Muy buenas tardes, compañeros, ministros, en el Cuerpo Místico de Jesucristo; es un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios.
Para esta ocasión… (Si alguno tiene un libro de Los Sellos, de Las Edades y del libro de Citas, y me pueden facilitar alguno, se los agradezco).
Para esta ocasión leemos en Josué, capítulo 1, verso 1 en adelante, que dice así:
“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.
“LA PREPARACIÓN PARA ENTRAR A LA TIERRA PROMETIDA”.
(Si hay alguno que tiene Las Edades también, puede colocarlo por aquí).
A través de la historia bíblica tenemos el caso de Israel esclavizado en Egipto, y luego libertado por Moisés. Todo esto ocurrió de acuerdo a lo que Dios había prometido a Abraham[1], y eso fue el primer éxodo de los tres últimos éxodos que se llevarían a cabo.
En ese éxodo, Moisés, el profeta de Dios, un hombre con las dos consciencias juntas y nacido para ese propósito divino, era nada menos que un mensajero dispensacional; esa es la clase de profeta más grande que Dios envía a la Tierra, de los cuales solamente Dios tiene siete profetas dispensacionales.
Y ahora, en estos éxodos siempre hay grandes bendiciones de parte de Dios, y también maldiciones o juicios divinos; porque hay problemas también, en donde algunas personas se han levantado en contra del mensajero de esa edad, y por consiguiente se han buscado un problema ellos mismos, y le han buscado un problema a los demás compañeros del ministerio que le han seguido y a su gente que le han seguido. O sea que hay personas problemáticas siempre en estos éxodos; los tenemos desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
Ahora, lo importante no es si hay o no hay problemas, sino de qué lado usted está.
En el tiempo de Moisés encontramos que Dios le dio un compañero ministerial: a su hermano Aarón[2]. Encontramos que, aun para Moisés sacar al pueblo, hubo grandes luchas: con el faraón y los siervos del faraón, y también con los mismos ancianos o líderes del pueblo hebreo, cuando el faraón dijo que tendrían ellos mismos que buscar la paja para hacer los ladrillos[3]; y ya se pusieron molestos con Moisés; ¡y estaban en la etapa de salir de la esclavitud, y ya están peleando contra el instrumento que Dios va a usar!
Siempre hay dos o tres personas que no están de acuerdo, siempre hay algunos líderes que no están de acuerdo, y le hablan a otros líderes también, para ponerse en contra del instrumento que Dios tiene. Esas personas son problemáticas, son un problema, y la parte que recibirán serán las maldiciones, los juicios divinos.
Luego que Moisés está allí en Egipto…, vean ustedes, tenía en su contra al faraón, los consejeros del faraón, el ejército del faraón, el pueblo de Egipto (muchos de ellos) y también parte del pueblo hebreo. O sea que lo que algunas personas piensan: “Si Dios envía un profeta grande, todos lo van a recibir”, eso no es así. La historia nos dice que ese profeta va a tener dificultades; pero también nos dice la Escritura que Dios estará con ese hombre. A Josué le dijo: “Esfuérzate y sé valiente. Yo estaré contigo, como estuve con Moisés”.
Ahora, vean ustedes cómo estuvo con Moisés: estuvo hablándole, usándolo, y estuvo manifestándose a través de él, y estuvo trayendo la Palabra para el pueblo. Pero también tuvo problemas…; o el pueblo fue el que tuvo problemas con Moisés, porque escucharon a algunos líderes y se levantaron contra Moisés.
Y al final, miren lo que Dios dice… Porque el pueblo, y muchos líderes, no comprenden por qué suceden cosas que no pueden ser comprendidas de momento, y enseguida salen algunos dando su propia opinión, y piensan que el mensajero ha fallado: “No ha podido llevar al pueblo a la tierra prometida”.
Pero no es el mensajero el que lleva al pueblo; ¡es Dios! Y el mensajero no se puede mover, a menos que Dios lo mueva. Y por consiguiente, el mensajero estará siguiendo a Dios en Su manifestación en la Columna de Fuego: para donde la Columna de Fuego se mueve, se tiene que mover el mensajero; y el pueblo tiene que moverse con ese mensajero.
Si vienen algunos líderes y le dicen a los demás líderes: “No lo vamos a seguir”; si otros dicen: “Yo tampoco lo voy a seguir”; se van a colocar en la misma posición en que se colocó Datán, Coré y Abiram, y otros más[4]. Y cuando alguno dice o algunos dicen: “Nosotros podemos recibir la revelación. Nosotros podemos tener éxito también. Ya Dios me dirigió, me habló”; pero si es contrario a lo que Dios le habla al mensajero, mejor dejar eso a un lado.
Y ahora, vean ustedes, Datán, Coré y Abiram tenían mucha gente que estaban de acuerdo con ellos; ¡Coré era hasta familia de Moisés, era de la descendencia de Leví!, y ahora levanta al pueblo en contra de Moisés y en contra de Aarón. ¿Qué querían ellos? (¡Estaban luchando por algo!). Ellos querían el liderazgo, ser los que estarían guiando al pueblo; y eso solamente le corresponde al Espíritu de Dios a través del mensajero que Dios tiene para esa dispensación en ese éxodo; no hay otra forma.
Trataron de arrebatarle el sacerdocio a Aarón, el cual había sido compartido por Moisés con Aarón; pero Moisés estaba más arriba que Aarón, por eso Moisés podía ministrar. Estaba más arriba que Aarón: hacía las labores de sumo sacerdote, también de rey, también hacía las labores de dar la Ley al pueblo, o sea, los decretos divinos.
El pueblo era gobernado por decreto, pero decreto divino. Por eso Moisés fue un hombre tan grande; porque no fueron los decretos de Moisés, sino los de Dios, que fueron dados al pueblo hebreo.
Y ahora, Moisés era el hombre más humilde del pueblo, el más manso[5]; pero los mansos también cometen errores algunas veces, y les da coraje algunas veces, y ahí cometen el error que les puede costar una bendición grande, a causa de que el pueblo los molesta tanto que hasta ya están cansados del pueblo.
Pero miren a Moisés: en una ocasión le dijo a Dios: “Si no perdonas al pueblo, ráeme de Tu Libro”, o sea que puso su vida si Dios destruía al pueblo. “Si no lo perdonas, entonces ráeme de Tu Libro”.
Dios le dijo: “Yo raeré de mi Libro al que pecare contra mí”[6]; y por consiguiente, aquellos que se levantaron en contra de Moisés fueron raídos del Libro de Dios. Querían el sacerdocio, pero Dios no se los permitió; Dios dijo a Moisés: “Que cada uno coloque su vara (esto era de los descendientes de Leví), y la vara que reverdezca y eche fruto, corresponde el ministerio del sacerdocio”[7].
Esas personas que estaban en contra de Moisés (Coré era levita) trabajaban allá en la Obra de Dios, pero querían una posición que no les correspondía. Lo que sucede en muchas ocasiones: que algunos quieren ser los líderes de todos los ministros y de todo el pueblo sin ser el mensajero de su tiempo, y sin ser colocados por el mensajero para hacer eso; ya tienen un problema delante de Dios; y si no se arrepienten, su final será ser raídos del Libro de la Vida.
Y ahora, Dios le dijo a Moisés a quién Dios había escogido para el ministerio: “Aquel cuya vara reverdezca y eche fruto, ese es el elegido”, ese tendría el sacerdocio. Y la parte más importante del sacerdocio es la parte del sumo sacerdote. Por lo tanto, el orden sacerdotal corresponde a Aarón, porque la vara de Aarón fue la que reverdeció y dio fruto; por lo tanto, para Aarón y su descendencia sería el sacerdocio.
Y los demás, vean ustedes, ¿por qué estaban luchando? Por el sacerdocio. Era una pelea, una lucha, por obtener una posición importante en el ministerio.
Ahora, viendo lo que pasó allá, entonces nosotros tenemos que tener cuidado de no ir más allá de la posición que nos corresponde.
Luego, con aquellos que trataron de ocupar una posición de sacerdotes (vean, tenían los incensarios y todo): la tierra se abrió y se los tragó, y salió fuego también de la tierra. Eso es lo que le espera, al final, a todos los que se levantan, en un éxodo, en contra del mensajero de Dios para ese tiempo.
No es una cosa de tratar de ocupar el ministerio o posición del mensajero, sino de estar brazo a brazo con el mensajero, porque así todos llegaremos a la meta; que es: la entrada a la tierra prometida. Y todos queremos entrar a la tierra prometida; por lo tanto, tenemos que seguir el orden divino.
Les debo una Escritura, la cual está en el capítulo 8 de Deuteronomio, donde dice [verso 1]:
“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres.
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”.
O sea que la preparación para entrar a la tierra prometida es también una prueba; el pueblo va siendo probado, para ver si va a guardar lo que Dios le ordena, por consiguiente, si va a continuar oyendo la Voz de Dios a través del mensajero que Dios le ha enviado para esa dispensación. Así fue con Moisés y el pueblo.
“Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”.
Esta etapa de preparación, o de trayectoria rumbo a la tierra prometida, es para el pueblo ser probado; y el mensajero también: Moisés estuvo siendo probado también.
Estos cuarenta años del pueblo hebreo en el desierto representan las siete edades de la Iglesia, incluyendo también aquel tiempo de los apóstoles; o sea, desde el tiempo de la salida de Egipto hasta estar frente ahí al Jordán con Josué, representa las diferentes edades de la Iglesia. Josué representa al Espíritu Santo.
Luego de las siete edades, el Espíritu Santo (que estuvo en las siete edades) se mueve a la Edad de la Piedra Angular, para la preparación del pueblo para la entrada a la tierra prometida del cuerpo nuevo, y luego a la tierra prometida del Reino de Dios entrando físicamente.
Pero todo eso, también en la segunda dispensación sucedió en la esfera espiritual. La segunda dispensación se movió en la misma forma que en la primera.
La primera de las tres últimas dispensaciones fue la Dispensación de la Ley, con Moisés como mensajero, y el Ángel del Pacto como el Líder o Guía del pueblo y de Moisés; el Ángel de Dios, en el cual estaba Dios, lo cual es Dios en Su cuerpo angelical.
Vean ustedes, para la segunda dispensación sucede lo mismo: Dios envía Su mensajero dispensacional: Jesús, para libertar al pueblo de la esclavitud en el reino de las tinieblas.
Jesús aparece en la Tierra en un tiempo similar al de Moisés: cuando nació Moisés, los niños varones estaban condenados a muerte[8]; cuando nació Jesús, los niños también fueron condenados a muerte por el rey Herodes[9].
Cuando el rey Herodes supo que el Mesías había nacido en Belén de Judea, y que no fueron para decirle dónde estaba, y se fueron (los magos) por otro camino a su tierra, Herodes mandó a matar a todos los niños de dos años hacia abajo; y ahí muestra la intención que él tenía, por la cual él quería saber dónde estaba el Mesías: era para matarlo. Lo mismo que el faraón.
Y ahora, consciente o inconscientemente, el faraón quería matar al Libertador. Y recuerden que en aquellos tiempos los reyes, los faraones, tenían consejeros y magos y astrólogos que veían en el cielo las señales de personajes importantes que nacerían en la Tierra. En el tiempo de Jesús también; por eso los magos dijeron: “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Y hemos visto Su Estrella en el oriente”[10].
Y ahora, podemos ver que cuando el enemigo de Dios sabe que ha nacido en la Tierra un Libertador, lo busca para matarlo; y si no sabe cuál es, pues comienza a matar del pueblo donde debe nacer, de la gente de esa nación; trata de acabarlos a todos, porque uno de ellos tiene que ser.
Y ahora, podemos ver lo que pasó en los días de Jesús para el segundo éxodo, para ser libertados del reino de las tinieblas y colocados en el Reino de Dios, lo cual ocurriría en la esfera espiritual.
Aun de los mismos discípulos de Jesús hubo un ladrón: el tesorero; y Jesús lo sabía, y lo trataba bien.
Así que si una persona mira problemas, no creería ni en Moisés, ni en Jesús, ni tampoco creería que el rey David era de Dios; ni creería en Abraham, el padre de la fe. Problemas siempre han habido, siempre hay (en el presente) y los habrá hasta que seamos transformados; y los que no sean transformados, pues continuarán con los problemas; porque esa es la parte humana – o está en la parte humana, a causa de que el ser humano cayó en el Huerto del Edén.
Y ahora, en los días de Jesús…
Miren ustedes, algunas veces entre ministros hay diferencia; y cualquier persona del mundo podrá decir: “Y eso que son cristianos (!); y miren, están ahí en desacuerdo”. Y si la gente lee en las Escrituras: ven a Pedro, a Jacobo, a Juan y a otros discípulos, en desacuerdo en algunas cosas.
Cuando Juan y Jacobo, con su madre, pidieron sentarse a la derecha y a la izquierda en el Reino de Cristo, dice que los demás apóstoles les riñeron; o sea, que no estaban de acuerdo con ellos; pero ellos estaban buscando la bendición de Dios; y algunas veces algunos se pelean con los otros.
Miren, aquí está: en el capítulo 20 de San Mateo; verso 20 en adelante dice:
“Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo.
Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.
Ella creía que Jesús era el Mesías, el Hijo de David, y ya está tratando de que Jesús le prometa aquí en la Tierra una posición en el Reino del Mesías; y esa posición es la más importante después de la posición de Cristo. Él le dijo de la siguiente manera (verso 22):
“Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos (porque el que está buscando la bendición tiene que creer que sí puede, que sí puede vencer todos los obstáculos).
Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre”.
O sea, no era de Él dar esa posición; era algo ya preparado por el Padre. No era de Él darlo de Sí mismo, sino darlo de acuerdo a la voluntad de Dios. Para quien está preparada esa posición, Jesucristo la dará, pero para ellos no estaba preparada esa posición; por eso dice:
“… no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre”.
“No es mío darlo, sino para aquellos para quienes está preparado”. En palabras más claras: “No está preparada esa posición para ustedes. Esa posición no es para ustedes. Yo no la puedo dar a ustedes. Yo la tengo que dar, pero no a ustedes. A quien corresponde esa posición, yo la daré”.
Esa posición es la misma de Apocalipsis, capítulo 3, verso 21:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
Esa es la posición que ellos buscaban. Pero vean, ni esos dos discípulos pudieron alcanzar esa posición, y ningún otro mensajero tampoco, excepto aquel para quien está preparada esa posición. Y así como Cristo se sentó en el Trono del Padre, Cristo sentará en Su Trono, con Él, a aquel para quien está preparada esa posición.
Corre paralelo todo ese Programa, el del Reino terrenal corre paralelo al del Reino celestial: Uno subió al Cielo y se sentó en el Trono de Dios, y uno se sentará con Cristo en Su Trono. Y la explicación clara de eso la vamos a tener cuando lo veamos con Cristo sentado en Su Trono, y entonces diremos: “Esto es lo que estaba prometido”.
Ahora, Moisés, para llegar al trono – o David, para llegar al trono, sufrió mucho, tuvo que luchar mucho, pero llegó.
Jesús, para llegar al Trono celestial y sentarse con el Padre en Su Trono, tuvo que sufrir mucho, tuvo que luchar mucho; pero llegó, y se sentó en el Trono. Así también será con el Vencedor que se sentará con Cristo en Su Trono; será uno como David, que se sentó en el trono.
David tenía siete hermanos, pero David era el último; o sea que era el hijo número ocho, el menor, o sea, el último que apareció. ¿Y saben ustedes una cosa? El reverendo William Branham, en el mensaje “¿Por qué pequeña Belén?”, relaciona los hijos de Isaí con los mensajeros de la Iglesia[11]. Y él también trató de estar representado en David. ¡Quién no!, ¡si aquel a quien representa David como el hijo número ocho, será el que se sentará con Cristo en Su Trono!
Y ahora, tendrá que luchar mucho, pero llegará; porque la profecía dice que va a llegar. Y en quienes está reflejado, en David y en Cristo, ellos llegaron: ¡llegaron al Trono!
Y ahora, habrá muchas personas como en tiempos pasados: en tiempos pasados se pusieron al lado de David un grupo de personas; otros se pusieron en contra. La bendición fue ¿para quiénes? Para los que estuvieron al lado de David; ellos fueron colocados en posiciones importantes, y fueron reconocidos como los valientes de David. Los que se pusieron en contra, no llegaron a ningún lado, excepto a donde han llegado todos los que se han rebelado en contra de Dios. Así ha sido en cada dispensación y en cada edad.
Los entendidos entienden, y se ponen de parte del Programa de Dios para ese tiempo; tienen su vista puesta en la meta, y saben que tendrán que luchar para llegar con el mensajero que Dios tiene para ese tiempo.
Los valientes de David defendían a David, luchaban en favor del Programa que Dios tenía para el establecimiento de David como rey sobre Israel; ¡ese era el Programa de Dios!; por lo tanto, estar brazo a brazo con David era estar en el Programa de Dios.
Y ahora, en los días de Jesús (vean ustedes) muchos se pusieron en contra: el Gobierno, el orden sacerdotal de aquel día, los fariseos, los saduceos, los ancianos, el Concilio del Sanedrín, todos estaban en contra de Jesús; pero hubo un grupo de personas que estuvo al lado de Jesús.
Ahora, de los seguidores de Jesús y discípulos de Jesús, vean ustedes, hubo uno que perdió la bendición porque vendió al Señor[12]; y también, durante el ministerio de Jesús estaba sacando del fondo económico para su propio beneficio[13]. Y eso no se puede hacer; la persona pierde la bendición de Dios.
Hubo también, entre los seguidores de Jesús, algunos…, y fue un grupo grande; por el capítulo 6 de San Juan, cuando les dijo: “El que no coma mi carne, y beba mi sangre, no tiene vida permaneciente en sí”[14], de ahí en adelante dejaron de seguir a Jesús.
Ahora vean, como es un movimiento de Dios, algunas veces los mismos seguidores, una parte se apartan y dejan de seguir el Mensaje de ese tiempo; si así ha sido en el pasado, se repetirá en cada edad y en cada dispensación. Pero siempre habrá un grupo que permanecerá brazo a brazo con el mensajero, y llegará a la meta.
Los que permanecieron con Moisés cuando Coré trataba…, y Datán…, Datán, Abiram y Coré trataban de convencer a los demás, ellos podían decir: “¿Qué dice Moshé? ¡Nosotros seguimos a Moshé! ¡Ese es el líder!”. Esa es la posición de los verdaderos seguidores del Programa de Dios para el tiempo en que están viviendo. No es lo que diga otra persona; es lo que dice Dios a través del mensajero de ese tiempo. Y cuando Él encomienda a alguien a hacer una labor, entonces todos se ponen brazo a brazo con esa persona.
Pero nunca se unirán a otro líder que se ponga en contra del mensajero, pues saben que se están poniendo en contra de Dios; saben que es una rebelión como la de Datán, Coré y Abiram, que se está levantando en contra del grupo de esa edad o de esa dispensación.
En el tiempo de los mensajeros de las edades también sucedía. Pablo mismo, usted lo encuentra, en sus cartas, bravo, hablando fuerte en contra de unos que lo dejaron y siguieron otras cosas, otra forma de pensar y de creer en el Programa de Dios para aquel tiempo. Aunque podían permanecer en el cristianismo, pero estaban en desacuerdo con San Pablo; ¡y San Pablo era el mensajero! San Pablo podía hablar en contra de ellos y condenarlos, porque era el mensajero para ese tiempo, el que tenía la Palabra.
Ahora, podemos ver cómo ha sido siempre en las edades.
Así fue en el tiempo de Pedro. Miren ustedes, Pedro juzgó a miembros de su Iglesia: a Ananías y Safira, por mentir ante Pedro; y el Espíritu de Dios estaba en Pedro: estaban mintiendo en contra del Espíritu Santo; y los condenó a muerte[15]. El reverendo William Branham dice que eso se va a repetir[16].
En la Iglesia va a venir una bendición grande, la plenitud de Dios vendrá a la Iglesia, grandes cosas van a suceder. Y lo de Ananías y Safira va a suceder nuevamente: eso es juicio en contra de personas que le mienten al Espíritu Santo, como le mintieron al Espíritu Santo que estaba en Pedro. Pensaban que estaban mintiéndole a Pedro, pero Dios no lo vio así: estaban mintiéndole al Espíritu de Dios que estaba en Pedro.
Y ahora, tenemos que estar al tanto de todas estas cosas, porque estamos siendo preparados para entrar a la tierra prometida del cuerpo nuevo y eterno, y a la tierra prometida del Reino de Dios.
Vamos a entrar físicamente, en un cuerpo nuevo, al Reino de Dios; así como hemos entrado al Reino de Dios en la esfera espiritual al recibir el Espíritu de Dios y obtener el cuerpo angelical, y por consiguiente hemos entrado en y con un cuerpo angelical; pero vamos a entrar también físicamente: con un cuerpo nuevo glorificado.
Por lo tanto, recordemos que estamos siendo preparados para entrar a la tierra prometida del Reino de Dios en la forma física: a un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado; y entonces tendremos el cuerpo nuevo, y —por consiguiente— estaremos en el Reino de Dios.
Aunque estemos pisando esta Tierra, pero estaremos en el Reino de Dios, porque es un cuerpo perteneciente al Reino de Dios; así como el cuerpo angelical de la sexta dimensión es un cuerpo espiritual del Reino de Dios. Por eso Jesús podía decir: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”[17], ¡y estaba en la Tierra!
Ahora, comprendemos que estamos siendo preparados para entrar a la tierra prometida en el tercer éxodo: al cuerpo eterno; y eso será la redención del cuerpo, eso será la adopción de cada creyente en Cristo nacido de nuevo, la adopción física como un hijo o hija de Dios, con un cuerpo de hijo o hija de Dios, un cuerpo eterno.
Estaremos, por consiguiente, haciendo como dijo el reverendo William Branham: escuchando una sola voz: la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo, la Voz del Ángel del Pacto; así como la escucharon a través de Moisés los que siguieron a Moisés; y así como la escucharon los que siguieron a Josué: era la Voz de Dios a través de Josué; y luego a través de los diferentes jueces, luego a través de los diferentes profetas, después a través de Jesús, después a través de los apóstoles, después a través de cada ángel mensajero; y para el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, en la forma que Él ha establecido en Su Programa.
Será la Voz de Dios por medio del Ángel del Pacto, por medio del Espíritu Santo, a través del mensajero dispensacional que Él tendrá en Su Iglesia en el Día Postrero, que será el Ángel del Señor Jesucristo; ahí estará la Voz. Será la Voz del Espíritu Santo, del Ángel del Pacto.
Levítico 23, verso 20 al 23, dice: “He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino…”. Y ahora vamos a leerlo, para que lo tengamos completamente claro, el pasaje. Éxodo, capítulo 23:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado”.
A la tierra prometida solamente hay uno que nos puede llevar: el Ángel de Dios, el Ángel del Pacto.
“Guárdate delante de él, y oye su voz (o sea que hay una voz para ser escuchada: la Voz de Dios. ¿Y quién tenía la Voz de Dios? Moisés; ¿y después? Josué); no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión…”.
Ninguna rebelión será perdonada: “… él no perdonará vuestra rebelión”. Miren en el problema que se meten las personas que se levantan en contra del mensajero de una edad o de una dispensación.
“… porque mi nombre está en él”.
En el Ángel del Pacto está el Nombre de Dios.
Por eso cuando preguntó Moisés Su Nombre, tenemos esas consonantes que han sido escritas como YHWH[18]; y ha sido traducido como “Yo Soy”; algunos lo han traducido como “Jehová”.
“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren”.
Y ahora, toda persona que se mantiene escuchando y siguiendo la Voz de Dios, y —por consiguiente— siguiendo al Ángel del Pacto: todos los enemigos que tenga serán enemigos del Ángel del Pacto. Y dice: “Y yo afligiré a tus enemigos, afligiré a los que te afligieren, seré enemigo de tus enemigos”.
“Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.
Y ahora, tenemos aquí una promesa muy grande. El secreto es identificar dónde estará el Ángel del Pacto que guio a Moisés y usó a Moisés: siempre ha estado en el mensajero correspondiente a cada dispensación y también en el mensajero correspondiente a cada edad.
Por lo tanto, el secreto está en identificar, en la edad que las personas viven y en que los ministros viven, quién es el mensajero de esa edad, y ahí estará el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, hablando por medio de ese mensajero. En cada dispensación: conocer quién es el mensajero de esa dispensación; y ahí estará el Ángel del Pacto hablándole a ese mensajero, y el mensajero hablándole al pueblo, ungido por el Espíritu de Dios; y esa es la Palabra de Dios para esa dispensación completa.
Así como lo que trae un mensajero de una edad es la Palabra de Dios para esa edad, el Mensaje que trae un mensajero dispensacional es la Palabra revelada de Dios para esa dispensación completa. Si alguien le añade, la hace inefectiva para sí mismo; si alguien le quita, también la hace inefectiva; tiene que mantenerla como ha sido dada, sin quitarle el significado, y mantenerse brazo a brazo con el mensajero de ese tiempo.
Si aparece alguien hablando en contra del mensajero de ese tiempo, recuerde: es un Datán o un Coré o un Abiram o alguno otro de esos del pasado; o sea, es uno del pasado, moderno, haciendo lo mismo; y los resultados serán los mismos, y las consecuencias para la tal persona y los que le siguen, pues serán las mismas.
Pero para los que estén escuchando la Voz de Dios, los resultados serán los mismos: las bendiciones de Dios.
Por lo tanto, conscientes de que estamos siendo preparados para entrar a la tierra prometida: estemos bien unidos en la Palabra, con amor divino; y trabajando siempre en beneficio de Cristo y Su Iglesia, y todo el Programa correspondiente a la Dispensación de la Gracia, y también el Programa correspondiente a la Dispensación del Reino, a medida que va entrando ese Programa en este entrelace dispensacional.
Lo que no puedan entender ahora, lo entenderán después. El secreto es identificar al Ángel del Pacto, al Espíritu Santo, a Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia en la edad o dispensación en que uno vive, y reconocer el mensajero, y saber que con ese mensajero está el Ángel del Pacto, y a través de él: usándolo para llevar al pueblo a la tierra prometida del nuevo cuerpo para el Día Postrero.
“SIENDO PREPARADOS PARA ENTRAR A LA TIERRA PROMETIDA”, para lo cual estamos escuchando una sola voz: la Voz de Dios por medio del Ángel del Pacto, conforme Él ha prometido a Su pueblo.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad; y que Cristo les use grandemente en Su Reino.
Mantengan unidos a todos los hermanos. Y ustedes: manténganse unidos unos a otros trabajando en la Obra del Señor; sin criticarse el uno al otro; más bien hablando las cosas buenas que tienen los unos y los otros.
El reverendo William Branham dice: “Si usted no tiene nada bueno que decir de otra persona, entonces no hable nada”[19]. No vaya a hablar cosas malas de otra persona; hable las cosas buenas, hable de las virtudes que tiene la otra persona.
Y de las fallas que tenga como ser humano: hable de ellas: a Dios, pidiéndole a Dios que lo ayude, que lo bendiga, que lo perdone y lo fortalezca y lo use grandemente en Su Obra. Con Dios es que podemos hablar esas cosas que no son buenas, que podamos ver en nuestros compañeros ministros o en algunos hermanos, para que Dios les ayude.
No se hagan la guerra el uno al otro; más bien estén en paz unos con otros. “A paz nos ha llamado el Señor”[20].
Por lo tanto, seamos buenos ministros de la paz, buenos embajadores de la paz, buenos agentes de la paz. Son benditos los pies de los que anuncian las Buenas Nuevas del Evangelio de la Paz, las Buenas Nuevas de paz.
Que Dios les bendiga y les guarde, y les use grandemente en Su Obra en este tiempo final.
Y ya nos veremos mañana, Dios mediante, los que estarán en la actividad de mañana; y los que tienen que viajar: que tengan buen viaje. Y nos continuaremos viendo este año; y también a través del satélite o de internet estarán escuchando y viendo las diferentes actividades en diferentes países.
Siempre tratando de mantener a las congregaciones escuchando la Palabra. Y las transmisiones a través del satélite, todos los que tienen antenas: es bueno que la usen; y los que no tienen: es bueno que piensen en ella, algún día van a necesitarla; digamos, para no exagerar, mil veces más de lo que la necesitan ahora (por no decir un millón); y la van a desear más de lo que ustedes se imaginan, para ver lo que Dios estará haciendo.
Porque llegará un tiempo en que estaremos viendo la repetición de los días de los apóstoles, lo cual irá en una escala progresiva, y subirá más de lo que fue visto en el tiempo de los apóstoles; a tal grado que el reverendo William Branham dice que miembros del cuerpo que le faltarán a algunas personas, como brazos y cosas así, les van a ser restaurados[21]; esos serán milagros de creación.
Por lo tanto, tenemos que estar preparados, con nuestras antenas en nuestras congregaciones, para que todos vean lo que estará sucediendo. Recuerden que las visas para ir a otros países dan trabajo, y para ese tiempo quizás den más trabajo.
Por lo tanto, tendremos esas facilidades de las antenas, de las transmisiones por satélite; todo eso es de beneficio para el pueblo. Aun el reverendo William Branham dice que lo que sucederá en Apocalipsis 11 va a ser visto por televisión; por eso es que será visto a nivel mundial. Y de eso no vamos a explicar ahora, pero en alguna ocasión hablaremos un poco más de eso.
Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión.
Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Cristo.
Dios les bendiga.
“LA PREPARACIÓN PARA ENTRAR A LA TIERRA PROMETIDA”.
[Revisión agosto 2025]
[1] Génesis 15:13-14
[2] Éxodo 4:13-16
[3] Éxodo 5:1-21
[4] Números 16:1-35
[5] Números 12:3
[6] Éxodo 32:31-33
[7] Número 17:1-11
[8] Éxodo 1:15-22
[9] San Mateo 2:16-18
[10] San Mateo 2:1-2
[11] 58-1228 / 63-1214 “¿Por qué la pequeña Belén?”
[12] Mt. 26:14-16, Mr. 14:10-11, Lc. 22:3-6
[13] San Juan 12:5-6
[14] San Juan 6:53-56, 6:60-66
[15] Hechos 5:1-11
[16] • [Citas, pág. 37, párr. 306: 60-0518 “Adopción #2”, párr. 205] • [Citas, pág. 171, párr. 1539: 65-1212 “Comunión”, párr. 60] • [Citas, pág. 11-A, párr. 106: 62-0118 “Convencido, luego preocupado”, párr. 329]
[17] San Juan 3:13
[18] Éxodo 3:13-14
[19] 59-1223 “Preguntas y respuestas”, párr. 75
[20] 1 Corintios 7:15
[21] Los Sellos, pág. 281, párr. 13