Muy buenas tardes, amigos y hermanos presentes y radioyentes. Es para mí un privilegio y bendición estar con ustedes en esta ocasión, reunido para esta actividad, en donde esperamos las bendiciones de Dios, y esperamos que Dios nos hable directamente a nuestra alma y nos enseñe Su Palabra, como Él lo ha prometido.
Para esta ocasión tenemos el tema: “LIBERTADOS POR LA PALABRA DE DIOS”.
Para lo cual quiero leer unas Escrituras proféticas, las cuales se encuentran en Isaías, capítulo 59 y versos 19 en adelante, donde dice:
“Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él.
Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.
Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre”.
Y San Pablo, haciendo referencia a ese pasaje profético, que es un pasaje profético-mesiánico, el cual habla de la Segunda Venida de Cristo, dice San Pablo en Romanos, capítulo 11, versos 25 al 29:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles…”.
O sea, hasta que haya venido a Cristo hasta el último de Sus escogidos, hasta el último de los miembros de la Iglesia de Jesucristo de entre los gentiles. Y sigue diciendo:
“… y luego todo Israel será salvo, como está escrito:
Vendrá de Sion el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad.
Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados.
Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.
Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”.
Ahora, vean aquí cómo lo que dijo el profeta Isaías allá, San Pablo lo explica para ser cumplido en este tiempo final.
Nuestro tema es: “LIBERTADOS POR LA PALABRA DE DIOS”.
Dios, hablando por medio del profeta Isaías y por medio de San Pablo, nos habla que el Libertador vendrá a Sion y de Sion. Dice:
“Vendrá de Sion el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad”.
Ahora, vean cómo el Libertador estará en Sion, y Sion es la Iglesia del Señor Jesucristo; pues San Pablo, en su carta a los Gálatas y también en su carta a los Hebreos, nos habla de Sion. Por ejemplo, aquí en Hebreos, capítulo 12, verso 22 en adelante, dice:
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.
Ahora vean cómo Sion representa a la Iglesia del Señor Jesucristo, donde el Libertador estará manifestado en el Día Postrero para la gran liberación de todos los hijos e hijas de Dios; de lo cual también el apóstol San Pablo habló en el capítulo 8 de su carta a los Romanos, cuando dijo [verso 19]:
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
La redención de nuestro cuerpo, que es la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos, y la transformación de nosotros los que vivimos, de nuestros cuerpos, en donde seremos transformados y tendremos un cuerpo inmortal, incorruptible, eterno y glorificado, como el de nuestro amado Señor Jesucristo.
Esta es una promesa para todos los creyentes en Jesucristo que han recibido a Cristo como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo; y por consiguiente han nacido de nuevo, han nacido en el Reino de Dios; y por consiguiente tienen la promesa: para el Día Postrero recibir un cuerpo eterno y glorificado igual al del Señor Jesucristo. No importa que la persona físicamente haya muerto, Cristo lo resucitará en el Día Postrero.
De eso habló Cristo en el capítulo 11 de San Juan, cuando fue a resucitar a Lázaro, hablando con María y con Marta. Aquí tenemos la conversación de Marta con Jesús: en el capítulo 11, verso 21 en adelante, dice:
“Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Ahora vean cómo Cristo aquí se presenta como la Resurrección y la Vida; y le dice a Marta que su hermano Lázaro, el cual había muerto y llevaba ya cuatro días de muerto, y estaba enterrado allí en una cueva, ahora Cristo le dice que va a resucitar; y María y Marta tenían el conocimiento de que vendría una resurrección, y que sería para el Día Postrero.
¿Y por qué ellas sabían que la resurrección sería para el Día Postrero? Porque Jesús lo había enseñado. En el capítulo 6 de San Juan, verso 39 al 40, dice Jesús:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
¿Cuándo resucitará a los creyentes en Él que han partido? En el Día Postrero. Esta es una promesa para los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo que lo han recibido como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo; por lo tanto, resucitarán en la primera resurrección; y esa resurrección es para vida eterna, con un cuerpo eterno y glorificado como el cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo; y es para el Día Postrero.
Y ahora, ¿cuál es el Día Postrero? “Un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”, dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8. Y esto es algo que no podemos ignorar, dice el apóstol San Pedro; pues si ignoramos esta verdad entonces no podremos entender lo que son los días postreros y lo que es el Día Postrero.
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.
De esto también dio testimonio el profeta Moisés en el Salmo 90 y verso 4.
Y ahora, un día delante del Señor es mil años para los seres humanos. Por eso es que San Pablo y San Pedro, hablando en el tiempo en que ellos vivieron, y hablando del tiempo en que Jesús tuvo Su ministerio, dicen ellos que eran los días postreros; y han transcurrido ya dos mil años.
¿Y cómo puede ser que aquellos eran los días postreros y han pasado ya dos mil años? Vean ustedes, Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 2, dice San Pablo:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.
¿Cuándo dice que Dios habló por medio de Su Hijo? En los postreros días. Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio, y por consiguiente comenzaron los días postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los milenios postreros.
¿Ven lo sencillo que es la Palabra profética? Cuando nos habla de los días postreros, son los días postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los milenios postreros.
¿Y cuáles son los milenios postreros delante de Dios o delante de los seres humanos? Son el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.
Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzaron los días postreros, porque comenzó el quinto milenio; y en el primer tercio del quinto milenio, Jesús tuvo Su ministerio.
Y ahora, el calendario está atrasado. Si lo dejamos como está, pues miren, faltan solamente dos años y medio para terminar el segundo de los días postreros, o sea, el milenio número sexto; faltan solamente dos años, y luego comenzará el milenio, el Día Postrero número tres, o sea, el milenio postrero, que es el Día Postrero delante de Dios, el cual es el séptimo milenio.
Y ahora, vean ustedes cómo (esto es si dejamos el calendario como está) faltan solamente dos años y medio para terminar el sexto milenio, que es el segundo de los milenios postreros; y luego comenzará el tercero de los milenios postreros, que es el séptimo milenio de estos milenios de Adán hacia acá.
Y ahora, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, pues ya estamos en el séptimo milenio, y bien adentrados en el séptimo milenio. Estamos, del séptimo milenio, del año 25 al año 30 del séptimo milenio, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene.
En la Primera Venida de Cristo Él tuvo Su ministerio del año 26 al año 29 del quinto milenio.
Y ahora nos encontramos en un tiempo paralelo, en un nuevo milenio, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene; pero si no le añadimos los años de atraso que tiene, pues solamente faltan dos años y medio.
Faltan 5 meses (más o menos) de este año 1998; faltan 12 meses, o sea, un año, del año 1999; y doce meses o un año del año 2000; y luego se entra al año 2001, que es el primer año del séptimo milenio y primer año del siglo XXI.
Ahora, vean ustedes, el séptimo milenio es el Día Postrero delante de Dios, en donde el pueblo de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo será completada; y los muertos en Cristo resucitarán, y nosotros los que vivimos seremos transformados. Pues Él dijo que en el Día Postrero Él resucitará a los creyentes en Él que han muerto físicamente: “… y yo le resucitaré en el día postrero”, o sea, en el séptimo milenio. Ahora, no dijo en que año del séptimo milenio.
Y ahora, la transformación de nosotros los que vivimos es también para el Día Postrero, o sea, para el séptimo milenio, porque la transformación nuestra ocurre luego que los muertos en Cristo hayan resucitado.
Y ahora, conscientes de esta realidad, tenemos que comprender que la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos es la Obra de liberación que Jesucristo hará: Para los que han muerto, los libertará de la muerte física resucitándolos en un cuerpo eterno y glorificado; y a nosotros los que vivimos nos transformará, y nos libertará así de lo mortal, lo corruptible y lo temporal, nos libertará de este cuerpo, transformándonos y colocándonos en un cuerpo eterno y glorificado.
De esta liberación es de la cual habló San Pablo cuando dijo que toda la Creación gime a una, y a una está de parto, ¿esperando qué? La libertad gloriosa de los hijos de Dios. Romanos, capítulo 8, donde habíamos leído, ahí nos dice [verso 19]:
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios”.
La manifestación de los hijos de Dios en cuerpos eternos y glorificados, iguales a nuestro amado Señor Jesucristo; porque así como Dios libertó al pueblo hebreo de Egipto y de la esclavitud allí en Egipto, y los llevó a una tierra prometida, ahora, vean ustedes, Cristo para este tiempo final libertará a todos Sus escogidos, todos los que han creído en Él: Si han muerto los resucitará en cuerpos eternos, y si estamos vivos cuando la resurrección ocurra, entonces seremos transformados; y así esta liberación gloriosa, esta manifestación gloriosa de los hijos de Dios en cuerpos eternos, se habrá cumplido en este tiempo final.
Todavía no hemos sido transformados y todavía los muertos en Cristo no han resucitado. ¿Por qué? Porque eso ocurre cuando haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios al Cuerpo Místico del Señor Jesucristo. Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, entonces los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seremos transformados.
Y estaremos viviendo en ese cuerpo eterno, y estaremos aquí en la Tierra por 30 o 40 días; y ahí se revelará Dios, el Libertador, el que nos libertará a nosotros, se revelará al pueblo hebreo; y entonces todo Israel será salvo.
Y luego nos iremos de aquí a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial; para estar allí por tres años y medio, en esa gran fiesta celestial, donde Cristo estará repartiendo los galardones por todas las labores que hemos efectuado en Su Reino, en Su Obra, en el tiempo que nos ha tocado vivir a nosotros, como también a los que vivieron en edades pasadas; o sea que esa gran fiesta es para recompensar a cada uno conforme a la obra que ha realizado cada persona. Cristo dijo en Apocalipsis, capítulo 22, verso 12:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.
Habrá una recompensa para cada persona, cada creyente en Cristo, por las labores que ha realizado en la Obra de Cristo.
En Apocalipsis, capítulo 19, versos 7 al 10, dice:
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado (Su Esposa es la Iglesia del Señor Jesucristo).
Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”.
Todas las personas que son llamadas a la Cena de las Bodas del Cordero son bienaventuradas, porque serán transformadas si están vivas, y serán llevadas en cuerpos eternos por Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Y los muertos en Cristo que han partido serán resucitados en cuerpos eternos, y también serán llevados a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial.
Ahora podemos ver cómo será que seremos libertados por la Palabra de Dios.
Ahora, veamos cómo Cristo nos dice. Él nos dice que Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y Él dice que nadie viene al Padre sino por Él.
Siendo que Él es el Camino, la Verdad y la Vida, como dice en San Juan, capítulo 14, verso 6 (y quiero leerlo directamente):
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Siendo que Él es la Verdad, veamos entonces lo que Él nos dice en el capítulo 8 de San Juan, y verso 32; dice Jesús:
“… y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Otras versiones dice1: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará”.
Esta Verdad que liberta es el Camino y es la Vida, es nuestro amado Señor Jesucristo; y Él es el Verbo que se hizo carne y habitó entre los seres humanos en medio del pueblo hebreo. En San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (o sea, Juan el Bautista).
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz (o sea, Juan el Bautista no era la Luz), sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino, y los suyos (o sea, el pueblo hebreo) no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (¿por qué? Porque reciben el Espíritu de Cristo y se efectúa en ellos el nuevo nacimiento, y nacen como hijos e hijas de Dios);
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Ahora podemos ver que el Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas, ahora se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo; y fue conocido por el nombre de Jesús de Nazaret.
Ahí tenemos el Verbo que era con Dios, o sea, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el que le apareció a Moisés en aquel árbol, aquella zarza, y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob”2.
El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, vean ustedes, es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Ángel del Pacto es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, llamado también el Verbo de Dios, y el Verbo que era con Dios y era Dios.
Y ahora, este Verbo, que era con Dios y era Dios, creó todas las cosas, por Él fueron hechas todas las cosas; y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Él es el que en el principio creó los Cielos y la Tierra. Dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”3.
Y ahora, vean ustedes cómo vino en carne humana, en aquel velo de carne llamado Jesús. Por eso cuando el profeta Malaquías habla de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, y anuncia que vendrá un mensajero preparándole el camino, el cual fue Juan el Bautista, dice el profeta Malaquías en el capítulo 3, verso 1:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ese fue Juan el bautista); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
¿Quién vendría? El Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto vendría. A Él es al cual Juan el Bautista le estaría preparando el camino. Y le preparó el camino al Ángel de Jehová, al Ángel del Pacto, el cual vendría en carne humana; y cuando lo vio dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Yo no le conocía, pero el que me mandó a bautizar me dijo: Sobre aquel que tú veas el Espíritu Santo descender en forma de paloma y permanecer sobre él, ese es Él; y yo le vi”4.
Y como lo vio descender sobre Jesús, al Espíritu Santo en forma de paloma cuando lo bautizó, dio testimonio de que Jesús era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Era nada menos que la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, viniendo en carne humana, en un hombre llamado Jesús de Nazaret.
Y allí estaba el Libertador, el que libertó al pueblo hebreo allá en Egipto y los guio a la tierra prometida; allí estaba el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob hecho hombre, hecho carne, en medio del pueblo hebreo; allí estaba el Yo soy, el que se le reveló a Moisés, y cuando Moisés le preguntó cuál era Su nombre, Él le dijo que era Yo soy5.
El Yo soy allí revelado a Moisés es el Jesucristo del Nuevo Testamento. Por eso ustedes encuentran en diferentes ocasiones que Jesucristo usa mucho el “yo soy”: “Antes que Abraham fuera, yo soy”6. Y también cuando Él habló de la Luz del mundo, Él dijo: “Yo soy la luz del mundo”7.
Lo encontramos usando el “yo soy” porque allí estaba el Yo soy, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, velado en un cuerpo de carne humana y revelado a través de ese cuerpo de carne humana.
El profeta Isaías había dicho que vendría Dios en medio del pueblo hebreo, cuando profetizó en el capítulo 7, verso 14, de su libro (del libro de Isaías), donde dice:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
Y Emanuel significa: Dios con nosotros8. Era Dios con los seres humanos en medio del pueblo hebreo, visitando la raza humana, para llevar a cabo la liberación del ser humano.
Y cuando Él tomó nuestros pecados y murió en la Cruz del Calvario, allí nos libertó. Y luego resucitó, ascendió al Cielo, y luego derramó Su Espíritu Santo sobre 120 personas que estaban en el aposento alto, las cuales nacieron allí de nuevo; porque para entrar al Reino de Dios, Cristo dijo que era necesario nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu9.
Los discípulos de Jesucristo no habían nacido de nuevo, hasta el Día de Pentecostés, donde vino el Espíritu Santo sobre los creyentes en Jesucristo: 120 que estaban reunidos allí esperando el Espíritu Santo; y allí nacieron de nuevo 120 personas, y así nació la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y del Día de Pentecostés hacia acá son millones de seres humanos que han creído en Cristo como nuestro Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido el Espíritu de Cristo; y han nacido de nuevo, han nacido en el Reino de Dios.
Y para este tiempo final están en la Tierra viviendo los que creerían en Jesucristo como nuestro Salvador, lavarían sus pecados en la Sangre de Cristo y recibirían Su Espíritu Santo; para así Cristo completar el número de Su Cuerpo Místico de creyentes, y luego resucitar a todos los creyentes del pasado que han muerto, y transformar a los creyentes en Él que viven, que han recibido el Espíritu Santo, o sea, que tienen aceite en sus lámparas, como fue mostrado en la parábola de las diez vírgenes10.
Fueron las diez vírgenes prudentes las que, en la venida del esposo, lo recibieron y entraron con él a las bodas. Y son las vírgenes prudentes: los creyentes en Cristo como nuestro Salvador, los escogidos de Dios, los primogénitos de Dios, los cuales en este tiempo final son llamados y juntados, los cuales en este tiempo final reciben la Venida de Cristo, la Venida del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, en este tiempo final, y entran con Él a las Bodas.
Y luego se cerrará la Puerta, para los escogidos (las vírgenes prudentes) ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo; y el resto se queda aquí en la Tierra para pasar por la gran tribulación, donde los juicios divinos serán derramados sobre la raza humana.
Pero vean ustedes, el Libertador…, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento, el cual en el Nuevo Testamento es nuestro amado Señor Jesucristo, el cual lo encontramos de etapa en etapa, de edad en edad, en Espíritu Santo llevando a cabo Su Obra correspondiente a cada edad, y llevando a cabo la liberación de cada persona que tiene su nombre escrito en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo; llevando a cabo esa liberación, ese éxodo espiritual, desde el Día de Pentecostés hacia acá; en donde los que escuchan la predicación del Evangelio y escuchan la enseñanza, la predicación de la Primera Venida de Cristo, y lo reciben como su Salvador, al escuchar que Él murió en la Cruz del Calvario por cada uno de nosotros y nos limpió de todo pecado con Su Sangre preciosa: al recibirlo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, recibimos el Espíritu de Cristo; y así nacemos de nuevo, y así tenemos esa liberación en nuestro interior.
Y para el Día Postrero obtendremos también la liberación física, en donde Él nos libertará físicamente dándonos un cuerpo eterno y glorioso.
Y así, nuestro Libertador, que es nuestro amado Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto, en este tiempo final estará en medio de Su Iglesia llevando a cabo esa liberación.
Pero primero tiene que concluir, o sea, completar la liberación espiritual sobre todos los hijos e hijas de Dios que estarán viviendo en este tiempo final. Y cuando termine esa liberación espiritual (en donde reciben a Cristo como su Salvador, y lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y reciben el Espíritu de Cristo, y son colocados en la edad correspondiente al Día Postrero), luego que termina esa fase o etapa espiritual, de liberación espiritual, luego efectuará la liberación física del cuerpo físico, en donde los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos físicos, eternos y glorificados, igual al cuerpo de Jesucristo, y nosotros los que vivimos pues seremos transformados.
Y ahí se habrá efectuado la liberación física también, de todos los escogidos de Dios que estarán viviendo en el Día Postrero y de los que vivieron en las edades pasadas; porque nuestro Libertador, que es nuestro amado Señor Jesucristo, nos libertará físicamente también en este tiempo final; porque Dios liberta a Su pueblo. Y seremos LIBERTADOS POR LA PALABRA DE DIOS, por el Verbo.
Y el Verbo vendrá en este tiempo final. Como vino dos mil años atrás, en carne humana, en aquel velo de carne llamado Jesús; para este tiempo final, el Ángel del Pacto, que es el mismo Jesucristo en Espíritu Santo, vendrá velado en carne humana, y revelado a través de carne humana, para llevar a cabo Su Programa correspondiente a este Día Postrero, y llamar y juntar a todos Sus escogidos, y prepararnos para ser transformados y raptados en este tiempo final.
Él viene, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es Jesucristo en Espíritu Santo, Él vendrá manifestado en carne humana en Su Ángel Mensajero en este tiempo final, para llevar a cabo la Obra correspondiente a este tiempo final. Eso será la Venida del Verbo, la Palabra encarnada en un hombre en este tiempo final.
Y si encontramos ese velo de carne, al Ángel del Señor Jesucristo, estaremos encontrando el instrumento en el cual Jesucristo en Espíritu Santo estará manifestado en este tiempo final, para todos nosotros recibir las bendiciones de Cristo, ser llamados, ser juntados y ser preparados para ser transformados en este tiempo final; para así, por medio de la Palabra de Dios, el Verbo manifestado en carne humana en el Día Postrero, obtener esa bendición de la liberación. Y así todos seremos libertados por la Palabra de Dios.
De esto también Dios habló al pueblo hebreo en este ciclo divino que le estableció al pueblo hebreo del año del jubileo, el cual es tipo y figura del ciclo divino en donde todos los creyentes en Cristo que partieron serán resucitados y nosotros los que vivimos seremos transformados.
En Levítico, capítulo 25, versos 8 al 13, dice Dios al profeta Moisés, y el profeta Moisés al pueblo hebreo:
“Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.
Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.
Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.
El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,
porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.
En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión”.
Este Año del Jubileo es el ciclo divino representado: el ciclo divino en el cual Dios libertará físicamente a todos Sus hijos que viven en esta Tierra, en este tiempo final, y a los que partieron en el pasado; porque en este ciclo del Año del Jubileo es que se suena o se toca la Trompeta del Año del Jubileo.
Esa es la misma Trompeta de la cual Cristo habló en San Mateo, capítulo 24 y verso 31, cuando dijo: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a todos Sus escogidos, desde un cabo del Cielo hasta el otro”.
Y también San Pablo, hablándonos de la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, nos dijo que sería tocada la Trompeta de Dios. Vamos a leer primero en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 14 al 17, donde dice:
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
Vean que nos dice que Cristo, el Señor, desciende del Cielo con Voz de mando, Voz de Arcángel y con Trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Ahora podemos ver ahí esa Gran Voz de Trompeta o Trompeta de Dios.
También en Primera de Corintios nos habló San Pablo, en el capítulo 15, verso 49 al 54, acerca de la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, y dijo:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (¿Por qué? Porque seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo).
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”.
O sea que no se puede heredar el Reino de Dios estando en el cuerpo de carne; tenemos que recibir un nuevo cuerpo. Y no podemos obtener la incorrupción en este cuerpo, sino que se requiere un nuevo cuerpo que sea incorruptible. O sea que no se puede continuar viviendo en este cuerpo de carne, que es mortal, corruptible y temporal, no se puede continuar viviendo por toda la eternidad.
Este cuerpo de carne tiene un límite de tiempo; para algunos son 10 años o 1 año, o 20 años, o 30 años, o 40 años, o 50 años, o 60 años, o 70 años u 80 años; y algunas veces pasan de los 80 años a los 90 años; y algunos pasan hasta 100 años, y 105 o 110 años también algunos llegan. En nuestro tiempo son muy pocos los que llegan a 100 años, pero llegan algunos.
Pero con todo y llegar a tan grande edad, vean ustedes, con todo y eso tienen que morir esos cuerpos físicos, porque son mortales, corruptibles y temporales; no pueden vivir eternamente esos cuerpos que nosotros tenemos de carne y sangre.
Para vivir eternamente físicamente, en un cuerpo físico, se requiere que sea un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo. Y ahora, eso es lo que Cristo ha prometido para todos los creyentes en Él.
Así que la persona, cuando escucha la predicación del Evangelio y recibe a Cristo como su Salvador, no es ningún tonto; es la persona más sabia que pueda haber en la Tierra: está asegurando su vida eterna en un cuerpo eterno. Y eso no es ser tonto. Eso es ser una persona lista, una persona inteligente, una persona consciente de que la vida no es solamente lo que vivimos aquí en este cuerpo mortal. Lo grande de la vida está en el cuerpo eterno.
Así que algunas personas son tan tacaños consigo mismos que a su alma no le dan la oportunidad de vivir eternamente, porque no reciben a Cristo como su Salvador; son personas que hasta consigo mismos son tacaños (no sé qué otra palabra se pueda usar). Pero, vean ustedes, tienen un alma ahí, que desea vivir eternamente, y hay solamente una forma de vida eterna.
Jesucristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”. Ese es el Camino, ahí está la Vida Eterna: es Jesucristo; recibiéndolo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en el Sangre de Cristo y recibiendo Su Espíritu Santo, y así naciendo de nuevo: y así recibiendo un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, igual al del cuerpo teofánico de Jesucristo. Y luego, en el Día Postrero, en el séptimo milenio, recibiremos el cuerpo físico y eterno que Él ha prometido para todos nosotros.
Ahora, vean ustedes la bendición tan grande que hay en creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo: la persona de nuevo nace, en el Reino de Dios, y así obtiene vida eterna; al recibir a Cristo y nacer de nuevo tiene vida eterna.
Cristo dijo en San Juan, capítulo 5, verso 24:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Cuando la persona no ha recibido a Cristo como su Salvador está en muerte; cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador, la persona ha pasado de muerte a vida eterna y ha recibido vida eterna. Y si muere físicamente, sigue viviendo, porque tiene vida eterna; sigue viviendo en su cuerpo teofánico que recibió cuando nació de nuevo. Y para el Día Postrero recibirá un cuerpo físico eterno, porque resucitará en un cuerpo físico y eterno y glorificado, y continuará viviendo físicamente también por toda la eternidad. Y nosotros pues seremos transformados en este tiempo final.
Primera de Corintios, continúo leyendo donde… en el verso 51 continúo leyendo, donde dice:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos (o sea, no todos vamos a morir); pero todos seremos transformados (o sea que todos vamos a recibir un nuevo cuerpo),
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta…”.
¿Qué Trompeta? La Final Trompeta. Esa es la misma Trompeta de la cual Cristo dijo: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta y juntarán a Sus escogidos”. Y esa es la misma Trompeta que fue simbolizada, tipificada, en la trompeta del año del jubileo que se sonaba, se tocaba el año cincuenta, en el mes séptimo, el día diez del mes séptimo, que era el día de la expiación, donde se efectuaba la expiación allá en el templo, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios.
Y ahora, dice que será tocada esa Trompeta, esa Trompeta Final:
“… y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible (o sea, nuestro cuerpo corruptible) se vista de incorrupción (o sea, sea vestido de inmortalidad, sea transformado, y entonces tengamos un cuerpo eterno)”.
Y nosotros, vean ustedes, teniendo el cuerpo eterno ya nunca más nos pondremos viejos, nunca más moriremos, sino que continuaremos viviendo con Cristo por toda la eternidad.
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.
Ahí, vean ustedes, la muerte desaparece para los hijos e hijas de Dios, porque ya estaremos en un cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo; y así seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.
La imagen es el cuerpo teofánico y la semejanza es el cuerpo físico, eterno y glorificado que Él nos dará en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio; milenio el cual ha comenzado ya, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene; y si no, pues solamente faltan dos años y medio para comenzar el séptimo milenio, que es el Día Postrero delante de Dios.
Ahora vean ustedes las grandes bendiciones que hay para el Día Postrero: la Gran Voz de Trompeta sonando y llamando y juntando a todos los escogidos de Dios; la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo; así como la Gran Trompeta del Evangelio de la Gracia gira alrededor de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo.
Y escuchando esa Trompeta del Evangelio de la Gracia, escuchamos la revelación de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo, y recibimos la liberación espiritual: recibimos el nuevo nacimiento, y así obtenemos esa liberación y somos colocados en lugares celestiales en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Y para el Día Postrero, escuchando la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final del Evangelio del Reino revelándonos el misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo, somos llamados, somos juntados y somos preparados para ser transformados en este tiempo final.
Y los muertos en Cristo, en el Paraíso, pues están escuchando la predicación del Evangelio del Reino en este tiempo final, están escuchando esa Gran Voz de Trompeta; y se van a levantar, van a resucitar en cuerpos eternos en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio.
Ahora, ¿se le habrá atrasado a Dios Su calendario? Yo pienso que no, yo creo que no. A Dios no se le atrasa Su calendario, a Dios no se le atrasa Su Programa.
Por lo tanto, ya estamos en el Día Postrero delante de Dios, en donde Dios tiene que estar cumpliendo Sus promesas para el Día Postrero sonando la Trompeta Final, la Trompeta del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, y revelando el misterio de la Venida del Hijo del Hombre, de la Venida del Señor: la Segunda Venida de Cristo; revelándole ese misterio a los escogidos de Dios, y llamándolos y juntándolos y preparándolos para ser transformados y raptados en este tiempo final, y ser llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, todas esas personas que escucharán la Voz de Cristo, la Voz del Ángel del Pacto, tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida. Unos lo tienen en el Libro de la Vida del Cordero: esa sección que es la sección de los escogidos, de primogénitos de Dios; y otros tienen sus nombres escritos en la otra sección.
Esas personas, para el tiempo final estarán recibiendo las bendiciones de Dios, y estarán viendo y recibiendo al Libertador, el cual vendrá a Sion, que es la Iglesia de Jesucristo; y después de efectuar la liberación de todos los escogidos de Dios, se revelará al pueblo hebreo; y de Sion irá al pueblo hebreo el Libertador, que quitará de Jacob la impiedad; y el pueblo hebreo lo recibirá en Su Segunda Venida.
El pueblo hebreo está esperando al Libertador, está esperando al que los libertará; por lo tanto, está esperando al Verbo, la Palabra, viniendo en el Día Postrero para libertar al pueblo hebreo y colocar el pueblo hebreo a la cabeza de todas las naciones, restaurar al pueblo hebreo y restaurar el Reino de Dios en medio del pueblo hebreo; y restaurar así el Reino y Trono de David, donde se sentará Cristo, el Libertador, el Mesías, en medio del pueblo hebreo, como Rey de reyes y Señor de señores; y gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.
Eso es lo que hará el Libertador, Jesucristo nuestro Salvador, en el séptimo milenio, que es el Día Postrero delante de Dios; y así será libertado el pueblo hebreo, como también antes de la liberación del pueblo hebreo se efectuará la liberación de todos los escogidos de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y así seremos todos libertados por la Palabra de Dios, o sea, por el Verbo, la Palabra, viniendo en el Día Postrero.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio de la forma en que seremos todos libertados en este tiempo final. Seremos libertados todos por el mismo que nos libertó espiritualmente y produjo en nosotros el nuevo nacimiento y nos dio vida eterna.
Ese mismo Libertador es el que nos libertará físicamente en este tiempo final en Su Venida, y Él es el mismo Libertador que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, y es el mismo que los libertará en este tiempo final, y los establecerá como la nación en la cual estará el Rey del planeta Tierra completo, o sea, Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores, como Hijo del Hombre e Hijo de David, para reinar sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.
Y ahora, ¿dónde están los que serían libertados, los que serán libertados físicamente también, en este tiempo final, por la Palabra de Dios? Pues aquí estamos un grupo, aquí en esta reunión; y a través de la radio, y también en diferentes lugares de la República Mexicana; y en los diferentes lugares de la América Latina y del Caribe, recibiendo la Palabra de Dios, la Palabra del Libertador, la Palabra de nuestro amado Señor Jesucristo, para ser preparados para ser transformados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial en este tiempo final, en el Día Postrero, que es el séptimo milenio, y también es llamado el Día del Señor.
Que las bendiciones del Libertador, Jesucristo nuestro Salvador, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también. Y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto Él resucite a los muertos en Cristo, y nos transforme a nosotros, y nos haga iguales a nuestro amado Señor Jesucristo físicamente también, con un cuerpo glorificado como el de Jesucristo; y luego nos lleve a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, amados amigos y hermanos presentes, y radioyentes.
Dejo nuevamente con nosotros al reverendo Miguel Bermúdez Marín para que les dé direcciones y teléfonos a los cuales ustedes podrán llamar o escribir para obtener conferencias similares a estas (impresas), o por videos, o por cintas magnetofónicas, para así continuar obteniendo mayor conocimiento de esta liberación que Dios realizará en este Día Postrero, en donde resucitará a los muertos en Cristo y nos transformará a nosotros en este tiempo final.
Esa bendición es para los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo, y en este tiempo final escuchan la Voz de Cristo llamándolos y juntándolos en este tiempo final, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Así que tenemos al reverendo Miguel Bermúdez Marín, con teléfonos y direcciones para ustedes, amables radioyentes, para que escriban o llamen, para obtener mayor conocimiento de todas estas cosas, para tener mayor información y recibir literatura completamente gratis, o cintas magnetofónicas, o que les lleven un video grabado con alguna conferencia similar a esta, para así ver y escuchar la Palabra de Dios que nos libertará en este tiempo final.
Que Dios les bendiga y les guarde, y pasen todos buenas noches. Y con nosotros el reverendo Miguel Bermúdez Marín.
“LIBERTADOS POR LA PALABRA DE DIOS”.
[Revisión noviembre 2021]
1 Reina-Valera 1909
2 Éxodo 3:6
3 Génesis 1:1
4 San Juan 1:29-34
5 Éxodo 3:13-15
6 San Juan 8:58
7 San Juan 8:12
8 San Mateo 1:23
9 San Juan 3:5
10 San Mateo 25:1-12