El misterio del Padre de la Creación

Muy buenos días, amados hermanos y amigos presentes aquí en Puerto Velho de Rondônia…; Puerto Velho, Rondônia, Brasil. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa para con cada uno de nosotros y para la raza humana completa.

Para lo cual quiero leer algunas Escrituras: Génesis, capítulo 1, verso 1, nos dice así:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

La otra Escritura está en Génesis, capítulo 1, verso 26 al 28, y dice:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

Que Dios bendiga Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “EL MISTERIO DEL PADRE DE LA CREACIÓN”.

Hemos visto en estas Escrituras que Dios es el Padre de la Creación.

Dios para llevar a cabo la Creación tuvo en Su Mente un Programa; o sea que Dios pensó en realizar esa Creación.

Y ahora, miren ustedes cómo Dios llevó a cabo esa Creación.

Y la Creación, podemos ver que recibió la orden de reproducirse; la Creación original tiene un mandato divino: reproducción. Pueden ver aquí que al hombre, cuando lo creó, le dijo: “Fructificad y multiplicaos; y llenad la Tierra”.

Y ahora, veamos lo que sucede con los árboles y las plantas y la hierba. En Génesis, capítulo 1, verso 11 en adelante, 11 al 12 (esto fue lo que hizo el día tercero), dice:

“Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así.

Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.

Y fue la tarde y la mañana el día tercero”.

Ahora, podemos ver que también la hierba, los árboles; todo lo que fue creado recibió la orden de reproducción, de multiplicarse.

Toda la Creación original de Dios tiene esa orden divina: la orden de reproducción bajo las leyes divinas de la reproducción, que no pueden ser violadas; porque si son violadas, el producto es un producto híbrido, dañado, que no es el producto que sembró nuestro Padre celestial.

Por lo tanto, para el tiempo de la eternidad solamente estará lo original, la Creación original; no habrá nada híbrido en la eternidad.

Ahora, miren ustedes cómo Dios ha dado la orden de la reproducción para toda Su Creación; así es para las plantas, para los árboles, para los peces, para las aves, para los animales, para el ser humano y para el universo completo. Y todo esto comenzó en la forma más sencilla que ustedes se pueden imaginar.

Para Dios comenzar Su Creación, ¿saben lo que Dios hizo? Dios creó un cuerpo, y en ese cuerpo está toda simiente de la Creación original y para la Creación original, y de ese cuerpo procede toda la Creación original; ahí está condensada toda la Creación.

Dice la Escritura en Apocalipsis, capítulo 3, verso 14, hablando de Jesucristo, dice que es el principio de la Creación de Dios.

Ahora, tenemos la Creación de Dios allá en el Génesis, capítulo 1, verso 1, y también tenemos la Creación de Dios como la Iglesia del Señor Jesucristo: una nueva raza que viene por medio del segundo Adán, que es Jesucristo.

Ahora, vamos a ver con detenimiento EL MISTERIO DEL PADRE DE LA CREACIÓN, y así veremos el misterio de la Creación. San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Ahora, miren ustedes cómo nos dice la Escritura que en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios, en ese principio en donde Dios creó; ahí fue donde Dios creó Su propio cuerpo teofánico, cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Eso fue lo primero que Dios creó: un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, parecido a este cuerpo que nosotros tenemos, pero de otra dimensión: de la sexta dimensión.

Y en ese cuerpo Dios entró, y desde ese cuerpo luego Dios llevó a cabo la creación de los Cielos y de la Tierra. Por eso nos dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”; porque Dios estando dentro de ese cuerpo teofánico: pues el cuerpo teofánico era Dios manifestado en un cuerpo teofánico; y desde ese cuerpo teofánico Dios llevó a cabo toda la Creación.

¿De dónde vino toda la Creación? De Dios, por medio de Su manifestación en Su cuerpo teofánico que Él se creó para Sí mismo.

Ese cuerpo teofánico vino de Dios, salió de Dios; Dios lo creó para habitar en ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión; en el cual encontramos, les apareció a muchos profetas del Antiguo Testamento; y los profetas lo vieron a Él (a Dios) y lo llamaron: el Ángel de Jehová o Ángel del Señor o Ángel del Pacto. Era visto en una Columna de Fuego, y ahí estaba un Varón de otra dimensión que les hablaba.

Y le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”1. Moisés quiso ver Su rostro, y Dios le dijo: “No me verá hombre y vivirá”2; porque ningún hombre jamás ha visto a Dios, dice San Juan, capítulo 1, verso 18. Pero dice que “El unigénito Hijo que está en el seno del Padre, Él le declaró (o sea, le ha dado a conocer)”; porque, por medio de Jesucristo, Dios ha sido manifestado en carne humana entre los seres humanos.

Y por eso es que el profeta Isaías, en el capítulo 7, verso 14, nos dice que la virgen concebiría y daría a luz un hijo, y se llamaría su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros; Dios visitando la raza humana allá en medio del pueblo hebreo en un cuerpo de carne, en la forma de un hombre, en la forma de un profeta. Era Dios con nosotros vestido de carne humana, vestido del ropaje humano que nosotros tenemos.

Ahora, podemos ver cómo Dios se ha manifestado tanto en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión —llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto— como en Jesús, el velo de carne donde apareció manifestado. En ese velo de carne estaba Dios con Su cuerpo teofánico habitando dentro de ese cuerpo teofánico.

Por eso es que Jesús podía decir: “Abraham deseó ver Mi día, lo vio y se gozó”3. ¿Y cuándo Abraham lo vio? Tenemos dos ocasiones muy importantes en que Abraham vio a Dios en la forma de un hombre.

Y en una ocasión, Dios le dio a él de comer pan y vino. O sea, fue cuando Abraham regresaba de la victoria que había obtenido sobre unos reyes confederados que se habían llevado a Lot y su familia, y a muchas personas de la ciudad donde Lot vivía; pero Abraham fue y libertó a Lot y su familia, y a todas las personas que se habían llevado cautivos.

Y cuando regresaba victorioso, le apareció Melquisedec, Rey de Salem, o sea, el Rey de Jerusalén y Rey de Paz4; porque Jerusalén es ‘Ciudad de Paz’. Aunque ha tenido tantas guerras, su nombre nos habla de Paz, porque es la Ciudad del Rey de Paz. Y habrá Paz en esa Ciudad durante el Reino Milenial, cuando el Rey de Paz esté allí reinando sobre el Trono de David.

Y ahora, ese es Melquisedec, sin padre, sin madre, sin principio y sin fin; porque es el Dios Todopoderoso, el cual estaba en Su cuerpo teofánico allá apareciéndole a Abraham, y dándole pan y vino. Sin padre y sin madre, sin principio de días y sin fin de tiempo, solamente hay uno: y ese es Dios.

Y ahora, Dios estaba en Su cuerpo teofánico como Sacerdote de la Ciudad y del Templo: Sacerdote de Jerusalén; y Él es el Sacerdote de Dios del Templo que está en el Cielo.

Y ahora, vean ustedes, Él es el Rey de Paz, Él es el Rey celestial.

Y ahora, encontramos que esto que sucedió con Abraham es lo que para el tiempo final estará sucediendo con los hijos de Abraham del Cielo (o sea, hijos de Abraham celestiales, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo), y luego con el Israel terrenal, que es el pueblo hebreo: se estarán encontrando con Melquisedec nuevamente manifestado en la Tierra.

Estará Melquisedec, el Rey de Jerusalén y Sacerdote del Dios viviente del Templo que está en el Cielo; estará en la Tierra, y estará vestido de carne humana; como se vistió de carne humana dos mil años atrás en aquel velo de carne llamado Jesús de Nazaret. En aquel joven carpintero de Nazaret estaba Melquisedec vestido de carne humana; o sea que estaba Dios con Su cuerpo teofánico dentro de aquel velo de carne; Dios vestido de carne humana, el Verbo hecho carne.

Y para el Día Postrero, conforme a Apocalipsis, capítulo 19, tenemos la promesa de la Venida del Verbo nuevamente: como el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19.

Ese es el Verbo viniendo, ese es Melquisedec viniendo; ese es el Rey de Salem, el Rey de Paz: Jesucristo nuestro Salvador viniendo en Espíritu Santo, manifestado en carne humana en el velo de carne que Él tendrá para el Día Postrero.

El precursor de la Segunda Venida de Cristo: William Branham, dijo que el Jinete del caballo blanco es el Espíritu Santo; y eso está en la página 277 del libro de Los Sellos en español. Y luego, en la página 256 del libro de Los Sellos en español, nos dice:

“[121]. … cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.

El Verbo, la Palabra, nuevamente vendrá vestida de carne humana; tendrá un velo de carne aquí en la Tierra de este tiempo final, en donde vendrá el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, Melquisedec vestido de carne humana, manifestado en carne humana en el cumplimiento de Su promesa correspondiente a este tiempo final.

Ahora, vean ustedes este misterio del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19: es la Venida de Cristo, del Ángel del Pacto, la Venida del Verbo, la Venida de Dios en Su cuerpo teofánico, tomando un cuerpo de carne de este tiempo final a través del cual velarse y revelarse a Su Iglesia en el Día Postrero; y luego se revelará al pueblo hebreo, y el pueblo hebreo también lo verá.

Y así la simiente de Abraham del Cielo, que son los escogidos de Dios de la Iglesia del Señor Jesucristo, estarán teniendo la misma experiencia que tuvo Abraham cuando se encontró con Melquisedec. Y le estará dando Jesucristo, Melquisedec, le estará dando Palabra: la Palabra creadora, para ser llamados, juntados y transformados en el Día Postrero.

Ahora, podemos ver que para la simiente de Abraham según la carne también les estará sucediendo lo mismo, estarán recibiendo la misma experiencia de nuestro padre Abraham: lo verán, recibirán la Palabra, y serán sellados con el Sello del Dios vivo, como dice Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante, en donde Dios envía el Ángel que sube de donde nace el sol, el cual viene con el Sello del Dios vivo.

El Sello del Dios vivo es el Espíritu Santo. “No contristéis al Espíritu Santo, con el cual fuisteis sellados para el Día de la Redención”, dice San Pablo en Efesios, capítulo 4, verso 30.

El bautismo del Espíritu Santo es las primicias del Espíritu; es las primicias del Espíritu que recibimos cuando hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador y hemos lavado nuestros pecados en la Sangre de Cristo y hemos recibido el Espíritu de Cristo. Y ahí recibimos el cuerpo teofánico, el espíritu teofánico, y así obtenemos un cuerpo teofánico como el de nuestro Señor Jesucristo; un cuerpo teofánico como ese que Dios se creó para Sí mismo y a través del cual llevó a cabo toda la Creación.

Y ahora, así como Dios luego se creó un cuerpo de carne en el vientre de María, y luego nació ese cuerpo…; y en ese cuerpo habitó Dios; o sea, Dios con Su cuerpo teofánico entró en ese cuerpo de carne y habitó en él en toda Su plenitud.

Y los escogidos de Dios para el Día Postrero, los que han partido en el pasado: resucitarán en cuerpos eternos y habitarán en esos cuerpos eternos con sus espíritus teofánicos que recibieron cuando creyeron en Cristo como su Salvador y lavaron sus pecados en la Sangre de Cristo y recibieron el Espíritu de Cristo.

Los que han partido están en el Paraíso viviendo en esos cuerpos teofánicos; están viviendo como estaba viviendo Jesucristo en Su cuerpo teofánico antes de obtener Su cuerpo físico.

Así también vivió Adán antes de obtener el cuerpo físico que Dios le creó del polvo de la Tierra: antes Dios le creó un cuerpo teofánico a Adán; y en él vivió, no sabemos por cuántos años, siglos o milenios o millones de años; no sabemos.

Ahora, sí sabemos que Jesucristo vivió millones de años en ese cuerpo teofánico antes de tener el cuerpo físico que nació a través de la virgen María.

Ahora podemos ver el misterio del Creador, y podemos ver que toda la Creación llevada a cabo por Dios es para multiplicarse, reproducirse.

Y ahora, miren ustedes cómo las plantas se reproducen, los árboles, los animales, las aves; el ser humano también, aunque de la forma incorrecta. Porque la forma correcta para la reproducción, para que fuera para vivir eternamente, tenía que ser una reproducción por medio de creación divina; y Eva alteró esa forma allá en el huerto del Edén.

Y por eso el ser humano nace, vive un tiempo aquí en la Tierra y después muere: porque la reproducción del ser humano ha estado siendo en la forma carnal, y no por creación divina; pero por creación divina la reproducción es con vida eterna. Pero no hay ningún problema.

El primer Adán tuvo la encomienda de la reproducción de la raza humana (la reproducción de Adán y Eva) por creación divina, pero tomaron la reproducción por medio del sexo y les trajo muerte a sus descendientes.

Pero ahora, el segundo Adán, que es Jesucristo, el cual también tiene la encomienda de la reproducción, de multiplicarse; encontramos que Él lo hace por creación divina.

Y ahora, ¿dónde están los hijos de Jesucristo? Algunas personas han pensado que Jesucristo no tiene hijos o no ha tenido hijos; y Él es el Hombre que más hijos ha tenido. ¿Dónde están? ¡Pues aquí estamos!, por medio de creación divina.

Al creer en Jesucristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo: nacemos en el Reino de Dios; recibimos el nuevo nacimiento, del cual le habló Cristo a Nicodemo, diciéndole: “De cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”.

Nicodemo pensó en nacer de nuevo por medio de su padre y su madre – o por medio de su madre, y le preguntó a Jesús: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre, ya siendo viejo, entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?”; pero Jesucristo le hablaba de un nuevo nacimiento. Y Jesucristo le dijo: “No te maravilles de que te dije que te es necesario nacer de nuevo”.

No es para uno maravillarse, sino para uno entenderlo; porque al entenderlo, obtiene los beneficios de ese nuevo nacimiento.

Jesucristo le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios (no puede entrar en el Reino de Dios)”. San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6, tenemos la conversación de Nicodemo y Jesucristo.

Y ahora, el nuevo nacimiento es lo que produce nuestra entrada al Reino de Dios; y así entramos al Cuerpo Místico de Cristo, a la Iglesia de Jesucristo, como un miembro de ese Cuerpo Místico de Jesucristo y como miembro de una Nueva Creación.

Jesucristo es el principio de esa Nueva Creación, el primero de esa Nueva Creación, y nosotros somos la continuación de esa Nueva Creación.

Y ya hemos obtenido el cuerpo teofánico: al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y nos falta recibir el cuerpo físico y eterno que Él nos dará en este Día Postrero cuando los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seamos transformados; y así estaremos todos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo.

Y así estará sobre este planeta Tierra una Nueva Creación con vida eterna, con cuerpos físicos eternos y con cuerpos teofánicos eternos, y con las dos consciencias juntas, iguales al Señor Jesucristo, que es el segundo Adán.

Ahora, miren cómo el segundo Adán ha estado creando una nueva raza; o sea que ha estado multiplicándose, reproduciéndose el segundo Adán. Él ha estado en Su Iglesia, que es Su Novia, a través de la cual Él ha estado trayendo estos hijos e hijas de Dios.

Ahora, podemos ver que los que Jesucristo trae al reproducirse son hijos e hijas de Dios; hijos e hijas de Dios para vivir por toda la eternidad con Jesucristo en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Jesucristo nos ha hecho reyes y sacerdotes, porque nos ha lavado con Su Sangre de nuestros pecados; y reinaremos con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad como reyes y sacerdotes en Su Reino.

Ahora, podemos ver EL MISTERIO DEL PADRE DE LA CREACIÓN, podemos ver el misterio de la Creación, y podemos ver el misterio de la raza humana que comenzó con Adán, la cual cayó. Y podemos ver la nueva creación de la nueva raza que comenzó con nuestro amado Señor Jesucristo; y podemos ver la multiplicación o reproducción de esa nueva raza, de la cual Jesucristo es el primero. Podemos ver cómo Jesucristo ha estado reproduciéndose en hijos e hijas de Dios.

La simiente de los hijos e hijas de Dios ¿dónde ha estado? En Jesucristo; así como la simiente de toda planta ha estado en la planta, y la simiente de todo árbol ha estado en todo árbol; y luego se multiplica.

Ahora, podemos ver cómo la simiente de los hijos e hijas de Dios ha estado en Jesucristo. Y en esta multiplicación o reproducción de Jesucristo en hijos e hijas de Dios podemos ver la simiente de Dios viniendo a existencia de edad en edad hasta llegar a este tiempo final, donde nos encontramos en la etapa final de la Iglesia del Señor Jesucristo, en la etapa final de esta nueva creación de seres a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ya tenemos la imagen de Jesucristo, que es el cuerpo teofánico; y pronto tendremos la semejanza, o sea, el cuerpo físico, que será eterno como el de nuestro Señor Jesucristo. Será un cuerpo glorificado en el cual viviremos por toda la eternidad.

Este cuerpo que tenemos es mortal, corruptible y temporal, pero será transformado; y entonces tendremos un nuevo cuerpo eterno y glorioso, y así seremos todos a imagen y semejanza de Jesucristo; y seremos así esa Nueva Creación completada.

Por eso lo que cuenta es la Nueva Creación. La antigua Creación es mortal, corruptible y temporal. La Nueva Creación es eterna; por eso recibe un cuerpo teofánico y eterno, y en el Día Postrero recibirá un cuerpo físico eterno y glorificado.

En la carta de los Gálatas, capítulo 6, verso 15, nos dice San Pablo:

“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación (esa Nueva Creación que está creando nuestro amado Señor Jesucristo)”.

Él está reproduciéndose por medio de creación divina; y por eso se ha requerido la Palabra creadora de Dios en cada edad, viniendo por medio de Jesucristo a través de Su manifestación en el ángel mensajero de cada edad. Así es también para nuestro tiempo.

Por eso es que tenemos en la Escritura la promesa de la Palabra prometida para nuestro tiempo, señalada como la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, que es la Voz de Cristo dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y así revelándonos todo ese misterio divino; y así llamando y juntando a todos los escogidos de Dios, y dándoles a conocer el misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

El misterio más grande para el Día Postrero es el misterio de la Segunda Venida de Cristo. Ese es el misterio alrededor del cual gira el Mensaje del Evangelio del Reino; así como el misterio mayor del Mensaje de la Dispensación de la Gracia es la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo en la Cruz del Calvario.

Alrededor de la Primera Venida de Cristo gira el Mensaje del Evangelio de la Gracia, y alrededor de la Segunda Venida de Cristo gira el Mensaje del Evangelio del Reino.

Ahora podemos ver dónde nos encontramos en el Programa Divino, en el Programa del Padre de la Creación.

Hemos visto cómo toda la Creación original recibió la orden de multiplicarse, de reproducirse: y esto es por medio de creación divina; pero fue alterado el orden por Eva allá en el Huerto del Edén.

Pero el segundo Adán está llevando a cabo una multiplicación, o sea, se está reproduciendo en hijos e hijas de Dios. Esa Nueva Creación permanecerá para toda la eternidad.

Ahora, hemos visto el misterio de la reproducción de Jesucristo, el principio de la Creación de Dios.

Hemos visto el Programa Divino de esta creación divina, original y eterna, y hemos visto el Programa para la multiplicación, para la reproducción de esa Creación.

Jesucristo está llevando a cabo esa reproducción de Sí mismo: Él se está reproduciendo en hijos e hijas de Dios; así como nuestros padres se han reproducido ¿en qué? En hijos e hijas, porque nosotros somos la reproducción de nuestros padres terrenales.

Y ahora, Jesucristo en Su Iglesia y con Su Iglesia se está reproduciendo en hijos e hijas de Dios. Somos (¿qué?) la reproducción de Jesucristo nuestro Salvador, somos la reproducción de la Creación original; somos nosotros la reproducción del Verbo, el cual se hizo carne y habitó entre los seres humanos.

Así como Él tuvo Su cuerpo teofánico, se ha reproducido dándonos un cuerpo teofánico. Nuestro cuerpo teofánico es la reproducción del cuerpo teofánico del Señor Jesucristo.

Y se reproducirá también Su cuerpo físico cuando nos dé el cuerpo físico y eterno que Él ha prometido para cada uno de nosotros; será —la reproducción de Su cuerpo físico— el cuerpo eterno que nosotros hemos de tener.

Ahora, vean ustedes cómo los hijos e hijas de Dios son la reproducción de Dios por medio de Jesucristo. Es Dios reproduciéndose por medio del segundo Adán, en el cual Dios estaba habitando en toda Su plenitud.

Y ahora, los hijos e hijas de Dios son la reproducción de Dios por medio de Jesucristo, el segundo Adán; es una reproducción para vivir por toda la eternidad con un cuerpo físico eterno y glorificado, y con un espíritu teofánico eterno también.

Hemos visto el misterio del Creador, hemos visto EL MISTERIO DEL PADRE DE LA CREACIÓN, hemos visto el misterio de la creación divina, y hemos visto el misterio de la Iglesia del Señor Jesucristo como la Creación de Jesucristo; es una creación de Jesucristo, es Jesucristo multiplicándose en hijos e hijas de Dios.

Hemos visto cómo esta ley de la reproducción aplica a las plantas, a los árboles, a los peces, a las aves, a los animales, a los seres humanos, al mismo Jesucristo, y aplica también al universo completo.

Pero vamos a quedarnos aquí en la Tierra; no vayamos a ir tan lejos. Vamos a ver lo concerniente a nosotros, para que así entendamos el Programa Divino que Dios tiene con nosotros en este Día Postrero. Pero esto aplica también a todo el universo.

Por eso es que la ciencia, los científicos dicen que el universo se está poniendo más grande, está aumentando: galaxias están apareciendo, nuevas galaxias están surgiendo. ¿Y qué es eso? La reproducción de la Creación original. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”; y se han estado multiplicando. ¿Qué es eso? Se han estado reproduciendo. ¿Cómo lo hacen? Ya eso es un asunto allá de la forma en que Dios estableció esa reproducción.

Ahora nos toca a nosotros saber cómo Jesucristo se está reproduciendo en hijos e hijas de Dios: por medio de escuchar la predicación de la Palabra de Dios, esa Palabra creadora para el tiempo en que la persona le toca vivir, y recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así es como hemos nacido en el Reino de Dios, y hemos obtenido nuestro cuerpo teofánico.

Y en el Día Postrero, cuando los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos, los que vivimos seremos transformados y tendremos el cuerpo eterno también; y en la parte física también Jesucristo se habrá reproducido en cada uno de nosotros; y seremos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo.

Ahora, vean ustedes cómo la misma ley de reproducción es aplicada no solamente al ser humano, sino a toda la Creación original.

Y ahora, hemos visto que somos la reproducción de Jesucristo, la Creación original.

De Jesucristo procede toda la Creación original: los Cielos y la Tierra, los planetas, las plantas, los peces, los animales, los árboles y el ser humano; todo procede de Jesucristo nuestro Salvador.

En Él, estando en Su cuerpo teofánico, estaba toda la Creación ahí condensada, y de ahí ha salido por medio de la Palabra creadora siendo hablada por Dios a través de Su cuerpo teofánico.

Y Dios a través de Su cuerpo teofánico o en Su cuerpo teofánico manifestado es nada menos que Jesucristo en Su cuerpo teofánico. Y Dios manifestado en toda Su plenitud dos mil años atrás en carne humana: eso es Jesucristo nuestro Salvador.

Ahora podemos ver el misterio del Creador. Podemos ver lo que está sucediendo en el Programa de Dios. Dios dijo al profeta Daniel que los entendidos entenderían5.

Ahora, esto que hemos hablado es un misterio del Reino de Dios.

Estos misterios del Reino de Dios, vean ustedes cómo han estado llevándose a cabo: los correspondientes a la raza humana, pues en medio de la raza humana. Hay otros que se llevan a cabo en el universo, y los científicos miran, y ven cosas sucediendo, y algunas veces no saben cómo explicar lo que está sucediendo; pero algo está sucediendo en el universo.

Pero a nosotros nos toca ver lo que está sucediendo en medio de la raza humana en el Programa Divino, porque eso es lo que tiene que ver con nosotros: en la reproducción del segundo Adán, de Jesucristo en Su Iglesia y con Su Iglesia reproduciéndose por creación divina en hijos e hijas de Dios.

¿Dónde están los hijos e hijas de Jesucristo nuestro Señor? ¡Pues aquí estamos! Somos la reproducción de Jesucristo nuestro Salvador.

Hemos visto: “EL MISTERIO DEL PADRE DE LA CREACIÓN”.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde; y continúen pasando un día lleno de las bendiciones de Jesucristo, el Padre de la Creación.

Dejo con nosotros nuevamente a Gian del Corto para continuar.

“EL MISTERIO DEL PADRE DE LA CREACIÓN”.

[Revisión enero 2023 –JR-RM]

1 Éxodo 3:6

2 Éxodo 33:18-20

3 San Juan 8:56

4 Génesis 14:17-20, Hebreos 7:1-3

5 Daniel 12:10

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