La Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra

Muy buenas noches, ministros compañeros en la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final. Es una bendición grande para mí estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leemos en Hebreos, capítulo 12, versos 25 al 29, donde nos dice:

“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.

La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.

Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.

Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;

porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”; de lo cual San Pablo nos dice, aquí el verso 26:

“La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo”.

“LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”.

A través de las profecías bíblicas correspondientes al tiempo final, encontramos que Dios ha dicho que va a estremecer este planeta Tierra y también los Cielos.

Y ahora, en esta ocasión vamos a ver estas profecías bíblicas, y vamos a ver el misterio de la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra.

Es la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo; esa es la Voz que habló por medio de los profetas en el Antiguo Testamento, y es la misma Voz a la cual no le prestaron atención muchos de los hebreos del tiempo de Moisés y muchos de los hebreos del tiempo de los demás de los profetas.

Vean, aquí en Zacarías, capítulo… capítulo 7 de Zacarías, dice el verso 11 al 12:

“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.

¿Cómo Dios le hablaba al pueblo hebreo? Por medio de los profetas (¿cómo?) a través de Su Espíritu Santo. El Espíritu de Dios en los profetas hablaba al pueblo.

Por eso, vean aquí, en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 10 en adelante, dice:

“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos (¿ve?), el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”.

Y ahora, era el Espíritu de Cristo en los profetas del Antiguo Testamento el que anunciaba los sufrimientos de Cristo, los sufrimientos que le vendrían al Mesías cuando estuviera en la Tierra en carne humana. El mismo Espíritu que después estaba en Jesús, ese mismo Espíritu estaba en los profetas del Antiguo Testamento anunciando las cosas que le vendrían al Mesías en Su Venida.

Pero dice, vean:

“… el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”.

¿Ven? O sea, no solamente hablaba de los sufrimientos, sino las glorias que vendrían tras esos sufrimientos.

Luego de esos sufrimientos Cristo resucitó glorificado; y luego de estar con Sus discípulos unos 40 días, luego encontramos que ascendió al Cielo delante de todos Sus discípulos[1] (y eran como 500 los que allí estaban)[2], y se sentó a la diestra de Dios en el Cielo[3].

¿Ven? Y ya de ahí en adelante son las glorias del Mesías. Y luego, el Reino Milenial, todo eso es las glorias del Mesías; y también bendición para todos los creyentes en Cristo.

Ahora, veamos, era el Espíritu de Cristo en los profetas el que hablaba esas profecías.

Vean, aquí en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas…”.

Y ahora, ¿cómo hablaba? Por medio de Su Espíritu Santo a través de los profetas.

“… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.

El Heredero de toda la Creación ¿quién es? Jesucristo. Y dice:

“… y por quien asimismo hizo el universo”.

¿Cómo Dios hizo el universo? Por medio de Jesucristo.

Dios no ha hecho nada en el pasado, no está haciendo nada en el presente y no hará nada en el futuro que no sea a través de Jesucristo nuestro Salvador.

¿Pero Dios no obra a través de personas, de otras personas? Claro que sí, pero es el Espíritu de Cristo en esas personas hablando, obrando, llevando a cabo el Programa de Dios.

Todo es administrado por Jesucristo. Jesucristo en Espíritu Santo es el que ha estado en medio de Su Iglesia.

Por eso en Zacarías, capítulo 4, cuando nos muestra el candelero o candelabro con siete lámparas y dos árboles de olivo, y dos ramas de olivo, que vierten aceite como oro sobre o dentro del vaso principal, vean, luego dice que “no es con ejércitos, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor”.

Ese candelabro con siete lámparas es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Los dos olivos son los Dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11; pues aquí lo dice, aquí en Apocalipsis, capítulo 11, lo dice abiertamente. Dice… Capítulo 11, verso 3 en adelante, dice:

“Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.

Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.

Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran”.

Eso es poder absoluto sobre la naturaleza. Y eso significa que cuando esos ministerios estén obrando esas maravillas —que son los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías— estarán adoptados; eso es el ministerio de los Dos Olivos adoptados.

Y primeramente estarán en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo; y luego llevarán el Evangelio a los judíos, y serán llamados y juntados 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu.

Vean, en Zacarías, capítulo 4, encontramos a los dos olivos, uno a cada lado del candelabro; y el candelabro es la Iglesia del Señor Jesucristo, tipifica a la Iglesia del Señor.

Y en el templo que construyó el rey Salomón, ¿dónde estaban los dos querubines de madera de olivo cubiertos de oro? En el lugar santísimo, que representa la etapa final de la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual corresponde a este tiempo final; porque la Iglesia del Señor Jesucristo es un Templo espiritual, el cual Cristo ha estado construyendo de etapa en etapa.

Por eso es que San Pedro nos dice en Primera de Pedro, capítulo 2, versos 4 en adelante, nos dice de la siguiente manera (y vamos a leerlo para que tengamos el cuadro claro); dice:

“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,

vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.

Y ahora, aquí Dios está construyendo una Casa, un Templo, un Tabernáculo, con piedras vivas: esto es con seres humanos. Esas son piedras vivas; así como la Piedra del Ángulo, la Piedra desechada por los maestros, por el Concilio del Sanedrín y el sumo sacerdote, ¿quién era? No era una piedra literal, era Jesucristo nuestro Salvador, el Hijo de Dios.

Y todos los hijos e hijas de Dios son piedras vivas también, que son colocadas ¿dónde? En el Templo espiritual que Jesucristo está construyendo.

Pablo decía: “¿No saben ustedes que ustedes son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”[4]. Y ahora, también nos habla de la Iglesia como un Templo espiritual. Y ahora, dice también que el que destruya el Templo de Dios, Dios lo destruirá a él.

Por eso es que encontramos que para el tiempo final el juicio divino de la gran tribulación ¿qué será? El día de venganza del Dios nuestro.

¿Y qué es el día de venganza? El día en que Dios vengará la sangre de sus santos, de los mártires: de los mártires de la Iglesia del Señor Jesucristo y también de los hebreos que han sido martirizados.

Por eso Dios dice en el capítulo 32 de Deuteronomio…, capítulo 32 de Deuteronomio, Dios dice allí (vamos…), el verso 35:

“Mía es la venganza y la retribución;

A su tiempo su pie resbalará,

Porque el día de su aflicción está cercano”.

¿Ven? ¿De quién es la venganza? De Dios. Por eso Pablo decía: “Dad lugar a la ira”; él decía: “No os venguéis vosotros mismos”[5].

Por lo tanto, ¿qué es la venganza de Dios? Está representado, tipificado, en una corte. Y por cuanto la venganza de Dios es de acuerdo a la Corte celestial, y Dios es el Juez, y todo el poder y autoridad y todo el juicio lo ha dado a Jesucristo; por lo tanto, Dios, siendo el Juez Supremo, a través de Jesucristo es que juzgará a los vivos y a los muertos.

Y ahora, desde la Corte celestial es que el juicio divino saldrá para la humanidad.

Así como en una corte terrenal, vean ustedes, se llevan los casos para que sea el juez el que vengue, haga venganza de toda cosa que ha sucedido. Por eso la corte no permite que las personas se venguen a sí mismas, no pueden tomar la justicia por la mano; le toca al juez dictar el juicio.

Y Dios dice, Dios que es el Juez Supremo, dice: “No os venguéis vosotros mismos. Mía es la venganza”. Y Él es el que pagará a cada uno conforme a sus obras[6].

Y ahora, vean aquí en… Recuerden que para todo hay tiempo. Aquí en Deuteronomio, capítulo 32, verso 39 en adelante, dice:

“Ved ahora que yo, yo soy,

Y no hay dioses conmigo;

Yo hago morir, y yo hago vivir;

Yo hiero, y yo sano;

Y no hay quien pueda librar de mi mano.

Porque yo alzaré a los cielos mi mano,

Y diré: Vivo yo para siempre,

Si afilare mi reluciente espada,

Y echare mano del juicio,

Yo tomaré venganza de mis enemigos,

Y daré la retribución a los que me aborrecen.

Embriagaré de sangre mis saetas,

Y mi espada devorará carne;

En la sangre de los muertos y de los cautivos,

En las cabezas de larga cabellera del enemigo.

Alabad, naciones, a su pueblo,

Porque él vengará la sangre de sus siervos,

Y tomará venganza de sus enemigos,

Y hará expiación por la tierra de su pueblo.

Vino Moisés y recitó todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo, él y Josué hijo de Nun”.

Y ahora, con el día de venganza del Dios nuestro, donde Dios tomará venganza de todos los que han destruido el pueblo de Dios, el pueblo hebreo, y los que han destruido la Iglesia del Señor Jesucristo; ahora, con ese día de venganza, en donde Dios vengará la sangre de todos Sus siervos, será expiada la Tierra.

Siempre para que haya una expiación tiene que haber muerte y sangre.

Y ahora, esto también lo dice en Números, capítulo 35…; Números 35, verso 30 al 34, dice:

“Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida; mas un solo testigo no hará fe contra una persona para que muera”.

¿Ven? Se necesitan dos o tres testigos.

Y para que venga el juicio divino de la gran tribulación o el juicio divino que será derramado en la gran tribulación, tienen que haber dos o tres testigos.

Y ahí tenemos, en Apocalipsis, capítulo 11, los Dos Testigos, que profetizarán de las cosas que han de suceder, los juicios divinos que han de venir; porque esos ministerios recibirán la revelación divina directamente del Trono de Dios, a través de Jesucristo, y la darán a conocer a la humanidad. Y como estará siendo anunciado, profetizado, así va a suceder.

O sea que las noticias del Cielo de las cosas que van a suceder en la Tierra durante la gran tribulación estarán viniendo a través de un TELE-VISOR; un televisor: uno que ve más que los demás.

Un profeta es un televisor: uno que capta la señal del Cielo, recibe la Voz directamente de Dios, y la trasmite a la humanidad. Es un transmisor de la Voz de Dios.

Y ahora… Por eso ustedes encuentran a través del Antiguo Testamento a hombres a los cuales Dios les dijo: “Di al pueblo tal cosa”. ¿Ve? Están transmitiéndole al pueblo lo que Dios ha dicho. La Voz de Dios está siendo transmitida a través de esos hombres, de esos profetas.

Un profeta es un hombre con las dos consciencias juntas, y por esa causa puede oír y puede ver en otras dimensiones; y por consiguiente, puede oír la Voz de Dios y transmitir al pueblo de Dios todo lo que Dios está diciendo.

Miren aquí lo que dice Dios al profeta Jeremías. Dice en el capítulo 1 de Jeremías, verso 4 al 10:

“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo:

Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones (o sea que nació profeta)”.

Los profetas no se hacen profeta; no se hacen profeta estudiando mucho, no se hacen profeta orando mucho, sino que nacen profetas: nacen con las dos consciencias juntas.

El resto de las personas nace con las dos consciencias separadas; pero los profetas nacen con las dos consciencias juntas; y por eso es que estando despiertos pueden ver en otras dimensiones, o escuchar también.

Sigue diciendo:

“Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.

Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande”.

Y ahora vean, el portavoz de Dios aquí en este pasaje es Jeremías. Sigue diciendo:

“No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.

Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca”.

¿Dónde Dios coloca Sus palabras? En la boca del profeta que Él envía para cada edad o para cada dispensación.

En Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 al 19, ahí también nos dice acerca de los profetas y acerca del profeta mesiánico. Aquí en Deuteronomio, capítulo 18, vean lo que nos dice; capítulo 18, verso 15, dice:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”.

¿Por qué Moisés dice: “A él oiréis”? Porque la Voz de Dios está (¿dónde?) en el profeta que Él envía.

Cuando una persona oye, escucha al profeta que Dios envía para el tiempo en que la persona está viviendo, está escuchando a Dios, está escuchando la Voz de Dios directa a través de un velo de carne.

Sigue diciendo en Deuteronomio, aquí el verso 18 y 19:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca (¿Dónde Dios coloca Sus palabras? En la boca del profeta que Él envía), y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

O sea, se las tendrá que arreglar con Dios, darle cuentas a Dios; porque Dios le va a pedir cuenta a la persona.

Lo que sucedió en Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12, donde Dios enviaba Su Palabra por medio de Sus profetas a través ¿de qué? De Su Espíritu Santo. Era el Espíritu Santo hablando a través de los profetas; era la Voz de Dios, por medio de Su Espíritu, a través de labios humanos. “No quisieron escuchar, y entonces vino gran enojo de parte de Dios”; y la ira de Dios vino sobre el pueblo.

Ahora, continuamos aquí leyendo en Jeremías, verso 10; dice [capítulo 1]:

“Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar”.

Vean, Dios ha colocado un hombre ahí sobre naciones. ¿Para qué?

“… sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, (y) para edificar y para plantar”.

¿Ven? Dos trabajos para llevar a cabo.

Y sin embargo las personas veían un hombre; pero ese hombre era un profeta de Dios, y estaba conectado directamente con el Trono de Dios; y por consiguiente, la Voz del Trono de Dios, la Voz de Dios, venía a la raza humana en esos días a través del profeta Jeremías.

Y lo que él hablara de juicio, de maldición: se materializaría; lo que él hablara de bendición: se materializaría.

Y ahora, encontramos que así es como Dios ha obrado todo el tiempo.

Y ahora, siendo que estamos hablando de la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra, si hay una Voz tiene que haber un instrumento a través del cual escuchemos esa Voz.

Y ahora, siendo que es la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra, y por consiguiente tiene que ver con el juicio divino que va a venir sobre la raza humana, que comenzará con un terrible terremoto, que conmoverá los Cielos y la Tierra…; o sea, va a suceder algo muy grande.

Pero eso no ha sucedido. ¿Por qué? Porque la paciencia de Dios es para salvación de todos aquellos que van a recibir a Cristo como su Salvador y van a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Así como la paciencia de Dios en los días de Noé: desde el momento en que Dios le dijo a Noé que iba a destruir la raza humana, después de eso trascurrieron 100 o 120 años. Y la gente podía decir: “Noé está diciendo eso hace ya 10 años”, después: “ya hace 20 años”; “ya hace 30 años está diciendo lo mismo y no sucede”.

¿Pero qué sucedía? No era la paciencia de Dios hacia aquellos incrédulos, era la paciencia de Dios hacia Noé, porque Noé era un creyente.

Y la paciencia de Dios hacia Noé era ¿por qué? Porque Noé estaba construyendo el arca y no había terminado.

Si Noé tardaba 500 años, Dios tenía que esperar 500 años. Si Noé tardaba 50 años, pues vendría a los 50 años el diluvio; porque Noé entraba al arca y ya escapaba del juicio que iba a venir.

Dios siempre tiene una forma para escapar del juicio divino.

¿Cuál es la forma que Él tiene, para el Día Postrero, para escapar del juicio divino? Nuestra transformación y el rapto.

Al ser transformados nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; y ya tendremos tres años y medio de la gran Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, donde estaremos recibiendo grandes galardones, mientras la humanidad estará aquí en la Tierra pasando por los juicios de la gran tribulación.

Ahora, siempre hay una forma para escapar.

Los que escaparon en el tiempo de Noé fueron los que escucharon la Voz de Dios en aquel tiempo.

Cuando en otros tiempos ha venido destrucción sobre la raza, ¿quiénes escaparon? Los que escucharon la Voz de Dios.

¿Quiénes escaparon cuando vino la destrucción sobre Jerusalén? Los que habían escuchado la Voz de Dios a través de Jesucristo. Cuando vieron a Jerusalén cercada de ejércitos…

Cristo les dijo: “Cuando ustedes vean a Jerusalén cercada de ejércitos, llegó su destrucción. El que esté fuera, no entre a Jerusalén; el que esté dentro, salga de Jerusalén”[7].

¿Ven? Y los creyentes en Cristo que estaban dentro de Jerusalén se fueron de Jerusalén. El general romano Tito, durante esos dos años que cercó a Jerusalén, les dio oportunidad para que salieran.

Vean, la misericordia de Dios fue eso: para que los que habían escuchado la Voz de Cristo, la Voz de Dios a través de Jesucristo, pudieran salir; porque Cristo les dijo: “Cuando ustedes vean a Jerusalén cercada de ejércitos, el que esté dentro de la ciudad, salga de ella”. ¿Ve? Y tenía entonces que haber oportunidad para salir.

O sea que aunque fue un poquito, pero Dios ablandó el corazón del general romano Tito por amor ¿a quién? A aquellos creyentes en Cristo que habían escuchado la Voz de Dios a través de Jesucristo; pues Dios por medio de Su Espíritu Santo estaba hablando a través de Jesucristo en Su ministerio terrenal.

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por (Su) Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.

Fue por medio de Jesucristo que Dios hizo el universo. En San Juan, capítulo 1, verso 1 al 18, nos habla de esto:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

¿Ve? Por lo tanto, encontramos que todo lo que Dios hace, lo hace a través de Jesucristo.

¿Y cómo podía Dios hacer cosas a través de Jesucristo, si Jesucristo cuando fue creado el universo, el cuerpo de Jesucristo no había nacido todavía? Pero Cristo estaba en Su cuerpo angelical.

Por eso pudo decir en el capítulo 8, verso 56 al 58, de San Juan: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver Mi día; y lo vio, y se gozó”. Le dijeron los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”. Cristo les dice: “Antes que Abraham fuese, Yo soy”.

¿Cómo era Cristo antes que Abraham? Era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; Cristo, el Ángel del Pacto.

Vean, aquí nos dice, en Malaquías, capítulo 3, que el que vendría después de Juan, al cual Juan le prepararía el camino…, vean aquí lo que dice de quién es esa persona. Dice… Capítulo 3 de Malaquías, verso 1, dice:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (¿Quién es ese mensajero? Juan el Bautista. Ya eso se cumplió); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.

¿Y quién es el Ángel del Pacto? El Ángel de Jehová, el que le dio la Ley al pueblo hebreo en el monte Sinaí. Por eso es que dice San Pablo que Dios dio la Ley al pueblo por medio de ángeles; en Hebreos, capítulo 2; y en el libro de los Hechos también[8].

En Hebreos, capítulo 2, dice, verso 2:

“Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,

¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron”.

Y ahora, encontramos que la Palabra dicha por los ángeles es la Palabra dicha por el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical.

Y ahora, veamos aquí en el capítulo 7 del libro de los Hechos, verso 53; aquí vamos a ver lo que nos dice. Esteban predicando dice…, verso 53, dice… Aun un poco antes: verso 51 en adelante, dice:

“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo (vean, resistían siempre al Espíritu Santo desde el Antiguo Testamento); como vuestros padres, así también vosotros.

¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;

vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis”.

Y ahora, “por disposición de ángeles”: el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto; ese Ángel de Jehová que aparece aquí en el Éxodo, en el capítulo 3, y también en el capítulo 23 del Éxodo.

Vean aquí, capítulo 3 del Éxodo… capítulo 3 del Éxodo, nos dice… Capítulo 3, verso 1 en adelante, del Éxodo, dice:

“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.

Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.

Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.

Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.

Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”.

Y ahora, el Ángel de Jehová luego aparece que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; aparece que es Jehová. ¿Por qué? Porque Dios está en Su Ángel, el Ángel de Jehová. Y el Ángel de Jehová es Cristo en Su cuerpo angelical.

Por eso también cuando le pregunta cuál es Su Nombre, le da cuatro consonantes, que son: la ‘Y’, la ‘H’, la ‘W’, ‘H’, por nombre.

Luego acá, en el capítulo 23 del Éxodo, versos 20 al 23, dice:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz…”.

Y ahora, Dios dice que escuchen la Voz ¿de quién? Del Ángel – de Su Ángel, del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto. ¿Por qué? Porque Dios estaría hablando a través de Su Ángel.

“Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

¿Dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel de Jehová.

Por eso cuando vino el Ángel de Jehová en carne humana, siendo precursado por Juan el Bautista, cuando apareció el Ángel de Jehová en forma de hombre, ¿qué sucedió? Él dijo en San Juan, capítulo 5, verso 43: “Yo he venido en Nombre de Mi Padre, y no me recibís; cuando otro venga en su propio nombre, a él recibiréis”.

Ese “otro” es el anticristo, el hombre de pecado, al cual el pueblo hebreo recibirá.

Recuerden que cuando Cristo fue juzgado por Pilato, y Pilato luego le dice a los judíos (porque ellos pidieron la muerte de Cristo, la crucifixión), Pilato les dice: “¿He de matar, he de crucificar a vuestro rey?”; ellos le dicen: “Nosotros no tenemos rey sino a César”[9].

¿Ven? César es un emperador que pertenece al reino de los gentiles, y por consiguiente viene de la línea del reino babilónico, que luego va pasando de la etapa del imperio babilónico a la etapa del imperio medo-persa; y de la parte – de la etapa del imperio medo-persa a la etapa del imperio de Grecia; y luego de la etapa del imperio de Grecia a la etapa romana. ¿Ven? O sea, va pasando de la cabeza de oro, al pecho y los brazos de plata, al vientre y los muslos de bronce, y después a las piernas de hierro, y luego a los pies de hierro y de barro cocido[10].

Y ahora, de esa línea del reino de los gentiles es César; y ellos dicen que no tienen otro rey sino a César.

Por lo tanto, vean…; y de ese reino es que viene el anticristo, el hombre de pecado; a ese ellos recibirán. Eso ya es una profecía; por lo tanto, eso es de esa manera.

Ahora, Cristo fue rechazado, y hubo un propósito en eso: tenía que efectuarse el Sacrificio de la Expiación por los pecados de todos los hijos e hijas de Dios que estaban dispersos por el mundo entero.

Así como en el Antiguo Testamento se efectuaba el sacrificio de la expiación por los pecados del pueblo el día diez del mes séptimo de cada año…; en donde se sacrificaba el macho cabrío de la expiación, y los que arrepentidos de sus pecados pedían perdón a Dios y se acercaban a Dios: alcanzaban la misericordia de Dios, el perdón de Dios, y quedaban reconciliados con Dios.

El que no venía a arrepentido de sus pecados, el que no venía afligido en su alma por haber pecado contra Dios, arrepentido por haber pecado contra Dios: no quedaba reconciliado con Dios, y perdía el derecho a vivir un año más: Dios lo cortaba de en medio del pueblo.

Ahí encontramos que el sacrificio de ese macho cabrío de la expiación por Jehová tipifica a Cristo muriendo en la Cruz del Calvario.

Y murió por nuestros pecados. O sea que en lugar de nosotros morir por nuestros pecados, Cristo tomó nuestros pecados, se hizo pecado por nosotros, y murió en lugar de nosotros; murió como pecador, porque llevó nuestros pecados; aunque Él de Sí mismo no tenía pecado.

Y luego encontramos que el macho cabrío por Azazel… Eso está en Levítico, capítulo 16, verso 1 en adelante; y capítulo 23, versos 26 al 29, de Levítico. El macho cabrío por Azazel, el cual no era sacrificado; sino que cuando el sumo sacerdote terminaba sus labores con el macho cabrío que era sacrificado, luego venía, salía del lugar santísimo, colocaba las manos sobre el macho cabrío que estaba vivo, y confesaba los pecados del pueblo sobre ese macho cabrío; y lo enviaba, por un hombre que ya estaba destinado para eso, lo enviaba por medio de ese hombre lejos al desierto, llevando los pecados del pueblo.

Ese macho cabrío también tipifica a Cristo.

Un macho cabrío que muere, que tipifica a Cristo; y otro macho cabrío que no muere y tipifica a Cristo también.

Cristo cuando murió, luego llevó nuestros pecados lejos, porque Él fue a donde estaban los espíritus encarcelados que fueron desobedientes en el tiempo de Noé; o sea que fue al infierno; porque todo pecador tiene que ir al infierno, ese es el lugar que le corresponde al pecador.

Y allí predicó a los espíritus encarcelados[11]; y también Él le quitó las llaves del infierno y de la muerte al diablo; y Él dejó allí nuestros pecados.

Por eso cuando resucita, resucita justificado, como si nunca hubiera tenido pecado; resucita justificado, porque para resucitar glorificado, para poder ir al Cielo, tenía que resucitar sin pecado.

Y ahora, encontramos que Cristo en Su cuerpo angelical es el macho cabrío por Azazel; y Cristo en Su cuerpo físico es el macho cabrío por Jehová. ¿Ven lo sencillo que es todo? Ambos tipifican a Cristo.

Cristo en Su cuerpo angelical no murió, lo que murió fue Su cuerpo físico; pero luego fue resucitado glorificado. Y luego Él estuvo unos 40 días en la Tierra.

Pero antes de eso, enseguida que resucitó, vean, Él tenía que subir al Padre; por eso no permitió que lo tocaran[12]. Pero luego, más adelante, permitió que lo tocaran. Tenía que presentarse primero delante del Padre, subir al Padre, y después volver. Esa es la explicación para esos pasajes.

Ahora, encontramos que Cristo lleva unos dos mil años en el Cielo con Su cuerpo glorificado.

Recuerden que…, un detalle muy importante: no conocían a Cristo cuando resucitó.

Cuando los muertos en Cristo resuciten, los que eran ancianitos ¿cómo van a resucitar? En un cuerpo nuevo, glorificado, y joven. En la resurrección las personas serán jóvenes, cuerpos que representarán de 18 a 21 años de edad.

Hubo un cambio en el cuerpo de Cristo: estaba glorificado; y por consiguiente, no lo podían conocer aun Sus discípulos más cercanos a Él.

Los caminantes de Emaús, miren, caminaron con Jesús y ni lo conocían; hasta que partió el pan, dando gracias partió el pan, y ahí lo conocieron; y se desapareció[13].

Lo otro, vean, podía aparecer y podía desaparecer; porque en el cuerpo glorificado no hay limitaciones, es un cuerpo interdimensional. Y por cuanto es un cuerpo interdimensional, puede aparecer y puede desaparecer; en palabras más claras, puede pasar de esta dimensión terrenal a otra dimensión invisible y ya no lo pueden ver.

También, cuando ascendió al Cielo, una nube lo quitó de la vista de ellos.

Vean, Cristo en Su cuerpo glorificado está tan joven como cuando subió al Cielo; porque en el cuerpo glorificado la persona no se pone vieja.

Y nosotros tenemos la promesa de que Cristo nos va a dar un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. ¿Cuándo? A la Final Trompeta. Recuerden que es a la Final Trompeta[14].

La Trompeta es la Voz de Dios, la Voz de Cristo.

Y ahora, encontramos que en el Antiguo Testamento era reunido el pueblo con el sonido de trompeta. Y a través de las diferentes etapas de la Iglesia, con el sonido de la Trompeta del Evangelio de la Gracia han estado siendo juntados los escogidos de cada etapa de la Iglesia.

Y para el Día Postrero tendremos la Trompeta del Evangelio de la Gracia y la Trompeta del Evangelio del Reino. Eso corresponde a los Dos Olivos, a Moisés y a Elías.

Y será la única ocasión, en la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo, que se estará escuchando en la Iglesia del Señor Jesucristo la Gran Voz de Trompeta del Evangelio de la Gracia y la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino.

La Gran Voz de Trompeta del Evangelio de la Gracia gira alrededor de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, para darnos la fe para recibir la transformación interior: recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, siendo bautizados en agua en Su Nombre, recibiendo Su Espíritu Santo, y obteniendo así el nuevo nacimiento; y así obtenemos esa transformación interior; así es como nacemos a la vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ya tenemos vida eterna. Aunque nuestro cuerpo físico todavía no tiene vida eterna, pero nuestra alma tiene vida eterna.

Y ahora, nos falta recibir la adopción física, que es la redención del cuerpo: que será la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y la transformación de nosotros los que vivimos.

Y esto…, para obtener esta transformación física, estaremos escuchando la Gran Voz de Trompeta, con la cual son llamados y juntados los escogidos de Dios en el Día Postrero.

Y así estaremos escuchando directamente la Voz de Dios, y estaremos obteniendo el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto; porque la Voz de Dios estará hablándonos de todas estas cosas que deben suceder pronto, incluyendo los juicios divinos que han de venir sobre la raza humana.

Y ahora, veamos aquí, en el libro del Apocalipsis, en el capítulo 4, Cristo con esa Voz de Trompeta dice:

“Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Y luego, para obtener el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder, ¿quién será el instrumento que Cristo tendrá para hablarnos todas estas cosas que deben suceder pronto? Que lo diga aquí el mismo Cristo, porque si Él lo dice nosotros no tenemos que opinar nada. Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

Es a través del Ángel del Señor Jesucristo que la Iglesia del Señor Jesucristo escuchará todas estas cosas que deben suceder pronto; escuchará el misterio de todas estas cosas que han de suceder en el tiempo final.

En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, también Cristo dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.

Y ahora, el Enviado de Jesucristo para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder es el Ángel del Señor Jesucristo. Es a través de este Ángel que Cristo estará manifestándose en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, y estará hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto.

En San Juan, capítulo 13, verso 20, Cristo dice:

“De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”.

Y ahora, ¿quién es el Enviado aquí para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto? El Ángel del Señor Jesucristo.

¿Y cómo será posible que escuchando y recibiendo al que Cristo envía estaremos recibiendo a Cristo, y estaremos, por consiguiente, recibiendo al que envió a Cristo: al Padre? Porque en Su Enviado estará Cristo en Espíritu Santo, y estará Dios manifestado hablándole a Su pueblo todas estas cosas que deben suceder pronto.

Este Ángel de sí mismo no hablará nada, sino que hablará todo lo que le será dado para el pueblo.

Juan el apóstol quiso adorar a este Ángel, y el Ángel le dijo que no lo hiciera[15]. Este Ángel no es el Señor Jesucristo; es un profeta, y está en cuerpo espiritual. Dios es el Dios de los espíritus de los profetas.

Un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión.

Y este Ángel está en su cuerpo angelical dándole a Juan la revelación del Apocalipsis. Así como estaba en el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová dándole la revelación a Abraham, a Moisés y a todos los profetas que Él envió; pero al final se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo.

Y para el tiempo final, este Ángel del Señor Jesucristo, que ha estado todo el tiempo en la Iglesia de Jesucristo en su cuerpo angelical: estará en carne humana; y ese será el instrumento de Jesucristo a través del cual Cristo hablará todas las cosas que han de suceder.

Y la Voz de Dios, el Padre, a través de Cristo en Espíritu Santo, estará hablando a través de Su Ángel Mensajero; y esa será la Voz que estremecerá no solamente la Tierra sino los Cielos también. Todo lo que sea hablado por esa Voz, acontecerá de esa manera.

Vean, aquí tenemos en diferentes lugares del Apocalipsis las profecías de estas cosas que han de suceder. Por ejemplo, tenemos aquí en el capítulo 14, verso 6 en adelante, donde dice:

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,

diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado”.

Es el Ángel Mensajero del Día Postrero que estará señalando el momento cuando estará llegando la hora del juicio divino, la hora del día de venganza del Dios nuestro; la hora que aparece en Isaías, capítulo 61, verso 1 al 2.

Recuerden que Jesucristo leyó ese pasaje en San Lucas, capítulo 4; y se detuvo a la mitad del verso número 2, donde dice: “Para predicar el día – el año de la buena voluntad de Jehová”. Y ahí se detuvo. Si continuaba leyendo, decía: “Y el día de venganza del Dios nuestro”.

¿Por qué no leyó esa otra parte? Porque el día de venganza del Dios nuestro es para ser predicado en este tiempo final por Cristo en Espíritu Santo a través de Su Enviado, que será el Ángel del Señor Jesucristo, a través del cual Cristo estará dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Y ahora veamos otras Escrituras que nos hablan acerca de estas cosas.

En Apocalipsis, capítulo 10…

Recuerden que Juan el apóstol, en la revelación apocalíptica representa a la Iglesia del Señor Jesucristo y a los mensajeros que Cristo enviaría a Su Iglesia; ahí están representados los apóstoles, están representados San Pedro, San Pablo y los demás mensajeros que Cristo enviaría a Su Iglesia.

Por lo tanto, cuando Juan escucha la Voz de Dios, ¿a través de quién la escucha? A través del Ángel del Señor Jesucristo. Es a través del Ángel que viene la revelación de Jesucristo. Por eso Juan quiso adorar al Ángel; y el Ángel le dijo que no lo hiciera; Juan dice que quiso adorar al Ángel que le había mostrado todas estas cosas.

Y ahora, vamos a ver algo más aquí.

En Apocalipsis, capítulo 10, encontramos que Cristo, luego que toma el Libro de los Siete Sellos, que está en la diestra de Dios, en Apocalipsis, capítulo 5; luego en Apocalipsis, capítulo 6, abre seis Sellos; y en Apocalipsis, capítulo 8, abre el Séptimo Sello. Y luego en Apocalipsis, capítulo 10, viene con el Librito abierto en Su mano.

Este Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, es Cristo; y viene con el Librito abierto en Su mano, viene con el Libro de los Siete Sellos abierto.

El Libro de los Siete Sellos es el Libro de la Vida del Cordero, es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, es el Título de Propiedad de la vida eterna.

Y ahora, este Título de Propiedad lo tuvo Adán; y ahora, por cuanto Adán pecó: regresó a la diestra de Dios. Y Cristo, el segundo Adán, lo toma en Apocalipsis, capítulo 5. Esto todavía no ha ocurrido. Cristo no puede levantarse del Trono del Padre (donde está haciendo intercesión como Sumo Sacerdote con Su propia Sangre, por cada persona que lo recibe como Su Salvador) hasta que entre hasta la última oveja, el último escogido, a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y entonces, cuando se complete la Iglesia: ya Cristo ha terminado Su Obra de Intercesión como Sumo Sacerdote, se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo.

Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 en adelante, dice:

“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.

Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra (aguas representa pueblos, naciones y lenguas);

y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces”.

Y ahora, las voces de los Siete Truenos es la Voz de Cristo como el León de la tribu de Judá. Por eso el anciano le dijo a Juan en el capítulo 5: “No llores. He aquí, el León de la tribu de Judá ha vencido para abrir – tomar, abrir el Libro y desatar sus siete sellos”[16].

Sigue diciendo:

“Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.

Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,

y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más…”.

¿Qué tiempo? El tiempo de redención habrá terminado.

Y de ahí en adelante: el que esté sucio permanecerá sucio; porque ya la Sangre de la Expiación, la Sangre de Cristo, ya no estará en el Trono del Padre, no estará en el Trono de Intercesión, no estará en el Propiciatorio en el Trono de Dios en el Cielo, porque ya Cristo habrá terminado Su Obra de Intercesión.

Y por consiguiente, cuando Cristo toma el Título, lo abre y lo trae a la Tierra, ya el tiempo de redención ha terminado.

“… sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.

La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.

Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.

Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.

Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.

Es la primera ocasión —aquí profetizado— que el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, será entregado a un hombre que se lo comerá.

Adán lo tuvo, y no se lo comió. Jesucristo lo recibe, y no se lo come; pero se lo entrega a un hombre.

¡El Libro más importante de los Cielos!, del cual no había ninguna persona digna de tomar ese Libro y abrirlo, ni siquiera de mirarlo, y ahora Cristo lo toma —que era el único digno de tomarlo— y se lo entrega a un hombre.

¿Qué está haciendo Cristo? Está entregándole el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, el Título de la vida eterna.

Por lo tanto, ese Título… Sin ese Título no habrá resurrección ni tampoco habrá transformación para los escogidos. Se necesita que Cristo tome el Título de Propiedad en el Cielo, y lo traiga a la Tierra y se lo entregue a un hombre; y ese hombre recibe la orden de profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.

Y luego, en el capítulo 11, ahí está ya el ministerio profético. Dice en el capítulo 11, verso 3 en adelante:

“Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio (esos son los ministerios que tendrán el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos).

Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.

Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos”.

En películas muestran, cuando muestran películas así de los Dos Olivos o de los Dos Testigos, muestran botando fuego por la boca; pero lo que eso representa es: hablando la Palabra. Esa Espada que sale de la boca del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, y del Hijo del Hombre de Apocalipsis, capítulo 1, es la Palabra.

Y ahora, tendrán la Palabra creadora para hablarla; y lo que hablan, ocurrirá; porque tendrán la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra.

Ahora, hemos visto dónde está la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra. Está en el misterio profético de los Dos Olivos, en el ministerio profético del que se comerá el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos; está en aquel que tendrá el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta del Día Postrero.

Esa Gran Voz de Trompeta es el Mensaje profético de Dios por medio de Cristo, por medio del Espíritu Santo a través del mensajero final, del Ángel del Señor Jesucristo.

En ese Ángel del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo (que es el único que tiene ministerios) estará operando esos ministerios, y estará hablando; y lo que estará hablando será la Voz de Dios. Eso será la Voz de Dios. Y esa es la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra.

Hemos visto que todo es sencillo. Todo es sencillo, pero todo está escondido aquí: en la Biblia, en el libro del Apocalipsis y en otros libros de la Biblia.

Vean, en San Mateo, capítulo 24, verso 31, Cristo dice:

“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos”.

La única forma para ser juntados los escogidos en el Día Postrero es por medio de los Ángeles del Hijo del Hombre, que son los Dos Olivos, que son los Dos Ungidos, que están delante de la Presencia de Dios.

Ese es el ministerio del Día Postrero a través del cual la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra estará hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto.

Por lo tanto, estemos atentos a la Palabra de Dios correspondiente a este tiempo final.

Estamos en el tiempo final, en donde Cristo está llamando y juntando a Sus últimos escogidos de Su Iglesia; y después llamará y juntará los escogidos del pueblo hebreo, que son 144.000 hebreos.

Ahí aparece, en Apocalipsis, capítulo 7, el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo, el cual llamará y juntará 144.000 hebreos. Eso está en el capítulo 7 del Apocalipsis, verso 2 en adelante.

El Ángel que viene con el Sello del Dios vivo. ¿Cuál es el Sello del Dios vivo? El Espíritu Santo. El Ángel que viene con el Espíritu Santo en él manifestado, hablándonos y dándonos a conocer todas estas cosas; y llamará también 144.000 hebreos.

Por eso es que han tratado de convertir al pueblo hebreo a Cristo y no han podido; aunque millones de hebreos han recibido a Cristo como Salvador. Pero los 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu, esos nadie los puede convertir a Cristo, excepto el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo, con el Espíritu Santo, a través del cual estará la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra.

Y estamos en el tiempo final, en el tiempo donde primeramente estará en medio de la Iglesia de Jesucristo la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra; y estará ¿dónde? En el Ángel del Señor Jesucristo. Estamos en el tiempo más grande y glorioso de todos los tiempos.

¿Y para qué estará hablándonos la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra? ¿Para qué estará hablándonos en medio de la Iglesia de Jesucristo? Para darnos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, para darnos esa fe.

Así como para obtener la transformación interior tuvimos que obtener la fe para esa transformación, la fe de Cristo: la fe, la revelación, de la Primera Venida de Cristo. ¿Y esa fe está dónde?, ¿esa revelación está dónde? En la predicación del Evangelio de la Gracia.

Con ninguna otra revelación la persona puede obtener la salvación y vida eterna; con ninguna otra revelación la persona podrá obtener el perdón de sus pecados, y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, y recibir el Espíritu Santo; tiene que obtener la revelación de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario. ¿Y dónde está esa revelación? Está en el Evangelio de la Gracia.

Y la revelación para obtener la transformación física, obtener nuestra transformación, está en el Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

¿La Segunda Venida de Cristo para qué es? Para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

La Primera Venida de Cristo fue para realizar el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Y ahora vean aquí: en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, dice:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra…”.

¿Para qué viene Cristo en Su Segunda Venida en el tiempo final? ¿Para qué lo estamos esperando? Para que transforme nuestro cuerpo.

“… el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (para que sea igual a Su cuerpo glorificado)”.

Muchas personas piensan que se van en el rapto con Cristo; pero sin el cuerpo glorificado no hay rapto, no hay arrebatamiento de la Iglesia. Y no hay transformación sin la Segunda Venida de Cristo.

Por lo tanto, estamos en el tiempo más grande y glorioso de todos los tiempos.

No habrá conocimiento del misterio de la Segunda Venida de Cristo, excepto a través de la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra.

La Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra es la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero en el Día Postrero, dándonos el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta, el Mensaje del Evangelio del Reino, juntamente con el Mensaje del Evangelio de la Gracia; dos Mensajes dispensacionales. Y esos son la Lluvia Temprana y la Lluvia Tardía cayendo sobre la Iglesia del Señor Jesucristo: la lluvia de la enseñanza.

Con la Lluvia Temprana de la predicación del Evangelio de la Gracia obtenemos la fe para ser transformados interiormente, la fe para creer en Cristo, recibirlo como nuestro Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, y obtener el nuevo nacimiento, y obtener un cuerpo angelical de la sexta dimensión.

Si hay un nacimiento: un cuerpo tiene que haber nacido; es un cuerpo angelical llamado también el Ángel de Jehová, que acampa en derredor de los que le temen y los defiende[17].

Es la clase de cuerpo de la cual le hablaron a Rode allá cuando Pedro tocó la puerta, cuando el Ángel lo sacó de la cárcel; y Pedro tocó la puerta donde estaban orando por él, y Rode dijo, cuando fue a ver, dijo: “¡Es Pedro!”. Y los que estaban allí orando por Pedro dijeron: “No. ¡Es su ángel!”[18]. ¿Ve? El Ángel de Pedro, que es el cuerpo angelical de Pedro.

Cada creyente en Cristo nacido de nuevo tiene su ángel, su cuerpo angelical. Por eso es que cuando el creyente muere, siendo un creyente en Cristo, muere, va en su cuerpo angelical al Paraíso; y vive allí hasta que Cristo complete Su Iglesia, y traiga a todos los muertos en Cristo en cuerpos físicos glorificados, los resucite, y a nosotros nos transforme.

Así que podemos ver que para este tiempo final: así como Dios por medio de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia ha estado hablando a través de la predicación del Evangelio de la Gracia; para el Día Postrero Cristo nos estará hablando con la Gran Voz de Trompeta, no solamente del Evangelio de la Gracia sino con la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino.

En ambos Evangelios encontramos la Gran Voz de Trompeta del Jubileo: la Gran Voz de Trompeta del Jubileo espiritual, para salvación y vida eterna, para los que reciben a Cristo como Salvador; y luego la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, para obtener la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

¿Y por qué estará predicando el Evangelio de la Gracia y el Evangelio del Reino el mensajero final? Porque todavía en la Tierra habrá personas que necesitarán recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Y reciben a Cristo escuchando la predicación del Evangelio de la Gracia; y entonces nace la fe de Cristo acá, en el alma, y creen; porque “la fe viene por el oír” la Palabra, el Evangelio[19]; “y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”[20].

Por lo tanto, estará trabajando en esa labor el Ángel del Señor Jesucristo: estará evangelizando, llevando el Evangelio de la Gracia; y también juntamente el Evangelio del Reino, para darnos también la fe para la transformación y arrebatamiento o rapto de la Iglesia.

Por lo tanto, el grupo del Día Postrero, de los escogidos del Día Postrero, la Iglesia de Jesucristo, será el único grupo que tendrá ambas Lluvias: Lluvia Temprana y Lluvia Tardía; tendrá ambas Trompetas: la Trompeta del Evangelio de la Gracia y la Trompeta del Evangelio del Reino; tendrá ambos Evangelios: el Evangelio de la Gracia y el Evangelio del Reino. Y no hay contradicción en el Evangelio del Reino y el Evangelio de la Gracia.

Por lo tanto, el mensajero del Día Postrero, en donde estará la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra, sabrá hacer la diferencia que hay entre el Evangelio de la Gracia y el Evangelio del Reino.

Por lo tanto, no habrá confusión tampoco, sino más luz, para comprender las cosas que no podíamos comprender en otros tiempos, en otras edades; porque eran cosas que solamente con la predicación del Evangelio del Reino serían abiertas a nosotros.

Por lo tanto, para este tiempo estaremos escuchando: “LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”. Esa es la Voz de Dios, la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo a través de Su Ángel, el Ángel del Señor Jesucristo.

“LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”.

Ha sido para mí un privilegio grande y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”.

Muchas gracias, amables amigos, ministros compañeros en el Evangelio de Cristo en la Iglesia del Señor Jesucristo, muchas gracias por vuestra presencia aquí y vuestra atención. Saludos de mi parte para vuestras congregaciones, para todos los hermanos de vuestras congregaciones; y sepan que pronto Cristo completará Su Iglesia, y de ahí en adelante entramos a una nueva etapa del Programa Divino.

Todavía Cristo está en el Cielo, en Su Trono de Intercesión; todavía la Segunda Venida de Cristo no se ha realizado; todavía la Venida del Ángel Fuerte no se ha realizado; porque Cristo todavía está en el Trono del Padre haciendo Intercesión con Su Sangre.

Él está como Sumo Sacerdote hasta que haya entrado a Su Iglesia hasta el último escogido.

Luego es que Él se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, lo abrirá en el Cielo, y hará Su Obra de Reclamo. Y le dará el Título de Propiedad a un hombre, que será Su Ángel, para que se lo coma y profetice sobre muchos pueblos, naciones y lenguas; o sea, predique, profetice, los juicios divinos que han de venir sobre la raza humana, predique las plagas.

Es como Moisés: Dios le ordenó a Moisés predicar las plagas. Le decía: “Di que va a venir tal cosa”. Si Moisés no lo decía, no venía. Pero Moisés iba y lo decía, y ocurrían las cosas. ¿Por qué? Porque es la Palabra creadora de Dios en los labios de un hombre; y cuando ese hombre hablaba esa Palabra: se materializaba, porque es la Palabra creadora de Dios.

Como cuando Dios dijo: “Sea la luz”[21], y fue la luz. ¿Ve? Es lo mismo. Ahora Dios hablando a través de hombres, de profetas. Así ha sido siempre.

Vean, las cosas que Jesús profetizó se han ido cumpliendo cada una en su debido tiempo. ¿Por qué? Porque eso era la Palabra creadora de Dios. Así también profetizará este que se comerá el Título de Propiedad; porque la orden es:

“Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.

Y luego, en Apocalipsis, capítulo 11, los Dos Olivos están profetizando.

¿Qué es? Es el ministerio de los Dos Olivos en el que se come el Libro, el cual está representado en Juan el apóstol comiéndose ese Libro. Ahí está representando al Ángel del Señor Jesucristo, que en el Día Postrero recibirá el Título de Propiedad, el Libro, y se lo comerá; y profetizará los juicios divinos que han de venir sobre la Tierra, los profetizará sobre muchos pueblos, naciones y lenguas.

Por lo tanto, estamos cerca de que llegue ese – de que ese momento, de profetizar sobre muchos pueblos y lenguas, ocurra. Pero todavía la misericordia está extendida en el Cielo. Todavía hay misericordia en el Cielo, todavía estamos en la Dispensación de la Gracia, todavía la Puerta de la Misericordia está abierta.

Pero en San Lucas, capítulo 13, versos 25 al 27, dice que la Puerta va a ser cerrada. Cuando sea cerrada, ya no entrará ninguna otra persona a la Casa de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo; ya se habrá completado la Iglesia del Señor Jesucristo, y ya estaremos listos para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

“LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”.

Es la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo en el Ángel del Señor Jesucristo. Tan simple como eso.

Ha sido abierto ese misterio de Hebreos, capítulo 12, versos 25 al 29. Si consiguen al Ángel del Señor Jesucristo, conseguirán la Voz que conmoverá los Cielos y la Tierra.

El reverendo William Branham, cuando habló de ese Ángel, dijo: “Ese es un espíritu de profeta, es un profeta”[22]. Por eso es que el libro del Apocalipsis es un libro profético.

Bueno, ahí vamos a detenernos; y en otra ocasión estaremos viendo otros temas proféticos, en donde Dios nos permitirá comprender muchos misterios correspondientes a este tiempo final.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y les use grandemente en Su Obra en este tiempo final.

Y que vuestras iglesias sean bendecidas grandemente, y que Cristo añada más y más personas a vuestras congregaciones; y que Cristo les llene cada día más y más del conocimiento de Su Palabra revelada para el Día Postrero.

Y que Cristo les prospere a ustedes y a vuestras congregaciones espiritualmente y materialmente también; y les use a ustedes y a vuestras congregaciones grandemente en Su Obra en este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención, amados compañeros en el ministerio en este Día Postrero, en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Dejo nuevamente al reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión. Con nosotros el reverendo Miguel Bermúdez Marín.

Que Dios les bendiga a todos, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

“LA VOZ QUE CONMOVERÁ LOS CIELOS Y LA TIERRA”.

[Revisión agosto 2023 – DM-JR-PP]

[1] Hechos 1:3-9

[2] 1 Corintios 15:6

[3] San Marcos 16:19

[4] 1 Corintios 3:16-17

[5] Romanos 12:19

[6] San Mateo 16:27

[7] San Lucas 21:20-21

[8] Hechos 7:53

[9] San Juan 19:14-15

[10] Daniel 2:31-33, 2:36-43

[11] 1 Pedro 3:18-20

[12] San Juan 20:11-17

[13] San Lucas 24:13-31

[14] 1 Corintios 15:51-52

[15] Apocalipsis 19:10, 22:8-9

[16] Apocalipsis 5:4-5

[17] Salmos 34:7

[18] Hechos 12:13-15

[19] Romanos 10:17

[20] Romanos 10:10

[21] Génesis 1:3

[22] Citas, pág. 41, párr. 330

Scroll al inicio