Muy buenos días, amados y amables amigos y hermanos presentes, y en otras naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos abra las Escrituras y el corazón y la mente para entender y creer la Palabra de Dios. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Feliz cumpleaños para Martín Franco y para todos los que cumplen años hoy.
Reciba mi cordial saludo, senador Mauricio Jaramillo, que está presente hoy con nosotros y que también será candidato a Gobernador del Departamento de Tolima. Le deseo que tenga éxito en sus gestiones políticas.
Para esta ocasión leemos un pasaje bíblico muy conocido, ya que hoy se conmemora la entrada triunfal de Jerusalén, de Jesucristo a Jerusalén como Rey. Leemos en San Mateo, capítulo 21, versos 1 al 11, y dice así la Escritura:
“Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,
diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.
Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó;
y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.
Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?
Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: “JESÚS ENTRANDO A JERUSALÉN, COMO ESTABA ESCRITO.”
La Escritura dice que todo esto aconteció para que se cumpliese la Escritura, lo que estaba escrito por los profetas de Dios. Allí estaba cumpliéndose lo que había sido prometido que acontecería para aquel tiempo en Jerusalén; y también estaba prometido, profetizado que lo rechazarían, rechazarían al que estaban esperando.
Pero Jesucristo sabía que eso iba a suceder, porque Él vino para buscar y salvar lo que se había perdido; y la única forma en que podía salvar era muriendo, para lo cual tenía que ser rechazado; porque si lo reconocían, nunca iban a condenarlo a muerte.
Él vino para morir; para lo cual tenía que tomar nuestros pecados y así hacerse mortal; porque Él no podía morir porque no tenía pecados, porque para morir tenía que tener pecado, porque la paga del pecado es la muerte.
Y Jesús vino sin pecado, como había venido Adán allá miles de años atrás; pero cuando pecó, entonces dice la Escritura que entró la muerte a la raza humana por Adán. Adán podía continuar viviendo por toda la eternidad si no pecaba, así le dijo Dios cuando le dijo que no comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que lo hiciera, ese día moriría, entraría la muerte a Adán y a su descendencia.
O sea, que la única forma y causa por la cual Adán se haría mortal, sería si pecaba; y la única forma en que Cristo se haría mortal, sería teniendo pecado. Pero Él no tenía pecado; por lo cual, todo el pecado de la raza humana fue colocado sobre Él, se hizo pecado por nosotros, tomando nuestros pecados y siendo nuestro representante para morir en nuestro lugar, y así libertarnos del pecado y de la muerte.
El único que podía salvar la humanidad era una persona que no tuviera pecado, porque otro pecador no lo podía hacer. Para lo cual tenía que venir un hombre sin pecado (el cual ya sabemos que es Jesucristo) y tomar nuestros pecados, y hacerse mortal y morir en lugar nuestro, para que nosotros podamos vivir eternamente en el Reino de Dios.
Todo el Programa Divino pasa por un proceso divino, el cual Dios diseñó para redimir al ser humano. El mismo Cristo dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” (San Juan, capítulo 12, verso 24).
O sea, que si Cristo no moría, no estaríamos nosotros aquí; porque todos los seres humanos tenían que morir por sus pecados el día que Jesucristo murió; y Jesucristo estaría viviendo en el cuerpo que tenía, pero solo, en este planeta Tierra.
¿Cómo se sentiría usted si tuviera el planeta Tierra completo y estuviera solo?, ¿de qué le serviría? De nada. Porque el ser humano fue creado para tener confraternidad con las demás personas, para compartir su vida aquí en la Tierra. A nadie le gusta la soledad por mucho rato. Por lo tanto, podemos ver que a Cristo tampoco.
¿De qué le valdría a Cristo continuar viviendo en el cuerpo que tenía y no poder hablar con alguna persona? De nada serviría para Él haber venido a la Tierra. Pero Él dice que Él vino para poner Su vida por nosotros, o sea, que Él vino con una misión ya determinada de Dios; y el único que entendía el propósito de Su Venida era Él mismo.
Los mismos apóstoles del Señor Jesús entendían menos de lo que ustedes entienden en la actualidad, porque ya ustedes conocen la historia; ellos no conocían la historia todavía, de aquel propósito divino por el cual Jesucristo vino a la Tierra; aunque Él les habló de ese propósito divino, pero ellos no comprendían.
Por ejemplo, tenemos la Escritura que nos dice en San Juan, capítulo 10, versos 14 en adelante:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas…”
Recuerden que esas ovejas son los hijos e hijas de Dios que luego vendrían a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.
“…y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.”
Ya esta aquí diciéndoles que Él va poner Su vida por las ovejas, va a poner Su vida en Sacrificio de Expiación por las ovejas. Aun cuando Juan el Bautista en un ocasión allá en San Juan, capítulo 1, versos 27 en adelante, cuando Juan bautizaba, predicaba y bautizaba en el Jordán, vean lo que dice acerca de Jesús: Capítulo 1 de San Juan, verso 35 en adelante, dice:
“El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.”
O sea, que lo identificó como el Cordero de Dios; y siendo el Cordero de Dios, vino para hacer el Sacrificio del cordero pascual que se conmemoraba de acuerdo a como fue efectuado allá en Egipto en favor de los primogénitos del pueblo hebreo.
En el verso 29 de este mismo capítulo 1, dice:
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
O sea, que Juan el Bautista sí sabía que Cristo iba a efectuar el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Y por eso toda persona es responsable, no del pecado de Adán y Eva, ni del pecado de otras personas, es responsable por sí misma, y por consiguiente por sus pecados. Pero Cristo quita el pecado de todo aquel que lo recibe como su Salvador y es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en él el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Dios. Y el Reino de Dios no es terrenal, es celestial; por lo tanto, ha nacido del Cielo y ahora es ciudadano celestial, su ciudadanía está en los Cielos, su ciudadanía como una nueva criatura; aunque conserva la ciudadanía terrenal pero es ciudadano celestial, con todos los derechos que le corresponden como ciudadano del Reino de Dios; es heredero de Dios y coheredero con Cristo nuestro Salvador.
Por eso la promesa para todos los creyentes en Cristo es que serán reyes, sacerdotes y jueces en el Reino de Dios. En ese Reino Milenial ya Cristo ha establecido cuáles serán las posiciones que ocuparán las personas en Su Reino.
Por ejemplo, tenemos a los apóstoles a los cuales Cristo dijo: “Vosotros os sentareis en doce tronos y juzgaremos a los doce tribus de Israel.” [San Juan 19:28] Ya ellos saben qué posición van a tener en el Reino del Mesías cuando sea establecido en la Tierra.
Por lo tanto, los creyentes en Cristo siendo personas del Reino celestial por medio del nuevo nacimiento que produce Cristo en las personas, tienen una herencia grande en el Reino de Dios; y por lo tanto, en el Reino del Mesías, cuando sea establecido en la Tierra, estarán en la posición más alta que una persona podrá estar en el Reino del Mesías; pertenecerán a la Realeza.
Y en un reino esa es la clase más alta que hay: el rey, la reina y sus hijos. Después vienen las otras esferas del reino, en donde otras personas importantes también ocupan esas posiciones; pero la realeza solamente corresponde al rey, la reina y sus hijos; y por consiguiente, los nietos también, a medida que van apareciendo. Ahora, esa es la posición de Cristo, Su Iglesia y todos los que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ahora, el que Cristo entrara a Jerusalén en un burrito o pollino en el cual nadie se había montado, esto también muestra que Jesucristo no era una persona gruesa y grande; porque un pollino donde nadie se ha montado todavía, si una persona pesa 100 o 150 kilos, 200 o 300 libras, no podría entrar a Jerusalén el burrito. En el mismo lugar donde se montaba la persona ahí se quedaba.
Pero conforme a lo que han dicho conocedores de este tema, y sobre todo el reverendo William Branham, Jesucristo pesaba unas 135 libras, o sea, menos de 65 kilos, y medía unas 63 más o menos… 1.63, que eso sería un poquito más alto que yo, pero más delgado que yo. O sea, que el burrito, el pollino, iba cómodo con su jinete.
Es que el que una persona sea grande no significa que sea alto o bajito, porque la grandeza está dentro de la persona. Y Cristo era ese tipo de persona: una persona sencilla que estuvo en la carpintería, obrero de la construcción, trabajando en la carpintería con José (era su oficio); y luego cuando le tocó comenzar su ministerio a los 29 años y medio, porque la Escritura dice que era de alrededor o cerca de – como de 30 años cuando comenzó.
Cuando fue bautizado por Juan el Bautista y comenzó luego Su ministerio, Cristo, vean ustedes, no aparentaba ser el que ellos esperaban; porque ellos habían tenido reyes como Saúl, un hombre digamos de dos metros de alto o quizás más; pero vean, era alto, valiente; pero cuando apareció Goliat ahí se le quitó la valentía, y vino un jovencito llamado David y enfrentó a Goliat. Ese era grande: David, no le tuvo miedo a Goliat y lo venció. Después se puso celoso Saúl porque entonces todas las jóvenes comenzaron a cantar: “Saúl venció los miles, y David los diez miles.” Y entonces Saúl dice: “Lo único que falta es que le den el trono.” Ya se puso celoso. Pero nunca debe haber celo cuando una persona lucha y obtiene la victoria en favor de su pueblo.
David es tipo y figura del Mesías, de Cristo; en David se reflejó Cristo porque el Espíritu de Cristo estaba en David, la fuerza de David venía de Dios; como la de Sansón, tampoco dice la Escritura que era un hombre alto, sino un hombre que había sido prometido a Manoa y su esposa, el cual fue uno de los jueces de Israel, pero cuando el Espíritu de Dios venía sobre él, era el hombre mas fuerte del planeta Tierra. En una ocasión mató unos mil soldados con una quijada de asno, pero era el Espíritu de Dios en él llevando a cabo esa labor.
Ahora, en todos los profetas y jueces, y en Moisés, y en José el hijo de Jacob, Cristo se reflejó; por eso encontramos en la historia bíblica los tipos y figuras del Mesías. Hasta que llegó el Mesías, y era el hombre más sencillo de todos; a tal grado que Él mismo dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” Era una persona sencilla, que compartía con las demás personas, con los pescadores, con los agricultores, con las personas pobres, con todos, también compartía con los ricos; o sea, que Él era amigo para todos los seres humanos, porque Él vino para ser el que buscaría y salvaría las ovejas que el Padre le dio para que las buscara y las salvara.
Vean, Él era el líder donde estaba el Espíritu de Dios para llevar a cabo la Obra de Redención, la Obra que salvaría al ser humano.
Algunas personas no han comprendido todavía, que estamos viviendo porque un hombre murió dos mil años atrás en la Cruz del Calvario, tomando y llevando nuestros pecados, y por consiguiente murió en lugar nuestro.
Ahora, vean el porqué fue rechazado Cristo miles de años – alrededor de dos mil años atrás, allá en Jerusalén; siendo el Rey, el Hijo de David, descendiente del rey David, heredero al Trono de David, del cual el Ángel Gabriel dijo que Dios le daría el Trono de David. San Lucas, capítulo 1, versos 26 al 36. Vamos a ver lo que le dijo el Ángel Gabriel a la virgen María, en San Lucas, capítulo 1, versos 30 en adelante, dice:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Esa es la promesa dada a la virgen María acerca del hijo que ella iba tener. Sería Emanuel, lo cual significa: Dios con nosotros, porque Dios estaba en Él en toda Su plenitud. Por eso Él dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; no queréis venir a mí para que tengáis vida eterna.” Eso esta en San Juan, capítulo 5… San Juan, capítulo 5, versos 39 al 40: “…y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”
El que no quiere venir a Cristo, recibiéndolo como Salvador, pues no quiere tener vida eterna; tan sencillo como eso; y por consiguiente, no puede esperar que después Cristo le dé vida eterna si no recibe a Cristo como su Salvador.
Alguna persona puede decir: “Yo no sabía que eso era así.” Pues es bueno que lo sepa, para que sepa lo que tiene que hacer para tener la vida eterna. Primera de Juan, capítulo 5 verso 10 al 13, dice: “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, tiene la vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios (a Jesucristo) no tiene la vida (no tiene esa vida eterna).”
Por lo tanto, no puede hacer planes imaginarios de que va vivir eternamente, pues el que no cree en Cristo sabe que no va a vivir eternamente, piensa que esta vida que vivimos en la Tierra es la única vida, y que después que se muere ya se acaba todo. No. Cuando la persona muere, sigue viviendo.
Y es raro decir que cuando la persona muere sigue viviendo; es porque lo que muere es su cuerpo físico, que es su habitación o casa terrenal, pero la persona es alma, espíritu y cuerpo; por lo tanto, lo que murió fue su cuerpo físico, y sigue viviendo en otra dimensión en el cuerpo espiritual (que es parecido a nuestro cuerpo físico, pero de otra dimensión); y la persona va a la dimensión que le corresponde: Si es un creyente en Cristo, va al Paraíso, que es la sexta dimensión, la dimensión de los ángeles, y sigue viviendo allá en el cuerpo espiritual, que es joven; o sea, que estará como cuando estaba en los años de su juventud, de 18 a 21 años de edad; y desde allá mira hacia acá, y ve a los creyentes en Cristo en sus actividades, cantando a Dios, adorando a Dios, orando a Dios y escuchando la Palabra de Dios.
Es importante entender estas cosas, para que sepamos por qué toda persona necesita recibir a Cristo como Salvador, si es que quiere vivir eternamente.
Recuerde que la decisión más grande que una persona hace es recibir a Cristo como Salvador, porque es la única decisión en su vida que coloca a la persona en la vida eterna, con Cristo en Su Reino eterno. Y lo tiene que hacer mientras vive esta vida terrenal; después ya no hay oportunidad si no lo recibió como Salvador.
Le pasa como al hombre rico de la parábola que Cristo dio, que después despertó —dice Cristo— allá en el infierno, y pedía el dedo mojado en agua, de Lázaro; y ni eso le fue concedido. Quería que Lázaro, que estaba en el Paraíso, en el Seno de Abraham, fuera con su dedo mojado en agua. Y le dijeron – Abraham le dijo que no, los que estaban en el Paraíso, donde estaba Abraham, no podían pasar de allí a donde el hombre rico estaba, ni los que estaban donde estaba el hombre rico podían pasar al Paraíso; un precipicio muy grande los separaba.
Luego él quiso que Abraham enviara a Lázaro a la Tierra para que les hablara a sus hermanos que él tenía, para que sus hermanos no fueran a ese lugar, sino que arreglaran sus vidas con Dios para que no fueran al lugar donde el hombre rico fue, al infierno, sino que fueran al Seno de Abraham, al Paraíso. Pero también le fue dicho que no, le fue dicho por Abraham: “Si alguno de los muertos se levanta, tampoco creerán.” [San Lucas 16:19-31]
Miren, la evidencia está en que Cristo murió y resucitó, y más de la mitad de la humanidad no cree en Cristo; y Cristo está sentado en el Trono celestial de Dios como Rey; por eso Él dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” (San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20).
Por lo tanto, la Escritura la tenemos que nos habla de todas estas cosas. Abraham les dijo: “A Moisés y a los profetas tienen; que crean en ellos.” O sea, creer en lo que Dios ha hablado por medio de Sus instrumentos, lo cual está escrito en Su Palabra.
El mismo Cristo en una ocasión dijo que las Escrituras daban testimonio de Él. “Escudriñad las escrituras porque ellas son las que dan testimonio de mí,” dice Cristo. [San Juan 5:39]
Y las Escrituras estaban dando testimonio de Cristo, de que el Mesías, el Rey de Israel, entraría a Jerusalén en un burrito, hijo de animal de carga. O sea, que estaba siendo vivificada, siendo hecha realidad, siendo cumplida la Palabra profética dada por Dios a través de los profetas; de los profetas como Zacarías, capítulo 9, verso 9, y también los Salmos… en los Salmos también y en Isaías.
Todo lo que Dios ha hecho está basado en la Palabra profética; por lo tanto, la historia de la humanidad es la historia del cumplimiento de la Palabra profética de parte de Dios para la raza humana. Por eso la Biblia es el libro más importante que tiene la humanidad; es el pensamiento divino expresado por el Espíritu de Dios a través de los profetas que Él ha enviado a través de la historia de la raza humana; y todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará, será cumpliendo lo que Él ha prometido.
Ahora, esta entrada de Cristo a Jerusalén, Él sabía que lo iban a rechazar, Él sabía lo que vendría después, Él sabía que sería crucificado, moriría por las ovejas que el Padre le dio para que las buscara y les diera vida eterna.
Podemos pensar en cuál sería la forma de pensar de Jesucristo sabiendo todas esas cosas por las cuales Él tenía que pasar, y comprendiendo que Sus discípulos no entendían.
En una ocasión Jesús le dice a Sus discípulos que le convenía… que tenía subir a Jerusalén y que el Hijo del Hombre sería tomado preso, juzgado y condenado, y crucificado, y Pedro le dice: “No te ocurra tal cosa a ti.” Como piensa cualquier persona, que si otra persona le dice: “Mira, cuando vayas a tal lugar, hay peligro de muerte, no vayas allá.” Eso le está diciendo Pedro, porque Cristo le está diciendo que va a morir allá. Y Cristo le dice: “¡Apártate de mí!” Lo llama hasta Satanás. Pero era que Satanás no quería que Cristo efectuará el Sacrificio de Expiación.
También Cristo dice: “¿Y cómo se cumplirán las Escrituras?” Cristo vino para cumplir lo que estaba prometido que el Mesías-Príncipe llevaría a cabo. De lo que Cristo hiciera, dependía nuestro futuro; y gracias a Dios, porque Él cumplió lo que estaba escrito de Él.
Y cualquier persona que escuche que le damos gracias a Dios por la muerte de Cristo, diría: “Pero ¿cómo van a estar contentos, felices por la muerte de Cristo?” Porque Él llevó nuestros pecados y así nos redimió; y lo otro: Cristo resucitó; está vivo y está en el Cielo sentado en el Trono de Dios, como Él dijo, que el Hijo del Hombre se sentaría a la diestra de Dios en el Cielo. O sea, que no hay sentimiento de tristeza por el hecho de que Cristo haya muerto en la Cruz del Calvario, sino de alegría, porque estaba muriendo por nosotros pero luego resucitaría glorificado. Y que está sentado en el Trono, eso Él mismo lo dice en Apocalipsis, capítulo 3, verso 20 al 21, donde dice:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
¿Ve? Y Él lo había dicho, que Él se sentaría con el Padre en el Trono. Por lo tanto, estamos felices de que Cristo en Su entrada triunfal allí como Rey, fuera rechazado. Si no era rechazado, Él estuviera viviendo todavía en Su cuerpo físico pero solo, porque todos los demás seres humanos tenían que morir.
Eso es lo que dice en la parábola del grano de trigo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva (muchos hijos e hijas de Dios).” [San Juan 12:24] Porque el Día de Pentecostés nació la planta de trigo, que es Su Iglesia, y a través de Su Iglesia ha estado llevando a cabo el nuevo nacimiento de millones de seres humanos. Eso es el grano de trigo reproduciéndose a través de la planta de trigo (Su Iglesia), en muchos granos de trigo, muchos hijos e hijas de Dios.
Usted y yo somos granos de trigo, y Cristo es la semilla que fue sembrada; y por eso si Él es el Hijo de Dios, todos los que nacen en la planta de trigo, la Iglesia, son hijos e hijas de Dios; son las ovejas del Padre que le fueron dadas a Cristo para que las buscara.
Así que la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén tenía un propósito divino, el cual fue cumplido; y luego Dios se tornaría a los gentiles para llamar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre. Por eso los gentiles, todas las naciones, han tenido la oportunidad por dos mil años, de obtener la redención y vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador.
Ya Él realizó la Obra, luego falta que las personas lo acepten como su Salvador; ya Él realizó el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, ya la Salvación Él la realizó allá, por eso Él dice: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16] Tan sencillo como eso.
O sea, que la persona no tiene muchas opciones, solamente una de dos: o cree, para ser salvo y vivir eternamente; o no cree, para ser condenado y dejar de existir por toda la eternidad.
Tan sencillo que Dios ha hecho el Programa de Salvación y vida eterna para todas las personas, para que el pobre y el rico estén al mismo nivel, para que el que estudió y no ha estudiado, estén al mismo nivel.
Porque no es por sabiduría humana, sino por la fe en Cristo al escuchar la Palabra, el Evangelio de Cristo, que nace la fe de Cristo en nuestra alma, lo recibimos como nuestro Salvador, somos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento; y así somos colocados en el Reino de Dios; y por consiguiente, hemos asegurado nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, el cual está sentado en el Trono del Padre, y por consiguiente, toda la Creación está sujeta a Él.
Por eso Él dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y la Tierra.” [San Mateo 28:18] Los arcángeles, ángeles, serafines, todas las huestes celestiales están sujetas a Cristo. Él es el Rey de los Cielos y de la Tierra.
Y vean, la persona más importante, no solamente de la Tierra, sino del Cielo, entró a Jerusalén y fue rechazado. Pero, ¿saben ustedes una cosa? Que viene un momento importante en el Programa Divino, que ese ciclo divino en el cual Él entró a Jerusalén, se va a repetir.
El mismo Cristo hablando, dice en San Mateo, capítulo 23, verso 37 al 39:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
Y eso es en la Segunda Venida de Cristo, que el pueblo hebreo le va dar la bienvenida; pero el pueblo hebreo, por cuanto no se dio cuenta que aquella era la Venida del Mesías que ellos estaban esperando, la Segunda Venida de Cristo para los judíos será aparentemente la Primera Venida, porque ellos no reconocieron la Primera Venida de Cristo; pero la van a reconocer.
Y la Venida de Cristo, Su Segunda Venida, la Iglesia del Señor Jesucristo la está esperando. Y la Venida de Cristo será como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, viniendo por Su Iglesia y a Su Iglesia; y cuando los judíos lo vean a Él viniendo por Su Iglesia, dirán: “Este es el que nosotros estamos esperando.”
O sea, que la Venida del Señor para el Día Postrero será a la Iglesia del Señor Jesucristo; vendrá con los muertos creyentes en Él para resucitarlos en cuerpos glorificados y jóvenes para toda la eternidad, y para transformar a todos los creyentes en Cristo que estarán viviendo en este tiempo final; y entonces obtendremos así la inmortalidad, la juventud eterna, porque Cristo es la Fuente de la Juventud, la Fuente de la Vida Eterna, Él es el Árbol de la Vida.
Jesucristo está tan joven como cuando subió al Cielo, representa de 18 a 21 años, que es la flor de la juventud. Así van a estar todos los creyentes en Cristo que murieron, cuando sean resucitados en cuerpos glorificados, y los que vivimos cuando seamos transformados; estaremos jóvenes, representando de 18 a 21 años de edad.
Todo eso es para los creyentes en Cristo, todo esto lo recibirán, y muchas otras cosas que corresponden a la herencia de los hijos de Dios en el Reino de Dios. O sea, que hay grandes bendiciones para todos los creyentes en Cristo nuestro Salvador.
Mientras estamos en estos cuerpos pasamos por etapas difíciles, pero son etapas en las cuales somos probados, es probada nuestra fe, y son etapas en donde nos agarramos más de Cristo nuestro Salvador; así como Jacob cuando estuvo en una etapa difícil, que se tenía que encontrar con su hermano Esaú, se agarró bien del Ángel de Dios, del Ángel del Pacto que le apareció.
¿Saben que ese Ángel del Pacto era Jesucristo en Su cuerpo angelical? Cristo en Su cuerpo angelical es el Ángel del Pacto que le apareció a Jacob, que le apareció a Abraham, que le apareció a Moisés y que le apareció a los diferentes profetas. Por eso es que Cristo decía: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” ¿Cómo era antes de Abraham? Era el Ángel del Pacto.
Por eso la promesa de la Venida del Señor a la Tierra, en Malaquías, capítulo 3, es la Venida del Ángel del Pacto a Israel; para lo cual envió un mensajero precursor que le preparara el camino, el cual fue Juan el Bautista. Jesucristo es la persona más importante, más grande de los Cielos y de la Tierra, es el Rey de los Cielos y de la Tierra.
Por lo tanto, cuando recibimos a Cristo como Salvador y luego cuando ya estamos en el Cuerpo Místico de Cristo, le servimos con toda nuestra alma, sabiendo que Él es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y el Rey de nuestra alma, de nuestro corazón.
Y el Trono de Cristo en la actualidad en la Tierra, ¿dónde está? Acá: en el corazón, en el alma de cada creyente en Cristo; y luego en el Reino Milenial también estará en medio del pueblo hebreo, en el Trono de David, que es el Trono terrenal de Dios; y el Reino terrenal de Dios es el Reino de David.
Por lo tanto, la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén estaba escrita en las profecías bíblicas; y la Segunda Venida de Cristo también está escrita en la Biblia. Y hay más Escrituras que hablan de la Segunda Venida de Cristo, que de la Primera Venida de Cristo.
Y es la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual está esperando la Segunda Venida de Cristo; y los judíos están esperando la Venida del Mesías también. Recuerden que Cristo, el Mesías, el Ungido, es lo mismo. El Cristo significa: el ungido con el Espíritu de Dios, el Señor, el Ungido, el Cristo, el Mesías.
Dos pueblos están esperando la Venida del Mesías: Israel… Y recuerden que el que bendiga a Israel, será bendito; el que lo maldiga, será maldito. Tan sencillo como eso.
Y no es un asunto para razonarlo, Dios ya lo dijo y así es. Y quien se levanta contra el pueblo hebreo, aunque diga que tiene razones para hacerlo, tiene su maldición asegurada, no importa quien sea; y el que lo bendiga, tiene su bendición asegurada.
Y por cuanto San Pablo dice que todos los creyentes en Cristo son hijos de Abraham, los que bendigan a la Iglesia del Señor Jesucristo, serán benditos; los que ayuden a la Iglesia del Señor Jesucristo, serán benditos. Los que maldigan a la Iglesia del Señor Jesucristo, los que obren en contra de la Iglesia del Señor Jesucristo, serán malditos. Tan sencillo como eso.
Por eso dice que le sería mejor, a cualquiera que se levante contra uno de estos pequeñitos, que se amarre una piedra de molino y se tire al mar [San Mateo 18:6]. Así es la situación delante de Dios para los que se colocan en contra del pueblo hebreo, del Israel literal, y de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es Israel celestial o espiritual. Y también la condición para los que se levantan en contra de Israel literal o del Israel espiritual, es de juicio, de maldición.
Es importante conocer las bendiciones que fueron habladas en el monte Gerizim, allá cuando el pueblo hebreo entró a la tierra prometida en el tiempo de José, y las maldiciones que fueron habladas allá en el monte Ebal, porque esas son las bendiciones que son dadas al Israel terrenal y al Israel celestial; y también las maldiciones que fueron habladas en el monte Ebal, son las que vienen sobre los que se levanten en contra de Israel o en contra de la Iglesia del Señor Jesucristo. Tan sencillo como eso.
Y si quieren tener un ejemplo, miren lo que le pasó a Egipto en el tiempo de Moisés, las plagas vinieron sobre el pueblo egipcio.
Con Dios no se juega, y a Dios nadie lo puede convencer de que haga en otra forma.
¿Quién le enseñó a Dios?, ¿quién fue su consejero? Nadie. Ahora, Él es nuestro Consejero. Él es el que nos enseña por medio de Su Espíritu a través de Sus diferentes profetas que ha enviado de etapa en etapa; y aquí tenemos las enseñanzas de Dios, el pensamiento de Dios expresado en letra. Por eso la Biblia es el libro más importante, es el libro de Dios que contiene el pensamiento divino.
“JESÚS ENTRANDO A JERUSALÉN.”
Ya vimos que hay una promesa de que se volverá a cumplir esa promesa. Se cumplirá viniendo a Su Iglesia en el Día Postrero, y luego Israel lo verá y dirá: “Este es el que nosotros estamos esperando.” Y dirán: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”
Así será porque así está escrito; y eso será nuevamente JESÚS ENTRANDO A JERUSALÉN, COMO ESTÁ ESCRITO.
Recuerden que la Iglesia del Señor Jesucristo es también representada en Jerusalén; por eso es llamada también Jerusalén la celestial, y también el monte de Sión.
La entrada triunfal a Jerusalén celestial en el Día Postrero, será para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Por eso tenemos que estar con nuestras vidas bien arregladas y bien agarrados de Cristo nuestro Salvador, esperando nuestra redención física, que será la glorificación, la transformación de nuestros cuerpos; en donde obtendremos la inmortalidad, obtendremos la juventud eterna y obtendremos la herencia celestial y terrenal, que nos corresponde como herederos de Dios y coherederos con Cristo nuestro Salvador.
Cuando Cristo complete Su Iglesia cambiará de Cordero a León, de Sumo Sacerdote a Rey y a Juez. Por lo tanto, es importante que aprovechen el tiempo en que estamos viviendo, antes que Cristo salga del Trono de Intercesión, porque después no habrá oportunidad de salvación.
Por lo tanto, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, para decirle a Cristo: “Haz Tu entrada triunfal acá, en mi corazón.” Será un triunfo para Cristo entrar al alma, al corazón de cada persona.
Por lo cual, puede pasar al frente y estaremos orando por usted, los que están aquí presentes, y también los que están en otras naciones pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo único y suficiente Salvador.
Recuerde que lo más importante es la vida eterna. Si esta vida terrenal es tan importante, ¡cuánto más la vida eterna! Esta vida terrenal aunque tiene muchas dificultades la amamos, y le damos gracias a Dios por esta vida terrenal que nos ha dado. Esta vida que nos ha dado es para que nosotros hagamos contacto con Cristo y obtengamos la vida eterna, que Él es el único que puede otorgarle al ser humano, porque Él es el que tiene la exclusividad de la vida eterna.
No hay otra persona que pueda darle vida eterna a los demás seres humanos, solamente hay uno, y Su Nombre es: Señor Jesucristo.
Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo los que están presentes y los que están en otras naciones. Recuerden que la oportunidad de recibir a Cristo es la oportunidad única que tenemos mientras vivimos en la Tierra para confirmar nuestro lugar en la vida eterna con Cristo nuestro Salvador, para así vivir eternamente con Él en Su Reino.
Recuerden que el reino terrenal va a ser quitado y va a ser establecido en la Tierra el Reino de Cristo, el Reino del Mesías, que es llamado también el Reino de David, que será restaurado.
San Juan, capítulo 5, verso 21, dice: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.” Y Él quiere darle Vida a todos ustedes, vida eterna.
Recuerden que estamos viviendo en un mundo que perdió la vida eterna en el tiempo de Adán y Eva; y cuando recibimos a Cristo, somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos da Su Espíritu; eso es una resurrección espiritual. Por eso en Efesios, capítulo 5, verso 14 y 15, dice San Pablo: “Levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.”
¿Él nos dará qué? Vida, vida eterna. Es una resurrección más importante que la resurrección física que pueda sucederle a una persona; porque una resurrección física luego la persona vuelve a morir, pero la resurrección espiritual es una resurrección a vida eterna.
En las demás ciudades y demás países pueden continuar viniendo también a los Pies de Cristo nuestro Salvador, para que Cristo les dé vida eterna.
Cuando recibimos a Cristo, la angustia existencial se va. ¿Por qué? Porque la angustia existencial es a causa de que la persona no sabe de dónde vino, no sabe por qué está aquí en la Tierra y no sabe a dónde va cuando muera físicamente. Pero el creyente en Cristo sabe que ha venido de la eternidad, del Reino de Dios; ha venido, por consiguiente, de Dios; y está aquí con un propósito de obtener la redención por medio de Cristo, y así obtener la vida eterna; y si muere físicamente, sabe que va al Paraíso y que en la Venida de Cristo vendrá con Cristo, y será resucitado en un cuerpo glorificado y eterno y joven para toda la eternidad; y si continúa viviendo aquí hasta que se cumpla la Segunda Venida de Cristo, sabemos que seremos transformados; y entonces seremos jóvenes, representando de 18 a 21 años de edad para toda la eternidad.
Esas son promesas que están escritas en la Palabra del Señor. Por eso nuestra fe y esperanza está en Cristo y Su Palabra. Así es como Dios hará en nuestro tiempo: como hizo en tiempos pasados, cumpliendo lo que estaba prometido para aquellos tiempos.
Para nuestro tiempo Él estará cumpliendo lo que Él ha prometido para el Día Postrero, para el día final, para el tiempo final; para este tiempo es que hay más bendiciones para los creyentes en Cristo nuestro Salvador. Para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Recuerden que lo más importante es… En la vida lo más importante es la Vida, la vida eterna es lo más importante que hay para los seres humanos; y solamente Él podemos obtener por medio de Cristo nuestro Salvador, el cual tiene la exclusividad de la vida eterna. De eso fue que les cité en Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13. La buena noticia es que tenemos vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador.
Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, para lo cual vamos a estar puestos en pie. Los niños también de 10 años en adelante pueden venir a los Pies de Cristo. Y recuerde que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de los Cielos.” [San Mateo 19:14]
Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados.
Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbeles en Tu Reino, te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración los que están viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos; y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Redentor, un Salvador. Reconozco, Señor, que Te necesito. Doy testimonio de Tu fe en mí y de mi fe en Ti.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo, Señor, en Tu Reino. ¡Sálvame, Señor! Haz una realidad la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario, hazla una realidad en mí. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Ahora, los que han venido a los Pies de Cristo preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Porque Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16]
Recordamos el Día de Pentecostés cuando fueron bautizados con Espíritu Santo y Fuego 120 creyentes en Cristo; y luego San Pedro predicó, y preguntaron los que escucharon (que eran como tres mil personas): “¿Qué haremos?” Pedro les dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo.”
Y desde ese día Cristo empezó también a bautizar con Espíritu Santo y Fuego a todos los que lo recibían como su único y suficiente Salvador; y así ha sido a través de la historia del cristianismo, a través de la historia del Evangelio. Y todavía sigue haciéndose en la misma forma: Todos los que reciben a Cristo como Salvador, luego son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo se encarga luego de bautizarlo con Espíritu Santo y Fuego, y producir en la persona el nuevo nacimiento; y así nace en el Reino de Dios, nace de nuevo.
Recuerden que no hay forma de entrar al Reino de Dios si no nace de nuevo, como dijo Cristo a Nicodemo en el capítulo 3, verso 1 de San Juan… versos 1 al 6. Y le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Nacer del agua es nacer del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo; así es como se nace en el Reino de Dios, así es como se entra al Reino de Dios.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Ustedes le han dado la bienvenida a Cristo. Cristo entrando al corazón, al alma, de cada uno de ustedes para reinar en su corazón, en su vida, y dirigirlos siempre en el Camino de Dios.
Dejo con ustedes al reverendo Alejandro Sarria para que les indique qué hacer y cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“JESÚS ENTRANDO A JERUSALÉN, COMO ESTÁ ESCRITO.”