El misterio de las dimensiones

Muy buenas noches, amados hermanos y amigos presentes, radioyentes y televidentes. Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir unos momentos de compañerismo alrededor del Programa Divino y ver nuestro tema: “EL MISTERIO DE LAS DIMENSIONES”.

Antes, oremos dedicando este lugar:

Dios Eterno, Señor del Cielo y de la Tierra, dedicamos a Ti este lugar para Tu gloria y Tu honra, y para que Tu Palabra esté en este lugar para todos Tus hijos que Tú tengas en este territorio; y aquí se puedan reunir para recibir Tu Palabra siendo hablada en folletos, en videos; y así alimentar sus almas en este Día Postrero, y ser preparados para ser transformados y raptados e ir a la Cena de las Bodas del Cordero. Usa este lugar, Señor, para que así muchas personas sean bendecidas por Ti; y Tus escogidos sean llamados y juntados y preparados para ser llevados a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Vamos a leer inmediatamente en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 40 en adelante, donde nos dice:

“Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales.

Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.

Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.

Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.

Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.

Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.

Para esta ocasión nuestro tema es: “EL MISTERIO DE LAS DIMENSIONES”.

Para poder comprender este misterio del cual San Pablo nos habla aquí, necesitamos comprender el misterio de las dimensiones y así comprender que hay otras dimensiones.

Encontramos que hay diferentes dimensiones:

  • Tenemos la primera dimensión, que es la dimensión de la luz.
  • Tenemos la segunda dimensión, que es la dimensión del tiempo.
  • Tenemos la tercera dimensión, que es la dimensión de la materia.
  • Tenemos la cuarta dimensión, que es la dimensión de las ondas, donde trabaja la radio y la televisión.

En este lugar, en la dimensión de las ondas, hay muchas voces y hay muchas imágenes; pero ustedes no las pueden ver ni pueden escuchar las voces, a menos que tengan un televisor y lo sintonicen en el canal de televisión que está enviando esas imágenes y esas voces por ese canal.

Y si ustedes quieren escuchar lo que están enviando por otro canal, otro canal de televisión, usted sintoniza el otro canal, y aparece en la pantalla de su televisor lo que ellos están transmitiendo: está siendo transmitido en otra dimensión, en la dimensión de las ondas.

Así trabaja la radio y la televisión de los sistemas de comunicaciones que existen, que envían desde la Tierra a los satélites sus mensajes, sus programas de televisión; y otros programas que ellos envían, o sea, programas de diferentes clases, no solamente para la televisión, para el público, sino las diferentes naciones usan esos medios de comunicación por satélites; y así por el estilo.

Todo eso está moviéndose y usted no ve nada. Se necesita el equipo necesario para captar lo que está siendo transmitido.

Pero este planeta Tierra está lleno de imágenes y de voces, y eso permanece ahí.

Habían pensado en un equipo que pudiera usarse para ir a través del tiempo, al pasado, y grabar el ministerio de Jesucristo allá predicando: tomar película y tomar el audio también; pero no se preocupen, que si la ciencia no logra alcanzar esa meta de ir al pasado y grabar lo que se llevó a cabo en el pasado, en el Reino Milenial todos nosotros lo vamos a ver.

¿Y esto por qué? Porque en el glorioso Reino Milenial será la Tierra llena del conocimiento de la gloria de Dios, de la gloria de Jehová, o sea, del conocimiento de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Habacuc, capítulo 2, verso 14, e Isaías, capítulo 11, verso 9, nos dicen que:

“… la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”.

Ahora podemos ver que en el glorioso Reino Milenial de Cristo habrá conocimiento de Dios; ese será el conocimiento principal en el Reino de Jesucristo.

Y cada hijo e hija de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, será a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

En la lectura que tuvimos, dijo San Pablo que seremos iguales a Jesucristo: “Como hemos traído la imagen del terrenal (o sea, de Adán), traeremos la imagen del celestial (o sea, de Jesucristo)”.

Ahora podemos ver la bendición tan grande que hay para los hijos e hijas de Dios en el glorioso Reino Milenial de Cristo.

Ahora, las personas que serán transformadas en el Día Postrero estando vivos, lo cual será a la Trompeta Final…: “Porque se tocará la Trompeta (dice San Pablo), y los muertos en Cristo resucitarán primero (¿cómo?) incorruptibles”, o sea, en un cuerpo inmortal.

No sería el mismo cuerpo que tenían cuando vivieron aquí en la Tierra; porque si resucitan en el mismo cuerpo, ¿qué les pasaría? Luego morirían de nuevo.

¿Cristo no resucitó a Lázaro?[1] Y después, ¿qué pasó con Lázaro? Vivió una cantidad de años aquí en la Tierra y luego murió.

Para resucitar y nunca más morir se requiere resucitar en un cuerpo eterno, y ser a imagen y semejanza de Jesucristo, y así obtener la inmortalidad.

Y nosotros los que vivimos, cuando eso ocurra con los santos que ya han partido durante las edades pasadas y algunos de los nuestros que han partido también, nosotros los que vivimos, cuando los muertos en Cristo resuciten, los veremos y nosotros seremos transformados; y así obtendremos un cuerpo eterno también: seremos vestidos de inmortalidad.

Este cuerpo mortal, en sus átomos, será cambiado, será transformado; y así estaremos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro amado Salvador. Así tendremos un cuerpo celestial, un cuerpo interdimensional, un cuerpo como el de nuestro amado Señor Jesucristo.

Cuando Cristo resucitó Sus discípulos estaban encerrados por miedo a los judíos, y Cristo entró donde ellos estaban sin que le abrieran la puerta[2]; porque con ese cuerpo no hay necesidad de que le abran la puerta a uno. Cristo entró con las puertas cerradas, y luego se fue sin que le abrieran la puerta para irse también.

En diferentes ocasiones sucedió eso en medio de los discípulos de Jesucristo: les aparecía y luego desaparecía. Es que hay otras dimensiones, y lo que hacía era que pasaba de una dimensión a otra.

Y ahora, miren ustedes, Jesucristo también caminaba sobre el mar; los discípulos pensaban que era un fantasma[3], pero no era un fantasma: era nuestro Señor Jesucristo. Multiplicó los panes y los peces en dos ocasiones[4].

Ahora podemos ver las cosas maravillosas que son hechas por una persona que está en un cuerpo eterno.

Ahora, ¿cómo será cuando millones de personas creyentes en Cristo que han partido resuciten en el cuerpo eterno, y los que estamos vivos seamos transformados? Todos seremos como nuestro Señor Jesucristo.

Y si con uno tenemos una historia tan hermosa, bajo el ministerio de Jesús de tres años y medio, ¿cómo será el momento en que todos los muertos en Cristo estarán en la Tierra de nuevo en cuerpos eternos, y nosotros seremos transformados y estaremos también en cuerpos eternos?

Estaremos aquí de 30 a 40 días con el nuevo cuerpo. Como nuestro Señor Jesucristo cuando resucitó estuvo en la Tierra apareciendo a Sus discípulos y luego desapareciendo, estuvo ¿por cuántos días? Por 40 días[5]; por lo tanto, los santos en Cristo cuando resuciten no se van a ir de aquí en seguida, van a permanecer aquí de 30 a 40 días también.

Y así como Jesucristo comió cuando resucitó[6], también los santos que resucitarán en cuerpos eternos comerán con nosotros; porque no hay ningún problema para comer estando en el nuevo cuerpo.

Ahora, nuestro cuerpo terrenal pertenece a la dimensión terrenal. Tenemos un cuerpo que es materia, es tangible y visible, por lo tanto, está sujeto a esta tercera dimensión: de materia; y está sujeto al tiempo también: vive un tiempo y después se muere.

Y está sujeto a la luz también, y tiene unos rayos de luz; y a medida que pasan los años se van agotando uno a uno, hasta que a lo último le queda el último rayo de luz. Y por eso las personas cuando ya están ancianas caminan como los juguetitos de los niños, que tienen las pilas bien agotadas, y por las mañanas a algunos no les da deseos de levantarse: es que ya no tienen todos los rayos de luz que tenían cuando nacieron.

Ahora podemos ver estos misterios de las dimensiones.

Encontramos que nuestro cuerpo terrenal es temporal, es corruptible y es mortal, porque lo hemos obtenido en medio de una raza ya caída. De Adán hacia acá, luego de la caída, el ser humano no ha podido obtener un cuerpo eterno.

Antes de la caída Adán obtuvo un cuerpo en el cual podía vivir por toda la eternidad si no desobedecía la Voz de Dios; pero desobedeció y se hizo mortal.

Luego el segundo hombre que apareció en este planeta Tierra como un inmortal en la parte física también, se hizo mortal tomando nuestros pecados: y ese fue nuestro Señor Jesucristo.

Y esto es así porque la paga del pecado es muerte[7]. Y Cristo, para redimir a todos los hijos de Dios, tomó nuestros pecados y se hizo mortal; de otra forma no podía morir.

Cristo dijo: “Nadie me quita la vida, yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar”[8]. “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él solo queda”[9]; o sea, sigue viviendo por toda la eternidad, pero solito aquí en la Tierra.

Podía ir al territorio que hoy le llaman Israel y ahí no iba a encontrar a ninguna persona; podía ir al territorio que hoy le llaman Europa y ahí no iba a encontrar a ningún ser humano; podía ir al territorio de Norteamérica y no iba a encontrar a ninguna persona; podía venir a la América Latina y el Caribe y no iba a encontrar a ninguna persona. Y en ningún lugar del planeta Tierra encontraría una persona; porque Él solamente podía seguir viviendo, porque no tenía pecado.

Y todos los seres humanos tenían que morir por causa del pecado; pero Él, al tomar nuestros pecados, recibió todo el juicio divino que tenía que caer en aquel día sobre la raza humana. Y solamente murió un hombre que tomó todos nuestros pecados para que nosotros no tengamos que morir.

Y por cuanto Él no tenía pecado de Sí mismo, Él, cuando murió Su cuerpo físico, fue en Espíritu al infierno; porque ahí tenía que ir todo ser humano por causa del pecado.

Pero miren ustedes, Cristo por nuestros pecados fue al infierno, y allí en el infierno predicó también. ¿Que Cristo predicó en el infierno? Claro que sí. Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 en adelante, dice así:

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne…”.

¿Cómo murió Cristo? En la carne, pero Su Espíritu y Su alma no murió. Sigue diciendo:

“… pero vivificado en (el) espíritu;

en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”.

“En el cual también”, o sea, en el Espíritu fue y predicó a las almas encarceladas.

¿Qué es el Espíritu? Un cuerpo de otra dimensión; un cuerpo parecido a este cuerpo que tenemos nosotros aquí en la Tierra, pero de otra dimensión. Dice:

“… en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”.

Y vamos a ver los espíritus de qué personas eran estos:

“… los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.

Vean cómo Cristo fue al infierno y predicó a esas personas que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, o sea, que no creyeron el Mensaje de Noé. Y aquella generación antediluviana, que era de millones de seres humanos, al no creer a Noé y su Mensaje perecieron en el juicio del diluvio que vino sobre la raza humana.

¿Y saben ustedes una cosa? Cristo hablando de la Venida del Hijo del Hombre dijo que será como en los días de Noé[10], que no conocieron, ¿qué no conocieron? El Programa de Dios para aquel tiempo.

No conocieron que aquella generación había llegado a su final y que aquella Dispensación de la Conciencia había llegado a su final, y una nueva dispensación se estaba entrelazando: la Dispensación del Gobierno Humano; y no conocieron que Dios tenía en la Tierra un profeta dispensacional, el cual tenía la revelación divina de todas las cosas que iban a suceder en ese tiempo.

Y toda persona que quisiera saber las cosas que iban a suceder en aquel tiempo tenía que ir a Noé, escuchar el Mensaje de Noé y creerlo con toda su alma. No había otra forma para escapar del juicio divino.

Cuando vino el diluvio, vean ustedes, solamente ocho personas (contando a Noé) estaban en el Programa de Dios creyendo el Mensaje de Noé, y estaban al tanto del juicio divino que vendría sobre la raza humana.

En aquel tiempo, como en nuestro tiempo, hubo religiones y grandes líderes religiosos también; pero solamente el profeta Noé era el profeta de Dios para ese momento. Él era el profeta de la dispensación tercera: la Dispensación del Gobierno Humano.

Y Dios no hace nada sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas[11]; y allí estaba un profeta, el cual tenía la revelación de todo lo que Dios iba a realizar en ese tiempo.

Y toda persona que quisiera saber el Programa de Dios para aquel tiempo, lo podía conocer por medio del profeta Noé; nadie más tenía el conocimiento de las cosas que iban a suceder.

Podían tener opiniones, opiniones religiosas, como las tuvieron en todos los tiempos; como las tuvieron también en el tiempo de Jesús con relación a la Venida del Mesías.

Pero la Venida del Mesías estaba en medio del pueblo hebreo; y no podían creer que en aquel joven carpintero de Nazaret: Jesús, se estaba cumpliendo la Venida del Mesías. Vean lo sencillo que era todo. Allí estaba presente un profeta dispensacional: Jesús de Nazaret, en el cual se estaba cumpliendo la Primera Venida del Mesías como Cordero de Dios.

Siempre hay un profeta en la Tierra al cual Dios se revela, porque es enviado a la Tierra para ese propósito.

Sin profeta el pueblo perece[12], porque camina cada uno basado en su propia opinión o en la opinión de otras personas, pero sin tener la revelación del Cielo para ese tiempo; pero cuando Dios envía un profeta, la revelación del Cielo viene al pueblo de Dios y el pueblo de Dios conoce el Programa de Dios.

Ahora, Cristo dijo que como fue en los días de Noé será la Venida del Hijo del Hombre; y estamos viviendo en el tiempo final, en un tiempo paralelo al tiempo de Noé, en donde no conocieron lo que tenían que conocer.

Tenían muchos conocimientos en las ciencias, la política, la cultura y todas esas cosas; pero en lo que tenían que tener conocimiento correcto —en el Programa de Dios y Su Palabra— no lo tenían, porque rechazaron al hombre de Dios a través del cual venía ese conocimiento; y prefirieron tener sus propias religiones y sus propios líderes religiosos, y tener una religión de acuerdo a como ellos les enseñaban y no a como Noé estaba enseñando.

Pero Noé tenía el sacrificio por el pecado, que era tipo y figura del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; y ese misterio no lo entendían bien las personas de aquel tiempo: de cómo un hombre como Noé era el mensajero de Dios para aquel tiempo, y ofrecía a Dios ese sacrificio y sus pecados eran cubiertos.

El resto de la gente, al no tener la revelación correcta que Noé tenía, tenía sus pecados descubiertos delante de Dios; y la paga del pecado es muerte; y la muerte vino sobre la raza humana en aquel tiempo, porque no creyeron a Noé y su Mensaje. Si hubieran creído se hubieran salvado.

Ahora, vean ustedes, Cristo fue y les predicó a esas personas; no les predicó salvación sino condenación: les condenó por incrédulos.

Ahora, ¿dónde estaban ellos? Ellos estaban en la quinta dimensión.

• La quinta dimensión es conocida comúnmente como el infierno; el infierno preparado para el diablo, dice Jesucristo. Y todas las personas que viven conforme a la voluntad del diablo, van a estar donde está el diablo: en la quinta dimensión; un lugar que nadie quiere ir.

Miren ustedes en la parábola aquí de Jesucristo, del capítulo 25 de San Mateo, verso 31 en adelante, dice Jesucristo:

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,

y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.

Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;

estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?

¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?

¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

Aquí hay dos clases de personas: estas personas que entrarán a la vida eterna, entrarán al Reino de Dios, y también están los pequeñitos a los cuales les hicieron favores.

Los pequeñitos son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, los primogénitos de Dios, los que han creído en Cristo como nuestro Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo; y por consiguiente han nacido de nuevo, han nacido en el Reino de Dios; y son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, forman la Iglesia de Jesucristo.

Esos son los pequeñitos a los cuales estas otras personas les ayudaron cuando ellos necesitaban, les hicieron favores en diferentes ocasiones.

Y Cristo dijo en una ocasión: “Cualquiera que diera un vaso de agua fría a uno de estos Mis pequeñitos, no perderá su recompensa”[13]; y la recompensa es vida eterna para todos los que ayudan a los hijos e hijas de Dios, a los primogénitos de Dios que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

El Libro de la Vida del Cordero tiene dos secciones muy importantes, o sea, el Libro de la Vida: tiene la sección del Libro de la Vida del Cordero, donde están escritos los nombres de los escogidos de Dios, de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, están escritos desde antes de la fundación del mundo; y hay otra sección, la cual se le llama el Libro de la Vida, en donde están escritos nombres de personas.

De esa sección del Libro de la Vida pueden ser borradas algunas personas; pero si permanecen sirviendo a Dios y ayudando a los hijos e hijas de Dios, sus nombres permanecerán ahí escritos en el Libro de la Vida.

Y esas personas están aquí en este grupo de las ovejas que Cristo colocó a Su derecha. Vean ustedes, entran al Reino preparado por Dios desde antes de la fundación del mundo, porque ayudaron a los pequeñitos, a los hijos e hijas de Dios, a los miembros de la Iglesia de Jesucristo.

Y ahora, veamos lo que Cristo dice a los de Su izquierda, representados en los cabritos:

“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”.

Donde serán echados en el lugar que Dios ha preparado para el diablo y los ángeles del diablo, ahí serán echados todos aquellos que no han ayudado a la Iglesia del Señor Jesucristo durante el peregrinaje de la Iglesia del Señor Jesucristo: durante el tiempo allá de los apóstoles en la tierra de Israel, y también durante las siete edades de la Iglesia gentil, y también en este tiempo final, en la Edad de la Piedra Angular.

Ahora podemos ver que hay un lugar preparado para el diablo y sus ángeles; y a ese lugar irán también los que no han ayudado a la Iglesia del Señor Jesucristo, cuando han necesitado (los hijos de Dios) que les ayuden.

Ahora vemos que ese lugar preparado para el diablo y sus ángeles es la quinta dimensión, es el infierno.

• Luego, la sexta dimensión es el Paraíso.

El Paraíso es el lugar donde van los creyentes en Cristo cuando mueren sus cuerpos físicos; ellos van a vivir a la sexta dimensión, llamado el Paraíso, una dimensión que es parecida en muchas cosas a esta dimensión terrenal: hay árboles, hay grama, hay pajaritos también, hay animales y hay personas allí.

Están viviendo allí en cuerpos, pero es un cuerpo de esa sexta dimensión, parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión.

En ese cuerpo de la sexta dimensión no tienen las necesidades que nosotros tenemos acá: allí ni trabajan como trabajamos nosotros acá (en este planeta Tierra trabajamos como esclavos); luego allí ni se cansan, aquí en la Tierra nosotros nos cansamos. Allí ni comen, no tienen necesidad de comer; por lo tanto, no tienen la preocupación de que hay que ir al supermercado para hacer la compra para la familia. Allí también no duermen, no se cansan, no duermen; allí todo el tiempo ellos están despiertos; allí no hay noche.

Allí no hay problemas de guerras como aquí. No hay problemas económicos: allí no se pierde el valor de la moneda de los que están allí, porque allí no hay monedas para comprar y vender.

Allí están muy felices; pero ellos tienen la promesa de regresar acá en un cuerpo eterno en donde no van a tener los problemas que tenemos en este cuerpo mortal.

Ahora, el cuerpo en el cual ellos se encuentran se llama el cuerpo de la teofanía o cuerpo teofánico: es el espíritu teofánico que han recibido cuando creyeron en Cristo como su Salvador, y lavaron sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibieron el Espíritu de Cristo; ese espíritu teofánico de la sexta dimensión, que es eterno, y que proviene del Espíritu de Dios.

Así como humanamente, cada uno de ustedes y yo también, hemos venido de nuestros padres terrenales; así también el nuevo nacimiento proviene de Dios, de nuestro Padre celestial: por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, y recibir Su Espíritu; y así nacer en otra dimensión: nacer en la sexta dimensión, nacer nuestro cuerpo teofánico en y de la sexta dimensión, para así entrar a vida eterna.

Ahí entramos a vida eterna, hemos pasado de muerte a Vida, como dijo Cristo en San Juan, capítulo 5, verso 24:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

¿Ven la forma de pasar de muerte a Vida? Es por medio de Cristo. Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, si no es por Mí”[14]. No hay otra forma: es por medio de Cristo.

Y para todas estas personas que en tiempos pasados y en nuestro tiempo hemos creído en Cristo, si nuestros cuerpos mortales han muerto, no hay ningún problema. Miren lo que Cristo dice en San Juan, capítulo 6, verso 39 al 40:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.

La promesa es resurrección en el Día Postrero para todos los que han creído en Jesucristo; esos son los que el Padre le ha dado.

Y han venido a Cristo, lo han recibido como Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu, y tienen vida eterna; aunque sus cuerpos físicos sean mortales, ya tienen vida eterna; y tienen un cuerpo teofánico o un espíritu teofánico de la sexta dimensión, un espíritu teofánico eterno, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión eterno; y solamente les falta un cuerpo físico eterno también, el cual recibiremos en el Día Postrero.

Dice Cristo aquí: “Y yo le resucitaré…”.

“… sino que lo resucite (¿cuándo?) en el día postrero”.

Vamos a seguir leyendo:

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

¿Para quién está prometida la resurrección en cuerpos eternos? Para los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo, que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo; si sus cuerpos físicos han muerto serán resucitados en el Día Postrero, o sea, en el Día del Señor, que es el séptimo milenio.

Ahora podemos ver la bendición tan grande que hay para los creyentes en Cristo de las edades pasadas y también de este tiempo en el cual vivimos: es que obtendremos la inmortalidad.

Los muertos en Cristo obtendrán el cuerpo eterno y así obtendrán la inmortalidad, y vivirán en un cuerpo visible, un cuerpo glorificado, y serán a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo; y nosotros los que vivimos seremos transformados y también tendremos un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado, y así seremos a imagen y semejanza de Jesucristo.

Ahora podemos ver el Programa Divino para cada uno de los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

Hemos visto lo que es la sexta dimensión.

En esa sexta dimensión es que Jesucristo estaba antes de venir en el cuerpo de carne que nació de la virgen María.

Aquel Ángel de Jehová que le apareció al profeta Moisés en diferentes ocasiones, y que le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”[15], es nada menos que nuestro amado Señor Jesucristo en Su cuerpo teofánico.

¿Recuerdan ustedes cuando Jesús dijo en una ocasión: “Antes que Abraham fuera, Yo soy”? Él dijo: “Abraham deseó ver Mi día; lo vio, y se gozó”. Está en el capítulo 8 de San Juan, verso 56 al 59:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”.

¿Cuándo fue eso? Cuando Dios fue a destruir a Sodoma y Gomorra, el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, le apareció Elohim con dos Arcángeles, los cuales son Gabriel y Miguel­; le apareció a Abraham en forma visible. Abraham le ofreció un becerro tierno y panes también, o sea, le ofreció una comida, lo invitó a una comida; y Elohim con Sus Arcángeles aceptó la invitación, y comió con Abraham[16].

Y luego se fueron a Sodoma y Gomorra. Y ya llegaron a Sodoma y Gomorra dos Arcángeles (Gabriel y Miguel), y Lot los vio, los llevó a su casa y también comieron con Lot[17]; pero Elohim estaba con Abraham todavía, y después que terminó de hablar con Abraham descendió a Sodoma[18].

Y durante la mañana Sodoma fue destruida con fuego y azufre que descendió del cielo[19].

Para que tengan un cuadro claro de lo que fue esa destrucción: eso fue una destrucción —diríamos— atómica, en donde estaban los Comandantes de las huestes celestiales, de los Ejércitos celestiales, y Dios estaba allí con ellos; y estaban los Arcángeles Gabriel y Miguel. O sea que fue una destrucción que vino de otra dimensión, de la dimensión donde están los ángeles; y vino y se materializó sobre Sodoma y Gomorra, como también fue durante el diluvio.

Los Arcángeles de Dios han estado a cargo tanto de las bendiciones de Dios para los seres humanos como de los juicios divinos.

Miren ustedes, Dios enviando a Sus Arcángeles Gabriel o Miguel en diferentes ocasiones a diferentes profetas, y dándoles a conocer las cosas que han de suceder.

Miren al profeta Moisés, fue acompañado por Arcángeles de Dios, vean ustedes cómo fue libertado el pueblo hebreo. Y luego ustedes encuentran en la Biblia que dice que la Ley para el pueblo hebreo, fue dada al pueblo hebreo y a Moisés, por comisión de ángeles[20].

Ahora podemos ver la intervención de otras dimensiones entre los seres humanos. Hay intervención directa de dimensiones que el ser humano no comprende.

Encontramos, por ejemplo, la dimensión del diablo, donde está el diablo y sus ángeles, que es la quinta dimensión, que interviene en medio de la raza humana; y encontramos que obliga a los seres humanos a desobedecer a Dios y Su Palabra.

Encontramos también que hay personas, como en el tiempo de Jesús, en tiempos anteriores también y en nuestro tiempo, poseídos por espíritus de la quinta dimensión, de la dimensión del diablo. Jesús los echaba fuera de las personas.

Y ahora podemos ver la intervención de otras dimensiones.

Podemos ver la intervención de la sexta dimensión, cómo inspira a los seres humanos a servir a Dios, y los ilumina para poder comprender el Programa de Dios correspondiente al tiempo en que las personas viven.

Cuando Dios envía un profeta a la Tierra está enviando un espíritu de la sexta dimensión manifestado en un cuerpo de carne de esta dimensión terrenal. Envía ese espíritu de profeta de la sexta dimensión a los seres humanos para traerle la revelación del Cielo, la Palabra de Dios, y guiarlos en el Programa de Dios correspondiente a ese tiempo.

El apóstol San Pablo, siendo un conocedor de estos ángeles enviados por Dios, dice en el capítulo 1, verso 14 de su carta a los Hebreos, pregunta:

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”.

Espíritus ministradores que ministran la Palabra de Dios por medio de carne humana, por medio del cuerpo de carne en el cual vienen manifestados a esta Tierra en medio de los seres humanos; y esos espíritus ministradores son los espíritus de los profetas de Dios, de los enviados de Dios, de edad en edad y de dispensación en dispensación.

Encontramos que Jesucristo cuando estaba en la sexta dimensión, antes de venir a esta dimensión terrenal en un cuerpo de carne, le apareció a Abraham en diferentes ocasiones: le apareció como Elohim, y le apareció también como Melquisedec[21].

Él es el Ángel de Jehová del Antiguo Testamento, Jesucristo es el Jehová del Antiguo Testamento vestido de un cuerpo de carne. Por eso podía decir: “Antes que Abraham fuera, Yo soy. Abraham deseó ver Mi día; lo vio, y se gozó”.

Ahora, miren cómo le dicen a Jesús cuando Él habla estas cosas, quizás pensaban que estaba loco y que era un mentiroso; dicen… Vamos a leerlo aquí de nuevo: capítulo 8, verso 56 al 59:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

(Capítulo 8, verso 56 en adelante de San Juan).

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”.

O sea: “Tú no estás diciendo la verdad, Tú estás mintiendo. No tienes cincuenta años, y dices que has visto a Abraham”.

“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.

Cuando Juan el Bautista predicó, habló acerca de Jesús, o sea, habló acerca de Aquel al cual él le estaba preparando el camino; y dijo… En el capítulo 1 de San Juan, verso 29 en adelante, dice:

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo”.

Y mire, viene después de [Juan] y era primero que [Juan]; y nació después Juan y era primero que Juan. Y vino en el ministerio ¿quién primero? Vino Juan. Juan vino primero y después vino Jesús; o sea, vino Jesús después de Juan, y Juan dice: “¡Es primero que yo!”.

¿Cómo se puede entender eso? Eso es fácil de entender, tenemos que entenderlo por la Palabra de Dios.

En el capítulo 1 de San Juan, verso 1 al 18, dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

¿Quién es el Creador de todas las cosas, de todo el universo? El Verbo que era con Dios y era Dios.

Y ahora, dice también que el Verbo es la Luz, la Luz de la Vida. Dice:

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Ahora, ¿dónde estaba la Vida? Estaba en el Verbo, que era con Dios y era Dios, y también era la Luz de todos los hombres.

En el verso 9 y 10 de este mismo capítulo 1 de San Juan dice así… Si quieren leer un poquito más, comenzamos en el verso… o continuamos la lectura para que tengan el cuadro claro, dice:

“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz”.

Para dar testimonio ¿de qué Luz? Para dar testimonio del Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas; y es la Luz de todo hombre, para dar testimonio de la Luz de todo hombre; para dar testimonio de Dios, que es Luz. Ahora:

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.

Ahora, ¿cómo iba a venir la Luz a este mundo? Lo vamos a ver:

“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

Esto es por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu; así es como nacemos de Dios. Sigue diciendo:

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Ahora, miren ustedes:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”.

Cuando el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, cuando se hizo carne fue conocido con el nombre de Jesús. Por eso podía hablarle a la Creación y la Creación le obedecía.

Podía hablarle al mar y a los vientos, los cuales estaban bravos, estaban en una tempestad, y la barca de los discípulos estaba en peligro. Jesucristo dijo al mar y a los vientos: “¡Enmudece!”[22], y se quedaron tranquilitos.

Los discípulos de Jesucristo dijeron: “¿Y quién es este hombre, que aun le habla al mar y a los vientos y le obedecen? ¿Quién es este hombre?”. El Creador de todas las cosas, el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas; y luego se hizo hombre, se hizo carne, se vistió de un cuerpo de carne, pero seguía siendo el mismo Dios, seguía siendo el mismo Verbo, y por lo tanto tenía el poder y autoridad sobre toda la Creación.

Multiplicó los panes y los peces, caminó sobre el mar; y así por el estilo ustedes pueden ver todas las cosas que Jesús hizo.

¿Por qué? Porque era Emanuel; como dijo el profeta Isaías, en el capítulo 7 y verso 14: “Porque he aquí, el mismo Señor os dará señal: La virgen concebirá, y dará a luz un Hijo, y se llamará Su nombre Emanuel (que traducido es: Dios con nosotros)[23]”. Dios entre los seres humanos en carne humana, vestido de un cuerpo de carne llamado Jesús.

Aquel joven carpintero de Nazaret, Jesús de Nazaret, era nada menos que el instrumento de Dios, el velo de carne donde estaba Dios manifestado en toda Su plenitud en medio del pueblo hebreo. Y el mundo no lo conoció, y el pueblo hebreo no lo recibió.

En una ocasión Felipe dice: “Muéstranos al Padre, y nos basta”. Jesús dice: “¿Tanto tiempo que hace que estoy con vosotros, Felipe, y todavía no me has conocido? ¿No sabes que el Padre está en mí, y yo estoy en el Padre (o viceversa)? Y el que me ha visto a mí, ha visto al Padre”[24].

Porque el Verbo que era con Dios y era Dios, y que creó todas las cosas, ahora se había creado un cuerpo de carne en el vientre de María: había creado una célula de vida, la cual se multiplicó y formó el cuerpo de Jesús, que nació en Belén de Judea; y ese es el cuerpo de carne de Dios.

Nunca Dios se había creado para Sí mismo un cuerpo de carne; Él se creó ese cuerpo de carne y habitó entre los seres humanos. Era el Verbo que era con Dios.

Cuando se dice “el Verbo que era con Dios”, se está hablando de Dios en Su cuerpo teofánico, en Su cuerpo de la sexta dimensión, ese cuerpo teofánico; y estando en ese cuerpo teofánico Dios creó todas las cosas.

Ese cuerpo teofánico de Dios es un cuerpo parecido al cuerpo nuestro de esta dimensión, pero es de otra dimensión: de la sexta dimensión. Y estando Dios en ese cuerpo parecido a nuestro cuerpo, pero de otra dimensión, Dios desde ahí creó todas las cosas.

En palabras más claras: el Creador de todo el universo fue un hombre de la sexta dimensión, el cual luego se creó un cuerpo de carne llamado Jesús. ¿Ven quién es nuestro Señor Jesucristo?

Con razón dijo: “Antes que Abraham fuera, Yo soy”. Y Juan dijo: “Es antes que yo”. Y fue antes que Abraham, fue antes que Moisés también, fue antes que Noé, fue antes que Enoc también, fue antes que Adán también. ¿Por qué? Porque Él es el Verbo, que después se hizo carne y lo conocimos por el nombre de Jesús.

Pero antes de hacerse carne era conocido en medio del pueblo hebreo como el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, y apareció a muchos profetas y personas del pueblo hebreo en la forma de un Varón, de un hombre, pero de otra dimensión: de la sexta dimensión; o sea que apareció en un cuerpo de Ángel de la sexta dimensión.

Por eso es que cuando Jacob luchó con el Ángel de Jehová y no lo soltaba, y el Ángel le dijo[25]:

—“Suéltame, que ya está rayando el alba y me tengo que ir”.

Jacob le dijo:

—“Yo no te soltaré, hasta que me bendigas”.

Y el Ángel le dice:

—“¿Cuál es tu nombre?”.

Jacob le dice:

—“Jacob”.

El Ángel le dice:

—“No se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado, has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido”.

Había luchado con los hombres: luchó con Esaú[26]; luchó con su padre Isaac, no una lucha de pelea sino una lucha por obtener la Bendición de la Primogenitura[27]; luchó con su suegro allá en Aram[28]. Y en todo momento ustedes pueden ver que obtuvo la victoria; y ahora obtiene la victoria con el Ángel de Jehová.

Y el Ángel de Jehová es el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; porque cuando le apareció a Moisés, el Ángel de Jehová le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre (o sea, el Dios del padre de Moisés), y Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”.

Moisés quiso saber el Nombre del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; porque el Nombre de Dios está en el Ángel de Jehová. ¿Dónde está eso escrito? En el capítulo 23 del Éxodo, verso 20 en adelante, dice:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.

Ahora, podemos ver el Ángel de Jehová como el portador del Nombre Eterno de Dios.

Moisés quiso saber el Nombre del Ángel de Jehová; y en el capítulo 3, verso 13 en adelante, dice:

“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?

(Capítulo 3, verso 13 en adelante del Éxodo).

Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros”.

Cuando le fue dado este nombre a Moisés, fueron dadas cuatro letras, cuatro consonantes, que son: YHWH. Esas fueron las letras que le fueron dadas a Moisés como el Nombre del Ángel de Jehová.

Y ahora, encontramos que todo ser humano ha deseado conocer ese Nombre y cómo se pronuncia ese Nombre.

Jacob cuando luchó con el Ángel de Jehová, en el capítulo 32 del Génesis, vean lo que dice, el verso 29 dice:

“Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí (pero no le reveló Su Nombre)”.

Ese es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, es Dios en Su cuerpo teofánico, y ahí está el Nombre Eterno de Dios.

Dios dijo: “He aquí yo envío mi Ángel delante de vosotros…”. Y dice:

“… no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

Ahora podemos ver cómo el Nombre Eterno de Dios pasó a Su cuerpo teofánico, Su cuerpo de la sexta dimensión; y podemos ver cómo les aparecía a diferentes personas en ese cuerpo teofánico.

En muchas ocasiones lo encontramos apareciendo en la forma de una luz, y desde esa luz le hablaba tanto a Moisés como a otras personas en diferentes ocasiones; pero también lo encontramos haciéndose visible —a estas personas de Dios, a estos profetas—, haciéndose visible en la forma de un hombre, de un Varón de otra dimensión, o sea, de la sexta dimensión, de la dimensión de la teofanía, que es la dimensión conocida como el Paraíso.

Todo ser humano para poder tener vida eterna, primero tiene que tener un cuerpo de esa sexta dimensión; y por eso es que Cristo dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo[29].

Cuando se nace de nuevo la persona obtiene un cuerpo de esta sexta dimensión, llamado el Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen, y los defiende[30]. Ese es el cuerpo teofánico que obtiene cada persona; es un cuerpo para toda la eternidad, parecido al cuerpo físico pero de otra dimensión, de la sexta dimensión.

Y el primero que estuvo en un cuerpo así fue nuestro Señor Jesucristo, llamado (en San Juan, capítulo 1, verso 1 al 14) el Verbo de Dios, el Verbo que era con Dios y era Dios.

Ahora podemos ver cómo Dios se creó ese cuerpo teofánico. Salió de Dios ese cuerpo teofánico, y vino a ser el cuerpo de Dios de la sexta dimensión, llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto que libertó al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés; y luego apareció en medio del pueblo hebreo en forma de un profeta llamado Jesús.

El cuerpo de carne es llamado Jesús, en donde estaba el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; que es el mismo Jehová con Su cuerpo teofánico, el cual habitó dentro de aquel cuerpo de carne llamado Jesús.

A Ese Juan le estaba preparando el camino. Juan fue el precursor de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová en carne humana.

En Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”.

Ese mensajero fue Juan el Bautista. El profeta Isaías, en el capítulo 40, dice que es la Voz de uno que clama en el desierto, aparejando el camino. Y después de él ¿quién vendrá? Aquí dice:

“… y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis (el Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, vendrá a Su Templo), y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.

¿Quién vendría? El Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, ese es el que vendría en carne humana después de Juan el Bautista; y fue conocido por el nombre de Jesús de Nazaret.

Miren el personaje tan grande que es nuestro amado Salvador Jesucristo: es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob manifestado en carne humana.

“¡Grande es este misterio: Dios ha sido manifestado en carne!”, dice San Pablo en Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 16. Es grande este misterio, y ya ha sido manifestado dos mil años atrás; y en este tiempo nosotros estamos llamados a entender este misterio como lo entendieron los apóstoles del Señor Jesucristo.

Ahora podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo, y lo que significaban las Palabras de Jesús: “Antes que Abraham fuera, Yo soy”.

Él era, en esa sexta dimensión, en Su cuerpo teofánico, antes que Abraham y antes que Adán; y antes que todos los planetas, antes que todos los sistemas solares, antes que todo el universo, Jesucristo era en Su cuerpo teofánico.

Porque ese cuerpo teofánico es el principio de la Creación de Dios[31], es lo primero que Dios creó; y ahí estaba condensado todo lo que sería creado, porque de Él vendría a existencia toda la Creación.

Miren el origen de la Creación: está en el cuerpo teofánico del Señor Jesucristo, que es el cuerpo teofánico de Dios. Y el cuerpo teofánico de Dios, que es el cuerpo teofánico de Jesucristo, ¿de dónde viene? Pues de Dios, procede de Dios.

Ahora podemos ver el cuerpo teofánico y todo cuerpo teofánico de todos los hijos e hijas de Dios, podemos ver que pertenecen a la sexta dimensión.

• Y hay otra dimensión más: La séptima dimensión; esa es la dimensión de Dios, y de ahí es que viene la sexta dimensión. De ahí, de la séptima dimensión, salió el cuerpo teofánico de Dios; salió ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, salió de Dios, de la séptima dimensión.

Y ahora podemos ver cómo Dios ha bajado de la séptima dimensión a la sexta dimensión, donde se vistió de un cuerpo teofánico; y después bajó a esta dimensión terrenal; y aun bajó también a la quinta dimensión cuando murió Su cuerpo en la Cruz del Calvario, y fue y les predicó a las almas encarceladas allá en el infierno; y después resucitó Su cuerpo físico; y después ascendió al Cielo.

Con Él resucitaron los santos del Antiguo Testamento y aparecieron a muchas personas en la ciudad de Jerusalén. ¿Y está escrito eso? Vamos a ver si está escrito o no está escrito: San Mateo, capítulo 27, verso 51 al 52 dice:

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él (¿Cuándo salieron de los sepulcros? Después de la resurrección de Cristo), vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.

Como también Jesucristo con Su cuerpo resucitado les apareció a muchas personas: les apareció a Sus discípulos; no solamente a los apóstoles sino a muchas personas que lo habían seguido.

Y luego cuando Jesucristo ascendió al Cielo, después de cuarenta días de haber resucitado (porque estuvo durante cuarenta días apareciéndole a Sus discípulos en diferentes ocasiones), con Cristo estaban allí como quinientas personas, dice el apóstol San Pablo[32]; y ascendió al Cielo, y lo vieron ascender al Cielo: una nube lo quitó de en medio de ellos[33].

O sea que pasó a otra dimensión y fue al Cielo; y pasó a la séptima dimensión, al Trono de Dios, y se sentó a la diestra de Dios en el Cielo, y recibió un nuevo nombre.

¿Que Jesucristo recibió un nuevo nombre? ¿Que Jesucristo tiene un nuevo nombre? Para muchas personas esa es una noticia nueva, porque parece que hay personas que no han leído la Biblia, o por lo menos no han leído bien el libro del Apocalipsis.

En Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, dice así:

“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.

¿Tiene o no tiene un nombre nuevo Jesucristo? Ese fue el que recibió cuando ascendió al Cielo victorioso y se sentó a la diestra de Dios.

Él es la Piedra que los edificadores desecharon[34]; y la Piedra que los edificadores desecharon dos mil años atrás vino a la Tierra en carne humana y fue conocido por el nombre de Jesús. Él fue la Piedra no cortada de manos[35], la Piedra en la cual tropezaron los edificadores religiosos, los líderes religiosos de la religión hebrea.

Y ahora, en el capítulo 2, verso 17 de Apocalipsis, nos dice:

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.

Ahí tenemos el Nombre Nuevo de la Piedra no cortada de manos, de la Piedra Angular, que es Jesucristo; ese es el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo, ese es el Nombre Eterno de Dios, el Nombre de nuestro Dios que Él revelará a Su pueblo conforme a Sus promesas.

En diferentes lugares de la Escritura nos habla del Nombre de Dios.

Si ustedes buscan en el capítulo 14 del libro del Apocalipsis, ustedes encontrarán que los 144.000 hebreos tendrán el conocimiento de ese Nombre Eterno de Dios, dice así:

“Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente”.

Esos son los 144.000 hebreos que en el Día Postrero son llamados y juntados por el Ángel que viene con el Espíritu de Dios, con el Sello del Dios vivo, en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2.

En Apocalipsis, capítulo 22, verso 4 dice:

“… y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes”.

Estará el Nombre Eterno de Dios en el conocimiento de todos los hijos e hijas de Dios, y estarán viviendo en el Milenio y por toda la eternidad.

Ahora podemos ver que este es un misterio del Reino de Dios.

Y este Nombre Eterno de Dios, de la séptima dimensión, el cual luego fue colocado en la sexta dimensión en Su cuerpo teofánico, en el Día Postrero será revelado a la Iglesia del Señor Jesucristo; y ese es el Nombre que Jesucristo en Su Segunda Venida estará usando como Rey de reyes y Señor de señores. Ese es el Nombre que Jesucristo usará para reinar en el glorioso Reino Milenial, ese es el Nombre Eterno de Dios.

Ahora podemos ver este misterio de las dimensiones, y cómo hay diferentes dimensiones (siete dimensiones), y cómo influyen en medio de la raza humana; y cómo las bendiciones divinas para los hijos e hijas de Dios vienen de otras dimensiones: vienen de la séptima dimensión, pasando por la sexta dimensión y siendo materializadas en esta dimensión terrenal.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DE LAS DIMENSIONES”.

Para este Día Postrero, de la séptima dimensión será enviado, por la sexta dimensión a esta dimensión terrenal, un espíritu teofánico de la sexta dimensión.

Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

Ese es un espíritu teofánico de profeta de la sexta dimensión, que para el Día Postrero estará en medio de la Iglesia de Jesucristo en carne humana; es llamado el Ángel del Señor Jesucristo.

Por eso Jesús dice en Apocalipsis 22, verso 16:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Hemos visto el misterio del Ángel del Señor Jesucristo.

Es que ese espíritu teofánico de profeta vendrá de la sexta dimensión a esta dimensión en carne humana manifestado, y estará trayendo la revelación divina de todas estas cosas que deben suceder pronto, en este planeta Tierra; y así estará dándole a conocer a la Iglesia del Señor Jesucristo todo el Programa de Dios correspondiente a este tiempo.

Y así serán llamados y juntados todos los escogidos de Dios con el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta, que es el Mensaje del Evangelio del Reino, por medio de este Ángel del Señor Jesucristo; que viene su espíritu de la sexta dimensión y su alma pues viene de la séptima dimensión, y estará manifestado en un cuerpo de esta dimensión terrenal, y más adelante estará manifestado en un cuerpo eterno que recibirá en la transformación de nosotros los que vivimos y resurrección de los muertos en Cristo.

Ahora, no se sorprendan del misterio del Ángel del Señor Jesucristo; cada uno de ustedes viene de la séptima dimensión también: sus almas vienen de la séptima dimensión. Y sus cuerpos teofánicos que han recibido cuando han creído en Cristo, y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, y han recibido Su Espíritu Santo: han recibido un espíritu de la sexta dimensión; ustedes también tienen un espíritu de la sexta dimensión.

Y aunque estamos en estos cuerpos mortales, pronto tendremos un cuerpo eterno, todos nosotros, juntamente con los escogidos que partieron en las edades pasadas. Cuando ellos resuciten, resucitarán en un cuerpo eterno, y nosotros seremos transformados y tendremos también el cuerpo eterno.

Ahora hemos visto: “EL MISTERIO DE LAS DIMENSIONES”.

Dios está obrando desde la séptima dimensión y desde la sexta dimensión, a través de esas dimensiones manifestadas aquí en esta dimensión nuestra, para bendecirnos a todos nosotros.

Su Palabra viene de la sexta dimensión, al recibirla estamos recibiendo el alimento espiritual de la sexta dimensión; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”[36]. Esa Palabra viene de otra dimensión: de la sexta dimensión, y es traída a esta dimensión a todos los escogidos de Dios.

Hemos visto: “EL MISTERIO DE LAS DIMENSIONES”.

El tiempo nos falta para continuar viendo todo lo relacionado a la Obra de Dios en esta dimensión terrenal, con el respaldo de la séptima dimensión y de la sexta dimensión.

Que las bendiciones de Jesucristo, de la sexta dimensión y de la séptima dimensión, se materialicen en cada uno de nosotros en este Día Postrero; y pronto todos seamos transformados y vayamos a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Que Dios les bendiga.

Y muchas gracias por vuestra amable atención, pasen buenas noches todos.

Hasta mañana, Dios mediante, para los que estarán en la próxima actividad, en el lugar que Gian les dirá y a la hora que él también les dirá.

Así que Dios les bendiga, y buenas noches.

“EL MISTERIO DE LAS DIMENSIONES”.

[Revisión enero 2023 -RM-DM]

[1] San Juan 11:43-44

[2] San Juan 20:19, San Lucas 24:36-37

[3] Mt. 14:22-27, Mr. 6:47-50, Jn. 6:16-20

[4] Alimentación de los cinco mil: Mt. 14:13-21, Mr. 6:30-44, Lc. 9:10-17, Jn. 6:1-13 / Alimentación de los cuatro mil: Mt. 15:32-38, Mr. 8:1-9

[5] Hechos 1:1-3

[6] San Lucas 24:39-43

[7] Romanos 6:23

[8] San Juan 10:17-18

[9] San Juan 12:24

[10] San Mateo 24:37-39

[11] Amós 3:7

[12] Proverbios 29:18

[13] San Mateo 10:42, San Marcos 9:41

[14] San Juan 14:6

[15] Éxodo 3:6

[16] Génesis 18:1-8

[17] Génesis 19:1-3

[18] Génesis 18:16-33

[19] Génesis 19:24-28

[20] Hechos 7:53, Gálatas 3:19

[21] Génesis 14:18-20, Hebreos 7:1-6

[22] San Marcos 4:36-41

[23] San Mateo 1:23

[24] San Juan 14:8-10

[25] Génesis 32:24-28

[26] Génesis 25:29-34

[27] Génesis 27:1-29

[28] Génesis 30:25-43

[29] San Juan 3:1-6

[30] Salmos 34:7

[31] Apocalipsis 3:14

[32] 1 Corintios 15:6

[33] Hechos 1:9

[34] Mt. 21:42, Sal. 118:22, Hch. 4:11

[35] Daniel 2:34

[36] Deuteronomio 8:3, San Mateo 4:4

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