Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y los que se encuentran en otras naciones: ministros, congregaciones, que están conectados con esta transmisión. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean con todos ustedes y también conmigo. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es una bendición grande para mí estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Hoy se conmemora la entrada triunfal del Señor Jesucristo a Jerusalén: la Ciudad de Dios, la Ciudad del Rey, la Ciudad de Paz, la cual clama por paz y no ha podido tener paz, aunque es la Ciudad de Paz, la Ciudad del Rey, la Ciudad del Trono de David; Trono que hereda el Hijo de David para tener la restauración del Reino de David con Israel; Reino que gobernará sobre el planeta Tierra completo, Reino que cubrirá la Tierra, como lo vio el profeta Daniel en el capítulo 2, versos 30 al 45, en donde vio una piedra no cortada de manos que salió de la montaña, del monte de Dios, y vino directo al reino de los gentiles, a la etapa de los pies de hierro y de barro cocido; y con Su Venida se desmenuzó la etapa de los pies de hierro y de barro cocido del reino de los gentiles, que es el reino o etapa que corresponde a este tiempo final.
Y con eso se desmenuzó también el bronce, las piernas de bronce, los muslos, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro, los muslos y el vientre de bronce, el pecho y los brazos de plata, y la cabeza de oro; todo.
O sea que el reino de los gentiles cae en este tiempo final con la Venida del Señor a la Tierra, el cual viene para establecer Su Reino Mesiánico, que será la restauración del Reino de David, al cual Cristo es el heredero, conforme a las palabras del Ángel Gabriel a la virgen María en San Lucas, capítulo 1, versos 30 al 36.
Esa es la esperanza de la Iglesia del Señor Jesucristo. No hay otra esperanza para el ser humano, no hay otra esperanza para el mundo, solamente la Venida del Señor en este tiempo final como Rey de reyes y Señor de señores. Y eso será la repetición de la profecía en una esfera más alta, en una etapa más alta; pero que será paralela a la que ya se cumplió, de la cual vamos a leer en estos momentos. Dice San Mateo, capítulo 21, versos 1 al 11:
“Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,
diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Decid a la hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.
Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó;
y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.
Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?
Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema para esta ocasión en el estudio bíblico de escuela dominical en esta mañana, es: “LA ENTRADA DE JESUCRISTO A JERUSALÉN,” llamada: La entrada triunfal de Cristo a Jerusalén.
Estaba prometida esa entrada de Cristo a Jerusalén en Zacarías, capítulo 9, el cual fue citado ahí en San Mateo, el cual cita a Isaías, capítulo 9, verso 9, donde dice:
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”
Esa era la profecía de la Venida del Mesías a Jerusalén montado en un pollino hijo de asna, entrando como Rey; pero no fue recibido sino que fue rechazado. Por consiguiente, rechazaron el Reino de David, rechazaron la restauración del Reino para ese tiempo; y por eso es que en el libro de los Hechos, capítulo 1, los discípulos le preguntan a Jesús: “Señor, ¿restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?”
Ya habían rechazado el Reino, y por lo tanto, lo que vendría sería el juicio para los que habían rechazado; y para los que habían creído, vendría la bendición del bautismo del Espíritu Santo, lo cual se cumplió el Día de Pentecostés. Y en el año 70 de la Era cristiana vino el juicio sobre Jerusalén, cumpliéndose las palabras de Jesús que había dicho a Sus discípulos en San Mateo, capítulo 24, versos 1 al 3: “¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.” Vamos a verlo aquí: Capítulo 24, verso 1 al 2 dice, de San Mateo:
“Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.”
Es que ya habían rechazado la entrada triunfal de Cristo, y ahora les habla del juicio que vendrá; porque cuando la persona o el pueblo rechaza la misericordia, ha rechazado todas las bendiciones de Dios, y solamente queda para esa persona o pueblo, el juicio divino, en donde las maldiciones caerán sobre la persona o sobre el pueblo. Y tendrían que esperar que transcurra la Dispensación de la Gracia para que luego se repita ese ciclo divino en donde lo verán en Su Segunda Venida.
Para Su Segunda Venida está la profecía que dice que vendrá en una nube y también que vendrá en un caballo blanco, y que Su Nombre es “el Verbo de Dios”; y viene con una espada que sale de su boca, una espada aguda; y viene con un ejército celestial, que son los creyentes en Cristo ya transformados, que vienen de la Cena de las Bodas del Cordero para el establecimiento del Reino del Mesías en la Tierra. Así es para Israel.
Vean, en San Mateo, capítulo 23, versos 37 al 39, dice… Aquí les da la profecía de Su Segunda Venida, y que lo van a ver en Su Segunda Venida. Ya perdieron la primera.
Algunos en Israel, políticos y líderes religiosos, que son muy cautelosos para evitarse problemas, y que también son muy prudentes, dicen que cuando el Mesías venga ellos le van a preguntar: “Señor, o Señor Mesías, ¿Tú estuviste aquí en Jerusalén dos mil años atrás?”
Ahora vean lo que dice Cristo Jesús: San Mateo, capítulo 23, versos 37 al 39:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
Ya Él había venido en el capítulo 21, versos 1 al 11: entró como Rey, y venía un grupo de creyentes en Cristo, diciendo: “Bendito el que viene en el Nombre del Señor. ¡Hosanna al Hijo de David!” Pero Jerusalén como ciudad e Israel como nación no le dio la bienvenida. Y la religión hebrea no le dio la bienvenida, y el Concilio del Sanedrín compuesto por setenta sabios de los saduceos y de los fariseos, tampoco le dieron la bienvenida. Estaban ciegos al cumplimiento de la Venida del Mesías, no podían creer que ése era el Mesías; y aun si alguno lo creía era reservado en eso, pero sabían que había cumplido las cosas que el Mesías tenía que hacer conforme a como estaban profetizadas; las promesas de la Venida del Mesías para aquel tiempo las estaba cumpliendo; y por eso Él decía: “Si ustedes no pueden creer en mí, crean a las obras.”
Él también decía que Él no hacía nada de sí mismo, sino lo que veía al Padre hacer. O sea, que antes de hacer un milagro o lo que fuera, o predicar, Él veía en visión al Padre hacer las cosas, y entonces Él hacía eso mismo. Como el Padre le mostraba, como Él veía al Padre hacer, así Él hacía en esta dimensión. O sea, que el Espíritu Santo le mostraba lo que tenía que hacer. El Espíritu Santo las hacía, las veía en visión, y entonces Jesús realizaba eso, o sea, hacía esas cosas aquí en la Tierra. Era el Espíritu Santo por medio de Jesús haciendo esas cosas. Él hablaba y se materializaban las cosas.
Ahora, aquí nos dice:
“Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
Y lo están esperando. Lo están esperando y lo van a ver venir. Y ahí es donde van a exclamar: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”
Ahora, para los creyentes en Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual tiene la promesa de la Venida del Señor, el cual viene por Su Iglesia, el cual resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos eternos glorificados; y a los creyentes en Él que estarán vivos en el Cuerpo Místico de Cristo porque han nacido de nuevo: los transformará. Es una etapa muy importante en el Programa Divino.
Cuando ocurra la transformación y la resurrección, ya la puerta de la misericordia, la puerta para la entrada al Reino de Dios ya estará cerrada, porque la puerta es Cristo como Cordero de Dios.
Cristo dijo: “Yo soy la puerta, el que por mí entrare será salvo, y entrará y hallará pastos.” San Juan, capítulo 10, verso 9. Y Juan el Bautista en San Juan, capítulo 1, versos 29 al 36, dijo, viendo a Jesús que venía: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”
Él en Su Primera Venida tenía una comisión divina: era quitar el pecado del mundo; por eso estaba prometido como el Salvador del mundo. En aquel tiempo la familia humana, la raza humana, tenía que morir; el juicio divino tenía que caer sobre la raza humana en aquel tiempo; pero por cuanto Jesús tomó los pecados del ser humano y se hizo mortal, entonces tuvo que morir por nuestros pecados en la Cruz del Calvario, y así quitó los pecados del mundo, y así salvó a la familia humana, a la raza humana. Él es el Pariente Redentor de la raza humana. Él es el Redentor, el Salvador del mundo, y Salvador de Israel y Salvador de cada creyente en Él. Él es mi Salvador. ¿Y de quién más? De cada uno de ustedes también.
Sin Cristo no hay Salvación. Sin Cristo el ser humano no se puede comunicar con Dios. Y eso es muy importante que toda persona lo sepa.
Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” Nadie puede acercarse a Dios a menos que sea por medio de Cristo; y para eso tiene que ser limpio de sus pecados con la Sangre de Cristo para poder acercarse a Dios.
Acercarse a Dios sin ser limpio con la Sangre de Cristo sería muerte segura, como le pasó a los dos hijos de Aarón, que se acercaron a Dios con perfume o incienso extraño, fuego extraño, y murieron (cuando entraron al lugar santísimo, a la presencia de Dios).
Por lo tanto, no importa lo bueno que sea la persona, sin Cristo no se puede acercar a Dios, no hay forma. Cristo dijo: “Yo soy el Camino,” no hay otro camino, no hay otra verdad. “Yo soy la Vida (dice Cristo), y nadie viene al Padre sino por mí.” Es por medio de Cristo que llegamos a Dios, es por medio de Cristo que somos reconciliados con Dios.
Y ahora, esta entrada triunfal de Cristo a Jerusalén fue muy importante. Es la entrada donde se había presentado Cristo como Rey, donde estuvo por unos cuantos días siendo examinado, Él predicando y la gente viéndolo; y no hubo falta en Él, porque el cordero en Éxodo, capítulo 12, versos 11 en adelante, tenía que ser − era un cordero que era separado, y el día diez del mes primero del calendario religioso hebreo, tenía que ser tomado y examinado por cuatro días para ver si había falta en él o no; porque tenía que ser un cordero sin falta, para ser sacrificado como el cordero pascual y su sangre aplicada en el dintel y los postes de las puertas de los hebreos, para la preservación de la vida de los primogénitos; tipo y figura de Cristo el Cordero perfecto, el hombre-cordero perfecto, que fue examinado.
Él en algunas ocasiones decía: “¿Quién me condena de pecado?” No había pecado en Él, era sin falta, como tenía que ser, conforme al tipo y figura del cordero pascual allá en Egipto, sacrificado por cada hebreo, familia hebrea.
Para la preservación de la vida de los Primogénitos escritos en el Cielo, que son los hijos e hijas de Dios, el Cordero que sería sacrificado sería el Mesías Príncipe; por esa causa Dios cegó los ojos espirituales de Israel, para que no pudieran ver que ese era el Mesías, porque Él tenía que morir.
Si veían que era el Mesías, creían, lo recibían, iban a querer establecer el Reino en ese tiempo; pero no era el tiempo para eso todavía, porque Él tenía un pueblo el cual sería formado sacando de diferentes naciones gente para Su Nombre, que formarían la Iglesia, el pueblo del Nuevo Pacto que Dios establecería con Su pueblo; y que la Sangre del Nuevo Pacto sería la Sangre del Mesías en Su Sacrificio Expiatorio para la preservación de la vida de cada elegido de Dios, de cada persona escrita en el cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que vendría a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ese es el privilegio más grande que una persona pueda tener: ser parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, ser una persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; eso coloca a la persona como un descendiente de Dios, un hijo o una hija de Dios, el cual puede decir: “Padre nuestro que estás en los cielos.”
Y ahora, Israel ha estado pasando por etapas muy difíciles, de aquel tiempo hacia acá, y el imperio romano ha castigado duramente a Israel. El imperio romano, tanto en las piernas de hierro como en los pies de hierro y de barro cocido, que son etapas del reino de los gentiles, las últimas etapas, vean ustedes, fue quien mató a Jesús en la Cruz, lo crucificó, el imperio romano, y fue también quien destruyó el templo de Jerusalén y la ciudad de Jerusalén en el año 70 de la Era cristiana o Era común.
Y para este tiempo final es que vuelve a repetirse el ciclo divino que corresponde a la Segunda Venida de Cristo para el Día Postrero, y que corresponde, por consiguiente, a la Venida de la Piedra del Ángulo o Piedra Angular, el cual es Cristo la principal Piedra del Ángulo, la Piedra del Ángulo, la Piedra Angular.
Al final de la Dispensación de la Ley, ya en los últimos años para finalizar la Dispensación de la Ley, fue que vino Cristo, el Mesías, la Piedra Angular o Piedra del Ángulo; y eso corresponde a la etapa de Edad de Oro de la Iglesia hebrea bajo la Ley, la Edad Mesiánica. Es la Edad de Piedra Angular, y es la edad de y para la Venida del Señor, dos mil años atrás. Y ese ciclo vuelve a repetirse en este tiempo final en la Iglesia del Señor Jesucristo bajo el Nuevo Pacto, en la Edad de Oro de la Iglesia, que es la Edad Mesiánica, la edad para la Venida del Hijo del Hombre, para la Venida del Mesías.
Para lo cual, allá antecedió la venida de un hombre llamado Juan el Bautista, predicando y llamando al pueblo al arrepentimiento y bautizándolos en agua. Aun también bautizó a Jesús. No lo quería bautizar, le decía: “Tú… Yo tengo necesidad de ser bautizado por ti ¿y tú vienes a mí para que yo te bautice?” Y no quería bautizar a Jesús. Lo conocía. Antes no sabía quién era, pero ahora ve que es su primo, porque María (de la cual nació Jesús) y Elisabet (madre de Juan el Bautista) eran parientes, así que hay una conexión también de María en alguna forma con Aarón, porque Elisabet esposa del sacerdote Zacarías, era de las hijas de Aarón, o sea, descendiente de Aarón.
Y por María, vean ustedes, hay una relación; ya sea, de seguro, a través de la madre de María la cual estaba ligada a la descendencia de Aarón, y por el padre de María pues estaba ligada María a la descendencia del rey David: por la línea del hijo de David: Natán; y por consiguiente, Jesús como descendiente del rey David, por María; porque por la madre reconocen más abiertamente, más claramente, los descendientes hebreos; aunque la semilla, la simiente viene a través del hombre.
A través de José, el cual era descendiente del rey David por la línea de Salomón, por cuanto él adoptó a Jesús como hijo, todos los derechos de hijo pasan también a Jesús.
Así que por parte de José y por parte de María era descendiente del rey David; pero era la raíz de David, era mucho más que David, era antes que David, era antes que Abraham también.
Jesús en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Jesús antes de Abraham? Era el Ángel del Pacto; y es y sigue siendo el Ángel del Pacto; el mismo Ángel del Pacto que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud usando al profeta Moisés; el mismo Ángel del Pacto, el Espíritu Santo que estaba en los diferentes profetas manifestado.
Por eso en cada profeta estaba el Cristo, que es el Ángel del Pacto; Jesucristo estaba con Adán y en Adán, y con todos los demás profetas; Él era el que hablaba a través de los profetas. Cristo en Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, ese hombre de otra dimensión que aparecía en algunas ocasiones en forma de hombre, en cuerpo angelical, un ángel; por eso se le llama un ángel, porque era en cuerpo angelical, cuerpo teofánico, parecido al cuerpo físico pero de otra dimensión; era Cristo en los profetas. Esa es una revelación muy grande para todos los creyentes, para así comprender quién es nuestro amado Salvador: Es la persona más grande que ha pisado este planeta Tierra.
Primera de Pedro, capítulo 1, versos 10 en adelante, dice:
“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos…”
Vean, el Espíritu de Cristo, que es el Espíritu Santo ¿que estaba en quién? En los profetas. Cristo en Espíritu Santo, Cristo en Espíritu, estaba en los profetas, por eso Él podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” Cristo en Espíritu Santo estaba aun desde antes de Adán. Por medio de Cristo en Espíritu Santo fue que Dios creó los Cielos y la Tierra: “En el principio era el Verbo,” o sea, el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo teofánico de Dios, que es el Espíritu Santo.
Un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, y por medio de Cristo el Ángel del Pacto, el Verbo que era con Dios y era Dios, creó todas las cosas. Dios habló por medio de Su cuerpo angelical, Dios habló por medio de esa Columna de Fuego donde está y de donde surge ese cuerpo angelical; y vinieron a existencia todas las cosas.
Y dice la Escritura: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” San Juan, capítulo 1, verso 9.
Y el verso 14 de ese mismo capítulo 1, dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad (lleno de gracia y de verdad, o lleno de gracia y de virtud).”
Y el verso 18 de ese mismo capítulo 1 de San Juan, dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer (Él le declaró).”
O sea, que quien único ha visto a Dios es Cristo el Ángel del Pacto, es la imagen de Dios, el Espíritu Santo. Cristo en Espíritu Santo es el único que ha visto a Dios el Padre.
Y en la Escritura, desde el Génesis dice hasta el Apocalipsis, que algunas personas vieron a Dios. Lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo teofánico, que es llamado también el Espíritu Santo. Es en Su cuerpo angelical donde Dios colocó Su Nombre; y después, cuando tuvo Su cuerpo físico, pues lo colocó también en Su cuerpo físico llamado Jesús, en español.
En hebreo es Yoshua, es el nombre, y concuerda con las palabras que le dio Dios en el capítulo 3 del Éxodo, versos 13 al 16, cuando Moisés le pregunta a Dios: “Si los hijos de Israel me preguntan… Yo les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Y si ellos me preguntan: ¿Cuál es Su Nombre?, ¿qué les voy a decir?”
Entonces Dios le dice: “Yo soy el que soy. Les dirás: Yo soy me envió a vosotros.” En otras versiones dice: “Yo seré.”
Y cuando se buscan esas palabras, son Y H W H, que para el pueblo era impronunciable porque no sabían la pronunciación. Moisés sí la sabía y muchos otros también la supieron. Y el Nombre del Mesías, vean, tiene esas letras.
Y ahora, Cristo decía: “Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís.” Es que todo hijo viene en el nombre de su padre, está trayendo el apellido de su padre.
Y ahora, encontramos que hay una promesa también, de que el Señor va a escribir el Nombre de Su Padre y el Nombre de la ciudad de Su Dios, la Nueva Jerusalén, y Su Nombre Nuevo, en el vencedor. Y eso no lo vamos a tocar todavía, pero eso se va a cumplir en Su Segunda Venida.
En Su Segunda Venida, dice Apocalipsis, capítulo 19, que Él viene en un caballo blanco. Capítulo 19, verso 11 en adelante, dice:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.”
Si es un nombre que ninguno conocía sino Él mismo, entonces hay algo que aparentemente ha cambiado. Pero algunas veces, también, cuando usted escucha su nombre en chino, algo cambió ahí. Es que está siendo hablado en otro idioma. Sigue diciendo:
“Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios.”
El Verbo, el Ángel del Pacto, el cuerpo teofánico, la teofanía. Su nombre es el Verbo de Dios, la Palabra.
“Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.”
Esos son los creyentes en Cristo, que vienen con Él para el establecimiento del Reino.
“De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.”
Él trae el juicio divino sobre el planeta Tierra y todas las naciones. Él viene primero a Su Iglesia, antes de la gran tribulación; y luego, para el final de la gran tribulación viene para Israel, y viene con Su Iglesia.
Para Su Iglesia Él vendrá con los muertos en Cristo resucitados, para nuestra transformación, cuando se haya completado Su Iglesia. Ahora, viniendo a Su Iglesia en este tiempo final, es el misterio por cuya razón hubo silencio en el cielo como por media hora.
Cómo vendrá, cuándo vendrá y todos los detalles de Su Venida, están bajo el Séptimo Sello; y es la Voz de Cristo clamando como cuando un león ruge en Apocalipsis 10, y siete truenos emitiendo sus voces. Lo que esos Siete Truenos hablan es la revelación divina de la Venida de Cristo a Su Iglesia, es la revelación divina de todo lo que precursó el reverendo William Branham, que fue el precursor de la Segunda Venida de Cristo; por lo tanto, como él anunció, profetizó por el Espíritu Santo, que será la Venida del Señor para Su Iglesia y después para el pueblo hebreo, así tiene que ser, así se cumplirá; y dice que será paralelo en todo.
Por lo tanto, si Su Primera Venida fue después del precursor, Su Segunda Venida tiene que ser después del precursor; y por consiguiente, tiene que haber un precursor para anunciar la Segunda Venida, precursar, preparar al pueblo para la Segunda Venida de Cristo.
Y si allá fue en una Edad de Piedra Angular, acá tiene que ser también, Su Venida, en una Edad de Piedra Angular: la Edad de Oro de la Iglesia, la que corona la Iglesia en el Día Postrero.
En la Primera Venida de Cristo, con Su resurrección resucitaron con Él los creyentes del Antiguo Testamento. Y en la Segunda Venida de Cristo, en Edad de Piedra Angular, la Edad de Oro, resucitarán los muertos creyentes en Cristo también, y los vivos creyentes en Cristo serán transformados; y todos llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, leyendo aquí en Apocalipsis 19, continuamos aquí. Dice:
“Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios.
Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.
De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro…”
Eso va con el Salmo 2; o sea, que viene ahí como Rey, por consiguiente viene para juicio: para el juicio de las naciones.
El Salmo 2, una parte se cumplió en Su Primera Venida, y la otra parte se cumplirá en Su Segunda Venida.
“¿Por qué se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
Se levantarán los reyes de la tierra,
Y príncipes consultarán unidos
Contra Jehová y contra su ungido…”
Contra Su Ungido: contra el Mesías. Recuerden que el Mesías, el Cristo y el Ungido, es lo mismo. El Mesías… Mesías, Ungido y Cristo, es lo mismo.
“…diciendo:
Rompamos sus ligaduras,
Y echemos de nosotros sus cuerdas.
El que mora en los cielos se reirá;
El Señor se burlará de ellos.
Luego hablará a ellos en su furor
(O sea, hablará Dios los juicios divinos),
Y los turbará con su ira.
Pero yo he puesto mi rey
Sobre Sion, mi santo monte.”
Está Sion espiritual, que es la Iglesia, donde será colocada Su Venida para transformación y rapto; y luego Sion literal allá, que es Jerusalén; y también es un monte allá en Jerusalén.
Cuando se revele a Israel, ya será la Sion literal, Jerusalén, y el monte allá correspondiente, llamado Sion.
Sion también, o monte, recuerde que representa un reino, reino.
“Yo publicaré el decreto (el decreto divino);
Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú
(El Mesías, vean ustedes: el hijo de Dios);
Yo te engendré hoy.
Pídeme, y te daré por herencia las naciones
(Recuerden que el Mesías es el heredero a todo el planeta Tierra, incluyendo toda nación y todo individuo),
Y como posesión tuya los confines de la tierra.
Los quebrantarás con vara de hierro
(Vara de hierro nos habla de mano dura: con juicio divino);
Como vasija de alfarero los desmenuzarás
(Como los pies de hierro y de barro cocido serán desmenuzados por el Mesías en Su Venida).
Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes;
Admitid amonestación, jueces de la tierra.
Servid a Jehová con temor,
Y alegraos con temblor.
Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
Pues se inflama de pronto su ira.”
El Señor está como Sumo Sacerdote en misericordia; pero cuando Él termine Su Obra de Intercesión, entonces será el Rey y Juez, el León de la tribu de Judá: ahí se inflama su ira, porque vendrá para juzgar a todas las naciones; como en la parábola de San Mateo, capítulo 25, versos 31 al 46, donde el Hijo del Hombre, cuando se siente en el Trono de Su gloria: el Trono de David, reunirá delante de Él todas las naciones —o sea, sus representantes— y las juzgará: Unas, las de la izquierda, serán destruidas, y las de la derecha entrarán al Reino del Mesías.
Y ahora, continuando aquí en Apocalipsis, capítulo 19:
“…él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.”
Estamos en el verso 15. Y en Apocalipsis, capítulo 14, verso 17 al 20, nos habla de eso mismo, de ese juicio sobre las naciones.
“Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.”
Rey de reyes y Señor de señores.
Y ahora, ahí lo presenta como Rey de reyes y Señor de señores, viniendo sobre un caballo; y tiene un Nombre que nadie conoce. Es ese Nombre el que está aquí en Apocalipsis, capítulo 2, verso 17. Dice:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”
Y el capítulo 3, verso 12, de Apocalipsis también, nos dice:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios (o sea, lo hará una persona importante en Su Iglesia, que es Su Templo espiritual, y por consiguiente, también será importante en el Templo celestial), y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios (ahí podemos ver que el Nombre de Dios va a ser escrito sobre el vencedor), y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”
Aquí Cristo dice que tiene un Nombre Nuevo, y va a ser escrito sobre el vencedor.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Cristo en Espíritu Santo está hablándole a Su Iglesia.
Hay muchas bendiciones para todos los creyentes en Cristo para este tiempo final, porque estamos en la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo, la Edad de Oro del cristianismo; como fue la Edad de Oro, la Edad Mesiánica, el tiempo en que Jesús tuvo Su ministerio de tres años y medio.
Allá tuvo una entrada triunfal, allá Él también vino a Su Templo humano: el velo de carne que nació de la virgen María. Cuando Juan lo bautizó descendió el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, el Señor, a Su Templo humano.
Recuerden que en el capítulo 2, versos 17 al 21 de San Juan, Jesús dice frente al templo: “Destruyan este Templo, y en tres días yo lo levantaré.” Le dicen: “En cuarenta y seis años fue construido este templo, ¿y tú dices que en tres días lo vas a levantar?” Pero Él no hablaba del templo de piedras, Él hablaba de Su Templo humano, de su cuerpo, que era el Templo humano donde Dios estaba habitando en toda Su plenitud.
Por eso Él decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras. Como yo veo al Padre hacer, así yo hago.” O sea, que los pensamientos del Padre y lo que le indicaba el Padre que hiciera, era pasado al Espíritu Santo, porque nadie conoció la mente de Dios sino el Espíritu de Dios, el Ángel del Pacto; y entonces Él lo veía en Su Espíritu, por eso en visión lo veía; y Él entonces hacía las cosas: las hablaba y se materializaban.
Y ahora, hemos llegado al tiempo en donde otra entrada triunfal se cumplirá en la Iglesia del Señor Jesucristo, en medio del cristianismo; y después una entrada triunfal con Israel, el cual lo recibirá como Rey, y dirá: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”
Pero antes el pueblo hebreo va a ser engañado por el anticristo, del cual Cristo dijo: “Yo he venido en el Nombre de mi Padre y no me recibís. Cuando otro venga en su propio nombre, a él recibiréis.”
Al anticristo lo van a recibir primero, va a haber un problema. Pero luego, más adelante, se resuelve el problema: Cuando sea quitado el reino del anticristo que va a ser quitado, y el anticristo también. El anticristo va a tratar de tomar el Reino y Trono de David. De eso vamos a hablar en otra ocasión.
Y ahora, veamos lo que va a ver Israel y lo que va a ver la Iglesia del Señor Jesucristo. Página 29 y 23 del mensaje “¿Cuál es la atracción en el monte?” Aquí está hablando de la entrada triunfal de Cristo, en todo este pasaje. Dice:
“Oh, sólo miren a las Escrituras, el Hijo del Hombre, Jesucristo el mismo ayer, hoy y por siempre, brotó de denominaciones pasadas, brotó en la cúspide del árbol.”
La cúspide es la Edad de la Piedra Angular, el árbol es la Iglesia.
“¿Qué dijo Juan en el capítulo 14 ó 15? ‘Todo pámpano que en mí no lleva fruto, será cortado y echado al fuego y quemado; pero todo pámpano que lleve fruto, será limpiado para que lleve más.’
Oh, en los últimos días habrá una verdadera lluvia temprana y tardía, sobre ese pequeño grupo que viene con él en este pequeño burrito manso y humilde, sin duda ni denominación, clamando: ‘¡Hosanna al Rey que viene en el Nombre del Señor!’ ¿Cuál es la cuestión hoy? ¿Cuál es la atracción en el Monte?”
Recuerde que el Monte ahora, en el cristianismo, es la Iglesia del Señor Jesucristo; es el Monte de Dios, el Monte de Sion.
Y ahora, Cristo el Verbo, la Palabra, está prometido para venir en este tiempo final, y tendrá Su entrada triunfal en el Día Postrero, en medio de Su Iglesia-Novia, en la etapa de Edad de la Piedra Angular.
Así como la recibieron y creyeron en Él los que seguían a Jesús, así será para Su Venida, Su manifestación, la manifestación del Hijo del Hombre en el Día Postrero, en medio de Su Iglesia.
Vamos a leer algunas… Dice la página 22 de este mismo libro de “Citas,” párrafo 176:
“Y allí están esos dos testigos…”
Dice más abajo:
“Cuando vean a Jesucristo viniendo por la Novia (o sea, por Su Iglesia), ellos dirán: ‘Mirad, este es el Dios a quien esperábamos. ¡Éste es Él!’ Pero Él no viene por ellos, viene por Su Novia.”
Más abajo dice:
“Los lleva (a los judíos) a ellos como un montón de ovejas otra vez al Monte Carmelo allá. Cuando el Señor Jesucristo venga por Su Novia, y ellos lo vean a Él, ellos dirán: ‘Este es el que hemos estado esperando, aquí está Él’ Él se levantará con sanidad en Sus alas.”
Malaquías 4 dice: “A los que temen mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en Sus alas traerá salud, salvación.” Malaquías, capítulo 4, verso 2.
Y ahora, vamos a ver la entrada triunfal viniendo a Su Iglesia, y la entrada triunfal viniendo para Israel. Son dos cosas.
Ellos tienen la promesa de parte de Jesucristo, que no lo verán más hasta que digan: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”
En la página 57 del libro de “Los Sellos,” dice… de esta versión, dice, citando el pasaje de Apocalipsis, capítulo 10, dice:
“Y vi a otro ángel fuerte descender del cielo, cercado de una nube, y el arco celeste sobre su cabeza…’
Ahora, si usted se fija bien, notará que esta persona es Cristo, porque aun en el Antiguo Testamento Él fue llamado el Ángel del Pacto; y Él ahora viene directamente a los judíos porque la Iglesia ha llegado a su fin. Bien, ahora continuando:
‘…y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.’
¿Recuerdan el ángel de Apocalipsis, capítulo uno? Este es el mismo. Un ángel es un mensajero, y él es un mensajero a Israel. ¿Ve usted? La Iglesia está a punto de ser raptada, Él viene por Su Iglesia.”
El Mensajero a Israel, el Ángel del Pacto, Cristo, viene por Su Iglesia. Cuando Él viene a Su Iglesia, esa no es Su Venida para Israel, es para Su Iglesia, para la fe para ser transformados y raptados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Es importante que estemos al tanto de todas estas cosas, para recibir todo lo que Cristo tenga para nosotros. Él viene para reclamar a todos los que le han recibido con Su Sangre preciosa, para producir la adopción o redención del cuerpo, que es nuestra transformación. Dice [Página 104]:
“…Y revelará todo el secreto de Dios para aparejar a la Novia para el rapto. Luego vienen siete truenos misteriosos que ni están escritos. Correcto. Yo creo que por medio de los Siete Truenos será revelado en los últimos días lo que se necesita para aparejar a la Novia para tener la fe del rapto; porque con lo que tenemos ahora no podríamos subir. Hay algo que tiene que venir para aparejarnos porque como estamos ahora apenas podemos tener suficiente fe para la sanidad divina. Tenemos que tener suficiente fe para ser transformados en un momento y ser sacados de esta Tierra. Y veremos más adelante (Dios mediante), dónde está esto escrito.”
Todo esto está bajo el Séptimo Sello; por lo cual, tenemos que estar a la expectativa porque viene una bendición grande de parte de Dios para prepararnos, para tener esa fe de rapto y poder ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
La transformación será como la sanidad divina: que usted tiene que creer para ser sanado por Dios; y eso gira alrededor de la Primera Venida de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario. Y para la transformación y rapto, todo va a girar a través y alrededor de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia; estará girando alrededor de ese misterio contenido en el Séptimo Sello, que es revelado por Cristo cuando clama como cuando un león ruge y siete truenos emiten sus voces. Es la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia y revelándole ese misterio del Séptimo Sello.
Cristo viniendo como león, clamando como león, como rey; y eso es Cristo viniendo en un caballo blanco o en una nube blanca. El significado es lo mismo: es la Venida del Señor, como fue mostrado en el Monte de la Transfiguración con Moisés a un lado y Elías a otro lado, hablando acerca de la ida de Jesús a Jerusalén para cumplir el Programa de Redención, para la redención llevarse a cabo.
Por lo tanto, en la Venida del Señor a Su Iglesia habrá algo importante que estará habiendo con relación a la redención de Israel como nación, para ser restaurados al Reino de David.
Todo esto dará cumplimiento a la visión o sueño que tuvo una persona que vio al hermano Branham, al reverendo William Branham, en un caballo grande, militar, y dijo: “Yo recorreré esta senda, este camino, una vez más.” Vean cómo Apocalipsis 19 se refleja en ese sueño que tuvo esa persona.
Ahora, nos preguntamos: ¿De dónde surgirá? Y eso es muy importante porque todos queremos esa bendición.
Dice página 166 y 168. 168 primero, párrafo 1496, dice:
“¿Por qué yo siendo un hombre viejo, sufrí toda mi vida? ¿Por qué Él me curó ahora (me sanó ahora)? ¡Creo que cabalgaré esta senda otra vez, tengo que traer un Mensaje!”
La senda ministerial del ministerio de Elías se repetirá. Y si se repite ya no es por cuarta ocasión sino por quinta ocasión.
Ahora, el ministerio de Elías, vean aquí, el Espíritu Santo clamando, hablando a través del reverendo William Branham, dice:
“Ahora, yo estaba poniéndome bastante viejo (o avanzado en edad) y pensé yo: ¿Habrá otro avivamiento, veré otro tiempo? Y sólo recuerden: del Occidente vendrá un jinete en un caballo blanco. Cabalgaremos esta senda otra vez. Eso es correcto. Tan pronto como estemos listos. ¿Ven ustedes? Es una promesa.”
Y ahora, para la entrada triunfal a la Iglesia del Señor Jesucristo, la Jerusalén espiritual, la cual tiene esa promesa, tendremos a un jinete al cual le acompañará Elías; y nos dice que no va a ser un chino, que no va a venir de China, ni va a venir de la India. Dice: “Vendrá del Occidente.” Por eso en el sueño que tuvo una persona acerca del hermano Branham montado en un caballo militar gigante, tenía vestiduras occidentales. ¿Ven? Todo eso es un poquito de luz en un lugar, un poquito de luz en otro lugar, y va aumentando la luz para el conocimiento de lo que tenemos prometido para recibir en el Día Postrero.
Y ahora, vendrá un tiempo difícil también. En la Primera Venida de Cristo, la cual estaban esperando, vean, fue un tiempo difícil para Jesús y para Sus discípulos. No crean que cuando Dios promete algo y lo hace, todo el mundo va a estar de acuerdo con Dios.
Algunas personas pueden decir: “Si Dios estuviera con estas personas, no tendrían tantos problemas.” Pero miren, tuvieron muchos problemas: les persiguieron, hablaron mal acerca de ellos, y así por el estilo; porque el enemigo, el diablo, no quiere que el Programa de Dios se lleve a cabo.
“En el mundo tendréis aflicción; mas confiad, yo he vencido al mundo,” dice Jesucristo. O sea, que Él no dijo que los creyentes en Él iban a tener un camino de flores, sino de luchas, de persecuciones, de problemas.
Él dijo: “Si alguno quiere seguir en pos de mí, tome su cruz y sígame.” Pero eso hace que la fe se afirme más en Cristo.
Ya vimos que lo que tiene que ver con la Iglesia del Señor Jesucristo está ligado al Occidente. Y gracias a Dios que vivimos en el Occidente.
La Venida del Hijo del Hombre dice Cristo que será como el relámpago que sale del Oriente y se muestra, se manifiesta, se revela, en el Occidente.
La Luz salió allá en la Primera Venida de Cristo en el Oriente, la tierra de Israel; y en el Occidente, en el tiempo de la tarde habrá Luz; o sea, que son los dos puntos claves, importantes.
Es ahora en el Occidente donde la Luz está resplandeciendo para prepararnos para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Hay una promesa muy importante para los creyentes en Cristo, la cual la encontramos… Dice en el mensaje “Sus Palabras infalibles de promesa,” predicado el 20 de enero de 1964 en Phoenix, Arizona, Estados Unidos de América, dice en la página 28:
“Ahora, ¡ese gran don! Los otros he tratado de explicarlos y decir cómo fueron obrados; pero no estará hoy día perfectamente en operación. Pero esperen a que ese Concilio de iglesias traiga esa persecución, entonces es cuando sucederá.”
Vean que va a venir un tiempo de apretura, de persecución; pero ahí Dios va a manifestarse, Dios va a operar ese don en la manifestación del Espíritu Santo operando la Tercera Etapa; la Tercera Etapa por la Palabra hablada.
“Esto es la razón por la cual regreso entre ustedes, para orar por los enfermos. Yo nunca he sabido de una sola cosa que Él me haya dicho en mi vida, que no haya sucedido todavía, con excepción de ese edificio o carpa en donde estará un cuartito allí, y a donde yo tendría que entrar y orar por los enfermos. Eso no ha sucedido todavía, de lo que yo sé. Esa es la única cosa que yo sé.”
No ha sucedido. En el tiempo del reverendo William Branham no sucedió, pero va a suceder; porque él fue transportado a un lugar donde estaba una Gran Carpa-Catedral, y donde se estaba predicando, y luego orando por los enfermos; y ahí será donde el poder de Dios va a ser manifestado cuando llegue el tiempo de la apretura. Antes de llegar el tiempo de la apretura no sabemos cómo va a moverse todo, pero la culminación de todo será esa manifestación de la plenitud de Dios en Su Iglesia.
Por eso en algún lugar se cumplirá esa promesa. Y por eso los creyentes del Mensaje del Espíritu Santo a través del reverendo William Branham, han estado siempre ansiosos porque aparezca el cumplimiento de esa visión. Ahí van a estar, luego, los ministerios correspondientes que operará el Espíritu Santo, estará el Ángel del Pacto, la Columna de Fuego estará allí, estará también el Ángel que acompañaba al reverendo William Branham: el mismo Ángel del Pacto, la misma Columna de Fuego que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, y los llevó por medio de Moisés hasta la tierra prometida.
Encontramos que algo grande se está preparando para suceder. La Tercera Etapa, en donde lo que fue visto en el reverendo William Branham operado por el Espíritu Santo en y parcialmente, por un tiempo, se repetirá en toda su plenitud cuando venga esa apretura; así como cuando en el tiempo de los apóstoles les vinieron apreturas: ellos oraron, tembló la tierra (en el libro de los Hechos) y el Espíritu Santo vino, y se llevaron a cabo más maravillas y milagros, y más vinieron a los Pies del Señor.
Algo grande está en camino de parte de Dios. En el cumplimiento de la Visión de la Carpa es que Israel dirá: “Esto es el que nosotros estamos esperando. Este es el que estamos esperando,” cuando vean a Cristo viniendo por Su Iglesia. Pero Él viene… Él no viene por los judíos, viene por Su Iglesia. Los judíos van a esperar un poquito más, pero lo van a ver viniendo por Su Iglesia; y van a acercarse.
Así que la Iglesia del Señor Jesucristo tendrá lo que Israel está esperando. Como lo que Israel tenía dos mil años atrás: a Jesucristo, es lo que nosotros recibimos al escuchar el Evangelio de Cristo y recibirlo como Salvador: esa bendición la recibimos. Y ahora estamos esperando Su Venida, clamando como cuando un león ruge y los Siete Truenos emitiendo sus voces, y revelándonos el misterio contenido bajo el Séptimo Sello, el misterio de Su Segunda Venida a Su Iglesia; y después al pueblo hebreo.
Y eso será la entrada triunfal a Su Iglesia. Y después, más adelante, la entrada triunfal a Israel, en donde dirán: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”
“LA ENTRADA DE JESUCRISTO A JERUSALÉN.”
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean con todos ustedes; y les llene cada día de más y más conocimiento de Su Programa Divino; y a ustedes que están en otros países, también.
Si todavía hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento luego que usted sea bautizado en agua en Su Nombre; para lo cual puede pasar al frente, y estaremos orando por usted.
En el país donde usted se encuentre puede pasar al frente también, para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo. Y los que están aquí presentes pueden pasar al frente si todavía no han recibido a Cristo como Salvador; o si se habían apartado, si se habían descarriado y han sentido el llamado de Cristo para ser reconciliados con Cristo.
Recuerden que Cristo dijo: “Nadie puede venir a Mí si el Padre que me envió no le trajere.” “Si el Padre que me envió” no le trae a Cristo, la persona no puede venir a Cristo, no siente el deseo de venir a Cristo; pero cuando siente el deseo de venir a Cristo, es el Padre, Dios, que lo está trayendo a los Pies de Cristo para ser reconciliado con Dios.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los pies de Cristo en esta ocasión.
Los niños de diez años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador (aquí y en diferentes países); recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración las personas que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, en el cual podemos ser salvos. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el único Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente en Tu Reino.
Sálvame, Señor. Haz realidad Tú Salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario.
Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino a los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, así como ha recibido en Su Reino a todos los que ya habían venido a los Pies de Cristo.
Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de lo profundo de vuestro corazón, de ustedes que han venido en estos momentos a los Pies de Cristo.
Por cuando ustedes han creído en Cristo, bien pueden venir y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor; bien pueden ser bautizados allá donde ustedes se encuentran. Y que Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que los limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo; aun Cristo mismo fue bautizado por Juan.
Por lo tanto, en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está levantándose, resucitando a una nueva vida, a la vida eterna con Cristo en Su Reino Eterno.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando, todos, una tarde feliz llena de las bendiciones de Cristo y una Semana Santa llena del conocimiento del significado de lo que se conmemora en la Semana Santa; todos seamos llenos de ese conocimiento de lo que pasó en esa Semana Santa allá en Israel, lo cual ha traído una bendición grande para todos los seres humanos que han escuchado la historia verídica de lo que allá sucedió y la Obra de Redención que allí se efectuó por el Señor Jesucristo nuestro Salvador.
Estaré con ustedes nuevamente el viernes, Dios mediante, a las 2:00 de la tarde, para que puedan regresar tempranito a sus hogares; y luego el domingo en la mañana también estaré con ustedes, y con todos ustedes de otras naciones a través del satélite.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez para continuar y finalizar.
“LA ENTRADA DE JESUCRISTO A JERUSALÉN.”