Muy buenas noches, amables ministros, compañeros en el Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador. Es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión.
También podemos ver la Visión prometida de La Gran Carpa Catedral, que él vio de antemano, con muchos años de anticipación, y trató también (él) de hacer realidad esa Visión; pero no era para ser cumplida en el tiempo de su ministerio, como tampoco la relación con el pueblo hebreo era para el tiempo de su ministerio; porque no era por medio del ministerio que en él estaba que iban a ser cumplidas esas cosas a través de él; pero están prometidas para ser cumplidas en el Día Postrero.
Por tanto, es para este tiempo, en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, que estas promesas serán cumplidas, en la etapa correspondiente a nuestro tiempo, que es la Edad de la Piedra Angular.
No hay otra edad después de la Edad de la Piedra Angular; por eso la Edad de la Piedra Angular es una edad eterna. Se entra a eternidad en ese ciclo divino, sin las personas darse cuenta que están entrando a eternidad; están entrando a un ciclo eterno, en donde quizás la mayoría van a ser transformados sin ver muerte, y en donde la mayoría va a ver la Venida del Señor, la Venida del Señor a Su Iglesia.
Y, por consiguiente, una bendición muy grande de parte de Dios está prometida para la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final.
La Iglesia del Señor Jesucristo, liderada por el Espíritu Santo, representado en Josué, que metió al pueblo hebreo a la tierra prometida, en este Día Postrero, así como Josué estaba siguiendo el consejo divino —y le fue bien—, así también en nuestro tiempo la Iglesia del Señor Jesucristo, siguiendo a nuestro Josué, al Espíritu Santo en Su manifestación final, obtendrá la entrada a la tierra prometida del cuerpo eterno y del Reino Eterno de Dios, y la ida a la Cena de las Bodas del Cordero.
La Iglesia del Señor Jesucristo, siguiendo el consejo de Dios, conquistará todas las promesas que están señaladas en la Escritura para este tiempo final.
La Visión de la Carpa es una promesa. Está prometido que la Iglesia tendrá una Gran Carpa Catedral, donde el poder de Dios va a ser manifestado en toda su plenitud; por la fe la Iglesia-Novia conquistará esa promesa: creyendo esa promesa y trabajando en esa promesa para que se haga una realidad.
Porque el socio de Dios es el ser humano; el socio del Señor Jesucristo es Su Iglesia, es Su ayuda idónea, para trabajar en todo el Programa Divino de acuerdo al consejo de Dios. No puede trabajar conforme a su propio consejo, sino conforme al consejo divino, a lo que está señalado para ser llevado a cabo.
Y la Iglesia conocerá lo que tiene que ser cumplido, y trabajará en esa labor para que se hagan realidad todas las promesas del Señor Jesucristo.
Y ahora, podemos ver que ahí está la bendición: en seguir el consejo de Dios en nuestro tiempo.
El consejo de Dios para nuestro tiempo lo tenemos en la Escritura, en las profecías, en los tipos y figuras; también lo tenemos en los mensajes del reverendo William Branham, que es el precursor de la Segunda Venida de Cristo y —por consiguiente— de todas las cosas que estarán sucediendo de acuerdo al consejo divino.
El apóstol Pablo, en Primera de Corintios, capítulo 2, dice de la siguiente manera, y lo vamos a leer. Capítulo 2, verso 6 en adelante (versos 6 al 16), dice:
“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó (preparó) antes de los siglos para nuestra gloria…”.
O sea que esa sabiduría Dios la determinó, la ordenó, para nosotros desde antes de la fundación del mundo; una sabiduría oculta, pero dada y revelada a los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.
“… la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
Antes bien, como está escrito (es como está escrito):
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”.
El Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical, escudriña aun lo profundo de Dios.
“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.
El espíritu del hombre, del ser humano, conoce las cosas de esa persona; el espíritu de esa persona conoce las cosas suyas; o sea, el cuerpo espiritual de cada persona conoce las cosas de su alma.
Y ahora, continuamos leyendo:
“Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.
Nadie conoció las cosas de Dios, del Padre, sino el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto. Por eso es que todas las cosas que Dios revela a Su pueblo las hace por medio de Su Espíritu, el Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto, el cual es el cuerpo angelical de Dios, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical.
Así también, el ser humano, encontramos que tiene un cuerpo espiritual; y ese cuerpo espiritual conoce las cosas del alma de esa persona.
Y ahora, encontramos que hay una bendición grande para todos los hijos de Dios; porque Dios por medio de Su Espíritu, que es el Ángel del Pacto (en donde está el Nombre Eterno de Dios, conforme a Éxodo, capítulo 23, versos 20 al 23), por medio de ese Ángel del Pacto, que es el Espíritu Santo, revela a Su pueblo las cosas del Padre.
Por eso Jesucristo decía que Él no hablaba nada sino lo que oía hablar del Padre, y no hacía nada sino lo que veía hacer al Padre[1].
Y ahora, Cristo es el Ángel del Pacto encarnado; o sea, el Ángel del Pacto con un velo de carne llamado Jesús. Y el Ángel del Pacto, siendo el cuerpo angelical de Dios, y Jesucristo en Su cuerpo de carne siendo la semejanza física de Dios, encontramos ahí a Dios en toda Su plenitud manifestado en medio de la raza humana.
Dios con Su imagen: el cuerpo angelical, y Dios con Su semejanza física: el cuerpo de carne llamado Jesús; y por consiguiente, ahí encontramos la manifestación plena de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y ahí tenemos el misterio de Dios: de Dios el Padre, y de Cristo, donde están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento para seguir el consejo de Dios en nuestro tiempo.
Colosenses, capítulo 2, verso 2 al 3 nos dice:
“… (para) conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.
Es que por medio de Cristo Dios da a conocer todos Sus misterios. No hay otra forma para ser dados a conocer.
Cualquier persona puede decir: “Pero a través de un profeta tal en la Biblia Dios dio a conocer tal misterio”.
¡Fue por medio del Ángel del Pacto, manifestado en un profeta! Y Dios habló por medio de los profetas.
Siempre ha sido Dios a través del Espíritu Santo, o sea, a través del Ángel del Pacto; pero ha usado velos de carne llamados “profetas” en los diferentes tiempos.
“Porque no hará nada el Señor, sin que revele Sus secretos (¿a quién?) a Sus siervos Sus profetas”[2]; porque esos son los velos de carne a través del cual el Ángel del Pacto se manifiesta en carne humana y le habla a los seres humanos.
Por eso en Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12 dice:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos” (Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12).
Ahora podemos ver la forma en que Dios le hablaba al pueblo hebreo: Dios el Padre, por medio de Su Espíritu, el Ángel del Pacto, le hablaba al pueblo hebreo a través de los profetas.
O sea que el velo de carne que Dios estaba utilizando eran los profetas; y el Espíritu de Dios en esos profetas era nada menos que el Ángel del Pacto, el mismo que le dio la Ley al pueblo hebreo en el monte Sinaí, el mismo que le libertó de la esclavitud en Egipto.
Y ahora veamos: en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
Y ahora encontramos que Dios por medio del Espíritu Santo a través de los profetas le habló al pueblo hebreo; y luego, por medio de Jesucristo, le habló al pueblo hebreo: ahí estaba Dios en toda Su plenitud. Por eso dice:
“… a quien constituyó heredero de todo…”.
Por eso Jesucristo en San Mateo, capítulo 28, verso 16 en adelante, dice: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”.
Él es el heredero de todo, por eso se sentó a la diestra de Dios en el Cielo, en el Trono celestial; y el que está sentado en el Trono es el Rey, y es el que tiene el poder. Dice:
“… y por quien asimismo hizo el universo”.
O sea que fue por medio de Jesucristo, el Ángel del Pacto, del cuerpo angelical de Dios, de ese Ángel en el cual está el Nombre de Dios (llamado el Ángel de Dios o Ángel de Jehová; llamado “el Verbo”, que era con Dios y era Dios[3]), fue que Dios creó todas las cosas: habló a existencia todas las cosas, y aparecieron, fueron creadas.
“Y aquel Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”, dice San Juan, capítulo 1, verso 14; y lo conocemos a través de la Escritura por el nombre de Jesucristo.
Y ahora, podemos ver que Jesucristo no es cualquier persona: es el Ángel del Pacto; por eso Él vino a establecer un Nuevo Pacto con la Casa de Israel.
Por eso dice en la última cena con Sus discípulos, tomando el pan… (en el capítulo 26, versos 26 al 28, de San Mateo) tomando el pan y dando gracias al Padre, lo partió y dio a Sus discípulos, y dijo: “Comed de él; porque esto es mi Cuerpo”. Y tomando la copa de vino, y dando gracias al Padre, da a Sus discípulos y les dice: “Tomad de ella todos (o sea, tomad de esta copa); porque esta es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
Y ahora, aquí está mostrando un Nuevo Pacto que Él va a establecer. “Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”[4].
Y aun para el Pacto que fue dado en el monte Sinaí hubo derramamiento de sangre también, de animales, de sacrificios.
Y para el establecimiento del Nuevo Pacto: el derramamiento de la Sangre del Cordero de Dios, de Jesucristo, para el establecimiento de un Nuevo Pacto que está prometido en Jeremías, capítulo 31, versos 31 al 36.
Por lo tanto, Jesucristo sabía de lo que estaba hablando, aunque Sus discípulos no comprendían.
Juan el Bautista, cuando presentó a Jesucristo dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”[5]; y si va a quitar el pecado pues tiene que morir como el Sacrificio de Expiación por el pecado.
También en Daniel, capítulo 9, versos 21 en adelante, dice que la vida al Mesías sería quitada; y eso sería después de las sesenta y nueve semanas, o sea, en la semana número setenta de la profecía de Daniel; y murió a la mitad de esa semana. Por lo tanto, restan tres años y medio, que son los que corresponden a la gran tribulación, en donde Dios volverá a tratar con el pueblo hebreo como nación.
Así que podemos ver que algo va a suceder muy pronto.
El mismo Jesucristo nos habla en San Mateo, capítulo 23, verso 37 al 39… En el capítulo 21 ya había tenido Su entrada triunfal a Jerusalén y fue rechazado; pero ahora vean lo que nos dice aquí:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
(Capítulo 23, verso 37 en adelante, 37 al 39 de San Mateo).
He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
Esto será cumplido en la Segunda Venida del Señor. Ya Él tuvo Su entrada triunfal como Rey, y fue rechazado; pero va a tener Su entrada triunfal como Rey y va a ser bienvenido: eso es para el tiempo final, para la restauración del Reino de Dios en la Tierra.
Por lo tanto, cuando lo vean viniendo por Su Iglesia, dirán: “Este es el que nosotros estamos esperando”.
Y todo eso está ligado a la Visión de la Carpa; por lo tanto, donde se cumpla la Visión de la Carpa, Dios va a estar manifestándose; y los judíos lo van a ver, a Dios manifestándose, y van a decir: “Este es el que estamos nosotros esperando”.
Por lo tanto, siguiendo el consejo de Dios en nuestro tiempo, tenemos la bendición de Dios. LA BENDICIÓN DE SEGUIR EL CONSEJO DE DIOS EN NUESTRO TIEMPO, es grande esa bendición.
Esa bendición nos traerá la revelación del misterio del Séptimo Sello; y por consiguiente, la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; eso nos dará la bendición de ver la Venida del Señor en el Día Postrero.
Por lo tanto, siguiendo el consejo de Dios trabajemos en la Obra del Señor, en el Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo; porque no podemos trabajar en el Programa Divino que fue para dos mil años atrás o tres mil años atrás; no podemos trabajar en el proyecto de Dios del tiempo de Noé, porque ya ese tiempo pasó; ahora tenemos que trabajar en lo que es paralelo a aquel tiempo de Noé.
El arca allá es tipo y figura de Cristo; por lo tanto, hay que entrar a Cristo para obtener la salvación y vida eterna; y para, en el Día Postrero, escapar del juicio divino que vendrá sobre la Tierra.
¿Y cómo vamos a escapar? Pues siendo transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Tan sencillo como eso.
Por lo tanto, adelante siguiendo el consejo de Dios en nuestro tiempo, trabajando en el Programa Divino para nuestro tiempo.
Que Dios les bendiga y les guarde, y les use cada día más y más en Su Obra en este tiempo final; y nos vemos mañana, Dios mediante, en la actividad de la mañana.
Dejo nuevamente con ustedes a Gian del Corto, el cual pasará a la persona correspondiente.
Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“LA BENDICIÓN DE SEGUIR EL CONSEJO DE DIOS EN NUESTRO TIEMPO”.
[Revisión abril 2023 – febrero 2025]
[1] San Juan 5:19, 5:30
[2] Amós 3:7
[3] San Juan 1:1-3
[4] Hebreos 9:22
[5] San Juan 1:29