La Herencia del Vencedor

Muchas gracias, Miguel; que Dios te bendiga grandemente y te use grandemente en el Programa Divino. Es un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

No es solamente leer la Biblia, sino saber que como otras personas vivieron en esta Tierra y hubo un Programa Divino llevándose a cabo, y un grupo de personas lo entendió y entró a ese Programa Divino…, pero otros no entendieron; por eso es que cuando estuvo Noé sobre la Tierra, pocos fueron salvos en el arca que fue construida. Y Jesús hablando del tiempo final dice que como fue en los días de Noé, así será el día en que el Hijo del Hombre se revelará[1]. O sea que pocas personas van a comprender el Programa de Dios que corresponde al Día Postrero.

Es importante saber en qué tiempo estamos viviendo, cuál es el Programa Divino para el Día Postrero, para el tiempo final. No es solamente decir: “Estamos en los días postreros”, pues estamos en los días postreros desde los días de Jesús; porque “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”, dice San Pedro en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y por consiguiente, cuando nos habla de días delante de Dios, para los seres humanos son milenios. Los días postreros delante de Dios son los milenios postreros para los seres humanos, que comenzaron cuando Jesús vino a la Tierra y tuvo Su ministerio.

Por eso San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 en adelante, dice… Vamos a leerlo. Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 4, dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas (¿Cómo habló Dios? Por medio de los profetas. Dios en Espíritu Santo en los profetas),

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (¿Cuándo? En estos postreros días, en los días de Jesús), a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

¿Quién es el heredero de todo? Jesucristo. ¿Cómo y por medio de qué o quién hizo Dios, creó Dios el universo? Por medio de Jesucristo. ¿Misterio? Claro que sí. La ciencia todavía está buscando el origen de la Creación; y descubrieron que antes de la Creación hubo un poder en el ambiente: Ese era el Verbo, la misma Columna de Fuego que le apareció al profeta Moisés. Ese poder que libertó al pueblo hebreo usando a Moisés fue el mismo poder que creó los Cielos y la Tierra; por eso Dios dice que Él es el Creador. Por medio del Hijo (Cristo) creó el universo.

Recuerden que Cristo es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; por lo cual dice la Escritura que Dios dio la Ley por medio de comisión de Ángeles[2].

Recuerden que Cristo dijo en una ocasión en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58: “Abraham deseó ver Mi día; lo vio, y se gozó”. Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años ¿y dices que has visto a Abraham?”. Jesucristo les dice: “Antes que Abraham fuese, Yo soy”. ¿Cómo era? Era el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que aparecía a los diferentes profetas, a los diferentes jueces, mensajeros de Dios.

Es importante saber quién es Jesucristo, no es cualquier persona. Es nada menos que el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto que se hizo carne, se hizo hombre y habitó en medio de la raza humana; y es el que redime toda la Creación, y Él es el heredero de toda la Creación.

“…el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…”.

¿Recuerdan que Él decía que Él se sentaría a la diestra de Dios? De eso es que habla San Pablo en Hebreos, capítulo 1; y el que está sentado en el Trono es el que tiene el poder. Por eso Cristo dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”. (San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20).

Y ahora, leemos la Escritura que nos habla de la herencia del vencedor. Romanos, capítulo 8, versos 14 en adelante, dice:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Recuerden, Abba significa: ‘Padre’).

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;

porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“LA HERENCIA DEL VENCEDOR”.

San Pablo dice que somos herederos de Dios, así como todo hijo es heredero de su padre. De todo lo que tiene el padre son herederos los hijos; y de todo lo que Dios tiene son herederos todos los hijos e hijas de Dios. ¿Tendrá algo o mucho Dios? Toda la Creación. El mundo visible y el mundo invisible de las diferentes dimensiones.

La herencia de los hijos de Dios es toda la Creación y la vida eterna; herederos de la vida eterna, que es el tesoro más grande que una persona puede tener. Y como los creyentes en Cristo son herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, entonces todos necesitamos al hermano mayor para recibir la herencia de nuestro Padre celestial.

La Escritura nos dice que somos los primogénitos, y eso nos habla de una doble porción de herencia; porque el primogénito es siempre el que recibe la doble porción de la heredad. Digamos que una persona siendo heredero recibe un millón de dólares, si hay otro heredero y es el mayor, ese recibe el doble, la doble porción de herencia; y por consiguiente, los creyentes en Cristo siendo herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, que es nuestro hermano mayor y es el Primogénito entre todos Sus hermanos, que son los creyentes en Cristo; o sea que los creyentes en Cristo son más que multibillonarios, y algunos no lo saben.

El universo completo pertenece a Dios y a Sus hijos. La vida eterna Dios la imparte a Sus hijos; así como el padre imparte vida física a sus hijos, al engendrarlos y traerlos a vida terrenal, que es lo que nos pudieron dar; por causa de la caída que hubo en el Huerto del Edén, perdió Adán y Eva la vida eterna para ellos y para sus descendientes; la vida eterna física la perdieron y a Adán solamente le quedaron 930 años[3], que es mucho, comparado con lo que viven las personas actualmente; pero con todo y eso se le acabó el tiempo aquí en la Tierra en el cuerpo físico, y no pudo dejarle a su descendencia cuerpos con vida eterna. Pero no se preocupen, Dios sabía todo eso, estaba en el Programa de Dios para ser manifestados los atributos divinos de Redentor, Salvador, así por el estilo; y Cristo es el segundo Adán.

Por medio del primer Adán entró la muerte; por medio del segundo Adán entró la vida eterna para todos los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

Recuerde que no es por mera casualidad que una persona recibe a Cristo como Salvador al escuchar la predicación del Evangelio. Cristo dijo: “Mis ovejas oyen Mi Voz, y me siguen, y Yo las conozco, y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”. San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30. Y el verso 30, dice: “El Padre y Yo una cosa somos”.

Y ahora, es importante que todos los que escucharán la Voz de Cristo, que es el Evangelio de Cristo, y lo recibirán como Salvador, están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Si no ocurría la caída del ser humano allá en el Huerto del Edén, los hijos que tendría Adán tendrían vida eterna física. ¿Y saben quiénes serían esas personas? Los creyentes en Cristo. Así que es un atraso nada más de unos seis mil años, pero estamos aquí. Teníamos que venir a esta Tierra para confirmar nuestro lugar en la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, cada persona que pertenecería a la Iglesia del Señor Jesucristo es mencionado como un primogénito de Dios, como un hijo o una hija de Dios; y por consiguiente, heredero de Dios y coheredero con Cristo Jesús Señor nuestro.

En el Reino de Dios, en el Milenio, el Reino del Mesías, las personas que más riquezas tendrán serán los creyentes en Cristo; no solamente riquezas espirituales, sino físicas también.

¿Qué persona o qué personas multimillonarias pueden ir a un médico y decirle: “Yo quiero que me des una medicina que me ponga joven y pueda vivir eternamente”? Con todo el dinero que tenga no lo puede hacer. Pero puede ir al dueño de la funeraria y comprarle un lugarcito, una cajita para que lo lleven a descansar, su cuerpo, y comprar un lugar en el cementerio también; por más dinero que tenga, va a morir.

Así que si queremos tener riquezas terrenales tenemos que saber cómo las vamos a usar. Y San Pablo, San Pedro y otros apóstoles, pusieron sus riquezas en la Obra de Dios, en la Obra de Cristo; y recibirán en su herencia en forma multiplicada, y la vida eterna; porque sin vida eterna no se puede disfrutar esa herencia divina que hay para todos los creyentes en Cristo.

La vida terrenal que vivimos aquí es solamente una muestra de que existe vida eterna en otra dimensión; de lo cual hablaba Cristo en muchas ocasiones.

Podemos vivir en esta Tierra; y por cuanto tenemos libre albedrío para creer o para dudar, para ser un creyente o para ser un incrédulo a Dios y Su Palabra, cada persona tiene su propia responsabilidad delante de Dios, de —frente a la Palabra de Dios y Su Programa para el tiempo que le toca vivir— creer o no creer.

El mismo Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:

“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

El que no cree se pierde la riqueza más grande: la vida eterna, que es lo más grande que una persona puede recibir; y en la vida eterna están todas las demás riquezas, todo el tesoro divino, la herencia de Dios, para disfrutarlo en el Milenio y por toda la eternidad.

En el cuerpo que resucitarán los muertos creyentes en Cristo en el Día Postrero, y en la transformación que recibirán los que estén vivos, obtendrán la semejanza física de Cristo resucitado. O sea, la Escritura nos habla de la adopción, de la redención del cuerpo, que será la glorificación que cada persona tendrá; porque en la resurrección los muertos creyentes en Cristo resucitarán en cuerpos eternos, inmortales y glorificados y jóvenes, igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo, el cual está tan joven como cuando se fue al Cielo; y los que estén vivos serán transformados. Y entonces todos serán jóvenes y serán inmortales. Todos regresaremos a la inmortalidad, porque nuestra alma viene de la eternidad. Y estamos en el Programa de Redención, regresando, siendo restaurados a la vida eterna, siendo restaurados a la eternidad.

Primero sucede en el campo espiritual, y luego en la resurrección de los muertos será en lo físico, en donde los vivos también serán transformados y glorificados como Cristo fue glorificado; y entonces es que reinaremos con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad, con cuerpos eternos y glorificados.

Pero mientras tanto trabajamos en esta Tierra, luchamos; y con la fe puesta en Dios, puesta en Cristo, todo lo que creamos será posible; porque no hay nada imposible para el que cree. ¿Cómo sucederá? De eso no se preocupen: La fe obrará, porque el subconsciente es el que cree o duda, el alma, que tiene solamente un sentido: el libre albedrío, para creer o dudar.

Algunos usan el libre albedrío para dudar, para ser incrédulos; y pierden las bendiciones, las riquezas que hay en el Reino de Dios en todos los campos de la vida del ser humano.

Manténgase creyendo en todo aquello que usted quiera tener éxito, y lo obtendrá. Jesús dijo: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada será imposible”[4]. Todo es posible para el que cree. El subconsciente se encargará de que se haga realidad lo que usted creyó.

En todos los campos de la vida del ser humano es así. Por ejemplo, una persona cree que va a ser médico, y comienza la carrera y sigue y la obtiene; porque él creyó. Y así son todas las profesiones; usted encontrará que la persona creyó que podía lograrlo y trabajó para eso.

Recuerden, siempre hay que trabajar. El vago no recibe nada, el vago siempre es un incrédulo. Pero aquí no hay vagos; todos son personas de trabajo, que luchan para tener éxito en todos los campos de la vida. Y todos queremos tener lo mejor posible a nuestra familia. Por lo tanto, sepan que en la herencia de los hijos e hijas de Dios, de la herencia de Dios, hay bendiciones espirituales y también materiales. Por eso Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios (eso es lo primero) y su justicia, y las demás cosas serán añadidas”[5].

Por lo tanto, es importante saber que hay una herencia. Y en esa herencia yo tengo una parte, y ustedes también.

Miren lo que nos dice San Pablo en Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante:

“… con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz…”.

“La herencia de los santos en luz”. ¿Ve? Hay una herencia para todos los santos en luz, que son los hijos e hijas de Dios, los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.

Es importante entender estas cosas y ocupar el lugar que le corresponde a cada uno en el Programa Divino, en el Reino de Dios; porque cuando la persona parte de esta Tierra ya no puede hacer nada más con relación a la salvación, si no la recibió estando aquí en la Tierra. Por lo tanto, tenemos que identificarnos con Cristo para que Él nos dé vida eterna.

El único que puede dar vida eterna es Jesucristo, el cual resucitó y dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”. Cristo tiene la exclusividad de la vida eterna. Y cuando uno desea algo y sabe quién tiene la exclusividad, ¿a quién va a ir? Al que la tiene. Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por Mí”[6]. O sea que no hay otro camino a Dios.

Algunas personas piensan: “Todos los caminos llevan a Dios”, pero Cristo dijo: “Yo soy el camino”. No un camino: el Camino. “La verdad”; no una verdad, la Verdad. Y la Vida.

Por eso encontramos en la Biblia que el apóstol San Pablo enseñó a orar al pueblo, y les enseñó a pedir en el Nombre del Señor Jesucristo: “Y todo lo que hagáis, ya sea de palabra o de hechos, hacedlo todo en el Nombre de Jesucristo”[7].

Y el mismo Cristo dijo: “Todo lo que pidáis al Padre en Mi Nombre, Yo lo haré”[8]. ¡Todo! Prosperidad espiritual y prosperidad material también. “Lo que pidáis”. No dijo: “Solamente lo espiritual”. “Todo lo que pidáis al Padre en Mi Nombre, Yo lo haré”. Y dice también: “En esto es glorificado Mi Padre, en que llevéis mucho fruto”[9].

La Obra de Dios es vista en todos los creyentes en Cristo, y se ve la bendición, la alegría, el gozo que hay en el alma, en el corazón de los creyentes en Cristo; es que saben que tienen vida eterna y por eso no le tienen miedo a la muerte.

Si mueren, pues van al Paraíso, ahí se acabaron las luchas de madrugar para ir al trabajo, a coger el tráfico de la mañana, que a nadie le gusta; y el tráfico de la noche o de la tarde, que tampoco les gusta; y las 8 horas de trabajo tampoco les gusta mucho a algunas personas. Pero hay que trabajar, hay que luchar; porque hemos sido colocados en esta Tierra para luchar. El vencedor recibirá todas las bendiciones de Dios.

Por lo tanto, las palabras de Cristo por Su Espíritu, en Apocalipsis, capítulo 21, verso 5 al 6… al 7, dice:

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.

Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.

Es importante tener ánimo en la vida y tener el deseo de vivir. Hay algunos que ya a los 40 años ya están pensando en jubilarse, dejar de luchar. Después de los 40 años se tiene más experiencia y se puede trabajar mejor.

Es importante saber que estamos en esta Tierra para luchar y obtener la victoria. Y Cristo dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. San Mateo, capítulo 28, verso 20. Y también en el capítulo 18 de San Mateo, verso 20, dice: “Donde estén dos o tres reunidos en Mi Nombre, Yo estaré; allí Yo estaré”.

O sea que es importante reunirse en el Nombre del Señor e invocar Su Nombre y Su presencia; y Él traerá las bendiciones espirituales que nos darán ánimo y fuerza para luchar en la vida, y obtener también bendiciones materiales. Porque no solamente la parte espiritual es importante, la material también; pero la espiritual es la más importante, e influye en la material también.

Una persona que espiritualmente no tiene ánimo, no tiene regocijo, no tiene gozo, aunque sea multimillonario, ¿de qué le vale? Lo que tiene entonces son papeles o bonos, o lo que sea, o propiedades; y se muere y no se puede llevar nada.

Es importante disfrutar la vida, estar felices en esta Tierra y trabajar por el bien de los demás; y trabajar en la Obra de Cristo, que es la labor que trasciende al Reino y en el Reino de Dios.

Por eso fue que Cristo dijo: “Haceos tesoros en el Cielo”[10]. O sea que se pueden hacer tesoros. Si se pueden hacer tesoros en la Tierra, ¡cuánto más en el Cielo! Trabajando en la Tierra y luchando hacemos tesoros aquí; y trabajando en la Obra de Dios hacemos tesoros en el Reino de Cristo.

Ahí tenemos las parábolas de los talentos que fueron repartidos[11], y también otras parábolas. Y luego todo lo que ganaron, los que aparecen en las parábolas, todo después Cristo no se lo quitó: vino a ser para las personas mismas que lucharon y multiplicaron las minas[12] o los talentos.

Es importante estar conscientes de que esta vida terrenal es corta y hay que aprovecharla bien, conociendo el Programa Divino, trabajando en él y enseñando a nuestra familia para que ande en el camino de Dios. Recuerden que dice la Escritura: “Instruye al niño en su carrera, y aun cuando sea adulto no se apartará de ella”[13].

Todos queremos que nuestros hijos sean un ejemplo, sean buenos hijos, sean buenos ciudadanos, y sean personas que respeten a los demás y que ayuden a las demás personas. Todo esto es importante para cada ser humano.

Ahora, lo más importante es la salvación del alma. Recuerden que el ser humano es alma viviente. El ser humano es alma, espíritu y cuerpo. El alma es lo que en realidad es la persona: alma viviente, es lo más grande que usted es.

Algunas personas ven una persona alta y dicen: “¡Qué grande es esa persona!”. No: “¡Qué alta!”. Y puede ver una persona pequeña y decir: “¡Qué pequeño!”. A lo mejor ese es el grande y el alto es el pequeño. Como el caso de Goliat y David: el grande era David, el pequeño era Goliat; ahora, en estatura Goliat era más alto y David era más bajito. Pero vean, el más pequeño físicamente, con una piedra tumbó al más grande; y el más grande, con una espada no pudo hacerle daño a David[14].

Es importante que nuestra fe esté firme en Cristo nuestro Salvador, y que sepamos que cuando termina nuestra vida aquí en la Tierra continuamos viviendo en otra dimensión. Es que pasamos a otra dimensión cuando nos llega el momento, llamado el Paraíso, para todos los creyentes en Cristo; donde ni se cansan las personas, ni tienen que dormir tampoco, ni tienen que comer, ni tienen que madrugar; en esa dimensión no hay noche.

Recuerden, se está en cuerpos angelicales parecidos a nuestros cuerpos pero jóvenes, y ahí se está viviendo hasta la resurrección. Cristo pasará por ese lugar cuando termine Su Obra de Redención, de Reclamo; en el reclamo Él reclamara a todas esas personas, las resucitará en cuerpo glorificados, y a los que estemos vivos nos transformará; y entonces todos seremos jóvenes con vida eterna. Eso nos anima a vivir, sabiendo que hay un Programa Divino y que estamos aquí en la Tierra por causa del Programa de Dios, del Programa de vida eterna que Dios tiene para restaurarnos a la vida eterna.

El nombre suyo y el mío está escrito en el Cielo desde antes de la fundación del mundo; y hemos venido a esta Tierra a causa de que Dios nos tenía en Su mente desde antes de la fundación del mundo, éramos conocidos por Dios, parte de Dios; o sea que Dios sin nosotros está incompleto, pero con nosotros está completo.

Es importante despertar a la realidad de que nuestros nombres están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, del cual habla el libro del Apocalipsis, en diferentes capítulos de la Biblia. Eso nos da seguridad.

No estamos aquí por mera casualidad. Usted no escogió vivir en esta Tierra y vivir en este tiempo. Fue Dios el que escogió traernos a esta Tierra para confirmar nuestro lugar en la vida eterna con Cristo nuestro Salvador. Por eso se predica el Evangelio de Cristo, se le da la oportunidad a las personas que reciban a Cristo como Salvador y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16 nos dice:

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (se pierde la salvación y vida eterna)”.

Y no podemos perdernos la bendición más grande de parte de Dios: la salvación de nuestra alma, la vida eterna para nuestra alma; que es la que Cristo le da a todas las personas representadas en las ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé vida eterna.

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, dice Cristo[15]. Y éramos esas ovejas que se habían perdido; pero Cristo ha estado recogiéndolas, de etapa en etapa, de edad en edad. Y cuando se complete en Su Iglesia el número de esas ovejas… Recuerden que la Iglesia es el Redil del Señor, de esas ovejas, y Cristo es el Buen Pastor, y las ovejas pues somos nosotros.

Cristo enseñaba en forma sencilla para que todos pudieran comprender; y por eso es que el Salmo dice: “Jehová es mi pastor”[16]. Todos podemos llamar al Señor: “Nuestro Pastor”, estamos representados en ovejas. El mismo Cristo está representado en el Cordero de Dios. Dice Juan el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”[17].

Es que a todo lo que Cristo… Todo lo que Cristo es, lo son también los creyentes en Cristo; y como Él es el heredero de toda la Creación, Él es el heredero de la vida eterna y de toda la Creación: nosotros somos herederos de la vida eterna y de toda la Creación, como coherederos con Cristo nuestro Salvador.

Dios te bendiga; y Dios les bendiga a cada uno de ustedes, y pasen todos muy buenas noches.

“LA HERENCIA DEL VENCEDOR”.

[Revisión – enero 2024]

[1] San Mateo 24:37, San Lucas 17:26-27

[2] Hechos 7:53, Gálatas 3:19

[3] Génesis 5:5

[4] San Mateo 17:20

[5] San Mateo 6:33, San Lucas 12:31

[6] San Juan 14:6

[7] Colosenses 3:17

[8] San Juan 14:13

[9] San Juan 15:8

[10] San Mateo 6:19-21, San Lucas 12:33-34

[11] San Mateo 25:14-30

[12] San Lucas 19:11-27

[13] Proverbios 22:6

[14] 1 Samuel 17:32-54

[15] San Lucas 19:10

[16] Salmos 23:1

[17] San Juan 1:29, 1:36

Scroll al inicio