Poniendo las manos en el arado sin mirar atrás

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes y los que están en otras naciones; que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Para esta ocasión leemos en San Lucas, capítulo 9, verso 57 al 62, y nos dice la Escritura de la siguiente manera:

«Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.

Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios.

Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.»

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: «PONIENDO LAS MANOS EN EL ARADO SIN MIRAR ATRÁS.»

Poniendo las manos, ¿dónde? En el arado, sin mirar hacia atrás.

Poner las manos en el arado, en esa Escritura nos enseña que esto es recibir a Cristo y seguir a Cristo nuestro Salvador, nos habla de las personas que lo han recibido como Salvador y en donde hay algunos que se apartan de Cristo, dejan de seguir a Cristo, porque miran hacia atrás, como la esposa de Lot, que iba con Lot y sus hijas escapando del juicio divino que caería sobre Sodoma y Gomorra, pero se puso a mirar hacia atrás, cuando la orden era que escaparan, que corrieran sin mirar hacia atrás.

Ella miró hacia atrás y se volvió una estatua de sal, miró hacia atrás pensando en las cosas que tenía en Sodoma y Gomorra, su corazón se había quedado en Sodoma; y donde esté vuestro corazón, ahí está vuestro tesoro, y «donde esté vuestro tesoro, ahí está vuestro corazón.»[San Mateo 6:21; San Lucas 12:34].

Los que han puesto su mano en el arado y van caminando, siguiendo al Señor Jesucristo, y miran hacia atrás, o sea, que por mirar las cosas que dejó atrás, las cosas del mundo, y dar una mirada hacia atrás, volver a ellas con una mirada hacia las cosas pasadas, y apartarse de Cristo, dejar el camino de Cristo, dejar de seguir a Cristo, se convierten en estatuas de sal (en términos espirituales).

Y la esposa de Lot quedó ‘salada,’ no se salvó, no pudo escapar del juicio que caería sobre Sodoma y Gomorra. Realmente una mirada hacia atrás para apartarse del camino trazado por Cristo para los que le siguen, convierte a la persona en una persona… o queda salada esa persona, pierde la oportunidad de la salvación y Vida eterna que le ofreció Cristo nuestro Salvador.

En la Carta de San Pablo a los Hebreos, capítulo 10, nos dice, del verso 26 en adelante:

«Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados.»

O sea, no hay otro sacrificio que sería hecho por el pecado, hay un solo Sacrificio por el pecado, y fue realizado en la Cruz del Calvario por Jesucristo, y entonces ¿qué es lo que queda para la persona? Dice:

«…ya no queda más sacrificio por los pecados,

sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.»

Eso es lo que queda para la persona que se aparta de Cristo, que pone su mano en el arado y mira hacia atrás:

«El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.

¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?»

O sea, el que pisotea al Hijo de Dios, a Cristo, y tiene por inmunda la Sangre que Él derramó en la Cruz del Calvario, que es la Sangre del Pacto, del nuevo Pacto, de la cual Cristo dijo en la última cena con Sus discípulos, tomando el pan y dando gracias al Padre y partiendo y dando a Sus discípulos que estaban con Él cenando, les dijo, les dice: «Comed, esto es mi cuerpo» (San Pablo dice: «Esto es mi cuerpo que por muchos es partido,»), y luego tomando la copa de vino y dando gracias al Padre, da a Sus discípulos diciendo: «Tomad de ella todos, porque esta es mi Sangre del nuevo Pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados.»

No hay otra forma, ni otro sacrificio, ni otra sangre, para remisión de los pecados, sino la Sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario en Su Sacrificio de Expiación por los pecados del ser humano. Y el que pisotea al Hijo de Dios, a Jesucristo, y tiene por inmunda Su Sangre, se aparta de Él, ya no hay otro sacrificio que haya sido hecho o que será hecho, no habrá sacrificio de animalitos, por el pecado de esa persona.

Por eso es tan importante que si alguno dejó a Cristo, despierte a la realidad lo más pronto posible, regrese pidiéndole perdón a Cristo, antes que Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo; porque cuando termine Su Obra de Intercesión, ya no habrá Sangre en el Propiciatorio, en la silla de misericordia en el Cielo, entonces ya Cristo estará como Juez, como León de la tribu de Judá, para tomar el Libro de la Redención, el Libro de la Vida del Cordero, el Libro sellado con siete Sellos, que está en la diestra de Dios el Padre, y abrirlo y hacer Su Obra de Reclamo, reclamar todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa.

Por lo tanto, es importante que toda persona esté consciente que no hay otro sacrificio de expiación por el pecado del ser humano y que no hay otra sangre que limpie de todo pecado al ser humano; es la Sangre de Cristo, tipificada en la sangre de los animalitos que eran sacrificados en el pacto pasado, el antiguo pacto, por el cual el pueblo hebreo ofrecía sacrificios de animalitos a Dios, los cuales son tipo y figura del Sacrificio que el Mesías Príncipe en Su Primera Venida llevaría a cabo como Cordero de Dios.

Juan el Bautista, cuando vio a Jesús, dice: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,» no hay otro sacrificio que pueda quitar el pecado del mundo, solamente el Sacrificio de Cristo, Su Sangre nos limpia de todo pecado.

Ya los sacrificios de animalitos no son aceptados delante de Dios porque ya se hizo un Sacrificio perfecto en la Cruz del Calvario por Jesucristo nuestro Salvador. Ya no hay otro sacrificio que tenga que ser realizado por el ser humano, porque el de Cristo fue un Sacrificio perfecto, dando Su vida por mí, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes también.

Dice el apóstol Pablo:

«El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.

¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.

¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!»

Es una cosa horrenda caer en manos del Dios vivo. Los que dejan al Señor ya no tienen esperanza de Vida eterna, sino una horrenda expectación de la ira de Dios, del castigo divino. En Hebreos, capítulo 6, versos 4 al 8 dice el apóstol Pablo:

«Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,

y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,

y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio

(es imposible, por lo tanto, no puede ser crucificado nuevamente para esas personas).

Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;

pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.»

Eso en tipo y figura muestra lo que pasará para las personas que están tipificados en abrojos y espinos, y en la tierra que produce abrojos y espinos, que es la persona que no tiene a Cristo, y los que se hayan apartado de Cristo: está cerca a ser maldecida y su fin será ser quemada.

En la parábola del trigo y de la cizaña, la cizaña será quemada, el trigo será recogido en el alfolí de Dios. En la parábola del sembrador las personas que se apartan de Cristo son los que de momento escuchan la Palabra y luego los afanes de este siglo, y las riquezas, hacen infructuosa esa tierra, ese terreno. Y los que son en pedregales también tienen problemas similares.

Dice esa parábola en el capítulo 13 de San Mateo, versos 18 al 23:

«Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:

Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón…»

Ese es el que fue sembrado junto al camino. Hay personas que escuchan la predicación de la Palabra de Dios y no la entienden, y luego viene el malo utilizando a cualquier persona y le habla negativo a esa persona, le muestra personas que tienen problemas, también le puede mostrar cualquier cosa, y la persona pierde la bendición de la Palabra que fue sembrada en su corazón, porque la fe viene por el oír la Palabra, para lo cual son enviados los predicadores:

«Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.»

Por lo tanto, nació en la persona, fue sembrada en esa persona, esa Palabra en el corazón; pero viene el malo, el diablo, usando cualquier cosa o persona, para desanimarlo para que no siga al Señor, para que no reciba a Cristo, y la persona no lo recibe, el diablo sacó del corazón de la persona esa Palabra; ése fue sembrado… es el que fue sembrado junto al camino, terreno junto al camino; luego: «Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la Palabra, y al momento la recibe con gozo (por lo tanto, recibe a Cristo como Salvador con gozo),

pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.»

Los que tropiezan en el Evangelio de Cristo cuando vienen los problemas, viene la persecución, vienen las aflicciones, ya sea a la persona o a otras personas, o a la Iglesia, ¿qué hacen? Dice Cristo que son de corta duración, se apartan de Cristo, dicen: «Yo no voy a seguir yendo a la Iglesia, yo me quedo en casa, me ocupo de mi trabajo (lo cual es bueno, debe siempre ocuparse de su trabajo), me ocupo de mi familia (lo cual es bueno, debe ocuparse de su familia siempre, pero le dio más importancia a todas esas cosas que a Cristo y Su Palabra).»

«Si alguno ama padre, madre, hijos, esposa, hijos, casa, más que a mí, no es digno de mí,» dice Cristo. Cristo es primero, Cristo es sobre todas las cosas en la vida de cada individuo. Sus bienes materiales no le pueden dar Vida eterna, su papá, su mamá, su esposa, sus hijos, no le pueden dar Vida eterna, solamente hay uno, y ese es Jesucristo, Él es el más importante.

La Escritura dice: «Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas,» sobre familia, sobre trabajo, sobre amistades, sobre todas las cosas, y luego: «Y a tu prójimo como a ti mismo.» O sea: como tu te amas a ti, amarás a tu prójimo, pero a Dios: sobre todas las cosas.

Siempre hay diferentes clases de creyentes y diferentes clases de personas que escuchan el Evangelio de Cristo; aquí en esta parábola solamente podemos mencionar tres clases de creyentes porque el primero, el que fue sembrado junto al camino, vino el diablo y arrebató lo que fue sembrado en el corazón, no entendió, fue arrebatado, sacado del corazón lo que fue sembrado y no recibió a Cristo como Salvador, no siguió a Cristo, no creyó y no lo recibió como Salvador, por lo tanto, ese queda fuera.

Luego aquí el cuarto, vean, no se puede tropezar en ninguna etapa de la vida del cristiano, porque si la persona tropieza por algún problema que tenga, por algún problema que tenga otra persona o que tenga la Iglesia, tropieza y se aparta del Señor, puso su mano en el arado y miró hacia atrás y pierde la bendición que Cristo le tiene en Su Reino.

Y ahora, pasamos al que fue sembrado entre espinos:

«El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.»

No deja que la Palabra produzca fruto en el individuo; pero escuchó la Palabra, recibió a Cristo como Salvador, pero siempre está ocupado en las cosas materiales, en los afanes de la vida, en las riquezas, buscando siempre las riquezas, y después dicen: «No tengo tiempo para ir al culto, no tengo tiempo para trabajar en la obra,» y entonces no produce los frutos que debe producir como un creyente en Cristo en la Obra de Cristo.

Recuerden que primero es Cristo, y luego las añadiduras. Primero las cosas de Dios: «Buscad primeramente (¿qué dice Cristo?)… buscad primeramente el Reino de Dios, y las demás cosas serán añadidas.» [San Mateo 6:33].Vean, hubo tres personas anteriores, tres clases de terreno, que no fueron buenos; pero hay uno:

«Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.»

Entonces los otros terrenos no produjeron fruto, se hizo infructuosa allí la Palabra que fue sembrada entre espinos, no produjo fruto; y el otro, cuando vino la presión, la aflicción, y la persecución, tropezó, y por consiguiente se apartó, no produjo fruto tampoco, y el que fue sembrado junto al camino tampoco, porque el diablo sacó del corazón de la persona lo que había sembrado allá en el alma, en el corazón, de la persona.

Pero el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la Palabra. El Evangelio no es solamente para escucharlo ser predicado, sino para entender el Evangelio:

«…éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.»

Estamos para llevar fruto, cada uno de acuerdo a la capacidad que Dios le dio para llevar fruto, como lo dice Cristo en la parábola de la vid del capítulo 14 de San Juan, Él dice: «Yo soy la Vid verdadera, vosotros los pámpanos,» o sea, las ramas de ese árbol o planta de uvas, y es la voluntad de Dios que llevemos ¿qué? Mucho fruto; es el fruto de Cristo, la Vid, a través de las ramas produciendo uvas en la Vid, produciendo fruto a través de los creyentes, el fruto de Cristo a través de los creyentes.

La tierra buena, la buena tierra son los que oyen y entienden y llevan fruto, tienen tiempo para las cosas de Dios, y tratan de estar a tiempo siempre en las cosas de Dios, no llegar a lo último, porque eso es casi venir por compromiso, para que no digan que no vino.

Es importante estar a tiempo para estar meditando, pidiendo a Dios Sus bendiciones, pidiendo a Dios perdón también por cualquier falta, error o pecado, que haya cometido la persona, conscientes de que estamos en la Casa de Dios. La Casa de Dios es la Iglesia, y cada templo tipifica la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, ¿qué cosas pierden los que ponen su mano en el arado y miran hacia atrás? Cristo dijo: «No temáis manada pequeña, porque al Padre le ha placido daros el Reino,» pierden el Reino de Dios. Vean aquí en Apocalipsis, capítulo 1, verso 4 en adelante, dice:

«Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir (o sea, de Cristo), y de los siete espíritus que están delante de su trono;

y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.»

Vean, el que nos lavó con Su Sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios Su Padre. Todos los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, los que han nacido del Agua y del Espíritu, que son los que han entrado al Reino de Dios, Cristo dijo: «El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios,» dice a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6.

Y ahora, en el capítulo 5 de Apocalipsis, verso 5 en adelante, dice:

«Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.

Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.»

Cristo con Su Sangre nos ha hecho ¿qué? Nos ha limpiado de todo pecado, nos ha redimido con Su Sangre, para Dios, y nos ha hecho reyes y sacerdotes y reinaremos con Cristo en la Tierra, y reinaremos sobre la Tierra en el Reino mesiánico, en el Reino milenial de Cristo, ahí yo estaré con Cristo reinando sobre la Tierra, porque a todo lo que Cristo es heredero, también lo son todos los creyentes en Cristo, por lo tanto, ¿quién más estará con Cristo reinando sobre esta Tierra? Cada uno de ustedes creyentes en Cristo que han puesto su mano en el arado sin mirar hacia atrás.

Vean también otro cuadro de ese Reino del Mesías, el Reino milenial del Mesías, en el capítulo 20 de Apocalipsis, versos 4 al 6, dice:

«Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.»

En el Reino del Mesías, el Reino milenial, van a estar con Cristo reinando todas esas personas que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo. Si murieron, serán resucitados en cuerpos eternos, inmortales, glorificados. Si están vivos cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo, pues serán transformados los que estén vivos creyentes en Cristo, y todos tendremos cuerpos eternos, inmortales, glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Sigue diciendo:

«Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.»

En la primera resurrección solamente se levantarán, resucitarán, los que van a reinar con Cristo por mil años, los que van a estar en el Reino del Mesías:

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.»

Estos son los creyentes en Cristo lavados con la Sangre de Cristo que han puesto su mano en el arado sin mirar hacia atrás, sino que siguen a Cristo en toda la trayectoria de Cristo, siguen a Cristo en su vida. Y si alguno se debilitó, se levantará y continuará siguiendo a Cristo, porque la Escritura dice que hay débiles también; como hay débiles en los rebaños de ovejas, hay débiles en el redil del Señor, representados en ovejas, y Cristo: el buen pastor, y el redil: la Iglesia del Señor Jesucristo.

Es importante conocer todas estas promesas, y así nuestra fe estará fundada en la Palabra de Cristo, la Palabra de Dios, siguiendo a Cristo todos los días de nuestra vida, pues Él se fue para recibir un Reino y volver, y mientras estaría en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por todos los escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, dio talentos o minas… en San Mateo, dice: talentos, capítulo 25, versos 1 en adelante; y en San Lucas dice: minas. San Mateo, capítulo 25, verso 14 en adelante, 14 al 30, y en San Lucas 19, les llama minas. Y miren ustedes aquí, capítulo 19, verso 11 en adelante, dice:

«Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.»

Ellos creían que el Reino de Dios iba a ser establecido ya en esos días en que Jesús iba a Jerusalén. Por eso cuando entró a Jerusalén, miren cómo lo proclamaban, en el mismo capítulo 19, verso 37 en adelante, dice… o un poquito antes, dice… 33 en adelante dice:

«Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?

Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.

Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.

Y a su paso tendían sus mantos por el camino.

Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,

diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!»

Ellos están pensando que Él va a establecer ya el Reino. Ahora, en Zacarías decía que esa era la forma en que tenía que ser recibido el Mesías en Jerusalén, con alegría, con gozo; Zacarías, capítulo 9, verso *9 en adelante dice:

«Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.»

Y así tenía que cumplirse en la Primera Venida del Señor y entrar a Jerusalén en esa forma:

«Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.

El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.

Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,

diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.

Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,

y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él.»

Y ahora, antes ya Cristo había dicho que Él tenía que irse, por lo cual no iba a establecer Su Reino físico, que es el Reino de Dios siendo restaurado en la Tierra, lo cual es la restauración del Reino de David, dice, continuamos en el capítulo 19, verso 11 al final, dice:

«…y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.

Dijo, pues

(verso 12): Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.»

Eso está mostrando que Cristo se va a ir al Cielo, a la Casa del Padre celestial, donde va a recibir el Reino, todos los derechos del Reino, el Título de Propiedad, para hacer Su Obra de Reclamo luego y reclamar Su Reino, el Reino de David; mírenlo aquí, San Lucas, capítulo 1, verso 31 en adelante, dice, de San Lucas… capítulo 1, verso 31 en adelante dice el Ángel Gabriel a la virgen María:

«Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Por lo tanto, es en el Cielo en donde Dios le entrega todos los derechos del Reino cuando le entrega el Título de Propiedad, que es el Libro sellado con siete Sellos, en Apocalipsis, capítulo 5, para entonces reclamar el Reino, reclamar el planeta Tierra completo, reclamar todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, el mundo, el planeta Tierra completo, Israel, el Reino de David, el Trono de David, a todos los que Él ha redimido con Su Sangre, todo lo que le pertenece como el Hijo de Dios e Hijo de David e Hijo del Hombre e Hijo de Abraham, por eso dice el verso 12… de San Lucas, capítulo 19, verso 12:

«Dijo, pues: Un hombre noble…»

Ese hombre noble es Cristo, Jesucristo, es descendiente del rey David, por lo tanto, es un Príncipe descendiente del rey David, heredero al Reino y Trono de David, es de la nobleza de la casa de David y también de la nobleza del Reino celestial.

Como Hijo de David, de la nobleza de la casa de la monarquía de David, y por consiguiente el heredero al Reino y Trono de David, dice el Arcángel Gabriel a la virgen María, por eso dice que le dará el Trono de David: «Y se sentará sobre el Trono de David y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y Su Reino no tendrá fin.»

El Trono de David es el Trono de Jesucristo, el Trono celestial donde está Cristo sentado a la diestra del Padre es el Trono de Dios celestial, es el Trono donde el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, ha estado eternamente, y donde Cristo se ha sentado a la diestra de Dios, a la diestra del poder de Dios, y aparentemente hay dos sentados en el Trono, pero es que Cristo es el velo, la semejanza física, donde Dios con Su cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, está dentro de ese cuerpo glorificado de Jesús.

Y está haciendo intercesión con Su propia Sangre; convirtió el Trono de Dios en Trono de Misericordia, Trono de Intercesión. Pero Él dice que ese es el Trono de Dios, pero que Él tiene un Trono, ¿dónde dice eso? se preguntará alguna persona; si está en la Biblia, y Cristo lo dice, es verdad; y entonces nosotros decimos: amén. Capítulo 3 del Apocalipsis, verso 20 al 21, dice:

«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.»

Es una cena espiritual. La Palabra es el alimento espiritual, porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios, dice Cristo en San Mateo, capítulo 4, y San Lucas, capítulo 4, y también Deuteronomio, capítulo 8… les voy a dar los versos, capítulo 8 de Deuteronomio, el verso 3, dice:

«Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.»

¿Y qué es lo que sale de la boca de Dios? La Palabra, que es como una espada aguda, y que también es alimento espiritual para el alma del ser humano. De eso es que nos dice también Amós, capítulo 8, verso 11 en adelante:

«He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.»

El salmista decía: «Mi alma tiene sed, sed del Dios vivo.» Es importante saber que el hambre y sed que la humanidad tendría en el último tiempo, sería, no de pan y agua, sino de oír la Palabra de Dios para el tiempo en que están viviendo, o sea, el mensaje que Dios tiene para ese tiempo, esa es la Palabra de Dios, el alimento espiritual, para el tiempo en que la persona está viviendo, y eso será escuchar a Dios en el tiempo en que la persona esté viviendo, eso es escuchar la Voz de Cristo y seguir a Cristo nuestro Salvador.

Ahora, mientras Él estaría en la Casa del Padre celestial, un lugar lejano para los seres humanos, Él haría algo para todos los creyentes en Él, vean, dice.

«Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano…»

Esto es Cristo yendo, subiendo al Cielo, cuando ya fue resucitado en cuerpo glorificado, y luego de estar unos cuarenta días con Sus discípulos, subió al Cielo, se fue a un país lejano, a un lugar lejano, se fue a la Casa del Padre celestial para recibir un Reino y volver.

Vamos a verlo aquí, Daniel, capítulo 7… estamos en escuela bíblica los domingos, es escuela bíblica, por lo tanto es tiempo para escudriñar las Escrituras y echar raíces en la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo. Capítulo 7 de Daniel, este es el Apocalipsis del Antiguo Testamento, capítulo 7, verso 13 en adelante, dice… el 9 también, vamos a leer el 9, dice (verso 9 y 10):

«Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.

Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él

(millares de millares es la Iglesia Novia del Señor Jesucristo); el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.

Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego.

Habían también quitado a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo.

Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.

Y le fue dado dominio, gloria y reino

(¿qué le fue dado? Dominio, gloria y Reino, ahí le es entregado el Reino al Mesías; ese es Cristo, el Hijo del Hombre), para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran (o sea, para que todas las naciones, pueblos y lenguas estuvieran sujetos al Reino de Cristo, al Reino del Mesías. Todas las naciones estarán bajo la corona del Mesías, gobernadas por el Príncipe de Paz: Cristo nuestro Salvador); su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.

Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron.

Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas.

Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra.»

O sea, el reino babilónico con Nabucodonosor, esos cuatro reinos son las cuatro etapas del reino de los gentiles, comenzando con Nabucodonosor y su reino, luego (en la cabeza de oro representado, de la estatua que vio Daniel)… luego en los pechos y los brazos de plata, el imperio medopersa; luego en el vientre y los muslos de bronce, el imperio de Grecia con Alejando el grande; y luego en las piernas de hierro y los pies de hierro y de barro cocido, el imperio romano, que fue el imperio que estaba en los días de Jesús y crucificó a Cristo.

Y luego de las piernas de hierro, el imperio romano literal, luego viene los pies de hierro y barro, que es también el imperio romano que había sido herido en una de sus cabezas, una herida como de muerte, pero fue curada su herida. Y luego pasa a la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, hasta la Venida del Señor Jesucristo en el Día Postrero, en donde la piedra no cortada de manos, que es la segunda venida de Cristo, impactará el reino de los gentiles, y va a suceder lo que fue visto en la visión. Dice capítulo 2, verso 43 en adelante, dice:

«Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas (esto es la etapa de los pies de hierro y de barro cocido); pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.

Y en los días de estos reyes

(de los diez reyes) el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo (esto es el Reino del Mesías); desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,

de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación.»

Eso es lo que va a suceder en este tiempo final en la etapa final del reino de los gentiles representado, ese reino, en la estatua que vio el rey Nabucodonosor y se la interpretó el profeta Daniel.

Desde la caída del reino o imperio romano, pasó a los pies de hierro y de barro cocido el reino de los gentiles, del cual ahora no vamos a explicar mucho, pero algún día vamos a explicar todo el misterio que corresponde a cada una de esas etapas del reino de los gentiles, y sobre todo la que corresponde a los pies de hierro y de barro cocido, que es la etapa que estará vigente en el reino de los gentiles en el tiempo para la Venida del Señor en el Día Postrero, es la última etapa del reino de los gentiles. El capítulo 7, verso 17 en adelante, dice:

«Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra.

Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.»

«No temáis manada pequeña, porque al Padre le ha placido daros el Reino,» y en ese Reino del Mesías los creyentes en Cristo estarán como reyes, como sacerdotes, y jueces; ese Reino tendrá su Capital en la Ciudad de Jerusalén, será la Ciudad de Jerusalén la Capital de ese Reino, porque ese Reino será con los judíos, pero ahí estarán los creyentes en Cristo con cuerpos glorificados con Cristo, como el gabinete administrativo del Reino del Mesías.

Por lo tanto, será una bendición grande para Israel, no habrá problemas políticos, no habrá problemas de mala administración, no habrá problemas de ninguna clase, porque el Mesías con Su gabinete, los creyentes en Él que ya estarán transformados y todos con cuerpos glorificados, estarán a cargo de la administración de ese Reino. Por eso será la bendición más grande que Israel habrá recibido, cuando se establezca ese Reino, cuando el Reino de Dios venga a la Tierra, sea establecido en la Tierra, y por consiguiente Israel será bendecido.

Por lo tanto, grandes bendiciones vendrán para Israel. La paz que tanto anhela y busca Israel, será en el Reino del Mesías; fuera de se Reino solamente podrá obtener paz temporal por medio de tratados humanos con diferentes naciones y líderes de diferentes naciones; pero la paz verdadera y permanente, solamente la traerá el Mesías Príncipe en Su Reino, en la restauración del Reino de Dios o restauración del Reino de David, porque el Mesías Príncipe es el Príncipe de Paz que traerá la paz para Israel, ninguna otra persona la podrá traer para Israel. Por lo cual y para lo cual vendrá Elías precursando ese Reino y proclamando la paz imperecedera que traerá el Mesías Príncipe en Su Reino, y mostrando y estableciendo la forma en que será traída la paz para Israel; no haciéndole vanas promesas de que por medio de tratados humanos va a obtener la paz permanente, sino hablándole claro, que la paz por medio de tratados humanos es temporal, y que «cuando digan paz y seguridad vendrá destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.»[Primera de Tesalonicenses 5:3].

Pero la paz verdadera se las mostrará en el establecimiento del Reino del Mesías, les mostrará que solamente en el Reino del Mesías el Mesías Príncipe les traerá la paz permanente, les mostrará ese misterio de la paz permanente para Israel y para todas las naciones; de eso es que habla Isaías, capítulo 9, versos 1 al 9.

Por lo tanto, la paz permanente para Israel y para todas las naciones será en el Reino del Mesías, por eso es que no tienen paz en la actualidad, porque está en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, en donde no hay paz permanente para ninguna nación, guerra en cada nación, interna, y guerras entre naciones también, una nación contra otra nación.

Y el mundo, la humanidad, está como en los días de Noé, en donde dice la Escritura que había violencia en toda la Tierra; estos problemas de guerras y rumores de guerras es una situación de violencia en el mundo, en el reino de los gentiles, así está el reino de los gentiles, lleno de violencia, como estaba en los días de Noé. Estamos exactamente como en los días de Noé.

Pero hay grandes promesas para los creyentes en Cristo que han puesto sus manos en el arado y caminan en el camino cristiano, en el camino divino, bajo el nuevo Pacto, sin mirar hacia atrás, sin apartarse de Cristo.

El mismo Cristo dijo: «Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y Yo las conozco y Yo les doy Vida eterna,» es Vida eterna lo que reciben los creyentes en Cristo que han puesto su mano en el arado y no miran atrás, sino que miran adelante a la meta y bendiciones y promesas que hay para todos los creyentes en Cristo que permanecen fieles siguiendo a Cristo todos los días de su vida.

«PONIENDO LAS MANOS EN EL ARADO SIN MIRAR ATRÁS.»

Para esas personas están todas las bendiciones de Cristo que Él ha prometido. Por lo tanto, mientras estamos en el camino, en Cristo, el cual dijo: «Yo soy el camino, la verdad, y la vida, y nadie viene al Padre, sino por mí,» estamos trabajando en la Obra del Señor, para eso fueron repartidos los talentos o las minas, para que estuviéramos trabajando mientras Él recibía el Reino y regresaba a la Tierra en Su Segunda Venida.

O sea, que nos dio trabajo para llevar a cabo, y luego todo lo que en esa parábola dice que hacen los que han usado esos talentos para el beneficio del Reino de Dios, dice que los va a poner, a los que fueron fieles y ganaron cinco minas más, les pondrá sobre cinco ciudades, y los que ganaron otra cantidad de minas, los pondrá sobre cierta cantidad de ciudades.

Esas son las promesas para los creyentes en Cristo, dice: «Vino el primero…» ahora, aquí el capítulo 19, verso 15 en adelante, de San Lucas, dice:

«Aconteció que vuelto él (o sea, el hombre noble, Cristo), después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero (o sea, las minas son dinero), para saber lo que había negociado cada uno.

Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.

El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.»

O sea, era una mina que le dio a cada uno, en los talentos, es que habla que les dio diferentes talentos a cada uno de aquellos a los cuales se los repartió. En los talentos, encontramos aquí en el capítulo 25 de San Mateo, dice:[verso 14]

«Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.

A uno dio cinco talentos , y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos

(eso es Cristo yendose al Cielo).

Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talento.

Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos

(el que recibió cinco y ganó cinco, ya son diez, el que recibió dos y ganó dos, ya son cuatro).

Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.»

O sea, no lo invirtió en la Obra de Dios. Los talentos que Dios nos da es para que trabajemos en la Obra de Dios. Algunos los usan para las cosas del mundo, pero son dados para usarlos en la Obra de Dios:

«Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.

Y llegando el que había recibido cinco talentos , trajo otros cinco talentos , diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.

Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Llegando también el que había recibido dos talentos , dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.

Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;

por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.

Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente…»

El que no trabaja en la Obra del Señor con los talentos que Dios le ha dado y los entierra en la tierra, los usa para otra cosa que no es la Obra del Señor, es conceptuado por Cristo como un siervo malo y negligente:

«…sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.

Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.»

O sea, hubiera puesto su talento con el que tenía dos talentos o tenía cinco talentos, porque ahí se multiplicaba, recibía los intereses, o sea, que todo lo que fuera hecho con el dinero o el talento que le había dado, lo que hiciera esa otra persona que tenía dos o cinco talentos, iba a contar para él también:

«Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.»

Ahora vean, a los que fueron dados talentos, al que le fueron dados cinco talentos y los multiplicó por cinco más, y son diez por todos, y el que tenía dos y los multiplicó por dos más, y dos y dos son cuatro, tenía cuatro, vean, Cristo dice que el Señor, ese Padre de familia, que es Cristo, dice que le sea quitado el talento al que tenía uno y no hizo nada con él, y se lo den al que tenía más talentos:

«Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.»

Pero Él le repartió cinco, pero ya tiene diez porque lo multiplicó por cinco más y ya son diez, el que había recibido cinco, a ese le fue dado un talento más, ése supo multiplicar los talentos que Dios le dio. Hay unos que trabajan mucho y producen mucho, hay otros que trabajan un poquito menos; el que tenía cinco talentos trabajó mucho, hizo mucho con los cinco que le fueron dados, el que tenía dos hizo mucho con lo que le fue dado, trabajó también mucho con los talentos que le fueron dados, y logró dos talentos más.

Ahora vean, al que le fue quitado el talento no le fue dada más oportunidad, ese talento le fue dado al que tenía diez, tenía diez porque lo había multiplicado, los cinco talentos, y ya tenía diez, y le fue dado uno más:

«Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (como le fue quitado al que había recibido uno y no lo usó para la Obra de Dios).

Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.»

Y esto se cumplirá plenamente en este tiempo final, porque las tinieblas de afuera es la gran tribulación, y por consiguiente, los que han trabajado en la Obra del Señor y estén vivos, van a entrar literalmente al Reino de Cristo entrando con cuerpos glorificados al Reino de Dios que todavía no se ha establecido en la Tierra, pero entrarán al Reino de Dios y después vendrán con Cristo, después de la gran tribulación, para el establecimiento literal del Reino de Cristo en la Tierra.

Y el que tenía un talento y no lo usó, le fue quitado, fue echado en las tinieblas de afuera, en la gran tribulación, donde morirá, y después no entrará al Reino del Mesías, no resucitará en la primera resurrección, y resucitará en la segunda resurrección después del Reino milenial para ser juzgado; si salió mal cuando vino su Señor pidiéndole cuenta por el talento que le había dado, ¿cómo saldrá en el juicio final?

Pero lo más que nos interesa es lo que será con los que recibieron cinco talentos y con los que recibieron dos talentos, de los cuales yo soy uno de ellos, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también, porque todos los que están trabajando en la Obra del Señor en el día presente, están trabajando con los talentos que Dios nos ha dado.

El rey Salomón, cuando dedicó el templo a Dios, y otras personas, como el salmista David, decían que le daban a Dios de lo que Dios les había dado, o sea, que lo que hacemos para Dios es con lo mismo que Dios nos ha dado a nosotros. Nadie puede decir: «Esto es mío,» no, Dios se lo dio a usted, aun la vida, la vida Dios se la hado a usted y a mí, porque la vida viene de Dios, la salud viene de Dios; y así por el estilo.

Y ahora, en el Reino del Mesías hay grandes bendiciones para todos los creyentes en Cristo, los cuales estarán trabajando en este tiempo final, como los de edades pasadas, etapas pasadas, que han trabajo en la Obra del Señor.

Es importante estar conscientes que hemos puesto nuestras manos en el arado y estamos mirando hacia adelante, a la meta, conforme a las promesas de Cristo que fueron habladas por el Espíritu Santo a través de los profetas, del mismo Jesucristo, de los apóstoles, y del mismo Cristo a Juan en el Apocalipsis.

«Poniendo nuestras manos en el arado sin mirar atrás.»

Trabajando siempre en la Obra del Señor, conforme a lo que Él ha dicho que hagamos en Su Obra. Él dice:

» Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.»

Los que trabajan en la evangelización, ya sea yendo personalmente o colaborando económicamente para la evangelización, y/u orando por la evangelización, están trabajando en la Obra del Señor.

Los que trabajan en cada etapa de la Iglesia colaborando en la construcción de templos en el cristianismo, están trabajando en la Obra del Señor. Los que trabajan evangelizando, están trabajando en la Obra del Señor. Los que trabajan ministrando están trabajando en la Obra del Señor. Los que trabajan en las escuelas bíblicas enseñando como maestros o maestras a niños o jóvenes o adultos o ancianos, están trabajando en la Obra del Señor.

Todos los que están haciendo algo en la Obra del Señor, en favor de la Obra del Señor, ya sea en una forma o en otra forma, están trabajando en la Obra del Señor.

Y están, en los que han recibido talentos, ya sea cinco o dos talentos o minas, una mina para trabajar en la Obra del Señor, y por consiguiente no pueden ser identificados como el que escondió el talento o la mina, sino en los que lo usaron trabajando en la Obra del Señor.

Esas personas han puesto sus manos en el arado sin mirar hacia atrás, mirando siempre lo que Dios ha prometido y trabajando en lo que Dios quiere que se haga en el tiempo en que la persona está viviendo, y creyendo todo lo que Dios ha prometido para todos los creyentes en Él, y trabajando para que se haga una realidad las promesas que Él ha hecho a Su Iglesia, y esperando la resurrección de los muertos creyentes en Cristo y la… la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los vivos para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Para lo cual recibiremos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en la manifestación final de Cristo en medio de Su Iglesia.

Tenemos la promesa de que habrá una manifestación grande de Cristo en medio de Su Iglesia, en medio del Cristianismo, en este tiempo final, lo estamos esperando, y seremos parte de los que estarán trabajando en esa labor para que se cumpla lo que Cristo ha prometido para Su Iglesia, velando por la Venida del Señor a Su Iglesia en este tiempo final con nuestras manos puestas en el arado sin mirar hacia atrás, con nuestras cabezas levantadas al Cielo, esperando el regreso, la venida, del hombre noble, de Jesucristo, que se fue al Cielo para recibir un Reino y volver.

«PONIENDO LAS MANOS EN EL ARADO SIN MIRAR ATRÁS.»

Si hay alguna persona que todavía no ha puesto sus manos en el arado para caminar hacia adelante sin mirar hacia atrás, recibiendo a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted.

Los que están acá presentes y los que están en otras naciones también pueden recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, y los niños de diez años en adelante también pueden venir a Cristo para recibirlo como único y suficiente Salvador, porque ya tienen conciencia del bien y del mal.

Cristo tiene mucho pueblo en la Isla de Puerto Rico, en todo el Caribe, en toda la América Latina, en Norteamérica, y en todas las naciones, y los está llamando en este tiempo final para perdonar sus pecados, con Su Sangre limpiarlos de todo pecado, y que sean bautizados en agua en Su Nombre y bautizarlos con Espíritu Santo y Fuego y producir en ellos el nuevo nacimiento y así entrar al Reino de Cristo nuestro Salvador.

Dios no puede cerrar la puerta de la misericordia hasta que haya entrado hasta el último escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, por eso se continúa predicando el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación, el Evangelio de la paz, porque Cristo siendo el Príncipe de Paz, Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados:

Padre nuestro que estás en los Cielos, Santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino. Hagase Tu voluntad, como en el Cielo, también en la Tierra.

Y el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal; porque Tuyo es el Reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Señor, Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo en estos momentos como único y suficiente Salvador, recíbelos en Tu Reino, te lo pido en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma; creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio único de Expiación por nuestros pecados.

Doy testimonio público de mi fe en Ti reconociendo que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente en Tu Reino. Señor, Tú ganaste mi salvación en la Cruz del Calvario, te pido que la hagas una realidad en mi vida. Sálvame Señor, hazla realidad en mi vida Tu salvación. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, y ahora ustedes me dirán: «Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ Yo he creído y quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor lo más pronto posible. ¿Cuándo me pueden bautizar?» es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creído en Cristo, bien pueden ser bautizados y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua no quita los pecados. El bautismo en agua es a la semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, por eso nos identificamos con Cristo en el bautismo en agua en Su muerte, sepultura y resurrección.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo, y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente, simbólicamente, está siendo sepultado. Y cuando el ministro lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, entendiendo la tipología, el simbolismo, del bautismo en agua, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Que las bendiciones de Cristo sean con todos ustedes que están presentes y con los que están en otras naciones. Los que lo han recibido como Salvador y están presentes y los que están en otras naciones, bien pueden ser bautizados en estos momentos. Para lo cual dejo al ministro, al pastor correspondiente de cada país, y al pastor aquí presente, reverendo José Benjamín Pérez, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor.

Nos veremos el próximo domingo Dios mediante, en donde esperamos grandes bendiciones de parte de Jesucristo nuestro Salvador. Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo, sin mirar atrás, con nuestras manos puestas en el arado sin mirar hacia atrás. Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

«PONIENDO LAS MANOS EN EL ARADO SIN MIRAR ATRÁS.»

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