estamos todavía aquí; y gracias a eso la humanidad ha podido continuar hacia adelante sin venir los juicios de la gran tribulación todavía.

Todavía está en el futuro el que Cristo termine Su Obra de Intercesión, se presente como León de la tribu de Judá, como Rey y Juez, y tome ese Libro sellado con siete sellos.

Pero pronto lo va a tomar; y de ahí en adelante terminará la oportunidad de redención, terminará el tiempo de la Dispensación de la Gracia.

Por lo tanto, no se puede esperar a que eso ocurra sin antes haber recibido a Cristo como único y suficiente Salvador, ¿para qué? Para entrar al Reino de Cristo, que es el Reino de Dios que está en la esfera espiritual, en la forma de Su Iglesia.

Ya yo entré al Reino de Cristo, entré al Cuerpo Místico de Cristo; y por consiguiente, estoy en el Reino de Cristo. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

¿Por qué? Porque el nombre nuestro está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que es la sección de donde no pueden ser borrados esos nombres.

¿Y qué pasa si uno de los que están escritos ahí, peca ante Dios? Le vienen los juicios, las plagas. Por eso el apóstol Pablo dice que muchos al tomar la santa cena, al tomarla indignamente, muchos están enfermos y aun otros duermen, han muerto; no se han perdido pero pudieron haber tenido una vida mejor en la Tierra y haber hecho un buen récord en el Libro de Dios, para ser galardonado en el Reino de Cristo.

“He aquí vengo como ladrón,” dice Cristo.

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.”

Recuerden que cuando Cristo reparta los galardones, unos van a recibir galardones grandes, otros término medio, y otros un galardón pequeño; puede ser solamente la vida eterna y no se sabe si alguito más.

¿Cuántos quieren un galardón pequeño? Ninguno quiere un galardón pequeño. Cristo dijo: “Haced tesoros.” ¿Ve? Tesoros es algo grande. Tesoros en los Cielos, dice Cristo. San Mateo, capítulo 6, por ahí por el verso 30 en adelante, esto Él lo dice. Para que se lleven la cita se la voy a dar correctamente (puede ser el verso 33 por ahí): Verso 19 al *21:

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;

sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.

Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”

San Mateo, capítulo 6, versos 19 al *21; y San Lucas, capítulo 12, verso 32 al 34.

Todos tenemos la misma oportunidad de hacer tesoros en el Cielo. Yo llevo muchos años haciendo tesoros en el Cielo. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Y de acuerdo a lo que haga en la Obra, será el tesoro que usted tendrá en el Cielo; y luego en la Tierra, en el Reino del Mesías, Reino Milenial; y luego en la eternidad.

O sea, que en el Milenio no va a hacer tesoros, va a disfrutar del tesoro que usted acumuló en el Cielo.

Por lo tanto, conscientes de esto les digo: Continuemos haciendo tesoros en el Cielo, trabajando en la Obra del Señor, el cual les recompensará grandemente.

Y siempre bien agarrados de Cristo nuestro Salvador, trabajando en la Obra del Señor, no para el tiempo de Noé, porque tendríamos que estar construyendo un arca. Tenemos que estar trabajando en lo que corresponde a este tiempo.

Por lo cual, la Escritura nos habla, en las profecías, de lo que Dios estará haciendo en este tiempo en medio de Su Iglesia, en este planeta Tierra. En eso es donde tenemos que estar trabajando en este tiempo final: la predicación del Evangelio de Cristo para que se complete Su Iglesia, trabajando en todo proyecto que esté ligado a lo que corresponde a este tiempo final.

Por lo tanto, adelante trabajando en los proyectos divinos, como decía Cristo: “¿No sabéis que en los negocios de mi Padre me conviene estar?”

¿Qué era eso? Trabajando en lo que estaba prometido para aquel tiempo, y por consiguiente, cumpliendo lo que Él tenía que llevar a cabo en ese tiempo.

Así es como tenemos que estar nosotros: “En los negocios del Señor Jesucristo nos conviene estar.” ¿Y estar cómo? Trabajando

“EL LIBRO DE LA REDENCIÓN.”

El Libro sellado con siete sellos, donde están los nombres escritos de las vírgenes insensatas en una sección; y en la sección más importante, llamado el Libro de la Vida del Cordero, están los nombres de las vírgenes prudentes, de todos los creyentes en Cristo que nacerían de nuevo y formarían la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y en palabras más claras: Ahí están los nombres de las ovejas que el Padre le dio a Cristo para que las buscara y les diera vida eterna. Y en otras palabras: Ahí están los nombres del trigo, de toda persona representada en el trigo, que son los hijos del Reino.

Que las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes. Y si alguna persona todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino; para lo cual, puede pasar al frente y estaremos orando por usted.

Y los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Vamos a dar unos minutos mientras llegan a los Pies de Cristo los que faltan por recibir a Cristo como Salvador y están presentes, o están en otras naciones escuchando en estos momentos la predicación del Evangelio de Cristo nuestro Salvador.

¿Por qué recibir a Cristo como Salvador? “Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12.

Él es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, por eso Él es nuestro Redentor, nuestro Salvador; Él es la Vida Eterna, Él es el Camino Eterno, Él es la Luz Eterna, Él es la Verdad Eterna. No hay otra verdad, excepto Jesucristo.

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí,” dijo Jesucristo nuestro Salvador, en San Juan, capítulo 14, verso 6.

Por lo tanto, no hay otra verdad, sino Cristo; no hay otro camino al Padre, sino Cristo; y no hay otra vida eterna, sino Cristo; y Él es el que imparte vida eterna a todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador. Él es el que nos coloca en Su Reino, Él es el que nos coloca en Su Templo Espiritual.

En estos días continuaremos hablando de este libro tan importante, el libro del Apocalipsis. Y si Dios nos guía, estaremos explicando con más detalles algunas Escrituras del libro del Apocalipsis.

Este es el tiempo en que de un momento a otro Cristo saldrá del Trono del Padre, tomara el Título de Propiedad, el Libro sellado con siete sellos, el Libro de la Vida que contiene esas dos secciones: el Libro de la Vida, en donde están los nombres que pueden ser borrados, y el Libro de la Vida del Cordero (la otra sección), de donde ninguno puede ser borrado; en donde está mi nombre ¿y el de quién más? El de cada uno de ustedes también.

Nunca se aparte del Señor, no importa los problemas que usted tenga, o los problemas que otro tenga y usted los vea; más bien ore por las demás personas, para que Cristo les ayude y con Su Sangre los limpie de todo pecado, y puedan seguir adelante en el Camino de Dios, que es nuestro amado Señor Jesucristo; y no vayan a tomar otro camino, permanezcan en Cristo, que es el camino al Padre, el único camino a Dios.

Dijo Cristo: “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie…”

Y cuando dice nadie, es NADIE.

“…Y nadie viene al Padre, sino por mí.”

No hay otra forma para llegar a Dios, sino a través de Cristo bajo el Nuevo Pacto, en la Dispensación de la Gracia y en todas las dispensaciones.

Recuerden que Cristo es el Ángel del Pacto, es el que ha estado siempre llevando a cabo la Obra de Dios; o sea, Dios por medio de Cristo, el Ángel del Pacto.

Por eso cuando veían al Ángel del Pacto, al Ángel de Dios, decían: “Hemos visto a Dios cara a cara.” Jacob dijo: “He visto a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”, Génesis, capítulo 32, versos 24 al 32. Y Manoa también, en Jueces, capítulo 13, dice a su esposa: “Hemos de morir, porque hemos visto a Dios cara a cara.”

Pero nadie ha visto a Dios el Padre. Dice: “Nadie jamás ha visto a Dios; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer (le declaró).” San Juan, capítulo 1, verso 18.

Es Dios pero en Su cuerpo angelical, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical; y luego vieron a Dios en Su cuerpo físico, cuando Cristo estuvo aquí en la Tierra. Era Emmanuel, Dios con nosotros, en Su cuerpo de carne, que Él se creó en el vientre de María. Tan sencillo como eso, es todo este misterio de Dios el Padre, y de Cristo.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han recibido a Cristo como Salvador en diferentes naciones. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos los que han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos, y todas las demás personas presentes:

Padre nuestro, que estas en los Cielos, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador, reconociendo que no hay otro Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos; reconociendo que la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados; reconociendo la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios, como Salvador, como nuestro Redentor. Te ruego los recibas en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo, te lo ruego.

Y ahora, todos los que han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, he creído a Tu Evangelio.

Creo en Ti, creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres. Y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Redentor, un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti, y Tu fe en mí; y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente. Haz una realidad en mí, Tu Salvación que ganaste en la Cruz del Calvario para mí y para toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y Amén.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Los que recibieron a Cristo como Salvador en estos momentos, me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, pues Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo como Salvador, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia; y si Cristo fue bautizado, necesitó ser bautizado, ¡cuánto más nosotros, debemos y nos conviene ser bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo! Pues Él mismo dio la orden de bautizar en Su Nombre a todos los que le recibirían creyendo, le recibirían como Salvador.

Es que en el bautismo en agua, la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; porque estábamos en Cristo eternamente. Por lo tanto, es importante, cada persona que ha creído: identificarse con Cristo, en Su muerte, sepultura y resurrección.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultada; y cuando es levantada de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, como Cristo resucitó a vida eterna para nunca más morir.

Y así la persona se identifica con Cristo y la vida eterna que Cristo le ha otorgado, como Él lo prometió: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador; y nos veremos el próximo domingo, Dios mediante.

Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez para concluir; y en cada país dejo al ministro correspondiente, para que les indiquen cómo hacer para ser bautizados, los que han recibido a Cristo como Salvador, y complete la parte de despedir el culto y la congregación.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, escritos en el Libro de la Vida del Cordero. Dios les bendiga.

¿Cómo lo sabe, que está escrito? “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás.”

Y San Juan, capítulo *8, verso 47 en adelante, dice: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” Y el que no es de Dios, pues no escucha la Voz de Dios. Es que cada hijo escucha la voz de su padre.

Bueno, ya eso es, quizá algo para una introducción para el próximo domingo.

Bueno, que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

(Mientras no vea al ministro aquí, pues no puedo dejar de hablar. Ya lo veo moviéndose).

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

“EL LIBRO DE LA REDENCIÓN.”

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