Hablando y haciendo lo que Dios quiere

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Panamá; Panamá, Panamá, o sea, la ciudad capital de Panamá. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en San Juan, capítulo 8, versos 28 al 29; y San Lucas, capítulo 2, verso 49. Dice en San Juan, capítulo 8, verso 28 al 29:

“Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.

Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”.

Y en San Lucas, capítulo 2, verso 49, en la ocasión en que fueron a Jerusalén, a la fiesta correspondiente de esa ocasión (como de costumbre lo hacían José y María con el niño Jesús, el cual ya en esa ocasión tenía 12 años); y luego, cuando llegó el momento de regresar a Nazaret, desde Jerusalén regresar a Nazaret…, todos salieron hacia Nazaret desde Jerusalén, de regreso, pero cuando llevaban ya algunos días caminando (porque antes tenían que ir o a pie o en burro o en camello), y se dieron cuenta que Jesús no estaba.

Ustedes saben, no se dieron cuenta inmediatamente, porque sucede como sucede con nuestros niños, que algunas veces uno va caminando con los niños, y otras personas más con sus niños, y uno piensa que están jugando y vienen todos ellos ahí en el grupo de los niños; pero cuando buscaron a Jesús (de seguro cuando llegó el momento de darle algo de comer)…; y no encuentran a Jesús: tuvieron que, después de estar caminando todo ese tiempo de Jerusalén hasta Nazaret, encontramos que tuvieron que virar José y María para buscar al niño Jesús. ¿Dónde? Pues donde lo habían visto por última vez.

Algunas veces buscamos algunas cosas que se nos pierden, y algunas veces buscamos por todos sitios pero no buscamos en el último lugar donde lo habíamos visto, y ahí es donde hay que comenzar la búsqueda: en el último lugar donde por última vez habíamos visto lo que estamos buscando.

Ellos lo buscaron, dice, entre los familiares; pero ¿lo habían visto ellos entre los familiares cuando iban de regreso? No, por lo tanto allí no estaba.

Vamos a leer capítulo 2. Este pasaje está muy bonito, vamos… verso 41 en adelante, dice [San Lucas]:

“Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua (o sea, en el mes de abril o Abib, mes de Abib);

y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.

Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.

Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos…”.

Es muy triste caminar pensando que Jesús está caminando con las personas, y descubrir después que no está. Eso les sucedió a ellos aquí. Y luego lo buscaron entre sus familiares, que iban también de regreso de Jerusalén a la ciudad de Nazaret, y no lo encontraron.

“… y le buscaban entre los parientes y los conocidos;

pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.

Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.

Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre (o sea, María): Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

Mas ellos no entendieron las palabras que les habló”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE”, y eso es, lo que a Dios le agrada.

A través de la Escritura podemos ver que Jesús hacía lo que a Dios le agradaba; y eso era estar trabajando en los negocios de Su Padre celestial, cumpliendo las promesas mesiánicas, las promesas de la Primera Venida de Cristo; y dando testimonio de esas promesas, y dándole a conocer al pueblo que esas promesas estaban cumplidas en medio del pueblo en aquellos días, ¿en quién? En nuestro amado Señor Jesucristo. Él mismo identificó las profecías mesiánicas, las cuales se estaban cumpliendo en Él, y no se avergonzó de dar testimonio de que, en Él, las Escrituras mesiánicas de la Primera Venida de Cristo estaban cumplidas.

Vean ustedes, en San Lucas, capítulo 4, verso 17 en adelante, dice… verso 16 en adelante dice, de San Lucas, capítulo 4:

“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

A pregonar libertad a los cautivos,

Y vista a los ciegos;

A poner en libertad a los oprimidos;

A predicar el año agradable del Señor.

Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

Y esa Escritura habla de la Primera y Segunda Venida de Cristo.

Y ahora, la parte correspondiente a la Primera Venida de Cristo Él la leyó, y terminó Su lectura donde decía: “A predicar el año agradable del Señor”.

¿Y por qué no continuó leyendo? Porque lo que a continuación decía: “… y el día de venganza del Dios nuestro…”1, esa parte corresponde a Su Segunda Venida; por lo tanto, Él leyó hasta donde Él iba a cumplir en Su Primera Venida, y luego les dice: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”; y el resto, pues se cumpliría en Su Segunda Venida.

Y ahora, cualquier persona dice o piensa: “Todo el mundo debió de estar contento al escuchar a Jesús decir que se estaba cumpliendo esa promesa mesiánica: la Venida del Mesías en Él”; pero miren lo que sucedió:

“Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?

Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.

Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra”.

El dicho común que se usa entre los latinos es: “Nadie es profeta en su tierra”.

“Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;

pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.

Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.

Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira…”.

Vean ustedes, escuchando a Jesús predicar y hablar del profeta Eliseo, y hablar del profeta Elías, se llenaron de ira. ¿Y para qué fueron entonces a la Iglesia, a la sinagoga?, ¿para escuchar la Palabra de Dios o para llenarse de ira con la predicación de Jesús?

“… y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle (para echarlo por un precipicio y que se muriera, matarlo).

Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”.

¿Por qué? Porque no había llegado todavía la hora para Él morir, por lo tanto, Él no podía morir hasta que llegara Su hora. Él decía: “Nadie me quita la vida. Yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar”2.

Muchas veces quisieron matar a Jesús antes del tiempo señalado por Dios, y Él se fue de en medio de la gente, se escapó de ellos, porque no había llegado todavía Su hora. Pero cuando llegó la hora para morir, Él lo reconoció y dijo: “El Hijo del Hombre sube a Jerusalén, será tomado preso, será juzgado y condenado y crucificado; pero al tercer día se levantará, resucitará”3.

Ahora, vean ustedes, Jesús sabía, conocía el propósito por el cual Él estaba en la Tierra, conocía el Programa Divino que se estaba cumpliendo en Él. ¿Por qué? Porque el Padre estaba en Él, velado en ese velo de carne llamado Jesús, y revelado a través de ese velo de carne llamado Jesús; y por consiguiente las palabras que Él hablaba eran las palabras del Padre. Era el Padre a través de Su Hijo Jesucristo hablando en medio del pueblo hebreo. Y las obras que Jesús hacía no eran las obras de un hombre, sino las obras de Dios, del Padre a través de Su Hijo Jesucristo.

Por eso es que el apóstol San Pablo en su carta a los Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 2, puede decir:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…”.

¿Quién habló por el Hijo, por Jesucristo? El Padre, el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

“… a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

Dios hablando por medio de Su Hijo Jesucristo en los postreros días, porque ya los postreros días habían comenzado delante de Dios, que son los milenios postreros para la raza humana; los cuales son: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.

Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio, y así comenzaron los días postreros. Y cuando tenía cerca de 30 años, comenzó Jesús Su ministerio, y Dios comenzó a hablar por medio de Jesucristo, Su Hijo, todas las palabras que tenían que ser habladas por Dios. Allí tenía un hombre, un velo de carne en el cual Dios, el Padre, estaba velado y revelado hablando Su Palabra por medio de Su Hijo Jesucristo.

Y las obras que hacía Jesucristo, Él mismo dice que eran las obras del Padre. Decía: “Yo no hago nada de mí mismo. Como yo veo al Padre hacer, así es como yo hago; como lo veo a Él obrar, así es como yo obro”4. “Y no hablo nada de mí mismo, sino como yo oigo al Padre hablar, así es como yo les hablo”5. Esa era la forma que Jesús utilizaba, era la Palabra del Padre viniendo a través del Hijo.

Vean, en el capítulo 14 de San Juan dice, verso 6 en adelante dice:

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”.

Y las palabras que Jesús hablaba eran las palabras del Padre, que moraba (¿dónde?) en Él; por lo tanto, eran las palabras del Padre saliendo por los labios de Jesucristo nuestro Salvador, y eran las obras del Padre celestial que estaban en Jesús siendo llevadas a cabo. Y todos aquellos milagros y maravillas que fueron hechas por Jesús o hechos por Jesús, eran las obras del que estaba dentro de Jesús, del que estaba dentro de aquel velo de carne: el Padre celestial, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud. Y ahora tenía un velo de carne llamado Jesús, a través del cual hablaba y a través del cual obraba.

El Señor Jesucristo estaba revelando al Padre que estaba en Él. Era la revelación del Padre celestial, del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, por medio de Su Hijo Jesucristo. Por eso las obras que Jesús hacía no eran Sus propias obras, sino las obras del Padre que moraba en Él; era el Padre obrando por medio de Su Hijo Jesucristo.

Y ahora, Cristo en una ocasión dijo, en San Juan, capítulo 12, verso 28:

“Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”.

Y vean ustedes cómo el Padre estaba en Jesús, en Su Hijo, velado —o sea, dentro de un velo de carne— y luego revelado. Tras ese velo de carne estaba el Padre celestial.

Es como en el lugar santísimo del templo que construyó Moisés o tabernáculo que construyó Moisés, y el templo que construyó Salomón, hubo un lugar muy especial llamado el lugar santísimo, el cual en su puerta de entrada tenía una cortina, un velo; y tras ese velo estaba Dios en la Luz de la Shekinah, estaba el Ángel de Jehová sobre el propiciatorio; y el propiciatorio era la tapa del arca, y en el arca estaban las tablas de la Ley, estaba la vara de Aarón que reverdeció y estaba también una vasija, una olla llena, una olla de oro llena de maná, el cual no se corrompía porque estaba dentro del arca del pacto, tras la cortina, tras el velo; porque Dios estaba velado dentro del lugar santísimo; detrás del velo estaba Dios.

Y ahora, cuando se cumple la Primera Venida de Cristo, Dios está velado en un templo humano llamado Jesús. Ya no está en el tabernáculo que construyó Moisés, ya no estaba ese tabernáculo, ni tampoco estaba el templo que construyó el rey Salomón, donde Dios también había entrado. Y estaba en el tiempo de Salomón velado, estaba dentro del lugar santísimo, tras el velo del lugar santísimo, de la puerta de entrada del lugar santísimo.

Pero ahora en el templo que construyó el rey Herodes para los hebreos, allí no estaba el arca del pacto, ni estaba el propiciatorio, ni estaba la presencia de Dios, la Columna de Fuego que había guiado al pueblo hebreo.

Pero ahora cuando aparece Jesús, ahí está la Columna de Fuego, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Padre celestial dentro de Su Templo humano. Pues el ser humano es un templo humano; por eso tiene atrio, que es el cuerpo; tiene lugar santo, que es su espíritu; y tiene lugar santísimo, que es su alma. En la misma forma que fue construido el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón.

Y ahora, vean ustedes cómo en el Templo humano llamado Jesús, está el Padre celestial, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Muchas personas miraron al hombre, y dijeron: “Este es un hombre, y por el dedo de Beelzebú, el príncipe de los demonios, echa fuera los demonios”6. Pero otros miraron a Jesús y las obras que Él hacía, y Nicodemo dijo: “Sabemos que tú has venido de Dios por Maestro; porque nadie puede hacer estas obras, estas cosas que tú haces, si Dios no está con él”7.

¿Ve? Todo depende lo que la persona esté mirando: si la persona mira el instrumento, el velo de carne que Dios usa, y lo mira para buscarle faltas y criticarlo, estará tropezando y no verá al que está dentro de ese velo de carne obrando las promesas divinas, cumpliendo lo que Dios prometió para ese tiempo.

Las obras de Dios hechas por medio de Jesús eran el cumplimiento de lo que Dios había prometido para ese tiempo; y por medio de Jesús fueron cumplidas esas promesas correspondientes a la Primera Venida de Cristo.

Por eso Jesús podía decir: “En los negocios de mi Padre me conviene estar”8. ¿Y cómo estaba? Trabajando en ellos, cumpliendo las promesas correspondientes a ese tiempo; aun siendo un niño de 12 años, ya estaba trabajando en los negocios del Padre celestial.

Por eso todos los niños pueden trabajar en los negocios de nuestro Padre celestial, no importa la edad que tengan, todos tienen la misma oportunidad: los niñitos, los jovencitos, los adultos y los ancianos también.

Ahora, podemos ver que fue el Padre celestial obrando, hablando y obrando, hablando y haciendo las obras correspondientes a aquel tiempo; pero tenía que usar un hombre, y ese fue nuestro amado Señor Jesucristo.

Eran las obras de Dios a través de un hombre, a través de nuestro amado Señor Jesucristo, el cual vino sin pecado, porque Su cuerpo físico fue creado por Dios; porque todo ser humano estaba contaminado por el pecado y solamente hubo sacrificios de animalitos, los cuales no podían quitar el pecado; la sangre de los animalitos no podía quitar el pecado, solamente cubrían el pecado en lo que llegaba un Sacrificio perfecto, un Cordero de Dios perfecto que quitara el pecado.

Y cuando llegó ese Cordero de Dios para ser sacrificado, Juan el Bautista, el cual había anunciado que después de él vendría un varón del cual él no era digno de desatar la correa de Su calzado9, cuando lo vio dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”10.

Por lo tanto, ya no se iban a necesitar más sacrificios de animalitos, pues ya Dios había dicho por Isaías que sacrificios y ofrendas y holocaustos Dios no quiso más11, pero decía: “Mas me apropiaste cuerpo”12; y el cuerpo que Dios se proveyó, el cuerpo que Dios se proveyó fue el cuerpo de Jesús, para ser el Sacrificio perfecto por el pecado, mas Dios se proveyó de un cuerpo para ser sacrificado como Cordero de Dios en la Obra de Redención.

Y de ahí en adelante ya el ser humano no tendría necesidad de estar tomando animalitos para sacrificarlos por el pecado, para cubrir sus pecados, porque tendríamos un Sacrificio perfecto, que no cubriría el pecado, sino que quitaría el pecado completamente, un solo Sacrificio.

Todos los sacrificios que el pueblo hebreo efectuaba durante el año, todos representaban el Sacrificio de Cristo, eran el tipo y figura; pero cuando llegó Cristo y llevó a cabo Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, ya eso no era el tipo y figura, era la realidad que había sido representada en aquellos sacrificios de animalitos.

Ahora, podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo: es el Enviado de Dios, el Hijo de Dios, en el cual Dios estaba velado y revelado en medio del pueblo hebreo, hablando y haciendo lo que Dios quería.

Por eso vemos a Jesús hablando y haciendo lo que Dios quería, porque Dios le revelaba a Jesús lo que Él quería, y Jesús lo hacía. Y Jesús se agradó, se complació en hacer la voluntad del Padre celestial que estaba en Él, y así se realizó la redención del ser humano.

Ahora, de edad en edad encontramos que Jesucristo nuestro Salvador, así como el Padre estuvo en el Antiguo Testamento velándose y revelándose parcialmente en cada profeta del Antiguo Testamento, porque:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.

(Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 2).

Y ahora, vemos a Jesús con la manifestación de Dios en toda Su plenitud en el cumplimiento de la Primera Venida del Mesías. Luego el Señor Jesucristo en Espíritu Santo ha estado manifestado de etapa en etapa en medio de Su Iglesia, por medio de los apóstoles y por medio de los siete ángeles mensajeros, velado y revelado en la porción correspondiente a cada edad, como lo hizo por medio de los profetas del Antiguo Testamento.

Y para este tiempo final, podemos ver cómo esos mensajeros de Dios hablaron e hicieron la Obra de Dios correspondiente al tiempo que les tocó vivir; y así ellos hicieron conforme a la voluntad de Dios, hicieron lo que Dios quiso que ellos hicieran en aquel tiempo, y eso fue cumplir el Programa Divino correspondiente a cada tiempo. Pero ahora, para el tiempo final, Jesucristo dice en Apocalipsis 22, verso 16:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Y así como Cristo estuvo en cada ángel mensajero de cada edad pasada de Su Iglesia, velado y revelado, hablando y haciendo la Obra correspondiente a cada edad, y cada mensajero haciendo lo que a Dios le agradaba, lo que Dios quiso para cada etapa; para este tiempo final, Jesucristo, el Ángel del Pacto, estará velado y revelado en Su Ángel Mensajero, del cual dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

La revelación del Señor Jesucristo vendrá en Su Ángel Mensajero para toda la Iglesia del Señor Jesucristo; y ese Ángel Mensajero estará hablando y haciendo; trabajando en la Obra de Cristo, y haciendo lo que a Dios le agrada, o sea, cumpliendo el Programa Divino correspondiente a este tiempo final; porque será Jesucristo en Su Ángel Mensajero llevando a cabo la Obra de este tiempo final.

Por lo tanto, lo que el Ángel Mensajero de Jesucristo hablará no serán sus propias palabras, sino la Palabra de Cristo, el Mensaje de Cristo correspondiente a este tiempo final, el cual le es revelado al Ángel del Señor Jesucristo para que él lo hable a Su Iglesia.

Y como Cristo le hablará y le mostrará, así hablará el Ángel del Señor Jesucristo; y como Cristo le mostrará y como Cristo obrará, así obrará el Ángel del Señor Jesucristo.

Y así Jesucristo cumplirá lo que Él ha prometido para este tiempo final, pues estará velado en Su Ángel Mensajero, y revelado a través de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y llevando a cabo las obras de Dios, las obras de Jesucristo correspondientes a este tiempo final.

Y eso será el Ángel del Señor Jesucristo a simple vista viéndolo; pero los que sabrán que en el Ángel de Jesucristo estará Cristo, Jesucristo velado y revelado, los que tendrán ese conocimiento, dirán: “Es la Voz de Cristo, esa Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto”.

Y las obras que estarán siendo hechas en el Programa Divino, en la Iglesia de Jesucristo, serán las obras de Jesucristo prometidas para ser hechas en este tiempo final. No serán las obras de un hombre, sino las obras de Jesucristo por medio de un hombre siendo llevadas a cabo. Por lo tanto, la gloria es para nuestro amado Señor Jesucristo.

Cuando el apóstol San Juan vio toda esa manifestación de Cristo en Su Ángel, y escuchó y vio todas estas cosas que el Ángel le mostró al apóstol San Juan, toda esta revelación apocalíptica en símbolos, el apóstol San Juan quiso adorar a los pies del Ángel; y el Ángel le dijo que no lo hiciera; porque el Ángel es un profeta, el profeta de la Dispensación del Reino, de la séptima dispensación, redimido por la Sangre de Jesucristo; por lo tanto, el Ángel le dice a Juan que no lo hiciera, que no lo adorara, sino que adorara a Dios13.

Ahora podemos ver cómo es que la revelación de Jesucristo para el Día Postrero vendría a la Iglesia de Jesucristo en la misma forma en que vino la revelación del Padre: vino gradualmente por medio de los profetas del Antiguo Testamento, y luego en Jesús en toda Su plenitud. Luego la revelación de Jesucristo ha venido de edad en edad a través de Sus diferentes mensajeros, a través de los siete mensajeros en medio de la Iglesia gentil; y luego vendrá en Su Ángel Mensajero en toda Su plenitud.

Y las palabras, el Mensaje que estaremos escuchando a través del Ángel de Jesucristo, será la Voz de Cristo hablándonos y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; y así revelándonos el misterio del Séptimo Sello, el misterio de la Segunda Venida de Cristo, como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Y las obras que estarán siendo hechas por el Ángel de Jesucristo en la Iglesia de Jesucristo, en el Programa de Dios, no serán las obras de un hombre, sino las obras de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero. Será Jesucristo en Espíritu Santo el que estará hablando y el que estará obrando a través de Su Ángel Mensajero.

Y Su Ángel estará obrando y hablando como Dios quiere que hable y como Dios quiere que obre; y él estará HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE, como Jesús estuvo hablando y estuvo haciendo, obrando, lo que el Padre quería. Lo que el Padre quiso, así habló y obró Jesucristo; y ahora lo que Jesucristo quiere, estará siendo cumplido por medio de Su Ángel Mensajero, estará hablando y haciendo lo que Jesucristo quiere que sea hecho en este tiempo final.

Y siempre tiene que tener un hombre, un instrumento, para que las obras de Dios sean llevadas a cabo en medio de Su Iglesia en este tiempo final, como sucedió en edades pasadas. Y para darnos a conocer todas estas cosas, pues tiene que tener un hombre a través del cual sean dadas a conocer todas estas cosas, le sean reveladas a él, y él las revele a la Iglesia del Señor Jesucristo. “Porque no hará nada el Señor Jehová sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”, dice Amós, capítulo 3, verso 7.

Y Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19, nos dice el profeta Moisés: “Profeta como yo, os levantará el Señor vuestro Dios; a él oiréis”. ¿Por qué? Porque a través de ese profeta viene la Palabra de Dios, la Voz de Dios hablándole a Su pueblo.

Dice Dios a Moisés, en el verso 18 de ese mismo capítulo 18: “Profeta como tú les levantaré de en medio del pueblo; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

¿Dónde Dios coloca Sus palabras? En la boca del profeta que Él levanta en medio del pueblo. ¿Y qué hablará ese profeta? Las palabras que Dios coloca en su boca y en su corazón. “Y a cualquiera que no oyere lo que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta (dice Dios)”, y eso significa que será desarraigado del pueblo el que no escuche la Voz de Dios por medio de ese profeta.

Hechos, el libro de los Hechos, capítulo 3, verso 22 al 23, San Pedro citando esa profecía, nos dice que cualquiera que no escuche a ese profeta será desarraigado del pueblo, pierde el derecho a pertenecer al pueblo de Dios, y por consiguiente pierde el derecho a la vida eterna.

Ahora, podemos ver cómo es que viene el Enviado de Dios: HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE.

Vimos cómo vino el Enviado del Padre (Jesús) hablando y haciendo lo que Dios quiso —para ese tiempo— que fuese hablado por Su Enviado y fuese hecho por Su Enviado, hasta que obró la Redención en la Cruz del Calvario.

Y ahora, para el Día Postrero, podemos ver cómo es que viene el Ángel del Señor Jesucristo, del cual Cristo dijo en Apocalipsis 22, verso 16:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Ese es el Enviado de Jesucristo, y por medio de él estará Jesucristo velado y revelado dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

“Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para (manifestar) a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

(Apocalipsis, capítulo 22, verso 6).

Y ahora, podemos ver cómo viene el Enviado de Jesucristo: viene hablando todas las cosas que deben suceder pronto; y viene haciendo, obrando, conforme al Programa Divino, las cosas que Jesucristo quiere que él haga; porque esas son las obras que Jesucristo estará haciendo, las cuales Él prometió hacer en este tiempo final, y las hará por medio de Su Ángel Mensajero.

Hemos visto cómo viene el Enviado de Jesucristo en el Día Postrero: hablando y haciendo lo que Dios, lo que Jesucristo quiere; y así es como obtendremos la revelación de todas estas cosas que deben suceder pronto; y obtendremos la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Y cuando seamos transformados, y los muertos en Cristo hayan sido resucitados, entonces todos seremos iguales a Jesucristo: con un cuerpo físico inmortal e incorruptible y glorificado, igual al cuerpo de Jesucristo; y entonces lo veremos a Él en Su cuerpo glorificado.

Ahora, el Ángel de Jesucristo no es Jesucristo; él solamente es un redimido por la Sangre de Jesucristo, un miembro de la Iglesia del Señor Jesucristo con el ministerio profético de la Dispensación del Reino; es un profeta dispensacional.

Es la primera ocasión en que Jesucristo envía a Su Iglesia un profeta dispensacional, para dar a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final. Y por medio de él estaremos escuchando la Voz de Cristo, la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, llamando y juntando a todos los escogidos de Dios. Porque así estará el Enviado: hablando y haciendo lo que Dios, lo que Jesucristo quiere.

“HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE”.

Ese ha sido nuestro tema para esta ocasión. Y hemos visto que no se podrá estar hablando y haciendo cualquier cosa, sino lo que está profetizado que será hablado y será hecho en este tiempo final por el Enviado de Jesucristo, el Ángel del Señor Jesucristo, en el cual Jesucristo en Espíritu Santo estará manifestado, velado y revelado a través de Su Ángel Mensajero.

Este Ángel de Jesucristo viene revelando a Jesucristo. Así como Jesucristo vino revelando al Padre, ahora el Enviado de Jesucristo viene revelando a Jesucristo; y así es como viene hablando y haciendo lo que Jesucristo quiere.

“HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE”.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de cómo es que viene el Enviado de Dios. ¿Cómo vino Jesucristo, el Enviado del Padre? Hablando y haciendo lo que Dios quería. ¿Y como viene en el Día Postrero el Ángel del Señor Jesucristo? Hablando y haciendo lo que Jesucristo quiere.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seamos transformados, y todos seamos llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de cómo viene el Enviado de Jesucristo: “HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE”.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

Que Dios les continúe bendiciendo y les guarde a todos, por este tiempo y por toda la eternidad.

“HABLANDO Y HACIENDO LO QUE DIOS QUIERE”.

[Revisión marzo 2021]

1 Isaías 61:2

2 San Juan 10:17-18

3 Mt. 16:21, 17:22-23, 20:18-19; Mr. 8:31, 9:31, 10:33-34; Lc. 9:22, 18:31-33, 24:7

4 San Juan 5:19

5 San Juan 12:49-50

6 Mt. 9:34, 10:25, 12:24; Mr. 3:22; Lc. 11:15

7 San Juan 3:2

8 San Lucas 2:49

9 San Lucas 3:16, San Juan 1:27

10 San Juan 1:29, 1:36

11 Isaías 1:11

12 Hebreos 10:5

13 Apocalipsis 19:10, 22:9

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