Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y ministros y sus congregaciones que están presentes o en otros países; y un cordial saludo al misionero Miguel Bermúdez Marín allá en México donde se encuentra, allá en la República Mexicana, y a la congregación donde se encuentra. Y también allá un saludo al ministro Andrés Cruz Gallegos en Villahermosa, en la iglesia “La Voz de la Piedra Angular”; y a todos los ministros y hermanos en las diferentes congregaciones. Y allá en Puerto Rico al ministro José Benjamín Pérez, y a toda la congregación, la iglesia allá en Puerto Rico, de La Gran Carpa Catedral. Y felicidades hoy “Día de las Madres” a todas las madres en todos los países en que se está conmemorando “el Día de las Madres”.
Dios les bendiga grandemente y les use grandemente en el Programa Divino correspondiente a este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en Isaías, capítulo 9, verso 1 al 7, donde nos dice:
“Mas no habrá siempre oscuridad (¿para qué?) para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.
Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos.
Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián.
Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego.
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO, EL REY DE PAZ”.
Tenemos la promesa de un Rey, un Príncipe de Paz que traerá la paz a la humanidad. Este Príncipe de Paz es el Mesías prometido para el pueblo hebreo, el cual está prometido para venir en el tiempo final a Su Iglesia, la Iglesia del Señor Jesucristo; porque ese Príncipe de Paz es Jesucristo nuestro Salvador. Por eso lo vemos viniendo dos veces.
En Su Primera Venida vino como Cordero de Dios, para tomar nuestros pecados y quitar nuestros pecados muriendo en la Cruz del Calvario, y llevando así nuestros pecados.
Juan el Bautista, cuando lo vio dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”[1]. Y cuando Juan miró y los discípulos miraron, no vieron un cordero literal, vieron a un joven de cerca de 30 años llamado Jesús.
Juan lo presentó correctamente porque es (Juan el Bautista) el precursor de Su Primera Venida; y tenía que presentarlo como Cordero, porque venía para tomar nuestros pecados y morir por nosotros en la Cruz del Calvario.
Fue representado en el cordero pascual que sacrificó cada padre de familia hebrea allá en Egipto, cuando la muerte iba a entrar en los hogares de allá de Egipto; en lo cual y por lo cual moriría el primogénito de cada familia.
Si el hijo primogénito estaba, moriría, y si el papá era primogénito también moriría; pero para la protección, para la preservación de la vida de los primogénitos hebreos, Dios le dijo a Moisés que sacrificara —cada padre de familia— un cordero, el cual tendría reservado para, ese día correspondiente, ser sacrificado, asado y colocado en el hogar; y su sangre aplicada en el dintel y los postes de la puerta de cada hogar hebreo[2].
Tan sencillo como eso era el Plan Divino para la salvación, para la preservación de la vida de los primogénitos. Y el único que tenía esa revelación era Moisés, porque la recibió de Dios para transmitirla al pueblo hebreo. El Faraón y sus sabios no tenían esa revelación; la revelación para escapar del juicio que vendría sobre los primogénitos que vivían en Egipto.
Así fue como escaparon de la muerte, la noche de la muerte, los primogénitos hebreos; pero el primogénito del Faraón no pudo escapar de la muerte, y los primogénitos de los egipcios tampoco pudieron escapar.
¿Y por qué con esa sencilla aplicación de la sangre del cordero en la puerta y dintel de los postes del hogar hebreo, escaparon los primogénitos hebreos, y no pudieron escapar los primogénitos egipcios? Por lo que significaba aquel sacrificio de aquel cordero pascual.
Es que representaba la muerte de Cristo, el Primogénito de Dios y Unigénito de Dios que vendría al mundo; sería probado y moriría por los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, para la preservación de la vida de esas personas que están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, llamados los primogénitos de Dios, en los que primero Dios pensó.
Estábamos en Cristo. Así como físicamente estábamos en nuestro Padre celestial – en nuestro padre terrenal, así estábamos en Cristo. Y así como por medio de la unión de nuestro padre y nuestra madre hemos venido a este cuerpo terrenal; en lo espiritual, por medio de la unión de Cristo y Su Iglesia, hemos nacido en el Reino de Dios, hemos nacido de nuevo, hemos nacido a la vida eterna, hemos sido restaurados a la vida eterna.
Por eso es tan importante nacer de nuevo, para lo cual se escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en nuestra alma, lo recibimos como Salvador, somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento. Así nacemos en y a la vida eterna en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Y a medida que transcurren las diferentes etapas de la Iglesia, van naciendo en el Reino de Dios, en el Cuerpo Místico de Cristo, millones de personas, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
En este tiempo final se completará la Iglesia del Señor Jesucristo. Luego de las siete edades de la Iglesia viene la etapa de oro de la Iglesia, que es la Edad de Piedra Angular, paralela al tiempo en que Cristo vino a la Tierra dos mil años atrás; en donde vino la Piedra Angular, que es Cristo, a la Edad de Piedra Angular de la Iglesia hebrea que estaba bajo la Ley.
Para este tiempo final, así como hubo un precursor de la Primera Venida de Cristo, hubo también un precursor de la Segunda Venida de Cristo; el cual, así como vino Juan el Bautista con el espíritu y virtud de Elías, y vino a ser el tercer Elías, o sea, el tercer profeta en el cual se manifestó el ministerio de Elías por tercera ocasión, así vino para precursar la Primera Venida de Cristo; para precursar la Segunda Venida de Cristo vino otro Elías, el cuarto Elías, otro hombre con el espíritu y virtud de Elías operado por el Espíritu Santo, y fue el reverendo William Branham.
El reverendo William Branham, así como Juan el Bautista presentó a Jesucristo como Cordero de Dios para Su Primera Venida, el reverendo William Branham para la Segunda Venida de Cristo lo presenta como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. A él le tocaba presentar lo que será la Segunda Venida de Cristo para llevar a cabo la Obra de Reclamo de todo lo que Cristo ha redimido con Su Sangre preciosa.
En este tiempo final será en que Cristo completará Su Iglesia, y luego saldrá del Trono de Intercesión donde Él está como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, para tomar el Libro sellado con siete Sellos, que está en la diestra del Padre, en la diestra del que está sentado en el Trono.
Él, Cristo, cambiará de Sumo Sacerdote a Rey, de Cordero a León, de Intercesor a Juez, para tomar el Libro, como lo presenta el anciano, que le dice a Juan: “Juan, no llores. He aquí el León de la tribu de Judá, el cual ha vencido, ha prevalecido, para tomar el Libro y abrir sus Sellos”. (Capítulo 5 de Apocalipsis).
Cuando Juan miró, vio un Cordero; el anciano no vio un león y Juan no vio un cordero; ambos vieron la misma persona: Juan lo vio como Cordero de Dios, que es Cristo, como lo presentó Juan el Bautista, y el anciano lo vio como León de la tribu de Judá: a Jesucristo, cambiando de Cordero a León para tomar el Libro y abrir sus Sellos, el Libro de la Redención, el Libro de la Vida del Cordero, el Libro donde están nuestros nombres escritos desde antes de la fundación del mundo.
Recuerden que en el Cielo están escritos nuestros nombres en el Libro de la Vida del Cordero. Hebreos, capítulo 12, verso 22 en adelante, dice:
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”.
La congregación de los primogénitos que están inscritos en los Cielos es la Iglesia del Señor Jesucristo, que congrega a todos los hijos e hijas de Dios, a todos los que forman el Cuerpo Místico de Cristo; los cuales están inscritos ¿dónde? En los Cielos.
“… a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.
Cuando la persona sabe que su nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo, eso le da fuerza, ánimo espiritual, fuerza, para seguir adelante siempre, sirviendo al Señor.
Esa es la persona de la cual Cristo dice: “Mis ovejas oyen Mi Voz, y me siguen, y Yo las conozco, y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las arrebatará de la mano de Mi Padre”. (San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30). Y dice: “El Padre y Yo una cosa somos”.
También en el capítulo 8, verso 47 al 48, de San Juan, dice: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye”. ¿Y el que no es de Dios? Pues no escucha la Voz de Dios.
Cuando la persona escucha el Evangelio de Cristo, cree, nace la fe de Cristo y cree, lo recibe como Salvador y es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con el Espíritu Santo; la persona ha nacido en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo.
De eso fue que le habló Cristo a Nicodemo en el capítulo 3, versos 1 al 6, cuando Él dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”, o sea, no lo puede entender. Nicodemo le dice: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso un hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre, y nacer?”. Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”. O sea que está establecida la forma para entrar al Reino de Dios.
Por eso Cristo ordenó a Sus discípulos ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
No hay muchas opciones. Solamente hay una opción para la vida eterna, para ser salvo, y es: escuchar el Evangelio, creer, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, y recibir el Espíritu de Cristo; y así es producido el nuevo nacimiento en la persona.
Esa es la única forma para venir a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador. Esa es la forma en que nacen en el Reino de Dios los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; los cuales, por medio de Cristo, al ser lavados con la Sangre de Cristo, dice: “Él, con Su Sangre nos ha redimido para nuestro Dios; y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos con Él”. Reinaremos por mil años y luego por toda la eternidad.
Eso está en Apocalipsis, capítulo 1, verso 5 en adelante; y también Apocalipsis, capítulo 5, verso 7 en adelante; y Apocalipsis, capítulo 20, versos 4 al 6. Ahí nos habla que hemos sido hechos (por Cristo) reyes y sacerdotes; o sea que el poder legislativo, el poder judicial, y por consiguiente los tres poderes de gobierno, pertenecen a Cristo y a Su Iglesia. El Rey tendrá los tres poderes correspondientes para reinar, para gobernar sobre esta Tierra, trayendo la paz a la humanidad.
Ninguna otra persona podrá traer la paz a la humanidad, sino el Príncipe de Paz, el cual tendrá el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Porque será con el poder… como Rey, tiene el poder legislativo; tiene el poder judicial también, como juez. El legislativo para establecer las leyes, y el ejecutivo para gobernar.
Por lo tanto, siendo que Él tiene Su Gabinete: el gabinete del poder ejecutivo, el gabinete del poder legislativo y el gabinete del poder judicial…, que son los creyentes en Cristo que forman el grupo de reyes, sacerdotes y jueces redimidos por la Sangre de Cristo nuestro Salvador.
Él todavía está como Sumo Sacerdote en el Cielo haciendo Intercesión, hasta que entre el último de los escogidos de Dios de nuestro tiempo, entre al Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador.
Por eso evangelizamos, llevando el Evangelio de Cristo por todas partes, para que sea llamado hasta el último de los escogidos de Dios, correspondiente a este tiempo final.
Y cuando se complete el número, Cristo saldrá del Trono de Intercesión allá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo; reclamará a todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa; y entonces ya no habrá misericordia en el Trono de Intercesión para ninguna persona.
El resto de las personas tendrán que atenerse a lo que vendrá: al juicio divino durante la gran tribulación, donde serán purificadas las vírgenes insensatas —o fatuas, como se les llama— y donde serán purificados 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu; y donde la Tierra pasará por una etapa de purificación para ser preparada para el Reino Milenial de Cristo.
Estamos todavía en un tiempo que los juicios de la gran tribulación no están cayendo, pero están viéndose las señales de que pronto vendrán esos juicios apocalípticos. Pero mientras tanto, Cristo continúa en el Trono de Intercesión, haciendo intercesión con Su Sangre por todos los que lo reciben como Salvador; y también por todos los creyentes, que en algunas ocasiones cometen errores, faltas o pecados, y los confiesan a Cristo, y Cristo intercede por ellos y los limpia con Su Sangre de todo pecado; y así los mantiene limpios, y no hay pecado en ellos: son vistos a través de la Sangre de Cristo.
Ahora, ¿cuándo saldrá Cristo del Lugar de Intercesión como Sumo Sacerdote, y se convertirá en el León de la tribu de Judá? Cuando haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador; y eso puede ser en cualquier momento.
Cuando Cristo salga del Trono de Intercesión se convertirá en el León de la tribu de Judá; no en un animal, sino en el León de la tribu de Judá, lo que significa el León de la tribu de Judá, que es Rey de reyes y Señor de señores; y entonces será, estará como el Hijo de David.
Por eso en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.
Lo que significa el León de la tribu de Judá lo es Cristo: el Rey de Reyes y Señor de señores, para hacer Su reclamo de todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa y reinar en esta Tierra sobre todos los seres humanos. Tendrá un Reino de paz por mil años, y luego por toda la eternidad.
Ese Reino crecerá, se extenderá a todas las naciones; y por consiguiente, la paz también se extenderá a todas las naciones; y por consiguiente, las armas de guerras serán convertidas en herramientas de trabajo para la agricultura, la ganadería y demás cosas correspondientes para el bienestar de la familia humana.
Ya no enseñarán más para la guerra; o sea, no se enseñará más para la guerra[3]; entonces, ¿para qué se enseñará? Para la paz; y por consiguiente, para la felicidad del ser humano.
En Apocalipsis, capítulo 5, el anciano lo presenta a Juan como el León; dice Apocalipsis, capítulo 5, verso 5 en adelante:
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono”.
Aquí vemos a Cristo como León de la tribu de Judá; o sea que ya ahí había cambiado de Cordero a León. El anciano dice que es un León, cuando Juan mira ve un Cordero; porque Juan conocía a Cristo como el Cordero de Dios que vino para quitar el pecado del mundo; no lo conocía como León. Ahí lo están presentando
(a Juan) como León de la tribu de Judá, a Cristo presentándose para tomar el Libro de la mano derecha del que está sentado en el Trono.
En Apocalipsis, capítulo 6 en adelante, abre cada uno de los Sellos; en Apocalipsis, capítulo 8, abre el Séptimo Sello; y cuando es abierto en el Cielo el Séptimo Sello, vean lo que sucedió:
“Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora”.
Cada uno de esos Sellos, o lo que está detrás de cada uno de esos Sellos, corresponde a cosas que pasarían en medio de la humanidad. Ya cuando son abiertos cada uno de esos Sellos, se ve lo que significaba cada Sello; y se ve, por consiguiente, la historia de lo que sucedió bajo el cumplimiento de cada Sello; pero cuando es abierto el Séptimo Sello se hizo silencio en el Cielo como por medio hora.
Ahora, recuerden que el Cuarto Sello corresponde al tiempo final; también el Quinto Sello; el Sexto Sello también, que son Moisés y Elías abriendo el Sexto Sello; o sea que el Sexto Sello contendrá la historia de los ministerios de Moisés y Elías con todo lo que habrán llevado a cabo, y con el pueblo, la gente, con las cuales se cumplirá ese sello. Ese sello tendrá un impacto a nivel mundial.
Ahora, el Séptimo Sello contiene el misterio más grande de la Biblia: contiene el misterio de la Segunda Venida de Cristo. Por eso cuando fue abierto en el Cielo hubo silencio como por media hora, para que nadie supiera lo que es el Séptimo Sello y no pudiera ser interrumpido el cumplimiento del Séptimo Sello.
Pero será revelado en la Tercera Etapa, de la cual habló el reverendo William Branham que será cumplida en una Gran Carpa Catedral, donde estará el Ángel del Pacto en esa Columna de Fuego obrando y hablándole al pueblo en la forma que Él acostumbra hacer de edad en edad y de dispensación en dispensación.
El Séptimo Sello es aquello por lo cual Cristo dijo que ni los ángeles saben, ni aun… Él dijo: “Ni aun el Hijo sabe”[4]. Se refiere a la Venida del Señor para el tiempo final. Está contenido ese misterio bajo el Séptimo Sello, pero será revelado a la Iglesia del Señor Jesucristo. Por lo tanto, eso será lo que le dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Así como habló en medio de la Iglesia hebrea bajo la Ley, a través de Sus diferentes profetas mensajeros, de los cuales Juan el Bautista fue el último, y luego apareció el Mesías, Cristo, al cual él le preparó el camino…, el cual también habló por medio de Cristo, y el cual también habló a través de los apóstoles, el cual también habló a través de cada mensajero de cada edad; en este tiempo final estará hablando consecutivamente con esa Voz de Trueno, como cuando un león ruge y siete truenos emitiendo sus voces, hablándole a Su Iglesia en el Día Postrero todo lo que necesita la Iglesia saber para ser transformada y llevada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Son los Truenos la Voz de Cristo tronando, hablando consecutivamente, que le dará la fe a cada creyente en Cristo para ser transformado y llevado con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por eso el reverendo William Branham habló acerca de los Truenos y dijo que los Truenos le darán la fe de rapto a la Iglesia. Página 128 del libro de Los Sellos dice:
“121. Ahora, los Siete Truenos de Apocalipsis permitirán que Él muestre a la Novia cómo prepararse para obtener esa gran fe de traslación”.
Y los Truenos son la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia como León, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. O sea que el cambio de Cordero a León va a ser de grande bendición para todos los creyentes en Cristo, porque van a escuchar a Cristo como León, como Rey, como Hijo de David y como Hijo del Hombre. Por lo tanto, hay una bendición muy grande para los creyentes en Cristo que viven en este tiempo final.
En Apocalipsis, capítulo 17, verso 14, dice… hablando del anticristo y su reino, con los que estarán aliados al anticristo, dice… capítulo 17, verso 11 en adelante, dice:
“La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.
Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.
Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.
Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.
Cuando Cristo cambia de León – de Cordero a León, encontramos que viene una apretura o persecución de la bestia y sus aliados, en contra de Cristo y Su Iglesia; pero Cristo obtendrá la victoria en contra de la bestia y los aliados de ella; porque para ese tiempo Cristo estará como Señor de señores y Rey de reyes. O sea que cambiará de Cordero a León.
Aquí también en Apocalipsis, capítulo 19, verso 11 en adelante, nos muestra a Cristo como Rey, como León; dice:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo”.
“Un nombre escrito que ninguno conocía…”. Él dice en Apocalipsis, capítulo 2, verso 17; y capítulo 3, verso 12; que va a escribir sobre el Vencedor el Nombre de Dios, el Nombre de la Ciudad de Su Dios y Su Nombre Nuevo. O sea, el Nombre Nuevo es el Nombre de Cristo como León, como Rey de reyes y Señor de señores. Nombre que Él solo conoce.
“Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios.
Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos (esa es la Iglesia del Señor Jesucristo viniendo con Cristo en Su Venida).
De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro (la Espada que sale de Su boca es la Palabra creadora de Dios); y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores”.
¿Quién es el Rey de reyes y Señor de señores? El Señor Jesucristo, el cual es el Príncipe de Paz, que se sentará en el Trono de David y reinará sobre Israel y sobre todas las naciones. Su Reino tendrá como capital Jerusalén, y como Distrito Federal todo el territorio de Israel. Allí estará el Trono del Mesías, el Trono de Dios en la Tierra, que es llamado el Trono de David. Allí yo también estaré, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
Porque los creyentes en Cristo son el Gabinete del Reino del Mesías; el Gabinete del Reino del Mesías para gobernar sobre el planeta Tierra completo, siendo miembros del poder ejecutivo, siendo miembros del poder legislativo y siendo miembros del poder judicial.
Recuerden que Cristo es el Juez Supremo, al cual Dios ha puesto por Juez de los vivos y de los muertos[5]; y los creyentes en Cristo son jueces también. San Pablo dice en Primera de Corintios, capítulo 6: “¿No saben que los santos juzgarán al mundo y aun a los ángeles?”. Para juzgar tienen que ser jueces, tienen que pertenecer al poder judicial.
Los creyentes en Cristo con Cristo como Presidente, como la Cabeza, como el Juez Supremo de esa Corte, de ese poder judicial, juzgarán al mundo y aun a los ángeles.
Por lo tanto, la posición que tienen los creyentes en Cristo es la más alta en el Cielo y en la Tierra. Dice la Escritura que “Él nos ha hecho”, no que nosotros nos hicimos: “Él nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes”. Por lo tanto, es algo que estaba en la Mente de Dios desde antes de la fundación del mundo.
En las primeras personas que Él pensó fue en nosotros, por eso son los primogénitos de Dios. Aunque antes de nosotros hayan nacido millones de seres humanos en la Tierra, somos los primogénitos.
Siendo Jesucristo el Rey de Paz, Él es el que traerá la paz permanente a la humanidad. Por eso Elías en su quinta manifestación vendrá proclamando la paz permanente que Cristo traerá a la Tierra en Su Venida y establecimiento de Su Reino Milenial.
¿Y dónde aparecerá Elías en su quinta manifestación? Elías en su cuarta manifestación estaba en medio del cristianismo; por lo tanto, en medio del cristianismo aparecerá nuevamente el ministerio de Elías en su quinta manifestación; y el ministerio de Moisés en su tercera manifestación (si contamos Moisés, Jesús, y el Moisés que tiene que venir en este tiempo final). No será Moisés literal, será otro hombre; y no será Elías literal, sino que será un hombre del tiempo final.
Ese es el orden visto en el Monte de la Transfiguración, mostrando lo que será la Venida del Señor viniendo en Su Reino; y Su Reino es Su Iglesia.
Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final estará esperando Su Venida; y gozosa, recibiendo la Palabra del Señor; y preparándose para la Venida del Señor, cuando Él cambie de Cordero a León, cambie de Sumo Sacerdote a Rey y Juez.
Jesucristo, por consiguiente, es el Rey de Paz. Ese es nuestro Salvador, el que nos trae la paz acá: al alma; y cuando reine literalmente sobre la Tierra traerá la paz a toda la humanidad.
Por cuanto Él está reinando en nuestro corazón, en nuestra alma: ha traído la paz a nuestra alma, a nuestro corazón. “Mi paz os dejo, Mi paz os doy. Yo no la doy como el mundo la da”[6]. No la da como el reino de los gentiles la da; por lo tanto, Él la da al corazón, al alma de la persona; y cuando establezca Su Reino en la Tierra literalmente, trae la paz a todas las naciones.
Que Dios les bendiga; y continúen pasando un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“JESUCRISTO, EL REY DE PAZ”.
[Revisión febrero 2024]
[1] San Juan 1:29
[2] Éxodo 12:1-30
[3] Isaías 2:4
[4] San Mateo 24:36
[5] Hechos 10:42
[6] San Juan 14:27