Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en el libro del Apocalipsis, capítulo 3, versos 20 al 22, en donde nos dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “EL QUE TIENE OÍDO, OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.”
Lo más importante que un ser humano puede escuchar y la persona más importante que una persona puede escuchar, es a Cristo por medio de Su Espíritu Santo hablándole a Su Iglesia.
Por lo tanto, la Voz más importante que un ser humano puede escuchar es la Voz del Espíritu Santo, la Voz del Espíritu Santo hablándole a Su Iglesia.
El Señor Jesucristo en una ocasión nos dijo que Él enviaría el Espíritu Santo para que esté con nosotros. Vean, en San Juan, capítulo 14, verso 26, dice:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
Esta es una promesa divina dada por Cristo a todos y para todos los creyentes en Cristo, y esto es el Espíritu de Cristo en medio de Su Iglesia; esa es la forma en que Cristo estaría en medio de Su Iglesia. Él prometió estar con y en medio de Su Iglesia.
En San Mateo, capítulo 28, verso 20, dice: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” ¿Cómo estaría? En Espíritu Santo. Por lo tanto, el Espíritu Santo es Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, hablándole a Su Iglesia y guiando, por consiguiente, a Su Iglesia.
En San Juan, capítulo 15, versos 26 al 27, dice:
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.”
Aquí nuevamente nos promete que el Espíritu Santo será enviado a Su Iglesia, a los creyentes en Cristo. Y luego, en el capítulo 16 de San Juan… San Juan, capítulo 16, verso 7 en adelante, dice:
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
De pecado, por cuanto no creen en mí;
de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (‘por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber’).”
Y ahora, podemos ver la forma en que Cristo estaría en medio de Su Iglesia guiándola a toda justicia y a toda verdad, dándole a conocer todas las cosas que han de suceder, dando testimonio acerca de Cristo.
Por lo tanto, la presencia de Jesucristo en medio de Su Iglesia es en Espíritu Santo guiando a Su Iglesia, revelándole a Su Iglesia todas las cosas que han de suceder, hablándole a Su Iglesia por medio del Espíritu Santo.
La Iglesia, a través de sus diferentes etapas, ha estado escuchando la Voz del Espíritu Santo; ha estado la Voz del Espíritu Santo en medio de la Iglesia, aunque algunas personas no han escuchado la Voz del Espíritu Santo en la forma en que le habla a Su Iglesia. Es Cristo en Espíritu Santo revelado en medio de Su Iglesia, Su Cuerpo Místico de creyentes.
Por cuanto no tiene un cuerpo físico en medio de Su Iglesia, como lo tuvo dos mil años atrás, porque ese cuerpo ya fue ofrecido en sacrificio, murió, fue sepultado, resucitó glorificado, y está a la diestra de Dios en el Cielo, Él ha estado usando cuerpos humanos, miembros de Su Iglesia, mensajeros, profetas, apóstoles, de edad en edad, de etapa en etapa, en medio de Su Iglesia.
Entre los judíos y para los judíos, usó a San Pedro abriendo la puerta del Evangelio de Salvación para los que escuchaban la predicación del Evangelio el Día de Pentecostés; luego usó a San Pablo entre los gentiles, abriéndole la puerta a los gentiles y los gentiles entrando al Reino de Cristo.
O sea, que siempre ha sido la Voz del Espíritu Santo por medio de un hombre, de un mensajero que Él ha enviado de etapa en etapa, en medio de Su Iglesia.
Siempre la Obra de Cristo en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo, ha sido a través de un instrumento que Él ha tenido de etapa en etapa, el cual siempre ha sido un miembro del Cuerpo Místico de Cristo; esa es la forma de la revelación de Jesucristo en Su Iglesia, de etapa en etapa.
Los que estuvieron escuchando la Voz del Espíritu Santo a través de San Pablo entre los gentiles, allá en Asia Menor, estaban escuchando la Voz del Espíritu Santo en aquella primera etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles; y así ha sido de etapa en etapa.
Y eso es Cristo revelado en Su Iglesia, de edad en edad, por medio de Su Espíritu Santo a través de instrumentos de carne llamados mensajeros, llamados ángeles mensajeros de Su Iglesia; porque un ángel es un mensajero, un hombre mensajero en el cual está el Espíritu de Cristo hablándole a Su Iglesia.
Y esto es un misterio, así como fue un misterio la Primera Venida de Cristo. Pero Cristo hablando de ese misterio de Su Primera Venida, dice en San Mateo, capítulo 11, versos 25 en adelante (25 al 27):
“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
Sí, Padre, porque así te agradó.
Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”
O sea, que conocer a Cristo es un asunto de que el Padre lo revele al individuo, conocer a Cristo por revelación es lo más grande que una persona puede experimentar en su relación con Dios.
En San Mateo, capítulo 13 también, versos 16 al 17, dice:
“Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oir lo que oís, y no lo oyeron.”
¿Y qué estaban ellos escuchando? ¿Qué estaban viendo y qué estaban escuchando? Ellos estaban viendo el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo, como estaba prometido en la Escritura; o sea, que ellos estaban viendo la Palabra prometida siendo vindicada, siendo vivificada, siendo hecha una realidad; ellos estaban viendo la promesa de la Venida del Mesías hecha una realidad, en carne, en medio de Su pueblo.
¿Y qué estaban escuchando ellos? Estaban escuchando la persona más importante: al Mesías, a Jesucristo. No hay persona más importante que usted pueda escuchar sino a Jesucristo.
Y Cristo en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo es la persona más importante que podemos escuchar, para lo cual Él usa instrumentos, mensajeros, de edad en edad, los mensajeros correspondientes a cada etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo, los cuales son ungidos con el Espíritu Santo, con la presencia de Cristo en Espíritu Santo, a través de los cuales Cristo habla a Su Iglesia.
Por eso en el mensaje a las siete iglesias que están en Asia Menor, y a sus siete pastores que representan las siete edades y los siete mensajeros de las siete edades, el Espíritu Santo ha estado hablando por medio de ellos, a ellos y por medio de ellos, a Su Iglesia. Esa es la forma: la revelación viene por medio del Espíritu Santo al mensajero, y el mensajero la habla al pueblo; y esa es la Voz del Espíritu Santo para el pueblo, para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y el que tiene oído, en cada edad, en medio de la Iglesia, escucha lo que el Espíritu dice a la Iglesia para la edad en que la persona está viviendo; y el que es de Dios, la Voz de Dios oye, la Voz del Espíritu Santo; y el que no es de Dios, no escucha la Voz de Dios.
Eso es lo que dice Cristo en San Juan, capítulo 8, pues esa es la evidencia de que la persona tiene el Espíritu de Dios. Vean, en el capítulo 8, verso 47 en adelante, dice, de San Juan:
“El que es de Dios, las palabras de Dios oye (y les dice a los que no las querían escuchar); por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”
Vean, el que es de Dios oye la Voz de Dios, la Palabra de Dios; y el que no es de Dios, no escucha la Palabra de Dios. San Juan, capítulo 10 también, verso 24 en adelante, dice:
“Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.”
O sea, Jesús les habló claramente, que ellos no podían escuchar Su Voz porque no eran de las ovejas, de las ovejas que el Padre le había dado para que les diera vida eterna. Sigue diciendo:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.”
Vean cómo la Voz de Dios por medio de Cristo en medio del pueblo, unos la escuchaban, creían, y otros no escuchaban. Usted no se puede dejar llevar por los que no escuchan, usted tiene que ver la Palabra, lo que está prometido; tiene que ver lo que Dios tiene para el tiempo en que usted vive, y creer, recibirlo, lo cual es revelado por medio del Espíritu Santo en el tiempo que la persona le toca vivir; y eso es el mensaje de Dios por medio del Espíritu Santo para el pueblo, para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por eso en cada una y para cada una de estas etapas de la Iglesia, dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Es la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu a través del mensajero de cada etapa, hablándole a Su Iglesia; y el que es de Dios, oye la Voz de Dios; y el que no es de Dios, pues no escucha la Voz de Dios. Tan sencillo como eso.
Y la pregunta para nuestro tiempo es: ¿Quién tiene oídos para oír la Voz del Espíritu Santo? [La audiencia respondió: “¡Amén!” –Ed.] Yo también.
La Voz del Espíritu Santo hablándole a Su Iglesia, de edad en edad; y por consiguiente, hablándonos en este tiempo final.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba y le dé la bendición de la vida eterna; para lo cual puede pasar al frente y estaremos orando por usted.
“El que es de Dios, oye la Voz de Dios.” El Evangelio de Cristo es la Voz de Cristo, la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo llamando y juntando a todos los hijos e hijas de Dios.
Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Cali, Colombia, y en todas las ciudades de Colombia, y en toda la América Latina y el Caribe; y los está llamando en este tiempo final. Él va a completar Su Iglesia en este tiempo final, para lo cual, la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, está llamando y juntando a todos los escogidos de Dios.
Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón. San Juan nos habla que las ovejas oyen la Voz de Cristo, las ovejas que el Padre le dio para que les dé vida eterna. Es vida eterna lo que Cristo le da a las personas que escuchan Su Voz, porque esas personas son las ovejas que el Padre le ha dado para que las busque y les dé vida eterna.
“Despiértate, tú que duermes,
Y levántate de los muertos,
Y te alumbrará Cristo.”
(Efesios, capítulo 5, verso 14).
La vida eterna es lo más grande que una persona puede recibir, y solamente la puede recibir por medio de Jesucristo nuestro Salvador; no hay otra forma en que usted pueda recibir la vida eterna. El mismo Cristo nos dice en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Esa es la promesa de Cristo para todos los que creen en Él. No hay una bendición más grande para una persona, que la vida eterna, la cual Cristo le da. Aun Cristo hablándole a Marta, la hermana de Lázaro, en San Juan, capítulo 11, verso 22 en adelante, dice:
“Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Marta creía en Jesucristo como el Hijo de Dios, y yo también, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Y el que cree en Cristo, aunque esté muerto, vivirá.
“Y todo aquel que vive y cree en Cristo (dice), no morirá eternamente.” O sea, que va a resucitar en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, para volver a vivir en la Tierra en cuerpo glorificado y joven, para vivir por toda la eternidad.
Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, para lo cual vamos a estar puestos en pie.
Los que están en otras naciones también pueden recibir a Cristo como Salvador, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo dentro de algunos segundos.
Los niños de diez años en adelante, también pueden venir a los Pies de Jesucristo nuestro Salvador.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados:
Señor, Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Señor, recíbelos en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo te lo ruego.
Y ahora repitan conmigo esta oración, los que han venido a los Pies de Cristo:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados; y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Señor, Dios eterno, haz realidad la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Usted me dirá: “He escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, he creído con toda mi alma, y ahora quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?”
Por cuanto ustedes han creído en Cristo, de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es tipológico, en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sumergido, o sea, está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Así de sencillo es el bautismo en agua en el Nombre del Señor; esa es la tipología, el significado del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; por lo tanto, en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Es un mandamiento del Señor Jesucristo ser bautizados en agua en Su Nombre; aun Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. Y si Cristo tuvo necesidad de ser bautizado para cumplir toda justicia, ¡cuánto más nosotros!
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo.
Dejo al ministro, reverendo Mauricio Vivas, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos.
“EL QUE TIENE OÍDO, OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.”