Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes aquí en Santiago de Chile; y un saludo también para todos los hermanos y amigos allá en Cayey, Puerto Rico, y para todos los que están en diferentes países, diferentes iglesias, diferentes auditorios, diferentes lugares en los diferentes países. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y nos abra las Escrituras en esta ocasión y nos abra el entendimiento para comprenderlas. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Leemos en San Marcos, capítulo 13, versos 32 en adelante, donde nos dice de la siguiente manera:
“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo.
Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.
Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana;
para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.
Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.”
Nuestro tema para esta ocasión es: “LA IGLESIA VIGILANTE.” O sea, la Iglesia vigilando por la Venida del Señor para este tiempo final, los que vivimos en este tiempo final.
La Iglesia del Señor Jesucristo es aquella de la cual Cristo le dijo a Pedro: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia.” O sea, sobre la revelación de quién es Cristo, sobre la revelación de Dios, de Cristo, que viene a cada creyente.
Recuerden que Cristo le dijo a Pedro, cuando le preguntó: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Unos decían que las personas estaban diciendo lo que pensaban acerca de Jesús. Capítulo 16 de San Mateo, verso 13 en adelante, dice:
“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.”
La revelación de parte del Padre celestial viene a toda persona que está escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo, para recibir Su llamado de parte de Dios, para venir a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, el cual es la Iglesia del Señor Jesucristo.
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
“Las puertas del infierno,” dice otras versiones, porque el infierno con todas esas huestes malignas tratarán de destruir a la Iglesia del Señor Jesucristo.
“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.”
Algunas personas de nuestro tiempo, si vivieran en aquel tiempo dirían: “Pero ¿por qué dice que no digamos que Él es el Cristo, el Mesías, el Ungido, cuando sabemos que Él es el Ungido?” Y algunos podrían ponerse a anunciarlo por todos los lugares, y como lo estaban persiguiendo entonces le causarían muchos problemas a Jesús.
Uno de ellos en una noche, la última noche de Jesús con Sus discípulos, que fue la víspera de la Pascua, encontramos que uno de Sus discípulos le dijo a los enemigos de Jesús: “Yo sé dónde está. Los voy a llevar. Y Él está con Sus discípulos y les voy a señalar cuál de ellos es Jesús, al cual ustedes están buscando: Al que yo le dé un beso, ése es Él.” Vean. Y Jesús decía: “No vayan a estar diciendo que yo soy el Cristo (o sea, el Mesías, el Ungido).”
Por lo tanto, hay cosas siempre, que son solamente para los creyentes y no para que los que no son creyentes las conozcan; porque las van a criticar, las van a atacar, para lo cual y por lo cual Cristo en una ocasión dijo: “No echéis las perlas a los cerdos; porque las van a pisotear.”
O sea, que para el incrédulo no hay revelación, no tienen la revelación; por lo tanto van a tratar de destruir el Programa de Dios.
El Señor Jesucristo era muy claro cuando hablaba lo que hablaba para Sus discípulos y lo que hablaba en público.
Algunas veces hay personas que dicen: “¿Y por qué no dicen estas cosas en público?” Vamos a preguntarle a Jesús por qué no se hablan claramente muchas cosas en público, y por qué les prohibía a Sus discípulos hablarlas públicamente. San Mateo, capítulo 13, versos 11 en adelante, nos da la respuesta a nuestra pregunta. Capítulo 13, verso 9 en adelante, dice:
“El que tiene oídos para oír, oiga.”
Y eso suena como raro porque todas las personas tienen oídos para oír; pero no todas las personas tienen oídos para oír la Palabra de Dios revelada a Su pueblo. Tienen oídos para oír lo que diferentes personas hablan por la televisión, tienen oídos para oír lo que hablan en las películas, tienen oídos para oír lo que se habla en las universidades, lo cual es bueno para los estudiantes, porque dependiendo de lo que la persona escuche, será la clase de vida que va a manifestarse en él.
Por ejemplo, si un niñito escucha inglés, se va a manifestar el inglés hablándolo él; pero si escucha mandarín, que es el idioma de los chinos, ¿qué se va a manifestar cuando él hable, cuando está escuchando ese idioma de los chinos: mandarín? Busque a todos los niños chinos y verá el idioma que se va a manifestar en ellos: el idioma de los chinos, mandarín.
Pero si está escuchando desde bebé el inglés, pues va a ser el idioma inglés; y si es el español el que escucha, luego va a ser el idioma que va a hablar. Y también es así en la escuela y en las universidades: el idioma que le enseñen, y usted si lo aprende, ése lo va a hablar.
Así es en el campo espiritual también; por eso es que hay tantas religiones, tantos grupos religiosos, ¿por qué? Por lo que la persona ha estado escuchando. Y Cristo nos enseña que escuchemos la Palabra de Dios revelada para Su pueblo (vamos a ver un poquito más sobre esto); y la Palabra de Dios revelada para Su pueblo viene de etapa en etapa, y está aquí en la Escritura. Dice:
“Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?”
Porque algunas personas piensan que si es la verdad hay que hablarle a todo el mundo; pero Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” Pero ahora, vean ustedes, Él les dice: “No le vayan a decir a las personas que yo soy el Cristo (o sea, el Ungido, el Mesías).”
“¿Por qué les hablas por parábolas?”
Le estaba hablando por parábolas al pueblo. En el uso de las parábolas están escondidos los misterios del Reino de Dios; pero las parábolas, si no son abiertas en cuanto al significado, la persona no puede recibir el beneficio.
“Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.”
Ahí está la explicación. Ese es el motivo por lo cual Él les hablaba por parábolas, pero a Sus discípulos les daba la interpretación, el significado de esas parábolas.
“Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”
El que no tiene. Y recuerde que nadie tiene nada, porque todo pertenece a Dios. Dios dice: “Mío es el mundo (o sea, el planeta Tierra) y su plenitud (todo lo que hay en él).” ¿Por qué? Porque por Dios por medio de Cristo, el Verbo, creó todas las cosas; por medio de Él creó todas las cosas y para Él.
“Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis…”
¿Ven? Las personas escuchan pero no entienden; pero los escogidos, los elegidos, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, escucharían y entenderían; escucharían, creerían aquí en el alma, porque esa Palabra llegaría al alma y entenderían, creerían; entenderían y disfrutarían la bendición de saber lo que significa lo que les fue hablado.
A todos nos gustaría saber el secreto de Su Venida; pero tenemos que entender que Su Venida tiene, digamos tres partes importantes, y aun cuatro:
Su Venida para redimir, muriendo en la Cruz del Calvario; lo cual no fue entendido en aquel tiempo por el 99% de los líderes religiosos, los cuales estaban esperando la Venida del Mesías.
También la otra parte de la Venida del Mesías es Su Segunda Venida como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores. Él vendrá a Su Iglesia en este tiempo final para transformar a los que estén vivos; y a los que murieron creyentes en Él, resucitarlos en cuerpos eternos, inmortales, glorificados; para eso es Su Venida a Su Iglesia; y por consiguiente, si es para Su Iglesia, el mundo no va a saber, a conocer Su Venida en el Día Postrero.
Ese es el secreto más grande que causó silencio en el Cielo como por media hora en Apocalipsis, capítulo 8, verso 1 en adelante: cuando fue abierto el Séptimo Sello. Y está ese secreto reservado para ser revelado a los que van a ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
¿E irá a ser revelado también a los muertos? Claro que sí. Eso les será revelado allá en el Paraíso, en la sexta dimensión, cuando el Señor pase por la sexta dimensión para buscarlos y traerlos de nuevo a la Tierra, resucitarlos en cuerpos glorificados. Y a los que estén vivos les será revelado el misterio de Su Venida, alrededor del cual gira la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Sin esa revelación nadie podrá transformado.
Esa revelación de Su Venida para el Día Postrero, está contenida en los siete truenos de Apocalipsis, capítulo 10, que Juan escuchó y le fue prohibido escribir. Y esos Siete Truenos es la Voz del Ángel Fuerte que desciende del Cielo envuelto en una nube y con el arco iris alrededor de Su cabeza, y con un Librito abierto en Su mano, que es el Libro sellado con siete sellos, que Él tomó en el Cielo, en Apocalipsis, capítulo 5, de la diestra del Padre, de la diestra de Dios.
Ése es el Libro de la Vida del Cordero, ése es el Libro que contiene todos los nombres de los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, ése es el Título de Propiedad de la vida eterna.
Adán lo tuvo y cuando pecó lo perdió; y el enemigo no lo podía tomar porque Dios lo tomó; por consiguiente, regresó a la diestra de Dios, que es el Dueño original de ese Libro; y ha permanecido en la diestra de Dios desde aquel tiempo en que Adán lo perdió.
Y en Apocalipsis, capítulo 5, cuando llega el tiempo correspondiente en que se completa la Iglesia del Señor Jesucristo, es pedido que alguien se presente, alguien que sea digno. Tiene que ser parte de la raza humana, tiene que ser el Pariente-Redentor para tomar el Título de Propiedad, el Libro de la Vida del Cordero, y traer a vida eterna física todos aquellos por los cuales Cristo murió en la Cruz del Calvario, y a los que estén vivos: transformarlos en el Día Postrero, en el tiempo final; pues Cristo dijo en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Está establecido por Cristo que la resurrección de los creyentes en Cristo, que murieron, será realizada por Cristo mismo en el Día Postrero. Y el Día Postrero es el Día Milenial Postrero, que es el séptimo milenio, así como el día postrero de la semana literal es el sábado; por lo tanto, será un Sábado Milenial, el séptimo milenio.
La Escritura nos dice que “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.” Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y el Salmo 90, verso 4. Por lo tanto, ya tenemos la explicación de Cristo de cuándo será el día: el Día Postrero. Pero Cristo dice también que nadie sabe el día y la hora.
Cualquier persona dice: “Ahí hay una contradicción.” No hay ninguna contradicción si usted obtiene la revelación del Cielo en la forma establecida por Dios para recibirla en el tiempo, en la etapa o edad de la Iglesia que a usted le toca vivir.
¿Vio qué sencillo es? “Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Y para resucitar a la persona que murió, resucitarla en el Día Postrero, vean lo que Cristo dice en San Juan, capítulo 11, versos 20 en adelante. Esto fue cuando Lázaro, hermano de Marta y María, había muerto, murió. Mientras estuvo enfermo mandaron a buscar a Jesús y Él no fue.
Cualquier persona dice: “¡Qué mal agradecido!” Cuando pasaba por la casa de Lázaro, Marta y María, le preparaban desayuno, almuerzo y cena, y de seguro le preparaban la ropa también, y de seguro le lavaban los pies, lo ungían con aceite, le daban un beso de bienvenida: todo eso era señal de bienvenida al hogar, esa era la costumbre. Y ahora está Lázaro enfermo y Él no pasa por la casa de Lázaro para sanarlo.
Pero Cristo decía: “Como yo veo al Padre hacer, así yo hago. Yo no hago nada de mí mismo.” O sea que no era asunto personal de Jesús. Y cuando le mandan a decir, Cristo dice que esa enfermedad no es para muerte (y sí murió), sino para que la gloria de Dios sea manifestada. Vamos a ver. Capítulo 11 de San Juan, dice:
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.
(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume (¿Ve que había sido ungido en la casa?), y le enjugó los pies con sus cabellos).
Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.
Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.”
Dijo que no era para muerte. ¿Y qué pensarían los discípulos?: “Y ahora mandan a decir que se murió. Pero ¡¿cómo que era para la gloria de Dios y ahora se murió?!” Pues todo eso obraba porque todo eso es tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo representada en Lázaro, los cuales y de los cuales Cristo dijo en San Juan, capítulo 5, verso 24; dice:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
Y los cristianos, los creyentes en Cristo, han estado muriendo durante dos mil años, cada uno en el momento que Dios determinó llamarlo, pero tienen vida eterna. No están muertos, están en el Paraíso, en cuerpos angelicales, y regresarán en la resurrección que Cristo ha prometido para el Día Postrero.
Los creyentes en Cristo no mueren sino que duermen, porque sus cuerpos terminaron su tiempo aquí en la Tierra y tienen que pasar a una dimensión de espera, llamada el Paraíso; piense usted, estaría más sobrepoblada la Tierra si no morían todos los creyentes, ahí cada uno en la edad que les tocó vivir.
Pero hay una promesa para los creyentes de este tiempo final. Y San Pablo dice en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 11 en adelante, y también Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante: “Nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos transformados.” O sea que va a quedar una parte de los creyentes en Cristo que estarán viviendo en el Día Postrero, los cuales no van a ver muerte física sino que van a ser transformados; pero primero serán resucitados los que ya murieron físicamente.
Por eso “no impediremos a los que durmieron”: ellos van a ser resucitados en cuerpos glorificados y luego nosotros los veremos; y cuando los veamos, esa multitud de jóvenes… Piense usted que aparezcan en una actividad. Algunos dirán: “¿Y quiénes serán esos jóvenes?” O que aparezcan en cada congregación, en cada iglesia: “¿De dónde vendrían esos jóvenes?” Así podría ser.
Cuando los veamos, quizás alguno de esos jóvenes, una jovencita o un jovencito le dirá: “Hijo, ¡me alegro verte!” Y usted dirá: “¿Hijo? Pero ¿un jovencito cómo va a ser mi padre o mi madre?” Pues él le dirá: “Esto es de lo que escuchabas que se predicaba en la Iglesia: Que cuando resucitáramos, resucitaríamos en cuerpos glorificados, jóvenes, para toda la eternidad.”
Alguno podrá decir: “¡Pero papá! Pues si eres mi papá, mi papá no tenía cabello.” Pero eso fue en el cuerpo que murió. En el nuevo cuerpo tendrá todo el cabello. Y así por el estilo.
Otro podrá decir: “Pero mi mamá y mi papá ya eran muy ancianos, estaban muy arrugaditos ya. Yo los amaba mucho, les ayudaba en todo. No quería que se fueran.” —“Hijo, o hija: Pero ahora regresamos en cuerpos glorificados, jóvenes, y nunca más nos apartaremos de ustedes. Nos iremos luego, todos juntos con Cristo, a la Cena de las Bodas del Cordero.”
Tenemos que saber estas cosas, saber lo que esperamos en la Venida del Señor; porque Su Venida es con los que murieron, trayéndolos, resucitándolos en cuerpos eternos y glorificados, para luego transformarnos a los que estemos vivos como nos ha prometido para el Día Postrero.
Vean, esto está en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, lo cual ya conocemos ese pasaje, lo hemos escuchado muchas veces:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Ahí está la promesa; o sea, que San Pablo era conocedor de todo lo que Jesucristo habló, tanto lo que habló para el público o en público, en parábolas y en diferentes formas, y lo que habló para los creyentes en Él; o sea, que San Pablo entendió bien las palabras de Cristo: “El que cree en mí, no morirá eternamente.” San Juan, capítulo 6, verso 39:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Esa es una promesa para todos los creyentes, y así ningún creyente tiene que tenerle miedo a la muerte. Y algunos que sufren mucho por algún problema de salud o económico o de la edad, no tienen que tenerle miedo si Dios los llama, porque van al Paraíso, a la sexta dimensión.
Yo prefiero quedarme aquí todavía hasta la resurrección y la transformación. ¿Por qué? Porque si estoy en el Paraíso no puedo estar trabajando acá; allá no trabajan, no duermen, no comen, aunque pueden mirar para acá y ver lo que está sucediendo acá; ellos no están cansados de estar allá, pero al ver lo que está pasando acá en la Tierra, de seguro a algunos les gustaría estar acá para estar trabajando en la Obra del Señor; pero ahora nos ha tocado a nosotros trabajar en la Obra del Señor, y nuestra parte no nos será quitada, como le dijo Cristo a Marta con relación a María: “Ella ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada.”
Y ahora, la Venida del Señor es para transformarnos físicamente y llevarnos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero; y para los que murieron, pues resucitarlos en cuerpos eternos, cuerpos glorificados. Por lo cual Él dice que vigilemos: “Velad, porque no sabéis a qué hora ha de venir el Hijo del Hombre.”
Esa profecía de la Venida del Hijo del Hombre es muy importante, descifrar ese misterio solamente lo puede hacer el Espíritu Santo, Cristo por medio de Su Espíritu es el único que puede abrir ese misterio; pues es el misterio más grande de todos los misterios: la Venida del Señor, la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero. ¿A dónde? A Su Iglesia, a Su Casa. Entonces Él va a venir a una casa. Esa fue la lectura de San Marcos, capítulo 13, donde nos dice, verso 32 en adelante:
“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.”
Mientras Jesús estuvo sobre la Tierra, no sabía cuándo el Hijo del Hombre vendría en el tiempo final. Cuando resucitó glorificado ya sí supo todo eso, Él sabía lo que el Padre le revelaba.
Les dije que a Su Casa es que Él viene en el Día Postrero:
“Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo.
Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa (¿Ve? Dejó Su Casa), y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.
Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa (o sea, que Él viene a una casa); si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana;
para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.
Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.”
Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por los creyentes en Cristo, desde aquel tiempo tenían que estar velando por la Venida de Cristo, ¿a dónde?, a Su Casa.
Tenemos que identificar dónde es que Él vendrá, y ya vimos que es a Su Casa; por lo tanto, tenemos que identificar cuál es Su Casa.
En los estudios bíblicos se aprende mucho, y con más tiempo para explicar. Capítulo 3 del libro de Hebreos, de San Pablo a los Hebreos, versos 1 en adelante, dice:
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;
el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.
Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.
Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.
Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa (y ahora vamos a ver cuál es la Casa de Dios, la cual es la Casa a la cual Él vendrá)…
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Y ahora, ya sabemos que hay una Casa no de piedras literales, sino de piedras vivas. Primera de Pedro, capítulo 2, verso 4 en adelante, dice:
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa (y Cristo es una piedra, la más importante: la Piedra del Ángulo o Piedra Angular),
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
¿Recuerdan cuando Juan el Bautista predicaba y dijo: “Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras”? No eran de las piedras literales sino de los pecadores, de las personas que venían a Juan para ser bautizados.
“Por lo cual también contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,
La piedra que los edificadores desecharon,
Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
y:
Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,
porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”
Y ahora, con piedras vivas, personas, está siendo construida la Casa de Dios, de la cual San Pablo nos dice en Primera de Timoteo, capítulo 3, versos 14 en adelante:
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte (San Pablo escribiéndole a Timoteo),
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”
Y ahora, ¿cuál es la Casa de Dios? La Iglesia del Señor Jesucristo, baluarte y columna de la verdad.
Y ahora, pasamos a Efesios, capítulo 2. Efesios, capítulo 2, está antes, es la Carta antes de Filipenses y es la Carta que le sigue a la Carta de Gálatas. Capítulo 2 de Efesios, verso 19 en adelante, dice:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios (la familia de Dios, la familia del Padre celestial; como familia de Dios somos hijos e hijas de Dios por medio de Cristo, el segundo Adán),
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (es un Templo espiritual; los creyentes en Cristo forman ese Templo espiritual que es la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual es la Casa de Dios, sobre la cual Dios ha colocado a Cristo como Hijo sobre Su Casa);
en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
Así como Dios mora en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo, mora en el alma, en el corazón, de cada creyente en Cristo. Él está sobre Su Casa en Espíritu Santo; y es Su Casa, Su Iglesia, la cual Él tiene en la Tierra; y ha colocado sobre Su Iglesia a los diferentes siervos a los cuales les dio talentos para que trabajaran mientras Él regresaba o mientras Él está en el Cielo haciendo la Obra de Intercesión como Sumo Sacerdote.
Y cuando Él regrese, va a pedir cuenta de lo que hemos hecho con los talentos que Él nos ha dado. Y la cosa es que en las dos parábolas en las cuales Él habla sobre irse y dar talentos a las personas para que trabajen mientras Él está en el Cielo y luego ha de regresar…
En San Mateo, capítulo 25, verso 14 en adelante, está la parábola de los talentos; y en San Lucas también nos habla de lo mismo pero usando otro tipo de monedas.
En esa otra parábola Él colocará sobre ciudades. [San Lucas 19:11] A los que les dio y los que ganaron tanto, les da de acuerdo a la cantidad de lo que ganaron. O sea, que lo que Él les dio no se los quita, ni las ganancias tampoco. En palabras más claras: Él da para que uno trabaje, y al final todo lo que uno trabajó será para la persona misma. Los que trabajan en la Obra del Señor están trabajando para sí mismos en el Programa Divino.
Es como un padre de familia muy rico, que tiene muchos hijos, y dice: “Yo no le voy a dar la herencia así sin ellos haber demostrado que son personas trabajadoras y que van a usar correctamente la herencia.” Por lo tanto, le coloca un negocio a uno: “Toma, tú eres el administrador de este negocio.” A otro le coloca otro negocio, y así por el estilo; y los coloca como administradores. Y cuando llega el tiempo de repartir la herencia, le dice: “Bueno, tu herencia es el negocio que te coloqué, que te di para administrarlo, esa es tu herencia.”
Así podemos ver que Cristo tiene de parte del Padre un Programa para los herederos de Dios y coherederos con Cristo; no heredamos nada de Dios a menos que sea con Cristo: Cristo es el que reparte la herencia. Por lo tanto, esa parábola de los talentos es muy importante, juntamente con la otra parábola de San Lucas, donde les son repartidas ciudades para que reinen sobre esas ciudades.
Y cada creyente con el mensajero de su tiempo reinarán sobre esas ciudades; y Cristo reinará sobre todas las ciudades, todas las naciones, el mundo entero, porque como Hijo del Hombre Él es el heredero del mundo entero.
Y ahora, hemos visto estas promesas divinas y que tenemos toda la oportunidad de trabajar en la Obra del Señor, para que se cumpla lo que dijo Cristo: “Haced tesoros en los Cielos.” Trabajar en la Obra es estar haciendo tesoros en el Cielo, porque todo lo que trabajemos, luego será la recompensa, el resultado será la recompensa para cada creyente.
Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea (¿qué?) su obra.”
Por lo tanto, hay que estar esperando y velando por la Venida del Señor, pero trabajando; y trabajando en la Casa de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, trabajando en la Obra de Dios. No haciendo como el siervo negligente que enterró el talento, no lo usó en la Obra para lo cual Dios se lo entregó; y por consiguiente, fue echado en las tinieblas de afuera: la gran tribulación. Enterró el talento y por consiguiente no tenía herencia en el Reino de Cristo. Cristo recompensará a cada uno según sea su obra.
Hemos visto la Venida del Señor, del Hijo del Hombre, señalada para el Día Postrero; pero a través del tiempo, de la Dispensación de la Gracia, la Iglesia del Señor Jesucristo tenía que estar vigilando por la Venida del Señor, desde el tiempo de los apóstoles, allá en la tierra de Israel, y desde el tiempo del apóstol San Pablo entre los gentiles, donde comenzó la primera etapa o edad de la Iglesia entre y con los gentiles.
Nadie puede decir: “No va a venir el Señor.” Pablo dijo: “El Señor va a venir en cierto tiempo; cuando estas cosas estén sucediendo será el tiempo para la Venida del Señor.” Pero tenían que estar preparados en el tiempo, etapa o edad, en que estaría viviendo cada creyente en Cristo.
Y el Espíritu Santo usando el mensajero, tenía que estar velando en la puerta. Eso fue lo que fue dicho: “El portero…” Dice: “Es como el hombre…” Verso 33 del capítulo 13 de San Marcos:
“Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo.”
O sea, que hay que estar preparado delante de Dios, bien con Dios: Con nuestras faltas, errores y pecados confesados delante del Señor Jesucristo, delante de Dios, para que así sean colocados en la Sangre de Cristo y desaparezcan, regresen a su original o a su origen, que fue el diablo.
“Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.”
El Espíritu Santo en el mensajero velando; y el portero, pues es el que está a la puerta, por donde entran a la Casa de Dios los creyentes; y la Puerta es Cristo. Ahí en la Puerta recibe la vestidura de Boda: el bautismo del Espíritu Santo, y luego en el Día Postrero recibirá, en adición, el cuerpo físico glorificado.
Es en la Casa de Dios sobre la cual Dios ha colocado a Jesucristo, la Iglesia, en la Iglesia del Señor Jesucristo; ese es el pueblo bajo el Nuevo Pacto, la Iglesia del Nuevo Pacto en el Nuevo Testamento, como fue Israel la Iglesia del Antiguo Testamento, del Pacto Antiguo.
Es el privilegio más grande que puede tener una persona: estar y ser parte de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo, de la Familia de Dios, que es la Casa de Dios; donde ha estado, está y estará Dios por medio de Su Espíritu Santo todo el tiempo.
Por lo tanto, la resurrección de los muertos será para los que han estado en la Casa de Dios en el tiempo que les tocó vivir; y la transformación de los vivos será para los que estarán en la Casa de Dios en el Día Postrero. La Casa de Dios: la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y la Venida del Señor ¿a dónde será? Porque si una persona va para otro país, en el aeropuerto le preguntan: “¿Hacia qué ciudad usted va?, ¿para qué casa u hotel usted va?, ¿qué ciudad?, ¿cuál es la dirección?”
Y aquí tenemos la dirección completa para donde va a venir Cristo en Su Venida: viene para Su Casa, para la edad correspondiente a este tiempo final. Ya no es la primera edad, ni la segunda, ni la tercera, ni la cuarta, ni la quinta, ni la sexta, ni la séptima tampoco, sino para la edad que corresponde para la Venida del Señor.
Allá en Su Primera Venida fue para la etapa de Piedra Angular, porque Él es la Piedra del Ángulo, la Piedra Angular. Antes apareció un mensajero llamado Juan el Bautista preparándole el camino al Señor, fue el mensajero de la séptima etapa de la Iglesia del Antiguo Testamento, del Pacto Antiguo; y luego apareció el Mesías, el Señor.
Por cuanto es paralelo en todo, Su Segunda Venida, entonces un mensajero, un profeta mensajero precursor, tenía que aparecer; y ya apareció y se fue. Recuerden, así como Juan el Bautista apareció y se fue (y no de la forma que esperaban que se fuera), y le dicen a Jesús cuando bajó del Monte de la Transfiguración: “¿Por qué dicen los escribas que Elías tiene que venir primero? Porque si Elías tiene que venir primero… O sea, ¿por qué está Jesús allí como el Mesías?” Capítulo 17 de San Mateo, versos 10 al 13. Eso fue cuando bajó del Monte de la Transfiguración. Y Jesús les dice: “A la verdad, Elías vendrá primero, y restaurará todas las cosas.” O sea, habla de un Elías que va a venir más adelante. “Pero yo os digo que Elías ya vino y no le conocieron…” Vamos a citarlo tal y como está aquí: el verso 11, 12 y 13, dice:
“Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad Elías viene primero, y restaurará todas las cosas (todas las cosas).
Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.”
Es que el ministerio de Elías, el cual es operado por el Espíritu Santo en Elías Tisbita, luego lo operó en Eliseo, Eliseo pidió una doble porción del Espíritu que estaba en Elías, y la recibió; por eso cuando, luego que Elías subió al Cielo al otro lado del Jordán… O sea, que fue en Jordania donde Elías se fue en el rapto, al otro lado del Jordán; pasó de Jericó al otro lado del Jordán, por donde había entrado el pueblo de Israel a la tierra prometida, al otro lado del Jordán; por ahí entró el pueblo y pasó a Jericó. Y ahora Elías, de Jericó pasa el Jordán; y por consiguiente, si pasa el Jordán, está en Jordania.
Pero Eliseo… Recuerden que Elías se fue en un carro de fuego, que en nuestro tiempo le dirían: en un platillo volador, un ovni. Elías representa a los que van a ser raptados sin ver muerte. El rapto será en carros de fuego, que dirían en nuestro tiempo: platillos voladores, ovnis, en la forma que se fue el profeta Elías: ángeles de Dios los llevarán a la Casa del Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero. Así como para la recepción de una boda, para una boda y para la recepción de una boda, llevan a la gente en carros, en automóviles; casi nadie va a pie ni en bicicleta tampoco.
Pero como un carro de los de acá de la Tierra y tampoco ni un avión pueden ir a la Casa del Padre celestial, que es en otra dimensión, entonces Dios envía carros de fuego: ángeles llevan a la Novia del Señor Jesucristo a la Cena de las Bodas del Cordero, por eso son bienaventurados los que son convidados, invitados —es con invitación—, son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero.
Elías vendrá, pero ya había venido también Elías… primero fue Elías Tisbita, después Eliseo, donde estuvo el ministerio de Elías; después Juan el Bautista, donde estuvo el ministerio de Elías operado por el Espíritu Santo; después el cuarto Elías: el reverendo William Branham, donde estuvo operando el Espíritu Santo el ministerio de Elías; y todavía queda el ministerio de Elías para ser ministrado por quinta ocasión por el Espíritu Santo.
Y ahora, Hechos, capítulo 3, verso 18 en adelante, dice:
“Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.”
Y ahora, el apóstol Pedro nos dice que Dios va a enviar a Jesucristo en el tiempo de la restauración de todas las cosas. Y Cristo dijo: “A la verdad Elías vendrá primero y restaurará todas las cosas.” O sea, que la Venida del Señor será para el tiempo en que el ministerio de Elías esté en la Tierra; y ya estuvo por cuarta ocasión; y estará por quinta ocasión nuevamente, estará con una doble porción en este tiempo final.
Por lo tanto, tenemos la promesa de que va a estar el ministerio de Elías y también el ministerio de Moisés, un profeta como Moisés y un profeta como Elías; en su quinta manifestación de Elías, y su segunda manifestación de Moisés; y si contamos en la manifestación del Espíritu Santo en Jesús como la segunda manifestación de Moisés, pues entonces será en tercera manifestación del ministerio de Moisés. Así que no vamos a contender en cuanto a si será por segunda ocasión o tercera ocasión.
Si es por tercera ocasión entonces contamos la manifestación del Espíritu Santo en Jesús como la manifestación del ministerio de Moisés por segunda ocasión, y la manifestación del Espíritu Santo operando el ministerio de Moisés en el Día Postrero como la tercera ocasión; y así no hay problemas de discusiones. O como la segunda manifestación del ministerio de Moisés operado por el Espíritu Santo en un hombre del tiempo final, del tiempo para la restauración de todas las cosas.
Por lo tanto, lo que comenzó de restauración, y restauración por el Espíritu Santo a través del cuarto Elías, la continuará el quinto Elías; y siempre será el hombre o un hombre del tiempo en que se cumpla esa profecía. No será Moisés literalmente que vendrá, ni será Elías literalmente que vendrá, pero vendrá el mismo Espíritu Santo que estuvo en Elías y el mismo Espíritu Santo que estuvo en Moisés; así también lo creen los judíos.
Y ahí no vamos a explicar mucho lo que viene o lo que acompaña también esas cosas que estarán aconteciendo; porque será en el tiempo de la restauración de todas las cosas (y por consiguiente, el tiempo del ministerio de Elías) que el Señor, que Dios enviará a Jesucristo, el cual enviará en el tiempo de la restauración de todas las cosas.
Será tiempo para la restauración de los hijos de Dios a la vida eterna en cuerpos eternos, será tiempo de la restauración de la Iglesia a una Iglesia con cuerpos eternos, inmortales, glorificados; por lo tanto, la Iglesia será glorificada.
Ese es el tiempo señalado para la Venida del Señor. Por lo cual, lo que Cristo dijo: “Velad…” Él dijo: “Lo que digo a vosotros, lo digo a todos (o sea, que para nosotros también son esas palabras): Velad (velad ¿por qué?), velad por la Venida del Señor.”
Y por consiguiente, tenemos que conocer cuáles son las señales que Él estableció que estaríamos viendo para el tiempo de Su Venida, y saber a qué Casa Él vendrá, y saber en qué etapa estará esa Casa.
No estaría en la primera edad porque ya esa edad pasó y no se cumplió la Venida del Señor, aunque Él estaba en Espíritu Santo; pero Él vendrá cumpliendo Su Venida a Su Iglesia en el Día Postrero para resucitar a los muertos creyentes en Él y transformar a los vivos.
No fue en la segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, ni en la séptima tampoco; entonces es para la Edad de Oro de la Iglesia, la Edad de la Piedra Angular. Esa es la única que queda, y esa es una Edad Eterna, una etapa eterna de la Iglesia, por eso está representada en el número ocho, que nos habla de eternidad y nos habla de regreso a un ciclo divino.
Es ahí donde los Siete Truenos de Apocalipsis, la Voz de Cristo como León, estará emitiendo Sus Voces: Cristo hablándole a Su Iglesia en esa edad, hablándole en forma consecutiva; no como habló en las edades pasadas: una edad, y después vino otro mensajero con el mensaje para otra edad; o sea, que será en forma consecutiva hablando. Y por consiguiente, ahí estará el ministerio a través del cual hablará Cristo a Su Iglesia; y ahí estará el Espíritu Santo ungiendo al instrumento que Él tenga para hablar a Su Iglesia en el Día Postrero.
Y creo que con esa información ya tienen bastante para vigilar y ver y buscar esas cosas, ¿dónde?, en la Casa de Dios, en la etapa que corresponde a este tiempo final. Y no les voy a decir el territorio, averígüenlo ustedes. Si fuera en la primera edad, lo buscaríamos en Asia Menor; si fuera en la segunda, lo buscaríamos por allá por Europa; si fuera en la segunda, tercera, cuarta y quinta y sexta, lo buscaríamos por Europa; si fuera para la séptima edad, lo buscaríamos en Norteamérica; pero ya les dije siete, ahora busquen la última.
En el territorio y del territorio que se cumpla la Edad de la Piedra Angular, la Edad Octava, la Edad Eterna: ahí será el territorio; y de ahí saldrá el Mensaje para todas las naciones.
Es un privilegio el que Dios nos ha dado en toda la América Latina y el Caribe, como fue un privilegio para los que vivieron en el territorio donde se cumplió cada edad, porque de ahí salió para las demás naciones el Mensaje de esa edad.
El Mensaje de la Edad de la Piedra Angular es mundial, para el mundo entero, para todo ser humano, y es para este tiempo y para el Reino Milenial. Con el Mensaje correspondiente al Día Postrero, a la Edad o etapa de Piedra Angular, será llena la Tierra de todo el conocimiento de la gloria del Señor, porque no se detendrá, seguirá aumentando la revelación divina; y en el Reino Milenial será llena la Tierra con el conocimiento de la gloria del Señor; o sea, que va a ser llena la Tierra con el conocimiento de la Venida del Señor como Rey de reyes y Señor de señores, como el León de la tribu de Judá y Juez de toda la Tierra, clamando como cuando un León ruge y Siete Truenos emitiendo Sus voces.
Por lo tanto, estemos preparados en nuestro tiempo para ver lo que Él ha prometido, verlo en la Escritura, en el Mensaje; y esperar de acuerdo a como está señalado que ocurrirá.
Les debo unas cuantas Escrituras y también otras explicaciones, pero ahora no se las puedo dar. Busquen el libro de “Los Sellos” que predicó el reverendo William Branham, y ahí va a encontrar muchos detalles; y no quiero ni abrirlos, los tengo aquí; y el de “Las Edades” también; y el de “Citas” también lo tengo aquí, pero ni quiero abrirlos; porque podría, antes de tiempo, abrir ese misterio del Séptimo Sello, y el enemigo de Dios: el diablo, podría hacer mucho daño a la Casa de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, dejamos que vaya moviéndose todo y Cristo vaya cumpliendo todas las cosas; y nosotros con nuestros ojos espirituales vigilando por Su Venida; y nuestros oídos atentos para escuchar la Voz del Señor, la Palabra de Dios para nuestro tiempo. “El que tenga oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.”
Lo que dijo en la primera edad por medio de San Pablo, estaban llamados a escucharlo, a escuchar lo que estaba diciendo el Espíritu Santo a través de San Pablo, a las personas que vivieron en ese tiempo. Esa es la forma de Dios por medio de Su Espíritu hablarle al pueblo, a Su Iglesia, a Su Casa: por medio de Su Espíritu a través del mensajero que Dios tenga para el tiempo en que las personas están viviendo.
Así que, escuchemos lo que Dios tenga, lo que el Espíritu tenga para hablarnos en nuestro tiempo: “El que tenga oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias,” y ojos para ver.
Como que les debo algo que lo comencé y no lo terminé: Verso 16 de San Mateo, del capítulo 13, dice:
“Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.”
Somos bienaventurados también en nuestro tiempo en escuchar lo que escuchamos y ver lo que vemos… o ver lo que vemos y escuchar lo que escuchamos en este tiempo final en la Casa de Dios, con relación al Programa de Dios para nuestro tiempo.
Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo, la Casa de Dios, compuesta por los creyentes en Cristo, estarán vigilando; y por consiguiente, será una Iglesia vigilante.
LA IGLESIA VIGILANTE es la Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, los cuales serán transformados en el Día Postrero en la Venida del Señor; por la cual están vigilando: vigilando por la Venida del Señor con Sus Ángeles, la Venida del Señor con los santos que partieron, que serán resucitados en cuerpos eternos, y los ángeles que vendrán con los carros de fuego para llevarnos a la Cena de las Bodas del Cordero; para lo cual, nos transformará: seremos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Si hay alguna persona que todavía no está preparado para ese evento tan importante de la Venida del Señor y la transformación, para ser llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, por cuanto no ha recibido a Cristo como Salvador todavía: lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted; para lo cual, puede pasar acá al frente y oraremos por usted para que Cristo le reciba en Su Reino.
Y los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, si todavía no lo han hecho, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo.
Y los niños de diez años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Recuerden que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí; y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.”
Dios tiene mucho pueblo en la República de Chile y en toda la América Latina y el Caribe, y los está llamando en este tiempo final.
Cuando Cristo por Su Espíritu toma la Palabra que es hablada y la trae al corazón de la persona: recibe la persona el llamado de Dios, si no había recibido todavía a Cristo; y si lo había recibido, es confirmado en el Programa Divino. Es una confirmación para todos los creyentes en Cristo cuando escuchan la Palabra de Dios, la cual el Espíritu Santo la coloca en el alma; y ahí la persona la cree y luego pasa al espíritu de la persona, y del espíritu pasa al cuerpo, donde la persona dice: “Yo la creo.” Le dice Amén a esa Palabra. Y es un Amén que sale del alma, pasa por el espíritu y la mente de la persona, y luego pasa por el cuerpo, por el cual es hablada la palabra de Amén, a la Palabra le dice Amén, a lo que es traído por el Espíritu Santo, la Palabra del Señor.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador. En los demás países también puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en las diferentes naciones y diferentes iglesias. Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están presentes y en otros países, que están recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo te lo ruego.
Y ahora, los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, en mi alma.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre en el cual podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino. Quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino. Señor, que el Sacrificio que hiciste en la Cruz del Calvario y la Salvación que ganaste allí para mí, se haga una realidad en mí.
Sálvame, Señor. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador; por lo cual ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Él dijo: ‘Id y predicad en todo el mundo este Evangelio…’ ‘Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Nadie puede o nadie quiere que el Señor lo condene como un incrédulo. Todos queremos que Él nos salve, nos dé vida eterna, y que nos coloque en Su Reino para vivir eternamente. Para lo cual, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Recuerden, Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6.
Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio, del Evangelio de Cristo; y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, recibir el Espíritu Santo. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista; y si Jesucristo necesitó ser bautizado por Juan para cumplir toda justicia, ¡cuánto más nosotros!
Es que en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado.
El bautismo en agua es un mandamiento del Señor, el bautismo es tipológico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente, simbólicamente, está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan sencillo como eso es el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo con ustedes al reverendo Lara, Patricio Lara, con ustedes, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos ustedes aquí presentes y en las diferentes naciones; y al ministro de cada nación: lo dejo para que haga en la misma forma.
Dios les bendiga, Dios les guarde a todos.
“LA IGLESIA VIGILANTE.”