No temas, que Yo estoy contigo

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Managua, Nicaragua. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que es el Creador de los Cielos y de la Tierra, el cual ha llevado a cabo el Programa de Salvación para todo ser humano que vive en este planeta Tierra; para que cada persona, la cual es alma viviente…, pues todo ser humano es un alma viviente: vive en un cuerpo de carne, y ese cuerpo es su casa terrenal; pero lo que en realidad es la persona es el alma que está dentro de ese cuerpo.

Y para que toda alma viviente pueda vivir eternamente, Dios ha llevado a cabo un Programa de Redención por medio de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, vamos a leer en el Génesis, capítulo 26, verso 23 en adelante, una parte de la historia de Isaac, el hijo de Abraham. Dice:

“Y de allí subió (Isaac) a Beerseba.

Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo.

Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”. Eso fue lo que le dijo Dios a Isaac.

Y ahora, ¿cómo Dios está con la descendencia de Abraham?; pues el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob estaría con toda la descendencia del padre de la fe, de Abraham.

En el Antiguo Testamento encontramos la descendencia de Abraham según la carne, que viene por medio de Isaac, Jacob, los patriarcas y los descendientes de los patriarcas, y así por el estilo, y así se formó el pueblo hebreo; un pueblo creado por Dios, el cual fue colocado bajo el Pacto de Dios, bajo el Pacto de Dios bajo la Ley. El Dios Abraham, de Isaac y de Jacob, Creador de los Cielos y de la Tierra, es el Dios del pueblo hebreo.

Y ahora, nosotros necesitamos conocer al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que libertó al pueblo hebreo, porque Él es el único Dios. Él es el Dios creador de los Cielos y de la Tierra.

En el Evangelio según San Juan nos habla de la Creación, como también en el Génesis, capítulo 1, nos habla de la Creación y nos dice:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

Y en San Juan, capítulo 1, hablándonos de la Creación, nos dice quién creó todas las cosas. Dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios”.

Y este Dios Todopoderoso es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y ahora continuemos:

“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció”.

¿Quién vendría? Vendría aquella Luz verdadera, que alumbra a todo hombre, la cual había creado el mundo entero, el universo completo.

“A lo suyo vino (o sea, el pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron (más bien le rechazaron y pidieron Su muerte en la Cruz del Calvario)”.

¿Quién vendría al pueblo hebreo? El Dios creador de los Cielos y de la Tierra, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¿Y cómo vendría? Vamos a ver cómo vendría.

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

Estos son los que creen en Jesucristo como nuestro Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y reciben el Espíritu de Cristo, y por consiguiente obtienen el nuevo nacimiento; y así han nacido de Dios, han nacido como hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios. Sigue diciendo:

“Y aquel Verbo…”.

El Verbo, que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas; dice:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”.

Se hizo carne, se vistió de un cuerpo de carne llamado Jesús y habitó en medio del pueblo hebreo, y por consiguiente en medio de la raza humana. Era nada menos que Emanuel, conforme a Isaías, capítulo 7, verso 14; porque era el hijo de la virgen: “Porque he aquí el mismo Señor os dará señal (una señal): He aquí la virgen concebirá, y dará a luz un hijo (un niño), y se llamará su nombre Emanuel”, que traducido es: Dios con nosotros1.

Dios estuvo con la raza humana en la forma de un hombre llamado Jesús, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario y así quitar nuestros pecados y darnos vida eterna.

“… para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”2.

La única forma de vida eterna es Cristo. Sin Cristo el ser humano, el alma del ser humano, morirá eternamente; pero con Cristo el alma del ser humano vivirá eternamente; por lo tanto, necesita recibirlo como su Salvador en el tiempo que le toca vivir. Y con esa persona Dios estará todos los días de su vida; y no debe temer en ningún momento de su vida, porque Dios está con él.

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Él está con usted allá dentro de su ser; y le cuida y le guarda; y le guía en su vida terrenal, para que así viva conforme al Programa Divino, a la Palabra de Dios, y viva en la edad y dispensación que le toca vivir, conforme al Programa de Dios correspondiente al tiempo en que vive.

Y así Dios, estando con usted como individuo, también está con Su Iglesia en la edad que le toca a usted vivir. Y Cristo está en Su Iglesia; y por eso le dice a Su Iglesia, como le dice a usted como individuo: “No temas, porque yo estoy contigo”. De etapa en etapa Cristo ha estado en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, y ha estado dentro de cada hijo e hija de Dios en Espíritu Santo.

Por lo tanto, ni la Iglesia de Jesucristo ni la persona creyente en Cristo, miembro de la Iglesia de Jesucristo, no tienen motivo por que temer.

Ahora, cuando Dios dice: “No temas”, es porque hay algún peligro, en el cual la persona puede sentir miedo, puede sentirse atemorizada y se puede sentir confundida. Pero: “No temas, porque yo estoy contigo”, dice Dios a Isaac y le dice a cada uno de los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, miren ustedes, de edad en edad, en este diagrama que el reverendo William Branham usó para predicar el mensaje “La estatura de un hombre perfecto” (y también lo usó en otros mensajes, en otras conferencias); en este dibujo, en este diagrama, nos representa a la Iglesia de Jesucristo creciendo como un monte alto de edad en edad, hasta llegar a la Edad de la Piedra Angular, que es la edad que nos corresponde a nosotros en este tiempo final.

En esa misma forma está el templo de Salomón, donde la sabiduría de Dios fue manifestada. Cualquier persona que conozca el misterio del templo de Salomón, pues conocerá el misterio de la Iglesia de Jesucristo, y conocerá el misterio del Programa de Dios que Jesucristo ha estado llevando a cabo de etapa en etapa; porque el templo de Salomón y el tabernáculo que construyó Moisés es tipo y figura del Templo celestial de Dios, y es tipo y figura también, por consiguiente, de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, Cristo está construyendo un Templo espiritual de edad en edad; así como Moisés construyó un tabernáculo y Salomón construyó un templo, y lo dedicaron a Dios cada uno en su tiempo correspondiente. Y ahora Cristo está construyendo un Templo espiritual de etapa en etapa, y Cristo está con Su pueblo correspondiente a cada etapa, y por eso dice: “No temas, yo estoy contigo”. Está con cada hijo e hija de Dios en cada edad y está con Su Iglesia como Cuerpo Místico de creyentes.

Y ahora, hemos llegado al tiempo del fin, al tiempo final; hemos llegado al Día Postrero, a la Edad de la Piedra Angular.

Y así como se cumplió cada edad en el pasado y Dios envió un mensajero para cada edad, para cada etapa, al cual le dio el Mensaje revelado para Su pueblo, para llamar y juntar a los escogidos de cada edad, y construir así esa etapa del Templo espiritual de Cristo… pues, vean ustedes, hubo un territorio donde Dios estuvo con Su pueblo, Su Iglesia y Su mensajero.

Y ahora, hemos llegado al tiempo final, donde Jesucristo está con nosotros en la América Latina y el Caribe en la creación, construcción, del Lugar Santísimo de Su Templo espiritual. Por lo tanto: “No temas”; porque el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, Jesucristo en Espíritu Santo, está con nosotros en la América Latina y el Caribe, creando, construyendo el Lugar Santísimo de Su Templo espiritual, con piedras vivas, seres humanos latinoamericanos y caribeños; y aunque algunos se hayan ido a otras naciones o continentes, hasta allá les llega también el Mensaje revelado, y son llamados y juntados y colocados en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.

Hemos visto dónde nos encontramos en el Programa Divino en este tiempo final.

Y ahora, la América Latina y el Caribe tiene el privilegio de ser el territorio donde el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el Verbo que era con Dios y era Dios…

Y el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, ¿saben quién es? Es nada menos que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto; y ese es un hombre de otra dimensión: un hombre de la sexta dimensión, el cual luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesús.

Jesucristo fue el Verbo, que era con Dios y era Dios, hecho hombre, hecho carne en esta dimensión terrenal; pero Él dice3: “Antes que Abraham fuese, yo soy”.

¿Y cómo Jesús era antes que Abraham? Jesús era antes que Abraham en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión; y estando en ese cuerpo teofánico de otra dimensión, de la sexta dimensión, fue que creó el universo completo.

Y ahora vean ustedes quién es nuestro amado Señor Jesucristo: Él es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que se hizo hombre en esta dimensión terrenal para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Cristo no es ningún fanático, no es algún fanático que apareció en aquellos días: es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que apareció en un cuerpo de carne llamado Jesús; es el Creador de los Cielos y de la Tierra. Por eso le obedecían las aguas, el mar, los vientos, toda la Creación le obedecía cuando Él le hablaba.

Y aun cuando les hablaba a las personas que estaban enfermas, y hablaba la Palabra de sanidad, quedaban sanados: aun los espíritus malignos le obedecían cuando Él les ordenaba salir de las personas. ¿Por qué? Porque Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que se hizo hombre y habitó en medio del pueblo hebreo, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario en favor de cada uno de ustedes y también en favor mío, para que nuestra alma (que es lo que somos nosotros) no muera, sino que pueda vivir eternamente con Dios, en el Reino de Dios.

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Esas son las palabras del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob para Isaac y también para cada uno de nosotros. Él está con nosotros dándonos vida eterna, para que podamos vivir eternamente con Él en Su glorioso Reino.

Ahora, el que no cree ya es condenado, porque no creyó en el unigénito Hijo de Dios. Vean, es un asunto de creer o no creer. No es un asunto de tener mucha sabiduría humana: es un asunto de fe; para vivir eternamente con Dios en un cuerpo eterno, inmortal e incorruptible o dejar de existir; y la oportunidad la tenemos cuando estamos viviendo en este planeta Tierra.

Por eso es que hemos obtenido un cuerpo temporal, mortal y corruptible: para que estando en este cuerpo busquemos la inmortalidad, la vida eterna, que está en Jesucristo.

El que no aprovecha los días que Dios le ha dado para vivir en este cuerpo mortal, no tiene derecho a vivir eternamente; y eso lo estableció Jesucristo. Y nosotros no podemos arriesgar nuestro futuro eterno, tenemos que asegurarlo bien; porque si estando en este cuerpo mortal sufrimos, ¿por qué no aprovechar el tiempo para hacer contacto con la vida eterna, para vivir eternamente en un mundo sin sufrimientos, en un mundo de felicidad, en el glorioso Reino de Dios? Y nosotros todos tenemos esa oportunidad.

Vean, en San Juan, capítulo 3, verso 14, dice:

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (¿Cómo podrá obtener el ser humano vida eterna? Pues creyendo en nuestro amado Señor Jesucristo y Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario).

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

¿Ven que es un asunto de creer o no creer?

El que no cree ya es condenado, y pierde el derecho a vivir eternamente. El que cree no es condenado, sino que obtiene vida eterna y vivirá eternamente con nuestro amado Señor Jesucristo.

¿Ven que no hay necesidad de ir a estudiar en una universidad y obtener un doctorado para luego descubrir cómo vivir eternamente? Dios lo hace tan sencillo para que el pobre y el rico, el que estudió y el que no estudió, tengan la misma oportunidad de obtener vida eterna.

Ahora, podemos ver que necesitamos creer para obtener esa vida eterna. Cristo nos dice en San Juan, capítulo 5, verso 24:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

¿Ven lo sencillo que es todo?, para que así todos tengan la misma oportunidad.

Y en el capítulo 6, verso 39 al 40, de San Juan, dice Cristo:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

O sea que cuando la persona ha recibido a Cristo como su Salvador: ha asegurado su futuro; y tiene vida eterna, “no vendrá a condenación”; y si su cuerpo físico muere, no tiene ningún problema. Cristo dice aquí:

“… y yo le resucitaré en el día postrero”.

¿Y cuál es el Día Postrero? El séptimo milenio de Adán hacia acá y tercer milenio de Cristo hacia acá; porque “un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día”, dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y dice el profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4.

Ahora podemos ver que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el cual se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesús, es el que nos da vida eterna; y nos dice: “No temas, que yo estoy contigo”.

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Él está con nosotros, para que nosotros podamos vivir por toda la eternidad, para que nuestra alma pueda vivir por toda la eternidad.

En el Día Postrero Él dice: “… y yo le resucitaré en el día postrero”. O sea que si la persona creyente en Cristo muere, no tiene ningún problema: será resucitado en el Día Postrero en un cuerpo eterno, inmortal e incorruptible y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y esa es la clase de cuerpo del nivel más alto que existe, pues hay tres clases de cuerpos: cuerpo físico, mortal y corruptible (que es el que tenemos); hay cuerpo teofánico o angelical, de la sexta dimensión; y hay cuerpo glorificado.

Cuerpo glorificado es la clase de cuerpo que tiene nuestro amado Señor Jesucristo desde que Él resucitó; y esa es la clase de cuerpo que todos nosotros tendremos cuando seamos transformados los que vivimos, y los muertos en Cristo sean resucitados en cuerpos incorruptibles; y así seremos todos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora podemos ver que para el creyente en Cristo son las grandes bendiciones, pues son los que tienen derecho a vivir eternamente; porque han hecho contacto con Cristo, que es la vida eterna.

El que no ha aprovechado sus días aquí en la Tierra para hacer contacto con la vida eterna, pues ha perdido su vida, ha perdido su tiempo aquí en la Tierra; no comprendió que vino a esta Tierra por un y para un propósito divino: para hacer contacto con la vida eterna, para que su alma pueda vivir eternamente en un cuerpo nuevo y eterno.

Ahora, encontramos en San Juan, capítulo 11 y verso 23 en adelante, Jesús hablando con Marta, la hermana de Lázaro, cuando Lázaro había muerto y estaba enterrado en una cueva, en una tumba:

“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo (Marta): Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.

Y las personas que son creyentes en Cristo, así como lo fueron Marta, María y Lázaro, tienen la promesa de que si sus cuerpos físicos mueren serán resucitados en el Día Postrero, como fue resucitado Lázaro en aquel tiempo. Fue resucitado Lázaro por Jesús, como tipo y figura de lo que Cristo hará con todos los creyentes en Él que han muerto físicamente.

Para este tiempo final, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que es nuestro amado Señor Jesucristo, que es el Ángel de Jehová que se hizo hombre, se hizo carne, hombre de esta dimensión, dice en Apocalipsis 22, verso 16:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Para este tiempo final, así como en las edades pasadas envió ángeles mensajeros, o sea, hombres mensajeros (como San Pablo y los demás mensajeros), para por medio de ellos Cristo en Espíritu Santo manifestarse, y llamar y juntar Sus ovejas de entre los gentiles; para este tiempo final nos dice Cristo:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Y el Ángel del Señor Jesucristo, que es el profeta de la Dispensación del Reino, en este tiempo final viene a la Iglesia de Jesucristo enviado por Jesucristo, para darle testimonio del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y darle a conocer todas las cosas que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob tiene para que nosotros conozcamos en este tiempo final; para así, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, por medio de Su Ángel Mensajero, darnos a conocer todas las cosas que han de suceder en este tiempo final, conforme a las profecías bíblicas correspondientes a este tiempo final.

Y por cuanto ese Ángel Mensajero vendrá ungido con el Espíritu de Dios: Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, estará manifestado en ese Ángel Mensajero, estará en medio de Su Iglesia; y le dirá Cristo a través de Su Ángel Mensajero, le dirá a Su Iglesia:

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Y nos dice a cada uno de nosotros como individuos:

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, Jesucristo nuestro Salvador, está con nosotros en este tiempo final, manifestado en Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular; y envía Su Ángel Mensajero para dar testimonio de todas estas cosas, y para decirnos:

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Él nos revela todas estas cosas que han de suceder. Vean, Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿A quién ha enviado? A Su Ángel. ¿Para qué? Para dar a conocer las cosas que deben suceder pronto.

Ninguna persona podrá comprender las cosas que han de suceder en este tiempo final, las cuales ya están profetizadas en la Biblia, a menos que sea por medio del Mensaje revelado de Cristo a y a través de Su Ángel Mensajero en este tiempo final; porque ese Ángel Mensajero es enviado por Cristo con la revelación divina de las cosas que han de suceder en este tiempo final.

Y escuchando la Voz de Cristo a través de Su Ángel Mensajero, estarán siendo abiertas las profecías, las Escrituras correspondientes a este tiempo final; y estará siendo abierto nuestro entendimiento y nuestro corazón para poder comprender las cosas que han de suceder en este tiempo final; y ser llamados y juntados y preparados para ser transformados en este tiempo final; y ser llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, en el arrebatamiento o rapto de la Iglesia del Señor Jesucristo.

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Así ha dicho el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en Su Palabra; y el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es nada menos que nuestro amado Señor Jesucristo. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que se hizo hombre, se hizo carne, y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesucristo nuestro Salvador, el cual dice:

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, de nuestro amado Señor Jesucristo, el cual ha dicho: “NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Ahora, el Ángel del Señor Jesucristo no es el Señor Jesucristo; él solamente es un instrumento de Jesucristo, para Cristo revelarle Su Programa y ungirlo y usarlo, para —por medio de Su Ángel— dar a conocer todo Su Programa a Su Iglesia en este tiempo final; y decirle a Su Iglesia:

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes; y que las bendiciones del Yo soy, del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, de nuestro amado Señor Jesucristo, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y continúe Él dándonos a conocer todas las cosas que han de suceder pronto, en este tiempo final, y nos abra el entendimiento; y nos prepare para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias nuevamente por su amable atención; y continúen pasando una noche llena de las bendiciones del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que es nuestro amado Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

“NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO”.

[Revisión marzo 2021]

1 San Mateo 1:23

2 San Juan 3:15

3 San Juan 8:58

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