El misterio del Año del Jubileo

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, radioyentes y televidentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir unos momentos de compañerismo alrededor del Programa Divino y ver el misterio del Año del Jubileo, del cual habla Dios al profeta Moisés, y el profeta Moisés al pueblo hebreo, en Levítico, capítulo 25, versos 8 al 12, donde dice Dios de la siguiente manera:

“Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.

Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.

Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.

El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,

porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.

En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión”.

Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones y nuestros corazones con Su Palabra, y nos abra Su Palabra y nos permita entenderla. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

El misterio del Año del Jubileo es muy importante para el pueblo de Dios, tanto para el pueblo hebreo, como también para la Iglesia del Señor Jesucristo, ya que en el año del jubileo que el pueblo hebreo guardaba (o guarda aún en la actualidad), Dios está reflejando lo que Él hará en este Día Postrero en el cual nosotros vivimos con Sus escogidos, los miembros de Su Cuerpo Místico de creyentes, y también está mostrando lo que hará después del Reino Milenial.

Ahora, así como en la Pascua que el pueblo hebreo guardó, sacrificó allá en Egipto, para al otro día salir de Egipto, encontramos que en esa Pascua Dios estaba reflejando lo que haría el Mesías en Su Primera Venida.

Encontramos que Dios le ordenó al profeta Moisés, allá estando ellos en Egipto (Moisés y el pueblo hebreo), le ordenó el sacrificio de un cordero, le ordenó ese cordero pascual; y vean ustedes cómo Dios le habló al profeta Moisés. Dice en el capítulo 12 del libro del Éxodo, verso 18 en adelante, dice:

“En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde.

Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado, así extranjero como natural del país, será cortado de la congregación de Israel.

Ninguna cosa leudada comeréis; en todas vuestras habitaciones comeréis panes sin levadura.

Y Moisés convocó a todos los ancianos de Israel, y les dijo: Sacad y tomaos corderos por vuestras familias, y sacrificad la pascua.

Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana (o sea, no podían salir de las puertas de sus casas hasta la mañana).

Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir.

Guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre.

Y cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, guardaréis este rito.

Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?,

vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el pueblo se inclinó y adoró.

Y los hijos de Israel fueron e hicieron puntualmente así, como Jehová había mandado a Moisés y a Aarón.

Y aconteció que a la medianoche Jehová hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito de los animales.

Y se levantó aquella noche Faraón, él y todos sus siervos, y todos los egipcios; y hubo un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no hubiese un muerto”.

Aquí podemos ver este rito muy importante que Dios le estableció al pueblo hebreo, y con el cual encontramos que Dios libró de la muerte a los primogénitos de los hebreos en aquella noche en que serían heridos todos los primogénitos de Egipto. Y el pueblo hebreo, por cuanto se encontraba en Egipto, estaría pasando por la misma situación si no tenía el sacrificio del cordero pascual y su sangre aplicada sobre el dintel de sus puertas y los postes de la puerta de entrada de la casa.

Ahora, vean ustedes cómo para todos los primogénitos era tiempo de muerte, excepto para aquellos en donde estaba la sangre aplicada en la casa donde ellos estaban.

Y ahora, vean ustedes cómo el apóstol San Pablo nos habla acerca de Cristo, y nos dice que Cristo es nuestra Pascua; eso lo encontramos en el Nuevo Testamento, en Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7, donde nos dice San Pablo:

“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.

Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.

Ahora, vean ustedes cómo la Pascua que fue sacrificada en el día antes de la salida del pueblo hebreo de Egipto es tipo y figura de aquel Cordero Pascual, de Jesucristo; y por eso Juan el Bautista cuando estuvo anunciando que después de él vendría Uno mayor que él, el cual era primero que él y vendría después de él[1]

¿Cómo puede ser esto, que el que es primero venga después? Eso es así, porque, en cuanto al cuerpo físico, Juan era primero porque nació primero, y Jesús nació después; pero en cuanto a su cuerpo teofánico, Jesús era primero que Juan, era primero que Abraham y era primero que Adán, y era primero que toda la Creación; porque Cristo es el principio de la Creación de Dios[2].

Y ahora, podemos ver cómo Juan el Bautista cuando anunció uno mayor que vendría después de él, al cual él le estaba preparando el camino, y cuando lo vio y lo bautizó, dijo: “Este es Aquel del cual yo dije que vendría Uno después de mí. Yo no lo conocía, pero el que me mandó a bautizar me dijo: Sobre aquel que tú veas al Espíritu Santo descender en forma de paloma, ese es Él. Y yo he dado testimonio que ese es Él”[3], o sea, Jesús.

Y presentó a Jesús delante del pueblo como el Cordero de Dios, cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Juan el Bautista estaba presentando delante del pueblo hebreo el Cordero Pascual actualizado en la forma de un hombre, de un profeta, el cual moriría en la Cruz del Calvario conforme al Programa Divino y cumpliría lo que fue representado, simbolizado, en el cordero pascual que el pueblo hebreo sacrificó el día antes de su partida de Egipto.

Ahora, vean ustedes que, durante el tiempo de la muerte de Cristo, Cristo murió la víspera de la Pascua, como el cordero pascual murió la víspera de la Pascua allá en medio del pueblo hebreo, el día antes de la salida del pueblo hebreo.

Y ahora, vean ustedes cómo Cristo tenía que morir, y Él sabía el año y sabía el tiempo en que Él tenía que morir; y por eso, cuando llegó el tiempo, encontramos que afirmó Su rostro para ir a Jerusalén, y de Jerusalén no saldría sin llevar a cabo el Sacrificio como Cordero de Dios por el pecado de todos nosotros, para librar así a todos los primogénitos de Dios escritos en el Cielo; librarlos ¿de qué? De la muerte, y así darle Vida a cada primogénito de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

Vean ustedes que así como los primogénitos del pueblo hebreo allá en Egipto morirían si no tenían un sacrificio por ellos, pero Dios le ordenó al profeta Moisés ese sacrificio del cordero pascual y la aplicación de su sangre sobre el dintel y postes de la puerta de la casa en donde ellos estaban; ahora, vean ustedes, para los primogénitos del Israel celestial hay un Sacrificio, un Cordero Pascual. Vean ustedes cómo nos dice la Escritura, hablándonos de la Jerusalén celestial, nos dice:

[Hebreos 12:22] “… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos (o sea, escritos en el Libro de la Vida del Cordero)”.

Ahora, estos primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, son el Israel celestial, son la simiente de Abraham celestial que vienen por medio de Jesucristo.

Y estos primogénitos de Dios han venido a este planeta Tierra a vivir en cuerpos mortales y con un espíritu del mundo, y por esa causa han venido a vivir en un mundo que está esclavizado por el diablo, y se encuentra como el pueblo hebreo allá en Egipto, esclavizado por el faraón que gobernaba a Egipto.

Y ahora, el faraón que gobierna este mundo es el diablo, el cual tiene esclavizada a la humanidad. Y en medio de la humanidad han venido los hijos e hijas de Dios, los primogénitos de Dios, esas almas primogénitas de Dios escritas en el Cielo desde antes de la fundación del mundo.

Y para que la muerte no llegue a esos primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero: el Cordero Pascual, el Cordero de Dios, Jesucristo, vino dos mil años atrás, tomó nuestros pecados y murió en la Cruz del Calvario.

Y de Cristo hacia acá hemos estado en la Pascua, comiéndonos el Cordero Pascual, comiéndonos a Cristo, como Él nos dijo: “El que no coma mi Carne y beba mi Sangre, no tiene Vida permaneciente en sí mismo”[4].

Y ahora, hemos visto cómo han transcurrido estos dos mil años aproximadamente, en los cuales la muerte ha estado azotando al planeta Tierra; y si los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, no tienen la Sangre aplicada del Cordero de Dios, de Jesucristo, en la puerta y dintel y postes del alma, del corazón: la muerte espiritual, la muerte para el alma, destruiría, mataría esas almas de Dios, esos primogénitos de Dios.

Pero teniendo la Sangre de Cristo aplicada en nuestras almas: al recibir a Cristo como nuestro Salvador, y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, y recibir Su Espíritu Santo, encontramos que la muerte no ha podido matar esos hijos primogénitos de Dios escritos en el Cielo desde antes de la fundación del mundo.

Y han estado en una Casa, en una Casa espiritual, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual tiene la Sangre de Cristo aplicada; y estando en esa Casa, la Iglesia del Señor Jesucristo de edad en edad, los hijos e hijas de Dios han estado seguros, porque han estado sellados con el Sello del Dios vivo para vida eterna; para en el Día de la Redención salir libres con vida eterna y con un cuerpo eterno; y esto es para este tiempo final en el cual nosotros estamos viviendo.

Ahora podemos ver que la salida de Egipto es tipo y figura de la salida de los hijos e hijas de Dios con cuerpos eternos, los muertos en Cristo resucitando y nosotros los que vivimos siendo transformados. Esto es en este tipo y figura que yo les estoy mostrando en esta ocasión.

Como también la entrada del pueblo hebreo a la tierra prometida es tipo y figura de los hijos e hijas de Dios entrando al glorioso Reino Milenial de Cristo, y también entrando al nuevo cuerpo que Él ha prometido para todos nosotros. Y también el lapso de 40 años que el pueblo hebreo viajó por el desierto para llegar a la tierra prometida es tipo y figura de todo este tiempo de Cristo hacia acá.

Ahora, mirando el tipo y figura allá del tiempo en donde la muerte estaba azotando a la raza humana y matando a los primogénitos allá en Egipto: tipo y figura de muerte espiritual sobre la raza humana; y si agarra a los primogénitos de Dios, también los mata.

Pero por causa de la Sangre de Cristo estar aplicada en el alma de los hijos e hijas de Dios, la muerte espiritual nunca ha podido matar a los hijos e hijas de Dios, a los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Y la Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por los primogénitos de Dios tiene aplicada la Sangre de Jesucristo, la cual ha estado de edad en edad en Ella aplicada; por lo tanto, la muerte no ha podido destruir a los hijos e hijas de Dios, a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y no ha podido destruir, por consiguiente, a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, hemos visto este misterio de la Pascua, cómo en Cristo se cumplió el Sacrificio del Cordero Pascual, para así librar a todos los primogénitos de Dios de la muerte. Y Cristo dijo en San Juan, capítulo 5, verso 24, lo que sucedía con los creyentes en Él. Dijo:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

Ha pasado de muerte a Vida, porque ha creído en Cristo como su Salvador, y ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, y ha recibido el Espíritu de Cristo, ha recibido ese espíritu teofánico con vida eterna; y está sellado con el Espíritu Santo, con el Sello del Dios vivo, hasta el Día de la Redención. Como nos dice San Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 4, verso 30, él hablándonos del Espíritu Santo, dice:

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

O sea, para el día del Año del Jubileo actualizado; porque, así como Dios actualizó la Pascua, Dios también actualizaría el año del jubileo.

Ahora, podemos ver que hemos sido sellados con el Sello del Dios vivo, que es el Espíritu Santo, para el Día de la Redención, o sea, para el día… para ese ciclo divino en donde el Año del Jubileo se materializará; será cumplido por Cristo, y todos los hijos e hijas de Dios serán libertados, o sea, recibirán su liberación; recibirán la resurrección en cuerpos eternos los que han partido y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Y así se cumplirá lo que está escrito en el Año del Jubileo, en donde en el año del jubileo se proclamaba libertad en toda la Tierra, en el día diez del mes séptimo, que era el día de la expiación; y en ese año cincuenta, que era año escogido por Dios para ese propósito, en donde se tocaba la trompeta del año del jubileo y en donde se proclamaba libertad en toda la Tierra, dice:

[Levítico 25:10] “Y santificaréis el año cincuenta…”.

Y dice [verso 9]:

“… en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.

Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia”.

Cada persona, cada hijo e hija de Dios, cada primogénito de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, regresará a vida eterna con un cuerpo eterno, y todo lo que perdió Adán y Eva en la caída será restaurado a cada hijo e hija de Dios.

De esto es de lo cual nos habla el apóstol San Pablo en su carta a los Romanos, en el capítulo 8, donde nos dice de la siguiente manera; capítulo 8, verso 18 en adelante, dice:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (la manifestación de los hijos de Dios con y en cuerpos eternos).

Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;

porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu…”.

Las primicias del Espíritu es lo que recibimos cuando hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, hemos lavado nuestros pecados en la Sangre de Cristo y hemos recibido Su Espíritu Santo. Hemos recibido las primicias del Espíritu, hemos recibido el cuerpo teofánico, el espíritu teofánico de la sexta dimensión; y en el Día Postrero recibiremos el cuerpo eterno, el cuerpo glorificado que Él ha prometido para cada uno de nosotros.

Ahora, sigue diciendo:

“… nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

O sea, la transformación de nuestro cuerpo, para tener el cuerpo eterno que Cristo ha prometido para cada uno de nosotros; esa es la redención del cuerpo. Redimir es ‘volver al lugar original’; y los hijos e hijas de Dios volverán al cuerpo original, un cuerpo eterno como Dios lo ha prometido.

Y eso será la restauración de los hijos e hijas de Dios con vida eterna y con un cuerpo eterno; y con un espíritu teofánico eterno, el cual han recibido cuando han creído en Cristo como su Salvador, y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, y han recibido el Espíritu de Cristo.

Con el Sacrificio del Cordero Pascual dos mil años atrás, materializado en la persona de Cristo, encontramos que Cristo hizo posible la Fiesta de la Pascua, actualizó la Fiesta de la Pascua, y hemos estado viviendo en la Fiesta de la Pascua de Cristo hacia acá, del Sacrificio de Cristo hacia acá; y hemos estado seguros en la Casa de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo, la cual tiene la Sangre de Cristo aplicada.

Y encontramos que, para el Día Postrero, el Año del Jubileo será actualizado; y en el Año del Jubileo actualizado cada hijo e hija de Dios, cada primogénito de Dios, regresará a su herencia, la herencia que Adán y Eva perdieron en la caída, que es la herencia de los hijos e hijas de Dios, la cual será restaurada a todos los hijos de Dios. Y todos los hijos de Dios serán restaurados en y a un cuerpo eterno; esto es la redención del cuerpo, en donde nuestros cuerpos serán redimidos, y así serán transformados, y tendremos el cuerpo eterno. Y así estaremos en el Año del Jubileo actualizado, obteniendo todos los beneficios del Año del Jubileo.

Ahora, para Cristo hacer posible la Fiesta de la Pascua, actualizarla y cumplirse la Fiesta de la Pascua, del Sacrificio de Cristo hacia acá, tuvo que cumplirse primero la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios, para Él llevar a cabo la Obra del Cordero de Dios, del Cordero Pascual, y quitar así nuestros pecados, y así introducir a los primogénitos de Dios en la Fiesta de la Pascua actualizada, en la cual ha estado viviendo la Iglesia del Señor Jesucristo de edad en edad.

Y ahora, vean ustedes cómo hubo siete etapas, siete edades para la Iglesia del Señor Jesucristo, las cuales están representadas en los 49 años, para llegar al Año del Jubileo; porque se contarían siete semanas de años, y cada semana de esas representa cada una de las edades de la Iglesia gentil; y siendo siete semanas, representa las siete edades de la Iglesia gentil.

Y en cada una de esas semanas hubo un año festivo, que era el año número siete, que era año sabático, era año de reposo para toda la Tierra, en donde no se podía ni sembrar ni cosechar, sino recoger lo que ya producía, lo que ya había sido sembrado de un año anterior.

Y ahora, podemos ver cómo eso era tipo y figura de las edades de la Iglesia gentil.

Luego de transcurrir las siete etapas o edades de la Iglesia gentil entramos al Año del Jubileo; y para entrar al Año del Jubileo, la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles es el evento que nos introduce al Año del Jubileo.

Y para la introducción al Año del Jubileo, Jesucristo en Espíritu Santo viene como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, para llevar a cabo Su Obra de Reclamo e introducir a Su Iglesia al Año del Jubileo actualizado, y obtener las bendiciones del Año del Jubileo, que son la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Para eso es que Él viene en Su Venida en el Día Postrero como el León de la tribu de Judá, como el Rey de reyes y Señor de señores: para llevar a cabo la Obra de Redención del cuerpo nuestro; y para eso Él tiene que estar presente como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, y hacer Su Reclamo; para luego en el Cielo hacerse efectivo el reclamo de Cristo, y abrirse en el Cielo el ciclo divino del Año del Jubileo.

Y para la Iglesia del Señor Jesucristo será el ciclo divino en donde las bendiciones del Año del Jubileo se estarían materializando en este Día Postrero, en donde los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Por eso es tan importante la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Y después que esté hecha la Obra de Reclamo, ese ciclo divino en el Cielo se abre y hay jubileo en el Cielo; y se cumple este pasaje plenamente, de Apocalipsis, capítulo 5, en donde, vean ustedes, dice así:

“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?

Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.

Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos”.

¿Cómo es anunciado Cristo aquí? Como el León de la tribu de Judá. Juan el Bautista para la Primera Venida lo anunció como el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo; y ahora, aquí es anunciado como el León de la tribu de Judá, para llevar a cabo Su Obra de Reclamo. Dice:

“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono”.

Ahora, vean el misterio aquí. El anciano dice:

“He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos”.

Y cuando Juan miró, dice que vio un Cordero. Dice:

“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”.

O sea, los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra, como nos dice Apocalipsis, capítulo 1 y verso 4. Dice:

“… del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono” (Apocalipsis, capítulo 1, verso 4).

Y Apocalipsis, capítulo 4, verso 5, dice:

“Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios”.

Y en Zacarías encontramos lo mismo, mostrado en el capítulo 4, verso 10, donde dice:

“Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra”.

Vean, los siete ojos de Jehová que recorren toda la Tierra son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra, y son los siete ojos que están en la piedra de Zacarías, capítulo 3, verso 9, donde dice:

“Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día”.

Ahora, vean cómo desde el Antiguo Testamento ya Dios está mostrando los siete ojos de Jehová que recorren toda la Tierra, que son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra. Y cuando esto se materializa aquí en la Tierra es el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo manifestado en Sus siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil. En ellos se materializó esta promesa de los siete espíritus de Dios recorriendo toda la Tierra.

Estos son también las siete estrellas que están en la diestra del Señor, del Hijo del Hombre[5]; y estos son estas siete luces o siete mechas encendidas con el Fuego del Espíritu Santo que están en cada una de esas lámparas del candelabro de oro que estaba en el lugar santo del tabernáculo que construyó Moisés y del templo que construyó Salomón; y ahora se materializan en el Lugar Santo del Templo que ha estado construyendo nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, podemos ver aquí que el Cordero es el mismo León de la tribu de Judá; es el mismo Señor Jesucristo, el cual cambia de Cordero a León.

Y ahora, podemos ver aquí en este pasaje que cuando acontece esto en el Cielo, en donde vino y tomó el Libro de la mano derecha del que estaba sentado en el Trono, dice:

[Apocalipsis 5:8] “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,

que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.

Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos”.

Ahora, podemos ver aquí en el capítulo 5 de Apocalipsis este gran jubileo en el Cielo; es el Año del Jubileo actualizado en el Cielo, en el Día Postrero.

Y para eso es que Cristo viene en el Día Postrero como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores: para abrir el ciclo divino del Año del Jubileo, para llevar a cabo Su Obra correspondiente al Año del Jubileo, para llevar a cabo Su Obra de Reclamo como el León de la tribu de Judá, y abrirse el Año del Jubileo en el Cielo y también aquí en la Tierra; y todos los primogénitos de Dios escritos en el Cielo recibir los beneficios del Año del Jubileo y ser restaurados a la vida eterna, con un cuerpo eterno y glorificado, y ser a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

Dice el precursor de la Segunda Venida de Cristo, hablando acerca de este evento de Apocalipsis, capítulo 5, dice [Los Sellos, pág. 90]:

142. Escuche qué grande jubileo estaban teniendo cuando vieron ese Cordero venir y tomar el Libro de la Redención, entonces sus almas clamaron. Veremos esto más adelante. Todos se postraron y los ancianos vaciaron las oraciones de los santos. ¿Por qué? Allí estaba un Pariente en representación nuestra. Ellos cayeron sobre sus rostros y cantaron un cántico, diciendo: ‘Tú eres digno porque (Tú) fuiste inmolado’ (…).

143. Qué jubileo tan tremendo hay en el Cielo cuando el Cordero sale del puesto de Intercesor para venir aquí para reclamar lo Suyo. Lo que posiblemente sucedió con Juan es que vio su nombre escrito allí. Cuando estos Sellos fueron abiertos, él se contentó mucho. Escuche lo que dice:

‘Y oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y que está en el mar, y todas las cosas que en ellos están, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás (¡Amén, amén, amén y amén!).

Y los cuatro animales decían: Amén. Y los veinticuatro ancianos cayeron sobre sus rostros, y adoraron al que vive para siempre jamás’.

144. Esto sí que fue un jubileo y un tiempo muy tremendo cuando aquel Cordero salió. ¿Ve usted? El Libro de los misterios aún en el Cielo está sellado. Usted dice: ‘¿Está mi nombre?’. No sé, ojalá. Y si su nombre está es que fue escrito allí antes de la fundación del mundo”.

Ese es el Libro de la Redención, ese es el Libro de los Siete Sellos, ese es el Libro de la Vida del Cordero, donde está el nombre de cada uno de ustedes y el mío también.

[144]. Y Él tomó el Libro (¡GLORIA!), lo abrió y le quitó los sellos y lo envió a la Tierra a Su séptimo ángel, para revelarlo a Su pueblo. Allí lo tiene usted. ¿Qué sucedió? Los gritos, las alabanzas, los aleluyas, los glorias a Dios porque uno fue hallado digno…

145. Y allí estaba Juan, quien había estado viendo todo esto, dijo: ‘Oí toda criatura en el cielo, la tierra y en el mar alabando a Dios, diciendo: ‘¡Amén, alabanzas, honra, sabiduría y poder sean para Él, Quien vive eternamente!’.

146. ¡Qué tiempo tan maravilloso fue cuando fueron abiertos los Sellos! Debió haber sido que Juan miró hacia adentro y vio más allá de la cortina del tiempo, y dijo: ‘Allí está Juan’”.

¿Y cómo pudo ver Juan a Juan?, ¿cómo Juan se pudo ver allí? ¿Saben quiénes eran los veinticuatro ancianos? Los doce patriarcas y los doce apóstoles; y Juan el apóstol es uno de los doce apóstoles; por lo tanto, él en esta visión está viéndose allí como uno de los doce apóstoles.

Ahora, podemos ver que siendo una visión lo que Juan estaba teniendo de lo que sucedería en el tiempo final, para el tiempo final Juan estará como uno de esos doce apóstoles que él vio allí, o sea que ya eso estará materializado en la vida de Juan; pero Juan se está viendo de antemano en la visión como uno de los doce ancianos.

¿Y saben ustedes una cosa? En esa multitud que estaba glorificando a Dios, allí estaba cada uno de ustedes también glorificando a Dios en ese jubileo; porque no solamente los que estaban en el Cielo estaban glorificando a Dios, sino también los que estaban en la Tierra, y esos son los escogidos de Dios de este Día Postrero.

Ahora, podemos ver este gran jubileo, este gran jubileo del Año del Jubileo actualizado para el Día Postrero.

Y por eso es que Cristo tiene que, en el Día Postrero, tiene que estar en el Día Postrero manifestado como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. ¿Para qué? Para cumplir lo correspondiente al Año del Jubileo; para que se materialice el Año del Jubileo en la Iglesia del Señor Jesucristo, y la Iglesia del Señor Jesucristo con los miembros de Su Iglesia reciban las bendiciones del Año del Jubileo siendo materializadas en cada uno de ustedes y en mí también.

Ahora, hemos visto: “EL MISTERIO DEL AÑO DEL JUBILEO”.

Hemos visto que este misterio del año del jubileo dado al pueblo hebreo es para ser materializado, ser actualizado en el Día Postrero, y así los hijos e hijas de Dios ser restaurados a la vida eterna con un cuerpo eterno; los muertos en Cristo regresar a la Tierra en cuerpos eternos, para así obtener la redención del cuerpo prometida en Romanos, capítulo 8, verso 14 al 35 (digamos); y así cada hijo e hija de Dios que vive en la Tierra, también, recibir su cuerpo eterno en el Año del Jubileo actualizado.

Ahora, hemos visto por qué es tan importante el año del jubileo en medio del pueblo hebreo, y por qué Dios estableció que en el año del jubileo toda persona regresara a su familia y a su herencia (los que habían perdido su herencia, y también aquellos que habían sido tomados como esclavos, por causa de alguna deuda o porque los habían vendido): en el año del jubileo quedaban libres completamente, y las posesiones, las herencias de ellos quedaban libres, y ellos volvían a su herencia, a su territorio, a su terreno, que habían recibido por heredad; y así recibían la bendición del año del jubileo.

Era un año en que se proclamaba libertad en toda la Tierra; en el mes séptimo, en el día diez del mes séptimo, se comenzaba a proclamar libertad en toda la Tierra, y se tocaba la trompeta del año del jubileo en el día diez del mes séptimo.

Y el día diez del mes séptimo es el día de la expiación, el día de la expiación para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios.

Y el Día de la Expiación actualizado: nuestra Expiación es Cristo, encontramos que Cristo es el que nos reconcilia con Dios; y por eso San Pablo dice: “Reconciliaos hoy con Dios”[6].

Y ahora, para nuestra reconciliación con Dios en el Año del Jubileo, encontramos que seremos reconciliados también físicamente, pues tendremos un cuerpo eterno, y eso mostrará que físicamente también estamos en paz con Dios y Dios con nosotros.

Así como cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador y lavamos nuestros pecados en la Sangre de Cristo, el cual es el Cordero Pascual (Él es nuestra Pascua y también Él es nuestra Expiación), encontramos que recibimos un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico; y espiritualmente, en ese cuerpo teofánico, tenemos paz con Dios, estamos reconciliados con Dios.

Pero falta la reconciliación de nuestro cuerpo físico con Dios, en donde obtendremos un cuerpo con vida eterna y estaremos jovencitos por toda la eternidad; y viviremos con Cristo a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo, y reinaremos con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.

Ahora, podemos ver lo que para la Iglesia del Señor Jesucristo, para el Día Postrero, será el Año del Jubileo actualizado, así como fue el Día de la Pascua actualizada para la Iglesia del Señor Jesucristo, o sea, para el Israel celestial.

Vean cómo Dios las cosas que cumpliría en el Israel celestial las reflejó en el Israel terrenal; porque está el Israel terrenal, que es la descendencia de Abraham según la carne, pero está el Israel celestial, que es la descendencia de Abraham por medio de Jesucristo, que son los nacidos de nuevo; los que han creído en Cristo como su Salvador y han lavado sus pecados en la Sangre de Jesucristo.

Por eso es que San Pablo nos habla acerca de quiénes somos nosotros, y nos dice en el libro de Gálatas, en el capítulo 3, dice (verso 26):

“… pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos (¿Por qué? Porque hemos recibido el cuerpo teofánico de la sexta dimensión).

(Y) Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni (hembra); porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

Vean cómo los miembros del Cuerpo Místico de Cristo son linaje de Abraham, son ese linaje de Abraham celestial que por la fe en Cristo vienen a ser hijos de Abraham.

Pero sigue diciendo aquí, vamos a ver… Vamos a ver lo que nos dice el apóstol San Pablo en Gálatas, capítulo 3, verso 6 en adelante. Dice:

“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham”.

Los que son de la fe en Cristo, ¿estos son qué? Hijos de Abraham; no vienen por medio de la línea de Isaac, sino que vienen por medio de Jesucristo, el cual produce el nuevo nacimiento en cada hija e hijo de Dios, de este Cuerpo Místico de creyentes llamado la Iglesia del Señor Jesucristo.

La Iglesia del Señor Jesucristo es el Israel celestial, y el pueblo hebreo es el Israel terrenal. El pueblo hebreo es la Iglesia terrenal de la descendencia de Abraham según la carne, y la Iglesia del Señor Jesucristo y sus miembros son el Israel celestial por medio de Jesucristo, por medio del segundo Adán y también del segundo Isaac.

Y ahora, vean ustedes, dice:

“Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones (o sea, los gentiles).

De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”.

Y sigue diciendo:

“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.

Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;

y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero) (y Cristo fue colgado en un madero, allá en el madero de la Cruz, allá en el Calvario),

para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”.

Esa promesa del Espíritu Santo en donde, al recibir a Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, recibimos el Espíritu de Cristo, recibimos así un espíritu teofánico de la sexta dimensión.

Porque cuando hemos nacido aquí en la Tierra, hemos nacido y hemos recibido un espíritu del mundo, de la quinta dimensión; pero se requiere un nuevo nacimiento para recibir un espíritu teofánico de la sexta dimensión, y así entrar a vida eterna y entrar al Programa Divino de creación divina; para así, en el mismo orden que vino Jesucristo a la Tierra, cada uno de nosotros venir a esta Tierra con un cuerpo eterno.

Porque por medio del nacimiento natural, a través de papá y mamá, hemos venido en medio de una raza caída, y por lo tanto, hemos venido en una raza que está en muerte; y por eso, al recibir a Cristo como nuestro Salvador, pasamos de muerte a Vida, y obtenemos así un espíritu de la sexta dimensión, de la dimensión de Dios, en donde somos colocados en la misma posición en que Cristo estaba antes de venir en carne humana; para luego, Cristo luego venir en un cuerpo de carne, el cual nació de la virgen María, y poder decir: “Nadie me quita la vida, yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar”[7].

Y eso muestra que Cristo podía seguir viviendo si no tomaba nuestros pecados y se hacía mortal, y así pagar la deuda del pecado Él mismo, la deuda del pecado para que nosotros pudiésemos vivir eternamente.

Ahora, Cristo dijo: “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él sólo queda”[8]; o sea que continuaría viviendo Cristo por toda la eternidad en Su cuerpo físico que Él tuvo aquí en la Tierra dos mil años atrás, pero no quedaría ningún otro ser humano viviendo en este planeta Tierra.

Cristo iría caminando de la tierra de Israel a Asia Menor, luego a Europa, iría por Norteamérica y por la América Latina, y no encontraría ni un ser humano. ¿Por qué? Porque el juicio divino en aquel tiempo en que Cristo murió tenía que caer sobre la raza humana, y tenía que ser destruida la raza humana.

Pero Cristo, al tomar nuestros pecados, murió, la muerte vino sobre Cristo; y dice la Escritura que Cristo bajó al infierno en Espíritu, en Su cuerpo teofánico, y predicó a las almas encarceladas que fueron desobedientes en el tiempo de Noé[9].

Pero luego encontramos que Cristo tomó las llaves del infierno y de la muerte, se las quitó al diablo, y resucitó; pasó al Paraíso y luego resucitó con los santos del Antiguo Testamento, con los santos de la Iglesia del Antiguo Testamento. Y luego estuvo 40 días aquí en la Tierra, y los santos también (del Antiguo Testamento) resucitados, estuvieron con Cristo 40 días en la Tierra y estuvieron apareciéndole a muchos de sus familiares[10]; y luego subieron en el rapto cuando Jesucristo ascendió al Cielo.

Y encontramos que Cristo con esa Obra que realizó en la Cruz del Calvario, vean ustedes, quitó nuestros pecados; y se hace efectivo el Sacrificio de Cristo en cada uno de nosotros cuando hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador. Mientras la persona no ha recibido a Cristo como su Salvador y ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, el Sacrificio de Cristo no se hace efectivo para la persona.

Por eso es que se requiere que la persona lo acepte como su Salvador, y lave sus pecados en la Sangre de Cristo, y reciba Su Espíritu Santo, para así venir a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, de esa nueva raza que Cristo está creando desde el Día de Pentecostés hacia acá.

Y para poder producir esa Nueva Creación, en donde está creando un cuerpo teofánico a cada hijo e hija de Dios, a cada primogénito escrito en el Cielo, encontramos que tuvo que venir como Cordero de Dios dos mil años atrás en carne humana y llevar a cabo Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Y para el tiempo final, para poder Cristo darnos el cuerpo físico y eterno, y producir así la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, tiene que venir en el Día Postrero como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, y llevar a cabo Su Obra de Reclamo; para luego, en el Cielo abrirse ese ciclo divino de reclamo, y así regresar cada hijo e hija de Dios a la Tierra en un cuerpo eterno (los que han partido en el pasado), y nosotros los que vivimos ser transformados y tener también un cuerpo eterno y glorificado; y ser todos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, vean cómo se abrió el ciclo divino de la Fiesta de la Pascua viniendo Cristo como el Cordero Pascual.

Y ahora, vean cómo se abre el ciclo divino del Año del Jubileo, donde se hace el reclamo, viniendo Cristo como el León de la tribu de Judá en Su Obra de Reclamo; Obra que al final del cumplimiento del Séptimo Sello estará realizada, y luego los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos, y luego nosotros los veremos a ellos y seremos transformados cuando los veamos, y así el espíritu teofánico de cada uno de nosotros obrará en este cuerpo físico y transformará este cuerpo físico.

Porque la Palabra que hemos recibido, la Palabra de Dios que hemos recibido, la cual se ha estado haciendo carne en nosotros, se materializará y producirá, creará ese nuevo cuerpo.

La Palabra la hemos recibido en forma de Mensaje y también la hemos recibido en forma de cuerpo teofánico; porque el cuerpo teofánico es el cuerpo de la Palabra, es el Verbo; y el Verbo se hace carne, se va materializando, y producirá un nuevo cuerpo, creará un nuevo cuerpo en cada uno de nosotros.

Por eso es que va obrando el cuerpo teofánico, ese cuerpo de la Palabra va obrando en nuestras vidas, para llevarnos a la perfección y transformar este cuerpo físico que nosotros tenemos.

Por eso deje que el espíritu teofánico que ha recibido, llamado el Ángel de Jehová, que acampa en derredor de los que le temen y los defiende, deje que Él obre en sus vidas y manifieste esas virtudes de Dios en cada uno de ustedes, y esas virtudes divinas sean manifestadas en cada uno de ustedes, y esa naturaleza divina sea manifestada en cada uno de ustedes.

Porque siendo todos nosotros hijos e hijas de Dios somos descendientes de Dios; por lo tanto, la naturaleza divina tiene que ser manifestada en cada uno de nosotros; y para eso está el espíritu teofánico de la sexta dimensión en cada uno de nosotros obrando, para manifestar esas virtudes divinas y para manifestar esa naturaleza divina, esa naturaleza divina del cuerpo teofánico de la sexta dimensión, para así en el Día Postrero transformar nuestro cuerpo teofánico – o nuestro cuerpo físico ser transformado por el cuerpo teofánico; y los muertos en Cristo regresar a la Tierra (antes de nuestra transformación), regresar en sus cuerpos teofánicos y tomar cuerpos físicos y eternos, los cuales serán creados del polvo de la tierra.

Pero ya nosotros tenemos el polvo de la tierra que será usado para el nuevo cuerpo; por lo tanto, nuestro cuerpo teofánico, nuestra teofanía, transformará este cuerpo físico y lo transformará en un cuerpo eterno, creará un cuerpo eterno con este polvo de la tierra que tenemos en la actualidad; y así seremos personas no solamente eternos en el espíritu, en el cuerpo teofánico, sino también en el cuerpo físico, porque tendremos un cuerpo eterno y glorioso, un cuerpo glorificado; y así seremos a imagen y semejanza de Jesucristo.

Seremos a imagen de Jesucristo porque tenemos un cuerpo teofánico, que es la imagen de Jesucristo; y tendremos la semejanza de Jesucristo al tener el cuerpo físico y eterno, y así seremos semejantes a Jesucristo con un cuerpo físico y eterno y glorificado también; y así seremos a imagen y semejanza de nuestro Señor Jesucristo.

Y así seremos a imagen y semejanza de Dios hecho carne en Jesucristo, y así nosotros estaremos a imagen de Dios, el cual se hizo carne en Jesucristo.

O sea que la imagen y semejanza de Dios que el ser humano perdió con la caída en el Huerto del Edén será restaurada en los hijos e hijas de Dios. Y ya, al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, es restaurada la imagen de Dios, o sea, la teofanía, el cuerpo teofánico.

Y para el Día Postrero también será restaurada esta semejanza que vimos de Dios manifestada en Jesús, y seremos todos semejantes a nuestro amado Señor Jesucristo, con cuerpos eternos también; y así estará restaurada la semejanza divina, que es Jesucristo, la cual fue vista en Jesucristo.

Y seremos entonces a imagen y semejanza de Dios, porque Dios fue manifestado en carne; y así cada uno de nosotros estaremos también manifestados en carne glorificada y eterna como nuestro Señor Jesucristo.

Esto es para el Año del Jubileo actualizado en este tiempo final en el cual nosotros vivimos, en donde el Año del Jubileo se actualizará para los escogidos de Dios, para los hijos e hijas de Dios, para el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo. Esto es para los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

Ahora, hemos visto: “EL MISTERIO DEL AÑO DEL JUBILEO”, y las cosas que tienen que suceder en este tiempo final para ser actualizado en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo el Año del Jubileo, y obtener la restauración cada hijo e hija de Dios, ser restaurados a la vida eterna, con un cuerpo eterno y un espíritu teofánico eterno también.

Para este tiempo final, las cosas que estaban sucediendo en el campo espiritual también estarán sucediendo en el Día Postrero en el campo físico, en donde nosotros seremos transformados luego que los muertos en Cristo sean resucitados.

Estamos viendo cómo está llevándose a cabo este entrelace en donde está siendo introducido el Año del Jubileo.

Hemos visto la forma en que el Año del Jubileo entraría en el tiempo final, para producir los beneficios del Año del Jubileo actualizado en los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.

Por eso es que en este tiempo final, con la Gran Voz de Trompeta o Trompeta del Año del Jubileo, están siendo llamados y juntados todos los escogidos de Dios, y está siendo anunciado al pueblo de Dios el tiempo de liberación; un tiempo de liberación como la tuvo el pueblo hebreo allá en Egipto, y un tiempo de liberación en donde los muertos en Cristo resucitarán y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Será una liberación total, en donde lo que antes era solamente en las primicias será en toda su plenitud para todos nosotros en este tiempo final; porque tenemos las primicias del Espíritu, pero la promesa es que para el Día Postrero también tendremos la plenitud del Espíritu de Dios. Y la plenitud del Espíritu de Dios estará manifestada en todos nosotros en el cuerpo eterno que hemos de recibir dentro de muy poco tiempo.

El Año del Jubileo es el ciclo divino del Programa Divino que corresponde a este tiempo final para la Iglesia del Señor Jesucristo. Y luego, para el planeta Tierra, ese ciclo divino del Año del Jubileo se cumplirá después del Reino Milenial.

Pero para la Iglesia del Señor Jesucristo, por cuanto Ella ha pasado por las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, y la séptima edad es tipo y figura del séptimo milenio y es tipo y figura del Reino Milenial, encontramos que le corresponde a la Iglesia de Jesucristo entrar al ciclo divino número ocho, que es el ciclo divino de la Edad de la Piedra Angular, en donde se abre la Dispensación del Reino y en donde se abre el ciclo divino del Año del Jubileo para todos los hijos e hijas de Dios.

Por eso es que Jesucristo está en Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular, en este tiempo final, conforme a Su promesa, para llevar a cabo la Obra de Reclamo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, y producir la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, en la actualización y materialización del misterio del Año del Jubileo.

“EL MISTERIO DEL AÑO DEL JUBILEO”. Hemos visto lo que es para la Iglesia del Señor Jesucristo y hemos visto lo que será para el planeta Tierra después del Reino Milenial.

Pero ahora, en este tiempo en el cual nosotros vivimos, en la Iglesia del Señor Jesucristo, vean ustedes, se cumple el ciclo divino del Año del Jubileo, y por lo tanto la Iglesia de Jesucristo entra al ciclo divino de eternidad, entra al ciclo divino número ocho, que es el Año del Jubileo.

Si contamos los años festivos que transcurrían hasta llegar al año del jubileo, ustedes encontrarán que transcurrían primero 7 años sabáticos en un lapso de tiempo de 49 años; cada 7 años, el año séptimo era año festivo, año sabático; y en 49 años hay 7 años sabáticos. Y luego del séptimo año sabático llegaba el año del jubileo, que viene a ser el octavo año festivo, y es el año del jubileo donde se proclamaba libertad en toda la Tierra.

Ese año del jubileo, que es el año cincuenta y también es el año octavo festivo, corresponde a la Edad de la Piedra Angular de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y vean ustedes, ese ciclo divino se cumple primeramente en la América Latina y el Caribe; y por eso es que el Mensaje de liberación, para la liberación de los hijos e hijas de Dios, para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, surgiría (¿dónde?) en el territorio donde se estaría cumpliendo el ciclo divino del Año del Jubileo, el ciclo divino de la Edad de la Piedra Angular; y ese territorio es la América Latina y el Caribe.

¿Y dónde estarían – dónde están los que estarían escuchando la Trompeta del Año del Jubileo, el Mensaje del Evangelio del Reino sonando, proclamando la revelación divina de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo? Aquí estamos, en la América Latina y el Caribe.

Aquí estamos escuchando la Trompeta del Año del Jubileo sonando y proclamando la liberación para todos los hijos e hijas de Dios, proclamando la restauración a vida eterna de todo hijo e hija de Dios, para ser cumplida esa liberación en este Día Postrero, en donde los muertos en Cristo resucitarán primero y nosotros los que vivimos seremos transformados. Y así se cumplirá el Año del Jubileo, y así estará actualizado el Año del Jubileo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.

La Iglesia del Señor Jesucristo entra al Año del Jubileo en este tiempo final, para materializarse físicamente todo lo que espiritualmente ha estado ocurriendo; pues espiritualmente recibimos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y para el tiempo final también recibiremos un cuerpo físico y eterno.

O sea que en el Año del Jubileo, para el tiempo final, físicamente también tendremos los beneficios del Año del Jubileo; así como en lo espiritual hemos recibido los beneficios del Año del Jubileo recibiendo un espíritu teofánico. Y para el Día Postrero recibiremos físicamente también los beneficios, recibiendo un cuerpo físico y eterno y glorificado de parte del Señor Jesucristo. Y así estará cumpliéndose el Año del Jubileo en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por eso es que la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final es llamada a subir arriba, a la Edad de la Piedra Angular, donde el ciclo del Año del Jubileo se materializa en este Día Postrero, para la restauración de los hijos e hijas de Dios a la vida eterna con un cuerpo eterno, y a la herencia de todo lo que Adán y Eva perdieron en la caída, pues todo será restaurado a los hijos e hijas de Dios.

Y por eso es que podremos reinar con Cristo durante el Reino Milenial y por toda la eternidad como hijos e hijas de Dios, y como reyes y sacerdotes, porque somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro[11].

Y para recibir nuestra herencia física, que es el Reino, y reinar con Cristo por mil años en medio del pueblo hebreo y sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones, encontramos que para obtener esa posición de reyes aquí en la Tierra se requiere entrar al ciclo del Año del Jubileo actualizado, en donde seremos vestidos de reyes y de sacerdotes con un cuerpo eterno.

Esa es la vestidura que nosotros necesitamos, la vestidura física y eterna, para reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad, y tener nuestra herencia restaurada; porque este planeta Tierra y todo el universo es la herencia de Dios dada a Sus hijos; y Cristo es el heredero, porque Él pagó el precio de la redención, y nosotros somos herederos con Cristo para reinar con Él en medio del pueblo hebreo y sobre todas las naciones y sobre todo el universo.

Así que la herencia de Dios para Sus hijos es toda la Creación.

Ahora, podemos ver por qué es que Dios ha estado enviando de edad en edad, de tiempo en tiempo, ángeles ministradores. ¿A quiénes, dice San Pablo, que envía esos ángeles? Veamos aquí, capítulo 1, verso 14, de su carta a los Hebreos, dice San Pablo:

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”.

Esos espíritus ministradores, que son ángeles ministradores, espíritus ministradores, son los mensajeros que Cristo envía a los herederos de salvación, o sea, a Su Iglesia; son los ángeles mensajeros de las diferentes edades de la Iglesia gentil, son los siete ángeles mensajeros de las siete edades; y el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo para la Edad de la Piedra Angular.

Y esos son ángeles ministradores que ministran la Palabra de Dios en la edad en que Cristo los envía. Son espíritus teofánicos de la sexta dimensión, espíritus de profetas que están en la sexta dimensión, y son enviados a esta Tierra en carne humana para ministrar la Palabra de Dios correspondiente a la edad y dispensación en que Dios los envía.

Estos ángeles ministradores son enviados de edad en edad y de dispensación en dispensación. Y estos ángeles ministradores, como hemos visto, siendo los mensajeros que Cristo envía a los herederos de salvación, o sea, a los miembros de Su Cuerpo Místico de creyentes, a los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida Cordero, estos ángeles vienen a la Tierra directamente a los herederos de salvación, vienen directamente al Cuerpo Místico de Cristo, y le traen el Mensaje correspondiente a su tiempo; y con ese Mensaje son llamados y juntados los escogidos de Dios, y obtienen las bendiciones de Dios correspondientes a ese tiempo.

Y cuando Dios, luego de enviar mensajeros para cada edad, envía un mensajero dispensacional, un profeta dispensacional, un espíritu ministrador dispensacional: una bendición mayor hay para todos los hijos e hijas de Dios, para los herederos de salvación.

Es la bendición contenida en el Año del Jubileo, para ser materializada en cada hijo e hija de Dios que vive en este tiempo final, y es llamado y juntado y colocado en el Cuerpo Místico de Cristo para ser preparado, para ser transformado y raptado en este tiempo final, juntamente con los muertos en Cristo que han de resucitar en este tiempo final.

Hay muchas cosas que están contenidas en este Año del Jubileo, para ser actualizado este Año del Jubileo y ser actualizadas todas esas cosas que fueron mostradas en el Año del Jubileo.

Ahora, podemos ver el por qué la Segunda Venida de Cristo tiene que ser cumplida como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo: para actualizar el Año del Jubileo y hacer el Reclamo, y la Iglesia del Señor Jesucristo entrar al Año del Jubileo y recibir su restauración a la vida eterna, cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo; y así todos recibir un cuerpo eterno que estará por toda la eternidad jovencito, representando siempre de 18 a 21 años de edad.

Hemos visto: “EL MISTERIO DEL AÑO DEL JUBILEO”, y hemos visto el territorio donde el misterio del Año del Jubileo se abriría para materializarse físicamente en la Iglesia del Señor Jesucristo.

¿Y dónde están las personas que estarían viendo el Año del Jubileo siendo introducido en el Cuerpo Místico de Cristo para recibir las bendiciones del Año del Jubileo? Aquí estamos, en la América Latina y el Caribe, siendo introducidos al Año del Jubileo, para pronto ser transformados juntamente con los muertos en Cristo que van a resucitar en cuerpos eternos.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DEL AÑO DEL JUBILEO”.

Es el Año de la Redención. Redención es… o redimir es ‘volver al lugar original’; los hijos e hijas de Dios volver a eternidad, pero con un cuerpo eterno, y con un espíritu teofánico eterno también.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y pronto el Israel celestial, la Iglesia del Señor Jesucristo, reciba todos los beneficios del Año del Jubileo actualizado; y todos los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seamos transformados, y tengamos también el cuerpo eterno. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes, radioyentes y televidentes, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo, nuestro amado Salvador.

Dejo nuevamente con nosotros al reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión, dándole gracias a Dios por Sus bendiciones, y así terminar nuestra parte en esta ocasión; y luego vernos, muy pronto, en las próximas actividades del próximo año, en las cuales estaré con ustedes.

Y estaré con ustedes, ya sea en este cuerpo o en el nuevo cuerpo; si es en el nuevo cuerpo, mucho mejor; pues todos estamos deseosos de tener el nuevo cuerpo.

¿Y quién usted cree que es el que está más deseoso de tener el nuevo cuerpo? Yo soy el que estoy más deseoso de tener el nuevo cuerpo. Y en y desde ese nuevo cuerpo también estaré trabajando para todos ustedes en una forma más cómoda, y en una forma en la cual estaré sin limitaciones.

Bueno, esperemos ese momento en el cual cada uno de ustedes tendrá el nuevo cuerpo y yo también tendré el nuevo cuerpo.

Estemos preparados, nuestras vidas preparadas, para ser transformados. Recuerden que el cuerpo teofánico suyo se encarga de producir los frutos y los hechos del nuevo hombre, y se encargará también de la transformación del cuerpo suyo.

Dele oportunidad para que Él obre en su vida y lo sujete a usted a la Palabra de Dios, y lo guíe a usted en toda la Palabra de Dios. Que Él gobierne en usted; no que usted trate de gobernar, sino que Él sea el que lo gobierne a usted, ese espíritu teofánico de parte de Jesucristo, gobierne en usted y lo guíe a toda justicia y a toda verdad; y pronto lo transforme a usted, y también mi cuerpo teofánico me transforme a mí, porque ese es el Espíritu de Cristo enviado a cada hijo e hija de Dios.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes, dándoles testimonio de estas bendiciones correspondientes al Año del Jubileo.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde, y con nosotros nuevamente Miguel Bermúdez Marín.

Buenas tardes.

“EL MISTERIO DEL AÑO DEL JUBILEO”.

[Revisión marzo 2023 -RM-JR]

[1] Jn. 1:26-27; Mt. 3:11, Mr. 1:7, Lc. 3:16

[2] Colosenses 1:15, Apocalipsis 3:14

[3] San Juan 1:29-34

[4] San Juan 6:53

[5] Apocalipsis 1:16, 1:20

[6] 2 Corintios 5:20

[7] San Juan 10:17-18

[8] San Juan 12:24

[9] 1 Pedro 3:18-20

[10] San Mateo 27:51-53

[11] Romanos 8:17

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