El misterio de la Cena de las Bodas del Cordero

Muy buenas tardes, amables televidentes y los aquí presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes estos momentos alrededor del tema: “EL MISTERIO DE LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO”.

Quiero leer en Apocalipsis, capítulo 19, versos 7 al 9, donde dice de la siguiente manera:

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.

Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.

Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios”.

Nuestro tema es: “EL MISTERIO DE LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO”.

El misterio de esta gran fiesta, esta fiesta de Bodas o recepción de las Bodas del Cordero, es para ser llevada a cabo en la Casa de nuestro Padre celestial; y estarán allí todos los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.

La Esposa del Cordero es la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual de edad en edad ha estado siendo formada, ha estado viniendo a existencia, por creación divina; y para este tiempo final se lleva a feliz conclusión este Cuerpo Místico de creyentes, se completa el número de los escogidos; y los que estamos vivos, cuando veamos a los muertos en Cristo resucitados, seremos transformados.

¿Y quiénes son los que resucitarán y los que estando vivos serán transformados? Serán todos aquellos que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, los cuales han creído en Cristo como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Jesucristo, y han recibido el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu Santo; y por consiguiente han recibido un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y así han recibido las vestiduras de las Bodas del Cordero para poder casarse con el Cordero e ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el tiempo final.

Podemos ver que estas personas pertenecen a una Familia. Esa Familia es la Familia celestial, la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios, que vienen a este planeta Tierra para recibir el nuevo nacimiento y así entrar al Cuerpo Místico de Cristo, para, en el tiempo final, recibir el casamiento, las Bodas del Cordero, y luego la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.

Las Bodas se realizan aquí en la Tierra, pero la recepción, o sea, la Cena de las Bodas, se realizan en el Cielo. Y allí en el Cielo habrá una gran fiesta, donde estarán los santos del Antiguo Testamento y también los santos del Nuevo Testamento.

Los santos del Nuevo Testamento, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, en esta Cena de las Bodas del Cordero recibirán los regalos que se le hacen en la recepción a los recién casados. Y en el Cielo recibiremos los regalos de Dios, los galardones de Dios, por todas las labores que hemos realizado en la Obra de Cristo, en la edad que nos ha tocado vivir.

De esto Cristo nos habló en diferentes parábolas, las cuales tienen que ser cumplidas. Por ejemplo, tenemos la parábola de San Lucas, capítulo 19, versos 11 en adelante. Es la parábola de las diez minas. Veamos lo que dice allí:

“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.

Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.

Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.

Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros.

Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.

Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.

Y también a este dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.

Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo (una mina son 100 dracmas o 360 gramos de plata)…”.

Y ahora vean ustedes cómo Cristo representa en estos siervos, y en este dinero que les dio a ellos, un misterio del Reino de Dios; para ser cumplido ese misterio en el Programa Divino, en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Estos siervos son los siervos fieles y prudentes que Cristo ha colocado en Su Casa, en Su Iglesia; son los siete ángeles mensajeros y el Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular; son los mensajeros de las diferentes etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, vean ustedes cómo estos mensajeros de Jesucristo serán premiados por Cristo; y por consiguiente, el grupo de cada mensajero recibirá la bendición de Cristo; y esto será para la Cena de las Bodas del Cordero, donde Jesucristo repartirá los galardones a estos siervos fieles y prudentes, y a los grupos de cada uno de estos siervos fieles y prudentes que vivieron en cada una de esas etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, podemos ver que en esta parábola Cristo le dice al primero: “Reina sobre diez ciudades”; o sea que le dio autoridad sobre diez ciudades. Y eso significa que ese siervo fiel y prudente reinará sobre diez ciudades, que representa un territorio grande, con ciudades que tendrá ese territorio. Y con él estarán los escogidos de su edad para reinar con él en ese territorio.

O sea que, así como Dios hizo con el pueblo hebreo cuando les dio su herencia en la tierra de Israel…: a una tribu le dio un territorio: encontramos que a Judá le dio cierto territorio; y con esa tribu de Judá están los descendientes de Judá para estar en esas ciudades de ese territorio de Judá. El territorio de Judá tiene unas cuantas ciudades; así también el territorio de cada una de las tribus.

Y ahora, vean cómo Cristo con el Israel celestial hace lo mismo enviando Sus mensajeros de sus diferentes etapas; los cuales heredarán con Cristo, y tendrán diferentes territorios para reinar —con el grupo de su edad— sobre ese territorio en este planeta Tierra. Porque somos reyes; y si somos reyes, vamos a reinar; vamos a reinar con Cristo en este planeta Tierra; y si vamos a reinar, tienen que haber naciones sobre las cuales reinaremos.

Ahora, vean ustedes cómo en esta parábola Dios otorga ciudades y autoridad para reinar sobre esas ciudades; esto es, a estos siervos fieles y prudentes. De estos mismos siervos fieles y prudentes es que Cristo habla en San Lucas, capítulo 12, verso 35 al 44, donde dice:

“Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas…”.

O sea, estar con nuestras lámparas encendidas como individuos es estar con el Espíritu Santo; y como edad es estar con el Espíritu Santo en el Ángel Mensajero manifestado en esa edad.

Porque la lámpara, en el Cuerpo Místico de Cristo representa la edad; y la edad, teniendo el mensajero, pues tiene la mecha de esa lámpara. Y estando encendida con el Espíritu Santo, esa mecha, está alumbrando en la Casa de Dios, en la edad correspondiente. O sea que tanto la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes, como también el individuo, tienen que tener su lámpara encendida, tienen que tener al Espíritu Santo manifestado dentro de ellos.

Y ahora, sigue diciendo:

“… y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas (vean ustedes, tenemos la recomendación de estar esperando la Venida del Señor), para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.

Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.

Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.

Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.

Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá”.

Tenemos la promesa de la Venida del Hijo del Hombre como ladrón en la noche. Y ahora, la recomendación de Cristo es que velemos, vigilemos, por la Venida del Hijo del Hombre. Sigue diciendo:

“Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?

Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?

Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes”.

Estos siervos fieles y prudentes son los mensajeros de las diferentes edades o etapas de la Iglesia del Señor; y la promesa es que tendrán una bendición muy grande en la Venida del Señor. Ellos han sido colocados en la Iglesia de Jesucristo para alimentar a los miembros de la Iglesia de Jesucristo con la Palabra de Dios correspondiente a cada tiempo, a cada edad. Porque “no solamente de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”1.

Cristo dijo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna (eso es lo que Cristo dice que sucede con el que oye la Palabra de Cristo y cree al que lo envió); y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. San Juan, capítulo 5, verso 24, así lo dice.

Ahora podemos ver que hay una bendición muy grande para estos siervos fieles y prudentes que han estado alimentando a los hijos de Dios en la Casa de Dios, o sea, en la Iglesia del Señor Jesucristo; pues la Casa de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo, sobre la cual Jesucristo ha sido colocado como dice San Pablo en su carta a los Hebreos, capítulo 3, verso 5 al 6. Dice así:

“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;

pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros…”.

Esa Casa de Dios, vean ustedes, San Pablo dice que somos nosotros, o sea, la Iglesia del Señor Jesucristo. Y sobre esa Casa Cristo ha sido colocado, y sobre esa Casa Cristo ha colocado siervos fieles y prudentes, que son los mensajeros de las diferentes etapas o edades de Su Iglesia desde su nacimiento hacia acá.

Y ahora, encontramos que para el tiempo final habrá una bendición grande para estos siervos fieles y prudentes, y para el grupo que ellos atendieron en la edad en que ellos vivieron.

Los muertos en Cristo pertenecientes a las edades pasadas, juntamente con el mensajero que les tocó en su edad, resucitarán en cuerpos eternos para estar con nosotros aquí en la Tierra una temporada de 30 a 40 días. Y nosotros, cuando los veamos, seremos transformados. Y estaremos con ellos, y ellos con nosotros, de 30 a 40 días aquí en la Tierra. Y después iremos a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, para recibir los galardones por todas nuestras labores en la Iglesia del Señor Jesucristo, en favor del Reino de Dios; porque nuestro trabajo en el Señor no es en vano, dice San Pablo, porque recibirá su recompensa debida.

Ahora, podemos ver que durante la Cena de las Bodas del Cordero, Cristo estará repartiendo los galardones a todos los escogidos de Dios; al mensajero y su grupo correspondiente a cada edad o etapa por la cual Su Iglesia ha pasado. Y allí es que cada hijo e hija de Dios obtendrá lo que será su Herencia eterna; allí será donde recibirá la posición que ocupará en el Reino de Jesucristo por el Milenio y por toda la eternidad; allí será que obtendrá la posición que le corresponde en el Reino glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo.

Por eso es que dice Cristo en San Mateo, capítulo 25, en la parábola de los talentos, cuando le toca dar el galardón o premio a los que trabajaron, verso 19 en adelante, dice… vamos a ver… verso 14 en adelante vamos a leer (para que tengan el cuadro claro). Dice:

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.

A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.

Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.

Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.

Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.

Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.

Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.

Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.

Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.

Aquí podemos ver la bendición tan grande para estos siervos bienaventurados que Dios colocó sobre Su Casa y que trabajaron en la Casa del Señor, en la Obra correspondiente a la edad en que ellos vivieron; serán recompensados por nuestro amado Señor Jesucristo en la Cena de las Bodas del Cordero, en donde recibirán grandes bendiciones para ellos y el grupo que ellos tuvieron en la edad que les tocó vivir. Y entrarán así al gozo de su Señor; y reinarán con Cristo por mil años, como reyes y sacerdotes, juntamente con el grupo de su edad; y después de ese glorioso Reino Milenial luego reinaremos por toda la eternidad con nuestro amado Señor Jesucristo.

En la Cena de las Bodas del Cordero es que recibiremos la posición que ocuparemos en ese glorioso Reino Milenial de Cristo, y Reino eterno que Cristo tendrá; en el cual nosotros estaremos como reyes y sacerdotes, reinando como reyes y ministrando como sacerdotes en ese glorioso Reino del Señor Jesucristo.

Ahora podemos ver la importancia de la Cena de las Bodas del Cordero que se celebrará en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre celestial; y así estaremos completamente adoptados, y con la Herencia que nos corresponde como herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro; y regresaremos a la Tierra para tomar en este planeta Tierra la Herencia de los reinos de este planeta Tierra, para reinar con Cristo mil años y luego por toda la eternidad; reinar sobre este planeta Tierra y sobre todo el universo; o sea que es un Reino que gobierna no solamente el planeta Tierra sino el universo completo.

Ahora, podemos ver que son los hijos los herederos de toda la Herencia divina.

Abraham tenía la promesa de la tierra prometida para él y su descendencia; pero Abraham, en el capítulo 15 del Génesis, no tenía hijos, y estaba muy preocupado porque todo lo que Abraham tenía, todas esas riquezas que él tenía, las iba a heredar su siervo Eliezer, hijo de un esclavo, nacido en la casa de Abraham; y un esclavo no puede heredar a su señor. Y Abraham estaba muy preocupado, porque la Herencia no es para los esclavos ni para los siervos, sino para los hijos.

Y Abraham, recibiendo tantas bendiciones de parte de Dios, era un hombre muy rico. Y Abraham estaba muy preocupado, porque ¿tanto luchar y tanto recibir bendiciones de Dios, para que después las herede un esclavo, hijo de esclavo, y no herede esas riquezas un hijo? Eso era algo muy triste para Abraham.

Y ahora, vean aquí en el capítulo 15 del Génesis la conversación que Dios tiene con Abraham; desde el verso 1 en adelante, dice:

“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.

Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?

Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.

Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará”.

Podemos ver que Dios le promete a Abraham un heredero; ese es el hijo de Abraham, el cual nacería por medio de Sara.

Y ahora el que heredará los Cielos y la Tierra es el Mesías, que aparece como Hijo de Abraham; es un título de Hijo que le corresponde al Mesías.

Y ahora, los hijos de Dios, juntamente con el Mesías, heredarán toda la Herencia divina. Estos tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, y ellos son hijos de Abraham, de la simiente celestial.

Dice San Pablo en Gálatas, capítulo 3, verso 26 al 29:

“… pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

¿Quiénes son los herederos? Los hijos de Abraham, que vienen por medio de Cristo, el Hijo de Abraham.

En el capítulo 4 de este mismo libro o carta a los Gálatas, verso 1 en adelante, dice:

“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;

sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.

Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,

para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!

Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.

Ahora, vean ustedes quiénes son los herederos de Dios: todos los hijos e hijas de Dios, que son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo; los cuales por medio de Cristo somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús nuestro Señor.

Ahora, podemos ver que no heredará la Herencia divina un esclavo ni tampoco los siervos; ni los esclavos ni los siervos, sino los hijos e hijas de Dios son los que heredarán la Herencia divina; y por eso son colocados como reyes y sacerdotes, para reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.

Por eso es que somos vestidos con la vestidura de Boda, de las Bodas del Cordero; o sea, con el Espíritu Santo. Primeramente con las primicias del Espíritu; y en el Día Postrero, en adición, recibiremos la plenitud del Espíritu Santo; y así estaremos revestidos y tendremos el cuerpo eterno. Y así estaremos vestidos con las primicias (que es el cuerpo teofánico) y con la plenitud (que es el cuerpo eterno) para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.

Tenemos que ir vestidos con las primicias, o sea, con el cuerpo teofánico, y con el cuerpo eterno. Tenemos que estar unidos con Cristo antes de ir a la Cena de las Bodas del Cordero; y así, en la Cena de las Bodas del Cordero recibiremos grandes bendiciones, grandes dones divinos, grandes recompensas divinas, grandes galardones divinos, conforme a la promesa divina. Juntamente con el mensajero de cada edad, los escogidos de cada edad recibirán grandes recompensas por todo lo que han trabajado en la Obra de nuestro Señor Jesucristo.

Recuerden que los galardones (las recompensas) son dados por las labores que han sido realizados en la Obra del Señor; porque nuestro trabajo en el Señor no es en vano. Podemos ver que es para recibir la recompensa por lo que hemos trabajado; por eso iremos a la Cena de las Bodas del Cordero, a esa gran fiesta, donde se estará celebrando, con esa gran fiesta, con esa gran Cena, esa unión de Cristo con Su Iglesia; unión que se lleva a cabo en esta Tierra y después iremos a esa gran fiesta en el Cielo.

Hemos visto este MISTERIO DE LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO; fiesta que pronto se llevará a cabo en el Cielo, donde estarán invitados millones de ángeles, y también estarán invitados allí los santos del Antiguo Testamento, para presenciar la repartición de los galardones a todos los siervos fieles y prudentes con el grupo de su edad; donde todos seremos premiados por nuestro Señor Jesucristo muy pronto.

Eso está muy cerca de ser materializado, pues ya estamos viviendo en el tiempo final. Estamos en la etapa en donde Cristo está llamando y juntando a Sus escogidos con la Gran Voz de Trompeta de Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11; esa Gran Voz de Trompeta que Juan escuchó en el Día del Señor, que es el Día Postrero, que es el séptimo milenio.

Esa Gran Voz de Trompeta es la Voz de Cristo dándonos Su Mensaje Final, el Mensaje del Evangelio del Reino, con el cual son llamados y juntados los escogidos del Día Postrero, y colocados en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, donde suena esa Trompeta Final, donde suena la Trompeta del Evangelio del Reino, revelando el misterio de la Venida del Señor, de la Venida del Hijo del Hombre.

Estamos viviendo en el tiempo en que los escogidos están siendo llamados y juntados conforme a la promesa divina: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos”, dijo Jesucristo en San Mateo 24, verso 31. Eso es lo que está sucediendo en este Día Postrero.

Los Ángeles son los ministerios de los Dos Olivos y de los Dos Candeleros de Zacarías, capítulo 4, y Apocalipsis, capítulo 11; y esos son los ministerios de Moisés y de Elías manifestados en el Día Postrero; el ministerio de Moisés por segunda vez y el ministerio de Elías por quinta ocasión.

Con estos ministerios, los escogidos en el Día Postrero serían llamados y juntados; porque estos ministerios vendrían con la Gran Voz de Trompeta, o sea, con el Mensaje del Evangelio del Reino, llamando y juntando a todos los escogidos de Dios en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino para las Bodas del Cordero, o sea, para la unión de Cristo con Su Iglesia, y Su Iglesia con Cristo, en la Segunda Venida de Cristo; y luego para ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.

Ahora podemos ver el misterio de la vestidura de las Bodas del Cordero, el misterio de las Bodas del Cordero y el misterio de la Cena de las Bodas del Cordero. Y esto es para todos los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero; y estos son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo: los que creerían en Cristo como su Salvador, y recibirían el Espíritu de Jesucristo en el tiempo en que Dios los enviaría a la Tierra.

Podemos ver el misterio, también, de quiénes son los que tendrían la vestidura de Bodas, de las Bodas del Cordero, y los que estarían en las Bodas del Cordero casándose con el Cordero, o sea, uniéndose con Cristo, y también los que estarán en la Cena de las Bodas del Cordero. Son los mismos.

Son los mismos que reciben la vestidura de las Bodas del Cordero, el Espíritu Santo; y son los mismos que en el Día Postrero son llamados y juntados, y son transformados, en este Día Postrero; y así reciben la vestidura exterior de Boda, que es el cuerpo eterno; como también los santos de la Iglesia de Jesucristo que ya han partido, los que recibirán también el cuerpo eterno. Esa es la vestidura visible posterior que recibiremos en este tiempo final.

Y así entraremos vestidos de Boda a las Bodas del Cordero, a la unión de Cristo con Su Iglesia, y Su Iglesia con Cristo.

Y luego nos iremos a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo; nos iremos con un cuerpo físico eterno y con un espíritu teofánico eterno también; nos iremos ya vestidos completamente con el vestido de Boda a esa gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.

¿Y dónde están los escogidos de Dios del Día Postrero que recibirán en este tiempo esa vestidura, tanto la interior, o sea, el cuerpo teofánico, como la exterior, el cuerpo físico y eterno, que Él ha prometido para Sus hijos del Día Postrero?

¡Aquí estamos en este tiempo final, en la América Latina y el Caribe, recibiendo Su Palabra!

Hay también en Norteamérica parte de esos escogidos. Y ahora, aquí están, en este tiempo final, en este planeta Tierra, los escogidos que estarían vivos para ver estas cosas suceder, y para recibir la bendición de la transformación de nuestros cuerpos, y recibir a los muertos en Cristo que van pronto a resucitar en este tiempo final.

Los veremos resucitados en cuerpos eternos y seremos transformados, y tendremos también nuestro cuerpo eterno; para así estar casados con Cristo, el Cordero, el Esposo. Y así la Iglesia de Jesucristo convertirse en la Esposa del Cordero en toda Su plenitud; y así heredar con el Esposo la Herencia Divina, el Reino venidero, el glorioso Reino Milenial y el Reino eterno; porque es un Reino eterno el que heredamos con Cristo en este tiempo final.

Y aquí estamos nosotros en este tiempo, viendo cómo Dios va cumpliendo las profecías correspondientes a este tiempo final; y pronto vamos a ser transformados.

Ya tenemos la Palabra que contiene y que materializará la transformación de nuestros cuerpos; tenemos, entonces, en forma de simiente, de semilla, el nuevo cuerpo. Está en forma de Palabra, pero se va a materializar en un cuerpo eterno, como Cristo lo prometió. Y después pues nos iremos a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo para recibir los galardones de parte de Jesucristo.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DE LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO”.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto seamos transformados y vayamos a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Dejo con nosotros nuevamente al reverendo Miguel Bermúdez Marín para que continúe nuestra parte en esta ocasión.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde; y con nosotros nuevamente el reverendo Miguel Bermúdez Marín.

“EL MISTERIO DE LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO”.

[Revisión enero 2022]

1 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4, Deuteronomio 8:3

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