La importancia de la alabanza

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones, ministros y congregaciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

San Pablo decía en Colosenses, capítulo 3, versos 16 al 17:

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.

Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”.

“LA IMPORTANCIA DE LA ALABANZA”.

Venimos a la iglesia para acercarnos a Dios por medio de Cristo y adorar a Dios por medio de Cristo, y alabarlo con cánticos, con salmos, con himnos, que son canciones espirituales; y por consiguiente, música sacra. No colocándole música de cantos del mundo, sino música sacra inspirada por Dios.

Los himnos antiguos son muy buenos también, fueron inspirados —tanto la letra como la música— a creyentes en Cristo que hicieron esas composiciones.

El salmista David cantaba a Dios. Los salmos son cánticos a Dios donde se alaba a Dios, se exalta a Dios, por las Obras que Él ha llevado a cabo, por el poder que Él ha manifestado en favor de Su pueblo y amor de Dios a Su pueblo.

En los salmos encontramos también al salmista cantando la Ley de Dios, enseñando la Ley de Dios, los mandamientos de Dios por medio de los salmos, de esos cánticos espirituales.

O sea que así como el predicador (por medio del Mensaje que trae, dando a conocer la Palabra de Dios) expresa los mandamientos divinos, enseña al pueblo; el que canta…

Como el rey David: predicaba con el cántico los mandamientos de Dios, la Palabra de Dios, dando a conocer la voluntad de Dios para Su pueblo, y dando a conocer la historia del pueblo.

El éxodo, el tiempo, la liberación que fue llevada a cabo allí en Egipto por Dios, y también los 40 años en el desierto; de todo eso hablaba – hablaban los salmos del rey David y demás salmistas.

O sea que por medio del cántico se enseña la Palabra de Dios. Por eso los cánticos tienen —obligatoriamente— que tener la Palabra del Señor.

Y así el compositor, y el que interpreta esas composiciones cantando, y también los músicos, están predicando, expresando la Palabra de Dios. Y cuando las personas escuchan, está entrando al corazón la letra acompañada de la música.

Por eso el salmista David, el rey David, enseñaba a las naciones también por medio de sus cánticos, que eran los salmos; era músico también; y es llamado “el dulce cantor de Israel”[1]. O sea que cantaba bien, cantaba con amor y de corazón; por lo tanto, eso llegaba al corazón de las personas.

El que canta para Dios tiene que hacerlo de todo corazón, para que llegue a Dios; si no, solamente llega al oído de las personas y ni siquiera entra al corazón de las personas, porque no sale del corazón del que canta. Pero el que canta de todo corazón, ungido con el Espíritu: va de corazón a corazón, del corazón de la persona al corazón de Dios, y también del corazón de la persona a las demás personas.

En el Cielo se canta a Dios, se alaba a Dios, se glorifica a Dios; y en el Cielo se vive en una dimensión más rápida.

Recuerden que el nuevo nacimiento no es terrenal; es celestial. San Pablo, hablando de nuestra ciudadanía, consciente de que cada persona tiene una ciudadanía al nacer en esta Tierra; pero al nacer en el Reino de Cristo, al nacer de nuevo, se obtiene o se tiene una ciudadanía celestial; por eso dice en Colosenses el apóstol Pablo, en el capítulo 1, y también en Filipenses… Leemos Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.

¿Dónde dice que está? Esa es la ciudadanía de hijos e hijas de Dios, es una ciudadanía celestial.

El alma de todos los hijos de Dios ha venido del Cielo, y ahora necesita el nuevo nacimiento para obtener el espíritu de la sexta dimensión, el espíritu angelical o teofánico, o cuerpo angelical o teofánico; porque el orden para aparecer en la Tierra con vida eterna es pasando primero por la sexta dimensión (la dimensión del cuerpo angelical, cuerpo teofánico, cuerpo espiritual); y luego tomando o recibiendo un cuerpo físico eterno, inmortal y glorificado, al recibir: los creyentes en Cristo que murieron: recibir la resurrección en cuerpos eternos; y los que vivimos: recibir la transformación, en la Venida del Señor a Su Iglesia; lo cual pronto (pero no sabemos cuántos días o años falten) se cumplirá.

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo…”.

¿De dónde Él viene? Recuerden que Él está en la séptima dimensión sentado a la diestra de Dios en el Trono de Dios, y está como Sumo Sacerdote, como Intercesor, haciendo intercesión con Su propia Sangre por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Ya lleva unos dos mil años allá, en esa posición u Obra de Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, allá en el Templo celestial.

Cuando haya hecho intercesión por el último escrito en el Libro de la Vida del Cordero, que completará la Iglesia del Señor Jesucristo: habrá terminado Su Obra de Intercesión, saldrá del Trono de Intercesión, y tomará el Título de Propiedad, el Libro sellado con siete Sellos, que es el Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro que contiene los nombres de todos los creyentes en Cristo que lo recibirían como Salvador.

Ese es el Libro de la Vida, Libro de la vida eterna, es el Título de Propiedad de la vida eterna; ahí está el nombre de cada creyente en Cristo que lo recibiría como Salvador.

Y cuando Él toma ese Libro, lo hará como León de la tribu de Judá, como Juez de toda la Tierra; y hará Su Obra de Reclamo, reclamando todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa.

Reclamará a todos los creyentes en Él que murieron, los transformará; reclamará a los que estén vivos, transformándolos; a los muertos les dará la resurrección, el cuerpo eterno glorificado; y luego reclamará también el Reino de David, Trono de David; y reclamará el planeta Tierra completo. Todo eso está todavía en el futuro.

Estamos en una etapa en que los creyentes en Cristo están siendo preparados para ser transformados en este tiempo final. Sigue diciendo:

“… el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (o sea, transformará estos cuerpos mortales), para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (o sea, para que sea un cuerpo glorificado y eterno como el que Él tiene, y joven para toda la eternidad), por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.

Es importante saber para qué es la Venida del Señor, para qué lo estamos esperando: es para nuestra transformación. Y los que murieron físicamente, que están en el Paraíso, lo están esperando en el Paraíso para venir con Él, para la resurrección de ellos en cuerpos eternos.

Colosenses también nos dice en el capítulo 1, verso 12 en adelante:

“… con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz (los santos en luz son los creyentes en Cristo, y tienen una herencia, son herederos de Dios; toda la herencia de Dios corresponde a los hijos de Dios; y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos, capítulo 8, versos 14 al 39);

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (nos trasladó al Reino de Jesucristo, por eso somos ciudadanos de ese Reino; nuestra ciudadanía como creyentes en Cristo es del Reino de Cristo, es una ciudadanía celestial),

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (la redención es por medio de la Sangre de Cristo, y el perdón de pecados por medio de Cristo).

Él es la imagen del Dios invisible…”.

O sea que Él es la imagen, el cuerpo angelical, llamado “el Ángel del Pacto” en todo el Antiguo Testamento. Ese Ángel del Pacto, ese Ángel que le aparecía a los profetas, es la imagen de Dios.

Y Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”[2]. O sea, la creación del ser humano fue: la primera parte en cuerpo angelical; y la segunda parte (la parte física, el cuerpo físico) del polvo de la tierra; y ahí el hombre recibió la imagen (el cuerpo angelical) y la semejanza física (el cuerpo físico del polvo de la tierra).

Por eso el ser humano es —físicamente— un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo: pies, brazos, rostro, y así por el estilo; porque Cristo en Su cuerpo físico es la semejanza física de Dios; y Cristo en Su cuerpo angelical es la imagen de Dios, es el Ángel del Pacto.

Por eso es que Él podía decir en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. ¿Cómo era? Era en cuerpo angelical, era el Ángel del Pacto, el cual le dio la Ley a Moisés en el monte Sinaí, el cual había libertado también a Israel de la esclavitud en Egipto; fue el Ángel del Pacto, fue Cristo en Su cuerpo angelical.

Y cuando dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy”, vean, fue antes de Abraham, fue aun antes de Noé, fue aun antes de Adán también. Siendo la imagen del Dios invisible, el Verbo, “por Él fueron hechas todas las cosas”, dice San Juan, capítulo 1, versos 1 al 18.

En palabras más claras, que Dios en Su cuerpo angelical, que es Cristo en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto y llamado “el Verbo que era con Dios y era Dios, y por Él fueron hechas todas las cosas (dice San Juan, capítulo 1, verso 1 al 18)”: Dios por medio del cuerpo angelical creó todas las cosas, hablando a existencia todas las cosas.

Eso volverá a verse. Lo vimos parcialmente en algunos profetas, lo vimos parcialmente también en algunos apóstoles, y lo vimos parcialmente en el reverendo William Branham: hablando a existencia la Palabra creadora y las cosas siendo creadas.

Encontramos… a través de Jesús también. Y eso volverá a la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final. Y más cuando estemos transformados: ahí será a mayor escala, sin limitaciones; todos los que serán transformados tendrán el mismo poder de la Palabra hablada, pero habrá un orden divino para ser manifestado.

Antes de eso hemos visto esa manifestación de ese poder creador de Dios en el siglo pasado, lo vimos en el reverendo William Branham; y volverá a ser visto en este tiempo final: en el cumplimiento de la Tercera Etapa.

Fue visto por el reverendo William Branham en visión. Cuando Dios le mostró la Visión de la Carpa, ahí fue visto ese poder creativo siendo manifestado; y él dice que va a ser manifestado, y eso será la Tercera Etapa; de lo cual él dijo que no iba a dar detalles, que él se llevaría a la tumba todo lo que él vio en ese cuartito pequeño. Pero él vio todo funcionando, por lo tanto va a cumplirse, aunque él no haya dado mucha explicación. No podía dar mucha explicación, para que los imitadores no pudieran imitar lo que Dios va a hacer; pero Dios lo va a hacer en este tiempo final.

Dice el reverendo William Branham en la página 136 y 138 del libro de Citas, y la página 369 del libro de Los Sellos, y también la página 399 del libro de Los Sellos, y página 408 del libro de Los Sellos…, que todo eso corresponde a los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías que van a estar repitiéndose. En la repetición de esos ministerios vamos a ver el poder de Dios siendo manifestado en forma plena.

Y todo eso va a estremecer al mundo entero, en y al pueblo y en medio del pueblo creyente en Cristo, que consta de las vírgenes prudentes y las vírgenes insensatas; y también va a estremecer al mundo entero. Y por consiguiente, los hebreos, o los judíos, lo van a ver y van a decir: “¡Esto es lo que nosotros estamos esperando!”. Pero cada cosa tiene su tiempo, para todo hay tiempo.

Mientras tanto, pues trabajamos en las cosas que tienen que estar listas para cuando llegue el momento de esa manifestación.

Ya sabemos que va a ser en medio de una Gran Carpa Catedral; por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo va a tener una Gran Carpa Catedral lista para nuestro Señor Jesucristo y Su manifestación de la Tercera Etapa; va a tener un pueblo creyendo en lo que ha sido prometido, y trabajando para que se cumpla lo que ha sido prometido. Porque Dios obra por medio de Su Espíritu en Su Iglesia; y a través de Su Iglesia Él traerá a cumplimiento —y en Su Iglesia— lo que Él ha prometido.

Tenemos grandes promesas para este tiempo final: tenemos la promesa que la fe para ser transformados y raptados va a ser dada a la Iglesia; y esto girará alrededor de la Venida de Cristo para el Día Postrero, con un Nombre Nuevo, como está señalado en la Escritura.

Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo será la que lo reconocerá en Su Venida en el Día Postrero, porque vendrá con un Nombre Nuevo. Ahí está en la Escritura: Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, Él dice que tiene un Nombre Nuevo; y si Él lo dice, así es.

Pues si el que lo tiene dice que lo tiene…, ¿y quién va a decir que no lo puede tener? Si Él dice que tiene un Nombre Nuevo, lo tiene.

Y aun el reverendo William Branham habló en el libro de Los Sellos, página 131, que Él viene con un Nombre Nuevo, y que va a ser revelado a la Iglesia, y que los Truenos van a revelar ese misterio; porque los Truenos darán la fe para ser transformados y raptados a todos los creyentes en Cristo.

Así que hay grandes bendiciones para todos los creyentes en Cristo; y esas bendiciones que corresponden al tiempo final nos llevarán a la meta, a la meta de Cristo y a la meta nuestra, que es nuestra transformación, y arrebatamiento o rapto de todos los creyentes en Cristo, para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.

Mientras tanto, continuamos trabajando en la Obra del Señor, alrededor de cada promesa hecha para la Iglesia. Y así como muchos conquistaron las promesas de Dios en tiempos pasados, nosotros conquistaremos cada promesa correspondiente a este tiempo final: Trabajando en ella, creyéndolas de todo corazón.

Y recuerden que así es como se materializan las promesas de Dios: Siempre habrá alguien que las creerá; y con él: los creyentes en las promesas de Dios que estarán trabajando; y Cristo, por medio de Su Espíritu, obrando por medio de esa y de esas personas para cumplir lo que Él ha prometido; porque las manos del Señor son las nuestras, para trabajar en esta Tierra.

Y todos los que han recibido a Cristo como Salvador, desde el tiempo de los apóstoles hasta nuestro tiempo, han estado siendo bautizados en agua, conforme al mandamiento del Señor; porque en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.

Tan sencillo como eso es el simbolismo, la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y es un mandamiento del Señor Jesucristo por medio del Espíritu de Cristo que estaba en Jesús, el cual también estuvo en los apóstoles, y ordenó bautizar a todos los que estaban recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador; y así continuará hasta que entre al Reino de Cristo hasta el último escogido, miembro de la Iglesia del Señor Jesucristo. Cuando sea bautizado el último, ahí ya terminará para la Iglesia del Señor.

No sabemos si después, de ahí para adelante, serán bautizados otros, aunque vayan a pasar por la gran tribulación; pero para la Iglesia, pues cuando se bautice el último, pues ahí terminó para la Iglesia. Si continúa después para las vírgenes insensatas y para otras personas, veremos cuando llegue el momento. Mientras tanto, se sigue recibiendo a Cristo, a ser predicado el Evangelio, y siguen siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo los que lo reciben como Salvador.

Dios les bendiga y les guarde a todos.

“LA IMPORTANCIA DE LA ALABANZA”.

[Revisión agosto 2024]

[1] 2 Samuel 23:1

[2] Génesis 1:26-27

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