Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual también, en adición, quiero expresarles el agradecimiento por el respaldo que le están dando al proyecto de la Gran Carpa-Catedral. Esperamos que pronto esté levantada esa Gran Carpa-Catedral, para bendición de todos los creyentes en Cristo de toda la América Latina y de todas las naciones, del mundo entero.
También he visto que muchas personas han estado trabajando y siguen trabajando para tener mayores ingresos y respaldar más ampliamente ese proyecto, y también tener una mejor situación económica para su familia; y ya han encontrado la forma de obtener esos beneficios, esas bendiciones; por lo tanto, conforme a como les ha dicho el reverendo Miguel Bermúdez Marín, hagan así; y van a tener éxito para ustedes, para su familia y para respaldar la Obra de Dios en este tiempo final.
Leemos en dos lugares de la Escritura que nos habla de lo mismo: San Mateo, capítulo 16, versos 1 al 3, y San Lucas, capítulo 12, versos 54 al 57. Comenzamos con San Mateo 16, versos 1 al 4:
“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!
La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.”
Y ahora pasamos a San Lucas, capítulo 12, versos 54 en adelante… 54 hasta el 57:
“Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente (o sea, esto es: del Oeste, donde se pone el sol), luego decís: Agua viene; y así sucede.
Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA IMPORTANCIA DE CONOCER EL TIEMPO QUE NOS HA TOCADO VIVIR PARA OBEDECER LA VOZ DE DIOS HOY.”
Dios, de edad en edad y de dispensación en dispensación, ha estado hablándole a Su pueblo, y por consiguiente a toda la humanidad.
Siempre, Dios por medio del Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical, cuerpo teofánico, en el cual Dios aparecía desde Adán hacia acá a los seres humanos; y cuando las personas veían al Ángel, decían que habían visto a Dios; y verdaderamente estaban viendo a Dios vestido de un cuerpo angelical. Ese Ángel del Pacto es Cristo en Su cuerpo angelical, es el Espíritu Santo; porque un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, de la dimensión de los espíritus; Dios es el Dios de los espíritus de los profetas; así nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 12, versos 21 en adelante.
Y ahora, encontramos que algunas personas que vieron al Ángel del Pacto, y por consiguiente estaban viendo a Dios en Su cuerpo angelical… o sea, estaban viendo el cuerpo angelical, pero Dios estaba dentro de ese cuerpo angelical.
Por esa causa, siendo que muchos vieron a Dios al ver al Ángel del Pacto, y dieron testimonio de que habían visto a Dios… como Jacob cuando se encontró con el Ángel y no lo soltó hasta que lo bendijo, dijo, hablando acerca del lugar, que le puso Peniel por nombre, que significa: el rostro de Dios, porque había visto a Dios cara a cara y fue librada su alma. Y por eso en el capítulo 48 de Génesis hablando a José y bendiciendo a los hijos de José: Efraín y Manases, o Manasés y Efraín, pero la bendición de la primogenitura la colocó sobre Efraín, la primera bendición; bendijo primero a Efraín, y Efraín representa a la Iglesia del Señor Jesucristo, y Manases a los judíos.
Y ahora, encontramos que cuando está bendiciendo a estos jóvenes, Él dice de la siguiente manera, y la vamos a leer para tenerla clara en nosotros. Capítulo 48 de Génesis, verso 14 en adelante, dice:
“Entonces Israel (o sea, Jacob) extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito.
Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día,
el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra.”
El Dios… dice: “El Dios de mis padres (el Dios que me mantiene desde que soy joven), el Dios que me mantiene desde que soy hasta este día, el Ángel del Pacto…” Y ahora menciona el Ángel del Pacto también.
Vean, Jacob había visto a Dios velado en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto. Luego Manoa, en el capítulo 13 del libro de Jueces, se encontró con el Ángel de Dios. Al principio no sabía que era el Ángel de Dios pero cuando subió en la llama de fuego del holocausto y ofrenda que había ofrecido a Dios, entonces supo que era el Ángel del Pacto, que era el Ángel de Dios.
Y le dice a su esposa, la señora Manoa: “Hemos de morir porque hemos visto a Dios (habían visto a Dios cara a cara).” Su esposa le dice: “No hemos de morir porque de otra manera no nos diría que vamos a tener un hijo.” Por lógica ella sabía que no iban a morir.
Y ahora, encontramos diferentes testimonios de la aparición de la manifestación de Dios a diferentes personas; y cuando lo vieron era el Ángel del Pacto, era Dios vestido de un cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cual bendecía al pueblo. Era Dios bendiciendo al pueblo a través de Su Ángel, del Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios, la imagen del Dios viviente.
Y en Hebreos, capítulo 1, nos dice San Pablo que Cristo es la imagen de Dios, del Dios invisible. ¿Y cuál es la semejanza de Dios? El cuerpo físico de Jesucristo.
Tenemos a Dios en Su cuerpo angelical, en Su imagen angelical, y tenemos a Dios en Su cuerpo físico de carne: la semejanza física de Dios. Y el mismo Cristo decía en San Juan, capítulo 10, verso 30, y San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” También decía: “El Padre y yo, una cosa somos.”
Es como: usted y su espíritu es uno, y usted y su cuerpo físico es uno; por lo tanto, Dios velado en Su cuerpo angelical: el Ángel del Pacto, y Dios velado en Su cuerpo físico: Jesucristo, en quien habita la plenitud de Dios.
En San Juan, capítulo 1, verso 18, nos dice: “A Dios nadie le vio jamás.” ¿Y qué pasó entonces con lo que dijeron Jacob y lo que dijeron Manoa y otras personas? Que sí vieron a Dios en Su vestidura angelical, y luego vieron a Dios en Su vestidura de carne llamado Jesús. Somos personas que podemos ver a Dios a través del velo angelical y el velo de carne que Él use en el tiempo correspondiente.
Hay tiempos, estaciones, hay diferentes etapas del Programa Divino. Y Dios siempre está en Su Programa llevando a cabo lo que Él pensó hacer para cada edad y cada dispensación. Y lo vemos manifestado a través del Ángel del Pacto, que es el Espíritu Santo; y lo vimos manifestado por medio del Espíritu Santo, a Dios, en los velos de carne que Él utilizó en diferentes tiempos, llamados profetas.
Es importante conocer el tiempo en que a la persona le toca vivir, para conocer también qué Dios tiene para llevar a cabo en ese tiempo, y ver al Espíritu Santo obrando por medio del velo de carne que Él tenga para ese tiempo, para estar escuchando la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo a través de carne humana.
Tenemos el caso de Zacarías, capítulo 7, verso 11 en adelante, donde dice:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros.”
¿Cómo venía la Voz de Dios, la Palabra de Dios para el pueblo? Por medio del Espíritu Santo a través de los profetas.
Para el tiempo de Juan el Bautista, las personas tenían que conocer el tiempo: que aquel era el tiempo en que Dios enviaría al precursor de la Primera Venida de Cristo, y conocer que en ese tiempo también enviaría al Mesías Príncipe prometido en la Escritura.
Los que no conocieron el tiempo en que estaban viviendo en los días de Jesús, no pudieron recibir a Cristo; estaban ciegos a lo que Dios estaba haciendo, porque no reconocían que para ese tiempo – o que ese tiempo era el tiempo mesiánico para la aparición del precursor de la Primera Venida de Cristo, y del precursado: el Mesías, que fue Jesús; por eso Él les decía que no conocían el tiempo.
Las sazones y los tiempos tienen que ser conocidas, y saber lo que Dios ha prometido para ese tiempo. Si Él prometió el Mesías para ese tiempo, entonces tenía que aparecer un hombre cumpliendo lo que el Mesías tenía para llevar a cabo. Por eso Jesús decía: “Si no creen en mí, crean a las obras, porque ellas dan testimonio de mí.” Y les decía: “Escudriñad las Escrituras, porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí.”
Se tenía que tener el testimonio de la Escritura para compararlo con lo que Jesucristo estaba haciendo; y así podían ver que las obras que Jesucristo hacía, no las hacía de Sí mismo, dice Él, “sino que el Padre que mora en mí (decía Cristo), Él hace las obras.” Eran las obras de Dios por medio de Jesucristo, del Ungido, del Mesías.
Es importante conocer el tiempo y conocer lo que Dios ha prometido hacer para este tiempo, y conocer a través de quién lo está haciendo, porque ese es el que cumpliría y a través del cual se cumpliría lo que Dios prometió para ese tiempo.
Por eso Cristo les decía: “Si ustedes no pueden creer en mí, crean a las obras, porque ellas dan testimonio de mí.” O sea, ellas mostraban quién era Jesús.
En una ocasión Nicodemo, en el capítulo 3, versos 1 al 6 de San Juan, viene a Jesús de noche y le dice: “Maestro, sabemos que has venido de Dios por Maestro, porque nadie puede hacer las cosas que Tú haces si Dios no está con él.” O sea, que le reconocía que las obras que Jesús estaba haciendo eran las Obras de Dios.
Era necesario conocer cuáles eran las Obras que Dios haría por medio del Mesías Príncipe en Su Venida, y compararlas con lo que Jesús estaba haciendo; y les iba a dar ‘positivo’, de que Jesucristo era el Mesías Príncipe.
Él y en Él se cumplió todo lo correspondiente a la Primera Venida del Mesías. Por eso cuando leyó Isaías, capítulo 61, y dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí por cuanto me ha ungido para predicar el año de la buena voluntad del Señor…” Y enrollando el libro lo dio al ministro. No continuó leyendo porque a continuación decía: “Y para predicar el día de venganza del Dios nuestro.” O sea, para predicar todo el juicio divino que Dios llevaría a cabo sobre la raza humana; porque eso corresponde a Su Segunda Venida; por eso Él no podía leer, porque Él tenía que leer hasta donde leyó, y luego dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”
Hasta donde se tenía que cumplir Él tenía que leer; y lo demás, para Su Segunda Venida, en donde nos estará hablando acerca de los juicios divinos que han de venir sobre la Tierra, del día de venganza del Dios nuestro.
Es importante conocer el tiempo, cada persona conocer el tiempo que le ha tocado vivir, conocerlo de acuerdo a la Palabra de Dios, al Programa Divino, a las profecías; y luego escuchar la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo obrando y hablando a través del velo de carne que Él tenga para ese tiempo.
Esa es la forma para escuchar a Dios y para obedecer la Voz de Dios en todo lo que nos esté hablando para el tiempo en que le toca vivir a cada persona. Y por consiguiente, las personas estarán escuchando a Dios.
Será la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo a través del instrumento, del profeta que Él tenga para ese tiempo. “Porque no hará nada el Señor Jehová sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos, Sus profetas.” Amós, capítulo 3, verso 7.
Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo, de edad en edad, ha estado escuchando la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo en el mensajero correspondiente a cada tiempo. Reconocer el tiempo que a la persona le toca vivir, reconocer lo que Dios ha prometido para el tiempo en que está viviendo la persona, lo cual está en la Palabra, y luego buscar el velo de carne en el cual estará Dios en Espíritu Santo hablándole a Su pueblo.
Si obtiene esas tres cosas, usted estará obedeciendo para el tiempo en que le toca vivir, obedeciendo a Dios, escuchando la Voz de Dios.
Si estuviéramos viviendo en el tiempo de Noé tendríamos que reconocer que aquel tiempo era el tiempo final para el pueblo, para el mundo antediluviano, que había llegado a su final, y que allí estaba un profeta mensajero llamado Noé, hablando, o Dios hablando por medio de él las cosas que iban a suceder; y luego Noé trabajando en la construcción de un arca para la salvación de los creyentes en el Mensaje de Noé o Mensaje de Dios para aquel tiempo. O sea, que estarían viendo ellos la construcción del arca, y estarían trabajando con Él todos los que se iban a salvar. Fueron pocos, no se sabe si le pagó a obreros de la construcción en alguna ocasión, pero la cosa es que fue él y su familia los principales que trabajaron en la construcción del arca. No sabemos si otras personas trabajaron cobrando su salario correspondiente.
Allí estaba el tiempo, estaban las profecías que marcaban el fin del tiempo, estaba el Mensaje de Noé, Mensaje de Dios, y luego vino el diluvio y se llevó a todos los incrédulos de aquel tiempo; pero si estaban escuchando a Noé, estaban escuchando la Voz de Dios; y estaban trabajando con él y estaban obedeciendo la Voz de Dios para aquel tiempo.
Cristo dijo que la Venida del Hijo del Hombre sería como en los días de Noé, o sea, un tiempo paralelo a aquel tiempo; por lo cual, habrá en este tiempo final un grupo de creyentes escuchando y obedeciendo la Voz de Dios hoy, en este tiempo final en el cual nosotros estamos viviendo.
Si en el tiempo de Noé hubieran preguntado, Noé hubiera preguntado: ¿Cuántos son los creyentes que están escuchando la Voz de Dios hoy? Poquitas personas: ocho personas incluyendo a Noé; porque Noé la escuchaba y la transmitía a los creyentes, que eran muy pocos. O sea, que hubieran levantado las manos siete personas, y Noé: ocho personas.
Si hoy preguntamos ¿cuántos están conociendo el tiempo en que vivimos y escuchando la voz de Dios y obedenciendo la Voz de Dios en este tiempo? Veo que hay más manos que en el tiempo de Noé.
El ocho habla de eternidad; y luego de las siete edades de la Iglesia entre los gentiles, que han estado escuchando la Voz de Dios por medio del mensajero de cada edad, nos encontramos ahora en la Edad de la Piedra Angular, que corresponde al número ocho y que habla de eternidad; por lo tanto, ocho se repite de nuevo, aquellos ocho allá representando la edad número ocho, la Edad Eterna de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Estamos en un tiempo paralelo al tiempo de Noé, y también al tiempo de Lot, y por consiguiente al tiempo de Abraham; y también estamos en un tiempo paralelo al tiempo de Moisés, y también un tiempo paralelo al tiempo de Jesús. O sea, que entendiendo esto, estamos conociendo el tiempo en que nos ha tocado vivir, la etapa del Programa Divino que nos ha tocado vivir, y estamos en esa etapa escuchando la Voz de Dios y obedeciendo la Voz de Dios; y por consiguiente, trabajando en el Programa Divino correspondiente a este tiempo.
“LA IMPORTANCIA DE CONOCER ELTIEMPO QUE NOS HA TOCADO VIVIR PARA OBEDECER LA VOZ DE DIOS HOY.”
Que Dios nos hable directamente a nuestra alma, nos abra las Escrituras para entender el tiempo que nos ha tocado vivir, la edad y dispensación, y nos hable continuamente, consecutivamente, en esta edad eterna de la Piedra Angular, para siempre estar obedeciendo la Voz de Dios.
Que las bendiciones de Cristo el Ángel del Pacto, sean con todos ustedes y conmigo también; y nos use grandemente en Su Obra en este tiempo final, y nos abra cada día más y más el entendimiento para comprender todo el Programa Divino; y nos dé también el privilegio de trabajar en Su Obra en este tiempo final.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.
Dejo con ustedes nuevamente al misionero, doctor Miguel Bermúdez Marín, para continuar. Muchas gracias.
“LA IMPORTANCIA DE CONOCER ELTIEMPO QUE NOS HA TOCADO VIVIR PARA OBEDECER LA VOZ DE DIOS HOY.”