Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas o internet en diferentes naciones; que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en San Lucas, capítulo 7, versos 11 al 17, y dice de la siguiente manera:
“Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.”
“LA VISITACIÓN DE DIOS A LA SIMIENTE DE ABRAHAM.”
La forma en que encontramos que Dios visita a Su pueblo ha sido a través de un velo de carne llamado: un profeta.
Cuando Abraham estuvo en la Tierra en el tiempo en que Dios iba a destruir a Sodoma y Gomorra, Dios visitó a Abraham en el capítulo 18 del Génesis, en donde nos dice de la siguiente manera… capítulo 18, verso 1 en adelante, del Génesis:
“Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día.
Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra,
y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.
Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol,
y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.
Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara, y le dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo.
Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo.
Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron.
Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda.
Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él.
Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres.
Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?
Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?
¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.
Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.”
Esta fue una hermosa visita de Elohim, de Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, con Sus Arcángeles Miguel y Gabriel. Ellos se hicieron visibles, se materializaron delante de Abraham en esta visita, y aun comieron con Abraham la becerra tierna que fue asada, comieron también mantequilla y panes que fueron preparados por Sara. O sea, un buen almuerzo para una visita muy especial que vinieron de otra dimensión, se materializaron para esta visita al amigo de Dios: Abraham.
Así también ha sido siempre que Dios ha visitado a Su pueblo: se ha materializado en un velo de carne llamado un profeta, se ha hecho carne en la porción correspondiente a cada tiempo; y para que lo podamos comprender: ha sido Dios con Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, metido dentro de un velo de carne que ha nacido en esta Tierra a través de su padre y su madre. Ese velo de carne siempre ha sido llamado un profeta.
Luego de estas manifestaciones de Dios a través de velos de carne, a través de instrumentos humanos, encontramos que también se aparecía en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto; por ejemplo, cuando le apareció a Jacob en el capítulo 32 del Génesis, en la ocasión en que Jacob estaba regresando de Harán para la tierra de Canaán, pero su hermano Esaú lo estaba esperando y ya venía con 400 hombres armados; y Jacob estaba muy temeroso, porque Jacob sabía, recordaba, que muchos años atrás (más de veinte años atrás) cuando Jacob obtuvo la bendición hablada de la primogenitura, de boca de Isaac su padre, la cual Isaac su padre esperaba hablar sobre Esaú, al cual había enviado de cacería para que trajera un animalito, lo preparara en un guiso (así como les gusta a ustedes los guisos, miren de dónde vienen), y comer y después bendecir; bendecir con la bendición más grande que se pueda hablar sobre una persona, que es la Bendición de la Primogenitura, la cual tiene alcance no solamente mientras vive la persona sino que tiene alcance para toda la descendencia de esa persona; y lo que sea hablado, se hará una realidad.
¿Qué contenía esa Bendición de la Primogenitura que Isaac tenía, la cual había recibido de su padre Abraham y que tenía que pasarla al hijo primogénito? Esa bendición contenía la herencia de la tierra que Dios le dio a Abraham, y esa tierra pasaría a la descendencia de Abraham, por lo cual esa Palabra de bendición tenía que pasar de Abraham a Isaac, de Isaac al hijo primogénito, que era Esaú, amado por Isaac.
Pero Esaú no le daba importancia a la primogenitura, ya se la había vendido años anteriores a su hermano Jacob en una ocasión que regresaba muy cansado; había salido de cacería y no había logrado obtener nada, venía muy cansado; y cuando la persona viene muy cansada, de estar de cacería y no encontrar nada, también viene con hambre.
Y Jacob, como era el protegido por su madre Rebeca, y Esaú el hijo protegido por su padre Isaac… Como sucede en los hogares, hay hijos que se apegan a su papá y hay hijos que se apegan a su mamá; así era también en el caso de Abraham y Sara y sus hijos, y también en el caso de Isaac y Rebeca y sus hijos: Esaú y Jacob.
Por lo tanto, como Jacob era el hijo prometido de su madre Rebeca, aprendió a cocinar también; y un buen cocinero, con fe, tiene éxito, gana mucho; y Jacob hizo el negocio más grande que una persona pueda hacer; y vean: como cocinero.
No importa el trabajo o profesión, lo que importa es la fe de la persona y la meta que tiene la persona; porque la fe sin una meta, usted no la puede usar. Siempre tiene que tener una meta.
Y ahora, la meta de Jacob era la misma que tenía cuando estaba en el vientre de su madre, en donde también tenía un compañero: Esaú su hermano; y ya en el vientre de su madre estaban luchando. Y las madres que han tenido un bebé que brinca mucho en su vientre, ni pueden dormir en la noche, y dicen: “Este niño no me deja tranquila, no me deja ni dormir; brinca mucho.” ¡Y cómo serían dos brincando y luchando, peleando… peleando, luchando por nacer primero, por la primogenitura!
Siempre el primogénito tiene una doble porción, y cuando la Bendición de la Primogenitura la menosprecia el primogénito: el segundo, el que no es primogénito, si ama esa bendición y lucha por ella, la puede obtener, es el caso de Jacob; y Dios lo va a ayudar.
Dice la Escritura: “A Jacob amé y a Esaú aborrecí.” Dios aborrece a toda persona que menosprecia la bendición divina, la Bendición de la Primogenitura. Porque toda persona que menosprecia a Dios y Sus bendiciones, nunca podrá heredar el Reino de Dios, nunca podrá vivir eternamente en el Reino de Dios. Pero el que ama la bendición divina, ama a Dios y quiere vivir eternamente con Dios en Su Reino, esa persona logrará ese deseo que tiene en lo profundo de su corazón; Dios lo va a ayudar, le va a mostrar el camino para llegar a la vida eterna.
Bajo la Dispensación de la Gracia, bajo el Nuevo Pacto que fue establecido en la Cruz del Calvario con la muerte de Jesucristo, se abrió el camino —que es Cristo— para que toda persona pueda obtener la vida eterna y por consiguiente pueda llegar a Dios. Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie (nadie)… y nadie viene al Padre, sino por mí.”
No importa lo sincera que sea una persona, no puede llegar a Dios, no puede presentarse ante Dios, ni siquiera puede pedir a Dios nada, a menos que sea por medio de Jesucristo bajo el Nuevo Pacto en la Dispensación de la Gracia.
Cada dispensación tiene el orden divino para buscar y servir a Dios. Toda persona puede obtener el perdón de sus pecados y puede ser limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo, que es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo con Su muerte en la Cruz del Calvario.
Juan el Bautista, cuando lo vio, dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” San Juan, capítulo 1, versos 29 al 36. Por lo tanto, no hay otro sacrificio por el pecado.
Cristo también, dice San Pablo que es nuestra pascua, o sea, el Cordero Pascual, y también Cristo es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados representado en el sacrificio del macho cabrío de expiación del día diez del mes séptimo, o sea, del día de la expiación.
No hay otro sacrificio por el pecado del ser humano, por eso dice Cristo que no vino a condenar al mundo, no vino a condenar al mundo sino a salvar al mundo, y por eso los que lo vieron y lo reconocieron como el Mesías, dijeron: “Este es el Salvador del mundo,” allá los samaritanos lo reconocieron.
Por lo tanto, se abrió una nueva dispensación en donde toda persona se puede acercar a Dios por medio de Cristo y pedir a Dios en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo dijo: “Lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré.” Y también dice: “El Padre lo hará.”
Por lo tanto, fue abierto el camino a Dios para que toda persona pueda caminar en el camino de Dios con vida eterna: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre,” dijo Cristo en San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30. Dijo también: “El Padre y yo, una cosa somos.”
Por lo tanto, se abrió el camino de bendición para la simiente de Abraham, la descendencia de Abraham, con la visita de Dios en carne humana en la persona de Jesucristo. “Dios ha visitado a Su pueblo, porque un gran profeta se ha levantado entre nosotros,” dijeron los ciudadanos de la ciudad de Naín cuando Jesús resucitó al hijo de la viuda.
Tenemos la visita de Dios también a Jacob allá cuando le aparece como un Ángel, o sea, un cuerpo angelical, en el capítulo 32, versos 22 al 32, en donde él luchó con el Ángel. Esto fue cuando se fue a encontrar con su hermano Esaú que venía con unos 400 hombres armados, y sabía que había dicho Esaú que cuando muriera su padre Isaac iba a matar a Jacob. O sea, que lo que ocurre en familias en algunos países, vean, ocurría también allá en la familia o descendencia de Abraham.
Pero se encontró con ese Ángel que es el Ángel de Dios, en palabras más claras: Dios en Su cuerpo angelical, y ese cuerpo angelical de Dios es la imagen del Dios viviente. Nadie ha visto a Dios, y los que han dicho que vieron a Dios, lo han visto en el cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto, que también más adelante le apareció a Manoa, el cual vino a ser luego el padre de Sansón; y cuando lo vio, le dice a su esposa, la señora Manoa: “Hemos de morir porque hemos visto a Dios cara a cara.” Su esposa, señora Manoa, le dice: “No vamos a morir, porque si fuéramos a morir no nos diría que vamos a tener un niño,” por lógica ella supo que no iban a morir.
Pero por cuanto Dios le había dicho a Moisés cuando él quiso ver la gloria de Dios, Dios le dijo: “No me verá hombre y vivirá,” pero Manoa no estaba viendo a Dios, estaba viendo el cuerpo angelical de Dios donde Dios estaba manifestado, estaba dentro de ese cuerpo angelical llamado también una teofanía o un cuerpo teofánico, un cuerpo de otra dimensión, de la dimensión de los ángeles.
Pero todos los que vieron a ese Ángel en el cual estaba Dios, que es… porque ese cuerpo angelical es la imagen del Dios viviente, es también llamado el Espíritu Santo; por eso cuando Jacob luchó con ese Ángel y el Ángel quería irse, le dice: “Déjame, suéltame (porque Jacob lo tenía bien agarrado),” y Jacob le dice: “No te soltaré, no te dejaré, hasta que me bendigas.”
Así es que hay que agarrarse de Dios, así es que hay que agarrarse de Cristo. Bien agarrados de Cristo, el Ángel del Pacto, para recibir la bendición de Dios, no soltarlo hasta que recibamos nuestra transformación y arrebatamiento, y luego continuar con Él. “No te dejaré.”
Y ahora, el Ángel le dice: “¿Cómo te llamas?” El Ángel sabía cómo se llamaba, pero en muchos lugares también, aunque sepan cómo usted se llama, le pueden preguntar cómo usted se llama, cuál es su nombre, y sobre todo en una corte le pueden decir: “Diga su nombre.” El Ángel le está pidiendo y diciendo: “¿Cuál es tu nombre? Di tu nombre.” Y Jacob le dice: “Jacob, mi nombre es Jacob.” Y el Ángel le dice: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.”
Estaba luchando con Dios allí, Dios estaba en ese cuerpo angelical. Es un misterio, pero es una realidad, una realidad que experimentaron todos los que lo vieron y hablaron con él. Jacob le colocó al lugar: Peniel, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma.”
Y ahora, vean cómo ellos dicen que vieron a Dios cara a cara. Lo mismo pasó con Moisés en el capítulo 3 del Éxodo, le apareció el Ángel de Dios en una llama de fuego en un arbusto, en una zarza, y le dice: “Yo soy el Dios de tu padre (o sea, Dios de Amram, padre de Moisés), el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Se está identificando Dios con Moisés… como cuando usted se identifica con alguna persona: “Yo soy fulano de tal (y le puede decir), hijo de fulano de tal.” “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Y dice la Escritura que era el Ángel de Dios, y se está identificando como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
El que está dentro del Ángel, dentro de ese cuerpo angelical, es Dios, porque ese es el cuerpo angelical de Dios, es el cuerpo espiritual, el cuerpo teofánico de Dios, la imagen del Dios viviente; así como el cuerpo espiritual suyo y el mío es el espíritu que tenemos, el cual es un cuerpo de otra dimensión.
Tenemos dos cuerpos: un cuerpo de otra dimensión y un cuerpo de esta dimensión terrenal; por eso cuando una persona muere, sigue viviendo, porque lo que muere solamente es el cuerpo físico, sigue viviendo en el cuerpo espiritual que es de otra dimensión, y por eso va a otra dimensión. Si es un creyente en Cristo va al Paraíso, donde están todos los creyentes en Cristo. Si es un incrédulo, no cree en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, va a otra dimensión.
Por lo tanto, es importante confirmar, mientras estamos en esta Tierra, el lugar a donde deseamos ir. Si deseamos ir al Paraíso, a donde están todos los creyentes en Cristo de otras edades, entonces usted necesita a Cristo como su único y suficiente Salvador. Si muere sin Cristo, después ya no hay remedio, ya no puede decir: “Ahora yo quiero recibir a Cristo como Salvador para ir al Paraíso donde están todos los creyentes en Cristo.”
Tenemos el caso del hombre rico y el mendigo Lázaro, los cuales murieron. [San Lucas 16:19-31] Murió el rico y fue sepultado, y se lo llevaron para un lugar que a él después no le gustó, llamado por Cristo: el infierno. Y murió Lázaro el mendigo, pero era un creyente en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y también era obediente a los mandamientos divinos, a la Torá.
Y cuando murió Lázaro el mendigo, dice que fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, que era el Paraíso de ese tiempo; allí estaba Abraham, que le dio la bienvenida. Y en ese tiempo, desde el seno de Abraham (donde iban todos los descendientes de Abraham que eran fieles a Dios) se podía ver hacia el infierno; y levantando los ojos el rico que estaba en el infierno, miró hacia el seno de Abraham, y vio a Abraham y también vio a Lázaro el mendigo, y dice, desde el infierno, esa dimensión, le dice a Abraham: “Padre Abraham…” Recuerden que era un hebreo en la parábola, y pudo ser también real en algún caso que haya ocurrido. Y dice: “Padre Abraham, envía a Lázaro con su dedo mojado en agua para que lo coloque sobre mi lengua, porque estoy aquí…” estaba siendo… vivía en tormento en ese lugar. A nadie le gusta después que llega allí.
Y Abraham le dice: “Hijo, tu viviste allá muy bien (la conversación pudo ser más larga de lo que está ahí en la Biblia, en la parábola) y recibiste muchos bienes, los disfrutaste (ya lo que tenía para disfrutar, lo disfrutó, y no permaneció sirviendo a Dios), y ahora, pues eres atormentado donde estás, y Lázaro tuvo muchos males, sufrió mucho en la Tierra,” pero por supuesto se mantenía sirviendo a Dios.
No hay que estar económicamente o físicamente bien para servir a Dios, sino bien acá, el corazón, para con Dios.
“Y ahora, Lázaro es consolado acá, y además hay un precipicio entre aquí y el lugar donde tú estás, de tal manera que los que están allá no pueden pasar de allá acá, ni los que están acá, pasar allá.”
No hay remedio después. Por eso cada persona tiene que asegurar su futuro en el Reino de Dios, en el Paraíso, mientras está viviendo aquí en la Tierra, para que cuando muera sea llevado por los ángeles de Dios al Paraíso, como fue llevado el mendigo Lázaro al seno de Abraham, que era el Paraíso de ese tiempo.
Y vean, se podían ver allí, porque se está en cuerpo pero de otra dimensión, cuerpo espiritual; porque el espíritu de la persona es un cuerpo espiritual de otra dimensión, de la dimensión de los ángeles.
Y entonces el rico, hablando desde el otro lado, le dice: “Padre Abraham, entonces envía a Lázaro a la Tierra, o sea, que resucite y vuelva a la Tierra, ya que no puede pasar al infierno…”
Dios no permite que un creyente vaya al infierno, ni de visita, ni para llevarle un dedo mojado con agua a uno que esté allá. Así que el que vaya a ese otro lugar que no espere que Dios le envíe un creyente con su dedo mojado en agua, ya Cristo dijo que no es posible.
Entonces el hombre rico se recordó de sus hermanos; debió recordarse cuando estaba viviendo en la Tierra. Ahora se recuerda, y le dice: “Pues envía a Lázaro a la casa de mis hermanos”, tenía unos cuántos hermanos. (¿Cuántos tenía, Miguel?) Como cinco hermanos, unos cuantos hermanos, y de seguro ricos también, tenía unos cuantos hermanos, y dice: “Envía a uno, allá a mis hermanos, que vaya a darles testimonio de cómo son las cosas acá, para que ellos no tengan que venir acá al infierno.”
Mire, el que llega al infierno no quiere ni que sus familiares vayan al infierno; cinco hermanos… y si no se arrepintieron, ya fuera algo histórico que Cristo estuviera mencionando o fuera una parábola, si no se arrepintieron le iban a hacer compañía a su hermano que estaba allá, el hombre rico.
Eso nos muestra que la persona no puede poner su confianza en las riquezas terrenales, porque eso no le da lugar a que pueda comprar el Cielo; ya el precio fue pagado, lo pagó Cristo en la Cruz del Calvario, y no hay otro precio y no hay otra forma para que el ser humano pueda llegar a Dios.
Nadie puede llegar a Dios. Solamente hay un camino, y es Cristo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6). Cristo es el camino, Cristo es la vida eterna, Cristo es la única verdad.
Por lo tanto, el que tiene a Cristo tiene la vida eterna. Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13, nos dice: “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo (o sea, a Cristo, porque lo recibió como Salvador)… El que tiene al Hijo, tiene la vida (la vida eterna por supuesto); el que no tiene al Hijo (por supuesto porque no lo ha recibido como Salvador), no tiene la vida.”
No tiene la vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que se le va a terminar y no sabe cuándo. ¿Por qué no sabe cuándo? Porque la muerte le puede llegar a la persona siendo un bebé, siendo un niñito ya de 5 a 10 años, siendo un jovencito ya de 15 a 21 años, siendo ya una persona adulta con familia, con 20 a 40 años de edad, o puede llegar cuando tenga de 60, 70, 80 ó 100 años; no hay edad para la persona terminar su vida aquí en la Tierra.
Por eso desde que nacen los niños son presentados a Dios para que, si le toca partir, vayan al Paraíso. Y cuando ya tengan conciencia del bien y del mal, entonces tienen que arrepentirse de sus pecados que han cometido teniendo conciencia del bien y del mal.
Por lo tanto, tenemos que asegurar a nuestros hijos con Cristo: Hay un seguro, y el único seguro lo tiene Jesucristo, el seguro de la vida eterna. Por lo tanto, todos necesitamos a Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, hablando acerca del Ángel del Pacto, veamos lo que dice Cristo en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58:
“Abraham vuestro padre (le dice a los judíos) se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? (Porque les está hablando Jesús de que Abraham vio Su día, y Jesús lo que tenía era unos treinta y algo de años, y aunque podía demostrar más, porque dice: ‘Aún no tienes cincuenta’ y Cristo les dice).
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy (y entonces tomaron piedras para matarlo, para apedrearlo, y Él se fue de entre ellos).”
¿Y cómo puede ser que un hombre pueda decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy”? Porque Jesucristo en Su cuerpo angelical es el Ángel del Pacto: Ese Ángel del Pacto que aparecía a los profetas desde Adán hacia acá y que hablaba con Adán y hablaba con Abel, y llegó hasta a hablar con Caín para reclamarle dónde estaba su hermano Abel.
Y ahora, ese Ángel del Pacto es Jesucristo en Su cuerpo angelical, porque Jesucristo es la imagen del Dios viviente en Su cuerpo angelical; y Jesucristo en Su cuerpo físico, Su cuerpo de carne, es la semejanza física de Dios; tan sencillo como eso. Por eso era que Cristo decía que Él no hacía nada de Sí mismo, decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.”
Por lo tanto, Jesucristo en cuanto a la carne, Su cuerpo físico, no hizo milagros, no hizo ningún milagro; era Dios, que estaba dentro de Jesucristo, el que hacía los milagros, Dios por medio de Su cuerpo angelical; Su Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, en Cristo, en ese velo de carne llamado Jesucristo, era el que obraba.
El cuerpo de carne llamado Jesús es un templo humano, por eso fue que frente al templo allá en Jerusalén, en el capítulo 2 de San Juan, dice: “Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré.” Le dicen: “Este templo fue levantado en cuarenta y seis años, ¿y ahora Tú dices que en tres días lo vas a levantar?” Pero la Escritura sigue diciendo que Él no hablaba del templo de piedras, sino que Él estaba hablando de Su cuerpo, porque el cuerpo físico es un templo.
Por eso San Pablo también dice a los creyentes: “¿No sabéis que vosotros sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Toda persona es un templo, y por consiguiente le corresponde, por el libre albedrío que Dios le dio, decidir si mora en usted Dios o el enemigo de Dios.
El lugar más importante de cada uno de nosotros como templo humano, es el alma, porque el alma es el lugar santísimo de cada persona como templo espiritual, para Dios manifestarse en ese templo y a través de ese templo llevar a cabo lo que Él desee hacer. Por eso a través del templo humano llamado Jesús, Dios fue el que estuvo haciendo grandes milagros; era Dios visitando Su pueblo, visitando a la descendencia de Abraham según la carne.
Y ahora, San Pablo nos dice que todos los que son de Cristo, todos los que son creyentes en Cristo, son hijos de Abraham; y Dios ha estado visitando a Su pueblo, los creyentes en Cristo, de etapa en etapa, en la Dispensación de la Gracia; por medio de Su Espíritu Santo Dios ha estado manifestándose por medio de San Pedro allá al principio y por medio de los diferentes mensajeros que Él ha enviado, diferentes profetas, diferentes velos de carne, para hablarle a Su pueblo, Su Iglesia.
El mismo Cristo dijo en San Mateo, capítulo 28, verso 20: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Y también dijo: “Donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estaré.” ¿Cómo estaría Él? En Espíritu Santo; y por consiguiente, de etapa en etapa envía mensajeros en los cuales Él se vela en carne humana, y a través de esos mensajeros habla a Su pueblo y también lleva a cabo muchas obras que están prometidas en la Escritura; cosas que Jesucristo dijo que Él iba a hacer en medio de Su Iglesia y a través de Su Iglesia, pero usando velos de carne; pero la gloria siempre se da a Dios, que es el que obra.
El velo de carne solamente es el instrumento que Dios usa de etapa en etapa, y por eso es que dijo San Pablo que Cristo enviaría a Su Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. (Efesios, capítulo 4, verso 11).
Por lo tanto, Dios ha estado visitando Su Casa, Su Iglesia, la simiente de Abraham, que son los creyentes en Cristo bajo el Nuevo Pacto; porque todos los que son creyentes en Cristo, son hijos de Abraham por la fe en Cristo.
Tenemos la promesa para el Día Postrero en Malaquías, capítulo 4, que Dios enviará a Elías antes que venga el Día del Señor grande y terrible, “no sea que yo venga y con destrucción hiera la Tierra” o “con maldición hiera la Tierra”.
O sea, que va a tener un velo de carne en el cual estará Dios en Espíritu Santo operando el ministerio de Elías que operó miles de años atrás, el ministerio que operó en Elías Tisbita; ese mismo ministerio lo operó en una doble porción en Eliseo y luego lo operó ese ministerio en Juan el Bautista; después operó ese ministerio en el reverendo William Branham en medio de los creyentes en Cristo, y lo operará de nuevo en el Día Postrero para tratar con los judíos. Y operará también el ministerio de Moisés para tratar también con los judíos; esto es conforme a Apocalipsis, capítulo 14, versos 1 al 14. Y operará nuevamente, manifestará en el Día Postrero, el ministerio de Jesús en medio de Su Iglesia.
Por lo tanto, lo que fue mostrado por Cristo en el Monte de la Transfiguración, que es el orden de la Segunda Venida de Cristo, está prometido para ser cumplido en el Día Postrero en la Iglesia del Señor Jesucristo; y eso lo van a ver también los judíos, y van a decir: “Esto es lo que nosotros estamos esperando,” pues ese es el orden de la Venida del Reino de Dios, es el orden de la Venida del Hijo del Hombre en Su Reino. Por lo tanto, esa será la visitación más grande que se haya llevado a cabo en medio del cristianismo, y es para este tiempo final.
Y la visita de Dios en el Ángel del Pacto apareciéndole a Jacob y bendiciéndolo, cambiándole el nombre de Jacob a Israel, se repetirá; se repetirá en este tiempo final. Y ahí estarán los Dos Olivos: Moisés y Elías, los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose.
“Porque no hará nada el Señor sin que revele Sus secretos a Sus siervos, Sus profetas,” nos dice Amós, capítulo 3, verso 7. Siempre tendrá un velo de carne llamado un profeta, para cada visitación de Dios a Su simiente, la simiente de Abraham.
Por lo tanto, el cristianismo tiene para este tiempo final la promesa de la visitación más grande que haya tenido Dios a Su Iglesia, la simiente de Abraham según la fe en Cristo.
Por lo tanto, hay grandes bendiciones para ser dadas a los creyentes en Cristo en este tiempo final, y así recibirá fe cada creyente en Cristo, fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por eso es tan importante la promesa de esta visitación final en donde estaremos escuchando la Voz de Cristo, la Voz del Señor, como la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final hablándonos en el Día Postrero por medio de Su Espíritu Santo en medio de Su Iglesia.
Siempre ha tenido un instrumento Cristo, para por medio de Su Espíritu hablarle a Su pueblo, la simiente de Abraham dentro del Nuevo Pacto, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo; y luego va a tratar nuevamente con el pueblo hebreo.
Luego la Luz Divina, la Luz eterna, que estaba en el tabernáculo que construyó Moisés, allá en el lugar santísimo, y luego estaba en el lugar santísimo del templo que construyó el rey Salomón, y que cuando fue destruido el templo allá en Jerusalén por el General romano Tito Vespasiano, la presencia de Dios se fue de Israel, la cual estaba en el lugar santísimo del templo; y se fue hacia los gentiles: Primero a los creyentes en Cristo que estaban el Día de Pentecostés esperando la Venida del Espíritu Santo, y luego… porque todavía estaba en Israel la presencia de Dios en Cristo, y después en ciento veinte en Espíritu Santo, y luego se fue a los gentiles para llamar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre.
En la trayectoria de la Luz Divina, de la Luz eterna, de la Columna de Fuego, encontramos que ha estado moviéndose de la tierra de Israel a Asia Menor entre los gentiles, de Asia Menor a Europa buscando a la simiente de Abraham por medio de la predicación del Evangelio de Cristo, ungidos por el Espíritu Santo y trayéndolos a los Pies de Cristo para formar la etapa de Su Iglesia de cada tiempo; y de Europa voló la Luz Divina, la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, al continente americano, a la parte Norte, o sea, Norteamérica.
Y después cada persona tiene que ver hacia dónde voló la Luz Divina, la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, porque hacia donde haya volado, será donde estará hablando y será donde estará visitando a la simiente de Abraham, a Su pueblo.
La simiente de Abraham bajo el Nuevo Pacto es la Iglesia del Señor Jesucristo; y por consiguiente, ahí estarán las bendiciones divinas, estarán las promesas divinas siendo materializadas en el Día Postrero; ahí estarán todas las bendiciones divinas que Él ha prometido para Su Iglesia, y ahí es donde escucharemos la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, o sea, el Mensaje final de Dios hablándolo Cristo por medio de Su Espíritu en medio de Su Iglesia. Ahí estaremos escuchando la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta Final, para recibir la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Y luego el Espíritu Santo, la Luz Divina, la Luz eterna, la Columna de Fuego, volará a Israel, y comenzará con la segunda parte de la semana número setenta que le falta a Israel, será cumplida por Dios.
“LA VISITACIÓN DE DIOS A LA SIMIENTE DE ABRAHAM.”
Es importante ver estas diferentes visitaciones de Dios a Su pueblo, y ver que algunos no se dieron cuenta, no reconocieron la visita de Dios a Su pueblo; y mientras más grande es la visita de Dios, más personas ignoran, no se dan cuenta, que Dios está visitando a Su pueblo.
En la visita de Dios a través de Jesús encontramos que fue la más grande, y fue paralela a la visita de Dios a Su pueblo en Egipto, Su visita en y a través de Moisés.
Siempre que la visita de Dios es a través de un mensajero de una edad, es grande; y cuando es a través de un mensajero dispensacional, es mayor; y por consiguiente, la visita de Dios ciega siempre a los incrédulos.
Jesús hablaba en parábolas y los discípulos dicen, le preguntan: “¿Por qué les hablas por parábolas?” Cristo les dice: “Porque a vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, mas a ellos no es concedido.” A los incrédulos no es concedido entender, ¿para qué quieren entender? Para criticar, porque dicen: “Aunque me prueben lo que sea, no creeré.”
El incrédulo no puede creer; el creyente cree, y bienaventurados los que no vieron y creyeron. Cristo les dice: “Bienaventurados vuestros ojos porque ven.” ¿Qué estaban viendo ellos? Lo que estaba prometido con relación a la Primera Venida de Cristo cumplido en Jesús; estaban viendo la visitación de Dios en carne humana en la persona de Jesús.
“Bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen.” ¿Qué estaban escuchando ellos? Estaban escuchando a Dios a través de Jesús hablándoles y abriéndoles las Escrituras, las promesas correspondientes a aquel tiempo.
Siempre son bienaventurados los que ven y escuchan lo que Dios ha prometido para ese tiempo, y ven el cumplimiento de lo que Dios ha prometido para ese tiempo; así siempre ha sido la visitación de Dios a la simiente de Abraham.
Y con todo ese testimonio histórico que tenemos de todas las visitaciones de Dios desde el Génesis hasta nuestro tiempo, no debemos fallar en la visitación de Dios para este tiempo final. No podemos dejar que nos pase por encima, sino que tenemos que estar atentos a lo que Dios ha prometido para nuestro tiempo; y en cada momento que Dios cumpla una promesa, tener nuestros ojos espirituales bien abiertos para decir: “Eso que está sucediendo es lo que Dios prometió aquí en Su Palabra.”
Porque serán así bienaventurados nuestros ojos porque estarán viendo esas cosas que han sido prometidas siendo cumplidas; y nuestros oídos serán bienaventurados porque estarán escuchando siendo proclamadas, siendo predicadas, las cosas que fueron prometidas, y el cumplimiento de ellas siendo dadas a conocer. Por lo tanto, estaremos viendo y escuchando lo que los sabios, lo que los justos y los profetas, desearon ver y oír.
Para este tiempo tenemos la promesa de que Dios visitará a Su pueblo, a Su Iglesia, Su pueblo bajo el Nuevo Pacto; y por eso tenemos que estar al tanto de las cosas que Dios ha prometido para Su Iglesia, para que así cuando estemos viendo podamos decir: “Eso que estoy viendo es lo que está aquí,” y cuando estemos escuchando, podamos decir: “Eso es lo que dice que estaríamos escuchando, que estaríamos escuchando la Trompeta Final; eso que estoy escuchando, eso es la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta, la Voz de Cristo hablándonos y revelándonos todas estas cosas que deben suceder, y preparándonos para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.”
“LA VISITACIÓN DE DIOS A LA SIMIENTE DE ABRAHAM.”
Será, esa visitación, a la simiente de Abraham bajo el Nuevo Pacto, y después a la simiente de Abraham según la carne, el pueblo hebreo; pero primero la visitación de Dios a la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la simiente de Abraham, porque todos los que son de Cristo, los creyentes en Cristo, son hijos e hijas de Abraham el padre de la fe.
Y los judíos según la carne son simiente de Abraham según la carne, tendrán su visitación también. Están esperando a Elías, tendrán la visitación de Dios a través del ministerio de Elías siendo manifestado y del ministerio de Moisés siendo manifestado por el Espíritu Santo en el Día Postrero.
“LA VISITACIÓN DE DIOS A LA SIMIENTE DE ABRAHAM.”
Que cuando estemos viendo esa visitación podamos decir como los habitantes de Naín: “Dios ha visitado a Su pueblo porque un gran profeta se ha levantado entre nosotros.” San Lucas, capítulo 7, verso 16. Así siempre ha sido, así está prometido que será nuevamente.
Es importante que todas las personas que todavía no han recibido a Cristo, y al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo ha nacido la fe de Cristo en su alma, tengan la oportunidad de recibirlo como único y suficiente Salvador para confirmar su lugar en la vida eterna con Cristo nuestro Salvador; para lo cual pueden pasar acá al frente y estaremos orando por usted para que Cristo les reciba en Su Reino.
Y los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino.
Y los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino.
Dios tiene mucho pueblo en esta nación de la primavera: Guatemala, de la eterna primavera; y esperamos que Guatemala también entre al Reino del Mesías cuando sea establecido en este planeta Tierra.
Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo los que están presentes y los que están también en otros países, para que Cristo les reciba en Su Reino y así queden asegurados para toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Lo más importante que una persona puede recibir de parte de Dios es la vida eterna, no hay otra cosa más importante que la vida: la vida eterna; y solamente se puede obtener a través del que tiene la vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador. Nadie más tiene vida eterna para darla a otra persona, solamente hay uno, y Su Nombre es: Señor Jesucristo, por eso Él dijo: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo les doy vida eterna.” Él es el dador de la vida eterna.
Todos queremos vivir eternamente, y todos tenemos la misma oportunidad recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Él dijo: “Yo pongo mi vida por mis ovejas, para volverla a tomar.” Capítulo 10 de San Juan. También dice San Juan, capítulo 3, verso 16:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Para eso fue que Cristo vino a la Tierra: para dar Su vida por todos nosotros, para que nosotros podamos vivir eternamente. El nombre suyo y el mío estaban en el Libro de la Vida del Cordero eternamente, en el Libro de Dios.
Algún día, que no será muy lejano, estaremos con Cristo en la Cena de las Bodas del Cordero, y allí podremos decir: “La decisión más importante que yo hice en mi vida fue recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador.” Esa es la decisión más grande que un ser humano puede hacer, porque es la única decisión que lo coloca en la vida eterna; no hay otra decisión que coloque al ser humano en la vida eterna.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Jesucristo nuestro Salvador. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego les recibas en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo Te lo ruego.
Y ahora repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi alma, en mi corazón.
Creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero vivir eternamente. Haz una realidad en mí la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor lo más pronto posible, porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.
Por cuanto ustedes han creído de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo nuestro Salvador la que nos limpia de todo pecado. Pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; aun el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Ese es el simbolismo, la tipología, del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Estábamos en Cristo y con Cristo todo el tiempo, y ahora hemos sido manifestados en cuerpos humanos para ser rociados con la Sangre de Cristo nuestro Salvador. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, ustedes que están aquí presentes y los que están en otros países.
Dejo con ustedes en estos momentos a la persona correspondiente para que les indique… el ministro correspondiente, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, como siempre se ha hecho, como hacía la Iglesia primitiva, los apóstoles, San Pedro y demás apóstoles, y San Pablo entre los gentiles; y así Cristo los coloque en Su Reino eterno.
Dejo con ustedes al reverendo Esteban Golón para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LA VISITACIÓN DE DIOS A LA SIMIENTE DE ABRAHAM.”