Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones, ministros, colaboradores, y demás hermanos y hermanas en diferentes países. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos hable en esta ocasión directamente a nuestra alma, a nuestro corazón, nos abra las Escrituras y nos abra el entendimiento para comprender. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Ahora buscamos en el libro de Josué, capítulo 1, versos 1 al 9; y en el libro del profeta Daniel, capítulo 11. Josué, capítulo 1, versos 1 al 9, dice:
“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.
Y Daniel, capítulo 11, verso 32. La mitad de ese verso dice:
“… mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“EL PUEBLO ESFORZÁNDOSE PARA CULMINAR LA OBRA QUE LE HA SIDO ENCOMENDADA EN CADA TIEMPO”.
En el Programa Divino para el pueblo de Dios, los creyentes en el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra, hay una labor, una Obra, para ser llevada a cabo por el pueblo de Dios, en donde el pueblo tiene que esforzarse y obrar, hacer la Obra que está señalada en el Programa Divino para ese tiempo.
Hay obras en el campo espiritual y hay obras en el campo físico. Por ejemplo, en el tiempo de Noé, para escapar del juicio del diluvio que vendría sobre la raza humana había una obra física para llevar a cabo; y ver a – la construcción de un arca en donde se salvaría Noé y su familia, y animales, aves y reptiles, para comenzar luego una nueva generación que sirviera a Dios.
Se llevaría a cabo un cambio de dispensación, y también el pueblo pasaría de la Dispensación de la Conciencia a la Dispensación del Gobierno Humano; con Noé pasarían a esa nueva dispensación.
Siempre hay una labor que tiene que ser llevada a cabo, dada por Dios para el pueblo, el cual se esforzará con el instrumento que Dios tenga para ese tiempo, el cual tendrá la revelación divina de qué es lo que hay que hacer en ese tiempo, y lo comunicará al pueblo.
Para el tiempo de Noé, en adición a los sacrificios de animalitos que se llevaban a cabo por el pecado, no bastaba eso para escapar del diluvio, sino que se requería una obra física: la construcción de un arca. Eso era un proyecto físico que sería para salvación de los que comenzarían una nueva generación en una nueva dispensación. Y Noé tenía la revelación de ese proyecto fisico para él, su familia, para todos los que se salvarían del diluvio, del juicio divino.
Así encontramos que hay una labor para ser llevada, de edad en edad y de dispensación en dispensación, tanto una labor, una obra espiritual, como también una obra física literal, un proyecto divino.
Por ejemplo, para el tiempo de Moisés, con el cual comenzó la quinta dispensación, la Dispensación de la Ley, hubo un proyecto divino que se llevó a cabo: fue la construcción del tabernáculo, un templo físico móvil, que lo llevarían por el desierto, en donde Dios estaría manifestado en el lugar santísimo.
Le fue dada la oportunidad a todo el pueblo, que participaran en ese proyecto con sus contribuciones, ofrendas voluntarias que ofrecerían a Dios de todo corazón, las cuales traerían a Moisés y a los que estaban llevando a cabo esa obra de construcción.
En el tiempo de Noé la construcción del arca era el proyecto más importante, porque era un proyecto divino; y en el tiempo de Moisés la construcción del tabernáculo era el proyecto más importante en el planeta Tierra, porque era un templo para el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra, en donde Él habitaría y donde Él se manifestaría, y acompañaría al pueblo rumbo a la tierra prometida.
Siempre, cuando ocurre eso, Dios tiene un mensajero, un profeta, un hombre con las dos consciencias juntas, para oír de parte de Dios y obtener el conocimiento del Programa Divino correspondiente para ese tiempo; para él, con el pueblo que escucha la Voz de Dios para ese tiempo, llevar a cabo tanto el proyecto espiritual como el proyecto físico que Dios tenga para ese tiempo.
En el tiempo de Jesús – o en el tiempo del rey David y del rey Salomón, hubo un proyecto literal, físico, y fue la construcción de un templo para el Nombre de Dios; en donde el mismo que habitaba en el tabernáculo hecho de pieles, pasaría a habitar en un templo de piedras, de madera, de oro (la parte del lugar santísimo, por dentro y por fuera), y así por el estilo; una casa para Dios. Ese era el proyecto más importante en el planeta Tierra, el cual se estaba llevando a cabo en Jerusalén. Y le fue dada la oportunidad al pueblo también para que tuviere parte en ese proyecto.
El pueblo se esforzaría y el rey también. Ya vemos a David preparando de antemano todo: oro, plata, bronce, hierro, piedras, madera; y luego le dice a su hijo Salomón: “Y si falta alguna cosa, ponla tú; y lleva a cabo ese proyecto, el cual fue dado por el dedo de Dios”. Y le dio los planos del proyecto de la construcción del templo en Jerusalén para nuestro Dios[1].
Ese era el proyecto físico donde todos tuvieron la oportunidad de ofrendar, de contribuir con sus ofrendas de todo corazón; porque Dios ama al dador alegre[2], al que ofrenda, contribuye para Dios y la Obra de Dios del tiempo en que la persona está viviendo; así como lo hace comúnmente con sus ofrendas y sus diezmos.
Cuando hay un proyecto también en específico para llevar a cabo, entonces se le da la oportunidad al pueblo para que todos tengan una parte en ese proyecto, en donde todos se esforzarán para la realización de ese proyecto; porque ese es el proyecto más importante que se estará llevando a cabo en el planeta Tierra en ese tiempo.
Para el tiempo de Jesús el proyecto más importante era la Primera Venida del Mesías, de Cristo, y Su ministerio; en el cual muchos participaron apoyándolo económicamente y espiritualmente.
Y luego el proyecto más grande era la redención del ser humano por medio de Jesucristo tomar nuestros pecados, hacerse pecado por nosotros y morir en la Cruz del Calvario, para así pagar el precio de nuestra redención con Su propia vida, dando la vida Suya por nosotros.
Ese proyecto tuvo que llevarlo a cabo Él mismo, el cual se esforzó, lloró, sudó gotas de sangre en el Getsemaní[3]; sufrió cargando la cruz, sufrió cuando lo azotaban, también cuando le daban con un palo y también cuando le arrancaban la barba; y luego cuando lo crucificaron. Y estuvo horas allí agonizando en la Cruz del Calvario. Y cuando murió le enterraron una lanza por Su costado, y salió de Él agua y sangre[4]. Se había separado en Su corazón la sangre, en agua y sangre.
Y luego en Espíritu descendió al infierno, a donde todo pecador tiene que ir por sus pecados. Por cuanto Él había tomado nuestros pecados, Él tuvo que ir al infierno a causa de nuestros pecados. Dice la Escritura que descendió a las partes más bajas de la Tierra[5].
Allá Él fue, descendió con nuestros pecados, y los regresó al diablo, a Satanás, que es el príncipe del infierno, príncipe de las tinieblas; le quitó las llaves del infierno y de la muerte, y salió de allí.
Pasó al Paraíso, donde estaban Abraham, Isaac y Jacob, al Seno de Abraham, donde había ido el mendigo Lázaro[6]; y de allí salió con los santos del Antiguo Testamento: con Abraham, Isaac, Jacob, los patriarcas y muchos más.
Salió de allí el domingo bien temprano en la mañana, y apareció…, resucitó y apareció a Sus discípulos, que no lo conocían[7]; lo habían visto por última vez desfigurado por los golpes, y ahora lo ven bien; y por supuesto, cuando se resucita a vida eterna: se resucita glorificado.
Y los santos que resucitaron con Él aparecieron a muchos de sus familiares en la ciudad de Jerusalén, y no los conocieron; porque en la resurrección, la primera resurrección (a la cual pertenecen ellos y pertenecerán también los creyentes en Cristo que han muerto físicamente y resucitarán en cuerpos glorificados), se resucita en un cuerpo joven; porque el cuerpo glorificado es joven, y representa de 18 a 21 años de edad.
Así resucitaron Abraham y Sara, Isaac, Jacob y sus esposas, y así por el estilo. Un grupo de jóvenes apareciendo en Jerusalén; pero eran los santos que habían resucitado conforme a San Mateo, capítulo 27, versos 51 en adelante.
Y luego, cuando Cristo, luego de cuarenta días de estar apareciendo a Sus discípulos, subió al Cielo, también ellos subieron con Cristo.
Por lo tanto, el proyecto de redención lo llevó a cabo Jesucristo, y ordenó a Sus discípulos permanecer en Jerusalén hasta que fueran llenos del Espíritu Santo[8], y por consiguiente, obtuvieran el nuevo nacimiento. Permanecieron en Jerusalén, en el aposento alto, por diez días; y el día cincuenta…, contando desde el día de la resurrección de Cristo hasta el Día de Pentecostés, se contaban cincuenta días; el día cincuenta vino la bendición del derramamiento del Espíritu Santo sobre ciento veinte creyentes en Cristo, los cuales recibieron el nuevo nacimiento[9]; y ahí nació la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ese es el proyecto espiritual que Cristo por medio de Su manifestación en Espíritu Santo en la Tierra, ha estado llevando a cabo; y desde el Cielo como Sumo Sacerdote intercediendo con Su Sangre por toda persona que lo recibe como su Salvador; y también por cada creyente en Cristo que comete algún error y falta o pecado, y lo confiesa a Cristo: es limpiado de todo pecado con la Sangre de Cristo.
Él ha estado llevando a cabo esa Obra desde el Cielo, y en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia. Y todo lo que Cristo hace en la Tierra, lo hace en la misma forma en que Dios lo hizo por medio de Jesús. Así como Dios obró a través de Jesús, Jesucristo obra a través de Su Iglesia.
Por lo tanto, todo proyecto de Jesucristo para ser llevado a cabo en la Tierra, lo lleva a cabo Cristo en Espíritu Santo a través de Su Iglesia.
Recuerden que Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. San Mateo, capítulo 28, verso 20. Y San Mateo, capítulo 18, verso 20, nos dice: “Donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí yo estaré”.
Y ahora, ¿qué tiene que ver la Iglesia del Señor Jesucristo con el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón? La piedra angular del templo que construyó Salomón representa a Jesucristo; porque Cristo es la Piedra que los edificadores desecharon, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo[10]; o sea, la Piedra Angular, la Piedra del Ángulo.
Y tanto el tabernáculo que construyó Moisés como el templo que construyó el rey Salomón (el cual está diseñado como fue diseñado por Dios el tabernáculo que construyó Moisés), vean, representa a Cristo y Su Iglesia.
Por eso el templo que construyó el rey Salomón tenía piedras de diferentes partes, que fueron cortadas de diferentes lugares, diferentes naciones, y madera también; porque la Iglesia del Señor Jesucristo está compuesta por piedras vivas, seres humanos de diferentes naciones. Y Cristo es la Piedra Angular, la Cabeza de ese Templo espiritual, que es Su Iglesia.
De eso es que nos habla Primera de Pedro, en el capítulo 2, versos 4 en adelante, donde dice:
“Acercándonos a él, piedra viva (¿Quién es esa piedra viva al cual nos acercamos? Jesucristo), desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
vosotros también, como piedras vivas…”.
Y ahora, nosotros también como piedras vivas.
¿Recuerdan cuando Juan el Bautista dijo a los fariseos y saduceos, y a todas aquellas personas que estaban en los bautismos que Juan el Bautista llevaba a cabo…? Dijo: “Dios puede levantar aun de estas piedras hijos de Abraham”[11]. Está hablando de seres humanos como piedras, de los cuales Dios levantaría hijos de Abraham; o sea, hijos e hijas de Dios, los cuales formarían la Iglesia del Señor Jesucristo.
“… vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual…”.
Como individuos somos un templo espiritual: tenemos atrio, que es el cuerpo físico son sus cinco sentidos; tenemos espíritu, que es el lugar santo, con sus cinco sentidos también; y tenemos alma, que es el lugar santísimo en donde mora Dios.
Por eso el corazón es sinónimo del alma; porque la torre de control del alma es el corazón, y la torre de control del espíritu es el cerebro, la mente.
“… vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual…”.
O sea, como templo espiritual tenemos que ser edificados, construidos espiritualmente; y también los creyentes en Cristo como piedras vivas forman el Templo espiritual de Dios, el Templo espiritual de Cristo, que es Su Iglesia.
“… y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.
Y ahora, nos muestra que somos también sacerdotes de Dios. Así como Cristo es el Sumo Sacerdote del Templo celestial según el Orden de Melquisedec, también los creyentes en Cristo son sacerdotes según el Orden de Melquisedec, que es Cristo el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec. Y todos los creyentes en Cristo pertenecen al Orden de Melquisedec; no al orden de Aarón, sino al de Melquisedec, al de Cristo.
“Por lo cual también contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,
La piedra que los edificadores desecharon,
Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
y:
Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,
porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
Aquí podemos ver que los creyentes en Cristo son piedras vivas, así como Cristo es la Piedra Angular o Piedra del Ángulo que los edificadores desecharon.
En el capítulo 3 del libro a los Hebreos, dice San Pablo, en el capítulo 3, versos 1 al 6:
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús (el Sumo Sacerdote de nuestra profesión ¿quién es? Cristo Jesús);
el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.
Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno este, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.
Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.
Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.
Y ahora, esta Casa de Dios está compuesta por todos los creyentes en Cristo, es la Iglesia del Señor Jesucristo. Somos nosotros la Casa de Dios, el Templo espiritual de Dios, el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Y así como Moisés estuvo esperando la Venida del Señor, la Venida de Dios en la Columna de Fuego, al tabernáculo que él construyó con el pueblo y dedicó a Dios…; y vino la presencia de Dios en la Columna de Fuego, en esa Nube, y entró, se posó sobre el templo – el tabernáculo, y entró y se posó sobre el lugar santísimo en medio de los dos querubines de oro sobre el propiciatorio[12]. Cuando Moisés entraba, allí estaba la presencia de Dios en esa Luz Divina, en esa Columna de Fuego, en medio de los dos querubines de oro.
También cuando Salomón dedicó a Dios el templo, estaba esperando la Venida del Señor a Su templo, que había sido construido. Y descendió Dios en esa Nube, en esa Columna de Fuego, se posó sobre el templo, entró al lugar santísimo, y se colocó sobre el propiciatorio en medio de los dos querubines de oro, donde estaba el arca del pacto[13].
Ya el tabernáculo que construyó Moisés no está; el templo que construyó el rey Salomón tampoco está.
Recuerden que su construcción era de este a oeste, y que el lugar del atrio estaba en el este. Luego se pasaba más adelante, al lugar santo, donde estaban las lámparas – el candelabro con sus lámparas, y donde estaba también el resto de las cosas, como la mesa de la proposición con los panes de la proposición, y donde estaban otros utensilios y otras cosas como las que se mencionan en la Biblia.
Vamos a buscar el lugar donde se quemaba el incienso en el altar del incienso, y así por el estilo las cosas correspondientes al lugar santo… Y luego una cortina, un velo; y detrás del velo el lugar santísimo cubierto de oro por dentro y por fuera, que es lo más importante del templo, porque ahí es donde la presencia de Dios entró y se colocó sobre el propiciatorio, que tenía dos querubines de oro, uno a cada lado, y tenía también el arca del pacto con las tablas de la Ley, la vara de Aarón que reverdeció y una vasija de maná[14], la cual no se corrompía porque estaba en la presencia de Dios.
Pero todo eso ya pasó. Ya no hay tabernáculo de Moisés, no hay templo de Salomón. Y Salomón cuando oró dijo que cualquier persona de Israel que estuviera en otra nación, en otro país o en otro lugar, y tuviera problemas, y orara mirando hacia Jerusalén, hacia el templo, que Dios le escuchara[15]; pero ya no hay templo allá.
¿Hacia dónde vamos a mirar para dirigir nuestra oración y que Dios la escuche? Hacia el Cielo, hacia donde está Jesucristo sentado a la diestra de Dios como Sumo Sacerdote, para escuchar nuestras oraciones y conceder nuestras peticiones. Por eso Cristo decía: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré”[16]. También decía: “El Padre lo dará”[17].
Ahora no tenemos que mirar hacia el este, hacia Jerusalén, para dirigir nuestras oraciones; sino hacia arriba: hacia el Templo celestial, hacia donde está Cristo como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por todos nosotros para concedernos las peticiones de nuestro corazón.
Por eso también dice la Escritura que cuando veamos acontecer todas estas cosas, las señales que Cristo dio, dice: “Levantad vuestras cabezas…”. ¿A dónde las vamos a levantar? Al Cielo[18].
Nuestra oración ya no tiene que ser dirigida a Jerusalén, al templo, porque ya no hay templo, ya la presencia de Dios no está allí; está en el Cielo; y Cristo está a la diestra de Dios el Padre, sentado en el Trono de Dios. Tan sencillo como eso.
Por lo tanto, tengamos nuestra mirada puesta en el Cielo, donde está Jesucristo sentado a la diestra de Dios para escuchar y recibir nuestras oraciones, y concedernos las peticiones de nuestro corazón, ya sean espirituales o físicas; lo que sea: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre (dice Cristo), yo lo haré”.
Por lo tanto, oramos a Dios para que nos conceda las peticiones de nuestra alma, de nuestro corazón, creyéndolas; porque Él dice: “Todo lo que creyendo pidáis, será concedido”[19]. O sea que si pide sin creer que va a recibir, pues no va a recibir nada; si pide creyendo que va a recibir: recibirá.
Pedimos que nos fortalezca en este tiempo final y que nos ayude a ser personas esforzadas para culminar la Obra de Dios, la Obra que nos ha sido encomendada en este tiempo, como fue para cada tiempo con el grupo de hijos e hijas de Dios y sus líderes de cada tiempo. Ellos hicieron la Obra de Dios que les fue encomendada y ya terminaron su tiempo en la Tierra.
¿Y ahora quién y quiénes harán la Obra de Dios que les ha sido encomendada en este tiempo final? Nosotros. Es a través de nosotros que Cristo en Espíritu Santo obrará y hará aquello que Él ha prometido llevar a cabo en este tiempo final.
No será una obra hecha de nosotros mismos, sino una Obra del Señor Jesucristo a través de seres humanos, a través de creyentes en Cristo. Obra que ha sido prometida para este tiempo final; tanto cosas espirituales como cosas físicas también.
Como cosas físicas: como el cumplimiento de la Visión de la Carpa que le fue mostrada al reverendo William Branham: un Templo para Dios; para Dios por medio de Jesucristo manifestarse en Espíritu Santo y llevar a cabo las obras que Él le mostró al reverendo William Branham en visión.
Él trato de hacer realidad esa visión; y aunque trató no lo logró, porque no le tocaba a él hacer esa obra, esa labor; no era para su tiempo. Es para este tiempo final.
En esa obra o proyecto divino, el reverendo William Branham vio que la Columna de Fuego se movió y entró a un cuartito pequeño de madera que estaba allí; pero ya había entrado a esa Gran Carpa Catedral, y de ahí se movió a ese cuartito pequeño.
Como cuando Moisés dedicó el templo a Dios, entró al templo y se movió, y se colocó dentro del lugar santísimo la Columna de Fuego; y cuando Salomón dedicó el templo: entró al templo y pasó al lugar santísimo, y allí habitó la presencia de Dios.
Cuando el templo de Salomón fue destruido en aquel tiempo de la primera parte de la semana setenta, al terminar esa semana setenta en los días de Jesucristo el templo fue destruido; aunque lo había fabricado Herodes con su pueblo, no digamos que era el templo de Salomón, pero la presencia de Dios dejó a Jerusalén. Y esa es la realidad más triste de Israel.
Por eso tantos problemas ha tenido Israel: porque la presencia de Dios se fue de Jerusalén, que es la ciudad donde estuvo la presencia de Dios. Pero ¡hay buenas noticias!: Volverá la presencia de Dios a Jerusalén; pues allí se sentará el Mesías sobre el Trono de David, y la presencia de Dios volverá a Israel encarnada en el Mesías.
Ahora, siendo que el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, son tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Templo espiritual que sería construido por Cristo, Cristo en Espíritu Santo construyendo ese Templo espiritual, del cual dice San Pablo, en Efesios, capítulo 2, versos 19 al 22:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio (¿Ven? La Iglesia está representada en un templo, en un edificio), bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor…”.
A medida que va pasando de etapa: va creciendo; porque más creyentes vienen a los Pies de Cristo para ser colocados como piedras vivas en ese Templo espiritual, el Cuerpo Místico de Cristo, Su Iglesia. Va creciendo, va subiendo, hasta que pasa las siete edades de la Iglesia o siete etapas, y llega a la Piedra de Corona, la Edad de Piedra Angular.
“… en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor…”.
Ese es el Nuevo Templo, el Templo espiritual, compuesto por piedras vivas, llamado la Iglesia del Señor Jesucristo.
“… en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.
Y como individuos los creyentes en Cristo también son edificados para morada de Dios en Espíritu Santo dentro de cada creyente en Cristo. Acá en el corazón, en el alma de cada creyente en Cristo, está prometido que moraría Dios en Espíritu Santo.
Y ahora, como individuos tenemos también que crecer siendo edificados espiritualmente, así como la Iglesia va siendo edificada de edad en edad, siendo construida – construido ese Templo espiritual.
Tenemos también al profeta Isaías, que nos habla y nos dice de dónde hemos venido; y nos dice que tenemos que saber, que conocer, la Piedra de la cual hemos sido cortados. Y la Piedra, la Roca, es Cristo; de ahí hemos sido cortados porque estábamos en Él; y si estábamos en Él, somos parte Suya; por lo cual le damos gracias a Él por Sus bendiciones de ser parte Suya.
Quiero conseguirles esa Escritura que nos dice de dónde hemos sido cortados. Si somos piedras vivas, entonces… Veamos en el capítulo 51 de Isaías, verso 1, a ver lo que nos dice:
“Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados”.
Así que podemos ver de dónde fuimos cortados: de la Piedra de Ángulo, de la Piedra no cortada de manos, que es Cristo nuestro Salvador. Somos parte de esa Piedra.
A todo lo que Cristo es heredero, lo son también los creyentes en Cristo. Cristo es Rey de reyes y Señor de señores, y los creyentes en Cristo son reyes también. Cristo es Sumo Sacerdote y los creyentes en Cristo son sacerdotes con Él, pertenecen a Su Orden Sacerdotal de Melquisedec. Y Cristo es Juez Supremo, y los creyentes en Cristo son también jueces, pertenecen al poder judicial del Mesías, el poder judicial de Melquisedec.
Por lo tanto, conscientes de dónde hemos sido cortados por la mano de Dios por medio del Espíritu Santo, le damos gracias a Dios en saber que somos partes de esa Piedra no cortada de manos, que es Cristo nuestro Señor; la Piedra que estamos esperando, lo cual es la Segunda Venida de Cristo.
La Iglesia está esperando la Segunda Venida de Cristo; porque es la Iglesia el Templo espiritual, el Nuevo Templo que ha estado siendo construido por Cristo en Espíritu Santo en medio de la familia humana.
Así como vino al templo que construyó el profeta Moisés, el tabernáculo, y como vino al templo que construyó el rey Salomón, vino Dios en la Columna de Fuego, vendrá al Templo construído por piedras vivas: la Iglesia del Señor Jesucristo.
Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
¿A dónde dijo que vendría? A Su Templo. Vino a Su Templo de carne… Recuerden que Cristo dijo en el capítulo 2 de San Juan, versos 19 en adelante, hablando de Su cuerpo físico, vean lo que Cristo dijo:
“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
Mas él hablaba del templo de su cuerpo”.
Recuerden que somos templo de Dios. Por eso siempre Cristo en Espíritu Santo viene al individuo que lo recibe como Salvador, porque la persona es un templo humano, para Dios morar en él como moró en Jesucristo; y el Templo formado por todos los creyentes en Cristo es la Iglesia del Señor Jesucristo.
En la Segunda Venida de Cristo Él vendrá en toda Su plenitud al templo humano, a cada creyente como templo humano, y recibirá la plenitud de Dios: obtendrá su transformación. Y vendrá al Templo Místico, Su Cuerpo Místico de creyentes, Su Iglesia; en medio de la cual Él se manifestará y la llevará con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.
Este tiempo final es el tiempo para que se cumplan esas promesas.
Y también está dicho que vendrá la Presencia de Dios a una Gran Carpa Catedral; y estando en esa Gran Carpa Catedral se moverá a un cuartito pequeño, en donde entrarán personas con diferentes problemas de salud y saldrán al otro lado, por otra puerta, completamente sanos y dando testimonio de su sanidad. Pero le preguntarán: “¿Qué sucedió allá adentro?”. Ellos dirán: “No sé. Solamente sé que antes tenía este problema de salud y ya no lo tengo”[20].
Es que estará la Presencia del mismo que entró al templo o tabernáculo que construyó Moisés, el mismo que entró al templo que construyó Salomón, y el mismo que estaba en Jesucristo manifestado; el mismo que el Día de Pentecostés descendió sobre ciento veinte creyentes en Cristo, estará nuevamente manifestado en medio de Su Iglesia, que tendrá en algún lugar una Gran Carpa Catedral.
Para lo cual se esforzará para tenerla lista para la Venida del Señor a Su Iglesia, a Su Templo espiritual; y se estará reuniendo Su Iglesia en templos físicos, lugares de reunión. Y desde uno de esos lugares se manifestará; y de ahí esa manifestación llegará por internet, por vía satélite, a través de la televisión y diferentes medios de comunicación a otras naciones, y hará el mismo impacto que estará haciendo en el lugar donde se estará manifestando. No importará la distancia: podrán recibir el mismo beneficio los que estarán en otros países, al igual que los que estarán presentes en ese lugar.
Por eso es tan importante tener buenos equipos de comunicación para captar las señales de satélite, de internet también, de televisión; y tener buenos televisores, gigantes, para que todos cómodamente vean y reciban las bendiciones también.
Para el cumplimiento de esa gran Visión de la Gran Carpa Catedral que le fue mostrada al reverendo William Branham, la Iglesia del Señor Jesucristo se esforzará, conociendo que es una promesa divina y que es una Obra que Él llevará a cabo a través de los creyentes en Él que estarán formando Su Iglesia en el Día Postrero; y cada uno tendrá la misma oportunidad de trabajar y esforzarse, y trabajar en esa obra física que se estará llevando a cabo en el Día Postrero.
Por lo tanto, estemos todos unánimes, trabajando para que se materialice la Visión de la Carpa, y tengamos la presencia del Señor manifestándose como fue mostrada al reverendo William Branham en esa ocasión que le fue mostrada esa Visión donde él fue… estaba en el aire él; fue, vio y oyó, y entró al lugar pequeño, un cuartito de madera; y preguntó: “¿Y por qué en ese cuartito pequeño?”. —“¿No dice la Escritura[21] que cuando ores entres en tu cámara secreta y ores; y allí el que te ve en secreto te recompensará en público?”[22].
Vean, ese Ángel siempre fue y será escritural; y ese Ángel va a estar allí también. Ese Ángel fue el que le mostró esa Visión, y va a estar allí presente en el cumplimiento de esa Visión.
Por lo tanto, habrá un pueblo esforzándose para culminar la Obra que le ha sido encomendada en este tiempo final. Y como le dijo Dios a Josué: “Solamente que te esfuerces y seas muy valiente. Nadie te podrá hacer frente. Como estuve con Moisés, estaré contigo”.
Y como Dios estuvo con Jesucristo y con los apóstoles, con la Iglesia primitiva, y con los diferentes mensajeros y las diferentes etapas de la Iglesia, y como estuvo con el reverendo William Branham y su edad; estará también con nosotros. Y se manifestará en toda Su plenitud en el momento correspondiente.
Para este tiempo final está prometida la manifestación más grande de Jesucristo nuestro Salvador; el despertamiento espiritual, el avivamiento más grande para el alma y el corazón de cada persona que desea a Dios, desea amar a Dios, que ama a Dios y desea Su bendición.
Por lo tanto, habrá un pueblo esforzado, que se estará esforzando para llevar a cabo —Dios por medio de ese pueblo— la Obra que Él ha prometido para este tiempo final.
Esperamos ser instrumentos de Cristo en Espíritu Santo en este tiempo final, en la Obra correspondiente a la obra física correspondiente a este tiempo final, y la obra espiritual también.
Que Dios nos ayude, nos fortalezca, nos dé valentía, y nos prospere espiritualmente y materialmente, y nos use en Su Obra correspondiente a este tiempo final.
Apreciamos y agradecemos el respaldo que le han estado dando al proyecto de La Gran Carpa Catedral, lo cual o la cual esperamos que muy pronto esté realizado ese proyecto; pero todavía se necesita el respaldo, a lo máximo, de todos los que se esfuerzan para que la Obra de Dios para este tiempo se lleve a cabo.
Queremos ver y recibir las bendiciones de Dios por medio de Cristo nuestro Salvador; y ahí están prometidas grandes bendiciones para este tiempo final.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también. Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Con nosotros el reverendo José Benjamín Pérez.
Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL PUEBLO ESFORZÁNDOSE PARA CULMINAR LA OBRA QUE LE HA SIDO ENCOMENDADA EN CADA TIEMPO”.
[Revisión febrero 2024]
[1] 1 Crónicas 28:9-21, 29:1-9
[2] 2 Corintios 9:7
[3] San Lucas 22:44
[4] San Juan 19:34
[5] Efesios 4:9
[6] San Lucas 16:19-22
[7] San Lucas 24:13-35, San Juan 21:1-14
[8] San Lucas 24:49
[9] Hechos 2:1-4
[10] Salmos 118:22, Hechos 4:11
[11] San Mateo 3:9, San Lucas 3:8
[12] Éxodo 40:34-35
[13] 1 Reyes 8:10-11, 2 Crónicas 5:11-14
[14] Hebreos 9:2-4
[15] 1 Reyes 8:22-53, 2 Crónicas 6:12-42
[16] San Juan 14:13
[17] San Juan 15:16, 16:23
[18] San Lucas 21:28
[19] San Mateo 21:22
[20] Citas, pág. 13, párr. 98; pág. 14, párr. 103; pág. 39, párr. 321
[21] San Mateo 6:6
[22] Citas, pág. 13, párr. 98 (al final)