La Piedra del Ángulo

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones, ministros y congregaciones en diferentes países.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y nos abra las Escrituras en este tiempo, y el entendimiento para comprenderlas, y la fuerza para cumplirlas en este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

También, un saludo para el misionero Miguel Bermúdez Marín allá donde se encuentra en Bogotá, Colombia.

Para esta ocasión leemos en Efesios, capítulo 2, versos 19 al 22, las palabras del apóstol Pablo, que nos dice:

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita comprenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

“LA PIEDRA DEL ÁNGULO”. Ese es nuestro tema para esta ocasión.

A través de toda la Escritura se nos habla de la Piedra del Ángulo o Piedra Angular. Tenemos la roca o piedra que hirió Moisés en el monte Sinaí y le dio agua al pueblo, y también tenemos la roca que hirió con la vara en otro lugar. Dios le había dicho: “Háblale a la roca; y te dará agua para el pueblo, le dará agua al pueblo”, pero Moisés la hirió[1].

El apóstol Pablo dice que la Roca que los seguía era Cristo[2]; o sea que Cristo estaba representado en aquellas dos rocas que dieron agua al pueblo hebreo en el desierto.

Y por consiguiente, la primera roca en el monte Sinaí representa la Primera Venida de Cristo, el cual sería herido y daría Agua de Vida para el pueblo, o sea, daría el Espíritu Santo para el pueblo, que estaba sediento del Agua de la vida eterna, del Agua de la vida eterna que Cristo le ofreció a la mujer samaritana en San Juan, capítulo 4; y que también le ofreció a la humanidad en el capítulo 7, versos 37 al 39, cuando dijo: “‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba’. Esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo todavía”. Todavía no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús todavía no había sido glorificado. Vamos a leerlo para que lo tengamos claro:

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.

(San Juan, capítulo 7, versos 37 al 39).

¿Por qué Cristo ofrece Agua de vida eterna? El Agua de vida eterna es el Espíritu Santo que le da vida eterna a la persona, produce el nuevo nacimiento en la persona.

Cristo ofrece el Agua de la vida eterna, el Espíritu Santo, porque Cristo es la Roca, la Piedra Angular.

Cristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, es la Piedra del Ángulo, es también la Piedra de fundamento de la Iglesia, y también la Piedra que corona la Iglesia; la Piedra de fundamento en Su Primera Venida, la cual fue rechazada y no coronó al pueblo hebreo, porque dijeron: “Este no reine sobre nosotros”. Lo rechazaron. Por lo tanto, fue herido como la primera roca allá en el monte Sinaí.

Y luego, en Su Segunda Venida viene el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, el Cristo, para coronar Su Iglesia en la etapa de Edad de Piedra Angular. Pues si viene la Piedra del Ángulo, la Piedra Angular, tiene que venir a una Edad de Piedra Angular. Se convierte en Edad de Piedra Angular la edad, la etapa donde Cristo cumplirá Su Segunda Venida para coronar Su Iglesia al completarla en el tiempo final.

La segunda piedra que hirió Moisés es representativa de la Segunda Venida de Cristo, que no tenía que ser herida, sino que tenía que hablarle y la roca le daría agua para el pueblo. Y por consiguiente, le daría – le dará la transformación de sus cuerpos a los que estén vivos creyentes en Él, y les dará la resurrección en cuerpos glorificados a los que murieron en Cristo y formaron parte de la Iglesia en la edad en que vivieron, junto al mensajero y su Mensaje correspondiente al tiempo de cada etapa o edad de la Iglesia. Pues la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo en esos mensajeros, estuvo trayendo la Palabra de Dios correspondiente a cada etapa; y ellos eran la Voz de Dios, ellos eran los instrumentos a través de los cuales se escuchaba la Voz de Dios, el Mensaje correspondiente a cada tiempo.

Por eso están representados en siete estrellas: una estrella, un mensajero para cada etapa, y están representados también – son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra[3]; esos son los ángeles mensajeros de las siete etapas o edades de la Iglesia entre los gentiles.

Y luego de esas siete etapas o edades y de esos siete mensajeros, viene la Piedra del Ángulo, la Piedra Angular, para la Edad de Piedra Angular; y sellar, y traer la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los que estén vivos; para lo cual nos dará la fe para ser transformados, que viene por medio de la Voz del Ángel Fuerte que desciende del Cielo, que clama como cuando un león ruge y siete truenos emiten sus voces.

El secreto del Séptimo Sello, el misterio del Séptimo Sello, el secreto o misterio de la Segunda Venida de Cristo, es revelado por el Ángel Fuerte, Cristo, el Espíritu Santo, clamando como cuando un león ruge, o sea, hablando como león; y la Voz de Cristo hablando consecutivamente siete veces.

Como habló siete veces durante las siete edades de la Iglesia a través de cada mensajero, estará hablando en forma consecutiva, sin estar cambiando de un mensajero a otro. Y con lo que nos hablará, con esa revelación que nos traerá, nos abrirá el misterio del Séptimo Sello, nos revelará el misterio de la Segunda Venida de Cristo, el misterio de la Venida de la Piedra del Ángulo, para coronar Su Iglesia en la Edad de Piedra Angular.

La Roca, la Piedra del Ángulo, es un hombre: es Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo viniendo en el Día Postrero a Su Iglesia en la Edad de Piedra Angular, así como vino en cada edad al mensajero de cada edad; y por medio del mensajero se reveló, se manifestó, y llamó y juntó los escogidos de cada edad. Para este tiempo final el Ángel del Pacto viene a Su Iglesia, se manifiesta en Su Iglesia, el Ángel del Pacto, Cristo, el Espíritu Santo, y llama y junta a los escogidos que formarán la Edad de Piedra Angular.

Recuerden que la Iglesia está representada en una cantidad de piedras vivas, como dice Primera de Pedro, capítulo 2, versos 4 en adelante; pues así como Cristo es la Piedra del Ángulo, los creyentes en Cristo son piedras vivas, que son añadidos a la Iglesia y forman la Iglesia del Señor Jesucristo.

Veamos, Primera de Pedro, capítulo 2, verso 4 en adelante, dice:

“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,

vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

Por lo cual también contiene la Escritura:

He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;

Y el que creyere en él, no será avergonzado.

Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,

La piedra que los edificadores desecharon,

Ha venido a ser la cabeza del ángulo;

y:

Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,

porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;

vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”.

Y ahora, podemos ver que también los creyentes en Cristo son piedras vivas, seres humanos vivos; y sobre todo, vivos en Cristo, con vida eterna, y forman la Iglesia del Señor Jesucristo.

Veamos aquí en Primera de Timoteo, capítulo 3, lo que nos dice. Capítulo 3 de Primera de Timoteo, verso 14 al 16, dice:

“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,

para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.

Y ahora, la Casa de Dios no es el tabernáculo que construyó Moisés (fue en el tiempo de Moisés y en el tiempo de los jueces); tampoco es la casa o templo que construyó Salomón, ya no está; fue la Casa de Dios en aquellos tiempos en que estaba el templo. Todo eso fue bajo el Pacto Antiguo, lo cual, todo eso es tipo y figura de lo que sería en el Nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Cristo.

Ahora la Casa de Dios como individuos son los creyentes en Cristo; son Casa de Dios, Templo de Dios, dice San Pablo. Dice:

[Primera de Corintios 3:16]: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”.

Por eso el ser humano, el creyente en Cristo, tiene cuerpo, que corresponde al atrio; tiene espíritu, que corresponde al lugar santo; y tiene alma, que corresponde al lugar santísimo. Por eso se le dice: “Dale tu alma, o dale tu corazón a Cristo para que salve tu alma”.

Recuerden que la Escritura también dice: “El alma que pecare, esa morirá”[4]. Lo más importante en la persona es el alma, porque eso es lo que en realidad es la persona, y es en el alma donde viene Dios a morar para gobernar, porque ahí es el Trono de Dios donde Dios se coloca para gobernar en y la vida de la persona. Desde ahí Él dirige a la persona, gobierna en la vida de la persona, y pone en la vida de la persona el querer y el hacer[5], ayudándolo Dios en todo momento.

También la Iglesia del Señor Jesucristo es un Templo espiritual: tiene Atrio, tiene Lugar Santo (Lugar Santo corresponde a las diferentes edades de la Iglesia), y tiene Lugar Santísimo, que es la Edad de la Piedra Angular.

Por eso la Segunda Venida de Cristo como Rey a Su Iglesia y como León de la tribu de Judá (como León, Él es el Rey de reyes y Señor de señores), tiene que venir al Alma de la Iglesia, que es el Lugar Santísimo de la Iglesia: la Edad de la Piedra Angular, para darle la bienvenida a la Piedra Angular, la Segunda Venida de Cristo, el Ángel del Pacto, que es también el Espíritu Santo, el Hijo de Dios.

Y todo eso es luego de las siete etapas o edades de la Iglesia. Las siete etapas o edades de la Iglesia terminan en y con la Edad de Laodicea, de la cual su mensajero fue el reverendo William Branham, así como el mensajero de la primera edad fue el apóstol San Pablo.

Vean, viene del este la construcción. La creación de ese Templo espiritual nació el Día de Pentecostés, y de ahí – en Israel, en Jerusalén; y de ahí, más adelante, pasó a los gentiles para llamar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre, comenzando en Asia Menor, pasando luego a Europa para tener cinco etapas allá, en diferentes naciones europeas con diferentes mensajeros europeos; y luego pasa el Espíritu Santo a Norteamérica, al continente americano, para tener la séptima edad de la Iglesia gentil: la Edad de Laodicea, donde coloca a Su mensajero, el reverendo William Branham, como el mensajero de la séptima edad de la Iglesia gentil, que vino con el espíritu y virtud de Elías en su cuarta manifestación; y vino como precursor también, de la Segunda Venida de Cristo, precursor de la Venida de la Piedra del Ángulo.

Y la Venida de la Piedra Angular es para la Edad de Piedra Angular, como fue dos mil años atrás la Venida de la Piedra Angular. La Venida del Señor fue para Edad de Piedra Angular allá, porque Él es la Piedra Angular que fue rechazada dos mil años atrás. Él tuvo un precursor, el cual fue Juan el Bautista, que vino con el espíritu y virtud de Elías en su tercera manifestación.

Siempre que se promete en la Escritura que vendrá Elías o que vendrá Moisés, siempre será el espíritu ministerial, el Espíritu Santo operando el ministerio de aquel profeta en otro hombre, en otro profeta. Tan sencillo como eso.

Tenemos la promesa de que vendrá Elías por quinta ocasión; y que vendrá Moisés por tercera ocasión, si contamos por segunda ocasión la venida de un profeta como Moisés: Jesús. Si lo contamos como la segunda ocasión, entonces será por tercera ocasión el ministerio de Moisés siendo operado en este tiempo final por el Espíritu Santo en un hombre, un hombre de este tiempo final.

Recuerden que la Venida del Hijo del Hombre, la Venida del Señor, la Venida del Mesías, fue representada en el Monte de la Transfiguración; y al lado de Jesús —a cada lado— aparecieron Moisés y Elías; y Jesús transfigurado, glorificado. O sea que en aquella visión fueron trasladados los apóstoles a esa visión, a ver lo que será la Segunda Venida de Cristo, la Venida de la Piedra Angular a Su Templo, a Su Monte, el Monte de la Transfiguración, que representa el Monte Santo de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo. Recuerden que un monte siempre representa un reino.

Será en el Monte de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, donde aparecerá la Piedra del Ángulo, el Hijo del Hombre, el Señor, con Moisés y Elías; o sea, ahí aparecerán los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose en el Día Postrero, en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Monte Santo de Dios bajo el Nuevo Pacto.

Recordemos que del monte (en el capítulo 2 de Daniel, verso 30 en adelante), del monte fue cortada una Piedra que vino e hirió a la imagen en los pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Esa Piedra es la Piedra del Ángulo, la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia con Sus Ángeles, que son los Dos Olivos, Moisés y Elías, que aparecieron en la visión del Monte de la Transfiguración; visión que muestra lo que será la Venida del Hijo del Hombre, la Venida de la Piedra del Ángulo con Sus Ángeles, que son los dos olivos de Zacarías, capítulo 4, versos 11 al 14; y Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14.

Los dos olivos, las dos ramas de olivos, son los Dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios, son Moisés y Elías; como fueron presentados en el Monte de la Transfiguración.

Por eso es que cuando habla en San Mateo, capítulo 24, versos 30 en adelante, Jesús en el Mensaje profético, donde muestra las cosas que han de suceder en el tiempo final, dice… capítulo 24, verso 27, dice:

“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”.

La Venida del Hijo del Hombre será como el relámpago que sale del oriente y se muestra, se revela, en el occidente. Eso es la Venida del Señor, la Venida de la Piedra del Ángulo viniendo a Su Iglesia en el Día Postrero; como vino en Su Primera Venida a la Iglesia del Antiguo Pacto, del Antiguo Testamento, la cual estaba en el Pacto vigente para aquel tiempo.

Vino la Piedra del Ángulo para coronar la Iglesia, pero fue rechazado el Señor; y ahora, en el Día Postrero viene para coronar Su Iglesia del Nuevo Pacto; y Él es la Piedra del Ángulo, la Piedra cortada del Monte de Dios.

Sigue diciendo en el capítulo 24, verso 29 [San Mateo]:

“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.

Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.

Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.

Los Ángeles son los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías, que llaman y juntan 144.000 judíos, 12.000 de cada tribu. Y el Hijo del Hombre viene a Su Iglesia con Sus Ángeles; o sea que estarán en la Iglesia del Señor Jesucristo, en la Edad de Piedra Angular, en la Edad del Lugar Santísimo, los Dos Olivos; así como el rey Salomón colocó dos querubines de olivo cubiertos de oro en el lugar santísimo, con sus alas extendidas que cubrían el propiciatorio[6]; y también estaban sobre el propiciatorio dos querubines de oro, de una sola pieza con el propiciatorio[7].

O sea que el Lugar Santísimo es la parte más importante, porque es la parte de morada de Dios en el Templo; tanto en el templo que construyó Moisés como en el templo que construyó el rey Salomón, como en la persona como templo espiritual. El Lugar Santísimo, pues el alma. El alma también, del templo que construyó Salomón, era el lugar santísimo. El alma del tabernáculo que construyó Moisés era el lugar santísimo, porque era el lugar de morada de Dios, donde estaba el Arca del Pacto y donde estaba la Palabra, las tablas de la Ley, las cuales fueron llevadas hasta ese lugar.

Y en el Templo espiritual de Cristo, para el tiempo final, así como fue dedicado el tabernáculo que construyó Moisés y entró la presencia de Dios, la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, y moró sobre el Arca del Pacto, sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro[8]; así también sucedió cuando Salomón dedicó el templo de Dios: vino la presencia de Dios en esa Nube de Luz, en esa Columna de Fuego, entró y se posó sobre el propiciatorio (que es la tapa del arca del pacto) y moró allí[9]. Y cuando la persona recibe el Espíritu Santo entra el Espíritu Santo, Dios en Espíritu, al lugar santísimo, que es el alma de la persona, y mora ahí en el alma de la persona.

Y en el Templo espiritual de Cristo, para este tiempo final se completa la Iglesia; y vendrá en toda Su plenitud, Dios manifestado en toda Su plenitud, para morar en toda Su plenitud en Su Iglesia, y viene con Sus Ángeles; y entrará en esa Columna de Fuego el Ángel del Pacto, y manifestará todo Su poder.

Estremecerá a la humanidad esa manifestación de Dios en el Lugar Santísimo del Templo espiritual de Su Iglesia; y de ahí es que saldrán los Ángeles: Moisés y Elías, los Dos Olivos, para llamar y juntar 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu.

“Así como los judíos trajeron el Evangelio a los gentiles por medio de San Pedro y San Pablo, los gentiles lo llevarán a los judíos, y el rapto sucederá”, dice el reverendo William Branham, en la página 14, 16 y 30 del libro de Las Edades.

Los gentiles lo llevarán, porque ahí estarán los ministerios de Moisés y Elías para llevar el Evangelio a los judíos; y Dios les abrirá el entendimiento y tendrá misericordia de ellos; y sellará el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, 144.000 judíos o hebreos, 12.000 de cada tribu, conforme a Apocalipsis, capítulo 7, versos 1 al 17. Y en el capítulo 14, verso 1 en adelante, aparecen ya sellados; y en Apocalipsis 22 aparecen nuevamente con el Sello de Dios. Tan sencillo como eso.

Y todo eso lo hace la Piedra del Ángulo, que es Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad del Lugar Santísimo de ese Templo espiritual. El Lugar Santísimo de la Iglesia es la Edad de la Piedra Angular, la Edad de Oro de la Iglesia.

Por eso podemos ver que de edad en edad el Arca, la Palabra, ha estado siendo cargada en los hombros de sacerdotes, del mensajero de cada edad con el grupo de ministros de cada edad, llevándola de una edad a otra, llevando la Palabra de una edad a otra.

Y para este tiempo final le toca ser llevada la Palabra al Lugar Santísimo por… – En la misma forma que fue llevada de edad en edad, por el mensajero de cada edad y su grupo, en este tiempo final el Arca será pasada de la séptima edad a la Edad de la Piedra Angular, que es Lugar Santísimo, donde se posará el Arca en el Lugar Santísimo, y donde vendrá Cristo en Su Segunda Venida para morar en Su Iglesia y manifestarse en toda Su plenitud; y así coronar Su Templo del Nuevo Pacto, Su Iglesia del Nuevo Pacto, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual es un Templo santo para morada de Dios en Espíritu Santo en Su Iglesia. Tan sencillo como eso.

Y Su Iglesia, Su Templo espiritual, está compuesta por piedras vivas, seres humanos representados en piedras; así como Cristo está representado en la Piedra Angular, en la Piedra del Ángulo, en la Piedra de Corona, que corona Su Templo espiritual, Su Iglesia.

Y es una bendición, un privilegio grande, ser parte de ese Templo espiritual de Cristo, como una piedra viva colocada, colocado, en la edad que nos corresponde estar en este tiempo final.

Por eso en la página 37 del libro de Citas el reverendo William Branham dice [párr. 311]: “Mire la edad que viene ahora, la Edad de Piedra Angular”. Esa es la edad nuestra. Y el Mensaje para nosotros en este tiempo es el Mensaje de y para la Edad de la Piedra Angular, para recibir la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Las promesas o profecías dadas a la Iglesia para el tiempo final, para la Edad de Piedra Angular, serán cumplidas en este tiempo final; y la Venida del Señor a Su Iglesia será cumplida también en la forma que Dios la diseñó para llevarla a cabo en este tiempo final. Y todo será en simplicidad.

Por lo tanto, estemos vigilando por la Venida del Señor. “Velad y orad, porque no sabéis cuándo será la hora, el tiempo”[10].

Ahora ya sabemos cuándo será la edad, cuál será la edad. Ya estamos en la Edad de Piedra Angular. No fue para edades pasadas, sino para este tiempo final: cuando se complete la Iglesia del Señor Jesucristo y Cristo se levante del Trono del Padre, y tome el Título de Propiedad, lo abra en el Cielo (que es el Libro sellado con siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5), y haga Su Obra de Reclamo: reclame todo lo que Él ha redimido con Su Sangre, nos transforme y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. Pero antes de llevarnos con Él, habrá una manifestación plena del poder de Dios en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. Y el reverendo William Branham dice: “Estremece este mundo una vez más, Señor”[11]. Dice: “Durará poco tiempo, pero estará aquí esa manifestación”[12].

Después de la resurrección y la transformación…, Cristo estuvo con Sus discípulos cuarenta días, y después subió al Cielo y se sentó a la diestra de Dios en el Trono de Dios.

Esa manifestación quizás sea de 30 a 40 días, y después nos iremos de aquí. Seremos transformados bajo ese tiempo de manifestación divina; y para lo cual, recibimos la fe, la revelación, para ser transformados, que es la fe, la revelación de la Venida de Cristo a Su Iglesia en el Día Postrero.

Mientras tanto, las palabras del reverendo William Branham fueron: “¿Cómo vendrá y cuándo vendrá? No lo sabemos. Y está bien que no lo diga”[13]. ¿Para qué? Para que no lo imiten. Porque todo va a ser tan sencillo que cuando vengamos a darnos cuenta tendremos la Piedra Angular, la Piedra del Ángulo con nosotros, y con los Dos Olivos. Y entonces veremos esa manifestación plena del Hijo del Hombre, del Señor, con los Dos Olivos: Moisés y Elías.

Esa manifestación será la manifestación más grande de Dios en la Tierra, bajo el Nuevo Pacto en medio de Su Iglesia. Ahí será donde los escogidos que estarán viviendo en el tiempo final recibirán la redención del cuerpo, que es nuestra transformación, la adopción física como hijos e hijas de Dios, con vida eterna física en cuerpos jóvenes, inmortales, glorificados, igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos. Y velad por la Venida de la Piedra del Ángulo, que es la Venida de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

“LA PIEDRA DEL ÁNGULO”.

[Revisión marzo 2024]

[1] Números 20:7-8

[2] 1 Corintios 10:4

[3] Apocalipsis 5:6

[4] Ezequiel 18:20

[5] Filipenses 2:13

[6] 1 Reyes 6:23-28, 2 Crónicas 3:10-13

[7] 2 Crónicas 5:7-8

[8] Éxodo 40:34-35

[9] 1 Reyes 8:10-11, 2 Crónicas 5:11-14

[10] San Mateo 24:42-44, San Marcos 13:33-37

[11] Citas, pág. 60, párr. 526 (525 antigua revisión)

[12] Citas, pág. 34, párr. 286

[13] 63-0728 “Cristo es el misterio de Dios revelado”, párr. 106

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