Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión aquí en Monterrey, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Un saludo para todos los que están conectados a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones.
Para esta ocasión tendremos la lectura de Colosenses, capítulo 2, versos 1 al 8:
“Porque quiero que sepáis cuán gran solicitud tengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca vieron mi rostro en carne;
Para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, y en todas riquezas de cumplido entendimiento para conocer el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo;
En el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento.
Y esto digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas.
Porque aunque estoy ausente con el cuerpo, no obstante con el espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro concierto, y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él:
Arraigados y sobreedificados en Él, y confirmados en la fe, así como habéis aprendido, creciendo en ella con hacimiento de gracias.
Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme á los elementos del mundo, y no según Cristo:
Porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente:
Y en Él estáis cumplidos, el cual es la cabeza de todo principado y potestad:
En el cual también sois circuncidados de circuncisión no hecha con manos, con el despojamiento del cuerpo de los pecados de la carne, en la circuncisión de Cristo;
Sepultados juntamente con Él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con Él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos.
Y á vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA FIRMEZA DE VUESTRA FE EN CRISTO.”
Es importante mantener nuestra firmeza en la fe en Cristo. Nuestro firmeza en Cristo por la fe es importante mantenerla siempre, cada día más firme en Cristo, por la fe.
No hay otra esperanza para el ser humano, sino Jesucristo; no hay esperanza de vida eterna, sino en Jesucristo; no hay esperanza de bendición del Cielo, sino en Cristo; por tanto, el futuro de cada persona, eterno, depende de Cristo.
Por la fe en Cristo hemos obtenido el perdón de nuestros pecados, hemos obtenido la salvación y vida eterna, y por consiguiente, viviremos eternamente al mantener la firmeza de nuestra fe en Cristo.
Para lo cual, así como la fe viene, nace, por el oír la Palabra de Cristo, el Evangelio de Cristo, la fe crece al continuar escuchando la Palabra del Evangelio de Cristo, llevándola directamente a nuestra alma.
No hay otra forma para que la fe en Cristo crezca en el alma, en el corazón de cada persona, como tampoco hay forma en que nazca la fe, sin que sea por medio de oír la Palabra del Evangelio de Cristo. No hay forma para que la persona sea llamada, para que las ovejas sean llamadas, excepto por medio de la Palabra que produce la fe.
El mismo Cristo dijo: “Yo soy el Buen Pastor, y el Buen Pastor la vida da por Sus ovejas.” Cristo como el Buen Pastor, daría Su vida por las ovejas que el Padre le dio para que las buscara y les diera vida eterna.
Recuerde que Él dijo en una ocasión: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido,” y lo que se había perdido era algo que no estaba perdido, porque no se puede perder algo que ya está perdido. Era nada menos que cada alma de Dios, cada hijo e hija de Dios, que tenía que venir a este planeta Tierra para vivir eternamente como un hijo o una hija de Dios.
Por eso el Hijo del Hombre, Cristo, ha venido para salvar lo que se había perdido; porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. En palabras más claras, vino a buscarme a mí y a salvarme a mí. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
Por eso es que Él nos dice en San Juan, capítulo 10, versos 11 en adelante… 10 en adelante dice… y aun desde el 9 (está muy hermoso el pasaje), dice:
“Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
La salvación solamente puede venir de parte de Dios a través de Cristo. Él es la Puerta de Dios donde está el Nombre de Dios, donde está la Sangre del Cordero derramada por todos los que le recibirían como su Salvador. Él es la puerta del Cielo y al Cielo, a la vida eterna, Él es la puerta angosta.
“El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida (eso es vida eterna), y para que la tengan en abundancia (o sea, eterna).
Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas.”
Aquí está mostrando que Él va a dar Su vida por las ovejas: todos los hijos e hijas de Dios que lo recibirían como único y suficiente Salvador. Sigue diciendo el verso 14:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen.”
Él conoce todas Sus ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé vida eterna; y Sus ovejas conocen Su Voz, el Evangelio, la Palabra.
“Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer, y oirán mi voz.”
Ahora, van a oír la Voz de Cristo. ¿Cómo van a escuchar la Voz de Cristo, si Cristo murió, fue sepultado, resucitó, y luego de cuarenta días se fue al Cielo y está sentado a la diestra de Dios?
Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” San Mateo, capítulo 28, verso 20. En Espíritu Santo Él estaría con Su Iglesia y en medio de Su Iglesia; y estaría hablando por medio de Sus diferentes mensajeros, y estaría llamando a Sus ovejas y juntándolas en Su Redil, que es Su Iglesia. Tan sencillo como eso.
Y por eso, de etapa en etapa en medio de Su Iglesia, en medio del cristianismo, surge un despertamiento en donde Cristo en Espíritu Santo se manifiesta al instrumento que Él tiene indicado para ese tiempo, se revela a él, le habla; él la acepta, recibe esa Palabra, se hace carne en ese mensajero, y él proclama esa Palabra que ha recibido; y eso es Cristo en Espíritu Santo en un hombre en cada tiempo, hablándole a Su pueblo, llamando a Sus ovejas; y así reúne en Su Redil, Su Iglesia, Sus ovejas de cada etapa, de cada edad de Su Iglesia, en la trayectoria de la Iglesia del Señor Jesucristo. Esa es la forma en que las ovejas escuchan la Voz de Cristo.
Bien lo explicó el reverendo William Branham en una ocasión, en la serie de mensajes de “Las Siete Etapas o Edades de la Iglesia del Señor Jesucristo,” donde nos dice en la página 168 y 169 del libro de “Las Siete Edades de la Iglesia” en español. Dice:
“…El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.’ Note aquí que Jesús (por el Espíritu) en cada edad se dirige solamente a UNA persona, en relación a la Palabra por esa edad. Sólo UN mensajero en cada edad recibe lo que el Espíritu tiene que decir a esa edad, y aquel mensajero es el mensajero a la Iglesia Verdadera. Él habla por Dios, por revelación a las ‘iglesias’: tanto a la verdadera y a la falsa. Así que el Mensaje es transmitido a todos; pero aunque es transmitido para todos los que están al alcance del Mensaje, tal Mensaje es recibido individualmente sólo por un cierto grupo calificado y de cierta manera. Cada individuo en aquel grupo es uno que tiene la habilidad para oír lo que el Espíritu está diciendo por medio del mensajero. Aquellos que lo están oyendo no están recibiendo su propia revelación, ni tampoco están (el grupo) recibiendo su revelación colectiva, pero cada persona está oyendo y recibiendo lo que el mensajero ya ha recibido de Dios.”
O sea, que Dios se revela al mensajero de cada edad, le da la Palabra revelada; él la recibe, y entonces le habla al pueblo esa Palabra; el Espíritu Santo le habla al pueblo por medio de ese mensajero, la misma Palabra que le había dado al mensajero; y el pueblo, las personas que están escritas en el Libro de la Vida del Cordero, que son las ovejas del Padre que le son dadas a Cristo para que las busque y les dé vida eterna, escuchan la Voz del Espíritu Santo, de Cristo, a través de ese mensajero.
Y ahí se cumple: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” O sea, que no se perderán jamás, vivirán eternamente en el Reino de Dios.
Ahora vemos el Orden Divino para llamar y juntar las ovejas del Padre, que le han sido dadas a Cristo. Es que Dios no hace nada, excepto a través de Cristo; y Cristo no hace nada, excepto a través de Su Iglesia. Tan sencillo como eso.
Y en Su Iglesia es que Él tiene los instrumentos, los mensajeros, para cada etapa de Su Iglesia, para hablar a través de ellos en medio de Su Iglesia; y ese Mensaje es para todo ser humano.
“…pero cada persona está oyendo y recibiendo lo que el mensajero ya ha recibido de Dios.
Ahora no piense usted, que esto siendo el caso, sea muy extraño, porque Pablo estableció esta norma bajo la mano de Dios. Sólo Pablo tenía la revelación completa para su día como fue comprobado al confrontarse con los otros apóstoles, quienes aceptaron que Pablo era el Mensajero-Profeta a los gentiles para ese día…”
Y en el penúltimo párrafo aquí, dice, de la página 169, dice:
“Le agregan aquí o le quitan allá, y dentro de poco tiempo el Mensaje ya no es puro y el avivamiento se muere (o sea, que no se le puede quitar ni añadir a lo que el Espíritu dice por el mensajero correspondiente de cada edad. Las personas de ese tiempo tienen que mantener puro lo que Dios habla por el mensajero). Cuánto cuidado debemos tener al oír UNA Voz, porque el Espíritu solamente tiene una Voz, la cual es la Voz de Dios. Pablo les advirtió que dijeran lo que él dijo, como también lo hizo Pedro. Él les advirtió que ni aun él (Pablo) podía cambiar una sola palabra de lo que había dado por revelación. Oh, ¡cuán importante es oír la Voz de Dios por medio de Sus mensajeros, y luego decir lo que les ha sido dado a ellos para las iglesias!”
Hemos visto aquí, que hay un Orden Divino que es manifestado por el Espíritu Santo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, para, Dios por medio de Su Espíritu, hablarle a Su Iglesia a través de Sus diferentes mensajeros, correspondientes a las diferentes edades o etapas por las cuales la Iglesia pasaría.
Si estuviésemos viviendo en el tiempo de San Pablo, perteneceríamos a la etapa o Edad de Éfeso, que corresponde al territorio de Asia Menor; o sea, que no estaríamos viviendo acá, estaríamos viviendo allá; Dios nos hubiese enviado a vivir en aquel tiempo.
Pero, si Él nos preguntaba: “¿En qué tiempo quieren vivir?” Conociendo ya todas estas cosas, este Programa Divino, yo diría: “En el tiempo final. En el continente americano, y sobre todo, en América Latina y el Caribe.”
Pero Dios, que conoce todas las cosas, escogió para mí el que viviera en la América Latina y el Caribe. ¿Y para quién más escogió? Para cada uno de ustedes también.
Este es el tiempo en donde la Iglesia del Señor Jesucristo es coronada con la Piedra Angular, con la Segunda Venida de Cristo; es el tiempo en que se cumplirá la Segunda Venida de Cristo; porque eso está prometido para el tiempo final, para el Día Postrero.
Y estamos viviendo en el Día Postrero, en el tiempo del fin, en donde todas estas cosas tienen que ser cumplidas; por eso Él nos da a conocer cuáles son las promesas divinas correspondientes a este tiempo final; esas son las más que nosotros necesitamos conocer, sin ignorar las que ya se han cumplido en otras edades, que vienen a fortalecer nuestra fe, y que nos enseñan que, como Dios hizo en tiempos pasados, volverá a hacer en este tiempo en el cual nosotros vivimos, pero en una nueva edad y con el Mensaje correspondiente a nuestro tiempo.
Vean lo que dice el reverendo William Branham de parte de Dios, con relación a los mensajeros de cada tiempo. Página 265 del libro de “Las Edades,” dice:
“Y le daré la estrella de la mañana…’
‘Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente, y de la mañana.’ Apocalipsis 22:16.”
Recuerden que cuando Cristo nos dice que es la Estrella resplandeciente de la Mañana, no se refiere a que Él es el planeta Venus, que es la estrella de la mañana, sino que la estrella de la mañana literal, representa, es tipo y figura de Cristo. La Estrella real de la Mañana, a la cual Él se refiere, es al Espíritu Santo, que es la Estrella resplandeciente de la Mañana en el mundo espiritual.
Recuerden que Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida,” y también… eso está en San Juan, capítulo 8, verso 12.
Y también en San Juan, capítulo 1, nos dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.”
Y nos dice que por Él fueron hechas todas las cosas, y sin Él, nada de lo que ha sido hecho fue hecho. Y Él dice que Él era y que Él es la Luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. “Y aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo.” Vamos a verlo aquí cómo lo dice. San Juan, capítulo 1, verso 9, nos dice:
“Aquel era la luz verdadera, que alumbra á todo hombre que viene á este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo fué hecho por Él; y el mundo no le conoció (no le recibió).”
Cristo en Espíritu Santo es la Estrella resplandeciente de la Mañana, es la Columna de Fuego, es aquella misma Luz que le apareció a Moisés en el Monte Sinaí en una zarza ardiendo; Él es esa Luz. Por eso Él podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58.
Por eso cuando nos habla San Pablo en Hebreos, capítulo 11, acerca de Moisés, dice que Moisés escogió los sufrimientos de Cristo antes que los placeres temporales allá en Egipto.
Cristo nos habla acerca de que Él existía antes de venir en carne humana. ¿Por qué? Porque Él es el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, el cuerpo angelical de Dios, la imagen del Dios viviente.
Dice la Escritura, que en el mundo estaba y el mundo por Él fue hecho, pero el mundo no le conoció.
“En el mundo estaba, y el mundo fué hecho por Él; y el mundo no le conoció.” San Juan, capítulo 8, verso 10.
Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra; fue representado en Adán, por eso Él es el segundo Adán, y Su Iglesia fue representada en Eva, por eso la Iglesia es la segunda Eva.
Y ahora, continuando aquí… Ya leímos el verso 16, donde dice: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
Cuando Él promete darle la Estrella de la Mañana al vencedor: “Y le daré la estrella de la mañana,” ¿qué le estará dando? ¿Le estará dando el planeta Venus? No; el Espíritu Santo. Entonces el Vencedor viene con el Espíritu Santo, con la Estrella resplandeciente de la Mañana, viene con el Sello del Dios vivo, que es el Espíritu Santo.
“…hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.’ 2 Pedro 1:19.”
Y las citas anteriores fueron Apocalipsis, capítulo 2, verso 28; y capítulo 22, verso 16. Según estos versículos, Jesús es la Estrella de la Mañana.
“Según estos versículos, Jesús es la Estrella de la Mañana. El Espíritu está haciendo una promesa a los escogidos de las Edades del Oscurantismo en relación a Sí mismo, y luego a las edades por venir.
Como ya hemos mencionado, Jesús se identifica con el mensajero de cada edad. Ellos reciben de Él la revelación de la Palabra para cada edad. Esta revelación de la Palabra saca del mundo a los escogidos de Dios y los coloca en unión completa con Cristo Jesús…”
Vean, esa Palabra que recibe el mensajero de cada edad, para la edad en que la reciben, al proclamarla –el mensajero lleno del Espíritu Santo–, llega esa Palabra a los escogidos de cada edad; ellos escuchan, nace la fe de Cristo en ellos, la reciben, y son sacados del mundo y colocados en el Reino de Cristo. Esa es la forma establecida por Dios.
Y son colocados en unión con Cristo, al recibirlo como Salvador y obtener el nuevo nacimiento; nacen en el Reino de Cristo y son unidos a Cristo, vienen a formar la Iglesia del Señor Jesucristo.
“Estos mensajeros son llamados ‘estrellas’ porque brillan con una Luz prestada o reflejada, la Luz del Hijo, Jesús…”
O sea, la Luz que reflejan es la Luz de Cristo en la Iglesia del Señor Jesucristo, para la Iglesia del Señor Jesucristo; y el mundo ve también esa Luz reflejada, es la Luz de Cristo en ellos.
“También son llamados estrellas porque son ‘portadores de luz’ en la noche. Así que en la oscuridad del pecado, ellos traen la Luz de Dios a Su pueblo.”
Y en la página 227 nos dice, penúltimo párrafo dice:
“Ahora, siendo que cada uno de estos mensajes es dirigido al ‘ángel’ (mensajero humano), su porción es una grande responsabilidad como también un privilegio maravilloso. A estos hombres Dios hace promesas especiales, como en el caso de los doce apóstoles estando sentados en doce tronos juzgando las doce tribus de Israel.”
O sea, que así como les prometió a Sus apóstoles sentarlos sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel, a los mensajeros para Su Iglesia entre los gentiles les hace promesas similares.
O sea, que así como los apóstoles del Señor Jesucristo juzgarán a Israel, los mensajeros para la Iglesia entre los gentiles estarán a cargo del juicio con los gentiles. “Porque los santos juzgarán al mundo y aun a los ángeles,” dice San Pablo en Primera de Corintios; y vamos a leerlo aquí para que veamos la posición en que estarán estos mensajeros; porque así como los mensajeros con el grupo de cada edad pertenecen al Orden Sacerdotal de Melquisedec… del cual Cristo es el Sumo Sacerdote; y los creyentes en Cristo, Su Iglesia, son sacerdotes también, pero el Sumo sacerdote es Jesucristo; o sea, que pertenecen al Orden espiritual o religioso del Reino de Dios y del Templo celestial.
Y también dice que Cristo con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios reyes; pertenecen al poder político del Reino del Mesías; y si van a juzgar, pertenecen entonces al poder judicial del Reino del Mesías. Primera de Corintios, capítulo 6, verso 2 en adelante, dice:
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? (Y si han de juzgar al mundo, entonces pertenecen entonces al poder judicial del Reino del Mesías). Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
¿O no sabéis que hemos de juzgar á los ángeles? ¿cuánto más las cosas de este siglo?”
Aun en el juicio que Dios hará en contra de los ángeles que pecaron contra Dios, los santos serán los que juzgarán a los ángeles también.
Cristo como el Juez supremo con Su Corte, llevará a cabo ese juicio; y a esa Corte como jueces pertenecen todos los creyentes en Cristo de cada edad, con el mensajero de cada edad.
Vean las posiciones tan importantes en que Cristo ha colocado a los miembros de Su Iglesia.
El futuro para los creyentes en Cristo es glorioso. Lo que nunca imaginamos será manifestado conforme a como Él prometió; y aunque, como que no cabe en la imaginación humana todo eso, pero cabe aquí en nuestro corazón al creerlo, aunque no lo podamos entender bien.
“Ahora, siendo que cada uno de estos mensajes es dirigido al ‘ángel’ (mensajero humano), su porción es una grande responsabilidad como también un privilegio maravilloso. A estos hombres Dios hace promesas especiales, como en el caso de los doce apóstoles estando sentados en doce tronos juzgando las doce tribus de Israel. Luego, acuérdese de Pablo, a quien le fue dada una promesa especial: la promesa de presentar a Jesús a la gente de la Novia de su día (por lo tanto, cada mensajero presentará a Cristo el grupo de su edad).”
Es importante saber dónde nos encontramos en el Programa Divino. Si estuviésemos viviendo en el tiempo de San Pablo nos encontrábamos, en el Programa Divino, en la primera edad de la Iglesia con San Pablo como nuestro mensajero; y estaríamos recibiendo la Voz, escuchando la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu a través de San Pablo.
Así fue para aquella primera edad de la Iglesia entre los gentiles. Eso era oír la Voz de Dios, la Voz de Cristo, la Voz del Espíritu Santo en aquella edad.
Así fue para la segunda edad, hablando el Espíritu Santo a través del segundo mensajero allá en Europa. Luego vino el tercero, en Europa también; y el cuarto, en Europa; vino el quinto, en Europa; vino el sexto, en Europa, el sexto, que fue John Wesley.
Y después el Espíritu Santo en Su trayectoria se mueve a Norteamérica, vuela al continente americano y habla a través del reverendo William Branham, que fue la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu a través de un hombre sencillo hablándole a Su Iglesia. Eso era la Voz de Cristo, la Voz del Espíritu Santo, la Voz de Dios, hablándole a Su Iglesia.
Y ahora tenemos que saber hacia dónde voló, hacia dónde se movió el Espíritu Santo para continuar hablándole a Su pueblo, a Su Iglesia, para continuar escuchando la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo, la Voz de Cristo en medio de Su Iglesia.
Y es en el tiempo final, con el Mensaje final de Dios, escuchando la Voz de Dios, que recibiremos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
La fe viene por el oír la Palabra de Dios por medio del Espíritu de Dios; eso será lo que nos dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Continuemos escuchando la Voz de Cristo. Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las podrá arrebatar de la mano de mi Padre.”
Por lo tanto, continuemos escuchando la Voz de Dios en nuestro tiempo, en la etapa que corresponde a nuestro tiempo, que es la etapa de oro de la Iglesia, la etapa de Piedra Angular. Es en medio de Su Iglesia que Cristo en este tiempo continuará hablándole a Su pueblo para darle la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por tanto, mantengamos LA FIRMEZA DE NUESTRA FE EN CRISTO. Él es el que estará con nosotros en este tiempo, así como estuvo con Su pueblo en cada edad, manifestándose por medio del mensajero de cada edad y hablándole por medio del mensajero de cada edad; hablándole el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo, en y a través del mensajero de cada edad.
Y cuando el Mensaje lo recibe Su pueblo, y Su pueblo lo lleva al resto de las personas, eso es Cristo hablándole al mundo a través de Su Iglesia. Por eso dice: “El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
En Apocalipsis, capítulo 22, versos 16 y 17, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Y el Espíritu y la Esposa (o sea, el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo y la Esposa, o sea, Su Iglesia) dicen: Ven.”
O sea, con Su Mensaje están invitando a las personas a venir a los Pies de Cristo, para recibir vida eterna, el Agua de vida eterna, a recibir el Espíritu Santo; y así obtengan la salvación y vida eterna.
Lo mismo que Cristo dice, lo repite Su Iglesia; Su Iglesia, que es Su Esposa:
“Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
Tome del agua de la vida eterna, tome del Espíritu Santo, reciba el Espíritu de vida eterna: el Espíritu Santo.
Recuerden en San Juan, capítulo 7, las palabras de Cristo, las cuales fueron pronunciadas en un día muy especial. Capítulo 7, versos 37, lo cual sucedió en el último día grande de la fiesta. Dice:
“Mas en el postrer día grande de la fiesta, Jesús se ponía en pie y clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga á mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.
(Y esto dijo del Espíritu {Santo} que habían de recibir los que creyésen en Él: pues aún no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún glorificado).”
O sea, que hay una bendición grande para todos los que escuchan la Voz de Cristo y lo reciben como Salvador; dice que ríos de agua viva correrán por su vientre, hablando del Espíritu Santo que recibirían los que lo recibirían como Salvador.
Eso es para todos los que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador: ríos de agua viva: el Espíritu Santo entrando en la persona y viviendo en la persona; y esa es la evidencia de que la persona ha nacido de nuevo, porque eso es lo que produce el nuevo nacimiento: nace la persona en el Reino de Dios, nace del Agua y del Espíritu, como le dijo Cristo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Esa es la forma de entrar al Reino de Dios.
Por lo tanto, mantengamos la firmeza de nuestra fe en Cristo, sabiendo que Él nos ha recibido en Su Reino, nos ha dado salvación y vida eterna, y viviremos eternamente con Él en Su Reino. Eso es lo que Él ha prometido, eso es lo que creemos y eso es lo que Él nos dará.
Ya Él nos ha dado vida eterna, nuestra alma tiene vida eterna; y nos dará vida eterna física cuando transforme nuestros cuerpos; y a los que murieron les dará la vida eterna física, al darles un cuerpo eterno y glorificado, al resucitarlos en cuerpos inmortales, cuerpos jóvenes, cuerpos glorificados igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo.
Así será mi cuerpo también: joven, eterno, glorificado, inmortal, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; y ¿el de quién más? El de cada uno de ustedes también.
Creemos lo que Él ha prometido, esperamos el cumplimiento de lo que Él ha prometido en el momento que Él tiene para llevarlo a cabo, conforme a Su Programa.
Mientras tanto, con paciencia esperamos, amándole y sirviéndole, trabajando en Su Obra y trabajando en la evangelización, para que se complete el número de los escogidos, de las ovejas del Señor, que tienen que ser llamados, buscados y recogidos en Su Rebaño, en Su Redil, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
“LA FIRMEZA DE VUESTRA FE EN CRISTO.”
Si alguna persona todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos; y estaremos orando por usted para que Cristo lo reciba en Su Reino, le perdone, le limpie con Su Sangre de todo pecado, y le bautice con Espíritu Santo y Fuego; y produzca en usted el nuevo nacimiento, luego que usted lo haya recibido y haya sido bautizado en agua en Su Nombre.
Para lo cual, puede pasar al frente y estaremos orando por usted en esta ocasión; y los que están en otra naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que le están recibiendo como único y suficiente Salvador.
Dios tiene mucho pueblo aquí en Monterrey, en todo el Estado de Nuevo León, en toda la República Mexicana, en toda la América Latina y el Caribe, y en todos los países; y los está llamando en este tiempo final para darles vida eterna, que es lo que necesitamos para poder vivir eternamente.
Dice Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13, que Él nos ha dado vida eterna:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo: el que no cree á Dios, le ha hecho mentiroso; porque no ha creído en el testimonio que Dios ha testificado de su Hijo.
Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
O sea, que la vida eterna está en Jesucristo, y es a través de Jesucristo que Dios nos ha dado vida eterna.
“El que tiene al Hijo, tiene la vida (el que tiene a Jesucristo como su Salvador tiene la vida eterna, porque la vida eterna Dios la ha dado a través de Cristo, al ser humano): el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida (no tiene la vida eterna; lo que tiene es una vida temporal que se le va a terminar, y no sabe cuándo se le va a acabar).
Estas cosas he escrito á vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
“Porque no hay otro Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12. No hay otro Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Ése es el Nombre de Dios para salvación.
Por eso la Escritura dice, dice San Pablo: “Todo lo que hagáis, ya sea de palabras o de hechos, hacedlo todo en el Nombre de Jesucristo.” [Colosenses 3:17].
Porque no hay otro Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Solamente hay un Nombre de Salvación y para Salvación, y es: Señor Jesucristo.
Por eso se predica el Evangelio en el Nombre del Señor Jesucristo, por eso es que el mismo Cristo enseñó a Sus discípulos a predicar en Su Nombre y a hacer todas las cosas en Su Nombre.
Toda persona desea vivir eternamente, y hay un Nombre para la salvación y vida eterna.
Vean, San Lucas, capítulo 24, versos 45 en adelante, dice (luego de resucitado):
“Entonces les abrió el sentido (el entendimiento), para que entendiesen las Escrituras…”
Es importante entender las Escrituras, porque las Escrituras Sagradas son el Pensamiento de Dios expresado para todos los seres humanos.
“Y díjoles: Así está escrito, y así fué necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día (así estaba escrito y así tenía que cumplirse; porque la Escritura es la Palabra de Dios que da a conocer lo que Dios va a hacer);
Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones (en todas partes), comenzando de Jerusalem.”
Por eso se predica en el Nombre del Señor Jesucristo el arrepentimiento y el perdón de los pecados; porque no hay otro Nombre, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Si no hay otro Nombre, dado a los hombres, en que podamos ser salvos, vean, todos los seres humanos tienen la oportunidad de obtener el perdón de sus pecados, ser limpios de todo pecado por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y obtener la salvación y vida eterna; tan sencillo como eso.
No tiene que ir a una universidad a estudiar para que le enseñen cómo vivir eternamente, es sencillo: es escuchando el Evangelio de Cristo, naciendo la fe de Cristo en su alma, y recibiéndole como único y suficiente Salvador, siendo bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo bautizándolo con Espíritu Santo y Fuego, y produciendo en la persona el nuevo nacimiento.
De eso se encarga Cristo, de llevarlo a cabo; cada cual hace la parte que le corresponde; a nosotros nos toca, escuchar, creer y actuar: recibiéndolo como Salvador; y a Él le toca recibirnos y darnos la vida eterna.
Ya el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados lo llevó a cabo en la Cruz del Calvario, ya es una Obra realizada; y eso es lo que creemos: esa Obra que Él realizó en la Cruz del Calvario; y nos mantenemos firmes en la fe de Cristo. Y en la fe en Cristo nos mantenemos firmes todos los días de nuestra vida, sabiendo que viviremos eternamente con Cristo en Su Reino.
Si la persona muere, va al Paraíso a vivir en su cuerpo espiritual, angelical, que es parecido a nuestro cuerpo pero joven y eterno; y después regresará cuando Cristo venga con Su Iglesia, con los que murieron físicamente, les dará cuerpos nuevos, los resucitará en cuerpos eternos; y los que estemos vivos seremos transformados. Y habrán terminado ya los problemas de nuestra vida terrenal.
Miren cómo Cristo va a terminar nuestros problemas terrenales: transformándonos, y así teniendo un cuerpo eterno como el que Él tiene, glorificado.
Así que Cristo tiene Su forma de resolver plenamente, completamente, todos nuestros problemas para toda la eternidad, y colocarnos en un nivel más alto en cuanto a la vida física: en cuerpos eternos, cuerpos glorificados.
Jesucristo está tan joven como cuando se fue al Cielo; y pasarán… y aun cuando pasen millones de años, siempre estará tan joven como cuando subió al Cielo. Y así será para los creyentes en Cristo cuando sean transformados: cuando reciban el cuerpo eterno y glorificado permanecerán tan jóvenes por millones y millones de años como desde el primer día que fueron glorificados.
En el Programa Divino, usted y yo estamos desde antes de la fundación del mundo; o sea, que no es casualidad que usted reciba a Cristo como Salvador, no es casualidad que la fe de Cristo nazca en su corazón, ya eso lo estableció Dios desde antes de la fundación del mundo.
Dios no va a escribir su nombre en el Libro de la Vida del Cordero cuando usted lo recibe como Salvador, Él lo escribió desde antes de fundación del mundo; y por eso es que Él dijo que Él conocía Sus ovejas y Él las llamaría por su nombre.
Lo que no entendamos ahora, lo entenderemos más adelante; lo importante es que estamos escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo; y por eso es que escucharíamos Su Voz y lo recibiríamos como nuestro Salvador.
“Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Mi Padre es mayor que todos.” Eso es lo que dice Cristo, hablando en San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30; y dice: “El Padre y yo una cosa somos.”
Vamos a estar puestos en pie, para orar por las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
En los diferentes países también pueden recibirlo como su único y suficiente Salvador.
Pueden pasar al frente, donde se encuentren, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por los que están recibiendo a Cristo como su único y suficiente salvador.
Los niños de 10 años en adelante, también pueden recibirlo como su Salvador. Recuerden que Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14].
Lo más importante para el ser humano es la vida, y sobre todo, la vida eterna. Sin vida eterna no hay esperanza para el ser humano, todos necesitamos la vida eterna; y solamente Cristo es el que la puede impartir al ser humano.
“Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo,” o sea, en Jesucristo; por eso lo necesitamos, para que nos dé vida eterna.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador; recíbelos en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo los encomiendo en Tus manos. Amén.
Ahora repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma; creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
Señor, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.
Señor, Te recibo como mi único y suficiente Salvador, Te ruego me perdones y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente, Señor.
Sálvame, Señor. Haz realidad la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego, en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado; porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16].
Usted me dirá: “Yo he creído en el Nombre del Señor Jesucristo, he creído en Cristo como mi Salvador, y lo he recibido. Quiero ser bautizado en agua en Su Nombre. ¿Cuándo me pueden bautizar?”
Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
En el bautismo en agua, la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Es, el bautismo en agua, tipológico: cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a la vida eterna.
Todo esto se mueve en el campo espiritual.
Por eso es que Cristo ordenó, a los que creerían en Él, que fueran bautizados en agua en Su Nombre; porque eso es tipo y figura de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo; y es tipo y figura también, de que estábamos en Él y con Él, cuando Él murió fue sepultado y resucitó.
El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo; el mismo Señor Jesucristo fue bautizado en agua por Juan el Bautista, para cumplir toda justicia; y si Cristo tuvo necesidad de ser bautizado por Juan el Bautista, ¡cuánto más nosotros tenemos necesidad del Señor Jesucristo!
Por lo tanto, bien puede ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente, por toda la eternidad, en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando un tarde llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, y con la firmeza de vuestra fe en Cristo.
Dejo al ministro Epifanio López con ustedes, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y en cada país, dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos; y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
“LA FIRMEZA DE VUESTRA FE EN CRISTO.”