Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, ministros presentes, y también los que están en diferentes naciones y sus congregaciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos algunas Escrituras en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, y Hebreos, capítulo 37. Dice Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
Y en Hebreos, capítulo 10, verso 35 en adelante (35 al 39), dice:
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Mas el justo vivirá por fe;
Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”.
“PREPARÁNDONOS PARA EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS”, lo cual es: preparándonos para el encuentro con el Señor Jesucristo para nuestra redención del cuerpo, o sea, para nuestra transformación y rapto. Preparándonos para el encuentro con el Señor Jesucristo, preparándonos para el encuentro con nuestro Dios, como dice Amós, capítulo 4, verso 12:
“Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel”.
Entonces estamos en una etapa en donde estamos ¿qué? Preparándonos para el encuentro de nuestro Dios y con nuestro Dios, para el encuentro con nuestro amado Señor Jesucristo en Su Venida, en el Día Postrero en el cual estamos viviendo.
Estamos preparándonos para el cumplimiento de las promesas divinas, el cumplimiento de las profecías, entre las cuales la más importante es la Venida del Señor a Su Iglesia-Novia, para la transformación de su cuerpo, para la redención del cuerpo, que es la transformación; para lo cual el pueblo y cada creyente en Cristo tiene que prepararse para ese encuentro con el Señor para ser transformado.
Por lo tanto, se requiere tener la fe para ser transformado y llevado con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Y esa fe para ser transformado viene por medio de la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta de Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 11 al 21; y también Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante, dice:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
He aquí, os digo un misterio…”.
Recuerden que esto de la resurrección de los muertos creyentes en Cristo y la transformación de los creyentes en Cristo que estén vivos, es un misterio divino; y será cumplido en el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, antes de la gran tribulación.
La gran tribulación es el lapso de tiempo de tres años y medio que corresponde a la segunda parte de la semana número setenta de la profecía de Daniel, capítulo 9, versos 21 al 27; porque ya la primera parte de la semana número setenta se cumplió en los días de Jesucristo y Su ministerio terrenal de tres años y medio, y solamente restan tres años y medio de esas setenta semanas de Daniel; y le corresponde a la última semana los últimos tres años y medio de la semana número setenta, en donde Dios tratará nuevamente con el pueblo hebreo.
Cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario se detuvo allí la semana número setenta en la mitad, y le faltan tres años y medio a esa semana número setenta, que serán cumplidos en este tiempo final. Ahí se abrió una brecha para Dios tratar con los creyentes en Cristo que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, y esa brecha ya tiene alrededor de dos mil años desde el Día de Pentecostés hacia acá, o desde el día de la crucifixión de Cristo hacia acá.
Ahora, estamos viviendo en el tiempo final de la Dispensación de la Gracia, ya siendo preparado el terreno para la introducción de la Dispensación del Reino. Estamos viviendo en el tiempo más importante de todos los tiempos, que es el tiempo de un entrelace dispensacional, en donde se recoge el fruto de la Dispensación de la Gracia, se recoge el trigo, Cristo lo recoge, y se lo lleva en el rapto a la Cena de las Bodas del Cordero; para lo cual todos los creyentes en Cristo tienen que estar preparándose para encontrarse con el Señor en Su Venida a Su Iglesia, para recibir la transformación de sus cuerpos e ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Todo esto tiene que suceder antes de la gran tribulación, porque el tiempo de la gran tribulación es el tiempo en que los juicios divinos caerán sobre este planeta Tierra, y en donde los problemas de la naturaleza serán tan graves, y también los problemas políticos serán tan graves, que les traerán graves problemas a la familia humana.
Por ejemplo, los problemas del medio ambiente causarán grandes terremotos, maremotos, tsunamis y muchos otros problemas, como el calentamiento en la Tierra por el sol, y muchos otros problemas; y luego también los problemas políticos causarán una Tercera Guerra Mundial que será atómica, y todo eso dará lugar al cumplimiento de Malaquías, capítulo 4, verso 1 en adelante, que dice:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama”.
O sea que ya en la Biblia está anunciado un día ardiente como un horno; y también en la parábola del trigo y de la cizaña, Cristo dice que la cizaña será atada en manojos y será echada en el horno de fuego[1], o sea, será echada en ese día ardiente como un horno, en donde serán quemados todos los que hacen maldad.
También en diferentes lugares de la Escritura nos habla de todo eso terrible que ha de venir sobre la raza humana, lo cual es importante que los seres humanos lo sepan y que sepan cómo escapar de esos momentos difíciles que han de venir sobre la raza humana. Vean, en Hebreos, capítulo 12, nos dice el apóstol Pablo, versos 25 en adelante dice:
“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”.
O sea, el que amonesta desde los Cielos es el Espíritu Santo por medio de los diferentes enviados o mensajeros que Él ha estado enviando a la raza humana, y que han sido enviados en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, en medio de la cual Cristo está en Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés hacia acá, y todavía permanece en medio de Su Iglesia. Él dijo: “He aquí yo estoy con vosotros…”, o: “He aquí yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (San Mateo, capítulo 28, verso 20).
Es en Espíritu Santo que Él estaría, es en Espíritu Santo que Él está en Su Iglesia desde el Día de Pentecostés hasta acá; todavía está en medio de Su Iglesia. Dice:
“La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo”.
O sea que será más terrible lo que será escuchado, lo que sucederá, que lo que sucedió cuando fue estremecido el monte Sinaí en los días de Moisés. Vean cómo sucedió, para que tengan el cuadro claro: capítulo 19, verso 9 en adelante dice [Éxodo]:
“Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre.
Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová.
Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos,
y estén preparados para el día tercero (y estén preparados para el día tercero), porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí”.
O sea, Dios iba a descender sobre el monte Sinaí, y el pueblo tenía que estar preparado para recibir a Dios allí en Su Venida al monte Sinaí:
“Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos (verso 14).
Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer.
Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento.
Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte.
Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera.
El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.
Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió”.
Ahí podemos ver a Moisés con el pueblo recibiendo a Dios en el monte Sinaí. Pero ahora el apóstol Pablo nos dice… Recuerden que era en el tercer día en que Dios vendría sobre el monte Sinaí; los dos días anteriores eran de preparación, tipo y figura de los dos días delante de Dios: dos mil años de Cristo hacia acá; y tercer día: el tercer milenio de Cristo hacia acá, que corresponde al Día Postrero de los tres días postreros, el último de los días postreros, que viene a ser el Día del Señor como día milenial.
En Hebreos, capítulo 12, San Pablo narra eso que sucedió allá. Verso 18 en adelante del capítulo 12 de Hebreos, dice:
“Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad,
al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,
porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;
y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;
sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.
Y ahora, no nos hemos acercado al monte Sinaí. Recuerden, en Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 en adelante, hablándonos de ese mismo tiempo en que Moisés con el pueblo recibió a Dios en el monte Sinaí, dice en Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 en adelante, dice Moisés:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis…”.
¿A quién dice Moisés que Dios levantará de en medio del pueblo? A un profeta como Moisés. ¿Y a quién dice Moisés que el pueblo está llamado a escuchar? A ese profeta, “a él oiréis”. Luego de Moisés, todos los profetas vinieron a ser parcialmente, y en una porción más pequeña, como Moisés; Dios se velaba en carne humana en esos profetas y hablaba por esos profetas al pueblo hebreo.
Esa profecía: “Profeta como Moisés que Dios va a levantar”, se cumplirá plenamente en el Mesías. Se cumplió en la Primera Venida de Cristo, un profeta como Moisés, un profeta dispensacional, en el cual Dios estaba velado en carne humana y le hablaba al pueblo; por eso Jesús decía: “Las palabras que yo hablo, no las hablo de mí mismo, sino que como yo escucho al Padre hablar, así yo les hablo, como yo veo al Padre hacer, así yo hago”[2].
Todo lo que Jesús hacía le era mostrado por el Padre, todo lo que Jesús hablaba le era hablado por el Padre a Jesús, y Jesús lo hablaba al pueblo. No hablaba Jesús palabras de Sí mismo, sino como escuchaba al Padre hablar y hacer, Jesús hablaba y hacía.
Y luego a través de los apóstoles, San Pedro y otros apóstoles —pero Pedro era el líder de la Iglesia hebrea del Nuevo Pacto—, y luego a través de los demás apóstoles también, hablaba el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, y era la Voz de Dios para el pueblo. Después a través de San Pablo a los gentiles, Cristo en Espíritu Santo velado en San Pablo, le hablaba el Evangelio de la Gracia; y por consiguiente fueron establecidos bajo el Nuevo Pacto y en el Nuevo Pacto, y vinieron a formar parte todos los creyentes, vinieron a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y así ha venido hablando el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, como habló por Moisés. A través de San Pedro para los judíos, a través de San Pablo para los gentiles, luego a través de cada mensajero que Dios ha enviado a Su Iglesia, en medio de Su Iglesia, hasta llegar al reverendo William Branham, en el cual también estuvo el Espíritu Santo velado y revelado, hablándole a la Iglesia del Señor Jesucristo, hablándole al cristianismo y hablándole a toda la humanidad.
Y para este tiempo final se va a cumplir la promesa en toda su plenitud: “Profeta como Moisés levantará el Señor de en medio del pueblo; a él oiréis”. Es en el Mesías-Príncipe en el cual se cumple en toda su plenitud esa promesa divina; y estará ¿dónde? En el Monte de Dios, el Monte de Sion, Jerusalén la celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Es la Iglesia del Señor Jesucristo la que está esperando la Venida del Señor, para ser transformados los creyentes en Cristo y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Es ese el Monte de Dios, el Monte de Sion, la Jerusalén celestial, la Iglesia del Señor Jesucristo. Es ahí en ese Monte de Sion, la Iglesia del Señor Jesucristo, donde estarán preparándose todos los creyentes para encontrarse con su Dios, para encontrarse con el Señor Jesucristo en Su Venida, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; por lo cual tenemos que ser preparados para ese encuentro con el Señor Jesucristo en Su Venida en este tiempo final.
A través de la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final viene la bendición de la Palabra revelada para el pueblo, viene el Mensaje del Evangelio del Reino, viene el Mensaje que nos prepara, que nos da la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Allá en el monte Sinaí el pueblo hebreo sería adoptado como pueblo de Dios, sería adoptado como el hijo primogénito como pueblo de Dios. Y la adopción física para los creyentes en Cristo como hijos e hijas de Dios será la transformación de nuestros cuerpos; y todo eso va a ocurrir en el Monte de Sion, el Monte de Dios, la Jerusalén celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Es la Iglesia la que está esperando al Señor en Su Venida, es la Iglesia la que está esperando la transformación de sus cuerpos, los miembros de la Iglesia del Señor, los creyentes en Cristo. Es la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por los creyentes en Cristo, la que está esperando el rapto o arrebatamiento de la Iglesia para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por lo tanto, es necesario que estemos preparados para recibirlo en Su Venida en este tiempo final, para recibirlo en el cumplimiento de las profecías de este tiempo final.
Él estará cumpliendo más profecías en este tiempo que las que ha cumplido durante las edades pasadas; como cumplió más profecías en Su Primera Venida que las que habían sido cumplidas antes de la Primera Venida de Cristo durante la Dispensación de la Ley.
Hay más profecías de la Segunda Venida de Cristo que de la Primera Venida de Cristo.
La Primera Venida de Cristo tenía muchas especificaciones para poder localizar el lugar en que ocurriría, en dónde nacería el Mesías, de qué familia vendría. Sería de una virgen, de una joven virgen, descendiente del rey David; nacería – sería de Belén de Judea, de Belén; aunque viviera en otra ciudad, pero luego el nacimiento sería en Belén de Judea; y, por consiguiente, sería un descendiente del rey David; y eso significa que sería un Príncipe de la casa de David.
También estaban las profecías de Su ministerio, estaban las profecías de Su muerte, sepultura y resurrección. En esos tres años y medio de ministerio cumplió más profecías, Cristo, que antes de los 30 años en adelante. O sea, de los 30…; cumplió más profecías de 30 años a 33 años de edad, que las que había cumplido antes de esa fecha.
Cumplió las profecías de la redención para el ser humano, las profecías para la liberación de los hijos e hijas de Dios del reino de las tinieblas. Tuvo Su entrada triunfal también en Jerusalén[3]. Todo eso era profecía que tenía que ser cumplida.
Ahora, el que Dios cumpla profecías no significa que todas las personas van a creer el cumplimiento de esas profecías. Siempre se levantarán los incrédulos, y también los hechos creyentes, para combatir el cumplimiento de esas profecías y blasfemar en contra del cumplimiento de esas profecías, y decir que eso no es el cumplimiento de esas profecías.
Siempre habrá una lucha, una batalla; siempre la hubo y siempre la habrá. Ahora, dependerá de qué parte usted se ponga: Si se pone de parte de los que se levantarán en contra, usted perderá la bendición que hay en el cumplimiento de esas profecías. Si está del lado de los creyentes, y es usted un creyente en esas profecías y el cumplimiento de ellas, usted tendrá la bendición que viene en esas profecías que se estarán cumpliendo.
Es importante entonces conocer cuáles son las profecías que prometen grandes bendiciones de parte de Dios para los creyentes en Cristo, cuáles son las promesas divinas para la Iglesia del Señor para este tiempo final. A medida que vamos conociendo esas promesas, esas profecías, la fe va creciendo en el alma de la persona, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios[4], y con el corazón se cree para justicia[5].
Usted no puede creer en algo de lo cual no ha escuchado. “¿Cómo creerán si no hay quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? ¡Por eso son benditos los pies de los que anuncian las Buenas Nuevas, de los que anuncian la paz!”, (eso está por Romanos, capítulo 10, versos 10 en adelante).
Es importante conocer las profecías para que nazca la fe, crezca la fe, y podamos tener la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Nos dice la Escritura en el libro de los Hechos, capítulo 3, verso 18 en adelante (18 al 23):
“Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer (Su Cristo, Su Ungido. Ungido significa… O sea, Cristo significa ‘Ungido’, Mesías significa ‘Ungido’).
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo”.
O sea que el Cielo tiene que retener a Cristo allá en el Trono de Intercesión como Sumo Sacerdote ¿hasta qué tiempo? Hasta el tiempo de la restauración…: “a quien de cierto es necesario que el Cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas”, donde va a restaurar Dios a la vida eterna física a los creyentes en Él, va a restaurar a Su Iglesia a como era en el Día de Pentecostés en el tiempo de los apóstoles, va a restaurar también el Reino del Mesías, que será el Reino de David restaurado.
“… a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable;
y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”.
O sea que toda persona está responsabilizada a escuchar lo que hable ese profeta. En todos los profetas se reflejó la Venida del Mesías, ellos fueron los mesías del tiempo en que vivieron, los ungidos con el Espíritu de Dios; y luego al final viene el Mesías, el Ungido con toda la presencia de Dios.
De este tiempo de restauración de todas las cosas fue que habló Cristo en el capítulo 17 de San Mateo, versos 10 en adelante, 10 al 13, luego de bajar del Monte de la Transfiguración; dice:
“Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas”.
Ahora vean, para el tiempo de la restauración de todas las cosas, Cristo dice que Elías vendrá primero y restaurará todas las cosas. Viene el ministerio de Elías, viene el Espíritu Santo operando el ministerio de Elías en otro hombre en el Día Postrero. Tan sencillo como eso.
No es Elías literalmente; es el Espíritu Santo operando el ministerio de Elías en otro hombre.
Operó Él ese ministerio en Elías Tisbita; lo operó por segunda vez en Eliseo, que fue el segundo Elías; lo operó en Juan el Bautista, que fue el tercer Elías; porque Jesús dice de Juan el Bautista: “Este es aquel Elías que había de venir”[6]. Y luego de operarlo por tercera ocasión en Juan el Bautista —el ministerio de Elías— como precursor de la Primera Venida de Cristo, lo operó por cuarta ocasión en el reverendo William Branham, precursando la Segunda Venida de Cristo.
Así como Dios envió un precursor para la Primera Venida de Cristo, la Primera Venida del Mesías: envió un precursor para la Segunda Venida de Cristo, el cual fue el reverendo William Branham, con el espíritu y virtud de Elías, o sea, el Espíritu Santo operando el ministerio de Elías por cuarta ocasión. Y volverá el ministerio de Elías: por quinta ocasión operado por el Espíritu Santo en el Día Postrero.
Es un ministerio para restaurar; como restauró Elías Tisbita las tribus de Israel, las restauró a Dios, las restauró al Dios único, porque se habían desviado de Dios y se habían ido a la idolatría, las diez tribus de Israel que forman o formaban el reino del norte; y Elías Tisbita pertenecía a ese reino del norte.
Encontramos que el Señor Jesucristo dice:
“Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.
Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron (hasta lo decapitaron); así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos”.
Así también Jesucristo, el Hijo del Hombre.
Cuando se habla de Hijo del Hombre se habla de un profeta. Siempre, cuando se aplica ‘Hijo del Hombre’, es un profeta en donde está Dios por medio del Espíritu Santo velado y revelado a través de ese profeta; así es la revelación del Hijo del Hombre: es Dios velado en un hombre por medio del Espíritu Santo hablándole al pueblo, revelándose Dios a través de ese hombre al pueblo.
“Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron (no le conocieron, no sabían que aquel hombre, Juan el Bautista, era el Elías prometido para aquel tiempo)…”.
“Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado (¿de quién?) de Juan el Bautista”.
Pero vean, ya Cristo lo había dicho en otra ocasión: San Mateo, capítulo 11, verso 7 en adelante dice:
“Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están.
Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
Porque este es de quien está escrito:
He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir”.
Juan el Bautista dio testimonio de que Jesús era el que vendría después de él, y ahora Jesús da testimonio que Juan el Bautista es el que vendría delante de Él, primero que Él, como Su precursor; y luego vendría a Su templo el Señor, el Ángel del Pacto, a quien deseaba el pueblo. Malaquías, capítulo 3, verso 1, dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
Juan el Bautista fue ese precursor que le vendría preparando el camino, y luego vendría a Su templo. Está el templo de piedras y está el templo humano: el cuerpo de Jesús, que es el Templo humano de Dios, donde vino el Señor, el Ángel del Pacto, donde vino Dios el Padre, y vino el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto.
Por eso en San Juan, capítulo 2, Cristo dice: “Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré”; le dicen los judíos: “En cuarenta y seis años fue levantado este templo, construido, ¿y ahora tú dices que en tres días lo vas a levantar?”; pero Él no hablaba del templo de piedras, Él hablaba del templo de Su cuerpo, dice la Escritura. Y cuando Jesús resucitó, entonces comprendieron esta Escritura, estas palabras de Jesús, porque al tercer día fue resucitado Cristo: ahí fue levantado el templo de Dios, que es el cuerpo físico de Jesús, el cual fue glorificado.
Y ahora, para el tiempo final tenemos la promesa de la venida de Elías por cuarta ocasión y la venida de Elías por quinta ocasión. Por cuarta ocasión: precursando la Venida del Señor a la Iglesia, para venir a Su Iglesia el Señor; y por quinta ocasión estará ese ministerio obrando para los judíos juntamente con el ministerio de Moisés.
Será el Espíritu Santo operando esos ministerios de Elías y de Moisés. Así como fue siempre otro hombre el instrumento donde operaba el ministerio de Elías: será otro hombre, en el Día Postrero, en el cual operará el ministerio de Elías por quinta ocasión.
¿Dónde lo vimos a Elías en una ocasión? En el monte Sinaí[7], Dios hablándole allá y enviándole para que ungiera a Hazael por rey de Siria, a Jehú por rey de Israel, y a Eliseo por profeta en lugar suyo (en lugar de Elías), profeta sucesor de Elías; el cual luego recibió una doble porción del espíritu de Elías[8], tipo y figura de la doble porción que tendrá Elías en su quinta manifestación.
Y ahora, encontramos que a Elías le fue dicho que fuera y ungiera a Hazael por rey de Siria, a Jehú por rey de Israel, y a Eliseo por profeta en lugar suyo. Se encontró primero con el último que Dios le habló: se encontró con Eliseo cuando bajó del monte Sinaí y llegó al lugar donde vivía Eliseo, que era boyero, era agricultor, y araba con bueyes; estaba arando con doce yuntas de bueyes, y él llevaba la última.
Y colocó su manto sobre Eliseo, y Eliseo le dice: “Permíteme despedirme de la familia y luego te seguiré”. Elías le dice: “Pero ¿qué yo he hecho?”. Diríamos: ¡Casi nada! Colocar el manto de Elías sobre Eliseo; ya con eso está siendo señalado como el sucesor de Elías.
Luego Eliseo mata los bueyes con los cuales estaba arando, los reparte, hace una fiesta de despedida, los reparte, una comida, y se va con Elías[9]. Dejó todo, no deja nada por lo cual regresar; no dejó las yuntas de bueyes ni nada, ni el arado, para decir: “Si no me va bien con Elías, me regreso”. No, él salió para seguir hasta lo último con Elías.
Así salió el pueblo hebreo de Egipto, así los sacó Dios, para que siguieran todo el camino con Moisés. Algunos quisieron regresarse, habían dejado en su corazón las comidas de allá de Egipto: cebollas y ajos y todas esas cosas; y en el desierto, por las etapas de pruebas que estaban pasando, se recordaban de esas comidas allá y deseaban regresar.
Pero miren, hay que pasar por diferentes etapas de pruebas para que salga lo que hay en el corazón de la persona. Y la persona, si nota que quiere salir algo malo, lo puede anular, diciendo: “Yo continuaré hacia adelante hasta mi transformación, hasta que entre a la tierra prometida del nuevo cuerpo glorificado”.
No le puede dar pensamiento, decir: “No, me conviene mejor apartarme, porque ahora ha comenzado un tiempo muy difícil en donde hay problemas”. Problemas siempre los hubo en Egipto, siempre los hubo dondequiera que las personas han estado; pero el problema mayor sería el futuro del individuo: si no es un creyente su futuro sería en el lago de fuego, donde dejaría de existir; y ese futuro nadie lo quiere.
Por lo tanto, los creyentes en Cristo han salido con Cristo para llegar a la tierra prometida del nuevo cuerpo, a la tierra prometida de la adopción, a la tierra prometida del Reino de Dios, para vivir eternamente en el Reino de Cristo; y “el que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino”[10], dice Cristo.
Por lo tanto, no se puede mirar hacia atrás. Miraron hacia atrás los que salieron con Moisés y entonces querían regresar a Egipto y se rebelaron en contra de Moisés.
Siempre pasa eso: los que quieren mirar hacia atrás se rebelan en contra del Señor, se rebelan en contra del Programa de Dios para el tiempo en que viven; comienzan a protestar y poner en falta lo que está sucediendo en el Programa Divino; y es porque son incrédulos, dejaron de creer; eran creyentes manufacturados, creyentes intelectuales, no de todo corazón, y por esa causa surgen los problemas en medio del pueblo.
Vean, todo eso sucede, y es Dios probando a cada creyente para que salga lo que hay en el corazón. Debe pedir ayuda a Cristo: “Señor, ayúdame, yo salí para llegar a la transformación, para llegar al Reino de Dios, para estar con Cristo eternamente en Tu Reino. Quita toda incredulidad”.
La fe nace, viene por el oír la Palabra; por lo tanto, escuchando cada día la Palabra, llenándose más de la Palabra, sale la incredulidad. Creyendo la Palabra, naciendo la fe, entonces la incredulidad tiene que irse.
Vean, en Deuteronomio, capítulo 8, verso 1 en adelante, dice:
“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres.
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”.
¿Por qué pasó el pueblo hebreo por todos estos problemas, situaciones difíciles, durante cuarenta años? Era Dios probándolos para que saliera lo que había en el corazón: si iban a servir a Dios o no iban a servir a Dios. Los que no iban a servir a Dios iban a morir en el desierto.
“Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas (sino) de todo lo que sale de la boca de Jehová (Dios) vivirá el hombre”.
¿Y qué sale de la boca de Dios? Su Palabra, la Palabra de Dios. La Palabra de Dios son los pensamientos divinos, que son transmitidos por el Espíritu Santo a través de los profetas a los hijos de Dios, al pueblo de Dios.
“Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años.
Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga.
Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole”.
Aquí podemos ver el motivo de los problemas que surgen en medio del cristianismo desde el tiempo de los apóstoles hacia acá. Estamos pasando, como creyentes en Cristo, por etapas de pruebas por dos mil años a través de la trayectoria de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Cuando las cosas están buenas las personas dicen: “Dios me está bendiciendo, ¡qué bueno es Dios! Yo nunca lo dejaré”; pero cuando llegan los problemas algunos se apartan del Señor. No solamente cuando le llegan los problemas a la persona, sino cuando le llegan problemas a otra persona algunos miran esos problemas y dicen: “Yo no voy a seguir al Señor”, y se apartan del Señor por problemas que otras personas u otros creyentes tengan; en vez de decir: “Yo voy a orar por mi hermano o mi hermana, para que Dios lo ayude a salir del problema que tiene”.
Es importante estar conscientes de que para un hijo de Dios o una hija de Dios ser adoptada, tiene que haber pasado por las diferentes pruebas que Dios da o permite para cada creyente en Cristo. Cada persona tiene sus propias pruebas, es un asunto individual entre Cristo y la persona.
Y ahora, es importante que al estar conscientes de que estamos en el tiempo final, estemos preparándonos para el encuentro con el Señor Jesucristo en Su Venida en este tiempo final, para ser adoptados, ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; para lo cual este es un tiempo maravilloso, en donde Él nos está abriendo las Escrituras y dándonos cada día más Palabra revelada para que nuestra fe siga creciendo de día en día.
No se detenga en escuchar, o no se detenga… No deje de escuchar la Palabra para el tiempo final, porque así es como crece la fe, así es como viene la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; alrededor de esa Palabra revelada es que vendrá nuestra transformación, así es como recibimos la fe de transformación y rapto, y así es como nos preparamos para el cumplimiento de todas las promesas divinas correspondientes a este tiempo final para los creyentes en Cristo, o sea, para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Mensaje de Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, fe de rapto, Venida de Cristo, Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, transformación, rapto o arrebatamiento, Cena de las Bodas del Cordero: todas esas son profecías para este tiempo final; para lo cual tenemos que estar preparados para recibir la bendición que hay para el cumplimiento de esas profecías, en las cuales los creyentes en Cristo serán bendecidos con la transformación y arrebatamiento al Cielo para estar en la Cena de las Bodas del Cordero, a las cuales yo he sido invitado, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
Por lo tanto, tenemos que estar ¿cómo? Preparados, preparados para nuestro encuentro con el Señor Jesucristo en Su Venida en este tiempo final, para la redención de nuestro cuerpo, que es nuestra transformación.
En la Venida del Señor para este tiempo final hay grandes bendiciones; y por consiguiente los escogidos del Día Postrero estarán ¿cómo? Estarán amando a Cristo y amando ¿qué? Vamos a ver lo que nos dice San Pablo que estarán amando: Segunda de Timoteo, capítulo 4, verso 7, dice:
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.
Amamos Su Venida, deseamos que venga pronto: que se cumpla Su Venida y nos dé la corona de justicia, la corona de la vida eterna, nos dé la transformación, la adopción del cuerpo, o sea, nos dé el cuerpo glorificado, inmortal, eterno, igual al cuerpo glorificado que Él tiene, y que está tan joven como cuando se fue al Cielo, y que permanecerá tan joven como está en la actualidad; nunca se ha puesto viejo.
Así también será para mí, ¿y para quien más? Para cada uno de ustedes también. Tan sencillo como eso. Por lo tanto, ¿cómo estamos? Estamos preparándonos para el encuentro con el Señor Jesucristo para nuestra redención, la redención del cuerpo, o sea, nuestra transformación.
“PREPARÁNDONOS PARA EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS”, eso es preparándonos para el cumplimiento de las profecías.
Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos; y adelante preparándonos ¿para qué? Para el cumplimiento de las profecías que serán para el cumplimiento de la Venida del Señor, para transformarnos y llevarnos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.
Que Dios les bendiga y les guarde, y hasta el próximo domingo, Dios mediante.
“PREPARÁNDONOS PARA EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS”.
[Revisión junio 2024]
[1] San Mateo 13:24-30
[2] San Juan 14:10
[3] Mt. 21:1-11, Mr. 11:1-11, Lc. 19:28-40, Jn. 12:12-19
[4] Romanos 10:17
[5] Romanos 10:10
[6] San Mateo 11:14
[7] 1 Reyes 19:7-18
[8] 2 Reyes 2:9-15
[9] 1 Reyes 19:19-21
[10] San Lucas 9:62