Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, televidentes y radioyentes.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también, y en esta noche nos abra el entendimiento y las escrituras para comprender Su Palabra y poder ver “EL SÉPTIMO SELLO Y LA OBRA DE RECLAMO”, lo cual es el tema que tenemos para esta ocasión. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
En Apocalipsis, capítulo 8, verso 1 al 6, dice así:
“Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.
Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
En este pasaje nos habla acerca del Séptimo Sello, de este Libro sellado con siete sellos que aparece en Apocalipsis, capítulo 5, verso 1, donde nos dice:
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono (o sea, en la diestra de Dios) un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo”.
¿Qué libro tan importante es este de los siete sellos en la diestra de Dios en el Cielo, que no había sido hallado ninguno digno de tomar ese Libro y abrirlo? Ese Libro es el Libro de la Redención, es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra; y está en la diestra de Dios. Y a medida que han ido pasando los años y las edades de la Iglesia del Señor Jesucristo ese Libro se ha ido cumpliendo de etapa en etapa.
Y por cuánto es el Título de Propiedad de toda la Creación, así como una persona cuando tiene un título de propiedad, ya sea de un terreno, de una propiedad cual sea, su nombre aparece en ese libro, en ese título de propiedad o escritura; y si esa persona ha sido objeto de una invasión a su propiedad, no importa el tiempo, la persona hace el reclamo de su propiedad en la Corte; y aunque los invasores hayan hecho otro título de propiedad, otra escritura, para adjudicarse esa propiedad, el título de propiedad original muestra quién es el dueño original.
Y el dueño original, si no le vendió a esa otra persona, pues la otra persona hizo un título falso, y en la Corte se deja ver, se descubre, cuál es el título correcto bueno y cuál es el falso.
Ahora, Dios cuando colocó al ser humano en este planeta Tierra le dio este planeta Tierra al ser humano como herencia.
Dios es el dueño de toda la Creación, por lo tanto Él es el Creador y es el dueño; por lo tanto es Él el que tiene el Título de Propiedad; el cual había otorgado a Adán, pero con el pecado en el Huerto del Edén el Título de Propiedad regresó al dueño original: a Dios; y este planeta Tierra quedó en forma ilegal en las manos del diablo.
El ser humano perdió el derecho a la vida eterna, perdió el derecho a un cuerpo eterno, perdió el derecho a la salud eterna, perdió el derecho a la juventud eterna, y a todas las cosas eternas contenidas en el Título de Propiedad.
Y por cuanto el ser humano no ha tenido ese Título de Propiedad desde su caída, sino que ha permanecido en la diestra de Dios, el ser humano nace, crece, vive una temporada aquí en la Tierra comiendo, bebiendo, trabajando, y después se muere. Pero mientras eso sucede en medio de la raza humana, Dios le ha abierto una puerta a la vida eterna, el cual es Cristo, y el cual dijo1: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí”.
Él es el Camino a la vida eterna, Él es el Camino al Padre, Él es la única Verdad y Él es la Vida Eterna.
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”, nos dice Jesús en el capítulo 5 de San Juan y verso 24.
Ha pasado de muerte a vida; porque el ser humano cuando nace en este planeta Tierra nace ya con la muerte, porque nace para luego morir; vive una temporada y después se muere, por causa del pecado original allá en el Huerto del Edén; pero tiene la oportunidad de hacer contacto con la vida eterna para así tener vida eterna.
Cuando la persona cree en Jesucristo como nuestro Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y recibe el Espíritu de Cristo: ha recibido vida eterna, ha nacido en el Reino de Dios, ha nacido en el Cuerpo Místico de Cristo; y por consiguiente tiene un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es llamado también el Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen y los defiende.
Ahora, vean ustedes cómo comienza para el ser humano el Programa de Redención; y para el Día Postrero toca para el ser humano, para los que han creído en Cristo como su Salvador y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, y han recibido Su Espíritu y por consiguiente han nacido de nuevo, toca la transformación de sus cuerpos si están vivos; y si murieron sus cuerpos físicos, toca para ellos la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos. Y todo esto corresponde al tiempo final, de lo cual Cristo habló en el evangelio según San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, diciendo:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Hemos visto dos ocasiones, en estos dos versos, donde Jesucristo dice: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero”. Esto es una promesa para los creyentes en Él que han muerto físicamente; y para los que estamos vivos la promesa es que seremos transformados. Seremos transformados y entonces tendremos un cuerpo eterno, o sea, regresaremos a la vida eterna con un cuerpo eterno también; para vivir por toda la eternidad con nuestro amado Señor Jesucristo en Su Reino, y reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.
Y es para el tiempo final o Día Postrero que Cristo ha señalado que llevará a cabo la resurrección de los muertos en Cristo.
¿Y cuál es el Día Postrero? No es un día de 24 horas, sino que cuando se habla de un día delante del Señor, para los seres humanos es un milenio; y por consiguiente el Día Postrero es el milenio postrero para los seres humanos.
En Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, nos dice, hablando San Pedro de lo que es un día delante del Señor, y vamos a leerlo para que tengan un cuadro claro de este misterio de los días postreros y el misterio del Día Postrero. Nos dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8:
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.
También de esta verdad dio testimonio el profeta Moisés en el Salmo 90 y verso 4. Un día delante del Señor, para los seres humanos es mil años.
Cuando Dios habla en Su Palabra de los días postreros está hablando de los milenios postreros para los seres humanos. Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio, y por consiguiente comenzaron los días postreros.
Por eso es que San Pablo y San Pedro hablando de los días postreros, vean lo que dice San Pedro en Primera de Pedro, capítulo 1, versos 18 al 21, hablando de la forma en que hemos sido rescatados. Dice:
“… sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
ya destinado desde antes de la fundación del mundo (¿Desde cuando estaba destinado Cristo para morir en la Cruz del Calvario? Desde antes de la fundación del mundo), pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”.
Fue manifestado en los postreros tiempos Cristo; pero ya ese Programa de Redención para Cristo morir llevando nuestros pecados estaba destinado por Dios desde antes de la fundación del mundo.
Pero vean ustedes, cuando llegaron los días postreros allí fue manifestado el Programa de Redención, donde Cristo tuvo Su ministerio de tres años y medio, y al final de ese ministerio murió en la Cruz del Calvario llevando nuestros pecados, y limpiándonos así de todo pecado.
San Pablo también, hablándonos acerca de los días postreros, nos dice en su carta a los Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 2:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
¿Cuándo dice San Pablo que Dios habló por medio de Jesucristo? En los postreros días; y ya han transcurrido dos mil años aproximadamente.
¿Y por qué San Pablo dice que aquellos eran los postreros días, cuando Jesús estaba sobre la Tierra? Porque los postreros los días delante de Dios, para los seres humanos son el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.
¿Ven que no hay ninguna contradicción en la Escritura? Es que para los seres humanos, de Cristo hacia acá han transcurrido dos mil años, pero delante de Dios solamente son dos días; porque un día delante del Señor es como mil años para los seres humanos y de los seres humanos.
Y ahora, vean ustedes cómo en la misma semana nosotros tenemos el tipo y figura de los días postreros: en el quinto día de la semana, que es el jueves; el sexto día de la semana, que es el viernes; y el séptimo día de la semana, que es el sábado. Esos tres días postreros de la semana representan los tres milenios postreros. Y en una semana de Dios, delante de Dios, los tres días finales de la semana tipifican o representan esos tres días finales delante de Dios.
Y ahora, viendo este misterio y viendo lo que son realmente los días postreros, vemos también que Pablo y Pedro estaban de acuerdo en que aquellos días en que Jesús vivió eran ya los días postreros. Y todavía estamos viviendo en los días postreros, porque los días postreros son quinto, sexto y séptimo milenio.
Si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene ya estamos en el séptimo milenio, ya estamos en el milenio en donde en algún año de ese séptimo milenio la promesa de Cristo: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero” (porque ese séptimo milenio es el Día Postrero delante de Dios y es llamado también el Día del Señor), en algún año de ese séptimo milenio Cristo resucitará a los muertos en Cristo en cuerpos eternos, y a los que estamos vivos la promesa es la transformación: transformará nuestros cuerpos mortales. Esa es la promesa divina para ser cumplida en el Día Postrero.
Ahora, ¿qué cosas estarán sucediendo en el Día Postrero para que pueda venir la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos? La promesa, por ejemplo, en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4 y versos 14 en adelante, dice así:
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.
Son palabras de aliento para todos los que creen en nuestro amado Señor Jesucristo, pues para el Día Postrero Cristo estará manifestado con Aclamación, o sea, Voz de Mando, con Voz de Arcángel y con Trompeta de Dios. Así es como está prometida la Venida de Cristo, la Venida del Señor para el Día Postrero.
Y ahora, en Primera de Corintios, capítulo 15, nos habla también de este gran evento y nos dice que vamos a ser a imagen y semejanza del segundo Adán, dice [verso 49]:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (o sea, de Jesucristo).
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.
¿Cuándo será efectuada la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos? Luego que la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta haya dado Su Mensaje, haya sonado.
Esta Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta de la cual nos habla aquí la escritura, es la Trompeta del Evangelio del Reino sonando, o sea, siendo predicado el Mensaje del Evangelio del Reino en el Día Postrero.
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.
Ahora podemos ver que ese es el tiempo para la muerte ser quitada de los hijos e hijas de Dios, ese es el tiempo para los hijos e hijas de Dios obtener la inmortalidad en el cuerpo; y obtener así un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado, un cuerpo como el de nuestro amado Señor Jesucristo.
Este misterio encontramos que es el que para este tiempo final sería abierto, para que podamos comprender todas estas cosas que deben suceder, para que pueda ocurrir la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Dijo el precursor de la Segunda Venida de Cristo, el reverendo William Branham, de Norteamérica, en el libro de Citas… estas citas están tomadas de diferentes mensajes que él predicó, y en la página 47 del libro de Citas en español, el verso 402, que es un extracto del mensaje “Las diez vírgenes”, predicado en el 1960, dice así, hablando acerca de esa Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, y de la resurrección de los muertos en Cristo. Dice:
402 – “Y nosotros que vivimos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, no evitaremos o impediremos a los que duermen. Esos preciosos que sellaron su testimonio con su sangre. ‘No impediremos o estorbaremos a los que duermen, porque sonará la trompeta’. Algo acontecerá, ese algo evangélico sonará, el anuncio de Su venida. ‘Y los muertos en Cristo resucitarán primero. Y nosotros los que vivimos y permanezcamos seremos transformados’. Parados allí, y sentir un cambio; el pelo canoso se irá, las arrugas cesarán, cambiados en un momento, en un abrir de ojos. Y encontraremos a nuestros amados primero”.
Aquí tenemos un cuadro claro de lo que será en el Día Postrero para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. La promesa es que sonará la Trompeta Final, esa Gran Voz de Trompeta; y eso es el Evangelio del Reino siendo predicado, es la Trompeta del Evangelio del Reino siendo predicado el Evangelio del Reino y dando a conocer el misterio de la Venida del Señor, el misterio de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, como Cristo prometió en San Mateo, capítulo 16, donde nos dice en el verso 27 al 28 de la siguiente manera, y quiero leerlo para que lo tengan ahí tal y como fue hablado por nuestro amado Señor Jesucristo; dice:
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”.
Esa es la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles; y ese misterio de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles es el misterio más grande de los Cielos y de la Tierra; y ese misterio es el misterio contenido en el Séptimo Sello, el cual cuando fue abierto en el Cielo causó silencio en el Cielo como por media hora.
O sea que en el Cielo los ángeles, los arcángeles, los querubines y serafines que adoraban a Dios, y las personas que ya estaban allá en el Cielo, dejaron de cantar, dejaron de adorar a Dios; hubo un silencio como por media hora allá en el Cielo, media hora del Cielo. Y fue causada ¿por qué? Por la apertura del Séptimo Sello allá en el Cielo.
Ese misterio contenido en el Séptimo Sello es la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles para el Día Postrero, o sea, para el séptimo milenio, que es el Día del Señor, en donde la promesa es que la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta sonará.
La trompeta del año del jubileo tipifica esa Trompeta Final. La trompeta del año del jubileo aparece en Levítico, capítulo 25, verso 8 al 13, y se sonaba el día diez del mes séptimo, en el año cincuenta, o sea, en el año del jubileo.
Todas las propiedades que habían sido tomadas de los verdaderos herederos a causa de alguna deuda o a causa de alguna venta, por cuanto Dios dice que la Tierra es de Él y su plenitud2, la tierra —dice Dios— no puede ser vendida para siempre; por lo tanto, en medio del pueblo hebreo se vendía el terreno, y luego en el año del jubileo regresaba a su dueño original.
Por eso la venta de las propiedades era de acuerdo a los años que faltaban para el año del jubileo. Si una propiedad era vendida y faltaban cuarenta y nueve años para el año del jubileo, valía una cantidad; pero si solamente faltaba un año para el año del jubileo pues costaba menos esa propiedad, porque el que la compraba solamente podía sacarle provecho a esa propiedad un año, y luego la tenía que entregar el año del jubileo.
Y eso está tipificando o representando lo que para este tiempo final sucederá con los hijos e hijas de Dios, porque el año del jubileo nos habla de la liberación.
Así como ocurrió la liberación del pueblo hebreo allá en Egipto, también ocurrirá la liberación de todos los hijos e hijas de Dios; seremos liberados o libertados, y seremos libres de la mortalidad o de la muerte, seremos libres de la enfermedad, seremos libres de todo lo que es temporal; porque hemos de obtener un cuerpo eterno. Seremos transformados y entonces seremos inmortales, seremos personas con salud eterna, con juventud eterna y con todo el poder divino que Dios otorgará a Sus hijos en el tiempo de la redención de nuestro cuerpo mortal, la cual viene con la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta.
La trompeta que sonaba en el año del jubileo, el día diez del mes séptimo, cada cincuenta años, su mensaje era que había llegado el año del jubileo y proclamaba libertad, proclamaba liberación para los esclavos, proclamaba la liberación para las propiedades, y proclamaba el regreso de las personas a su familia y a su propiedad.
Leamos aquí en Levítico, capítulo 25, y tendremos aquí el cuadro claro de esa fiesta que se llevaba a cabo en medio del pueblo hebreo, la cual reflejaba lo que Dios hará con Sus hijos en este tiempo final; y luego también refleja lo que sucederá después del Reino Milenial. Levítico, capítulo 25, verso 8 al 13, dice:
“Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.
Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra”.
El día de la expiación, en donde el sumo sacerdote entraba con la sangre del macho cabrío para presentarla ante Dios, en el lugar santísimo del tabernáculo que construyó Moisés y, luego, del templo que construyó Salomón; por medio de lo que hacía el sumo sacerdote presentándose con la sangre del macho cabrío allí, en el lugar santísimo, y colocándola sobre el propiciatorio, que es el trono de misericordia, que es el asiento de misericordia allí en el lugar santísimo mientras la sangre requerida es colocada allí.
Si no es colocada allí la sangre requerida por Dios, entonces ese es un trono de juicio; y para el pueblo hebreo, encontramos que era juicio divino para el pueblo si no colocaban allí la sangre de la expiación el día diez del mes séptimo de cada año.
Y ahora, encontramos que en el año del jubileo se tocaba la trompeta de jubileo, de liberación, en el mismo día en que se colocaba cada año la sangre de la expiación del macho cabrío en el lugar santísimo, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios. Si no se efectuaba ese sacrificio, esa expiación, el juicio divino vendría sobre el pueblo hebreo.
Ahora, vean cómo se tocaba la trompeta por toda la tierra de Israel:
“Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores (¿Qué se proclamaba? Libertad en toda la tierra a todos sus moradores); ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión (o sea, a vuestra herencia), y cada cual volverá a su familia”.
Pues toda persona que había sido vendida como esclavo, o por causa de una deuda era entregado como pago de esa deuda; en el año del jubileo esa persona quedaba libre y regresaba a su familia y regresaba a su herencia.
“El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,
porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.
En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión (o sea que cada uno regresaba a su herencia, la cual en alguna forma había perdido o había salido de ella por alguna causa)”.
Y ahora, este Año del Jubileo actualizado en los hijos e hijas de Dios hará que regresemos a nuestra herencia de vida eterna, con un cuerpo eterno, con salud eterna, con juventud eterna y con el poder divino, que es un poder eterno para estar manifestado en cada uno de los hijos e hijas de Dios; y todos tener un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado, y todos ser a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y todo esto es para ser cumplido bajo el Séptimo Sello y la Obra de Reclamo; porque luego de pasado todo ese tiempo de los 49 años y luego llegar – se llega al año 50, donde es el año de redención para la Tierra y para los que viven en la tierra de Israel y para los que estaban esclavos por alguna causa.
Ahora vean cómo en las fiestas que Dios le dio al pueblo hebreo está representado todo el Programa Divino que Dios llevaría a cabo.
¿Recuerdan ustedes la Pascua?, la cual celebraron en Egipto para la salida del pueblo hebreo de Egipto. La sangre del cordero pascual era colocada en el dintel de las puertas – de la puerta y de los postes de la casa donde estaban reunidos la familia para que no entrará la muerte a esa casa, porque era un tiempo, una noche en que la muerte estaría matando a todos los primogénitos en Egipto; pero lo único que libraba de la muerte a los primogénitos era la sangre aplicada del cordero pascual, y estar dentro de esa casa comiendo el cordero pascual.
Luego el pueblo hebreo llevaba a cabo esa fiesta de la Pascua cada año en el mes primero; el día 15 era la Pascua y el día 14 sacrificaban el cordero pascual en la tarde; o sea que en la víspera de la Pascua moría el cordero. Y luego lo llevaban dentro y lo comían asado.
Vean, no era en la forma en que las personas quisieran hacerlo, sino en la forma en que Dios había establecido.
Y la sangre tenía que estar aplicada en el dintel y los postes de la puerta de esa casa; y esa era la garantía de que los primogénitos que estaban dentro de esa casa no morirían; si había un primogénito, no moriría. Y si eran dos familias que estaban unidas porque eran pequeñas, el primogénito de cada uno de esa familia tampoco moriría, pues estaba en la casa donde estaba la sangre aplicada y donde estaba el cordero pascual siendo comido.
Cristo cumplió ese tipo y figura y Él es nuestro Cordero Pascual, Él es nuestra Pascua; y la Sangre de Cristo tiene que estar aplicada en nuestras almas, en nuestros corazones, y nosotros estar comiendo el Cordero.
Cristo dijo: “El que no coma mi carne y beba mi Sangre no tiene vida permaneciente en sí mismo. Mi carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida”3.
Ahora, vean ustedes cómo cada uno como individuo, como una casa, tiene que tener el Cordero dentro de su alma, de su corazón: a Cristo, haberlo recibido como su Salvador; y tiene que tener Su Sangre aplicada en el dintel de la puerta de su corazón; y tiene que, como señal de que ha aplicado la Sangre del Cordero en su alma, en su ser, tiene que tener la vida de esa Sangre, que es la vida del Cordero de Dios, la cual es el Espíritu Santo.
Por eso Cristo dijo: “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de los Cielos o Reino de Dios. El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”, dijo Cristo a Nicodemo.
Y para eso se requiere creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así Él entra a nuestro ser, nuestra vida, y nosotros somos un templo para Dios, una casa para Dios; y también estamos en un Cuerpo Místico de creyentes llamado la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la Casa de Dios, el Templo espiritual de Jesucristo.
En esa Casa, vean ustedes, es el lugar donde la Sangre de Cristo está aplicada en la puerta. Cristo es la Puerta, y ahí la Sangre del Cordero está aplicada. Se entra a esa Casa por esa Puerta y se recibe el Espíritu de Cristo en esa Casa; y se entra a una Casa segura: dentro está el alimento espiritual para los hijos e hijas de Dios; ahí es donde comemos la carne del Hijo del Hombre y bebemos Su Sangre.
No es comer literalmente carne y beber sangre literal, como pensaron muchas personas de los que escucharon a Cristo hablar estas palabras. Es: habiendo recibido a Cristo como nuestro Salvador y estar recibiendo Su Palabra todos los días de nuestra vida y tener la Sangre de Cristo aplicada en nuestra alma, y tener la vida de Cristo manifestada en nuestra vida; la vida de Cristo: el Espíritu de Cristo.
Ahora vemos la Casa segura donde Dios colocaría a Sus hijos, a Sus primogénitos; ese es el lugar donde Él llama y junta a Sus escogidos para tenerlos ahí seguros, para que no mueran, sino que vivan eternamente.
No importa que el cuerpo físico muera, Cristo dijo: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Y ahí en esa Casa, la Casa de Cristo, Su Iglesia, estamos seguros: con vida eterna; y es ahí, estando en la Iglesia de Jesucristo, que para el Día Postrero, cuando la Trompeta de Dios, esa Trompeta Final, la Trompeta del Evangelio del Reino haya dado todo Su Mensaje, el cual gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles y Su Obra de Reclamo, cuando haya sido dado todo ese Mensaje, luego los muertos en Cristo resucitarán primero, en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seremos transformados; porque Cristo hace la Obra de Reclamo y reclama todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa.
San Pablo hablando de este misterio de la Iglesia de Jesucristo y hablando del pueblo hebreo, nos dice en su carta a los Romanos, capítulo 11, versos 25 al 28, dice:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles”.
¿Que es la plenitud de los gentiles, y qué significa “hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles”? Eso significa: hasta que haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios, de los primogénitos de Dios, en el Cuerpo Místico de Jesucristo; o sea, hasta que haya entrado la plenitud de los hijos e hijas de Dios a la Iglesia del Señor Jesucristo, hasta que hasta el último de los escogidos de Dios que tiene su nombre escrito en el Libro de la Vida del Cordero haya recibido su redención; hasta que hasta el último de los escogidos haya entrado a ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo; porque Cristo está en el Trono de Intercesión en el Cielo, con Su propia Sangre, haciendo intercesión allí como Sumo Sacerdote en el Templo que está en el Cielo; así como hacía intercesión el sumo sacerdote en el tabernáculo que construyó Moisés y en el templo que construyó Salomón.
Así hacía el sumo sacerdote del orden de Leví o levítico, así hacía Aarón y los descendientes de Aarón, así hacían los sumos sacerdotes cada año. Y ahora, para ministrar en el Templo que está en el Cielo, el Sumo Sacerdote, vean ustedes, no es del orden levítico sino que es del Orden de Melquisedec, es un Orden eterno.
Ese Melquisedec que le apareció a Abraham, al cual Abraham pagó los diezmos, y el cual le dio pan y vino a Abraham, y bendijo a Abraham; ese Melquisedec es el mismo Señor Jesucristo.
Melquisedec el Sacerdote del Templo que está en el Cielo, el Sumo Sacerdote, vino a la Tierra en carne humana y fue conocido por el nombre de Jesús; el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y fue conocido por el nombre de Jesús; y llevó a cabo el Sacrificio como lo hacía el sumo sacerdote en el templo.
Y luego con la Sangre de ese Sacrificio entró al Lugar Santísimo cuando murió, resucitó y ascendió al Cielo; y como Sumo Sacerdote presentó Su propia Sangre: la Sangre de Su propio Sacrificio como Cordero de Dios. Y en el Cielo, por estos dos mil años que han transcurrido, ha estado haciendo intercesión sobre el Propiciatorio, que es la silla o asiento de misericordia en el Cielo, donde está Dios. Y todavía está allí haciendo intercesión por los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, hasta que entre hasta el último de los escogidos de Dios, de los Primogénitos de Dios, de los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, o sea, tienen sus nombres escritos en este Libro de los Siete Sellos.
Y cuando entre hasta el último de los escogidos al Cuerpo Místico de Cristo, pues ya terminará o habrá terminado la intercesión de Cristo en el Cielo como Sumo Sacerdote con Su propia Sangre; y entonces sale del lugar de intercesión, hace Su Reclamo de todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa, toma el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, lo abre en el Cielo y lo trae a Su Iglesia, es abierto para ser dado a Su Iglesia; y hace el reclamo de toda la herencia divina.
Y por cuanto los elegidos de Dios son coherederos con Cristo, son herederos de Dios, para los hijos e hijas de Dios recibir o regresar a su herencia y a su posesión y a su familia celestial, vean ustedes, el año del jubileo es actualizado en este tiempo final y Cristo nos reclama y nos estará colocando en un cuerpo eterno, estará restaurándonos a la vida eterna con un cuerpo eterno, estará restaurándonos a nuestra herencia, a nuestra propiedad, a todo lo que Adán y Eva perdieron en la caída.
Todos seremos restaurados y viviremos con Cristo por toda la eternidad como reyes y sacerdotes, como hijos del Sumo Sacerdote Melquisedec, del Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo. Y por eso es que somos sacerdotes también, del Orden celestial, del Orden del Templo que está en el Cielo. No del orden levítico sino del Orden de Melquisedec; así como Cristo también: no es sacerdote, no es sumo sacerdote del orden levítico, sino del Orden de Melquisedec.
Él es el Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo, y por esa causa, por estos dos mil años que han transcurrido, Él ha estado haciendo intercesión en el Cielo como Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo; y todavía está allí haciendo intercesión.
Pero pronto se completará el número de los escogidos de Dios y habrá entrado así la plenitud de los gentiles; y luego, el que esté sucio, ensúciese todavía; o sea que no habrá ya forma para ser limpio por la Sangre de Cristo.
Dice en el capítulo 22, verso 11, de Apocalipsis: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”.
Ahora, podemos ver que vendrá un momento en donde ya no habrá más oportunidad para los seres humanos obtener misericordia, sino que tendrán que atenerse a los juicios divinos que saldrán del Trono de Dios, del Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo.
Y eso está mostrado en Apocalipsis, capítulo 8, cuando el Séptimo Sello es abierto en el Cielo. Dice el verso 5: “Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto”.
Del Trono de Dios en el Templo que está en el Cielo ¿qué está saliendo? Están saliendo truenos, voces, relámpagos y un terremoto. Eso habla de los juicios divinos para la raza humana en el Día Postrero.
Por eso es que también en el capítulo 11 del Apocalipsis, verso 15 en adelante, nos dice así:
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado (eso es cuando Cristo toma ese Título de Propiedad).
Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la Tierra”.
Nos habla de bendiciones para los santos, para los profetas, para los justos, para los grandes y pequeños; esto nos habla de la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, donde Cristo estará repartiendo Sus galardones a todos los profetas, los santos, los apóstoles, a todos los creyentes en Cristo, en esta gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero. Lo cual, siempre en una boda terrenal se le llama “la recepción”.
Se lleva la boda a cabo en un lugar y luego la recepción la llevan a cabo donde tienen la comida y los regalos; y quien recibe más regalos ¿quién es? Pues la Novia es la más que recibe regalos.
Ahora vean cómo la Cena de las Bodas del Cordero será en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre celestial. Cristo dijo4:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os prepararé lugar, vendré otra vez (esa es Su Segunda Venida con Sus Ángeles), y os tomaré a mí mismo (¿por qué ‘a mí mismo’? Porque somos Su Cuerpo Místico de creyentes) para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.
Y así nos llevará a la Casa de nuestro Padre celestial.
Y mientras estaremos en esa gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, el planeta Tierra completo estará pasando por la etapa de los tres años y medio de los juicios divinos, llamados los juicios divinos de la gran tribulación o plagas, donde la ira de Dios será derramada.
Ese es “el día de venganza del Dios nuestro” para los que destruyen la Tierra; eso es el día de venganza del Dios nuestro para los que no aprovecharon el tiempo recibiendo a Cristo como su Salvador; ese es el día de venganza del Dios nuestro por el cual pasarán todas las personas que no hayan creído en Cristo como su Salvador, lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y recibido el Espíritu de Cristo; por consiguiente, aparecen sin aceite en sus lámparas, representados en las vírgenes insensatas o vírgenes fatuas.
Pero los que habrán creído en Cristo como su Salvador, lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y recibido Su Espíritu Santo, aparecen como las vírgenes prudentes que tenían aceite en sus lámparas.
¿Y qué pasó con las vírgenes prudentes en la Venida del Hijo del Hombre? En San Mateo, capítulo 25, verso 10 al 13, dice:
“Pero mientras ellas iban a comprar (aceite, por supuesto, las vírgenes fatuas), vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta”.
¿Cuáles son las que estaban preparadas? Las que tenían aceite en sus lámparas, las que habían recibido el Espíritu de Cristo, y por consiguiente habían recibido el nuevo nacimiento y ya habían entrado así al Cuerpo Místico de Cristo; estaban dentro de la Casa donde el Cordero Pascual estaba y donde estaba la Sangre del Cordero aplicada.
“Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”.
Porque el Hijo del Hombre viniendo con Sus Ángeles es el Esposo viniendo. Y las vírgenes prudentes son las que entran con el Esposo, reciben la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, y entran a esa unión con Cristo; entran a esa unión llamada “bodas”.
Porque ¿qué son las bodas? Es la unión de dos seres que se aman, de un hombre y de una mujer; y cuando se casan vienen a ser, esas dos personas viene a ser una sola carne. Y así es con Cristo y Su Iglesia en las Bodas del Cordero, donde entran las vírgenes prudentes con el Esposo, entran a las Bodas, y se cierra la puerta.
Cristo es la Puerta de entrada a la Dispensación de la Gracia, Cristo es la Puerta de entrada al Templo espiritual de Jesucristo, que es Su Iglesia; Cristo es la Puerta de entrada al Redil del Señor, que es Su Iglesia. Y cuando hayan entrado todas las ovejas al Redil, se cerrará la puerta; cuando hayan entrado al Cuerpo Místico de Cristo todos los escogidos, se cerrará esa puerta; y nadie más podrá entrar por ella para recibir salvación. Cuando haya entrado hasta el último de los escogidos, ha entrado entonces la plenitud de los gentiles, y ya la puerta será cerrada.
¿Cómo será cerrada esa Puerta? Conforme a la Palabra de Dios, esa Puerta será cerrada por el que tendrá la comisión divina para cerrar esa Puerta.
En la parábola del siervo fiel y prudente, y del mayordomo fiel y prudente, encontramos algo muy importante que no debemos dejar pasar por alto; porque ahí está expresado un misterio muy grande, y es el misterio de dónde Dios coloca a Sus hijos, Sus escogidos, de edad en edad. ¿Los coloca dónde? En su Casa, la Casa de Dios, que es Su Iglesia.
San Pablo en su carta a los Hebreos, capítulo 3, nos dice de la siguiente manera, y leemos. Capítulo 3, verso 5 al 6:
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.
Vean cuál es la Casa de Dios. Ya Dios no tiene aquella casa llamada “el tabernáculo” que Moisés construyó en medio del pueblo hebreo; tampoco tiene aquella casa llamada “el templo” que construyó el rey Salomón; aquellas fueron casas terrenales y temporales. Pero Cristo nuestro Señor ha estado construyendo una Casa para Dios con piedras vivas, con seres humanos; y esa Casa es la Iglesia del Señor Jesucristo para morada de Dios en Espíritu en esa Casa.
De eso nos habló San Pablo en su carta a los Efesios, en el capítulo 2 y versos 19 al 22, y nos dice:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”.
Muchas personas, quizás, han deseado ser un miembro de la familia real de Inglaterra o de Francia o de alguna nación importante, para decir: “Yo soy de la realeza”. Pero miren, la Realeza verdadera y eterna es la Realeza Divina; y Dios es el Rey eterno, y tiene hijos; por lo tanto, esos hijos, que son los miembros de la Familia de Dios, son la Realeza del universo completo.
Y ser parte de esa Familia Divina es la cosa más grande que usted puede ser: su nombre ha estado en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.
O sea que no es que la persona quiere ser, sino que ya pertenece a esa Familia desde antes de la fundación del mundo, pero no había sido manifestada en la Tierra en carne humana todavía.
Así como usted en cuanto a su cuerpo físico vino por medio de una familia terrenal; pero antes de aparecer ya usted estaba en esa familia, usted estaba en los lomos de su padre; y por medio de la unión de su padre con su madre usted vino a obtener un cuerpo físico en el cual apareció en la Tierra.
Pero todo eso es temporal; lo que es eterno es lo Divino. Por lo tanto, si su alma viene de Dios, usted es un hijo de Dios. Y Cristo vino para redimirlo a usted y a mí; para así que podamos regresar a nuestra Familia celestial, a nuestra herencia celestial y a todo el poder celestial que corresponde a la Familia Real celestial, para reinar durante el Reino Milenial y por toda la eternidad.
Y ese Reino no solamente cubrirá el planeta Tierra sino el universo completo; porque somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro.
Cristo como Hijo de Abraham es heredero al territorio de Israel; y nosotros como hijos de Abraham somos coherederos con Cristo; porque todos los que son de la fe de Abraham – todos los que son de la fe en Cristo son hijos de Abraham; por lo tanto, somos hijos de Abraham y, por consiguiente, herederos de esa tierra que Dios le dio a Abraham; y por eso es que vamos a estar viviendo en ese territorio también con Cristo. Y Cristo es heredero, el heredero como Hijo de Abraham, a ese territorio.
Y Él es Hijo de David; y como Hijo de David Él es heredero al Trono de David. Y por eso el Trono de David, el Arcángel Gabriel dijo que sería el Trono que Él heredaría. Dice que Dios le daría el Trono de David.
Y nosotros, por cuanto pertenecemos a esa Casa de David por medio de haber nacido a través de Cristo, a través del nuevo nacimiento, al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu, ahora, vean ustedes, pertenecemos a la Casa de la Realeza, pertenecemos a la Realeza de David, para reinar con Cristo en ese glorioso Reino de David restaurado en la Tierra; que estará restaurado en al glorioso Reino Milenial, o sea, en el séptimo milenio; y somos herederos a ese Reino con nuestro amado Señor Jesucristo.
Y Cristo como Hijo del Hombre es heredero al planeta Tierra completo, para reinar sobre el planeta Tierra completo; y por cuanto nosotros somos hijos de Él pues nos toca también ese privilegio, y reinaremos con Cristo sobre el planeta Tierra completo como reyes y sacerdotes.
El Orden de Melquisedec, vean ustedes, cubre la parte religiosa y la parte política también.
Y como Hijo de Dios, Cristo es el Heredero a los Cielos y a la Tierra; y nosotros como hijos de Dios somos Herederos con Cristo, de los Cielos y de la Tierra también.
Por eso el Reino de Cristo será a nivel del universo completo: será el planeta Tierra y todos los demás planetas, el universo completo; pero tiene que comenzar aquí en la Tierra ese Reino.
Ahora vean, sigue diciendo San Pablo… dijo que somos miembros de la familia de Dios:
“… edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.
Somos colocados en el Templo espiritual de Cristo, que es Su Iglesia, para morada de Dios en Espíritu en Su Iglesia, y en cada uno de nosotros como individuos. Y ahora vean ustedes el misterio de ese Templo compuesto por seres humanos. Y los nombres de las personas que pertenecen a ese Templo espiritual están escritas en ese Libro de los Sellos, en ese Libro llamado el Libro de la Vida del Cordero.
Y Él toma ese Libro, lo abre en el Cielo y lo trae la Tierra; y hace así Su reclamo de todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa, para así nosotros regresar a la vida eterna, ser restaurados a la vida eterna.
Dijo el precursor de la Segunda Venida de Cristo en la página 166 del libro de Citas, párrafo 1485: “Ahora, yo estaba poniéndome…”. Vamos a ver… Leamos… Este texto nos habla acerca de la Trompeta Final, nos habla de la resurrección de los muertos en Cristo y nos habla de este gran evento prometido para este Día Postrero, el cual es el evento más grande de todos los eventos prometidos. Y cuando nos habla de este gran evento nos dice que la Trompeta Final, esa Trompeta de Dios, sonará y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Ahora, esa Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, así como el Séptimo Sello, será la Venida del Señor. Sonará, y los muertos en Cristo se levantarán primero, y luego nosotros los que vivimos seremos transformados. Página 130:
1164 – “‘… porque la Trompeta de Dios, esa última Trompeta…’. La sexta acaba de tocar. Y esa última Trompeta, como el último Sello, será la Venida del Señor. ‘Tocará, y los muertos en Cristo se levantarán primero’”.
La Trompeta, ¿qué es lo que da a conocer?, ¿qué es lo que suena? La Venida del Señor, revela la Venida del Señor, revela el misterio de la Segunda Venida de Cristo. Y así el Séptimo Sello, que es la Venida de Cristo, se cumple, y se lleva a cabo la Obra de Reclamo para nuestra restauración a la vida eterna.
Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta noche, amigos y hermanos presentes, radioyentes y televidentes, dándoles testimonio de “EL SÉPTIMO SELLO Y SU OBRA DE RECLAMO”.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL SÉPTIMO SELLO Y LA OBRA DE RECLAMO”.
[Edición junio 2018]
1 San Juan 14:6
2 Salmo 24:1, Primera de Corintios 10:26
3 San Juan 6:53-56
4 San Juan 14:2-4