La Bendición de Melquisedec

Muy buenas tardes, amables amigos y hermanos aquí en Zepita, el Puno, Perú. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes, para compartir unos momentos de compañerismo alrededor del Programa de Dios correspondiente a este tiempo final para los países latinoamericanos y caribeños, en donde Dios tiene muchos hijos; porque Dios ha colocado en la América Latina y el Caribe, hijos e hijas de Dios para vivir en este hermoso territorio que Dios ha creado, donde LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC viene en este tiempo final.

Reciban mis saludos todos los ciudadanos de este hermoso territorio de Zepita, y las autoridades municipales y gubernamentales. Que Dios les bendiga grandemente, y llene este territorio de Su bendición, Melquisedec, el Rey de Salem y Sacerdote del Dios Altísimo, el cual bendijo a Abraham y por consiguiente a su simiente que estaba en él. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Quiero leer en el Génesis, capítulo 14, versos 17 en adelante, cuando Abraham regresaba de la batalla habiendo obtenido la victoria y habiendo recuperado, libertado, a Lot y su familia y a los habitantes de Sodoma que habían sido llevados cautivos. Ahora, dice:

“Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey.

Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino;

y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra;

y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.

Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes.

Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra,

que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram;

excepto solamente lo que comieron los jóvenes, y la parte de los varones que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los cuales tomarán su parte”.

Aquí podemos ver a Melquisedec apareciéndole a Abraham y bendiciendo a Abraham.

Algunas personas se han preguntado: “¿Y quién es este Melquisedec que le apareció a Abraham, el cual es Sacerdote del Dios Altísimo?”; y del cual San Pablo también nos habla, diciendo en el capítulo 7 de Hebreos:

“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,

a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;

sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”.

Ahora, ¿quién es este personaje que permanece como Sumo Sacerdote para siempre en el Templo de Dios en el Cielo? Este personaje es el Señor Jesucristo. Y por eso es que, conforme al Orden del Templo que está en el Cielo, Dios ordenó al profeta Moisés construir un templo aquí en la Tierra y ordenó colocar un orden sacerdotal, que es tipo y figura del Orden Sacerdotal del Templo que está en el Cielo; o sea que el orden sacerdotal de Leví viene a ser tipo y figura del Orden Sacerdotal de Melquisedec del Templo que está en el Cielo.

De ese orden sacerdotal de Leví, Aarón fue el primer sumo sacerdote, y con él hubo muchos sacerdotes que ministraban; pero el sumo sacerdote era Aarón y era el único que podía entrar al lugar santísimo del templo que Moisés había construido.

En el lugar santísimo estaba el arca del pacto; estaban dentro del arca del pacto las tablas de la Ley, el maná que ordenó Dios a Moisés que recogiera y colocara en una vasija de oro, y estaba allí la vara de Aarón que reverdeció; y sobre el arca del pacto estaba el propiciatorio, que es la tapa que cubre el propiciatorio.

Ese propiciatorio fue hecho de oro puro; y en ese propiciatorio (hecho de la misma pieza de oro) estaban dos querubines de oro, uno a cada lado; y en medio de esos querubines de oro, ahí sobre el propiciatorio, estaba la presencia de Dios, ahí estaba Dios en la luz de la Shekinah, en esa luz mística, y desde ahí se manifestaba Dios; Dios de ahí le hablaba también al profeta Moisés, conforme a como Dios le dijo en el capítulo 25 y verso 21 al 22, donde dice, del Éxodo:

“Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré.

Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel”.

Dios estando sobre el propiciatorio, en medio de los querubines de oro, se manifestaba allí y le hablaba al profeta Moisés.

El sumo sacerdote una vez al año entraba a ese lugar, pero Moisés entraba en todo momento que fuese necesario, porque él era el profeta mensajero de aquella nueva dispensación, la Dispensación de la Ley; y por medio del profeta Moisés, Dios le dio la Ley al pueblo hebreo.

Por lo tanto, Moisés es tipo y figura también de Melquisedec. Y Moisés, siendo el legislador, legislador y rey, caudillo del pueblo hebreo, representa a Cristo como Rey.

Y ahora vean ustedes cómo Dios reflejó aquí en la Tierra, en Moisés y Aarón, ese ministerio de Melquisedec de Rey y Sacerdote; y reflejó también todo lo que está en el Cielo, en el Templo de Dios, lo reflejó aquí en la Tierra en medio del pueblo hebreo, en el templo que Dios le ordenó construir a Moisés.

Por eso la Escritura dice… San Pablo dice que todo lo que allí estaba era tipo y figura del Templo que está en el Cielo. En el capítulo 9 del libro a los Hebreos, dice San Pablo:

“Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.

Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición.

Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,

el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto;

y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle.

Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto;

pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;

dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.

Lo cual es símbolo para el tiempo presente…”.

Vean cómo Dios simbolizó allá todo lo que Dios estaría realizando y las cosas que estarían sucediendo en el Templo de Dios en el Cielo.

Y así como el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre de la expiación para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios (una vez al año él hacía esto), ahora en el Templo que está en el Cielo, el Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo tiene que entrar al Lugar Santísimo de ese Templo, pero tiene que entrar con la Sangre del Sacrificio por el pecado.

Y ese sacrificio por el pecado, en el templo que construyó Moisés se efectuaba ese sacrificio en el atrio, donde estaba todo lo que se requería para efectuarse ese sacrificio; y de ahí luego el sumo sacerdote tomaba la sangre de ese sacrificio y la llevaba dentro del templo al lugar santísimo.

Y ahora, por cuanto todo lo que construyó Moisés en ese templo es tipo y figura del Templo de Dios, Cristo, el Sumo Sacerdote Melquisedec, que es Jesucristo, el cual apareció a los profetas del Antiguo Testamento en diferentes ocasiones en Su cuerpo teofánico (apareció en Su cuerpo teofánico en el Antiguo Testamento), ahora se hace carne en medio de la raza humana y es conocido por el nombre de Jesús. Por eso Jesús podía decir: “Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”.

Abraham había visto a Melquisedec; y también en otra ocasión había visto a Elohim, que es el mismo Dios en forma humana materializado frente a Abraham, y había comido con Abraham. O sea que ya Abraham, el Padre de la Fe, había visto a Melquisedec, el cual es el mismo Elohim, el Sacerdote del Templo que está en el Cielo, el cual vendría a la Tierra materializado en carne humana, en medio de la descendencia de Abraham según la carne primeramente, que es el Israel terrenal…

Y por eso es que Melquisedec, el cual es el mismo Jesucristo, se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo: para llevar a cabo el Sacrificio por el pecado para la reconciliación de todos los hijos e hijas de Dios, para la reconciliación de toda la descendencia, la simiente de Abraham; tanto para la reconciliación de la descendencia de Abraham según la carne como también para la descendencia de Abraham celestial; porque tenemos la descendencia de Abraham terrenal, que es el pueblo hebreo (ese es el Israel terrenal), y tenemos la descendencia de Abraham celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo (ese es el Israel celestial).

Y para la reconciliación del Israel terrenal y del Israel celestial, Melquisedec, el Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo, tuvo que venir a la Tierra para efectuar el Sacrificio por el pecado; y se hizo carne y ofreció Su propio cuerpo en sacrificio vivo por el pecado. Por eso dijo Juan el Bautista, hablando acerca de Jesús1: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

Y ahora, viene Melquisedec a la Tierra para bendecir a la simiente de Abraham, y efectúa el Sacrificio en la Cruz del Calvario, donde lo crucificaron, y allí se efectúa el Sacrificio por el pecado. Ahí tenemos a Jesucristo cumpliendo todos los tipos y figuras de aquellos sacrificios que el pueblo hebreo realizaba por el pecado y por la reconciliación del pueblo.

Por lo tanto, en ese solo Sacrificio que hizo Jesucristo en la Cruz del Calvario se cumplió el sacrificio del cordero pascual y también el sacrificio del macho cabrío de la expiación para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios; y todos los demás sacrificios que se efectuaban fueron cumplidos en ese Sacrificio de Jesucristo.

Y allí, estando en ese cuerpo de carne, aquí en este planeta Tierra, Melquisedec, el Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo y Rey de Salem (o sea, de Jerusalén) y Rey de Paz, encontramos que efectuó el Sacrificio (¿dónde?) en el Atrio; porque este planeta Tierra es el Atrio de la Casa de Dios.

Y ahora, pasa Jesucristo con Su propia Sangre cuando asciende al Cielo, como Sumo Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo, pasa al mismo Cielo, al Lugar Santísimo, al Trono de Dios, pasa a esa dimensión celestial, y coloca sobre el Trono de Dios, sobre la silla o asiento de misericordia, coloca Su Sangre; y al colocar Su Sangre allí, de la expiación efectuada por Cristo, convierte ese Trono de Dios en un Trono de Misericordia para la raza humana.

Y por consiguiente, comienzan las bendiciones de Melquisedec —el Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo— a fluir desde el Trono de Dios para la raza humana; y así toda persona que escucha la Obra que Jesucristo, Melquisedec, ha realizado en este planeta Tierra muriendo en la Cruz del Calvario, y luego ascendiendo al Cielo y llevando Su propia Sangre y colocándola en el Trono de Intercesión o asiento de intercesión en el Cielo, para interceder por toda persona que lo recibe como su Salvador y lava sus pecados en Su Sangre… Ahora, para esas personas, LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC viene sobre ellos, para así recibir las bendiciones del Cielo, del Trono de Dios, para ser reconciliados con Dios.

Por eso San Pablo decía2: “Reconciliaos hoy con Dios”: por medio del Sacrificio de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario, y llevada al Trono de Dios en el Cielo, donde Cristo se sentó y colocó Su propia Sangre, y se colocó allí como Intercesor; y permanece haciendo intercesión por todos los hijos e hijas de Dios que han venido a vivir a este planeta Tierra; y por consiguiente son el Israel celestial, son los descendientes celestiales de Abraham, los cuales son bendecidos por Melquisedec, el que bendijo a Abraham.

Ahora podemos ver que Melquisedec ha estado bendiciendo a la simiente de Abraham durante todos estos años que han transcurrido: dos mil años de Cristo hacia acá, ha estado enviando esa bendición desde el Cielo, desde el Trono de Dios; y continúa enviando esa bendición para la reconciliación de toda persona que recibe a Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo. Entonces Dios le da Su Espíritu, Su Espíritu Santo, y obtiene el nuevo nacimiento, y viene a pertenecer así plenamente al Israel celestial, a esa descendencia celestial de Abraham.

Ahora, hemos visto “LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC”.

Y como Melquisedec —que es Jesucristo— está como Sumo Sacerdote del Orden celestial del Templo de Dios en el Cielo, está en el Lugar Santísimo haciendo intercesión por cada hijo e hija de Dios, hasta que entre hasta el último de los escogidos de Dios.

Y en este tiempo final, así como los ha buscado en diferentes territorios, en este tiempo final los está buscando, los está llamando y los está juntando en la América Latina y el Caribe; y los está colocando en ese Israel celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo y que también es el Templo espiritual del Señor Jesucristo.

Ahora podemos ver que Dios está derramando desde Su Trono las bendiciones celestiales, porque Melquisedec está en el Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo, y Melquisedec es nuestro amado Señor Jesucristo; y desde el Trono de Dios está enviando Sus bendiciones en este tiempo final sobre el continente latinoamericano y caribeño, y nos está abriendo el entendimiento para comprender todos estos misterios del Reino de Dios; y así está llamando y juntando a todos Sus escogidos en este tiempo final.

Los está llamando y juntando ¿dónde? En el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, que es Su Iglesia; y ese es también el Templo espiritual de Jesucristo, el cual representa o es la representación del Templo celestial de Dios.

Hemos visto que también las personas pertenecientes a este Israel celestial son los hijos del Rey Melquisedec, que están apareciendo en este planeta Tierra de edad en edad, y por consiguiente son lavados de sus pecados con la Sangre de Cristo y son reconciliados con Dios; y son, en el Israel celestial y en el Templo celestial y en el Templo espiritual de Cristo, son los reyes y sacerdotes de los cuales nos habla el Apocalipsis cuando nos enseña que Jesucristo nos ha redimido con Su Sangre y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes. Apocalipsis, capítulo 1, verso 4 al 6, y también en el capítulo 5, versos 8 al 10.

Veamos en el capítulo… vamos a ver… Capítulo 5, verso 9 al 10, dice:

“… y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

Ahora, vean ustedes cómo Melquisedec, el Rey de Paz y Rey de Jerusalén y Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo, tiene muchos hijos e hijas aquí en la Tierra, que son reyes y sacerdotes del Templo espiritual de Cristo y del Templo celestial de Dios. Y dice la Escritura que reinaremos con Cristo sobre la Tierra mil años, y ahí estaremos como reyes y sacerdotes de ese Orden celestial de Melquisedec.

Todo eso fue reflejado en el orden terrenal de Aarón como sumo sacerdote y todos los demás sacerdotes descendientes de Leví.

Ahora podemos ver cómo está viniendo a la raza humana LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC para todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero en el Cielo; porque esos son los hijos del Rey Melquisedec, que así como el Rey Melquisedec, Jesucristo, vino a la Tierra en carne humana, hemos tenido que venir también en carne humana y recibir a Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, para ser reconciliados con Dios y ser restaurados a la vida eterna, y poder tener nuestra labor, nuestro ministerio como sacerdotes de Dios y reyes de Dios del Orden celestial de Melquisedec, para en el glorioso Reino Milenial de Cristo reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.

Y por eso es que para ustedes, amigos y hermanos que me escuchan en esta ocasión, LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC está siendo derramada sobre este territorio peruano y sobre toda la América Latina y el Caribe: porque Melquisedec tiene muchos hijos e hijas en este territorio, los cuales en este tiempo final son llamados y juntados y preparados para recibir las bendiciones de Melquisedec, y obtener la inmortalidad, y reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.

Él está llamando y juntando a todos Sus hijos; y cuando se complete el número de los hijos del Rey Melquisedec, los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados; y entonces entraremos a la inmortalidad física, porque tendremos un nuevo cuerpo eterno.

Y esto es para cada uno de ustedes, amigos y hermanos que me escuchan en esta noche a través de la radio y también los que están aquí presentes.

Las bendiciones del Rey Melquisedec son para todos ustedes, amigos y hermanos que me escuchan a través de las ondas radiales, y también para los aquí presentes.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión dándoles testimonio de “LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC”.

Hemos visto cómo está viniendo a todos nosotros esa bendición del Rey Melquisedec: por medio de Jesucristo, que es el Rey Melquisedec, bendiciéndonos a todos nosotros en la América Latina y el Caribe, y así reconciliándonos con Dios en este tiempo final.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Rey Melquisedec y Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

“LA BENDICIÓN DE MELQUISEDEC”.

[Revisión octubre 2019]

1 San Juan 1:29

2 2 Corintios 5:20

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