La única Voz de Dios

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer dos Escrituras: la primera está en el Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23, y la segunda está en el capítulo 22 y verso 16 del Apocalipsis; y también tendríamos que tener una tercera: Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 en adelante.

Dice la primera, del Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.

Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.

Aquí tenemos estas dos Escrituras, una en el Antiguo Testamento y otra en el Nuevo Testamento; donde encontramos que Dios en el Antiguo Testamento envió Su Ángel para guiar al pueblo hebreo; y la otra la encontramos en el Apocalipsis, donde Jesús envía Su Ángel a Su Iglesia.

En el Antiguo Testamento, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, acompañó al pueblo hebreo, como había acompañado a Jacob, y había acompañado también a los patriarcas, y había acompañado a Isaac y a Abraham.

Encontramos al Ángel de Jehová con Abraham y su descendencia, a tal grado que hasta libertó la descendencia de Abraham, que se encontraba en Egipto esclavizada; pero para llevar a cabo esa liberación usó un hombre. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”1.

Y es por medio de Sus profetas que viene la revelación de Dios para cada edad y para cada dispensación; viene la Palabra revelada a través del profeta que Dios envía, y ese profeta es el instrumento de Dios para la Obra de Dios correspondiente a ese tiempo.

Por eso es que cuando Dios fue a libertar al pueblo hebreo, envió Su Ángel a Moisés; le apareció en una llama de fuego y le habló, y lo envió a Egipto para la liberación del pueblo hebreo2. Con Moisés estaba el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto; y era el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el que llevaba a cabo la Obra. No era Moisés de sí mismo el que obraba, sino que lo que el Ángel de Jehová le decía a Moisés que hiciera, eso era lo que Moisés hacía, y el Ángel de Jehová lo materializaba.

Ahora, el Ángel de Jehová, vean ustedes, apareció en la Columna de Fuego, y también apareció en la forma de un hombre de la sexta dimensión, un Ángel, o sea, en cuerpo angelical; le apareció a Moisés, a Abraham, a Jacob también. Jacob luchó con Él, con ese Ángel, hasta que recibió la bendición de Dios, la bendición del Ángel, al cambiarle el nombre3.

Y este Ángel de Jehová es un hombre, un hombre pero de otra dimensión. Es el hombre que le apareció a Abraham como Melquisedec4, el cual es el Sacerdote del Dios Altísimo, del Templo de Dios en el Cielo; y también Él es Rey de Salem, y Rey de Justicia, y Rey de Paz5. Él es el Rey de Jerusalén6.

Ahora, cuando le apareció como Melquisedec estaba en Su cuerpo teofánico; le dio pan y vino a Abraham; y Abraham comió y también le dio los diezmos, pagó los diezmos a Melquisedec, Abraham. Todavía Abraham no había tenido a su hijo Isaac, ni siquiera tampoco había tenido a su hijo Ismael; pero dice la Escritura que cuando Abraham diezmó, estaba allí diezmando Leví7, que era el nieto de Abraham.

Ahora vean cómo el nieto de Abraham…; porque Leví es hijo de Jacob, y Jacob es hijo de Isaac, e Isaac es hijo de Abraham; o sea que el bisnieto…, porque Jacob es nieto de Abraham, así que Leví es bisnieto de Abraham; y el bisnieto está allí diezmando. De esa descendencia, de esa tercera generación de descendencia de Abraham, vean ustedes, diezma allí cuando Abraham está diezmando.

Ahora, si contamos a Abraham como la primera descendencia: Abraham como la primera, la segunda Isaac, la tercera Jacob y la cuarta Leví, pues la cuarta generación estuvo allí diezmando a Dios; cuatro generaciones estaban allí.

Y ahora, miren ustedes cómo Melquisedec es nada menos que el Ángel de Jehová; el Ángel de Jehová… y por eso es el que ministra la Palabra en todo el Antiguo Testamento; y luego el Ángel de Jehová es el que está anunciado para llevar al pueblo a la tierra prometida.

Y Dios dice, vean, y Dios habla por medio del Ángel, de ese Ángel, que es el cuerpo teofánico de Dios. Y ese Ángel tiene el Nombre de Dios; en Su Ángel Dios puso Su Nombre. Por eso dice, en la lectura que tuvimos del Éxodo, capítulo 23, dice Dios al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

En el Ángel de Jehová, Dios puso Su Nombre. Y el Ángel de Jehová es el cuerpo teofánico en el cual Dios se manifiesta, y es un cuerpo de la sexta dimensión. Y este Ángel es el que los llevará, dice:

“Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.

Ahora vean cómo el que estaba guiando al pueblo era el Ángel de Jehová; y el Ángel de Jehová es nada menos el cuerpo teofánico de Dios de la sexta dimensión; que es llamado también en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, “el Verbo”, del cual dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Ahora vean cómo el Ángel de Jehová, el cual salió de Dios y es el cuerpo teofánico de Dios, es el que guía al pueblo hebreo; y ahí es donde está el Nombre Eterno de Dios, el cual viene de la séptima dimensión y pasa a la sexta dimensión en el Ángel de Jehová.

Y luego, encontramos en el mismo Evangelio según San Juan que ese Ángel de Jehová es el Verbo, que era con Dios y era Dios; el Verbo que era con Dios y era Dios, el cual hizo todas las cosas; y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Y luego, dice [verso 14]:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

El Verbo se hizo carne, se hizo hombre de esta dimensión, y lo conocimos por el nombre de Jesús; y ahí, en Jesús, viene el Nombre de Redención, para llevar a cabo Su Obra de Redención en Su Primera Venida en medio del pueblo hebreo.

Por eso ustedes encuentran que Jesús decía: “Yo he venido en nombre de mi Padre”, y no lo recibieron8. Y luego también Él decía: “Las obras que yo hago…”, Él decía que las hacía en nombre de Su Padre9.

Y ahora, por medio del profeta Malaquías, cuando fue anunciada la Venida del Señor, miren lo que fue anunciado: Capítulo 3 de Malaquías dice:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”.

¿Quién fue ese mensajero? Juan el Bautista. En San Mateo… El mismo Juan el Bautista ahí en San Juan se identifica; él se identifica delante del pueblo, delante de los que quieren saber quién él es, y viene él dando testimonio conforme a quién él es.

Él también se encuentra en el capítulo 40 de Isaías; capítulo 40, verso 3 en adelante, dice:

“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.

Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.

Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá…”.

Se iba a manifestar Dios en toda Su plenitud con Su cuerpo teofánico, iba a manifestarse en carne humana, en forma visible a los seres humanos, vestido de un cuerpo de carne humana. Pero antes de esa manifestación Él enviaría una voz clamando en el desierto, Él enviaría Su mensajero delante de Él. ¿Y ese fue quién? Juan el Bautista.

Por eso en San Mateo, capítulo 3 y verso 3, le preguntan a Juan el Bautista quién él es, y miren aquí todo lo que sucedió…

Capítulo 3 de San Mateo, pero también en Juan, capítulo 1, verso 23, y Lucas, capítulo 3. Vamos a ver, uno de estos da bastantes detalles; vamos a ver cuál es el más detalles que da con relación a este gran evento cumplido en Juan el Bautista… Vamos a ver en San Juan, capítulo 1, verso 23, a ver qué nos dice ahí… Comenzando en el verso 29… San Juan, capítulo 1, verso 19 en adelante, dice:

“Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.

Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

Ahora miren quién es Juan el Bautista: es la voz de uno clamando en el desierto, es el Elías que había de venir.

Pues el Arcángel Gabriel le dijo al sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista, que iba a tener un niño por medio de su esposa Elisabet, y que le pusiera por nombre Juan; y que sería profeta de Dios, y sería lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre; y vendría delante del Señor preparándole el camino, y preparando un pueblo bien apercibido; y vendría en el espíritu y virtud de Elías: vendría convirtiendo el corazón de los padres a los hijos, o sea, el corazón de los padres hebreos a la fe de los apóstoles, a la fe cristiana.

Ahora podemos ver aquí quién es Juan el Bautista: él es el mensajero que Dios enviaría delante de Él:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”.

El que está enviando a Juan, a Él es al cual Juan le va a preparar el camino: “He aquí, yo envío mi mensajero delante de mí”. Y el que vendrá después de Juan, es aquel que envió a Juan; vendrá vestido de carne humana.

El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, envió a Juan precursando la Venida del Ángel del Pacto; y después el que viene es el Ángel del Pacto vestido de carne humana, vestido de hombre, en medio del pueblo hebreo. Porque el Ángel de Jehová es un hombre de la sexta dimensión; es un hombre de la sexta dimensión, en el cual está Dios en toda Su plenitud; es el cuerpo visible de la sexta dimensión de Dios.

Y ahora, vean ustedes:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor (¿Quién vendrá? El Señor) a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros”.

El Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, es el que vendría después de Juan el Bautista. Por eso Jesús es el Ángel del Pacto, es el Ángel de Jehová que se hizo hombre, se hizo carne, y habitó en medio del pueblo hebreo para llevar a cabo la Obra de Redención con Su propio cuerpo en la Cruz del Calvario.

Y el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, siendo el mismo Cristo, Él es el Melquisedec que le apareció a Abraham. Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo que está en el Cielo.

Y así como el sumo sacerdote en la Tierra tenía que llevar a cabo el sacrificio por el pecado, el sacrificio del macho cabrío el día 10 del mes séptimo de cada año, y luego llevar su sangre al lugar santísimo y esparcir sobre el lugar santísimo —sobre el propiciatorio— siete veces hacia el este; Cristo, el Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo, tuvo que venir a la Tierra; así como el sumo sacerdote iba al atrio y sacrificaba el macho cabrío de la expiación, el día 10 del mes séptimo, y después pasaba con la sangre del macho cabrío al lugar santísimo.

Y ahora, Cristo tuvo que venir a este planeta Tierra, que es el Atrio de la Casa de Dios, y tuvo que ofrecer Su cuerpo físico en sacrificio por el pecado. Todos nuestros pecados vinieron sobre Cristo; y se hizo mortal, y murió por nosotros.

Y luego Cristo, luego de morir y resucitar, ascendió al Cielo; para llevar Su propia Sangre, Su Sangre de Su propio Sacrificio: Cristo como Sumo Sacerdote llevar Su Sangre al Cielo, al Lugar Santísimo del Templo de Dios; y colocarla sobre el Propiciatorio, que es el Trono de Dios, el lugar de asiento de Dios.

Así como el lugar santísimo era la parte más importante del templo que construyó Moisés y del templo que construyó Salomón: allí estaba el arca del pacto; y sobre el arca del pacto estaba el propiciatorio, que era la tapa del arca del pacto; y el propiciatorio tenía dos querubines de oro; y en medio de los dos querubines de oro estaba la Shekinah, la gloria de Dios, el Ángel de Jehová ahí.

Y en el Trono de Dios, ¿quién está? Dios. ¿Ven? Eso mismo fue tipificado en el arca del pacto, en el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro, porque eso representaba el Trono de Dios en el Cielo.

Y ahora vean ustedes cómo Cristo ascendió al Cielo y se sentó en el Trono de Dios en el Cielo, a la diestra de Dios, para hacer intercesión por nosotros con Su propia Sangre.

Cristo está en el Lugar Santísimo, sobre el Propiciatorio, allá en el Cielo, haciendo intercesión por nosotros. Ha hecho intercesión por todos los que han creído en Cristo como su Salvador, de las edades pasadas; y en este tiempo está haciendo intercesión por los últimos hijos e hijas de Dios que lo recibirían y que lavarían sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibirían Su Espíritu Santo, para así completarse la Iglesia de Jesucristo, el Cuerpo Místico de Cristo, el Israel celestial.

Él nos lleva a la tierra prometida del bautismo del Espíritu Santo, donde obtenemos el cuerpo nuevo, o sea que nos lleva a la tierra prometida de la sexta dimensión. Al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo: obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, nacemos en la sexta dimensión, ahí se efectúa el nuevo nacimiento; o sea que obtenemos un cuerpo de la sexta dimensión; y ya pertenecemos al Cielo, hemos nacido en y del Cielo.

Y luego, para el Día Postrero, Cristo ha prometido darnos un cuerpo eterno y glorificado, un cuerpo igual al cuerpo Suyo y jovencito, que representará de 18 a 21 años de edad, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo de Jesucristo; y así seremos a imagen y semejanza de Jesucristo.

Ya hemos recibido Su imagen al recibir Su Espíritu Santo, y falta Su semejanza, que es el cuerpo físico eterno y glorificado.

Ahora, estas bendiciones son para los que oyen la Voz de Dios. Y la Voz de Dios, de edad en edad, ha estado hablando en la Tierra a Sus hijos. Cristo en San Juan, capítulo 10, nos dice de la siguiente manera; identificándose Él como el Buen Pastor dice [verso 14]:

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.

Esas ovejas están entre los gentiles; y aunque muchas de ellas sean gentiles, también muchas de ellas serán de ascendencia hebrea, tendrán raíces hebreas.

Y ahora, podemos ver que bajo un Nuevo Pacto, Cristo, el Ángel del Pacto está en medio del Israel espiritual, llamando y juntando Sus ovejas de edad en edad. Así como estuvo en medio del pueblo hebreo hablando por medio de los profetas del Antiguo Testamento, ahora está en medio de Su Iglesia, hablando en medio de Su Iglesia por medio de Sus mensajeros que Él envía de etapa en etapa. Habló por medio de los apóstoles y luego habló por medio de cada ángel mensajero de cada edad.

Y esa fue la Voz de Dios para el pueblo de Dios en cada edad; esa fue la Voz de Cristo, del Ángel del Pacto, del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, hablando por medio de seres humanos, por medio de Sus mensajeros, enviados de edad en edad, a través de los cuales llamó y juntó a Sus ovejas de cada edad; y ellas escucharon Su Voz.

Vean, Cristo dijo que tiene otras ovejas que no son de aquel redil (del redil hebreo), las cuales también le conviene traer; y habrá un rebaño, y un pastor. “Y oirán mi voz”, dice, “… y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.

¿Y cómo van a oír la Voz de Cristo, si Cristo ascendió al Cielo? Cristo en Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia de edad en edad, manifestado en el ángel mensajero de cada edad, revelado por medio del ángel mensajero de cada edad, hablándole a Su pueblo y llamando a Sus ovejas de edad en edad; y esa ha sido la Voz de Cristo, la Voz de Dios, de edad en edad, de etapa en etapa.

Y ha venido desde la tierra de Israel; ha pasado a Asia Menor, donde tuvo a San Pablo, y por medio de San Pablo habló. Pablo decía10: “No vivo ya yo, vive Cristo en mí”. Y Cristo en Pablo estuvo hablándole a Su pueblo, y llamando y juntando a Sus ovejas de la primera edad de la Iglesia gentil. Y luego se movió Cristo en Espíritu Santo a Francia, y envió a Ireneo, y por medio de Ireneo le habló al pueblo y llamó a Sus ovejas allá en Francia.

Y ahora podemos ver la Voz de Cristo de etapa en etapa hablando a la gente y llamando Sus ovejas; y así tenemos las siete etapas o edades de la Iglesia gentil.

Cinco edades se cumplieron en Europa, donde envió cinco mensajeros, a través de los cuales Cristo estuvo manifestado en Espíritu Santo hablando a Su pueblo, y llamando a Sus ovejas y colocándolas en el Redil del Buen Pastor, que es Su Iglesia.

Y luego pasa de Europa a Norteamérica, donde envía al reverendo William Branham, a través del cual estuvo manifestado; y operó el ministerio de Elías por cuarta ocasión en el reverendo William Branham, como precursor de la Segunda Venida de Cristo (así como Juan el Bautista fue el tercer Elías, como precursor de la Primera Venida de Cristo). Y por medio del reverendo William Branham estuvo hablando Cristo en Espíritu Santo, y llamando y juntando Sus ovejas en la séptima etapa o edad de la Iglesia gentil.

Y luego de Norteamérica, cuando terminan ya los días terrenales del reverendo William Branham, pasa el Espíritu Santo, Jesucristo, el Ángel del Pacto, a los latinoamericanos y caribeños; pasa a la América Latina y el Caribe para hablarle a Su pueblo, y llamar y juntar Sus ovejas latinoamericanas y caribeñas. Y dándoles a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto es que llama y junta Sus ovejas latinoamericanas y caribeñas.

Ahora vean cómo Cristo, el Ángel del Pacto, envió cada ángel mensajero de cada edad.

Un ángel mensajero es un hombre, un profeta, enviado por Cristo para una edad o para una dispensación. Si es para una edad, es llamado un ángel; si es para una dispensación, es llamado un arcángel.

Y ahora, de edad en edad vino con Voz de Ángel, por medio del ángel mensajero de cada edad. Y para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino viene con Voz de Arcángel, llamando y juntando a todas Sus ovejas; y esa es la Voz de Cristo, la Voz de Dios para este tiempo final, para todos los hijos e hijas de Dios.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Ahí tenemos la Voz de Dios, la Voz de Cristo, a través de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto. Es la Voz de Jesucristo, la Voz de Dios, para todas las iglesias y para todos los seres humanos en este tiempo final.

Ahora hemos visto LA ÚNICA VOZ DE DIOS para Su Iglesia para este tiempo final. Es la Voz de Cristo, del Ángel del Pacto, del Espíritu Santo, por medio de Su Ángel Mensajero en este tiempo final hablándonos.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Cristo en Espíritu Santo viene en Su Enviado, en Su Ángel Mensajero; y ese Ángel Mensajero es un profeta, un profeta dispensacional, el profeta de la Dispensación del Reino, con el Mensaje del Evangelio del Reino.

Y ahora, el Ángel del Señor Jesucristo para el Día Postrero se hace carne, y habita en medio de la Iglesia de Jesucristo, y viene a ser un redimido con la Sangre de Jesucristo.

Así como el Verbo, la Palabra, el Ángel del Pacto, dos mil años atrás se hizo carne en la persona de Jesús; y miren: nació en Belén de Judea, fue circuncidado también, y estuvo en medio del pueblo hebreo y en medio de la religión hebrea, en medio del judaísmo. Ahora, para el Día Postrero, el Ángel del Señor Jesucristo enviado por Cristo, viene en carne humana y es manifestado en medio del cristianismo, y es un redimido por la Sangre de Jesucristo.

Y ahora, por medio de Su Ángel Mensajero es que Cristo estará hablándole a Su Iglesia, a todos los grupos del cristianismo y al mundo entero todas estas cosas que deben suceder pronto.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Y ahora, vean ustedes, este Ángel es un profeta dispensacional: el Ángel del Señor Jesucristo; así como el Ángel de Jehová cuando se hizo carne fue un profeta: Jesús de Nazaret.

Y ahora, vean ustedes en Deuteronomio, capítulo 18, lo que nos dice Dios por medio del profeta Moisés, lo cual es muy importante entender, leer y entender; porque ahí está el misterio de por qué el Enviado de Dios, el Ángel de Jehová, cuando se hizo carne fue un profeta; y por qué el Enviado de Jesucristo, el Ángel de Jesucristo, cuando se hace carne, cuando viene en carne humana es un profeta también. Deuteronomio, capítulo 18, tiene la contestación; verso 15 en adelante, dice:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis…”.

¿A quién está llamado el pueblo a escuchar? Al profeta mensajero que Dios envía al pueblo. ¿Por qué? Porque ese es la Voz de Dios para el pueblo para ese tiempo. Es por medio de ese hombre, de ese profeta, que Dios habla, porque Dios coloca Su Palabra en la boca de ese profeta.

Dice, en el mismo capítulo 18, verso 18 al 19:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú (o sea, como Moisés); y pondré mis palabras en su boca…”.

¿Dónde Dios coloca Sus palabras? En la boca del profeta que Él envía.

Muchas personas quieren escuchar la Voz de Dios y, miren, es sencillo: encuentren el profeta correspondiente a ese tiempo enviado por Dios, y él hablará; porque esa Palabra Dios la pondrá en su boca, y él la hablará. Y cuando usted escucha a ese profeta, está escuchando la Voz de Dios: la Voz de Dios colocada en un hombre, en un profeta. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”. (Amós, capítulo 3, verso 7).

Y ahora, continúo leyendo aquí, donde estaba leyendo, donde dice:

“… y pondré mis palabras (¿dónde?) en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

Y cuando ese profeta recibe esa Palabra: Dios la coloca en su boca y en su corazón, ese profeta habla esa Palabra; y esa es la Voz de Dios para el pueblo.

“… y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

Así como hacía Moisés, que Dios le hablaba a Moisés y Moisés le hablaba al pueblo. Dios colocaba en el corazón y en la boca del profeta Moisés Su Palabra, y luego él la hablaba al pueblo (Moisés la hablaba al pueblo); y estar escuchando a Moisés era estar escuchando a Dios, porque la Palabra de Dios estaba en Moisés.

“Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta (o sea, le dará cuenta a Dios)”.

En el libro de los Hechos, capítulo 3, verso 18 al 23, citándonos este pasaje, dice: “… yo le desarraigaré del pueblo”; o sea, pierde el derecho a pertenecer al pueblo de Dios, y por consiguiente pierde el derecho a la vida eterna.

Ahora miren también en Amós. En Amós, capítulo 8, verso 11, nos dice:

“He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”.

Hambre de oír, hambre y sed de oír (¿qué?) la Palabra de Jehová. ¿Y dónde Dios coloca Su Palabra? En la boca del profeta que Él envía.

Para poder escuchar la Palabra de Dios para el tiempo en que la persona vive, necesita encontrar al mensajero que Dios envía para ese tiempo; de otra forma, estará la persona muerta de hambre y sed espiritual.

Y ahora, Dios dice que enviará hambre y sed sobre la Tierra; no hambre y sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios. Porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”11.

Así como para nuestro cuerpo físico tenemos que comer alimento físico, que se convierte en células de nuestro cuerpo; para vivir nuestra alma, necesita comer alimento espiritual. No le podemos dar un pedazo de pan a nuestra alma para que se lo coma, pero sí le podemos dar Pan a nuestra alma para que coma Pan de Vida Eterna, la Palabra de Vida Eterna.

“Mis palabras son Espíritu y son Vida”12, dice Cristo; y también Él dijo: “Yo soy el Pan vivo que he descendido del Cielo”, y dijo: “El que come de este Pan, vivirá eternamente”13. Así que comiendo pan espiritual es que obtenemos vida espiritual, así como al comer pan literal obtenemos vida física para nuestro cuerpo.

Físicamente no deje de comer, porque su cuerpo se pone flaco, luego se enferma y después se muere. Y espiritualmente no deje de comer la Palabra de Dios correspondiente al tiempo que usted vive, porque su alma se pone flaca y débil, y después muere espiritualmente.

Es necesario estar comiendo el alimento espiritual para el alma, que es la Palabra de Dios, la cual viene por la Voz de Dios: el mensajero de Dios para el tiempo en que la persona está viviendo. Ese mensajero con el Mensaje de Dios es la Voz de Dios para el pueblo, es la boca de Dios para toda persona que vive en este planeta Tierra.

Y ahora, hemos visto la Voz de Dios a través de los diferentes tiempos. Por ejemplo, el apóstol San Pablo en su carta a los Hebreos nos dice en el capítulo 1, verso 1 al 2:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas (¿Por medio de quién Dios habló al pueblo? Por medio de los profetas),

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

Vean, en los postreros días habló por Su Hijo; y ya han transcurrido, de Cristo hacia acá, dos mil años. ¿Y por qué San Pablo dice que aquellos eran los días postreros, cuando Dios estaba hablando por medio de Jesús? Porque los días postreros delante de Dios son los milenios postreros, que son quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; y en los días de Jesús, cuando ya tenía Jesús de 4 años a 7 años de edad, comenzó el quinto milenio, y por consiguiente comenzaron los días postreros delante de Dios.

Un día delante del Señor es como mil años para nosotros, y mil años de nosotros es un día delante del Señor. Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y el Salmo 90, verso 4; este salmo es del profeta Moisés.

Ahora podemos ver este misterio de Dios hablándole a Su pueblo: hemos visto que es por medio de Sus profetas enviados que Dios le habla a Su pueblo.

Por eso, cuando Dios habló por medio de Su Hijo, también era un profeta: un profeta mayor, un profeta dispensacional.

Y Cristo en Espíritu Santo ha estado hablando a Su Iglesia de edad en edad, por medio de Sus ángeles mensajeros. Y en este tiempo final envía Su Ángel Mensajero para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, y así Cristo hablarle a Su pueblo, a Su Iglesia, por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas; y también es un profeta, pero un profeta mayor: un profeta dispensacional; y es la Voz de Cristo, la boca de Cristo, para este tiempo final.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

¿Dónde Cristo coloca Su Palabra para Su Iglesia para este tiempo final? En la boca de Su Ángel Mensajero.

Y estar escuchando al Ángel Mensajero dándonos testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final, es estar escuchando la Voz de Dios, la Voz de Jesucristo en este tiempo final, a través de un hombre, de un profeta dispensacional: a través del Ángel del Señor Jesucristo.

Ese es el misterio del Ángel del Señor Jesucristo, que Cristo… Así como en el Antiguo Testamento el Espíritu Santo estuvo velado y revelado por medio de los mensajeros, los profetas que Él envió, y colocó Su Palabra en la boca de ellos y habló por medio de ellos; y luego en Jesús en toda Su plenitud. Así como Cristo, también, durante las siete etapas o edades de la Iglesia gentil ha estado manifestado por medio de Sus mensajeros hablándole a Su pueblo; en el Día Postrero estaría en Su Ángel Mensajero velado y revelado hablándole a Su Iglesia y dándole a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Ahora, el Ángel Mensajero de Jesucristo no es el Señor Jesucristo; él es un hombre redimido por la Sangre de Cristo de este tiempo final, es un profeta dispensacional; pero en él estará el que lo envió: Cristo en Espíritu Santo estará en él manifestado, colocando Su Palabra en la boca y el corazón de Su Ángel Mensajero, y hablándonos por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto.

Esa es la forma en que estaremos escuchando en este tiempo final la Voz de Dios, la Voz de Jesucristo revelándonos, dándonos a conocer, todas estas cosas que deben suceder pronto.

Y esa es la única Voz para este Día Postrero, para el séptimo milenio; y para la Dispensación del Reino, y para la Edad de la Piedra Angular; y para el siglo XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX y XXX; y luego, para toda la eternidad.

Hemos visto LA ÚNICA VOZ DE DIOS para este tiempo final.

Esa es la Voz de Cristo para el Reino Milenial también: es la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero dándonos a conocer, revelándonos, todas estas cosas, todos estos misterios de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final. Esa es LA ÚNICA VOZ DE DIOS para Su pueblo en este tiempo final; así como la única Voz de Dios para Su pueblo en cada edad fue la Voz de Cristo en Espíritu Santo a través del ángel mensajero de cada edad.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión dándoles testimonio de “LA ÚNICA VOZ DE DIOS”, para cada uno de ustedes y para mí también. Es la Voz de Cristo, el Ángel del Pacto, a través de Su Ángel Mensajero.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y siga Cristo, el Ángel del Pacto, hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto, abriéndonos todas esas promesas, esas profecías correspondientes a este tiempo final; y siga abriéndonos el entendimiento y preparándonos para ser transformados y raptados; y siga añadiendo a Su Iglesia los que faltan, los que han de ser salvos, y se complete pronto el número de los escogidos de Dios; y pronto Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, y salga y reclame todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa; y resucite a los muertos en Cristo y a nosotros nos transforme, y nos lleve con Él —a todos— a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes dándoles testimonio de LA ÚNICA VOZ DE DIOS para este tiempo final.

Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes; y continúen pasando un día lleno de las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga, y muchas gracias.

“LA ÚNICA VOZ DE DIOS”.

[Revisión septiembre 2020]

1 Amós 3:7

2 Éxodo 3:1-22

3 Génesis 32:22-29

4 Génesis 14:18-20

5 Hebreos 7:1-3

6 Zacarías 9:9, San Mateo 5:34-35, Salmos 48:2

7 Hebreos 7:9-10

8 San Juan 5:43

9 San Juan 10:25

10 Gálatas 2:20

11 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4, Deuteronomio 8:3

12 San Juan 6:63

13 San Juan 6:51

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