La Obra del Cordero y la Obra del León

Muy buenos días, amados hermanos y amigos presentes, y los que están a través de internet y diferentes medios de comunicación.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos hable directamente a nuestra alma, y nos revele lo que Él desea que conozcamos acerca de LA OBRA DEL CORDERO Y DE LA OBRA DEL LEÓN DE LA TRIBU DE JUDÁ; y nos enseñe así Su Palabra, y nos llene del conocimiento de todo Su Programa correspondiente a este tiempo final; y nos prepare para ser transformados y raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo en este Día Postrero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Leemos en Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante, donde dice:

Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?

Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.

Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.

Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,

que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.

Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

En este pasaje hemos visto que, en el Cielo, Dios sentado sobre Su Trono tiene un Librito sellado con siete Sellos en Su diestra, en Su mano; y llegó el tiempo para ser abierto ese Librito, el cual es el Libro de la Redención, que contiene los nombres de todos los que serían redimidos por la Sangre del Cordero.

Ese es el Libro de la Redención, el Libro de la Vida del Cordero; y mientras Cristo está en el Cielo haciendo intercesión por los que tienen sus nombres allí escritos, Cristo permanece como Sumo Sacerdote en el Cielo, en el Lugar Santísimo, donde Él entró con Su propia Sangre, la cual fue derramada aquí en el planeta Tierra cuando murió en la Cruz del Calvario como Cordero de Dios.

Juan el Bautista cuando vio a Jesús en una de las actividades o cultos que Juan el Bautista llevó a cabo, cuando lo vio, él dijo: en San Juan, capítulo 1, dice [verso 26]:

“Juan les respondió…”.

¿A quiénes? A aquellos que habían sido enviados a él, que eran enviados de los fariseos… Vean, vamos a ver aquí esta pregunta… Capítulo 1, verso 19 en adelante (para que tengamos el cuadro claro), dice:

Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis”.

Ya Juan, para ese tiempo, para ese día ya Juan anteriormente había bautizado a Jesús, y lo había presentado también como aquel que vendría después de él. Y ahora, aquí él dice:

“… mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis”.

Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí…”.

¿Y cómo venía después y era antes que él? Y había nacido después de Juan el Bautista: le llevaba Juan el Bautista a Jesús como 6 meses. Pero antes de estar en cuerpo de carne, Jesús ya era en Su cuerpo teofánico: era antes que Juan el Bautista, y era antes que Abraham, y era antes que Adán también; porque Él es el Melquisedec que le apareció a Abraham1 y el Elohim que le apareció a Abraham2; el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob que le apareció a Moisés en aquella Columna de Fuego3.

Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que libertó al pueblo hebreo en Egipto y los llevó a la tierra prometida; el cual se haría carne y viviría en medio del pueblo hebreo; el cual, dice la Escritura en Malaquías, capítulo 3, verso 1: “He aquí yo envío mi mensajero…”. Vamos a ver… Malaquías, capítulo 3, verso 1:

He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”. 

Ese mensajero fue Juan el Bautista, el cual vino con el espíritu y virtud de Elías4; pero él no era Elías literalmente, sino, el ministerio de Elías estaba en Juan el Bautista; así como el ministerio de Elías luego de estar en Elías Tisbita pasó a Eliseo, el cual pidió una doble porción del espíritu que estaba en Elías5.

Y ahora, se encuentra en Juan el Bautista por tercera ocasión; pero literalmente Juan el Bautista no era Elías; era más bien el ministerio de Elías en otro hombre, llamado Juan el Bautista.

Por eso es que cuando le preguntan si él es Elías, él dice que él no es Elías. No era Elías literalmente; ni tampoco era el Elías que vendría en el día final, en el tiempo final, para predicarle al pueblo hebreo; ni tampoco era el Elías que precursaría la Segunda Venida de Cristo. Él era el Elías que precursaría la Primera Venida de Cristo; y ese es el mensajero que le estaría preparando el camino.

Ahora, tenemos que ver que las cosas que Dios hará, primero son reflejadas, y tenemos los tipos y figuras, que dan testimonio de lo que Dios hará; porque las cosas que Dios hizo, que son el tipo y figura, son la sombra, muestran las que Él hará. La sombra muestra lo que Dios hará, lo que será (¿qué?) la realidad.

Y ahora, en los profetas del Antiguo Testamento se estaba reflejando el Mesías en Su Venida. Por eso los que vivieron en el tiempo de los profetas del Antiguo Testamento vivieron en la sombra de la Venida del Mesías, porque vivieron en lo que era la sombra: el tipo y figura.

Y ahora, cuando Dios para precursar la Segunda Venida de Cristo envió a Elías, el ministerio de Elías por cuarta ocasión, se estaba viviendo en la sombra de la Venida del Señor, en el tipo y figura; en la sombra, reflejada allí en el precursor de la Segunda Venida de Cristo. Como en los días de Juan el Bautista se vivió en la sombra de la Venida del Señor; pero cuando apareció Jesús, ya no era la sombra, sino la realidad.

Y ahora, luego de enviar Su precursor preparándole el camino, el cual fue Juan el Bautista, dice:

“… y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos (o sea, YHWH dijo que sería así)”.

Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y el que prometió que enviaría Su mensajero (¿delante de quién?) delante de Él; porque vendría luego YHWH hecho carne en medio del pueblo hebreo, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová que libertó al pueblo hebreo y le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”6.

Y luego de enviar Su precursor, que fue Juan el Bautista, luego apareció en medio del pueblo hebreo en Su ministerio manifestado. Y Juan el Bautista no lo conocía; o sea, no sabía que ese joven carpintero de Nazaret, el cual según la carne era su primo…, porque había nacido por medio de María; y María era familia de Elisabet, la madre de Juan el Bautista.

Y ahora, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel del Pacto, que vendría en medio del pueblo hebreo, estaba presente en carne humana; y Juan les dice a aquellas personas:

“… mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis (está hablándoles del Mesías).

Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado (o sea, de Su calzado)”.

Estoy leyendo en San Juan, capítulo 1, versos 26 en adelante. Sigue diciendo:

Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él…”. 

Pues Jesús había sido bautizado por Juan, por consiguiente era uno de los discípulos de Juan; pero de uno de los discípulos del precursor se cumplió la Venida del Mesías.

Recuerden eso bien: de uno de los discípulos, de los seguidores del precursor Juan el Bautista, se cumplió en uno de ellos la Venida del Mesías, como Cordero de Dios. Tengan eso en cuenta, porque para el tiempo final tenemos la promesa de la Venida del Señor como el León de la tribu de Judá; y también tenemos la promesa de la venida de Elías como precursor de la Segunda Venida de Cristo.

Por lo tanto, es importante… así como hubo que vigilar a los seguidores, a los discípulos de Juan el Bautista, del precursor de la Primera Venida de Cristo, porque en uno de ellos se cumpliría la Venida de Cristo, la Primera Venida de Cristo, como Cordero de Dios; vigilen también a los discípulos del precursor de la Segunda Venida de Cristo.

Ahora, Juan dice: “Yo no le conocía”. Juan dice, estando en su ministerio: “Pero en medio de vosotros está uno al cual vosotros no conocéis”. Y ahora, verso 29 dice:

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

En los tipos y figuras, en las sombras de la Venida del Mesías en el Antiguo Testamento, se había reflejado tanto en los profetas como también en aquellos animalitos que eran sacrificados a Dios para la paz y la reconciliación del pueblo hebreo con Dios, siendo quitados – o cubiertos, más bien, los pecados de la gente con la sangre de aquellos animalitos.

Por ejemplo, tenemos el cordero pascual, que era sacrificado el día 14 del mes primero (o sea, del mes de Abib) del calendario religioso hebreo; porque ese fue el día en que en Egipto sacrificaron los corderitos, y aplicaron la sangre de esos animalitos en el dintel y los postes de las puertas de los hogares de los hebreos, y colocaron dentro de esos hogares el cordero asado, y lo comieron durante la noche; y luego, durante la mañana, salieron libres, fueron libertados, y salieron rumbo a la tierra prometida.

Y ahora, podemos ver que ese cordero pascual que sacrificaron allá… Cada familia sacrificaba su cordero, y luego lo comían en su hogar, asado; no podía ser hervido ni preparado en otra forma, sino asado; y lo que quedaba tenía que ser quemado: no podía quedar nada para el otro día. Y ahora, se lo tenían que comer durante la noche, y el sobrante ser quemado.

Y ahora, ese cordero representa a Cristo, el Cordero de Dios. Porque dice San Pablo que Cristo es nuestra Pascua7; por lo tanto, siendo Cristo nuestra Pascua, Él es el Cordero Pascual.

Y si Él es ese cordero pascual que estuvo allá en Egipto siendo sacrificado para ser luego comido durante la noche, mientras la muerte estaría azotando los hogares en Egipto… Y todo hogar donde no estuviera la sangre aplicada en el dintel y los postes, la muerte entraría y mataría al primogénito de esa familia. O sea que era un asunto de vida o muerte: muerte para los que no tuvieran la sangre y el cordero, y vida para los que tuvieran ese cordero dentro y la sangre aplicada en el dintel y los postes de la puerta.

Y los que no tenían la revelación correspondiente para ese tiempo: esa noche fue noche de luto y dolor; pero los que tenían la revelación del cordero pascual sacrificado, su sangre aplicada en el dintel y los postes, y siendo comido ese cordero dentro del hogar, dentro de la casa, por la familia: esos estaban regocijados, tenían la bendición de Dios, y eran los que saldrían libres durante la mañana. Con ellos estaba (¿quién?) el Ángel del Pacto, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; y con ellos estaba el profeta de Dios para aquel tiempo, el profeta Moisés, que es un profeta dispensacional, el profeta de la Dispensación de la Ley.

Y ahora, vean ustedes, Moisés siendo un profeta pertenecía al pueblo hebreo; porque la promesa de Dios es que Dios levanta profeta de en medio del pueblo. Si el que ha de venir para la liberación del pueblo es un profeta, en el cual estará Dios, pues tiene que levantarlo de en medio del mismo pueblo.

Y ahora, la revelación de Dios para ese tiempo, ¿por medio de quién venía? Por medio del profeta Moisés; porque toda revelación divina tiene que venir por medio de un profeta. Tiene que venir a un profeta, y luego de ese profeta es dada esa revelación al pueblo; el profeta la pasa al pueblo, así como Dios la pasó a ese profeta; porque Dios coloca Su Palabra en la boca del profeta que Él envía.

“Profeta (dice Moisés )… Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios; a él oiréis”8.

¿A quién dice Moisés que el pueblo está llamado a escuchar? Al profeta que Dios envía, porque en ese profeta viene la Palabra de Dios, la revelación de Dios para el pueblo. Y estar escuchando esa Palabra que él trae de parte de Dios es estar escuchando a Dios; porque ese profeta es la boca de Dios, por eso la Palabra de Dios es colocada en la boca de ese profeta.

Dios dice: “Y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Y cualquiera que no oyere las palabras que él hablare en mi Nombre, yo le desarraigaré del pueblo”9. O sea que cada persona tiene la responsabilidad —por causa de que tiene el libre albedrío— de escuchar la Voz de Dios por medio del profeta que Dios envía para la edad y dispensación que la persona está viviendo.

Ahora, en el tiempo de Moisés y en el tiempo de los profetas del Antiguo Testamento, y en el tiempo de Juan el Bautista y en el tiempo de Jesús, hubo muchos grandes líderes religiosos, pero, vean ustedes, muchos de ellos persiguieron a los profetas de Dios; y aun muchos sumos sacerdotes se levantaron en contra de los profetas de Dios; y en contra del profeta más grande de Dios, manifestado como profeta en la Tierra, el cual fue nuestro Señor Jesucristo, se levantó el sumo sacerdote Caifás y su suegro Anás, que había sido sumo sacerdote también.

Así que, vean, el pueblo para aquel tiempo tenía que estar escuchando ¿a quién: al sumo sacerdote o a Jesús? Tenían que estar escuchando al profeta que Dios les envió: a Jesús de Nazaret.

Y ahora, el sumo sacerdote luchó en contra de Jesús y lo combatió, hasta que llegó el tiempo en que pidió la muerte de Jesús; y por cuanto había llegado el tiempo para Jesús morir físicamente, logró su petición, tanto al Concilio del Sanedrín como también al imperio romano.

Y ahora, podemos ver que Dios dijo que escuchen al profeta que Él envía, porque es ahí donde Él coloca Su Palabra; pero el pueblo, luego de escuchar por un tiempo a Jesús (muchas personas), luego, cuando llegó el tiempo en que Jesús tenía que morir, la mayor parte se tornó en contra de Jesús, y juntamente con el sumo sacerdote pidieron la muerte de Jesús en la Cruz diciendo: “¡Crucifícale, crucifícale!”10.

Ahora, vean ustedes, Juan el Bautista había sido Su precursor, se había reflejado Cristo en él. Y ahora, cuando se cumple la Venida del Mesías, es un profeta: el profeta de Nazaret, aunque había nacido en Belén de Judea; pero Su ministerio, vean ustedes, lo comenzó allá en el territorio de Nazaret, allá en Galilea; y bajo el ministerio del Mesías, bajo el ministerio de Jesús, se estaban cumpliendo las promesas mesiánicas y todo lo que el Mesías haría en Su Primera Venida.

Vean, se estaba cumpliendo en un discípulo de Juan; en un discípulo del precursor de la Primera Venida de Cristo, se estaban cumpliendo las promesas mesiánicas. Se estaba cumpliendo la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo; lo cual había sido reflejado en el cordero pascual que sacrificó el pueblo hebreo en Egipto, y que luego, como una ordenanza divina, cada año el pueblo hebreo sacrificaba un cordero en la víspera de la Pascua; o sea, el día 14, porque la Pascua era el día 15, pero el día 14 se sacrificaba el cordero, en el primer mes del calendario hebreo.

Y ahora, Cristo vino a ser el cumplimiento, la realidad, de aquello que fue el tipo y figura de la Venida del Mesías, de Su Primera Venida, como Cordero de Dios.

Nuestro tema es: “LA OBRA DEL CORDERO Y LA OBRA DEL LEÓN”.

Ahora, para la Obra del Cordero, en la Primera Venida de Cristo, vean cómo todas las profecías que hablaban de la Venida del Mesías, unas hablaban de la Primera Venida del Mesías, la Primera Venida de Cristo, la Venida del Ángel del Pacto, y otras hablaban de Su Segunda Venida. Pero para muchas personas y para muchos profetas no se hacía diferencia en cuanto a la Venida del Mesías y pensaban que sería una sola. Pero no se dieron cuenta, la mayor parte de las personas, que la Venida del Mesías tiene dos partes: Su Primera Venida como el Cordero de Dios, y Su Segunda Venida como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.

Y ahora, en la Venida del Mesías el Nombre de Dios es manifestado, porque la Venida del Señor contiene la manifestación del Nombre Eterno de Dios.

Y ahora, en un discípulo del precursor se está cumpliendo la Venida del Mesías; y para colmo era su primo según la carne, y por consiguiente eran (podían decir) hermanos, en el sentido de que en aquel tiempo, cuando eran familia, se llamaban también hermanos. Hermanos, porque venían directo de sus antepasados, y en algún momento, en la raíz de donde habían venido se encontrarían que uno, y de uno, habían venido todos ellos.

Y ahora, los llevamos a Jacob y ahí encontramos, en Jacob, tanto a Juan el Bautista como a Jesús; esto es al nacer según la carne. Y ahora pasamos – seguimos hacia atrás, hacia el pasado, y los encontramos en Isaac; y seguimos más hacia atrás, y los encontramos en Abraham.

Y ahora, la promesa que Dios le hizo a Abraham: “Y en tu simiente (la cual es Cristo)11 serán benditas todas las naciones”12. La bendición para todas las naciones está en el Señor Jesucristo, que es la Simiente Real de Abraham.

Y por medio de esa Simiente de Abraham es que la bendición ha pasado a los gentiles, para llamar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre13, que recibe a Cristo como el Cordero de Dios, el Cordero Pascual, y también como el Macho Cabrío de la Expiación; y por consiguiente aplica cada persona la Sangre de Cristo en el dintel y los postes de la puerta de su corazón, de su alma, y se come ese Cordero: Cristo, allá en su alma; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”14; y Cristo siendo la Palabra, tenemos que comernos a Cristo la Palabra.

Y ahora, Él dijo en una ocasión: “El que no coma mi carne, y beba mi Sangre, no tiene vida permanente en sí”15. Y cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, y lavamos nuestros pecados en la Sangre de Cristo, y nos comemos Su Palabra, Su Mensaje, nos comemos el Evangelio: nos estamos comiendo a Cristo, y tenemos la Sangre de Cristo aplicada en nuestra alma.

Ahora, el Espíritu de Cristo entrando a cada uno de nosotros es la señal de que la Sangre está aplicada en nuestro corazón. Por lo tanto, el Espíritu Santo, que es la Vida de la Sangre del Cordero de Dios, entrando a la persona, ¿qué hace? Produce el nuevo nacimiento en la persona; y la persona obtiene así un cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Bien dijo Juan el Bautista: “Yo les bautizo en agua; pero el que viene después de mí (o sea, detrás de mí), Él les bautizará con Espíritu Santo y Fuego”16.

Ahora, vean ustedes todas las cosas que hace el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová o Yahweh o YHWH; vean todas las cosas para las cuales Él vino en carne humana en Su Primera Venida.

Y Juan el Bautista, al saber que era un familiar (según la carne) suyo, estuvo mucho más contento; aunque en una ocasión le vino cierta duda, quizás, o cierto deseo, de que Jesucristo mismo dijera abiertamente si Él era o no era el que había de venir después de Juan; y le mandó a preguntar a Jesús, con dos de sus discípulos, le mandó a preguntar a Jesús: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.

Y Jesús no le mandó a decir: “Sí, yo soy”, sino que hizo ciertas señales; o sea, sanó enfermos; y estuvo predicando en esa actividad, en ese culto, y tenían como invitados allí discípulos de Juan el Bautista, discípulos del precursor de la Primera Venida de Cristo, en una actividad del precursado.

Y luego Jesús le manda decir a Juan con sus discípulos, les dice a sus discípulos: “Digan a Juan: Los ciegos ven (porque allí había Jesús sanado muchos ciegos, y ellos lo habían visto hacer esos milagros), los cojos andan (porque allí Jesús había sanado a muchas personas que no podían caminar; y los discípulos de Juan estaban viendo eso), y a los pobres es predicado el Evangelio”17.

Así que la multitud que allí estaba, el 99% eran personas sencillas, personas humildes, personas pobres, pero que estaban escuchando la Voz de Dios en Jesús, en Su Ungido. Y eran bienaventurados los que estaban escuchando la Voz de Dios por medio de Jesús, aunque eran pobres; y eran desventurados los ricos, que no estaban escuchando la Voz de Dios.

Así que la bienaventuranza con Dios no depende de las riquezas terrenales, no depende tampoco de la posición social o económica que la persona tenga, no depende del conocimiento humano que la persona haya obtenido en las universidades, sino que depende de que esté escuchando la Voz de Dios para el tiempo en que está viviendo.

Por eso es que el Apocalipsis nos dice: “Bienaventurados…”. Capítulo 1, versos 1 en adelante:

La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,

que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.

Ahora, vean ustedes cómo en el libro de Apocalipsis nos dice que son bienaventurados los que leen y oyen las palabras de la profecía de este libro, de este libro del Apocalipsis; de este libro que fue escrito por Juan el apóstol, el cual fue revelado a Juan el apóstol por el Ángel del Señor Jesucristo; y ese Ángel es un profeta.

Son los profetas los que traen la revelación de Dios para el pueblo, porque a ellos es dada la revelación de Dios; por eso por medio de un profeta Jesús envía toda esta revelación apocalíptica. Es la revelación de Jesucristo enviada para Su Iglesia por medio de Su Ángel Mensajero, el cual le reveló a Juan el apóstol todo este libro del Apocalipsis, toda esta revelación apocalíptica que fue colocada en símbolos y fue escrita esta revelación.

Ahora, continuando aquí con Juan el Bautista, vamos a continuar leyendo lo que Juan dice; capítulo 2, verso 29, dice:

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

Vean, Jesús viene a Juan, ¿por qué? Porque es uno de los discípulos de Juan, que ha estado en las actividades de Juan y fue bautizado por Juan el Bautista; pero luego comenzó Su ministerio, y más personas seguían a Jesús que a Juan el Bautista.

Ahora, vean ustedes, el ministerio de Jesús fue creciendo más que el de Juan el Bautista. Y en una ocasión, vienen algunas personas y le dicen a Juan: “Mira, aquel del cual tú diste testimonio, ahora le siguen a él más personas que a ti y bautiza más personas que tú (aunque Jesús no bautizaba, sino Sus discípulos)”.

Y ahora, muchas personas quizás se hubiesen puesto celosas si hubieran sido ellos los que hubiesen estado en el lugar de Juan el Bautista; pero Juan el Bautista no se puso celoso, sino que dijo: “A Él le conviene crecer, y a mí menguar”18. Por lo tanto, el ministerio de Juan el Bautista iba decayendo, iba menguando, y el de Jesús iba creciendo.

Quizás algunas personas, y aun los discípulos de Juan que se quedaron con Juan, podían decir: “Ahora Jesús, uno de los seguidores de Juan, ahora se separó de Juan, formó una división del grupo de Juan y ahora se está llevando los discípulos de Juan, se está llevando los seguidores de Juan; y en adición, otras personas también están creyendo en él”.

Ahora, ¿harían bien los discípulos de Juan, los discípulos del precursor, irse con el precursado? Claro que sí. Para eso fue que vino el precursor: para prepararle un pueblo; ¿prepararle un pueblo a quién? A aquel al cual él le estaba preparando el camino; para que todos los que habían seguido al precursor luego siguieran al precursado.

¿De qué le vale a la gente seguir al precursor si después no siguen al precursado? Solamente se quedaron ellos en el bautismo de Juan, pero no podían recibir el bautismo del Espíritu Santo; no podían recibir el bautismo en Fuego, que les daría Aquel que vendría después de Juan el Bautista, del cual Juan dijo: “Este es Aquel que viene después de mí. Yo les bautizo en agua, pero Él les bautizará en Espíritu Santo y Fuego”. No basta con creer y seguir al precursor, sino que se requiere luego seguir al precursado, para recibir las bendiciones que trae el precursado.

Y nadie puede recibir el Espíritu Santo si primero no cree en Jesucristo como nuestro Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo; y así sus pecados son quitados; se materializa la Obra de Jesucristo como Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario y derramando Su Sangre y quitando así nuestros pecados; se hace efectivo ese Sacrificio en la persona cuando recibe a Cristo como su Salvador y lava sus pecados así en la Sangre de Cristo; y luego el Espíritu de Cristo entra a la persona para morar en ella, produciendo así el nuevo nacimiento, dándole así un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico de la sexta dimensión.

Ahora, miren la Obra del Cordero de Dios, Jesucristo, en Su Primera Venida. Y de esa Obra que llevó a cabo en la Cruz del Calvario, ha dependido todo lo que Él ha estado haciendo desde que Él vino hasta este tiempo final.

Porque Él llevó Su propia Sangre no al templo terrenal, donde el sumo sacerdote terrenal llevaba la sangre del macho cabrío; sino que Jesucristo, siendo el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo que está en el Cielo, pues llevó Su propia Sangre de Su propio cuerpo terrenal, llevó allá, al Lugar Santísimo del Templo celestial.

El sumo sacerdote terrenal pues la llevaba al templo del cual él era sumo sacerdote; y Cristo como el Sumo Sacerdote Melquisedec, que es el Sacerdote del Templo que está en el Cielo, pues llevó Su Sangre a Su Templo, el Templo que está en el Cielo; y ahí ha estado Su Sangre colocada, en el Lugar de Intercesión, allá en el Trono de Dios, haciendo intercesión por cada persona que tiene su nombre escrito en el Libro de la Vida del Cordero.

Así como el sumo sacerdote hacía intercesión en el lugar santísimo con la sangre de la expiación; donde primero sacrificaba una becerra o becerro bermejo, y llevaba de su sangre al lugar santísimo, y hacía allí la expiación por él y por los demás sacerdotes descendientes de Aarón; y luego salía, sacrificaba el macho cabrío, y llevaba la sangre del macho cabrío al lugar santísimo y la esparcía siete veces con su dedo sobre el propiciatorio, donde estaban los dos querubines de oro y donde estaba Dios en la Luz de la Shekinah. Allí estaba la Columna de Fuego, y allí era donde tenía que ser llevada la sangre de la expiación.

Y luego que terminaba… Él estaba durante ese día de la expiación, el día 10 del mes séptimo de cada año, estaba entrando y saliendo del lugar santísimo; entraba un día del año, pero entraba unas cuantas veces, llevando a cabo la obra correspondiente al día de la expiación, para la reconciliación del sumo sacerdote y todos los sacerdotes, y también la reconciliación de todo el pueblo hebreo. Y él no podía terminar de ministrar hasta terminar su labor correspondiente de ese día.

Y luego que ya había hecho la expiación… Él también derramaba de esa sangre: colocaba sobre el altar de oro, que estaba frente a la puerta de entrada (pero no dentro del lugar santísimo, sino a la parte de afuera, o sea, en el lugar santo, pero quedaba frente a la puerta de entrada); colocaba ahí también, sobre ese propiciatorio de oro – ese es el altar del incienso, ese altar del incienso, colocaba de la sangre también de la expiación. Y luego salía con la sangre y colocaba también en el altar de bronce, echaba allá también. O sea que colocaba de esa sangre de la expiación en el lugar santísimo, lugar santo y también en el atrio. Primero había estado, vean ustedes, en el atrio, donde fue hecho el sacrificio, y de ahí fue llevada la porción correspondiente al lugar santísimo.

Luego entraba el sumo sacerdote con el incensario de oro, donde había colocado el fuego del altar de oro, porque ese fuego del incienso estaba encendido; y él colocaba en el incensario el fuego del altar: colocaba esos carbones del altar de oro, colocaba allí, y ahí estaba encendido ese fuego; y llevaba en su mano incienso. Y, para entrar al lugar santísimo, algunos historiadores dicen que echaba el incienso en el incensario antes de entrar al lugar santísimo, y otros dicen que lo echaba cuando ya había pasado al otro lado del velo.

Pero ahora, vamos a ver aquí, en el capítulo 16 de Levítico, verso 12 en adelante, dice:

Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo.

Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera”.

Si no lo hacía en esa forma, moriría. Y ya dos hijos de Aarón habían muerto, por entrar al lugar santísimo con un fuego extraño. Vean, en el mismo capítulo 16, versos 1 en adelante, dice:

Habló Jehová a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando se acercaron delante de Jehová, y murieron.

Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo (o sea, que no en todo tiempo entre al lugar santísimo), delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio”.

Y ahí le dice cómo debe de entrar ese día del año, que es el día 10 del mes séptimo de cada año.

Ahora, en Levítico, capítulo 10, verso 1 en adelante, tenemos lo que fue la muerte de los hijos de Aarón:

Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó”.

¿Ven cómo en el lugar santísimo no podían entrar las personas, y ministrar allí, y ofrecer allí con su incensario algo que Dios no les había ordenado a ellos? Porque era el sumo sacerdote el que tenía que realizar esa labor; y tenía que llevar el perfume correcto, el cual era preparado: era molido; y al echar ese incienso molido sobre el incensario encendido en fuego, entonces se quemaba; y ahí se levantaba una nube de humo, y eso… ahí están las oraciones del pueblo por misericordia.

Vean, eso…, de ahí…, todo lo que está en el libro del Apocalipsis ya fue reflejado en el Antiguo Testamento. Y ahora, esto es lo mismo que tenemos en Apocalipsis, capítulo 8. Pero ahora, vamos a ver:

Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová.

Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló (o sea, Aarón estaba calladito, sabiendo que sus hijos habían hecho algo fuera de lugar, estaba calladito y asustadito también).

Y llamó Moisés a Misael y a Elzafán, hijos de Uziel tío de Aarón, y les dijo: Acercaos y sacad a vuestros hermanos de delante del santuario, fuera del campamento”.

Miren, aquí son los primos de estos hijos de Aarón los que van a sacar a estos dos hijos de Aarón; y aquí Moisés, vean ustedes, dice, les dice también:

“… sacad a vuestros hermanos de delante del santuario, fuera del campamento”.

¿Ven? En el Antiguo Testamento, aunque eran primos hermanos, fueron llamados también “sus hermanos”.

Y ellos se acercaron y los sacaron con sus túnicas fuera del campamento, como dijo Moisés.

Entonces Moisés dijo a Aarón, y a Eleazar e Itamar sus hijos: No descubráis vuestras cabezas, ni rasguéis vuestros vestidos en señal de duelo…”.

O sea que no podían hacer duelo por estos hijos de Aarón; ni Aarón podía hacer duelo por ellos; no podía ponerse a llorar, a estar de duelo llorando por sus hijos, ni los otros hijos de Aarón, Eleazar e Itamar, que eran hermanos de esos dos que murieron, que fueron rebeldes a lo establecido por Dios y murieron. Ahora, dice:

“… ni rasguéis vuestros vestidos en señal de duelo, para que no muráis…”.

O sea que no podían hacer duelo por ellos, porque si no, iban a morir también.

“… para que no muráis, ni se levante la ira sobre toda la congregación…”.

Hasta el pueblo hebreo completo estaba en peligro. No se podía hacer duelo por esos desobedientes que actuaron en contra del Programa de Dios en el lugar santísimo.

“… pero vuestros hermanos, toda la casa de Israel, sí lamentarán por el incendio que Jehová ha hecho”.

El resto del pueblo sí iba a tener duelo, pero Aarón y los hijos de Aarón no podían estar de duelo por esos dos hijos de Aarón que habían muerto por el fuego divino.

Ni saldréis de la puerta del tabernáculo de reunión, porque moriréis…”.

Allí estaba una sentencia de muerte si salían fuera del tabernáculo de reunión; tenían que permanecer dentro, para así no morir.

“… por cuanto el aceite de la unción de Jehová está sobre vosotros. Y ellos hicieron conforme al dicho de Moisés”.

Y ahí Dios les establece más estatutos para los sacerdotes, incluyendo el sumo sacerdote.

Ahora, podemos ver que todo eso tan estricto con relación al lugar santísimo representa que en el Cielo, en el Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo, es tan estricto que solamente Cristo pudo entrar, y fue con Su propia Sangre, la Sangre de la Expiación.

Y ahora, vean ustedes cómo Cristo ha estado haciendo intercesión por todo este tiempo, desde que ascendió al Cielo; y Él ha estado extendiendo Su misericordia sobre el pueblo, sobre todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, porque esos son el Israel celestial.

Y ahora, la Obra de la Expiación del Israel celestial; así como la obra de expiación para el Israel terrenal, el sumo sacerdote la realizaba en el lugar santísimo, allí en el templo que tenían en medio del pueblo hebreo; ahora, para la redención, para la expiación del Israel celestial: esa labor se hace no en un templo terrenal, sino en el Templo de Dios que está en el Cielo.

Y por eso es que San Pablo dice: “Reconciliaos hoy con Dios”19: porque Cristo está haciendo esa reconciliación en el Cielo, en el Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo; y la persona, cuando recibe a Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y recibe Su Espíritu Santo, ha quedado reconciliado con Dios.

Cristo está haciendo esa Obra en el Cielo como Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo; y Él es el Melquisedec que le apareció a Abraham, el Sacerdote del Dios Altísimo; y si es el Sacerdote del Dios Altísimo, pues tiene que estar ministrando en el Templo del Dios Altísimo en el Cielo.

Y ahora, miren dónde vino Él a buscar la Sangre que Él tenía que llevar al Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo para ministrar allí, como lo había reflejado en los sumos sacerdotes (que entraban al lugar santísimo el día 10 del mes séptimo) y como lo había reflejado también en el profeta Moisés cuando dedicó el templo, el tabernáculo, a Dios.

Un templo o un tabernáculo es una casa de morada de Dios, sea grande o sea pequeña. Para el tiempo de Moisés no era muy grande el tabernáculo o templo; ya para el tiempo de Salomón, ya era un edificio grande, pero seguía siendo un tabernáculo, un templo, una casa de morada para Dios.

Y ahora, esa casa de morada para Dios representa, refleja, el Templo que está en el Cielo. Por eso es que el Templo espiritual de Jesucristo, que es Su Iglesia, está también conforme, hecha conforme, creada conforme, al modelo del Templo que está en el Cielo.

Y todo lo que Moisés colocó en el tabernáculo que construyó, y Salomón en el templo que él construyó, vean ustedes, representa las cosas que están en el Cielo; por lo tanto, en el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón (o que Salomón construyó) estamos representados todos nosotros. ¿En qué parte del templo? Eso es muy importante; porque las diferentes partes del templo que construyó Salomón y del tabernáculo que construyó el profeta Moisés, es tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo; o sea que el Templo espiritual de Cristo está compuesto por seres humanos.

Y ahora, Cristo está haciendo intercesión en el Cielo por ese Templo espiritual Suyo, que es Su Iglesia y que es el Israel celestial.

Vean, por eso es que Moisés, cuando dedicó el templo a Dios, él esparció la sangre tanto en el lugar santísimo, como en el lugar santo, como también en el atrio; porque el Templo del Señor Jesucristo todo es redimido con la Sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios y el Macho Cabrío de la Expiación.

Con la Sangre de la Expiación del Macho Cabrío, que es Jesucristo y Su Sangre, es redimido ese Templo espiritual de Cristo, que es Su Iglesia.

Y ahora, vean ustedes la Obra del Cordero, de Jesucristo nuestro amado Salvador.

“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, dijo Juan el Bautista; y en otra ocasión, otro día, al día siguiente de haber dicho: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”… Vean, vamos a seguir leyendo aquí; de nuevo leemos el verso 29 del capítulo 1 de San Juan, donde dice:

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón…”.

¿A quién le estaba preparando el camino Juan el Bautista? A un varón, o sea, a un hombre, que venía después de él; a un hombre que nacería en medio del pueblo hebreo; a un hombre al cual Dios lo identificaría como Su Ungido y al cual Juan presentaría como el Cristo, como el Mesías, como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob hecho carne, hecho hombre, en medio del pueblo hebreo. Porque la Venida del Señor siempre tiene que ser en la forma de un hombre, en la forma de un profeta; tiene que venir como un profeta y tiene que ser dispensacional: un profeta dispensacional. Y ahora, Juan dice:

Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.

Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.

El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.

Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús”.

¿Y por qué siguieron a Jesús? Porque Juan el Bautista vino para preparar el camino para el que vendría después de él, para que la gente siguieran al Mesías: al que vendría después de él. Y estos discípulos creyentes, seguidores de Juan el Bautista, del precursor de la Primera Venida de Cristo, entendieron correctamente el propósito de la venida del precursor: entendieron que un precursor viene para preparar al pueblo para la venida del que vendrá después de él, para que el pueblo siga al que vendrá después de él y crea en el que vendrá después de él.

San Pablo explicando esto, en el libro de los Hechos, capítulo 19, dijo a un grupo de seguidores del precursor de la Primera Venida de Cristo; en el capítulo 19 del libro de los Hechos, dice:

Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,

les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”.

Vean lo atrasado que estaban los discípulos del precursor. ¿Por qué? Porque no habían seguido al precursado, el Señor Jesucristo. Y ya los discípulos del precursado, los discípulos de Jesucristo, ya habían recibido el Espíritu Santo; y ya hacía años que todos los que creían en el precursado y lo seguían, recibían el Espíritu Santo. Y los discípulos del precursor, los discípulos de Juan el Bautista, todavía no habían recibido el Espíritu Santo; porque la promesa del Espíritu Santo, como las primicias, es para los que seguirían al precursado: a Cristo Jesús nuestro Salvador.

Y para el Día Postrero, la promesa de recibir la plenitud del Espíritu Santo, en donde los muertos en Cristo resucitarán y nosotros los que vivimos seremos transformados, y entonces tendremos la plenitud del Espíritu Santo, será para aquellos que seguirán al precursado; porque para eso viene el precursado: para llevar a cabo la Obra correspondiente al Día Postrero, que es la Obra del León de la tribu de Judá.

Ahora, los seguidores del precursor, Juan el Bautista, estaban muy contentos siguiendo a Juan el Bautista; pero los que estaban siguiendo a Jesús estaban más contentos, porque estaban siguiendo a Aquel del cual Juan habló y profetizó que vendría después de él.

Y ahora, encontramos a los seguidores del precursado, del Señor Jesucristo, recibiendo las bendiciones de Dios que estaban siendo dadas; y la mente estaba siendo abierta, de los discípulos de Jesucristo, por Jesucristo.

Él dijo: “A vosotros es concedido conocer los misterios del Reino; mas a los demás no es concedido. Por eso les hablo en parábolas a ellos”20. Pero a Sus discípulos les hablaba abiertamente; y las parábolas que había hablado a las otras personas se las explicaba a Sus discípulos aparte; porque a ellos era concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos. Y por eso ellos conocían el misterio más grande que en aquel tiempo estaba siendo cumplido, manifestado, que era el misterio de la Venida del Mesías, de la Venida del Ungido de Dios: Mesías, Cristo; y Cristo significa ‘Ungido’, el Ungido con el Espíritu Santo.

Y ahora, vean ustedes la bendición tan grande que hay en seguir al precursor; pero vean ustedes la bendición mayor que se tiene al recibir al precursado, sin menospreciar al precursor, sino reconociendo lo que el precursor dijo que vendría después de él. Y lo que vendría después del precursor crecería: “A Él le conviene crecer, y a mí me menguar”.

Y ahora, veamos lo que sigue diciendo San Pablo:

Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.

Entonces dijo (Pablo): ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan”.

Juan les había dicho: “Yo les bautizo con agua (hasta ahí llegaba Juan); pero el que viene después de mí, ese les bautizará con bautismo de Espíritu Santo y Fuego (con Espíritu Santo y Fuego)”, o sea, el bautismo del Espíritu Santo, para producir así el nuevo nacimiento.

Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo”.

¿Para qué viene un precursor? Para preparar el camino al que vendrá después de él, enseñándoles que crean en el que vendrá después de él.

Pero, vean ustedes, los discípulos de Juan que se quedaron con Juan fueron tardos para entender, duros de corazón, fueron personas que no pudieron ver en Jesús el cumplimiento del que vendría después de Juan; y se quedaron como el grupo del precursor, el grupo de Juan el Bautista, pero se quedaron atrasados por no pasar a ser del grupo del precursado, del grupo del Señor Jesucristo, que era el grupo que crecería y era el grupo que recibiría el bautismo del Espíritu Santo y Fuego: era el grupo que obtendría el nuevo nacimiento, y por consiguiente obtendría el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Los dos discípulos de Juan, que al escuchar a Juan decir: “He aquí el Cordero de Dios”, los cuales luego siguieron a Jesús, dejaron a Juan y siguieron a Jesús; no porque menospreciaron a Juan, sino porque vieron que el Mensaje de Juan se estaba cumpliendo en Jesús de Nazaret. Y seguir a Jesús era seguir correctamente el Mensaje de Juan; seguir al Señor Jesucristo era seguir lo que Dios prometió por medio de Juan el Bautista.

Y esos fueron los mejores discípulos de Juan el Bautista: los que siguieron a Jesucristo, porque continuaron hacia adelante para recibir lo que Juan el Bautista dijo que recibirían los que seguirían al precursado: recibirían el bautismo de Espíritu Santo y Fuego.

Ahora vean cómo Jesús fue un discípulo de Juan, y cómo Juan y Andrés y los otros apóstoles —la mayor parte de ellos— fueron discípulos también de Juan el Bautista; pero no se detuvieron, no se quedaron estancados con Juan el Bautista, sino que siguieron hacia adelante para ver el cumplimiento de lo que Juan el Bautista dijo, y seguir el cumplimiento de la Venida del Mesías en Jesús de Nazaret.

Ahora vean que esos seguidores de Jesús tuvieron el corazón y la mente abierta para entender el cumplimiento de lo que Dios prometió por medio de Juan el Bautista y los demás profetas del Antiguo Testamento, en relación a la Venida del Mesías.

Pedro, vean ustedes, fue uno de los discípulos principales de Jesús, o el principal; y en una ocasión en que Jesús preguntó: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (esto está en San Mateo, capítulo 16), comenzaron los discípulos de Jesucristo a dar las opiniones que tenían la gente acerca de Jesucristo. Dice, capítulo 16 de San Mateo, verso 13 en adelante, dice:

Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”.

Eso era la opinión del pueblo, con relación a quién era Jesucristo. Pensaban que era Juan el Bautista que había resucitado, otros pensaban que era el profeta Elías, y otros pensaban que era Jeremías y otros pensaban que era alguno de los profetas que había resucitado.

O sea que aquellas personas que estaban siguiendo a Jesús, y que comieron los panes y los peces, estaban siguiendo a Jesús como un profeta, pero no estaban entendiendo qué profeta era el que estaba allí; no estaban entendiendo que aquel profeta era el Mesías, el Ungido de Dios con el Espíritu Santo, el cual era nada menos que el varón que Juan el Bautista dijo que vendría después de él; o sea, el Mesías, el Cristo, el Ungido, el Rey de Israel.

Es muy importante entender la Venida del Hijo del Hombre y lo que Él está cumpliendo en ese tiempo.

Y ahora, Jesús quiere saber cómo lo están siguiendo Sus discípulos. Viniendo…”. Ahora viene Jesús a hacerles una pregunta ya directamente para ellos:

Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

Ahora, ya no quiere saber Jesús la opinión que tienen la gente, el pueblo, acerca de quién es Él; ahora Él quiere saber la opinión de ellos acerca de quién ellos creen y saben que Él es.

Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

O sea: “Tú eres el Ungido, el Mesías, el Cristo”. O sea: “Tú eres Aquel que vendría después de Juan el Bautista. Tú eres aquel varón, aquel hombre, aquel profeta, que Juan el Bautista dijo que vendría después de él. Tú eres Aquel del cual Juan el Bautista dijo que bautizaría con Espíritu Santo y Fuego”.

Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.

Esa revelación solamente podía venir del Cielo, porque de los institutos religiosos y seminarios de aquel tiempo esa revelación no podía venir; porque en las interpretaciones teológicas no estaba de que un joven carpintero de Nazaret sería el Mesías, el cual sería un discípulo de Juan el Bautista (Su precursor); y después Él comenzaría Su ministerio y sería el Ungido, el Cristo, el Mesías: el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo en medio del pueblo hebreo. Nada de eso estaba en los libros teológicos, en las interpretaciones teológicas; ni siquiera ellos sabían que el Mesías tenía que venir con el nombre Jesús, que en hebreo es Yoshua.

Y ahora, todo eso les sorprendió a ellos, sorprendió a los teólogos de aquel tiempo; cegó los ojos de los teólogos de aquel tiempo, de los doctores en divinidad. El velo de carne donde se manifestó cegó los ojos de todos los sabios y entendidos de aquel tiempo.

Cristo dijo: “Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos…”. ¿Quiénes eran los sabios y entendidos de aquel tiempo? Los doctores en divinidad, doctores en teología, los sacerdotes y el sumo sacerdote de aquel tiempo, y el Concilio del Sanedrín. Todo esto estaba escondido, la Primera Venida de Cristo estaba escondida de los ojos, de la inteligencia, de la sabiduría y teología de aquellos sabios religiosos del tiempo de Jesús.

Decían acerca de Jesús que era Beelzebú, que tenía demonios y así por el estilo, y que era samaritano21; ellos no conocían todo el Programa Divino que se estaba cumpliendo en Jesucristo como el Cordero de Dios: en la Primera Venida del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, como Cordero de Dios, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

[San Mateo 11:25]Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.

Sí, Padre, porque así te agradó.

Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”.

Y ahora, allí estaba la revelación del Padre celestial, la revelación de Dios: en medio del pueblo hebreo, manifestada en carne humana, en el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo. La manifestación estaba allí de parte de Dios, Dios en toda Su plenitud en carne humana, el Verbo hecho carne, el Verbo que era con Dios y era Dios en carne humana; y nadie conocía ese misterio, sino Jesucristo mismo, y aquellos a quienes Él lo quisiera revelar.

A la mujer samaritana, hablando con ella, le reveló ese misterio. Ella le dijo: “Nosotros sabemos que el Mesías, el Cristo (que se dice el Cristo), ha de venir; y Él nos enseñará, nos revelará, todas las cosas, cuando Él venga”. Jesús le dice: “Yo soy, que hablo contigo”22.

Vean, Él no fue al sumo sacerdote y el Concilio del Sanedrín y los doctores de la Ley a decirles: “Yo soy el Mesías, yo soy el Rey de Israel, que está prometido para venir en este tiempo”. Él más bien predicó la Palabra y Él llevó a cabo las obras que tenía que realizar; pero no estuvo yendo a ellos, al Concilio de la religión hebrea, para decirles a ellos: “Yo soy el que ustedes están esperando”.

Sin embargo, a una mujer samaritana de mala fama, le dijo: “Yo soy, que hablo contigo”; le dijo que Él era ese Mesías, ese Cristo que ella y el pueblo samaritano estaba esperando. Y en otras ocasiones también habló a Sus discípulos, se identificó con Sus discípulos; y luego les decía a Sus discípulos: “No digan a nadie que yo soy”. Por ejemplo, estamos aquí en el capítulo 17, verso 9, de San Mateo; dice:

Cuando descendieron del monte (luego de la transfiguración), Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”.

Les prohibió darles a conocer a las demás personas esa visión. Y en otros lugares también les prohibió que dijeran que Él era el Cristo, porque esa revelación era para los creyentes en Él. Los enemigos de Jesucristo querían que Él dijera públicamente que Él era el Cristo, el Mesías, ¿para qué? Para proclamarlo como falso profeta, y aplicarle la Ley, y pedir la muerte de Él.

Eso fue lo que el sumo sacerdote siempre quería; y por eso le hizo la pregunta a Jesús, le dijo: “Si tú eres el Cristo, dilo ya, y no nos turbes más el alma”. Y Jesús le dijo: “Ya lo he dicho antes, y no habéis creído”23. O sea que Jesús en Sus prédicas ya lo había dicho, lo había dado a conocer; pero todos esos doctores de la Ley y el sumo sacerdote y el Concilio del Sanedrín, excepto dos o tres, como José de Arimatea, Gamaliel y Nicodemo; el resto, vean ustedes, pensaban que Jesús era un falso profeta. Dijeron que era Beelzebú, el príncipe de los demonios, y sin embargo era nada menos que el Príncipe de Paz.

Vean ustedes hasta dónde llegó la sabiduría humana, la teología humana, de los doctores de la Ley y del Concilio del Sanedrín, de los setenta sabios que componen el Concilio del Sanedrín y del sumo sacerdote.

Sabía más un sencillo pescador —como Pedro— acerca de la Primera Venida de Cristo que el sumo sacerdote, y que todos los doctores de la Ley, y todos los doctores en teología, y todos los doctores en divinidad de aquel tiempo, y todos los miembros del Concilio del Sanedrín.

Pedro, un sencillo pescador, que no tenía grados académicos (no tenía un diploma quizás ni del sexto grado), tenía la revelación más grande para aquel tiempo, que era la revelación de la Primera Venida de Cristo; de la Primera Venida del Ángel del Pacto hecho carne en medio del pueblo hebreo, la Venida del Verbo hecho carne, la Venida del Ángel del Pacto, la Venida de Melquisedec, vestido de carne humana.

Y ahora, vean ustedes cómo aquellas personas sencillas, aquellos niños…; eran niños en el sentido de la sabiduría humana, porque no tenían una preparación teológica, no tenían tampoco una preparación universitaria, pero tenían la revelación del Cielo: la revelación de quién era Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora… Esto está en el capítulo 11, verso 25 (fue lo que les leí), 25 al 27, de San Mateo.

Y ahora, en el capítulo 16 de San Mateo, donde estábamos leyendo acerca de la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, vean, identificó Pedro la Primera Venida de Cristo. Y ahora:

Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades (o sea, las puertas del infierno) no prevalecerán contra ella.

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo”.

Ya los discípulos sabían quién Él era, y Pedro era el portavoz de todos ellos; y por eso, al confesar esta gran revelación de quién era Cristo, recibió las llaves del Reino de los Cielos; y por eso Pedro tuvo que, con esas llaves del Reino de los Cielos, la revelación de la Primera Venida de Cristo, abrió la Puerta de la Dispensación de la Gracia el Día de Pentecostés, y entraron miles de personas24; y continuaron entrando miles de personas durante el tiempo del ministerio de Pedro y demás apóstoles.

Y luego que fue abierta la Puerta para los hebreos para entrar al Reino de Dios, para entrar a la Iglesia de Jesucristo y ser parte de la Iglesia de Jesucristo, ahora les abre la Puerta también a los gentiles en la casa de Cornelio25, predicando allá por dirección y unción divina; y ahora queda abierta la Puerta del Reino de los Cielos para los gentiles. Y luego Pablo fue enviado, más adelante, a los gentiles26. Y bajo el ministerio de Pedro y Pablo entraron miles o millones de gentiles al Reino de los Cielos para formar parte de la Iglesia de Jesucristo; entraron por la Puerta abierta, que es la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo allá en la Cruz del Calvario.

Cristo es la Puerta; y la revelación, la llave de esa Puerta, es la revelación divina de la Primera Venida de Cristo, que Pedro tenía y dio a conocer el Día de Pentecostés dando testimonio de quién era Jesús: el Cristo, el Mesías, cumpliendo las promesas de Su Primera Venida como Cordero de Dios y como el Macho Cabrío de la Expiación, quitando así el pecado del mundo; y haciéndose efectivo ese Sacrificio en cada persona al recibir a Cristo como su Salvador.

Pedro tenía las llaves para abrir la Puerta a los hebreos primero y después a los gentiles; y luego Pablo continuó entre los gentiles. Ahora podemos ver que Pedro se dedicó, también, más a los hebreos y Pablo a los gentiles.

Y así como los hebreos trajeron el Evangelio a los gentiles por medio del ministerio de Pedro y Pablo, los gentiles lo llevarán a los hebreos27. Los gentiles llevarán el Evangelio del Reino, el Evangelio que estará revelando, dando a conocer, el misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Y así como los hebreos, por medio del ministerio de Cristo en Pablo y Pedro, trajeron el Evangelio a los gentiles; los gentiles, por medio del ministerio de los Dos Olivos, de Moisés y Elías, lo llevarán a los hebreos.

Por eso el ministerio de Moisés y Elías, de los Dos Olivos, es el ministerio que les abrirá la Puerta a los hebreos en el Día Postrero; la Puerta para entrar al Reino de Dios, en y a la Dispensación del Reino, bajo la predicación del Evangelio del Reino, que contiene y que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Ahora, antes de los gentiles tener la Puerta abierta para entrar ellos, antes de tener esa Puerta abierta a los gentiles al Reino de Dios, ¿qué sucedió? Pedro abrió la Puerta primeramente a los hebreos, y entraron por miles. Y después entrarían los gentiles; porque con la revelación de la Primera Venida de Cristo siendo predicada por Pedro a Cornelio, quedó abierta la Puerta para los gentiles, para poder los gentiles entender y creer la Primera Venida de Cristo en medio del pueblo hebreo. Y San Pablo continuó luego entre los gentiles.

Y antes de abrirse la Puerta para el pueblo hebreo entrar al Reino de Dios bajo la Dispensación del Reino, en el séptimo milenio, primero les es abierta la Puerta a los gentiles: a la Iglesia del Señor Jesucristo, la Iglesia gentil, para entrar a la Dispensación del Reino, y así entrar al Reino de Dios bajo la séptima dispensación, en el séptimo milenio, bajo la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. En la Venida del Reino de Dios, entrarán primero los gentiles y después entrarán los hebreos.

Y los ministerios de Pedro y Pablo en medio de los hebreos y después entre los gentiles, representan los ministerios de Moisés y Elías en el Día Postrero, que son los ministerios que tendrán la revelación de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo; para abrir así el Reino de Dios a la Iglesia del Señor Jesucristo, abrir así la Dispensación del Reino para la Iglesia de Jesucristo primeramente y después abrir la Dispensación del Reino para el pueblo hebreo.

Y la Puerta de la Dispensación del Reino es Cristo en Su Segunda Venida, como la Puerta de la Dispensación de la Gracia es Cristo en Su Primera Venida. Cristo es la Puerta.

Y ahora, por esa Puerta, durante la Dispensación de la Gracia han estado entrando millones de seres humanos. Y ese mismo Cristo, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, en Su Segunda Venida será la Puerta para la Dispensación del Reino y para el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. Y por esa Puerta entrarán todos los que van a ser transformados y raptados en el Día Postrero: entrarán con Él, a las Bodas, las vírgenes prudentes; y luego se cerrará la Puerta para los gentiles, y luego se abrirá la Puerta para los hebreos28; y así el pueblo hebreo entrará por esa Puerta bajo la Dispensación del Reino.

Ahora, la Puerta, Cristo, se cierra para los gentiles muy pronto, cuando Cristo termine de hacer Su labor de intercesión en el Cielo; lo cual ocurrirá cuando entre hasta el último de los escogidos de Dios, que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; cuando entre hasta el último, entonces Cristo ya termina Su labor de intercesión en el Cielo.

Y en el mensajero en el cual Él estará manifestándose en la Tierra en el tiempo final, en el Día Postrero, cambiará ahí. Y Su Obra que Él ha estado realizando como Cordero de Dios y como Sumo Sacerdote en el Cielo, haciendo intercesión por todos nosotros y por los que han partido en edades pasadas y por los que faltan de llegar; luego que termine Su labor, Él se manifestará en el mismo mensajero que está en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular.

En ese mensajero en el cual Él estará manifestándose y llamando y juntando a Sus últimos escogidos (del Día Postrero), para formar la Edad de la Piedra Angular, el Lugar Santísimo de Su Templo espiritual; luego, cuando termine Su labor de intercesión en el Cielo, a través de ese mismo mensajero a través del cual ha estado Él reflejando y dando a conocer lo que Él está haciendo en el Cielo…

Así como estuvo dando a conocer en cada edad la Obra de Intercesión en el Cielo; así también, por medio de Su Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular y de la Dispensación del Reino, Él nos da a conocer lo que Él está haciendo como Intercesor en el Cielo. Y luego, cuando termine esa Obra, Cristo cambia de ministerio; y ese cambio de ministerio lo manifiesta en Su Ángel Mensajero; y cambia ahí de Cordero a León y de Sumo Sacerdote a Juez de toda la Tierra.

Y así como Él, por medio de Sus mensajeros —incluyendo al mensajero de la Edad de la Piedra Angular—, ha estado dando a conocer la Obra de Redención, la Obra de Intercesión que Él ha estado llevando a cabo en el Cielo, en donde ha colocado Su Sangre de Redención sobre el Propiciatorio del Templo que está en el Cielo; luego nos estará dando a conocer lo que Él estará haciendo como Juez de toda la Tierra.

Y todo lo que estará siendo manifestado en el Cielo, desde el Trono de Dios (en el cual ya no habrá Sangre, porque ya Cristo habrá terminado Su labor de intercesión), y todo lo que estará siendo hablado por Dios en Su Templo en el Lugar Santísimo, allá desde Su Trono: será transmitido a la Iglesia de Jesucristo y también al pueblo hebreo, y también a la raza humana, por Cristo, el Ángel del Pacto, en Su manifestación por medio de Su Ángel Mensajero; porque en Su Ángel Mensajero Él colocará esa Palabra, y él hablará todo lo que Cristo coloque en su boca, pero la revelación será del Cielo, del Trono de Dios, Cristo trayéndola.

El Ángel del Pacto, el Ángel que era diferente a los demás, el Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 en adelante, con Su rostro como el sol, envuelto en una nube, ese es el Ángel que trae la revelación a Su Ángel Mensajero, al Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular; y por medio del Ángel Mensajero es dado a conocer, es dada a conocer toda esa revelación a la Iglesia de Jesucristo primeramente, y también es predicada a todos los seres humanos y también al pueblo hebreo.

Vean dónde es que Cristo hace ese cambio de ministerio: es en el mensajero que Él tendrá en el Día Postrero; y por eso, por medio de ese mensajero Cristo continuará Su Obra, Su Obra de León de la tribu de Judá.

Pero ese Ángel Mensajero no es el Señor Jesucristo; él solamente es el instrumento del Señor Jesucristo para la manifestación del Señor Jesucristo de este Día Postrero, en donde Jesucristo en Espíritu Santo estará manifestado como Él lo ha prometido. Y ese será el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo que en el Día Postrero será adoptado, y juntamente con él los escogidos del Día Postrero.

Ese es el mensajero que obtendrá la victoria, porque Cristo en él será el que obtendrá la victoria y nos dará esa victoria a todos nosotros; y es la Victoria en el Amor Divino. Y por consiguiente, en ese Ángel Él colocará el Nombre de Dios y Nombre de la Ciudad de nuestro Dios y Su Nombre Nuevo. Apocalipsis, capítulo 3, verso 12: “Al que venciere, yo le haré columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí (o nunca más saldrá fuera29); y escribiré sobre él el Nombre de mi Dios, y el Nombre de la Ciudad de mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del Cielo, de mi Dios, y mi Nombre Nuevo”.

Ese Ángel Mensajero es el que recibe la Venida de esa Piedra, de esa Piedrecita blanca, con un nombre nuevo escrito30. Ese Ángel Mensajero es el vencedor del Día Postrero, del séptimo milenio, que recibe a Cristo en Su Segunda Venida, y por consiguiente lo recibe con un nombre nuevo; y por consiguiente Cristo estará manifestado en Su Ángel Mensajero con un nombre nuevo.

Y Cristo, vean ustedes, así como dos mil años atrás, manifestado en carne humana, en el velo de carne llamado Jesús de Nazaret, estaba como Cordero de Dios…; pero aunque estaba allí como Cordero de Dios, encontramos que fue al final de Su ministerio en carne humana que llevó a cabo la Obra de Redención como Cordero de Dios en la Cruz del Calvario, fue al final de Su ministerio. Y al final del ministerio de Cristo, encontramos que la Obra de Cristo como León de la tribu de Judá, la Obra de Reclamo, será efectuada plenamente, y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Y ahí tendremos los resultados de la Obra del León de la tribu de Judá, nuestro amado Señor Jesucristo en Su Segunda Venida, con un nombre nuevo que ninguno conoce sino aquel que lo recibe: aquel que recibe esa Piedrecita blanca, aquel que recibe la Segunda Venida de Cristo.

Y luego la revela a su edad, a los escogidos de su edad, los cuales tendrán el entendimiento del alma y de todo su ser abierto, porque por medio de esa manifestación de Cristo será abierto el entendimiento de todos los escogidos de Dios; y nadie los obligará a creer, pues ellos mismos verán, comprenderán, entenderán y creerán desde lo profundo de su alma, porque les será abierto el misterio de la Venida del Señor para el Día Postrero como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Y de esa Obra que él llevará a cabo depende la Iglesia para este Día Final, para su transformación (para los que vivimos), y para la resurrección en cuerpos eternos de los santos que han partido en las edades pasadas.

Por eso es que la esperanza de la Iglesia del Señor Jesucristo para reinar con Cristo por mil años y por toda la eternidad, teniendo cuerpos eternos, está depositada en la Segunda Venida de Cristo, que es para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; luego de haber recibido la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario como Cordero de Dios.

Estamos viviendo en un tiempo muy importante, paralelo al tiempo de la Primera Venida de Cristo y la Obra de Cristo como Cordero de Dios.

Juan el Bautista lo presentó como el Cordero de Dios, aunque todavía no había hecho la Obra de Cordero de Dios. Pronto terminará la Obra de Intercesión en el Cielo como Sumo Sacerdote, y se convertirá en el Juez de toda la Tierra y León de la tribu de Judá, y realizará el reclamo de todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa.

Hay un sinnúmero de propósitos en Su Primera Venida y también en Su Segunda Venida; y todos están envueltos en el propósito y propósitos de la Primera Venida: todos están envueltos en la Obra de Redención, la Obra realizada por Cristo en la Cruz del Calvario.

Y ahora, para la redención de nuestro cuerpo físico se requiere la Segunda Venida de Cristo en Su Obra como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Estamos viviendo en este tiempo en donde se realiza un entrelace: un entrelace dispensacional, un entrelace de Mensaje dispensacional también y un entrelace de la Obra de Cristo como Cordero y como León; y un entrelace de lo mortal y lo inmortal, porque en este tiempo es donde la eternidad se entrelaza con el tiempo, para pasarnos a nosotros a eternidad; y así ser transformados los que vivimos, luego que los muertos en Cristo sean resucitados; y luego de 30 a 40 días estando en ese nuevo cuerpo y teniendo una manifestación en toda Su plenitud de Dios en nosotros, en Su Iglesia, bajo la dirección de Cristo a través de Su manifestación en el ministerio correspondiente a este Día Postrero en Su Ángel Mensajero: estará Cristo estremeciendo este mundo, con las cosas que Él hará cuando los muertos en Cristo resuciten y nosotros los que vivimos seamos transformados.

Eso es la adopción para todos los escogidos de Dios. Y cuando estemos adoptados, un hijo de Dios adoptado es colocado para administrar los negocios de su Padre; así como Jesús, cuando fue adoptado, fue sentado a la diestra de Dios para administrar los negocios de nuestro Padre celestial.

Y ahora, Cristo adoptará a uno de Sus hijos en este tiempo final; y también serán adoptados todos los mensajeros de las siete edades, con los grupos de las siete edades; pero como ya ellos ministraron en el tiempo que les tocó vivir, el ministerio correspondiente al Día Postrero será el ministerio de la Edad de la Piedra Angular, que es el ministerio del Ángel de Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular, el que será adoptado: tanto el ministerio como el Ángel de Jesucristo, y como el grupo de esa edad, todos los escogidos seremos adoptados.

Y bajo el ministerio de Cristo a través de Su Ángel, Cristo realizará todas las cosas que Él ha prometido, las que corresponden al tiempo ya de adopción, como también las que corresponden al tiempo antes de la adopción, son cumplidas por Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero, el cual viene dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final31; porque Cristo coloca en la boca de Su Ángel Mensajero, de ese hijo de Jesucristo, coloca Su Palabra, para dar a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Y ahora, un hijo adoptado es uno que es colocado como administrador de todos los bienes de su padre. Y Cristo dijo, hablando del siervo fiel y prudente que esté viviendo en el tiempo final cuando su Señor venga, dice [San Mateo 24:46]:

Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”.

¿Le halle haciendo qué? Dándole el alimento espiritual a la Iglesia de Jesucristo en la edad correspondiente a la Venida del Señor.

Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así (y Su Venida es para la Edad de la Piedra Angular).

De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá”.

¿Para qué? Para que los administre.

En San Lucas también nos habla de ese siervo fiel y prudente, y lo presenta como el mayordomo fiel y prudente. Capítulo 12, verso 37 en adelante, dice, de San Lucas:

Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.

Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.

Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.

Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá (o sea, la Segunda Venida de Cristo).

Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?

Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración (o sea, el Mensaje, el alimento espiritual, de ese tiempo)?

Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes”.

O sea que Cristo tendrá en Su Reino una persona que estará en la parte administrativa; ese será el mayordomo fiel y prudente o siervo fiel y prudente, al cual su Señor pondrá sobre todos Sus bienes.

Cristo, en Apocalipsis, capítulo 3, verso 21, dijo:

Al que venciere, (yo) le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

O sea, en la misma forma en que Dios hizo en el Cielo con Cristo: sentándolo en Su Trono, ahora Cristo hará con el siervo fiel y prudente sentándolo en Su Trono. ¿Y cuál es el Trono de Cristo? El Trono de Cristo es el Trono de David.

Y ahora, en ese Trono de David, Cristo sentará con Él al siervo fiel y prudente, que será el siervo fiel y prudente que estará en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, dándole el alimento espiritual correspondiente al Día Postrero; correspondiente a la séptima dispensación, la Dispensación del Reino, y Edad de la Piedra Angular, y séptimo milenio.

Ese es el alimento espiritual para el séptimo milenio y para la Dispensación del Reino. Con ese Alimento nadie anteriormente se había alimentado, porque ese es el Alimento representado en el maná escondido que estaba en el lugar santísimo.

Y por cuanto la Iglesia de Jesucristo ha pasado en el Día Postrero a la Edad de la Piedra Angular…; y la Edad de la Piedra Angular representa el Lugar Santísimo del Templo de Dios en el Cielo, y del templo que construyó Salomón y del tabernáculo que construyó Moisés; y en el tabernáculo de Moisés estaba, en el lugar santísimo, dentro del arca del pacto estaba el maná escondido en una vasija de oro.

Y ahora, el maná escondido representa el Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo. Es la revelación de la Segunda Venida de Cristo el Maná escondido, la revelación escondida, el alimento espiritual escondido de las edades pasadas y de todos los seres humanos, para ser dado a los escogidos de Dios; y primeramente es dado al Vencedor, al Ángel Mensajero del Señor Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular: él lo come, y también lo comparte con los escogidos de Dios en la Casa de Dios, en la Iglesia de Jesucristo, en la Edad del Lugar Santísimo, la Edad de la Piedra Angular. Ese es nuestro Alimento para este tiempo final.

Y ese siervo fiel y prudente es el que obtendrá el cumplimiento de esa promesa de Cristo: “Yo le daré que se siente conmigo en mi Trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en Su Trono”. Por lo tanto, Cristo, así como cuando ascendió al Cielo Jesucristo, y se sentó a la diestra de Dios en el Cielo, y recibió un nuevo nombre, el Vencedor recibe un nuevo nombre también. Ese nuevo nombre es “el Nombre de Dios, y Nombre de la Ciudad de mi Dios, y mi Nombre Nuevo”, dice Jesucristo.

Y ese mismo siervo fiel y prudente es el que recibe también la promesa: “Al que venciere, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”32.

Esa misma autoridad que Jesucristo ha recibido del Padre cuando se sentó en el Cielo, ahora la otorga, en Su Reino Milenial, la otorga al Vencedor: a Su Ángel Mensajero; y también le otorga un nombre nuevo: Su Nombre Nuevo, el Nombre Nuevo de Jesucristo, que es el Nombre Eterno de Dios y Nombre de la Ciudad de nuestro Dios; y le otorga la autoridad para regir, gobernar, en esta Tierra. Pues somos reyes y sacerdotes, por lo tanto, vamos a reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad; porque el Reino será dado al pueblo de los santos33.

Y ahora, vean ustedes cómo lo mismo que hizo Dios, hizo el Padre en el Cielo, en Su Trono, sentando en Su Trono al Señor Jesucristo cuando ascendió victorioso; ahora vean ustedes cómo Cristo en Su Iglesia, Su Templo, también Él coloca aquí a Su Ángel Mensajero, en la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad del Trono.

Y el trono humano del Señor Jesucristo será el Vencedor, el siervo fiel y prudente, y lo sentará sobre el trono literal, que es el Trono de David; del cual dice San Lucas, capítulo 1, versos… Esto es el Arcángel Gabriel hablándole a la virgen María; le dice el Arcángel Gabriel a la virgen María… Capítulo 1, verso 30 en adelante, dice, de San Lucas:

Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

Le dará el Trono de David Su padre; y ese es el Trono donde Él sentará al Vencedor, a Su Ángel Mensajero, en el glorioso Reino Milenial.

Ahora, vean ustedes que esto es lo mismo que Dios hizo con Jesucristo cuando Cristo ascendió victorioso. Murió, pero resucitó y ascendió victorioso; y recibió un nombre nuevo, y también recibió autoridad y poder; y todo poder y autoridad le fue dada en el Cielo y también en la Tierra34.

Y ahora, Cristo al Vencedor le dará autoridad aquí en la Tierra sobre todas las naciones, porque esa autoridad Cristo la recibió cuando ascendió al Cielo; y ahora la dará al Vencedor, para ese glorioso Reino Milenial.

Y Cristo, así como recibió un nuevo nombre, Él da un nuevo nombre al Vencedor: le da el Nombre de Su Padre, y Nombre de la Ciudad de nuestro Dios, y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo. O sea que ese glorioso Reino Milenial de Cristo estará bajo la Dispensación del Reino con un nombre nuevo: el Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.

Y ahora, podemos ver que lo que el Padre hizo en el Cielo, en el Templo que está en el Cielo, es lo mismo que Cristo hace en Su Templo espiritual, Su Iglesia, y es lo mismo que Cristo hace en Su Reino Milenial; así como Dios hizo con Jesucristo cuando ascendió al Cielo victorioso.

Pero estas cosas no las podían comprender la gente del tiempo de Jesús, mientras Jesús estuvo aquí en la Tierra en carne humana. Y aun para los discípulos de Jesucristo les fue difícil comprender esas cosas, hasta después de Pentecostés; del Día de Pentecostés en adelante, Dios les abrió a ellos todo ese Programa y todo lo que Cristo estaría haciendo en el Cielo sentado en el Trono de Dios.

Y ahora, Dios para este tiempo final, vean lo que estará haciendo Cristo en Su Iglesia: estará realizando la Obra correspondiente a este tiempo final; y luego estará estableciendo Su Reino Milenial en este planeta Tierra, luego de la gran tribulación.

Ahora, hemos visto: “LA OBRA DEL CORDERO Y LA OBRA DEL LEÓN”.

En la Obra del Cordero ya hemos visto todo el Programa que se ha llevado a cabo; y para la Obra del León hemos visto que hay grandes promesas, grandes bendiciones, para ser cumplidas; pero hay un entrelace de Cordero a León.

Y Jesucristo nuestro Salvador, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová o Yahweh o YHWH, en Su manifestación en carne humana dos mil años atrás estuvo llevando a cabo la Obra de Cordero de Dios. Y para la Obra de León se requiere que esté nuevamente en la Tierra manifestado en carne humana, para esa Obra que Él hará en la Tierra —así como hizo la de Cordero— producir en el Cielo los beneficios para todos nosotros.

Ahora, para este tiempo final encontramos que el que fue el Cordero dos mil años atrás en carne humana es el que para el Día Postrero estará manifestándose como el León de la tribu de Judá.

Ahora, en Apocalipsis, capítulo 5, tenemos ahí un misterio; capítulo 5, verso 5 al 6 (o al 7), dice:

Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos (le anuncia el anciano el León de la tribu de Judá).

Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”.

Juan se tornó para ver el León que le estaba siendo anunciado por el anciano; y cuando miró, lo que vio fue un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos. Los siete cuernos y siete ojos son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra35, en la manifestación de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, en donde Cristo a través de cada ángel mensajero estuvo manifestado alumbrando a Su Iglesia, dándole Luz a Su Iglesia, y así realizando la Obra correspondiente a las siete etapas de la Iglesia gentil.

Ahora, el León que es anunciado por el anciano es el mismo Cordero.

Ahora, cuando Él toma este Libro… Recuerden, el anciano dice que es un León, pero Juan el apóstol dice que es el Cordero. Pues miren, no es un cordero literal ni tampoco es un león literal: es nuestro amado Señor Jesucristo en el Cielo tomando el Libro de la Redención, el Libro que contiene los nombres de todos los escogidos de Dios, de todos los redimidos con la Sangre de Jesucristo; es Jesucristo tomando el Libro de la Vida del Cordero, es Jesucristo tomando el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, para hacer Su reclamo.

Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 en adelante, nos dice:

Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.

Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra (vean, viene con el Librito de los Siete Sellos ya abierto);

y clamó a gran voz, como ruge un león…”.

¿Y por qué como ruge un león? Porque Él es el León de la tribu de Judá para Su Obra de Reclamo; porque viene para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa: para reclamar todos los que han partido y resucitarlos en cuerpos eternos, y para transformar a cada uno de Sus escogidos que está viviendo en este planeta Tierra, en esta Tierra, en la etapa correspondiente a este tiempo final. Y ahora, dice que clamó como cuando ruge un león. ¿Por qué? Porque Él es el León de la tribu de Judá.

“… y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces”.

Los Siete Truenos es la Voz de Cristo, el Ángel Fuerte que desciende del Cielo envuelto en una nube; y viene con el Librito abierto en Su mano y viene con el arco iris alrededor de Su cabeza, o sea, con el Pacto; y coloca un pie sobre el mar, el derecho, y el izquierdo sobre la tierra; y clama como cuando ruge un león, porque es el León de la tribu de Judá.

Y ahora, ruge y siete truenos emiten sus voces, y le fue prohibido a Juan escribir lo que los Truenos dijeron; porque el contenido de esos Truenos es la revelación de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. Y, ese misterio, la Iglesia de Jesucristo de las edades pasadas no lo podía conocer todavía, porque el misterio correspondiente a las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, para ser dado a conocer a la Iglesia, era el misterio de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo.

Y ahora, para el Día Postrero, para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, el misterio que Cristo estará revelándole a Su Iglesia será el misterio de Su Segunda Venida como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. Y ese misterio es el contenido de la Voz de Cristo, de la Voz de los Siete Truenos.

Cristo hablando en el Día Postrero revela a Su Iglesia el misterio de Su Venida. Él revela a Su Iglesia Su Venida a Su Iglesia en la Edad de la Piedra Angular, velándose y revelándose en y por medio de Su Ángel Mensajero; pero Su Ángel no es el Señor Jesucristo: él solamente es el velo de carne del Señor Jesucristo para Su manifestación del Día Postrero. Y ese es el misterio que causó silencio en el Cielo cuando fue abierto ese misterio en el Cielo, en Apocalipsis, capítulo 8, verso 1 al 5.

Y ahora, ese misterio es el que Cristo estará cumpliendo en este tiempo final. Y nosotros somos los que estaremos recibiendo los beneficios de Su Segunda Venida en Su Obra de Reclamo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra. Y luego el pueblo hebreo también recibirá los beneficios de Su Segunda Venida, porque en Su Primera Venida ellos le rechazaron.

Y Su Venida tenía que ser la Venida del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, en carne humana: en un hombre del pueblo hebreo, nacido en medio del pueblo hebreo; lo cual se cumplió en Jesús de Nazaret, pero que nació en Belén de Judea. Tenía que ser, Su Venida, la venida de un hombre, de un profeta; lo cual se cumplió en Jesús.

Y ahora, la Iglesia de Jesucristo ha estado esperando la Segunda Venida de Cristo por dos mil años aproximadamente. Y también el pueblo hebreo está esperando la Venida del Mesías, la Venida de Cristo; y no reconoció: no lo reconoció en Su Primera Venida, pero en Su Segunda Venida lo va a reconocer; y va a ver al Ángel de Jehová, al Ángel del Pacto, al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, manifestado en el Día Postrero en carne humana, llevando a cabo la Obra del León de la tribu de Judá, del Rey de reyes y Señor de señores, y lo verán también como Juez de toda la Tierra.

Ese es el misterio que el pueblo hebreo recibirá; lo verá y lo creerá de todo corazón, 144.000 hebreos, los cuales seguirán al Cordero por dondequiera que Él va36. Y cuando el Cordero se convierta en el León de la tribu de Judá, los 144.000 hebreos lo seguirán también; como también la Iglesia del Señor Jesucristo, los escogidos de Dios, los primogénitos de Dios.

Hemos visto el misterio de LA OBRA DEL CORDERO Y LA OBRA DEL LEÓN, la Obra del Cordero de Dios y la Obra del León de la tribu de Judá.

El pueblo hebreo está esperando la Venida del Ángel del Pacto, la Venida del Verbo en carne humana; o sea que están esperando la venida de un profeta en el cual esté Dios manifestado y esté cumpliendo Sus promesas correspondientes al Día Postrero. Eso será la Venida del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, en el Día Postrero.

En el libro de Los Sellos, en la página 277, nos dice:

“[240]. … pedimos que el Espíritu Santo venga ahora mismo, el Jinete del verdadero caballo blanco, mientras Su Espíritu, el Espíritu de Cristo, entre en confrontación con el anticristo, y Él llame los Suyos”.

¿Quién es el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19? Es Cristo, el Ángel del Pacto, en Espíritu Santo; aquí, vean ustedes, el Espíritu Santo, que es Cristo, es el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, verso 11 en adelante.

Y ahora, Cristo en Su Venida como el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, verso 11 en adelante, estará en la Tierra siendo visto.

Y ahora, ¿cómo será visto Cristo en esa manifestación? En la página 256 del libro de Los Sellos dice, que es en el cual estamos leyendo (el libro de Los Sellos, predicado por el reverendo William Branham por revelación divina en el año 1963), dice:

“121. Pero cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.

Si encontramos ese hombre, encontraremos al Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, a Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en carne humana en un hombre de este tiempo final; el cual tiene que ser, por obligación, el profeta de la Dispensación del Reino, con el Mensaje del Evangelio del Reino, y el profeta mensajero de la Edad de la Piedra Angular.

Y ahora, vean lo que el precursor de la Segunda Venida de Cristo dijo que será la Venida de Cristo, la Venida del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19: será la Venida del Espíritu Santo, Jesucristo en Espíritu Santo, manifestado en un hombre de este tiempo final. Pero ese hombre no es el Señor Jesucristo; ese es otro hombre, un hombre de este tiempo final.

Dice también, en la página 146 de este mismo libro de Los Sellos, que para este tiempo final estará el anticristo y también estará Cristo aquí en la Tierra; porque este es el tiempo donde el anticristo estará manifestado en toda su plenitud. Y eso será el diablo, el espíritu del diablo manifestado en una persona, en un hombre de este tiempo final: y será la bestia, el hombre de pecado, el anticristo.

Pero para este tiempo final también Cristo estará en la Tierra manifestado en carne humana, en un hombre de este tiempo final. Vean cómo lo explica aquí el reverendo William Branham: en la página 146 del libro de Los Sellos, dice:

“[192]. Y al mismo tiempo que el diablo cae del Cielo y se encarna en un hombre (o sea, en el anticristo, en la bestia), el Espíritu Santo sube y viene encarnado en un hombre”.

Por lo tanto, en esta Tierra, para el Día Postrero, para el tiempo final, tendremos la encarnación, por un lado: del diablo en el anticristo, en el hombre de pecado; y por otro lado, por el lado de la Iglesia de Jesucristo, de los escogidos de Dios: tendremos al Espíritu Santo encarnado en un hombre de este tiempo final, en medio de la Iglesia de Jesucristo, como el Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular y de la Dispensación del Reino.

Ahora, podemos ver que en la encarnación del diablo habrá un hombre en la Tierra donde estará encarnado, y ese será el falso profeta, el anticristo, la bestia; y por el lado del Programa de Dios con Su Iglesia, tendremos al Espíritu de Cristo, al Ángel del Pacto, al Ángel de Jehová, al Ángel que era diferente a los demás, manifestado en carne humana, el Espíritu Santo encarnado en un hombre, en un profeta: el profeta de la Dispensación del Reino.

Y tendremos al verdadero profeta de Dios con la encarnación del Verbo, la Palabra, el Espíritu Santo en él; y por otro lado tendremos el falso profeta, el anticristo, la bestia, el hombre de pecado, en donde estará el diablo encarnado. Y así tendremos la Vida y la Muerte manifestadas en carne humana en la Tierra en el Día Postrero; para así, los escogidos de Dios de este Día Postrero, estar siguiendo al Verbo, la Palabra, que estará manifestada esa Palabra, el Verbo, el Ángel de Jehová, a través de carne humana; pero la humanidad, en su mayoría, estarán siguiendo al diablo encarnado en la bestia, el anticristo, el falso profeta, que es el 666.

Y para ese tiempo llegará un momento, ya al final, en donde habrá una apretura. Y el diablo encarnado en un hombre se levantará en contra de Cristo encarnado en otro hombre. Y esto será el cumplimiento de Apocalipsis, capítulo 17, verso 11 en adelante, donde dice:

La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.

Ahora vean que el Cordero, que es Jesucristo, el Ángel del Pacto, vencerá a la bestia y a los diez reyes que le darán su poder y su autoridad a la bestia, y que serán —esos diez reyes con sus naciones y ejércitos— los instrumentos del diablo encarnado, y se levantarán en contra de Cristo, en contra de la Segunda Venida de Cristo.

Y ahora, pelearán contra el Cordero, o sea, contra Jesucristo, el cual vendrá en el Día Postrero y estará manifestado en carne humana en medio de Su Iglesia; pero el Cordero los vencerá, porque es (¿qué?) Rey de reyes y Señor de señores.

Él es Rey de reyes y Señor de señores porque Él es el León de la tribu de Judá; y como León de la tribu de Judá, Él es Rey de reyes y Señor de señores; y tendrá toda autoridad y poder en Él para obtener la Gran Victoria en el Amor Divino en este tiempo final.

Y ahora, podemos ver que habrá una apretura. También, en Apocalipsis, capítulo 19, verso 19 en adelante, dice:

Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército”.

¿Ven? Aquí tenemos más luz, más explicación apocalíptica, de cómo será que la bestia se levantará en contra del Cordero y hará guerra contra el Cordero.

Esa guerra que hará (“peleará contra el Cordero”), esa guerra que hará será usando esos diez reyes y los ejércitos de esos diez reyes; pero el Cordero, Cristo, obtendrá la victoria; porque Él viene con “un nombre que ninguno entiende sino Él mismo; y Su Nombre es: el Verbo de Dios”; o sea, es el Nombre del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová. Es el Nombre del Verbo y, por consiguiente, es el Nombre Eterno de Dios; porque Dios colocó Su Nombre en Su Ángel, dice el Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23: “No le seas rebelde; porque Él no perdonará vuestra rebelión, porque mi Nombre está en Él”.

Y ahora, Cristo los vencerá. Vean, el anticristo, la bestia, con esos diez reyes y sus ejércitos, harán guerra contra el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19 y contra los que siguen al Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19.

Pero esos que siguen al Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, en el Día Postrero serán transformados, y tendremos el cuerpo nuevo, y estaremos adoptados; y los que han creído y han seguido a Jesucristo, el Cordero de Dios, durante las siete desde la Iglesia gentil, serán resucitados en cuerpos eternos y estarán siguiendo a este Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19. Por lo tanto, ese es el poderoso Ejército de nuestro amado Señor Jesucristo, esa es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.

Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”.

Ahora, podemos ver cómo será la Obra del León de la tribu de Judá, de Jesucristo en Su Segunda Venida, en Su Obra de Reclamo, para la resurrección de los muertos en Cristo y para la transformación de nosotros los que vivimos.

Y ahora, nosotros somos las personas más privilegiadas de todos los que habitan en este planeta Tierra, porque somos los que estaremos viendo a Jesucristo como Cordero manifestado en Su Ángel Mensajero, y luego a Jesucristo manifestado como el León de la tribu de Judá; porque ahí, en esa manifestación a través de Su Ángel, es que Él hace ese cambio en este planeta Tierra.

Y Él, cuando salga del Trono de Intercesión para hacer el reclamo y manifestarse en toda Su plenitud adoptando a Su Ángel Mensajero, y a todos los escogidos de este Día Postrero (que estarán escuchando la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero), y resucitando a los muertos también, en Cristo, de edades pasadas; vean, Cristo a través de Su Ángel Mensajero estará llevando a cabo la Obra correspondiente a este tiempo final.

Y nosotros somos las personas privilegiadas; así como fueron privilegiados los santos que vivieron en los días de Jesús, y fueron los discípulos de Jesucristo, los cuales vieron la Obra de Cristo como Cordero de Dios. Y aunque mientras ellos estuvieron con Jesús… Él estando en carne humana en medio de ellos, Él era el Cordero de Dios, aunque todavía no había hecho la Obra de Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario.

Y para el Día Postrero tendremos al Ángel del Pacto, Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en carne humana en medio de Su Iglesia; y Él es el Cordero y también Él es el León de la tribu de Judá. Y aunque todavía no haya resucitado a los muertos en Cristo y no nos haya transformado a nosotros los que vivimos, Él es el León de la tribu de Judá, en el ministerio del Día Postrero, en donde es el cambio de Cordero a León y de Sacerdote a Juez; para así realizar todo lo que Él tiene que realizar para que los reinos de este mundo vengan a ser los reinos de nuestro Señor Jesucristo, y sea establecido el glorioso Reino Milenial de Cristo en este planeta Tierra; y los juicios divinos, las plagas, caigan sobre el imperio o reino de la bestia en este tiempo final; y para la restauración del pueblo hebreo en el Reino de Dios, y el Reino de Dios en medio del pueblo hebreo; y la restauración de cada hijo e hija de Dios a la vida eterna, o sea, nuevamente al Huerto del Edén: con vida eterna, con un cuerpo eterno; y para así estar durante el Reino Milenial como estuvo Adán y Eva en el Huerto del Edén.

Ahora, podemos ver que este es el tiempo más grande y glorioso de todos los tiempos, en donde estarían viviendo los que serán transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo en este tiempo final, en este Día Postrero, que es el séptimo milenio, en el cual todas estas bendiciones tienen que ser dadas a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y aun con toda esa manifestación del Señor Jesucristo en Su Ángel Mensajero, él no es el Señor Jesucristo; pero en él estaría el Señor Jesucristo, manifestado primeramente en Su labor durante el final de la Dispensación de la Gracia, y para el comienzo de la Dispensación del Reino, en donde sería manifestado ese cambio de Cordero a León y de Sumo Sacerdote a Juez de toda la Tierra, en LA OBRA DEL CORDERO Y LA OBRA DEL LEÓN.

“LA OBRA DEL CORDERO Y LA OBRA DEL LEÓN”, la Obra del Cordero de Dios y la Obra del León de la tribu de Judá.

Y ahora, ¿dónde están los que estarían viendo esta manifestación de Cristo en el Día Postrero? Pues aquí estamos, viendo lo que Cristo está realizando en medio de Su Iglesia en este tiempo final; en donde la etapa de la Iglesia, la etapa final de la Iglesia, que es la etapa de la Edad de la Piedra Angular, se está cumpliendo en la América Latina y el Caribe; en donde Él está revelando el misterio del Séptimo Sello, el misterio del Séptimo Sello revelado por medio de Su Voz: Su Voz de y como siete truenos hablándonos consecutivamente, directamente al alma, todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final, y revelándonos así el misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Que todas las bendiciones de Jesucristo, el León de la tribu de Judá, el cual también es el Cordero de Dios, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seamos transformados; y luego de 30 a 40 días, llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de LA OBRA DEL CORDERO, o sea, del Cordero de Dios, Y LA OBRA DEL LEÓN, del León de la tribu de Judá, que es nuestro amado Señor Jesucristo.

En la tarde, ya a las 3:00 de la tarde, estaré nuevamente con ustedes; y el tema de la tarde será: “LA GUIANZA DE LA PALOMA Y LA FORTALEZA DEL ÁGUILA”.

La Paloma es el Espíritu Santo, representa al Espíritu Santo en Su manifestación durante la Dispensación de la Gracia; y para el Día Postrero Él estará manifestado también, y estará manifestado como Águila. Y ahí tendremos la revelación de cómo la Paloma se manifestó en la etapa de Cordero y cómo el Águila se manifiesta en la etapa de León. Eso será para la próxima actividad de hoy, a las 3:00 de la tarde.

¿Qué hora tenemos por ahí? Tenemos un receso. Así que ya, antes de las 3:00, ya yo estaré con ustedes aquí; o sea que estaré ya con ustedes: estaré ahí en el cuartito ya, estaré…, antes de 5 minutos estaré ya ahí con ustedes (el tiempo que me tome de aquí a allí), y ya estaré ahí esperándolos a ustedes. Estaré estudiando, para luego estar aquí, en el púlpito, dándoles a conocer todo lo que Dios me dé para ustedes con relación a LA GUIANZA DE LA PALOMA y a LA FORTALEZA DEL ÁGUILA; y así todos podamos ver este misterio de la Paloma y del Águila, y obtener las bendiciones de la Paloma y también del Águila en este tiempo final.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios los guarde; y nuevamente con nosotros Félix Caro para algún cántico y luego ser despedidos en oración.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

“LA OBRA DEL CORDERO Y LA OBRA DEL LEÓN”.

[Revisión mayo 2021]

1 Génesis 14:18-20

2 Génesis 18:1-8

3 Éxodo 3:1-6

4 San Lucas 1:17

5 2 Reyes 2:9

6 Éxodo 3:6

7 1 Corintios 5:7

8 Deuteronomio 18:15

9 Deuteronomio 18:18-19, Hechos 3:23

10 San Lucas 23:21, San Juan 19:6

11 Gálatas 3:16

12 Génesis 22:18

13 Hechos 15:14

14 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4; Deuteronomio 8:3

15 San Juan 6:53

16 San Mateo 3:11, San Lucas 3:16

17 San Mateo 11:1-5, San Lucas 7:18-22

18 San Juan 3:26-30

19 2 Corintios 5:20

20 San Mateo 13:10-13; San Marcos 4:11-12, San Lucas 8:10

21 Mt. 12:24, Mr. 3:22, Lc. 11:15; Jn. 8:48

22 San Juan 4:25-26

23 San Juan 10:24-25

24 Hechos 2:14-42

25 Hechos 10:1-48

26 Hechos 13:46-48

27 Citas, pág. 41, párr. 333

28 Romanos 11:25

29 Versión Reina-Valera 1909

30 Apocalipsis 2:17

31 Apocalipsis 22:16, 22:6

32 Apocalipsis 2:26-27

33 Daniel 7:27

34 San Mateo 28:18

35 Zacarías 4:10, Apocalipsis 5:6

36 Apocalipsis 14:4

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