Muy buenas tardes, ministros compañeros en el Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador. Es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual, leemos en el libro de los Hechos, capítulo 26, las palabras del apóstol San Pablo, versos 19 al 23, y dice así:
“Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,
sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:
Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.
Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón.
¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.
Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.
Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!
Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos;
y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César”.
Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Tomamos el verso 19 para nuestro tema, que dice:
“Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial”.
“OBEDIENTES A LA VISIÓN CELESTIAL”.
Si uno no es rebelde, entonces es obediente; por lo cual, Pablo fue obediente a la visión celestial que Cristo le dio para anunciar el Evangelio de Cristo, reconociendo a Cristo como el Mesías, como el Salvador, y dándolo a conocer a judíos y a gentiles, como Cristo en la visión le había dicho a él.
Pues San Pablo relata su conversión, y le dice en el verso 12 en adelante de este mismo capítulo 26, dice Pablo:
“Ocupado en esto (o sea, ir a buscar a los cristianos, llevaba cartas de los sacerdotes para llevarlos presos, tomarlos presos), iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes,
cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.
Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,
librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”.
Aquí San Pablo narra claramente su experiencia, su conversión a Cristo y lo que Cristo le dijo que tenía que hacer: era colocado como ministro, como testigo de Cristo, para anunciar el Evangelio de Cristo, para abrir los ojos espirituales de las personas, para que se convirtieran de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios. O sea, lo colocó para hacer una labor muy importante entre judíos y gentiles; y a lo último, ya fue más hacia los gentiles que hacia los judíos, porque había sido colocado como apóstol para los gentiles. Él no fue rebelde a la visión celestial, sino obediente a la visión celestial.
A través de la historia del cristianismo como del judaísmo, a través de la historia del pueblo hebreo como de la Iglesia del Señor Jesucristo, encontraremos hombres de Dios que no fueron desobedientes a la visión celestial, como Enoc, Noé…
Noé tuvo la revelación divina del proyecto divino, que sería la construcción de un arca, y le fue encomendada esa labor a Noé[1], y Noé no fue rebelde a la visión celestial; en el cumplimiento o realización de lo que él vio en visión estaba la salvación para él y su familia. O sea, en el cumplimiento, en realizar la visión que Dios ha dado, está la bendición de Dios.
Encontramos también a Abraham, que no fue rebelde a la visión celestial cuando Dios le dijo que saliera de su tierra y de su parentela a una tierra que Dios le mostraría[2]; y Abraham fue obediente: salió y llegó a esa tierra, recibió esa bendición; Dios le dijo que todo lo que pisara la planta de sus pies sería para él y su descendencia[3]. No fue rebelde a la visión celestial y obtuvo la bendición de Dios.
Encontramos también a Isaac y a Jacob. Jacob no fue rebelde a la visión celestial. Dios le guiaba, le mostraba las cosas, y él hacía como Dios le mostraba; y obtuvo la bendición de Dios.
Vean, cuando Jacob fue hacia la casa de su tío y su primo, para el territorio de Harán, Dios le apareció y le dijo: “No te dejaré hasta que cumpla todo lo que te he dicho, todo lo que te he prometido”[4].
Luego, cuando estuvo unos 20 años viviendo allá y ya era un hombre rico, le aparece el Ángel de nuevo y le dice que se vaya a su tierra; y él se lo cuenta a sus esposas, y ellas están de acuerdo en irse con él; ellas tampoco fueron rebeldes a la visión celestial que le había sido dada a Jacob. Y salieron hacia la tierra que Dios le había prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob, y a todos los descendientes de ellos, y llegaron a la tierra.
Jacob con su familia, con sus esposas y sus hijos, recibieron la bendición de Dios; porque en el cumplimiento de la visión celestial está la bendición de Dios.
Encontramos a otras personas, como Gedeón: no fue rebelde a la visión celestial, hizo lo que el Ángel le dijo y obtuvo la victoria, lo cual fue una bendición para él y para el pueblo.
Siempre en el cumplir la visión celestial está la bendición para la persona y para los que están con él.
Tenemos también a otros hombres de Dios. ¿Mencionamos a Moisés? Moisés no fue rebelde a la visión celestial que obtuvo allá en el Sinaí cuando el Ángel de Dios le apareció en aquel árbol y le habló; lo envió a Egipto con una misión divina[5]. Y al ser obediente a esa visión divina…, misión y visión, porque en la visión que recibió de Dios le fue encomendada la misión.
Como a San Pablo: en la visión que recibió, también le fue encomendada la comisión, o sea, lo que él tenía que hacer.
Y ahora, encontramos también a otras personas a las cuales Dios les apareció; como a Josué también, y le dijo: “Moisés ha muerto. Ahora tú esfuérzate y sé valiente”. Y comienza a hablarle Dios, y le dice: “Tú repartirás la tierra en heredad a las tribus”. A él le tocaba esa labor. Ya Moisés, a dos tribus y media, les había repartido antes de cruzar el Jordán, y el resto lo iba a hacer Josué.
No fue rebelde tampoco a la visión de cruzar el Jordán. No fue rebelde a las palabras del Ángel que se encontró con él y tenía una espada en la mano[6]: no le hizo frente, no atacó a ese Ángel: era el Ángel de Dios, era Cristo en Su cuerpo angelical.
Encontramos que Josué no era rebelde a la visión celestial que le era mostrada en diferentes ocasiones, y tuvo la victoria. Hasta paró el sol, se detuvo el sol y la luna por Palabra de Dios en la boca de Josué, para obtener la victoria en aquella batalla que estaba librando[7].
Así encontramos a muchos profetas, y de los jueces también, y de los profetas, como Samuel, que no era rebelde a la visión celestial que le era dada en diferentes ocasiones. Vean, ya había ungido a… O el pueblo quería un rey, y Dios estaba reinando a través de Samuel, que era juez y profeta. Eso era teocracia: eso es Dios reinando por medio de un hombre. Y ahora el pueblo quería que un hombre reinara para Dios, querían un hombre por rey, y Samuel no quería; porque lo mejor es Dios reinando sobre el pueblo a través de un hombre; pero el pueblo insistía.
Samuel, muy triste, se lo comunica a Dios, que el pueblo quiere un cambio de gobierno, quiere que sea cambiada la teocracia por la monarquía; y Samuel sabía que la perfecta voluntad de Dios era la teocracia, y estaba muy molesto con el pueblo. Y habla con Dios y Dios le dice: “Dale al pueblo lo que están pidiendo”[8].
Samuel pensaba que el pueblo lo había rechazado a él porque ya estaba viejo, que era la excusa que ellos tenían. Podían decir: “Bueno, Samuel, sería bueno que el próximo que estará como juez en lugar tuyo ya lo conozcamos y nos lo presentes, para irlo conociendo”; pero más bien ellos no querían eso, ellos querían un rey, no a un juez.
Y entonces Dios le dice que le dé rey, porque no han rechazado a Samuel; dice: “No te han rechazado a ti, sino que me han rechazado a Mí, para que Yo no reine sobre ellos”, no reine en la forma que lo estaba haciendo: a través de un hombre. Más bien ellos querían que un rey fuera el que reinara, y, por consiguiente, que ese rey reinara sobre el pueblo y reinara para Dios; o sea, que hiciera un reino, tuviera un reino, para Dios. Pero lo mejor es Dios reinar sobre el pueblo a través de un hombre.
Y ahora, Samuel, aunque no estaba de acuerdo con el deseo del pueblo, Dios había dicho que cuando el pueblo quisiera rey podía tener un rey, y tenía que ser del mismo pueblo[9]. Eso es también el mismo sentir de las naciones, que se exige que su presidente sea del mismo pueblo; tiene que haber hasta nacido en el mismo país, y ser, por consiguiente, un ciudadano de ese país.
Y ahora, Samuel estuvo muy triste, pero no fue desobediente a la visión celestial; hizo como Dios le dijo: Dios le mostró a quién tenía que ungir y lo ungió, y amó de corazón a esa persona.
Luego, más adelante, el rey no obedecía la Palabra que Dios le daba por medio de Samuel, porque todavía Samuel estaba vivo; y vean el conflicto entre monarquía y teocracia.
En la teocracia, el líder que Dios usa se sujeta al Programa de Dios, a lo que Dios dice; pero en la monarquía, algunos líderes, reyes, no se sujetan a lo que Dios ha dicho por medio del profeta a través del cual Dios estuvo reinando en la teocracia; no se sujetan a Moisés, a Josué, y a lo que habló por medio de los jueces y profetas; y por consiguiente vienen problemas para el pueblo.
David fue el mejor rey. Y vean, cuando el pueblo quiso rey, todavía el rey que era conforme al corazón de Dios no había nacido; o sea que el pueblo tenía que esperar unos años en lo que nacía el rey que sería conforme al corazón de Dios.
Siempre encontramos que algunos quieren las cosas antes de tiempo; y las cosas tienen un tiempo en el Programa de Dios.
Encontramos luego a David ya jovencito; y Saúl ya había desobedecido a Dios, cuando desobedeció lo que Dios le dijo por medio de Samuel.
Uno puede leer y ve que Samuel fue el que habló, pero habló en Palabra de Dios; era profeta y era el último de los jueces, y era un hombre muy importante; aun ministraba también los sacrificios; o sea, tenía un ministerio muy grande; y ministraba allá en el tabernáculo desde muy jovencito.
Y ahora, cuando Dios más adelante le dice, luego de haber rechazado a Saúl, le dice: “Ve a Belén de Judea y allí me ungirás al que Yo te indique”[10].
Y ahora, para Samuel era un problema, porque él le dice a Dios: “Bueno, salgo yo hacia allá, y lo llega a saber Saúl: me va a matar”; o sea que sabía que al que había ungido como rey, ahora no era tan amigo como en el principio.
Se le fue a la cabeza esa posición de rey, que hasta el mismo profeta Samuel sabe que lo podía matar por conservar el trono, cuando ya Dios lo había rechazado.
Y él pudo decir: “Ya que ya Dios me ha desechado como rey, vamos a ver a cuál Dios quiere como rey, y yo le voy a ceder el lugar; porque no hice de acuerdo a como Dios ordenó que hiciera; y lo voy a ayudar en todo”.
Saúl ni Samuel sabían quién sería el próximo rey; pero ya tenía carrera militar sin uniforme, y había hecho más sin uniforme que los que tenían uniforme; había hecho más que Saúl, pues Saúl le tenía miedo al gigante, a Goliat, y todos los de su ejército también; y un jovencito fue y aceptó el reto que allí hubo.
Ahora, ya había sido ungido, sí, como rey; pero una cosa es ser ungido como rey (en el capítulo 16 de Primera de Samuel) y otra cosa es sentarse en el trono.
Es como los candidatos a presidentes o a alguna otra posición, de gobernador, o de presidente municipal, o alcalde, o reyes, que ya estén reconocidos y escogidos para ser el candidato; pero de ese momento, a sentarse en el trono presidencial, hay un lapso de tiempo en donde hay que luchar mucho, que pelear, para obtener la victoria de sentarse en el trono presidencial.
Y ese es el lapso de tiempo por el cual pasó David: fue ungido siendo un jovencito, y del campo, pero era conforme al corazón de Dios; y era el menor de la familia, al que tenían allá en el campo trabajando con el rebaño.
Esos hermanos de David, siete hermanos mayores que él, representan los siete ángeles mensajeros de las siete etapas o edades de la Iglesia, como también pueden representar los siete mensajeros de las siete etapas de la Iglesia hebrea bajo la Ley. En ese caso, esa primera tipología, el séptimo fue Juan el Bautista; y el octavo: que está representado en el rey David; porque en el rey David se reflejó Cristo, el octavo es Jesucristo.
David significa ‘amado’, ‘el amado’. Y en el Monte de la Transfiguración[11], como también cuando Juan bautizó a Jesús[12], Dios dijo: “Este es Mi Hijo amado”. ¿Ve? El Amado, el David.
David, siendo tipo y figura de Cristo, es pasado por una etapa de sufrimiento; y después vuelve y recupera el trono, y es una etapa de bendición y de gloria.
Y ahora, Cristo luego se sentó en el Trono de Dios, el Trono más importante, más importante que el Trono de David. Así que no lo dejaron sentarse en el Trono de David, pero miren, como todo obra para bien: se sentó en un Trono superior, el Trono de Dios celestial; pero todo eso estaba en el Programa Divino.
Por lo tanto, no hablamos en contra del pueblo hebreo, pues se estaba cumpliendo un Programa Divino; como tampoco hablamos en contra de Adán y de Eva. Ya Dios sabía todo eso; y si Él no lo impidió, ¿quiénes somos nosotros para estar criticando a Adán y a Eva, o al pueblo hebreo porque hayan rechazado a Jesús? Todo eso estaba en el Programa Divino, y ya estaba reflejado, tipificado, en José el hijo de Jacob, y también en David, y en otros profetas.
Y ahora, por cuanto se abrió la Dispensación de la Gracia, vean ustedes… pero vamos un poquito antes.
Vean, David también…, o Samuel, no fue rebelde cuando le fue mostrada la visión de que ungiera a David: Fue, arriesgó su vida, usó la estrategia que Dios le dio, y entonces lo ungió como rey[13]; y después el muchacho se fue para el campo otra vez a trabajar con las ovejas.
Cuando ocurrió la guerra con los filisteos[14] Dios lo guio; Dios guio todas las cosas para que estuviera allá, viera lo que estaba pasando; pero fue a llevarle quesos y otras cosas a sus hermanos. Pero sus hermanos, y sobre todo el mayor, dice: “No, tú a lo que has venido es a ver la guerra, porque tú eres rebelde, tú eres así…”; o sea que era de ese temperamento. Y le tocó escuchar los comentarios de que el que venciera a ese gigante, el rey le iba a dar la hija, iba a ser yerno del rey, le iba a dar riquezas, y cosas así; y le interesó a David. ¿Y a quién no?
Y por cuanto el Espíritu de Dios estaba en él y estaba en el Plan de Dios que fuera así, cuando está preguntando y preguntando, aparece Goliat, y el Espíritu de Dios se movió dentro de él; y… ya él había preguntado: “¿Qué le van a dar al que venza a ese gigante?”.
Y ahora llegó el tiempo, y lo llevan donde el rey, porque estaba un muchacho preguntando mucho; y cuando lo llevan, él dice que va a enfrentarse al gigante. No está siendo rebelde a la visión celestial que él despierto está viendo; porque él está viendo que va a vencer al gigante, y ya él está viendo por dónde le va a dar, por dónde está el punto débil del gigante. O sea, él tenía una visión muy clara de que si iba a ser rey, cosas tenían que pasar para que obtuviera ese lugar.
Y cuando lo llevan allá a Saúl, y Saúl lo ve, y se lo…, de seguro pensó: “Los que son grandes acá de mi ejército, ¡ninguno!, ni yo tampoco (diría él); y ahora viene este muchachito…; vamos a ver lo que tiene”.
Y David le habla en una forma tan positiva, y le dice que el Dios que lo libró del oso y del león lo va a librar de ese también, “de ese incircunciso”; y le levantó la fe a Saúl. Entonces le ponen la armadura, y no puede caminar con la armadura; y si era la de Saúl, mucho menos, porque Saúl era un gigante, un hombre alto, y David era un muchacho.
Pero se quita todo ese armamento, y coge su onda, con lo que él estaba acostumbrado a defenderse, busca unas piedras, cinco piedras lisas, y va a enfrentar al gigante, y con su cayado. Eso fue lo que David puso en las manos de Dios para que Dios lo usara a él, con esas herramientas de guerra sencillas, rústicas; pero si con una vara, un cayado, Moisés fue para libertar al pueblo, ahora David tenía más equipo: el cayado, la onda y las piedras.
Recuerden que siempre es una obra de fe la que tiene que ser hecha para una victoria divina.
Va, se enfrenta al gigante y obtiene la victoria; inexplicable, pero real.
Y allá ahora, de seguro todos le dirían, cuando va con la cabeza del gigante para el rey y se la entrega…; pero la espada no se la entregó, con la espada se quedó como botín de guerra.
Y ahora tiene que esperar que el rey cumpla la recompensa; y ahí pues son esquivos; después que han hecho la recompensa, cuando hay que darla, son muy esquivos; pero tenía que cumplir la recompensa.
Luego ya más adelante obtiene la recompensa, a medias. Y ya después se pone celoso también cuando escuchan a… Saúl se pone celoso, porque escucha que luego de la victoria que obtuvo Israel, encabezada no por el rey sino por David, comienzan a cantar las mujeres, las doncellas: “Saúl mató los miles”, y se puso contento, “y David los diez miles”, diez veces más; y ahí se puso celoso; y enseguida piensa: “Ahora lo que falta es que le den el trono también”[15]; pues eso era lo que faltaba, porque le pertenecía a David.
Recuerden que David siempre representa, por ser el octavo hijo, el menor, siempre va a representar a Cristo, Cristo en Su Venida: Cristo en Su Primera Venida y Cristo en Su Segunda Venida. Y Él viene en Su Segunda Venida para sentarse en el Trono de David.
Y Dios va a reinar —como ha sido prometido— por medio del Mesías, va a reinar sobre el pueblo hebreo; y ahí vamos a tener una combinación de teocracia y monarquía. Y eso lo veremos más adelante, en otras ocasiones.
Y ahora, lo que falta es que aparezca el número ocho.
En el tiempo del reverendo William Branham, él le estaba tirando el ojo a una bendición que hay ahí, y por eso él decía que David era el número siete; pero después, en otro lugar, ya dice que es el número ocho.
Es que en la Biblia hay un lugar donde señala siete hijos[16]; pero cuando Samuel fue a ungir a David, señala ocho hijos, y David era el octavo; y ya luego en la historia, cuando escriben esa parte donde señala solamente siete, pues se murió uno, y quedan siete; porque no puede haber contradicción en la Biblia.
Y ahora, el siete tiene que aparecer en el tiempo final, después de la séptima etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo, así como apareció el octavo; después del siete, pues viene el ocho.
Después que apareció el séptimo mensajero de la séptima edad, dos mil años atrás, de la séptima edad judía o hebrea de la iglesia hebrea bajo la Ley, luego apareció el octavo, y era Juan el Bautista. Y era de la familia, vino como parte de la familia, porque María y Elisabet eran parientas o parientes.
Y ahora, en la casa de David, la descendencia de David, de la cual viene Cristo, ahora por medio de Cristo, todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo pertenecen a la casa de David. Tan simple como eso. La casa de David, la descendencia de David, por medio de Cristo; y esa es la simiente de David, la simiente de Cristo, que son todos los que forman la Iglesia del Señor.
Ahora vean, de todos los hijos de David, no todos iban a ser reyes; de todos los que tenía David, Salomón fue el elegido para ser rey.
Ahora, va a ocurrir en el tiempo final lo que ocurrió en la Primera Venida de Cristo: Cristo venció (el octavo siempre va a obtener la victoria), pertenece a la edad eterna, a la edad perfecta: la Edad de Oro de la Iglesia hebrea y la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo; y obligatoriamente se va a sentar en el Trono; y vean en qué forma.
Cuando Cristo estuvo en la Tierra predicando, Él sabía que Él era el heredero al Trono de David, y Él sabía que Él se iba a sentar en el Trono celestial con el Padre; por eso en el capítulo 26, verso 63 al 65, de San Mateo, cuando lo están juzgando, Él dice: “Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios”. ¡Él lo sabía! Y en Marcos también habla lo mismo[17].
Y ahora, cuando muere y resucita glorificado, luego sube al Cielo y se sienta en el Trono celestial; y por consiguiente recibe autoridad, poder, sobre los Cielos y la Tierra.
Y la Escritura dice en Primera de Pedro, capítulo 3, versos 21 en adelante, que a Jesús están sujetos ángeles, autoridades y potestades; todas las huestes celestiales, todos los arcángeles con sus huestes celestiales, todo está sujeto a Él; todos los reinos del mundo celestial o del mundo espiritual o mundo invisible están sujetos a Él; todo está bajo el gobierno del Trono celestial.
Pero ahora, ¿qué será del Trono de David, al cual Cristo es heredero? Cristo dice: “Al que venciere…”. Dice: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno abre la puerta…”. Vamos a tocar eso para tener un cuadro claro.
Dice, capítulo 3, verso 20 al 21 [Apocalipsis]:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…”.
Es la puerta de una dispensación.
La de la Dispensación de la Gracia la abrió Pedro el Día de Pentecostés; y Cristo es la Puerta.
Al abrir el misterio de la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios y como el Macho Cabrío de la Expiación, efectuando con Su muerte el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, y dando a conocer así que ahora toda persona tiene la oportunidad de creer en Cristo y obtener la salvación y vida eterna; en ese mensaje que predicó Pedro, que cubre todo eso, encontramos que abrió la Puerta: abrió a Cristo. Con la revelación que tenía, que le fue dada del Cielo, abrió la Puerta del Reino de los Cielos, que es Cristo.
Y por medio de esa Puerta, por medio de Cristo, entramos al Reino de los Cielos, que está en la esfera espiritual, pero que algún día va a estar en la esfera física en este planeta Tierra.
Y esa Puerta de la Dispensación de la Gracia fue abierta; pero va a ser cerrada, conforme a San Lucas, capítulo 13, versos 25 al 27, cuando el Padre de Familia se haya levantado y haya cerrado la puerta.
Pero también en la parábola de las diez vírgenes, de San Mateo, capítulo 25, versos 1 al 13, nos dice que a la medianoche se oyó un clamor: “¡He aquí el Esposo viene; salid a recibirle!”.
Y las vírgenes – las diez vírgenes se levantaron, prepararon sus lámparas. Y las insensatas dicen a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite porque nuestras lámparas se apagan”; ya estaban apagándose porque no tenían aceite; y las prudentes sí tenían aceite y necesitaban tener sus lámparas encendidas.
Cuando se está de noche, y no se tiene una luz y está oscuro, puede aparecerle cualquier persona y usted no saber quién ha aparecido. Por consiguiente, las vírgenes insensatas, al no tener Aceite en sus lámparas, estarán en tinieblas, estarán a oscuras, y no podrán ver la Venida del Señor. Tan simple como eso, como sucedió dos mil años atrás. No pudieron ver que aquel era el Mesías. No tenían el Aceite: el Espíritu, para tener Luz de Dios con relación a la Venida del Señor.
Pero las prudentes verán la Venida del Señor, lo recibirán y entrarán con Él a las Bodas; y se cerrará la Puerta de la Dispensación de la Gracia.
Pero hay otra Puerta. Cada dispensación tiene la puerta de entrar a ella. Y para eso se requiere una llave.
En Apocalipsis, capítulo 3, verso 7, dice:
“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”.
Ahora, para el tiempo final se va a requerir la llave de David, para abrir la Puerta de la Dispensación del Reino; y el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David.
Para abrir esa Dispensación del Reino, para entrar a la Dispensación del Reino, para obtener la bendición de la transformación física, se requerirá que sea abierta la Puerta, y que se esté predicando, anunciando, el misterio de la Segunda Venida de Cristo; porque Él viene para reinar, Él viene para reclamar Su Trono terrenal y Reino terrenal, que es el Reino de David y Trono de David.
Y en la lectura que tuvimos, vean, dice (anterior)… dice:
[Apocalipsis 3:20] “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (alguien tiene que abrir la Puerta).
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
El que va a vencer es el que tendrá la llave de David y abrirá esa puerta: la Puerta del Reino de David, la Puerta de la Dispensación del Reino, para que entren a esa dispensación, y entren físicamente al Reino de Dios obteniendo la transformación de sus cuerpos, y los muertos en Cristo recibiendo la resurrección en cuerpos eternos.
También nos dice que será en la misma forma en que sucedió con Él, pues dice:
“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono (el Trono de David; ese es el Trono de Cristo), así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
O sea que en la misma forma en que el Padre hizo con Jesús, Jesucristo va a hacer con el Vencedor.
Y no vamos a explicar mucho ahí porque se abriría mucho ese misterio del Séptimo Sello; recuerden que ahí está el misterio del Séptimo Sello.
Recordamos que los judíos están esperando un hombre. Ellos van a ver el Vencedor, el que abrirá la Puerta de la Dispensación del Reino, el que abrirá la Puerta del Reino de David; y lo van a reconocer; pero las vírgenes prudentes también lo van a reconocer.
Así que, así como luego Cristo decía: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”, también lo va a poder decir el Vencedor; pues dice:
[Apocalipsis 2:26] “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,
y las regirá con vara de hierro…”.
Va a recibir esa autoridad y poder sobre el planeta Tierra, así como Cristo la obtuvo sobre el universo completo. Dice:
“… y serán quebrantadas como vaso de alfarero…”.
Así que todo eso, vean, lo mismo que Cristo recibió a nivel universal, a nivel de todo el universo, de todo el Reino de Dios celestial, que incluye el de la Tierra también, Cristo lo dará local; como lo dio a Adán en el Huerto del Edén, que lo colocó como rey en el Huerto del Edén para gobernar sobre todo el planeta Tierra. Y le fue dado el Título de Propiedad, pero le fue quitado después; como a Saúl, que le fue dado el trono y luego le fue quitado.
Pero ese Título de Propiedad, en Apocalipsis 10 ya Cristo lo trae a la Tierra; pues lo toma en Apocalipsis 5, lo abre en el Cielo en Apocalipsis 6, 7 y 8 (todo eso por ahí); está abriendo… son cosas contenidas en esos Sellos; y luego lo trae a la Tierra para entregárselo a un hombre.
El Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, el Título de Propiedad de la vida eterna, el Título de Propiedad del reino terrenal, que perdió Adán, y del Reino de David; todo eso está incluido en ese Título de Propiedad; y se lo da a un hombre para que se lo coma.
Cristo, vean, lo obtiene en Su Primera Venida, hace la Obra para obtener ese Título de Propiedad, lo obtiene en el Cielo luego de terminar Su labor de Intercesor, y luego lo trae a la Tierra para entregárselo a un hombre; ese será el que se sentará con Cristo en Su Reino. Tan simple como eso.
Y en él estará Cristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, el Sello del Dios vivo, manifestándose en el tiempo final, y obteniendo la victoria en todas las cosas que están prometidas que Dios llevará a cabo.
Para este tiempo final, leemos entre las promesas divinas que hay una visión de Dios, eso es una visión celestial; y el Vencedor, el que va a vencer, va a creer en esa visión celestial, no va a ser rebelde a esa visión celestial, y va a trabajar para que se haga una realidad; va a obtener la victoria juntamente con todos los ministros y todos los creyentes en Cristo del tiempo final.
Así que no seremos desobedientes, sino obedientes, a la visión celestial.
Si llegan a preguntar: “¿Por qué están construyendo una Gran Carpa Catedral?”: porque no somos rebeldes a la visión celestial que ya fue dada.
Y si le preguntamos: “Y ustedes, que han tenido tantos años, tanto tiempo para hacerla, ¿por qué no la han hecho?”. La respuesta es: han sido rebeldes a la visión celestial, no han creído en la visión celestial, no han creído que es literal; aunque tenga también parte en el campo espiritual, ahí se cumple, se puede cumplir en las dos formas; pero una de las formas, obligatoria, es la literal.
Y ahora, podemos decir que el grupo del Día Postrero en la Edad de la Piedra Angular, que corresponde al número ocho, y que corresponde a quien David estará representando en el Día Postrero: obtendrá la victoria ese grupo de escogidos de Dios y conquistará todas las promesas divinas, incluyendo la materialización de esa Gran Carpa Catedral.
Así que no tenemos ni una pizca, ni un poquito de dudas en cuanto a eso: así fue profetizado, así fue dicho, y así será; y todo se está preparando para la materialización de esa visión celestial.
Y nadie más la podrá hacer una realidad, sino Dios por medio de todos los escogidos en la etapa de la Edad de la Piedra Angular, bajo el ministerio del Día Postrero, bajo el ministerio (vamos a decir) octavo.
Y ahora, estaremos viendo el respaldo de Dios, como lo hemos estado viendo siempre, por 30 o 40 años; yo lo he estado viendo por casi 50 años; y Miguel también ha estado viendo la mano de Dios obrando en toda su vida, en el ministerio que Dios ha colocado en él. Yo también he estado viendo la poderosa mano de Dios obrando en el ministerio que Él ha colocado en mí, y he estado viendo las bendiciones que Dios ha estado derramando sobre Su Iglesia.
De todos los tiempos de la Iglesia del Señor Jesucristo, este es el mejor: es la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo, es la edad, la etapa, en donde va a ocurrir la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Ninguna de las etapas pasadas existió en el Día Postrero, solamente la etapa en la cual estamos nosotros. Y hemos reconocido nuestro lugar en el Cuerpo Místico de Cristo, que no es la quinta edad: edad luterana, no es la sexta edad wesleyana, ni tampoco es la séptima edad pentecostal; es la Edad de la Piedra Angular.
Hemos reconocido nuestra posición, y, por consiguiente, lo que dijo el reverendo William Branham: “Cuando la Novia, la Iglesia-Novia, reconozca su posición, entonces vendrá el rapto”[18].
Así que estamos en esa parte tranquilos, seguros, y agradecidos a Cristo por lo que Él está haciendo en nuestro tiempo. Le agradecemos a Cristo todas las bendiciones que Él nos está dando, y esperamos más bendiciones de parte de Cristo.
En el cumplimiento de la Visión de la Carpa va a estar el Nombre de Dios, el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios y el Nombre Nuevo del Señor; Él fue el que lo dijo; por lo tanto, lo tiene que cumplir, porque es una promesa; y Él dijo que lo va a escribir sobre el Vencedor[19]. Por lo tanto, así será.
¿Cómo será eso? Pues dejemos que todo eso sea abierto completamente para que lo entendamos; y si no lo entendemos estando en estos cuerpos, cuando tengamos el nuevo lo vamos a entender.
Así que, para sentarse en el Trono de Dios celestial, Jesús tuvo que tener el Nombre de Dios en Él. “Yo he venido en Nombre de Mi Padre”, dijo Cristo[20].
Para sentarse en el Trono de David con el Señor, el que se va a sentar con Él en el Trono tendrá el Nombre de Jesucristo, el Nombre Nuevo de Jesucristo, Nombre Eterno de Dios y de la Ciudad de nuestro Dios; y tendrá que estar en la edad que le sigue a la séptima edad, tiene que estar en la edad que le sigue a la edad del precursor. El precursor dijo: “A él le conviene crecer, y a mí menguar”. Así dijo Juan el Bautista[21] y dijo el reverendo William Branham[22].
Así que será paralelo a lo que pasó en el pasado. Lo que sucedió con Jesús y Juan el Bautista se repetiría en una nueva dispensación y en un entrelace dispensacional, en donde se entrelaza la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia, como allá se estaba entrelazando la Dispensación de la Gracia con la Dispensación de la Ley; y se estaba entrelazando el Mensaje de Jesús con el Mensaje de Juan. Así que… Y Jesús dio testimonio de Juan identificándolo como el Elías que tenía que venir en aquel tiempo.
El que vendrá después del reverendo William Branham va a dar testimonio de que el reverendo William Branham era realmente el precursor de la Segunda Venida de Cristo, era el Elías que tenía que venir en la cuarta manifestación del ministerio de Elías por cuarta ocasión.
Recuerde, en la página 119 del libro de Citas, por ahí usted encontrará que él dice [párr. 1058]: “Será paralelo en todo”. Finalizando ya ese párrafo (está a la mano derecha), del libro de Citas, ya al final por ahí, dice en algún sitio: “Será paralelo en todo”, cuando habla de la Tercera Etapa, y cuando habla: “Yo no moriré de viejo sin que Él esté aquí”. ¿Ya tendría cuántos años? 100 años.
También él dice en otros lugares que el séptimo Ángel estará en la Tierra en el tiempo de la Venida del Ángel Fuerte de Apocalipsis 10, que desciende del Cielo con el Librito abierto. Puede ser el séptimo ángel de la séptima edad o séptimo ángel de los ángeles de las Siete Trompetas, para no poner la cosa difícil para el grupo del séptimo mensajero, al cual amamos, tanto a su grupo como al mensajero séptimo; aunque ya se fue, pero continuamos amándolo de todo corazón; y lo vamos a ver en su regreso jovencito, y nos va a visitar. Así como los santos del Antiguo Testamento, cuando resucitaron con Cristo visitaron a muchos de sus familiares. Eso está en San Mateo, capítulo 27, verso 51 en adelante.
Bueno, San Pablo dijo: “No fui rebelde a la visión celestial”. Y yo también digo que no fui rebelde a esa Visión celestial de la Carpa, sino obediente a la Visión celestial. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, pues estamos brazo a brazo creyendo y obrando.
Porque muchas personas dicen: “Yo creo”, pero no hacen nada. Esos son los que creen de palabra, o sea, que lo dicen de palabra, de la boca para afuera, pero acá adentro no han creído.
Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón. Él lo dijo y lo va a cumplir; por lo tanto, lo creemos de todo corazón.
Yo creo de todo corazón, no este año, sino hace años, que les he estado diciendo a ustedes y les he estado mostrando que esa Visión —que es celestial, y que no hay duda que vino del Cielo— se cumplirá. Y ahí es donde la gloria de Dios va a ser manifestada en toda Su plenitud, y en donde muchas bendiciones grandes van a venir.
Está ligada a la fe para el rapto, está ligada al misterio del Séptimo Sello, se cumple la Tercera Etapa ahí. Y la Tercera Etapa es la Palabra creadora siendo hablada. Alrededor de la Palabra creadora siendo hablada será que se cumplirá esa Tercera Etapa y que operará todo en el cumplimiento de la Visión de la Carpa.
“OBEDIENTE A LA VISIÓN CELESTIAL”. Y en plural: “OBEDIENTES A LA VISIÓN CELESTIAL”.
Por eso estamos trabajando juntos, porque somos obedientes a la visión celestial.
Ha sido una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de la visión celestial, la Visión de la Carpa, y todas las demás visiones que hayan sido dadas a los diferentes profetas: a Jesús también, a los apóstoles y a los siete ángeles mensajeros del Señor.
No somos rebeldes a la visión celestial que haya Dios mostrado, y trabajamos en la visión o visiones celestiales correspondientes a nuestro tiempo, como trabajaron otros en la visión o visiones celestiales correspondientes al tiempo en que ellos vivieron, profetas y mensajeros de Dios.
Bueno, que Dios les bendiga y les guarde.
Oren mucho por mañana, que estaremos aquí nuevamente para recibir las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Oren mucho por esa actividad de mañana y por todas las que se estarán llevando a cabo en diferentes lugares de la República Mexicana, en donde el misionero, doctor Miguel Bermúdez Marín, estará viajando; y yo también estaré viajando para cumplir compromisos de actividades.
Bueno, por aquí Miguel… está esperando el postre; pero ya hace rato, Miguel, ya hace rato nos lo comimos. Puedes pasar por aquí.
Recuerden que en el campo espiritual se come, y se come más que en el campo físico.
Bueno, también vean, Ezequiel se comió un rollo[23], un libro (en ese tiempo eran en rollo los escritos sagrados); y vean, en Apocalipsis el Libro es traído para que una persona lo tome y se lo coma. Y de eso es que tiene que hablar a la Iglesia y al mundo entero: del contenido escrito en ese Título de Propiedad que se come.
Por eso después dice: “Es necesario que profetices otra vez”[24]. ¿Ve? Tiene que ser un profeta, para poder profetizar. “Que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones y lenguas”; por lo tanto, tiene que estar en la Tierra para profetizar sobre pueblos, naciones y lenguas.
Es el mismo que en Apocalipsis, capítulo 14, verso 6 al 7, aparece con el Evangelio Eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra, aparece con el Evangelio del Reino; del cual Cristo dijo en San Mateo 24, verso 14: “Y será predicado a todas las naciones este Evangelio del Reino, para testimonio…”. Vamos a leerlo correctamente, aquí se los cité así sin leerlo directo; vamos a leerlo directo para que quede grabado. Capítulo 24, verso 13 al 14, de San Mateo, dice:
“Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.
Y el Evangelio del Reino se predica por testimonio y para testimonio a todas las naciones por el Espíritu Santo en el mensajero de la Dispensación del Reino con el Evangelio del Reino.
¿Y qué estará hablando cuando esté predicando el Evangelio del Reino? Pues estará hablando del Reino, del Reino de Dios que va a ser establecido en la Tierra; de lo cual Cristo dijo que cuando oremos, digamos: “Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad, como en el Cielo, también en la Tierra (o aquí en la Tierra)”[25]. Y eso será en el Reino del Mesías que se hará la voluntad del Padre celestial aquí en la Tierra.
Porque en la actualidad, por miles de años, se está haciendo la voluntad de personas, se está haciendo la voluntad humana; pero en el Reino del Mesías se hará la voluntad de Dios, porque será un hombre conforme al corazón de Dios, y los pensamientos de Dios serán transmitidos a él para gobernar sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.
Así que vienen tiempos gloriosos para los creyentes en Cristo en este tiempo final. Aunque vienen problemas para el planeta Tierra, pero nos vamos a ir antes de los juicios, antes que caigan los juicios divinos sobre el planeta Tierra; y esa temporada, que serán tres años y medio, la vamos a pasar muy bien en la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero.
Bueno, que Dios les bendiga y les guarde.
Ya tuvimos el segundo postre, Miguel. Vamos a pasar por aquí, Miguel.
Y que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“OBEDIENTES A LA VISIÓN CELESTIAL”.
[Revisión septiembre 2023 – JR-PP]
[1] Génesis 6:13-22
[2] Génesis 12:1
[3] Génesis 13:14-17
[4] Génesis 28:15
[5] Éxodo 3:1-12
[6] Josué 5:13-15
[7] Josué 10:12-13
[8] 1 Samuel 8:4-9
[9] Deuteronomio 17:14-15
[10] 1 Samuel 16:1-5
[11] Mt. 17:5, Mr. 9:7, Lc. 9:35
[12] Mt. 3:16-17, Mr. 1:9-11, Lc. 3:21-22
[13] 1 Samuel 16:10-13
[14] 1 Samuel 17:1-58
[15] 1 Samuel 18:6-9
[16] 1 Crónicas 2:13-15
[17] San Marcos 14:62
[18] Citas, pág. 107, párr. 931: 63-0728 “Cristo es el misterio de Dios revelado”, párr. 240
[19] Apocalipsis 3:12
[20] San Juan 5:43
[21] San Juan 3:30
[22] Los Sellos, pág. 474, párr. 174
[23] Ezequiel 3:1-2
[24] Apocalipsis 10:10-11
[25] San Mateo 6:9-10, San Lucas 11:2