Pide, y se os dará

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes países, ministros y sus congregaciones, hermanos y hermanas creyentes en Cristo nuestro Salvador. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Quiero extender mis felicitaciones al señor José Benjamín Pérez y a todo el equipo de trabajo que está construyendo la Gran Carpa-Catedral en Puerto Rico con la compañía American Construction Corp., de la cual José Benjamín Pérez es su Presidente. Mis felicitaciones, y que Dios les bendiga grandemente en todo, y los use grandemente en ese gran proyecto de la construcción de la Gran Carpa-Catedral.

Ya terminaron los fundamentos y columnas, y ahora falta terminar los arcos; y son diferentes etapas. Ya parte de los arcos están también instalados, los arcos de metal, pero faltan algunos; y luego la lona, los baños, también el relleno del piso; o sea, faltan algunas cosas; se llevan a cabo en etapas, y cada etapa es una meta para llevarse a cabo; y esta meta del fundamento, las zapatas y las columnas, ya se llevó a cabo.

Mis felicitaciones a José Benjamín Pérez, Presidente de la compañía constructora American Construction Corp. y a todo su equipo de trabajo.

Vamos a… y también felicitaciones a todos los países, ministros, congregaciones y hermanos, por el respaldo que le están dando al proyecto de la Gran Carpa-Catedral con vuestras oraciones y también con vuestras donaciones para respaldar ese proyecto.

Y también mis felicitaciones a los países que están trabajando con la donación de sangre y el proyecto “Huellas para no olvidar” de la Embajada de Activistas por la Paz. En todo se está obteniendo el éxito.

Y ahora, por cuanto todos ustedes desean saber cómo va y cómo está el proyecto de la construcción de la Gran Carpa-Catedral, vamos a pedirle al reverendo José Benjamín Pérez nos pase un documental de la construcción, para ver cómo va y cómo quedaron las columnas; y luego hemos de saber que ya esa parte se hizo. Falta el relleno, el piso y faltan todavía cosas; pero así como se llevó a cabo esa etapa con éxito, se continuarán llevando a cabo las demás etapas.

Por lo tanto, le pedimos al reverendo José Benjamín Pérez, nos pase el documental del proyecto de la Gran Carpa-Catedral y también del trabajo de la Embajada de Activistas por la Paz, que por favor también nos pase ese documental de la Embajada de Activistas por la Paz. Adelante, José Benjamín Pérez, para ver y escuchar.

Todas estas cosas que estaremos viendo, son una obra de fe; son la fe de cada uno de ustedes expresada en forma del proyecto de la Gran Carpa-Catedral siendo construido, y también los proyectos o el proyecto de la Embajada de Activistas por la Paz.

Un viaje de Puerto Rico hasta la Argentina toma como nueve horas, así que la transmisión toma unos minutitos nada más; desde que lo conectan y ya está conectado todo, la transmisión son dos o tres minutos nada más, de llegar de allá de Puerto Rico hasta acá. Cuando haya transportación vía satélite y vía internet, ya los viajes serán más rápidos entonces.

Ahora pues se transporta solamente la imagen y algún día tendremos transportación de cuerpo; y esa es una promesa para los creyentes en Cristo: cuando tengamos el cuerpo eterno inmortal e incorruptible y glorificado, la transportación para nosotros estará incluida en el cuerpo mismo.

Aprovechamos esos minutitos que – en lo que llega… ya debe venir por ahí por Perú, quizás. La imagen pues tarda su tiempito, porque esa imagen tiene que ir al satélite y del satélite bajar.

Va a ser glorioso cuando tengamos el nuevo cuerpo; y nos da una idea cuando Cristo resucitó, que podía aparecer y desaparecer, podía ir de un lugar a otro, podía entrar a donde estaban los discípulos con las puertas cerradas, y ya un día subió al cielo y desapareció, se fue a la séptima dimensión, para sentarse allá como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec.

(Mientras llega la imagen y la voz, continuaremos platicando un poquito…)

Lo que está prometido para los creyentes en Cristo es tan grande que San Pablo dice que será la Adopción de los hijos e hijas de Dios, como hijos e hijas de Dios, lo cual será la redención del cuerpo, donde tendremos el cuerpo eterno inmortal e incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Cristo, el cual fue el cuerpo que Dios diseñó y predestinó para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también, para todos los hijos de Dios.

Y por consiguiente, Jesucristo siendo nuestro hermano mayor, es el primero que tiene ese cuerpo glorificado; un cuerpo con el cual se puede viajar de un sitio a otro, se puede comer, se puede hablar, se puede tocar ese cuerpo, y en ese cuerpo las manos – con sus manos se puede tocar a otras personas y a otras cosas.

Aun Cristo ya estando resucitado, allá en San Juan nos dice que Él estaba en la playa y los discípulos estaban en el Mar de Galilea, y Él les dice: “Tiren la red.” No habían pescado nada. Le dicen: “Toda la noche hemos estado pescando y no hemos pescado nada; pero la tiraremos en Tu Nombre.”

La tiraron, y la red por poco se rompe; pero no se rompió. Recuerden que la red representa el Evangelio, la red del Evangelio. Y pescaron ¿cuántos? Ciento cincuenta y tres, de peces escogidos; por lo tanto, eso representa personas que van a ser… son peces, y luego van a ser pescados; porque en los peces hay un cambio: son ‘peces’ mientras están en el agua, y cuando los sacan son ‘pescados’ porque fueron pescados; y para eso habrá pescadores de hombres.

En San Mateo, capítulo 13, versos 45 al 50, o 47 al 50, nos dice… Mientras llega la imagen leemos ese pasaje para que estemos al tanto…

[Proyección de los videos-documentales]

Hemos visto que el proyecto de construcción de la Gran-Carpa Catedral está bien adelantado; y ese es el proyecto de cada uno de ustedes, de ustedes que están en otros países también; porque es una meta común para todos, porque es para beneficio de la familia humana, en donde Dios será glorificado.

Lo más grande que se construyó en el tiempo de Moisés fue el tabernáculo, lo más grande que se construyó en el tiempo del rey Salomón fue el templo en Jerusalén; esas fueron las construcciones más grandes en el mundo, que fueron construidas; porque siempre, cuando es una construcción para Dios, es lo más grande; porque es para Dios habitar, para Dios ser manifestado y traer bendición para los seres humanos.

Siempre un templo para Dios, un templo para Cristo, bajo el Nuevo Pacto, es lo más grande que un grupo de personas puede hacer. Y este Templo, esta Gran Carpa-Catedral, es para Dios, Creador de los Cielos y de la Tierra, es para el Señor Jesucristo, para que Él esté en medio de Su pueblo manifestado, bendiciendo a Su pueblo; y por consiguiente es para beneficio de la familia humana.

Vimos también el avance de la Embajada de Activistas por la Paz, con la cual estamos trabajando por la familia humana, con diferentes proyectos como: “Huellas para no olvidar”, donaciones de sangre, y proyectos con las universidades y también con los gobiernos de diferentes países; y es una oportunidad para, cada uno de nosotros, trabajar en favor de nuestro prójimo.

Aprecio mucho la participación de cada uno de ustedes en y con la Embajada de Activistas por la Paz, y también con el proyecto de la construcción de la Gran Carpa-Catedral. Que Dios los bendiga, los prospere y les use grandemente en Su Programa en este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, leemos en San Lucas, capítulo 11, versos 9 en adelante, donde nos dice de la siguiente manera:

“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?

¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”

“PIDE, Y SE OS DARÁ.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

El Señor Jesucristo es el que ha dicho y prometido que pidamos y recibiremos, se nos dará.

Toda promesa divina la puede obtener la persona, hacerla una realidad, creyéndola y pidiendo de acuerdo a esa promesa; por eso encontramos tanto a Abraham como también a Moisés, pidiéndole a Dios; cuando Dios había dicho, por ejemplo, que destruiría al pueblo de Israel y a Moisés lo pondría sobre una nación mayor, Moisés le pidió a Dios que no los destruyera.

¿Cómo lo hizo y por qué Dios lo escuchó? Porque Moisés tomó la Palabra de promesa que Dios había hecho a Abraham y al pueblo, y con esa Palabra fue que entonces pidió de acuerdo a esa Palabra de promesa; y Dios no destruyó a Israel, tuvo misericordia al escuchar la voz de Moisés en favor del pueblo.

Así son todas las promesas de Dios y así es la forma de pedir a Dios. Y ahora Cristo nos dice en San Juan, capítulo 14, versos 13 al 14:

“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”

Es promesa de Cristo hacer todo aquello que le pidamos a Dios para que sea hecho.

Hay un tiempo de espera en lo que llega la oración y viene la respuesta; la cual o el cual, ese tiempo y en ese tiempo, la persona tiene que mantener su fe firme en la petición que hizo, basado en lo que Cristo prometió. No puede basar su fe en una idea personal, es en lo que Dios ha prometido por medio de Cristo, para concederle a la persona sus peticiones.

Miren el caso de Daniel, el cual había orado a Dios; y también el caso de Zacarías el sacerdote, el cual también había orado a Dios; y en el caso de Daniel, el Ángel Gabriel fue enviado y le dice a Daniel: “Tú eres muy amado en el Cielo. Tú eres muy amado, muy amado.” Y le dice: “Tu oración ha sido escuchada, y yo he sido enviado por esta causa; pero el príncipe de Persia allá me detuvo, y no me ayudó sino – nadie me ayudó, sino Miguel vuestro príncipe.”

O sea, que hubo una lucha allá, porque era el tiempo de cambio del imperio medo-persa al imperio griego. Y cuando hay esos cambios, los Arcángeles de Dios, Gabriel y Miguel, intervienen para que se realicen de acuerdo a la profecía, de acuerdo a lo que está escrito. Y así va pasando el reino o imperio de los gentiles de una etapa o de una edad a otra, y aparecen los personajes que corresponden a esa nueva etapa, y aparece el territorio donde se lleva a cabo esa nueva etapa del reino de los gentiles.

Hasta que llega al tiempo final, luego de comenzar en el tiempo de Nabucodonosor con la cabeza de oro, luego continuar con el pecho y los brazos de plata en el imperio medo-persa… El de Nabucodonosor fue en Babilonia, y luego con los medo-persas; y luego pasa al imperio de Grecia con Alejandro el Grande, eso fue el vientre y los muslos de bronce; y luego pasa a las piernas de hierro, que fue el imperio romano, de los Césares; y luego pasa en el mismo imperio romano, pasa a los pies de hierro y de barro cocido, que es la etapa en la cual nos encontramos, y es la última etapa del imperio de los gentiles, que en parte es débil (representado en el barro) y en parte es fuerte (representado en el hierro).

Y es en el tiempo en que la Segunda Venida de Cristo como la Piedra no cortada de manos, cortada del Monte de Dios, vendrá; y es el tiempo para terminar su trayectoria el imperio de los gentiles y ser establecido el Imperio o Reino del Mesías en la Tierra, conforme a Daniel, capítulo 2, versos 30 al 45.

Estamos en el tiempo más glorioso de todos los tiempos; en el tiempo del fin para el imperio de los gentiles en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, y en el tiempo para la Venida de Cristo, para el establecimiento del Reino del Mesías, que será la restauración del Reino de David; y por consiguiente, será ése el Imperio que nacerá, que se materializará en la Tierra, crecerá y permanecerá para siempre; en donde la paz saldrá de Jerusalén y llegará a todas las naciones.

Esa es la paz permanente que espera el pueblo hebreo que les traiga el Mesías, el Príncipe de Paz, de Isaías, capítulo 9, versos 1 en adelante, y también Isaías, capítulo 11, versos 1 en adelante.

En ese Reino los creyentes en Cristo estarán con cuerpos glorificados; por lo tanto no habrá problemas con los hebreos, con los judíos; estarán… dice Cristo que en la resurrección serán como los ángeles, que ni se casan ni se dan en casamiento; así serán los creyentes en Cristo cuando tengan el cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Los Arcángeles Gabriel y Miguel han estado trabajando en esos cambios o etapas del reino de los gentiles; y tienen que ver, con el pueblo hebreo el Arcángel Miguel, y el Arcángel Gabriel tiene que ver con la Iglesia del Señor Jesucristo; y ellos se encargan también de esos cambios de edades en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Cuando el Ángel Gabriel necesita ayuda, llama al Arcángel Miguel con su ejército; por lo tanto, las profecías, la profecía, dice San Pedro, que es como una antorcha que alumbra en lugar oscuro, y que es segura.

Vean cómo estos Ángeles trabajan para que se cumplan. Lo mismo Cristo en Espíritu Santo en Su Iglesia, trabaja en Su Iglesia para, por medio de Su Iglesia, cumplir las cosas que Él ha prometido hacer en Su Iglesia y a través de Su Iglesia.

Y ha prometido que todo lo que pidamos al Padre en Su Nombre, Él lo hará. Él es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec; por lo tanto, tenemos un Intermediario, un Intercesor, un representante en el Cielo, que ha prometido hacer todo lo que pidamos al Padre en Su Nombre.

Él dice: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre,” pero dice que pidamos. Y si Él dice que pidamos, recuerde que cuando le dicen a una persona: “Pide lo que tú quieras,” la persona debe pedir conforme al Programa Divino para su tiempo, debe pedir correctamente.

La Escritura dice: “Pedís y no recibís, porque pedís mal.” Hay que pedir de acuerdo a lo que está prometido. La persona tiene que tener su meta. No puede pedir en forma egoísta, para beneficio personal suyo, para invertirlo en cosas incorrectas; debe pedir de acuerdo al Programa Divino, buscando siempre el bienestar de la Obra de Dios y de su prójimo; debe pedir de acuerdo a las promesas que hay para ese tiempo.

Por ejemplo, si estuviéramos en el tiempo de Noé, entonces pediríamos que Dios nos ayudara a colaborar con Noé, trayendo la madera y las demás cosas para la construcción del arca. No pediríamos para hacer un edificio y que las personas se metieran a vivir en ese lugar, porque la profecía decía que Dios iba a destruir la Tierra con un diluvio, iba a destruir a la humanidad; por lo tanto, la petición sería, la correcta: pedir para respaldar a Noé en el proyecto del arca, donde se salvarían las personas que iban a comenzar, o que Dios iba a comenzar con ellos una nueva generación.

No es un asunto de pedir para hacerse rico, pero si tenemos que ser ricos para la labor que se debe hacer en la Obra de Dios, Dios lo hará; pedimos que Dios nos provea lo máximo. ¿Queremos trabajar mucho? Pues que nos provea mucho.

El que no quiera trabajar mucho, su petición no abarcará mucho, porque ni siquiera tiene suficiente fe para tener en su corazón trabajar mucho en la Obra de Dios. O sea, que no creerá, no tendrá una fe grande, ni siquiera como un grano de mostaza; por lo tanto, tenemos que conocer nuestras metas y la intención por la cual queremos las cosas.

Alguna persona puede decir: “Quiero millones de dólares porque quiero comprar un carro de miles de dólares.” Es una petición en la cual usted se debe alegrar que Dios no le provea lo que pide, porque ya comenzó mal, y puede tener un accidente y ahí termina su vida; por lo tanto, es importante saber la intención del corazón con y por lo cual usted está pidiendo a Dios en el Nombre del Señor Jesucristo.

Mi deseo es trabajar al ciento por ciento en la Obra del Señor; y todo trabajo que he hecho, que hago y que haré, lo canalizaré para que sea de beneficio para la Obra del Señor. ¿Y quién más piensa así? Cada uno de ustedes también.

Cuando pido, sé en qué Nombre tengo que pedir, porque hay un solo Nombre; así que es sencillo, no tiene que buscar un sinnúmero de nombres para escoger a través de cuál va a obtener su petición.

Cristo dijo: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré.”

Por lo tanto, es un solo Nombre; “porque no hay otro Nombre, dado a los hombres, en que podamos ser salvos,” y en que podamos también hacer nuestras oraciones y obtener la respuesta de parte de Dios.

“Todo lo que hagáis, ya sea de palabras o de hechos, hacedlo todo en el Nombre de Jesucristo,” esas son palabras de San Pablo; y como asignación, busquen el lugar donde están esas palabras; y cuando las tengan, de alguna forma me las hacen llegar para decirle a los demás dónde está esa promesa.

O sea que, vean, a través de la Escritura, por medio del Espíritu Santo a través de los profetas y de los apóstoles, nos ha sido dado a conocer cómo pedir y en qué Nombre pedir, y la promesa de Cristo: que Él lo hará.

Por lo tanto, la fe vuestra y mía estará basada, fundada, en la Palabra prometida de Cristo; la cual no puede fallar, porque Él no se puede negar a Sí mismo. Él no puede prometer y después negarse a cumplir lo que prometió.

Recuerden que es Dios en Cristo hablando. Dios estaba en Cristo reconciliando Consigo mismo al mundo; por eso Cristo decía, Jesucristo decía: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” Y Él decía: “Yo no hablo nada de mí mismo, sino como yo escucho al Padre, así yo hablo; y como yo veo, como Él me muestra, como yo veo que Él hace, como Él me muestra, así yo hago.”

En palabras más claras: Jesús, según la carne, no hizo ningún milagro; fue Dios el Padre, por medio de Su Espíritu Santo en Jesús, el que hizo todos los milagros.

Lo mismo que Moisés: Moisés no libertó al pueblo hebreo; fue Dios por medio del Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, a través de Moisés manifestado, libertando a Su pueblo Israel; por lo tanto, son las obras de Dios a través de seres humanos, porque Dios siempre usa al ser humano.

Por eso las personas que se ponen, se colocan en las manos de Dios, vienen a ser instrumentos de Dios, y podrán decir: “Yo no hice nada, fue Dios a través de mí.” Siempre dándole la gloria a Dios, como lo hizo el mismo Jesucristo.

Humanamente nada podemos hacer, pero Dios sí puede hacer muchas cosas a través de nosotros. Bajo el Nuevo Pacto, así como Dios obró por medio de Cristo, así como el Padre obró por medio de Cristo e hizo las Obras que Él había prometido, Cristo en Espíritu Santo obra por medio de Su Iglesia, y así continúa las Obras que Él comenzó.

“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu Santo, el cual el Padre enviará EN MI NOMBRE…” [San Juan 14, 15 y 16]

Por eso cuando el Espíritu Santo le apareció a San Pablo en aquella luz más fuerte que el sol, San Pablo le dice… Cuando Él le dice a Saulo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” [Hechos 9:1-19]

Saulo le dice, le contesta: “Señor…” Reconoció que era Dios, que era el Señor, que era el mismo que le había aparecido a Moisés. “Señor, ¿quién eres?” Porque estaba persiguiendo a Dios; y a quien Saulo de Tarso estaba persiguiendo era a los cristianos.

El que hace algo en favor o en contra de un creyente en Cristo que forma parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, lo está haciendo a Cristo; sea bueno o sea malo lo que hace.

San Juan, capítulo 13, verso 20, dice:

“De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.”

Y en San Mateo, capítulo 25, versos 31 al 46, cuando Él está juzgando a los que están representados en los cabritos, y está juzgando también luego… o primero a los que están representados en las ovejas: A los que están representados en las ovejas les dice: “Por cuanto…” Para que lo tengamos claro, vamos a leerlo. Capítulo 25, verso 31 en adelante, de San Mateo, dice:

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria (ese es el Trono de David),

y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.

Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces el Rey…”

¿Ven? Ya está como Rey, sentado en el Trono del Padre terrenal, en el Trono terrenal, porque en el Trono celestial se sentó cuando subió al Cielo, dos mil años atrás. Esa era la lucha en aquel tiempo: por el Trono celestial. Y ahora en este tiempo es la lucha por el Trono terrenal, el Trono de David, el cual el anticristo tratará de obtener y sentarse en ese Trono, haciéndose pasar por el Mesías, haciéndose pasar por Cristo.

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (es el Reino de Dios, el Reino de David, el Reino Milenial).”

Recuerden que los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, son herederos de Dios y, por consiguiente, herederos del Reino de Dios y herederos de la vida eterna, y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro.

A todo lo que Cristo es heredero lo son también los creyentes en Cristo:

¿Cristo es el heredero al Reino de David? Los creyentes en Cristo son coherederos con Cristo, del Reino de David.

¿Cristo es heredero del cuerpo glorificado? También los creyentes en Cristo son herederos del cuerpo glorificado.

¿Cristo es Rey de reyes y Señor de señores? Los creyentes en Cristo son reyes también.

Cristo es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, los creyentes en Cristo son sacerdotes también según el Orden de Melquisedec; porque Cristo con Su Sangre nos ha redimido para Dios, de todo linaje, pueblo y nación y lengua; y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos con Él.

Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 en adelante; y capítulo 5 de Apocalipsis, versos 7 al 11; y Apocalipsis, capítulo 20, versos 4 al 6. En esas Escrituras nos habla de que los creyentes en Cristo, nacidos de nuevo, lavados con la Sangre de Cristo, redimidos con la Sangre de Cristo, son reyes y sacerdotes.

Y en Primera de Corintios, capítulo 6, versos 1 en adelante, nos dice que los santos juzgarán al mundo, y aun a los ángeles.

Cristo es el Juez de toda la Tierra, porque Dios ha puesto a Cristo como Juez de los vivos y de los muertos; y Cristo nos ha colocado como jueces en Su Reino, al ser creyentes en Él.

O sea, que el Gabinete del poder judicial de Cristo y Su Reino, son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que son los creyentes en Cristo; y el Gabinete de gobierno de Cristo como Rey en Su Reino, son los creyentes en Cristo, que son reyes también.

Y los sacerdotes de ese Reino, según el Orden de Melquisedec: Cristo es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, y los creyentes en Cristo son sacerdotes con Cristo; porque Él nos ha hecho reyes y sacerdotes, y reinaremos con Él.

A todo lo que Cristo es heredero, yo también soy heredero. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Cristo es la Estrella resplandeciente de la Mañana, y los creyentes en Cristo son estrellas también. Cristo es la Luz del mundo, y los creyentes en Cristo también son la luz del mundo.

La Escritura nos dice que somos luz del mundo, la luz del mundo; porque lo mismo que es Cristo, también lo son los creyentes en Cristo, también lo es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y Cristo es la Estrella de la Mañana, y los creyentes en Cristo de este tiempo final ¿son qué? Las estrellas de la mañana.

Y Cristo es la raíz y el linaje de David, el León de la tribu de Judá, y ahí… estudien bien ustedes, que algún día hablaremos de eso. Está ligado al Séptimo Sello.

“PIDE, Y SE OS DARÁ.”

Pida sabiduría y revelación, que es lo más importante para entender bien el Programa de Dios y trabajar en el Programa de Dios, y poder pedir las demás cosas con sabiduría, con conocimiento.

Dice el mismo Cristo: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.”

Ese Reino está preparado desde la fundación del mundo. Es que hubo unos problemas en el Huerto del Edén y eso ha retrasado el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra; pero la restauración del Reino de Dios en la Tierra vendrá a ser nuevamente la restauración del Edén, volviendo al Edén.

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;

estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?

¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?

¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”

Cristo ha sido colocado, conforme a las palabras del apóstol San Pablo… Capítulo 2 de Hebreos, versos 11 en adelante:

“Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,

diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre,

En medio de la congregación te alabaré.

Y otra vez:

Yo confiaré en él.

Y de nuevo:

He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.”

¿Quiénes son esos hijos que Dios le ha dado a Cristo? Son todos los creyentes en Él, que por medio de creer en Cristo, recibiéndolo como Salvador, siendo bautizados en agua en Su Nombre, y recibiendo el Espíritu Santo: nacen de nuevo; nacen del Agua del Evangelio y del Espíritu Santo, nacen en el Reino de Dios, entran así al Reino de Dios. Así como entraron a este reino terrenal, reino de las tinieblas, al nacer en esta Tierra; y ahora al nacer de nuevo, por cuanto el nuevo nacimiento es celestial, es del Cielo, nacemos en lugares celestiales en Cristo Jesús Señor nuestro.

Nacemos del Cielo y por eso San Pablo dice:

“Mas vuestra ciudadanía está (¿dónde?) en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21.

[Hebreos 2:14]:

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre (o sea, nosotros), él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,

y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.”

La descendencia de Abraham. De la descendencia de Abraham, San Pablo nos dice en Gálatas, capítulo 3, verso 26 en adelante:

“…Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.”

Por lo tanto, todos los creyentes en Cristo son simiente de Abraham por la fe en Cristo; por la fe en Cristo, cada creyente viene a ser simiente de Abraham.

También en Hebreos, capítulo 3, versos 5 al 6, dice:

“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios (o sea, toda la familia de Dios), como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;

pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”

La Casa de Cristo es Su Iglesia, Su Casa, Su Familia; porque todos estos hijos de Dios vienen por medio de Cristo el segundo Adán, que es el que con la unión, esa relación espiritual que tiene con Su Iglesia, se reproduce en hijos e hijas de Dios, de etapa en etapa.

Como en una familia hay hijos que nacen en un año, en una fecha, hay otros que nacen después, o hay otros que nacieron primero; así son los hijos de Dios, que vienen por Cristo a través de Su Iglesia, en cada una de las etapas de Su Iglesia.

“…pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros (la Casa de Dios, la Familia de Dios, los descendientes de Dios).”

La Escritura nos dice que los creyentes son los hijos e hijas de Dios. Miren aquí en el capítulo 1 de San Juan, versos 11 al 13, dice:

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

Son engendrados de parte de Dios, son engendrados por Dios, por medio del Espíritu Santo en el Cuerpo Místico de Cristo, Su Iglesia. Ahí es donde Cristo dijo que estaría hasta el fin del mundo: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo.” San Mateo, capítulo 28, verso 20.

También la Escritura nos dice que nuestros nombres están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida. Hebreos, capítulo 12, verso 22 al 24, dice:

“…Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos (la congregación de los primogénitos es la Iglesia del Señor Jesucristo) que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

Y ahora, viendo todas estas Escrituras, y sabiendo que Cristo es el Mediador del Nuevo Pacto: “A Jesús el Mediador del Nuevo Pacto”, todo lo que pidamos al Padre en Su Nombre, Él lo hará, será concedido a la persona creyente en Cristo. Por lo cual, la persona tiene que ser un creyente en Cristo, el cual como hijo o hija de Dios pide al Padre en el Nombre de Jesucristo, el Intercesor, el Intermediario entre el ser humano y Dios, y Dios y el ser humano.

“Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré,” dice Cristo.

Y San Pablo dice: “Todo lo que hagáis, ya sea de palabras o de hechos, hacedlo todo en el Nombre de Jesucristo.” (¿Cuál es la cita?) Colosenses 3:17.

Y si dice: “todo”, pues hacemos todo en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y si para pedir, Él dijo: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré,” tenemos la certeza de que nuestras peticiones son recibidas, y aceptadas nuestras peticiones, y que la respuesta vendrá de parte de Dios.

Algunas veces ocurre rápido, otras veces tarda, tardan días o meses o años. La promesa de Dios dada a Abraham, de que le daría un hijo, tardó veinticinco años; pero cada día y cada año que pasaba, la fe de Abraham se fortalecía más. O sea, que ese tiempo es para que la persona esté más agarrado de Dios y se fortalezca su fe en el que dio la promesa.

Por lo tanto, nunca se desanime. Él dijo: “Lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré.” Espere usted luego, y Dios decidirá el momento exacto en que se debe materializar la respuesta.

Vean, Zacarías el sacerdote había deseado tener un niño, su esposa era estéril, Elisabet su esposa, parienta de la virgen María, y era de las hijas de Aarón, descendiente de Aarón; y tardó mucho tiempo. Y ya cuando están avanzados en edad, le aparece el Ángel Gabriel en el templo, a la derecha del altar del incienso, donde estaba el sacerdote Zacarías ofreciendo el incienso, de acuerdo al tiempo que le tocaba a él estar en el templo, conforme al orden para él estar allí; y le aparece el Ángel Gabriel y le dice que su oración… Vamos a ver si así lo dice, para que no se nos confunda la aparición de Gabriel a Daniel con la de Zacarías el sacerdote.

Capítulo 1 de San Lucas, verso 5 en adelante, dice:

“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.

Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.

Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.

Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,

conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.

Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.

Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.

Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.”

Podemos decir: ¡A cualquiera! Si algunas veces se nos acerca alguien que no esperamos y pasamos un susto grande, cuánto más que se le presente el Arcángel Gabriel. Bueno, el profeta Daniel quedaba sin fuerzas y quedaba como muerto en algunas ocasiones.

“Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.”

¡¿Cuántos años habían transcurrido desde que por primera vez Zacarías oró a Dios por un niño?! Pero Zacarías lo que tenía que saber era que Abraham recibió la promesa de que tendría un niño, y transcurrieron veinticinco años hasta la fecha que recibió el niño; y no se debilitó en la fe Abraham, sino que cada día estaba más fuerte, más grande, la fe de Abraham.

Cada año lo esperaba, cada mes esperaba que su esposa quedara embarazada. Y ya cuando está anciana, con unos 89 años, le aparece el Ángel Gabriel, el Ángel Miguel y Elohim; y fue el tiempo en que iba a ser destruida Sodoma y Gomorra. Eso está por el capítulo 17 y 18 del Génesis.

Y allá le aparecen estos tres varones, tres hombres de otra dimensión, delante de él; y él los invita a comer, a un almuerzo, a un almuerzo tipo argentino; y le ofrecen una ternera, un becerrito tierno, con panes, y también con mantequilla y leche; y ellos aceptan. Y esperaron hasta que fue preparada la ternera, los panes cocidos, y la vaca o las ovejas ordeñadas para sacar la leche; y el queso a lo mejor ya estaba preparado o se lo prepararon al momento.

La mantequilla es más fácil: es cosa de hervir la leche, sacarle la nata, echarle un poquito de sal, y ya está la mantequilla hecha; y si no tiene mucha nata: la hierven, le echan un poquito de limón y se corta todo, y le echan sal, y ya tienen mantequilla también; un poquito más dura, casi como queso si lo desean.

Y si quieren postre, pues en vez de echarle sal, le echan azúcar; o sea, que es fácil. Y la leche, pues no se pierde aunque se dañe un poco: la hierven, le echan azúcar y limón, y la convierten en dulce de leche.

Y en aquellos tiempos pues no había nevera y era en sitios calientes; así que ¡cómo ellos resolvían! Y estaba tan buena la alimentación que tenían, que Abraham vivió como 175 años (después lo buscan a ver cuántos vivió); y Sara vivió ciento y algo de años, de 127 a 147 por ahí.

Siempre, los tiempos de los patriarcas, en la alimentación eran mejores; no tenían nada enlatado, todo era de acuerdo a como lo obtenían diariamente.

Pero no se preocupen, no se preocupen de que Abraham vivió tantos años. Sem vivió muchísimos años también, Noé también (vivió un poquito menos de mil), Matusalén: 969 años, Adán también: como 930 años por ahí, más o menos; y así por el estilo. Pero no tenemos nada que envidiarles a ellos porque vamos a tener un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado, que pasará de mil años y continuará, pasará mil años más y continuará tan joven como cuando lo recibimos.

Así que la bendición para nosotros es mayor que la que ellos tenían. Es una bendición grande la que cada hijo e hija de Dios tiene. Su nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y eso es algo muy grande.

En el caso de Zacarías, vean ustedes, él no creyó que ahora estando ya avanzado en edad él y su esposa, podían tener un niño; pues según la ciencia y por la lógica, ya había pasado el tiempo de la costumbre de las mujeres, ya había pasado a la menopausia, y por consiguiente ya no podía concebir; pero él le dijo: “Yo he venido para darte esta buena nueva, buena noticia; y ahora, por cuanto no creíste mis palabras, quedarás mudo hasta que se cumplan mis palabras.” [San Lucas 1:20]

“Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.”

Del verso 18 al 19 dice:

“Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.

Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel…”

Por lo menos algo positivo tenemos aquí: que él se identificó con su nombre, porque en muchas ocasiones en que le apareció no dio su nombre, y no le había dado su nombre todavía, tuvo que ser en este momento.

“Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.”

Buenas noticias. Una persona ya anciana, con su esposa ya ancianita…; porque el hombre no tiene problema, pero si la esposa ya es anciana, le pasó el tiempo de poder tener niño, ya no puede tener niños; y si va a tener un niño por ella, tiene que ser un milagro de parte de Dios, el cual ya lo vimos hecho con Abraham y Sara, y ahora lo vemos en Zacarías y Elisabet.

Pero vean, a María no se le reveló el Ángel con el nombre; le apareció, le habló, ella tampoco le preguntó el nombre, y lo que ella dijo no era motivo para él decirle el nombre; porque ella dijo: “Hágase conmigo conforme a tu Palabra.”

Le levantó la fe cuando le dijo: “Tu parienta Elisabet, la cual llamaban estéril, ya tiene seis meses, está embarazada y tiene seis meses, la que no concebía.”

Ahora, podemos ver que en el cumplimiento y para el cumplimiento de las promesas divinas, los Arcángeles de Dios intervienen, tanto el Arcángel Gabriel como el Arcángel Miguel intervienen en el cumplimiento y para el cumplimiento de las profecías; y ellos tienen sus ejércitos, son príncipes, como reyes en su ejército.

Es importante conocer todas estas cosas, leer la Biblia, conocer estas historias bíblicas; porque eso levanta la fe de las personas. Porque si queremos que Dios nos conceda ciertas cosas, queremos pedirle a Dios ciertas cosas, necesitamos tener fe, creerlas de todo corazón, sabiendo que Él nos dará lo que pidamos en el Nombre del Señor Jesucristo.

Ya sabemos el secreto: el Nombre. “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, yo lo haré.” [San Juan 14:13]

Por lo tanto, es sencillo; es sencillo obtener nuestras peticiones delante de Dios. Donde tenemos que tener cuidado es: en que pidamos bien. No pidamos para cualquier cosa, sino estar conscientes por qué, cuál es la intención de nuestra alma, de nuestro corazón, por lo cual queremos que Dios nos conceda tales cosas.

Tenemos que tener un propósito, una meta. Si no tiene propósito, es como cuando nuestros hijos nos piden dinero y no saben para qué lo quieren, y después lo malgastan porque no tenían un propósito, una meta, sino que lo que querían era dinero para gastar en lo que se le apareciera; y no están llevando una buena forma para, cuando sean grandes, saber utilizar el dinero; le pueden malgastar después cantidades mayores, cuando sean mayores.

“PIDE, Y SE OS DARÁ.”

Recuerde en su alma, la cual como canal tiene uno solo: el libre albedrío, para creer o para dudar; y el espíritu con cinco canales: imaginación… y así por el estilo, cuatro canales más; pero tiene que llegar al alma.

Y si usted acá en el alma lo cree, sin dudar, ya su petición tiene la respuesta ya en su alma, ya es suya la respuesta; lo otro es ya pasar al espíritu, a los canales del espíritu; y luego a la parte física, donde se materializará. Tiene que pasar del alma al espíritu, y del espíritu al cuerpo para materializarse.

Algún día hablaremos con más detalles sobre todo esto; porque más adelante vamos a necesitar tener un conocimiento mayor de la mecánica de la fe, para que obtengamos todo lo que deseamos de parte de Dios.

Después que usted ha orado y ha pedido a Dios algo, no dude. Ya sea si ha orado por la salud o por algún trabajo, o por lo que sea. Manténgase siempre creyendo, que en algún momento la contestación aparecerá.

Mientras tanto: leyendo la Escritura, leyendo todos esos casos en donde oraron, como Ana la mamá de Samuel, que era estéril y oró a Dios, y luego Dios le dio el niño. ¿Y para qué ella quería un niño? No era para cuando estuviera anciana la cuidara, era para dedicarlo a Dios, para la Obra de Dios; y eso agradó a Dios. Y cuando lo tuvo, lo llevó al templo y allí lo dejó. El mejor lugar donde pudo colocar al niño Samuel.

Siempre tengamos la Obra de Dios primero, el Programa de Dios primero; y siempre trabajando en la Obra del Señor, lo cual significa: haciendo tesoros en el Cielo, en el Reino de Dios. No se hace tesoros sin trabajar en la Obra de Dios en una forma o en otra forma. Siempre tiene que ser trabajando en la Obra del Señor; ya sea con oraciones, ya sea personalmente o sea respaldando los trabajos en la Obra del Señor.

“PIDE, Y SE OS DARÁ.”

Recuerden que es necesario saber pedir, y es necesario que la persona sepa que Jesús dijo: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza…” Eso fue lo que dijo Cristo en San Mateo… capítulo 21, nos habla… Con la fe, vean ustedes, era que Jesús pedía o hablaba, y las cosas acontecían. En el capítulo 21 de San Mateo, versos 18 en adelante, dice:

“Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.

Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.

Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?

Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.

Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.”

Son palabras del Señor Jesucristo, las cuales las vemos hechas realidad bajo el ministerio del Espíritu Santo en los apóstoles de Cristo y demás creyentes de aquel tiempo.

Capítulo 11 de San Marcos, versos 20 en adelante, dice:

“Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.

Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.

Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.

Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho (o sea, lo que diga la persona será hecho).

Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”

No le ponga fecha ni hora, para que no se desanime usted y su fe vaya a decaer. Estas son promesas divinas, las cuales vienen de parte del Señor.

San Lucas 18:8 dice: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”

Por lo tanto, es importante que mantengamos nuestra fe fortalecida. ¿Y cómo vamos a fortalecer nuestra fe y que nuestra fe crezca?, ¿y cómo vamos a hacer para que crezca nuestra fe?

¿Cómo vino la fe? La fe viene por el oír la Palabra del Señor, “y con el corazón se cree (es con el corazón que se cree) para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”

Por lo tanto, así como nació la fe, como vino la fe al escuchar la Palabra del Señor, siga escuchando la Palabra del Señor para que esa fe siga creciendo; lo más difícil era que naciera.

Es como los bebés, lo más difícil es ser engendrados; después se va multiplicando célula sobre célula en el vientre de la madre, después nacen; y usted le estaba dando alimento cuando estaba en el vientre, cuando usted comía; y luego cuando nació, le siguió dando alimento y continuó creciendo. Así también es la fe.

Recuerden que Cristo aun a Sus discípulos les decía: “Hombres de poca fe”; pero Cristo era un hombre de mucha fe.

¿Cómo fue, cómo ocurrió que se secó la higuera? Cristo sabía, fue la fe la que obró. Es la fe la que obra para usted recibir toda bendición de Dios, es la fe la que obra para la salvación de cada creyente, la fe en Cristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, “es, pues, la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.” Hebreos, capítulo 11, versos 1 al 3.

Usted cree algo que no ve, pero luego viene la demostración de eso que no ve, materializándose. ¿De dónde salió? De la fe. Y por consiguiente, todo viene a ser una obra de fe.

Así será el cumplimiento de la Tercera Etapa, así será el cumplimiento de la Visión de la Carpa, así será nuestra transformación, así será todo en el Programa de Cristo.

Por lo tanto, todos los que quieran tener mucha fe, una fe grande, aquí está la solución: La Palabra del Señor dada por Dios desde el Génesis hasta el Apocalipsis, hablada por medio de sus diferentes mensajeros, de edad en edad; y sobre todo, en este tiempo final: a través del precursor y lo que corresponde a nuestro tiempo también. Lo cual alimentará nuestra fe y hará que crezca al nivel de fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; porque para ser transformados, necesitamos tener esa fe que está prometida que nos dará los Siete Truenos de Apocalipsis, capítulo 10, versos 1 al 11.

Por lo tanto, alimentemos nuestra alma, nuestro espíritu y todo nuestro ser, con la Palabra del Señor, para que nuestra fe crezca al nivel que necesitamos para nuestra transformación y arrebatamiento al Cielo, para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; así como necesitamos fe para salvación, para recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.

Y si alguno todavía no lo ha recibido, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted; para lo cual, puede pasar al frente, y los que están en otras naciones pueden pasar al frente, en donde ustedes se encuentran, pueden pasar al frente ya en la iglesia donde se encuentran, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo.

Los niños de 10 años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Dios tiene mucho pueblo en la República de Argentina y los está llamando en este tiempo final; y en toda la América Latina y el Caribe, y en Norteamérica también, y otras naciones. Y “el que es de Dios, la Voz de Dios oye.” San Juan, capítulo 8, verso 47.

Y San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30, donde Cristo dice: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.” Ninguna otra persona puede darnos vida eterna, excepto el Señor Jesucristo.

“Y no perecerán jamás (dice Cristo). Mi padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo una cosa somos.”

También la Escritura nos habla de la Salvación en Cristo: “Porque no hay otro nombre, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” [Hechos 4:12] Solamente hay un Nombre y ese es Señor Jesucristo. Ese es el Nombre de Salvación, para los judíos y para los gentiles también.

“Y todo el que invocare Su Nombre será salvo”, dice Joel, capítulo 2, versos 15 en adelante; y también el libro de los Hechos, capítulo 2, versos 14 en adelante.

Este ciclo divino de la Dispensación de la Gracia, que ya lleva dos mil años, es el tiempo para salvación de todo aquel que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibe como único y suficiente Salvador; y así la persona obtiene la salvación y vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador. Es por la fe en Cristo que obtenemos la salvación y vida eterna.

En Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13, nos dice:

“Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo (o sea, en Jesucristo).

El que tiene al Hijo (o sea, a Cristo, porque lo recibió como Salvador), tiene la vida (o sea, tiene la vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”

Lo que tiene es una vida temporal que ni sabe cuándo se le va a terminar; porque a algunos se les termina a los 100 años, pero hay otros que se les termina a los 50 años, otros a los 25 años, otros a los 15 años, otros a los 5 años, y otros siendo bebé.

No sabe la persona cuántos días va a vivir en la Tierra; por eso es tan importante asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. ¿Cómo? Recibiéndolo como único y suficiente Salvador. No hay otra forma para obtener la vida eterna: es por la fe en Cristo.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados:

Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas aquí presentes y en otros países, que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbelos en Tu Reino y dales vida eterna. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, repitan conmigo esta oración los que han venido y están recibiendo a Cristo como Salvador:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu Primera Venida y en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente. Sálvame, Señor. Haz una realidad la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario.

Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, porque vosotros le habéis recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Tan sencillo como eso. Es un asunto de creer en Cristo para Salvación, y de no creer en Cristo para no ser salvo sino para ser condenado; y nadie quiere ser condenado por Cristo; todos queremos ser salvos, todos queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Por lo cual, ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, lo más pronto posible.”

El Señor Jesucristo fue bautizado por Juan el bautista, el cual no lo quería bautizar; pero Jesús le dijo: “Nos conviene cumplir toda justicia,” y entonces lo bautizó.

Si Cristo tuvo necesidad de ser bautizado, ¡cuánto más nosotros! Es que el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo; porque en el bautismo en agua, aunque el agua no quita los pecados, el bautismo en agua es tipológico; en el bautismo en agua, la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan sencillo como eso.

Ese es el simbolismo, la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor. Por eso es tan importante, y el mismo Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes al reverendo Guillermo Rodríguez, para que les indique cómo hacer para ser bautizados; y en cada país dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.

Y que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

“PIDE, Y SE OS DARÁ.”

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