Los llamados a la Cena de las Bodas del Cordero

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos aquí en Asunción, Paraguay. Es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor del Programa Divino correspondiente a este tiempo final. Y que Dios en esta noche nos bendiga y nos permita entender Su Programa correspondiente a este tiempo.

Leemos en Apocalipsis, capítulo 19, verso 7 al 10, donde nos dice:

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.

Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.

Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.

Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “LOS LLAMADOS A LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO”.

Para poder comprender este misterio del llamado a la Cena de las Bodas del Cordero, necesitamos ver a través de la Escritura esto de las Bodas y de la Cena, de lo cual habla el mismo Jesús en San Lucas, capítulo 14, verso 16 al 24, donde dice, una parábola dice:

“Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.

Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.

Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.

Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.

Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.

Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.

Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.

Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.

Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena”.

Aquí nos muestra un cuadro claro de estas Bodas, para las cuales Cristo ha estado entre los gentiles llamando un pueblo para Su Nombre1. El Espíritu de Cristo ha estado entre los gentiles buscando esas personas que estarán en la Gran Cena de las Bodas del Cordero.

En San Juan, capítulo 10, dice el mismo Cristo, verso 14 en adelante:

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no son del pueblo hebreo; son de entre los gentiles); aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.

De edad en edad, Cristo en Espíritu Santo ha estado buscando esas ovejas entre los gentiles, y por medio de cada ángel mensajero de cada edad ha estado llamando y juntando esas ovejas. Han estado escuchando el llamado e invitación para la Gran Cena de las Bodas del Cordero, han estado recibiendo ese llamado para ir a esa gran fiesta celestial.

Cristo también, en San Juan, capítulo 14, dijo: “En la Casa de mi Padre muchas moradas hay; si no fuera así, yo os lo hubiera dicho antes; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Esa es la promesa de Cristo: Él nos llevará a donde Él está, Él nos llevará a la Casa de nuestro Padre celestial, a esa gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero.

Es la gran fiesta que se celebra por la unión de Cristo y Su Iglesia, la unión del Novio y la Novia. La Iglesia de Jesucristo es la Iglesia-Novia de Jesucristo, y el Novio es nuestro amado Señor Jesucristo. Y así como hay una fiesta, una recepción, después de la boda, tenemos una invitación para estar en el Cielo, para estar en la gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero; o sea, esa es la recepción de la unión de Cristo con Su Iglesia.

Y ahora, encontramos en San Mateo, donde también Cristo nos habla, en el capítulo 22, de esta Gran Cena, y nos dice…, y también nos habla de esta gran fiesta; dice en el capítulo 22, verso 1 en adelante:

“Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:

El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo (¿ven?, es una fiesta de boda);

y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas estos no quisieron venir.

Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas.

Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;

y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron”.

Esto fue lo que hicieron con los profetas que Dios envió en el Antiguo Testamento. Eso fue lo que hizo el pueblo hebreo: afrentaron a los siervos, a los profetas que Dios les envió, y a unos también los mataron.

“Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad”.

Y ahora miren cómo la ciudad de Jerusalén fue destruida, y vean cómo miles de hebreos murieron cuando el general romano Tito entró a Jerusalén. Y, conforme a la historia, hubo tantas cruces colocadas alrededor de las murallas que ya no cabían más cruces donde fueron crucificados hebreos; miles de hebreos fueron crucificados.

Vean, así como pidieron la crucifixión de Cristo, ahora encontramos que con la entrada del general romano Tito a Jerusalén, para destruirla, miles de hebreos fueron crucificados. La ciudad fue destruida, el templo fue destruido; y vean, todo esto ya Cristo lo había profetizado en esta parábola y en otras ocasiones, cuando dijo… Veamos, San Lucas, capítulo 19, en Su entrada triunfal a Jerusalén, verso 41 en adelante, dice:

“Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,

diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.

Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,

y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”.

Vean cómo Cristo está profetizando de la destrucción de Jerusalén, y dice que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. En otras profecías dice… cuando le dicen: “Mira, Maestro, qué edificios tan hermosos”, Él les dice: “De cierto os digo que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada”2. Y eso incluía el templo y demás edificios relacionados con el templo.

Ahora, vean cómo el Evangelio pasa a los gentiles luego de estar siendo predicado en medio de los hebreos, en donde también Dios ha tenido hijos.

Y ahora, la multitud grande de hijos e hijas de Dios estará entre los gentiles, porque el Reino de Dios fue pasado del pueblo hebreo a los gentiles para —de entre los gentiles— llamar un pueblo para Su Nombre; y ese pueblo llamado para Su Nombre es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, el Reino de Dios está con la Iglesia de Jesucristo. Por eso es que somos reyes y sacerdotes para reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad: Él nos ha hecho reyes y sacerdotes, porque nos lavó con Su Sangre3.

Y ahora, continuemos leyendo esta parábola; dice:

“Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.

Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.

Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.

Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda”.

Recuerden que el vestido de Boda es el bautismo del Espíritu Santo, donde recibimos un vestido: un cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y para el Día Postrero recibiremos el cuerpo físico eterno y glorificado.

Las primicias del Espíritu es el bautismo del Espíritu Santo, y la plenitud del Espíritu es el cuerpo nuevo. Teniendo el bautismo del Espíritu Santo, tenemos el cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y en el tiempo final, en el cual vivimos, cuando los muertos en Cristo resuciten nosotros seremos transformados, y entonces tendremos la otra porción: el cuerpo físico eterno y glorificado; y así tendremos las dos porciones, y así estaremos con la plenitud de Dios manifestada en nosotros; y así seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo, y podremos ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial.

Y esa será la fiesta más grande del universo completo, donde ángeles y arcángeles y querubines estarán allí presentes; y también estarán los patriarcas, el padre de la fe Abraham estará allí, y todos esos profetas de Dios del Antiguo Testamento estarán allí, pues resucitaron cuando Cristo resucitó a los santos del Antiguo Testamento; por lo tanto, ellos estarán allí, en esa Gran Cena de las Bodas del Cordero.

Será la fiesta del universo más grande que se haya llevado a cabo. Es ahí donde Cristo repartirá los galardones a todos los miembros de Su Iglesia.

Vean, en Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 en adelante, nos dice:

“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.

Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,

diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.

Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra”.

Aquí podemos ver que Dios dará el galardón a los siervos de Dios, a los profetas, a los santos, y a los que temen el Nombre del Señor.

“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”.

Aquí tenemos un cuadro claro de lo que estará pasando en el Cielo y de lo que estará sucediendo aquí en la Tierra durante la gran tribulación. Mientras en la Tierra estarán cayendo los juicios divinos, en el Cielo estarán las bendiciones divinas cayendo en nuestras almas de parte de Dios, en la Gran Cena de las Bodas del Cordero, donde Él les estará dando los galardones a Sus siervos Sus profetas, y a todos los santos, y a todos los que temen el Nombre del Señor.

Y ahora, podemos ver que los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero son personas bienaventuradas. De etapa en etapa, Cristo, vean ustedes, al tornarse a los gentiles, encontramos que ha estado llamando y juntando los convidados a la Cena de las Bodas del Cordero; y el Reino de Dios ha pasado a la Iglesia del Señor Jesucristo.

La bendición que era para el pueblo hebreo (representado en Manasés) ahora ha pasado a la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles (representada la Iglesia en Efraín): la Bendición de la Primogenitura, que conlleva el bautismo del Espíritu Santo, en donde obtenemos el cuerpo nuevo teofánico, y para el Día Postrero obtendremos el cuerpo físico eterno y glorificado.

Todo eso está en la Bendición de la Primogenitura; porque el primogénito tenía una bendición doble, por lo tanto, tendría una herencia doble, una herencia mayor que la herencia de los demás hermanos suyos; una herencia doble, una bendición doble. Y esa es la bendición doble que nosotros obtenemos: el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y cuerpo físico eterno y glorificado; y ahí tenemos las dos porciones, la doble porción.

Ya hemos recibido la primera porción: son las primicias del Espíritu; y para el Día Postrero recibiremos la segunda porción, que es el cuerpo eterno y glorificado. Esa es la adopción, la adopción de nosotros, lo cual es la redención del cuerpo4, en donde físicamente obtendremos vida eterna; porque aunque tenemos vida eterna ya (desde que hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, y hemos lavado nuestros pecados en Su Sangre, y hemos recibido Su Espíritu Santo), en cuanto a la parte física, el cuerpo físico nuestro no tiene vida eterna, porque es mortal, corruptible y temporal; pero cuando seamos transformados, ya ese cuerpo nuevo tendrá vida eterna en él; por eso será inmortal, incorruptible y jovencito para toda la eternidad; será un cuerpo glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo; y seremos a imagen y semejanza de Jesucristo.

Y ahí estará la Iglesia-Novia de Cristo con Jesucristo (el Novio) casados; y serán una sola carne; y serán personas en cuerpos glorificados, como nuestro amado Señor Jesucristo.

Tendremos el mismo cuerpo que tiene Jesucristo: cuerpo glorificado. Así que seremos una misma carne, un mismo cuerpo teofánico, el de Él y el de nosotros será la misma clase de cuerpo. Todos tendremos un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo; y por eso seremos a Su semejanza…

La semejanza es el cuerpo físico y glorificado que tendremos, y la imagen es el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Así como Él tiene Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, también nosotros; y así como tiene Él un cuerpo glorificado, así también tendremos todos nosotros.

Y por eso en ese cuerpo glorificado podremos ir a la Casa de nuestro Padre celestial. En otro tipo de cuerpo no se puede ir a la Casa de nuestro Padre celestial; porque estos cuerpos mortales, para ir de un planeta a otro planeta necesitarían un cohete que los lleve; pero vean ustedes, para ir a la Casa de nuestro Padre celestial lo que necesitamos es ser transformados y tener el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.

Y así como Cristo en Su cuerpo glorificado ascendió al Cielo, nosotros también ascenderemos al Cielo con Jesucristo nuestro Salvador. Lo veremos a Él en Su cuerpo glorificado, porque también nosotros tendremos el cuerpo glorificado. Él nos verá a nosotros y dirá: “Valió la pena. ¡Valió la pena morir por ellos!”.

Como el grano de trigo que cae en tierra y muere, y luego lleva mucho fruto5. Nace en la forma de una planta de trigo; y luego en la planta de trigo es que nacen los granos de trigo, los cuales maduran y vienen a ser a la imagen y semejanza del grano de trigo que fue sembrado en tierra. Y así será, en toda su plenitud, con cada escogido de Dios. Por eso seremos iguales al Grano de Trigo que fue sembrado en tierra: seremos iguales a Jesucristo nuestro Salvador.

Y así como vale la pena sembrar granos de trigo en tierra para tener una cosecha de mucho trigo, valió la pena la siembra del Grano de Trigo en tierra: Jesucristo nuestro Salvador, para tener muchos granos de trigo, muchos hijos e hijas de Dios. Ese es el plan de la reproducción de Cristo, el Hijo de Dios, en millones de hijos e hijas de Dios. Esa es la única forma para la multiplicación de Cristo, para la reproducción de Cristo: por creación divina.

Muchas personas dicen: “Cristo estuvo en la Tierra; y como nunca se casó, pues no tuvo hijos”; pero miren, Cristo es la persona que más hijos tiene, pero por medio de creación divina.

Los miembros de Su Iglesia son hijos de Jesucristo nuestro Salvador, hijos del segundo Adán, y por consiguiente hijos de Dios; porque los hijos de Dios vienen y nacen en el Reino de Dios por medio del segundo Adán, y por medio del Espíritu del segundo Adán obtienen el nuevo nacimiento; y para el Día Postrero, en adición, obtendrán el cuerpo eterno, inmortal e incorruptible.

Y así seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo; y estaremos en la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, donde hemos sido invitados, y hemos obtenido el llamamiento, la invitación, el llamado, a la Gran Cena de las Bodas del Cordero.

Somos bienaventurados nosotros, como todos los escogidos de las edades pasadas; porque dice la Escritura, dice el Ángel de Jesucristo a Juan el apóstol:

“Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”.

Y así como hubo un llamado en cada edad, por medio de la manifestación de Cristo en Espíritu Santo a través del mensajero de cada edad, para este tiempo final también, el llamado de Cristo en Espíritu Santo, en la Edad de la Piedra Angular, diciéndonos6: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder pronto”; ahí Cristo hablándonos por medio de Su Ángel Mensajero nos ha llamado y nos recoge, nos junta, en la Edad de la Piedra Angular; y ahí es donde somos nosotros llamados y convidados para pronto ir a la Cena de las Bodas del Cordero. O sea que en este tiempo está siendo manifestado el último llamado para ir a la Cena de las Bodas del Cordero, el último llamado de Cristo en medio de Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular.

Todos los que han nacido de nuevo en el Cuerpo Místico de Cristo son los convidados a la Cena de las Bodas del Cordero. Y en este tiempo, pues Cristo está llamando los últimos convidados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Y ahora hemos visto quiénes son LOS LLAMADOS A LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO.

¿Dónde están LOS LLAMADOS A LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO de este tiempo final? Pues aquí estamos: en este tiempo final, escuchando el llamado, Su Mensaje, de este tiempo final.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de LOS LLAMADOS A LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO; y pronto sean resucitados los muertos en Cristo, y nosotros los que vivimos seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

“Mi primer amor”. “Nunca dejaré mi primer amor en Jesucristo”. De eso fue que Cristo le habló a la Iglesia de Éfeso, que había dejado su primer amor7. Pero ahora nosotros decimos: “Nunca dejaré mi primer amor por Jesucristo y en Jesucristo”.

Esa es la meta de Cristo para con nosotros, y esa es nuestra meta también: ser transformados, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, e ir con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. Por eso hemos sido llamados y juntados en nuestra edad, como en cada edad Dios ha llamado y ha juntado Sus escogidos, Sus hijos: para que todos lleguemos a esa meta de la transformación, a esa meta del cuerpo nuevo, donde todos seremos a imagen y semejanza de Cristo.

Y ahora, todos queremos ser (¿como quién?) como Jesucristo nuestro Salvador. Cuando uno conoce el misterio de Cristo, y comprende que una nueva raza Dios está creando, uno desea ser como Jesucristo nuestro Salvador.

Jesucristo es el hombre más importante que ha pisado este planeta Tierra. Él no solamente es el hombre más importante que ha pisado el planeta Tierra, sino que también es el hombre más importante de los Cielos y de la Tierra.

Y ahora, yo quiero ser como Él, como Cristo. “Ser como Cristo”.

Y Él ha prometido que seremos como Él. Ya nos ha dado el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, ese cuerpo angelical, y nos dará el cuerpo físico eterno y glorificado.

Él es el principio de la Creación de Dios. ¿Y qué somos nosotros? La continuación de la Creación de Dios, de esa Nueva Creación de personas a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. Están en la etapa de esa Nueva Creación, en la etapa de la creación del cuerpo teofánico; pero cuando comience la etapa de la creación del cuerpo físico, eso es la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. Y eso es la adopción para todos nosotros.

Bueno, que Dios me los continúe bendiciendo a todos y me los guarde. Por aquí tenemos… “Misericordia eterna”. Misericordia eterna para los convidados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Pueblo querido, yo estoy contigo; y Jesucristo también está contigo y conmigo.

“LOS LLAMADOS A LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO”.

[Revisión mayo 2021]

1 Hechos 15:14

2 Mt. 24:1-2, Mr. 13:1-2, Lc. 21:5-6

3 Apocalipsis 1:5-6, 5:9-10

4 Romanos 8:23

5 San Juan 12:24

6 Apocalipsis 4:1

7 Apocalipsis 2:1-4

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